“Hecho”

No tuve ni que buscar la reacción del PP vasco al acuerdo de su partido con Vox: llegó a mí con facilidad, solo unas horas después, nadie se escondía, por lo menos, Iñaki Oyarzabal, no. “Bien hecho” y tres emoticonos de aplausos, junto al tuit de su compañero, Fernández Mañueco, anunciando su pacto con la extrema derecha. Ese fue su mensaje. Claro. Diáfano. No hace falta añadir más. Al presidente del PP alavés le parece muy bien ese pacto con Vox. Y el tema territorial no es menor porque la única representante de Vox en la CAV, ese partido al que aplaude por pactar, es una parlamentaria por Araba.

“De luto” y “miedo”

Sobre la misma noticia, Aitor Esteban se expresaba de un modo completamente contrario a Iñaki Oyarzabal: “El acuerdo PP-Vox en Castilla y León es un gravísimo error y una malísima noticia para la democracia”. La respuesta en la cuenta oficial del nuevo socio del PP, aplaudido por el líder alavés del partido de Núñez Feijóo, era esta: “Están de luto. Y comprendemos su sentimiento, y su miedo al más allá”. ¿Qué quiere decir la ultraderecha española? ¿Quién ha empoderado a quienes defienden abiertamente el franquismo si no ha sido el PP abriéndoles las puertas de un gobierno? ¿Luego, quién va a responsabilizarse? ¿Oyarzabal?

“Un asedio medieval”

En marzo de 2022 hemos visto a la extrema derecha española entrar en un gobierno de la mano del PP (y tenemos que asegurarnos de que esto quede grabado para siempre en su historia) y estamos viendo diecisiete días de invasión rusa sobre Ucrania, incluido “un asedio medieval” (EPE) sobre una de sus ciudades más importantes, Mariúpol, de 400.000 habitantes. Quienes resisten en sus calles y en sus casas no tienen agua, ni comida, ni modo de calentarse. Les están invadiendo, masacrando y debilitando mientras la comunidad internacional decide cómo parar a un ruso loco con un arsenal nuclear a su disposición.

“Un horror”

Un histórico del baloncesto catalán, Jordi Villacampa, dio a conocer en su Twitter que otro histórico del mismo deporte en Ucrania, Sasha Volkov, se había incorporado a las tropas de su país para detener la invasión rusa. “Un horror”, tuiteaba junto a dos fotos. En la primera, se ve a los dos en una cancha de baloncesto, ya como exjugadores. En la segunda, solo aparece el que fuera también ministro ucraniano de Deportes con uniforme militar, junto a un rifle, mirando su teléfono en el asiento de un coche. El cambio de vida del ex de la NBA es solo uno más, realmente, pero por su fama llama más la atención y por eso lo contamos.

“Intervengan”

Por supuesto que estoy dispuesto a solidarizarme con Ucrania, a bajar un grado la temperatura de mi calefacción y a consumir más productos de proximidad, pero nada de eso es incompatible con sumarme a la exigencia de Eduardo Bayón en Twitter: “¿Quieren que se consuma menos gas? Pues que lo regulen y dejen de apelar a los ciudadanos. Ya hemos vivido eso con los llamamientos a la responsabilidad individual durante la pandemia. Intervengan, que para eso tienen el poder de los Estados”. He sido un ciudadano responsable en las crisis, en la pandemia y lo seré en la guerra. Solo espero que quienes gestionan hagan su parte.

Su carta de presentación

La carta de presentación de Alberto Núñez Feijóo como líder del PP (que ya sé que no lo es oficialmente, pero, también hemos visto cómo funciona el partido) la ha resumido en un tuit Ícaro Moyano: “Feijóo venía a parar a la ultraderecha y reconstruir el centro conservador y por eso su primera decisión ha sido darle la presidencia de las Cortes, una vicepresidencia en la Junta y tres consejerías a Vox en su primer ejecutivo autonómico. Un poco más y los frena a besos”. Pero lo grave no es la posición del PP, sino que en España Vox ya está en un gobierno autonómico. Es una victoria de la extrema derecha y una derrota absoluta de la democracia.

