La mejor afición del mundo

Ya han pasado varios días pero las imágenes del paso de la vuelta a España por Euskadi no se nos van de la retina a unos cuantos porque no estamos acostumbrados a que hablen tan bien de nosotros. A veces tengo la sensación de que los vascos tenemos tendencia al flagelo, y otras que no somos suficientemente conscientes de la culpa con la que, como pueblo, nos han hecho cargar los de las pistolas y sus amigos. Con esa carga que no acabamos de quitarnos, las palabras de Luis Ángel Maté en Twitter sobre la afición euskaldun, a la que califica como “la mejor del mundo”, reconfortan.

Imaginen

Imaginen a esos corredores sobre sus bicis en Getxo, a punto de salir a la carrera. Los veteranos charlan con los más nuevos, y uno de los primeros dice a su compañero, debutante: “Ya verás. Lo de esta gente es increíble”. Y salen, y empiezan a atravesar Bizkaia entre miles de personas que les animan, que saben que no hay que empujarles ni echarles agua por encima, que guardan las distancias y acompañan en los tramos duros a todos los ciclistas, y esos corredores nuevos agotados por el esfuerzo, sin embargo, disfrutan tanto como los aficionados y piensan que, efectivamente, los vascos son diferentes, y cuando abren sus brazos, están contigo para lo que toque.

¡Aplaudíamos hasta a los coches!

Reconozco que me hizo gracia y me provocó ternura a partes iguales que, por el punto kilométrico en el que yo disfruté de La Vuelta, en Bilbao, los aficionados aplaudimos hasta al coche del Murias. David Etxebarria tuiteaba sobre lo privilegiados que habían sido los corredores de este equipo, especialmente arropados. Seguimos siendo banderizos pero, esta vez, para bien. Y seguimos valorando el esfuerzo y el saber hacer, el de los corredores y el de quienes se empeñan en mantener un equipo en la élite. Por eso nos gusta el ciclismo, el remo o la pelota, entre otros deportes.

Lo que no tocaba

Y seguimos estando hartos. Por lo menos, el que les escribe. Hartos de que nos den lecciones de legitimidad quienes la perdieron por su empeño en hacer las cosas mal (matar al que pensaba diferente). Hartos de que pidan cuentas los que siguen sin darlas (cuántos apoyaron y apoyan a quienes asesinaban). Hartos de que sigan empañando la imagen de Euskadi con carteles y banderas que no tocan porque el de los presos de ETA no es un problema social, sino de un grupo que tiene que explicarse a sí mismo que lo que hicieron fue horroroso y solo sirvió para que la sociedad vasca se cargara de culpa y remordimientos.

Los extremos se necesitan

Del mismo modo que para ser solidario con los refugiados no tengo que mandar a su casa a los turistas (hay pegatinas por los puntos turísticos de Euskadi que dan la bienvenida a los primeros y pretenden echar a los segundos), no necesito pintar en el suelo que la vuelta a España salió del territorio español cuando pisó Euskadi para saberlo… y demostrarlo. Igual de impositores, malrolleros y chungos fueron los de Nuevas Generaciones del PP que borraron el “not” de “this is not Spain”. Los extremos no solo se atraen, en este caso es evidente que se necesitan para justificarse.