¿El banco de qué?

Me ha sorprendido mucho el análisis del Banco de España sobre la subida del Salario Mínimo Interprofesional que aprobó el gobierno de PSOE y Podemos: “Provocó la pérdida de más de 100.000 puestos de trabajo entre empleos destruidos y puestos que no se crearon” (El Independiente). Cualquiera diría que no se alegran de que los trabajadores mejores sus condiciones. Y cualquiera podría decir que la de los “puestos que no se crearon” es una elucubración propia de quien se chupa el dedo índice, levanta la mano y luego se pone muy serio a redactar un informe en nombre de España. ¿Qué España?

No, no podemos

Puede parecer que me he tomado hoy la pastilla roja antes de escribir, pero prefiero pensar, simplemente, que todavía puedo ser incluido en ese “jóvenes” que menciona la ministra Díaz: “No podemos tener a jóvenes con contratos de 476 euros, eso habla muy mal de las empresas españolas” (Púbico). De las españolas y de las vascas que los tengan en condiciones similares, claro. No hay que olvidar que pese a esas condiciones de semiesclavitud, España lidera todos los rankings de desempleo entre la población joven. Un “logro” recurrente que Díaz quiere revertir inyectando tela para convencer a los contratantes de lo que ya es justo.

Y estos, ¿a quién representan?

Para ser justo ante las noticias sobre la selección española de fútbol intento imaginarme qué pensaría si estuviese leyendo los mismos titulares o comentarios sobre la de Euskadi. Y en el caso de la vacunación exprés lo tengo bastante claro: igual que el alumnado que está haciendo la Selectividad estos días, lo único que tenían que hacer los futbolistas era no contagiarse antes de la gran cita. Disfruto con el fútbol en algunos momentos todavía como un niño, pero entre adultos, y aunque creo que con el tema de las vacunas también hemos sido demasiado exquisitos, lo de “la roja” es un despropósito que, sin embargo, no sorprende a nadie.

Un (ex)futbolista con criterio

No me caía mal antes (tampoco especialmente bien), pero con estos dos tuits, Santiago Cañizares me cae un poco mejor: “El otro día dije en la COPE que España estaba detrás en el ritmo de vacunación de determinados países europeos… ¡Error! Y no sabéis cómo me alegro…”. “Y dicho esto, es sorpréndete el rigor que algunos me exigen, deben de valorar tanto mi opinión que temen una corriente equivocada y manipulada de dimensiones enormes que finalmente condicione nuestras vidas… ¡Sed felices!”. Su rectificación, su alegría porque las cosas vayan bien y su aviso a la policía de Twitter me parecen tres aciertos notables.

Ninguna sorpresa

Me han sorprendido las formas tan burdas del Banco de España, me ha sorprendido el discurso de la ministra Díaz, me ha sorprendido el debate sobre las vacunas a los futbolistas profesionales, y me ha sorprendido que un comentarista rectifique y conozca lo que se cuece realmente en Twitter, pero no me ha sorprendido esta noticia: “La Audiencia de Málaga confirma la condena a una mujer por participar en una procesión de una vagina de plástico”. Niporwifi ponía de manifiesto la victoria de lo retrógrado: “Ha ganado Abogados Cristianos, una pena y una vergüenza”.

Pues a veces lo parecen

Julio Anguita ha dicho recientemente que Vox no es un partido fascista. No es el único que cree que estamos hinchando un globo innecesariamente. Puede ser. A estas alturas del año y con lo que llevamos encima uno tiene más incertidumbres que certezas. Pero a veces Vox sí parece un partido con ciertas ideas extremas, por ejemplo, cuando uno lee su argumentario contra Javier Maroto porque es gay. No por su actividad como político o sus declaraciones: ocho puntos de crítica para hacerlos públicos al exalcalde de Gasteiz solo por con quién se acuesta. No sé si será fascismo, pero sí que es extremadamente grave.

Solo es un partido más

Cada vez me cuesta más leer los artículos pretendidamente sesudos de los miembros o “ex” de la coalición Unidas Podemos sobre el estado de su cuestión. Miren: me sobran palabras (con esos contextos innecesarios para parecer lo que no son) y me faltan liderazgos, aunque cada afiliado de Podemos lleve dentro un secretario general en potencia. Me sobran reflexiones en voz alta y autocríticas que se hacen unos a otros pero parece que nunca a sí mismos. Y sobre todo me sobra que todos piensen que Podemos no es un partido político al uso. Lo es y siempre lo fue. De hecho, el principal problema es que no lo reconocen.

Rahola, la Barbie de El Nacional

Escribo todos los días sobre lo que veo en Internet, especialmente en Twitter, y puede ser interesante, y por supuesto me puedo equivocar en los enfoques, en la redacción, en lo accesorio y, en alguna ocasión, hasta me he comido algún bulo. Pero intentaré por todos los medios no hacer lo que hacen en El Nacional con Pilar Rahola: alabarle tanto que el medio, la propia Rahola y, por supuesto, quien lo escribe, acaban ridiculizados. Si la periodista ha decidido disfrazarse de Barbie puedes comentarlo, pero reseñar y ensalzar los piropos (“estás tremenda”) me parece un exceso de esos tan desmesurados que hasta son un defecto.

Necesitamos más líneas rojas

No me cabe duda de que necesitamos más líneas rojas. Por ejemplo, para marcar a Enrique Vasquez, que con su espíritu liberal critica las quejas de los trabajadores de empresas como Glovo y alerta de que podemos quedarnos sin los servicios de estas marcas. También pondría una línea roja a estas firmas que prometen lo que no es a sus “riders” (empezando por el nombre) y luego se quejan de que no pueden darles de alta como asalariados. Tenemos que empezar a tomarnos más en serio como sociedad y como personas expulsando de nuestras vidas a quienes nos quieren esclavos solo porque ellos tienen más.

Reyes el futbolista y Reyes el ciudadano

La muerte de José Antonio Reyes supone una pérdida en lo futbolístico: nos ha dejado un extremo carismático, de esos que levantaban aplausos. Pero el ciudadano José Antonio Reyes no parece nada ejemplar: circular a más de 230 por hora, según algunos medios, con personas en tu vehículo y, sobre todo, poniendo en riesgo al resto que ocupa esa carretera, no tiene nada de valorable. Al contrario. Así que no entiendo la crítica a Santiago Cañizares que, reconvertido en piloto aficionado de rallies (vamos, que de velocidad y volantes algo sabe) critica el peligro al que Reyes expuso a otros.