“Fake news”

El gobierno ruso dice que el bombardeo sobre un hospital infantil y una maternidad es una noticia falsa. “Fake news”, al más puro estilo Trump que, ahora ya lo ve quien quiera, es uno de sus hijos políticos. Lo dice como si no estuvieran en Mariúpol fotógrafos como Evgeniy Maloletka, de AP, que ha sacado una de las imágenes que pueden quedar para la historia, la de una mujer al final de su embarazo siendo trasladada en una camilla por cuatro personas sobre el desastre. Todos esos bebés fallecidos, las mujeres al borde del parto y el personal sanitario estaban desarmados, como reclama una parte del arco político. Y ahora, ¿qué?

“Un problema existencial”

Nadie era capaz de prever la salvajada sobre la maternidad de Mariúpol, ni siquiera Pablo Iglesias, que siempre habla como si supiera exactamente qué hay que hacer ante cada problema que surge en el mundo (y cuando tuvo la oportunidad dejó sin resolver los de su propio ministerio por unas elecciones en la Comunidad de Madrid), y que antes del ataque invitaba a leer la entrevista de un militar que asegura que Vladímir Putin tenía “un problema existencial” que no fue resuelto y, prácticamente, por eso estamos como estamos. “Un problema existencial” es el que tienen precisamente quienes ya no existen por la invasión.

Siempre sale algún idiota

Da igual lo que pase que hay uno que nunca falla: el idiota de turno. A veces, además, salen en manada. Da igual que Rusia haya invadido un país en Europa y que, día a día, estemos viendo los horrores de sus consecuencias, que no pueden faltar los idiotas a sus citas con otros idiotas, como los que han quedado para lanzarse sillas de terraza, piedras, y soltar algún puñetazo y navajazo si pueden. Y lo peor: con la excusa del fútbol. Los aficionados del Sevilla y el West Ham que se han buscado para pegarse podrían ir mejor a Ucrania, a parar al ejército ruso, si les sobra la energía y las ganas de violencia, y dejar de hacer el tonto.

En el fondo, da igual

En el fondo, da igual todo: da igual que Vox haya entrado en un gobierno, da igual la tragedia fotografiada en Ucrania, da igual lo que tuiteé Pablo Iglesias, y da igual que hayamos abierto el cajón de los idiotas: vamos a morir casi todos. El ministro de Exteriores ruso ha dicho, tras su reunión en Turquía con la delegación ucraniana, que su país no ha atacado a Ucrania ni lo hará a ningún otro país. Visto lo visto hasta ahora podemos interpretar que, en cualquier momento, Putin va a lanzar varios misiles nucleares y provocará que todos nuestros problemas pasen a ser minucias, como ya sucede a millones de personas.

No es Rusia, es Putin

Ricardo Marquina lleva años instalado en Rusia. Antes de la invasión sobre Ucrania ya le seguía en Twitter: me gustaba ver lo que contaba de aquel país y las fotos que sacaba. Ahora, sobre el terreno, es una fuente muy fiable porque sabe quién dice cada cosa. Y también porque palpa mejor que nadie lo que sucede a pie de calle, por eso su aviso me parece especialmente valioso: “El ruso es un pueblo maravilloso, de gente buena que vive con horror la guerra. En Rusia no se puede protestar o enfrentarse a las decisiones del gobierno como sí se puede en otros países. Culpar a la gente común de lo que hace su gobierno está mal”.

Ha surgido un líder

Volodímir Zelenski ya ha pasado a la historia: su defensa del suelo Ucraniano durante la invasión de Rusia en 2022 será estudiada por nuestras hijas e hijos, y por las siguientes generaciones. Se lo ha ganado a pulso. También se ha ganado a pulso que su imagen sea rectificada: ni Ucrania es un país gobernado por la extrema derecha (que sí está en la oposición) ni ha mantenido en Crimea una guerra cruel (aunque sí ha mantenido el enfrentamiento bélico). Si ambas percepciones eran comunes se lo debemos a la propaganda rusa y deben sirven como ejemplo de lo efectiva que ha sido todo este tiempo.

También surgen estas cosas

Internet no ha servido para que podamos acceder a más información para formarnos una opinión. Al contrario, hemos caído en un montón de intentos de manipulación, y el Kremlin se lleva una mención especial como emisor. Sin Internet y el “todo vale” al que nos tiene acostumbrados serían imposibles discursos como el de Daniel Portero, del PP: “El comunismo de Stalin generó más de 100 millones de muertos. Los comunistas de ETA asesinaron a mi padre. Los comunistas del régimen chino crearon el coronavirus y los comunistas de Putin…”, y hasta ahí pudo hablar por la sorprendente ovación en la Asamblea de Madrid.

Hoy Forbes sí mola

A partir de la semana pasada, Forbes mola. Bueno, igual solo moló la semana pasada, que fue cuando incluyó en una de sus listas a Pablo Iglesias por su podcast: “Siempre pensé que en las listas de Forbes se entraba por tener mucha pasta. Pues también se puede entrar porque tu podcast lo escuche mucha gente. Gracias a todos los que escucháis y veis La Base. Seguimos trabajando para mejorar con datos, rigor y compromiso”. No me sorprende el éxito de Iglesias como podcaster después del que tuvo con su televisión vía YouTube. Lo que siempre me ha asombrado es cómo veta y deja de vetar a medios y periodistas arbitrariamente.

Es incomprensible

El mucho tiempo y espacio que nos ocupa la invasión rusa sobre Ucrania hace que lleguen con algunos días de retraso reflexiones tan interesantes como esta de Julen Bollain en Twitter, después de conocer la nueva propuesta del gobierno español (el megaprogre, por si acaso a alguien se le ha olvidado) para las y los autónomos: “Es incomprensible que si el SMI está en 1.000 €, un autónomo que ingrese 660 € tenga que pagar una cuota de 202 € y vivir con 458 € al mes”. En efecto, es incomprensible salvo por un matiz que lo cambia todo: las y los autónomos no somos trabajadores al uso, vale, pues que el ministro sea coherente.

La vida de Valeriia Kozynets

El pasado 20 de febrero, Valeriia publicó en su cuenta en Lomography una foto de varios edificios de Kiev bajo un cielo azul estupendo junto a una especie de lago. La foto está sacada con una Minolta de 1998, en película, obviamente. Y es que en Ucrania hay (o había) muchas y muchos aficionados a la fotografía analógica que exhiben sus imágenes en esta red social. La vida de Valeriia, que vemos en su galería, tan parecida a la nuestra, nunca va a ser igual. La invasión rusa se ha llevado sus aficiones, sus carretes, sus cámaras, tal vez hasta a sus amigos o a ella misma. La tragedia es absoluta. Ayudarles, nuestra obligación.

Kasparov, en mi equipo

El hilo en Twitter de Garry Kasparov sobre la invasión rusa sobre Ucrania es de una valentía y una clarividencia extraordinarias: el campeón de ajedrez habla sobre la guerra que libra Putin contra el mundo desde mucho antes que este ataque, de cómo, en su opinión, no se detendrá si no le detenemos ahora. Y que para detenerle tenemos que arrinconar la fuerza de Rusia, pero no solo la militar, sino la que ejerce chantajeando con sus reservas de recursos naturales. Kasparov cree que la vía de agua es la presión de los oligarcas rusos y pide, finalmente, que no tratemos más a Putin como presidente, sino como lo que es: un dictador.

Hoy es Ucrania. Punto

Me parece una frivolidad que Pablo Iglesias que haya tirado de ironía en su artículo de Ctxt sobre un editorial que publicaron en El País tras la invasión rusa sobre Ucrania. No es el momento y, evidentemente, no es materia para los textos jacarandosos. No soy tonto: sé que el partido español que tiene vínculos con Putin, si no directos, si indirectos pero muy próximos, es Vox. Lo de Podemos, y no solo de Podemos, es otra cosa: es una mala interpretación de que la paz es el camino. Tan mala que el líder espiritual de un grupo totalmente confundido se permite deslizarse a la risión mientras señala a los periodistas que le corrigen.

Hagámoslo

Puede que Rosa María Artal peque de optimismo cuando tuitea: “La cuestión no está en decir ‘no a la guerra’ sino en ‘hacer’ no a la guerra”. Eso no es pecado. Como no lo es empatizar con la población ucraniana porque lo hacemos con quien ha vivido como nosotros hasta que Vladímir Putin ha decidido acabar con un país por el morro. Pero tenemos que ser conscientes de que la única forma de restablecer la paz es hacer frente a Putin de todas las maneras posibles. Lo que estamos viviendo es un acontecimiento excepcional cuyo único precedente es la II Guerra Mundial. No es comparable con nada más.

Dejemos un huequecito

La actualidad es dolorosa y estresante, entre la pandemia y una guerra que nos afecta e interpela directamente. Pero no podemos permitir que se nos escapen otras noticias como el corte que recibió Isabel Díaz Ayuso con su propuesta de dumping fiscal durante una cumbre en Marsella: “No creo que sea la mejor manera de colaborar entre regiones”, le respondía el alcalde de Coulianes, en Francia. Christophe Rouillon dejaba claro a la presidenta de Madrid que fuera de su ámbito de acción hace frío y que solo le ríen las gracias cuando son buenas. También dejaba claro lo que hace Madrid con los impuestos.

Se enriqueció

En los más de doce años que llevo escribiendo esta columna pocas veces habré encontrado un resumen mejor de un tema que se ha extendido durante años, que el frontispicio de esta noticia en Eldiario.es: “El rey emérito se enriqueció a espaldas de Hacienda durante lo peor de la crisis económica. La Fiscalía relata cómo creó varios fondos en Jersey en los años 90, el modo en que cobró 100 millones de dólares en 2008 en una cuenta en Suiza y los nueve millones en gastos que sufragaron varios empresarios entre 2014 y 2018. La Fiscalía cierra las investigaciones a Juan Carlos I alegando que los delitos prescribieron”.

Volvemos a Ucrania

De la invasión rusa sobre Ucrania lo más destacado que leí y oí ayer fueron los pocos segundos que Manuel Jabois dedicó en la Cadena SER a Vladímir Putin, Ione Belarra y Pablo Echenique. Pase lo que pase, el periodista gallego lo dice o escribe mejor: su mensaje a los de Podemos para que se dirijan al dictador ruso y dejen de señalar a la población agredida porque haya empezado a defenderse no puede ser más directo, ni más certero, ni más oportuno. Pero también es insuficiente: oír, ver y leer hablar de paz hoy a quienes justifican, todavía hoy, a asesinos en Euskadi resulta nauseabundo.

Pasando por Euskadi

Otro periodista, Xabier Fortes, tuiteaba también con tino: “Supongo que en Gernika y Durango, por poner solo dos ejemplos, habrían agradecido que las democracias europeas hubiesen proporcionado a la República sistemas de defensa antiaérea… entre otras cosas”. Pero esto que solo puedo suscribir no puede servir para justificar, como hemos visto también, a ETA. No tiene nada que ver porque, de saque, esta guerra no tiene nada que ver con nada que no sea la II Guerra Mundial. Y quien justifica a ETA con Ucrania tiene la misma credibilidad que cuando intenta intoxicar con que los terroristas fueron como los gudaris que se enfrentaron a Franco.

La foto

Hemos visto fotos parecidas a la de Paul Hansen en varios medios, pero la de este fotógrafo sueco me parece difícil de igualar porque es en la que mejor se aprecia al niño y la madre que hay al otro lado de la ventanilla del vagón, despidiéndose de quien puede ser el padre y la pareja, en una estación ucraniana. Una parte de la familia se aleja y la otra se prepara para morir en combate si es necesario. La imagen y la idea son tan desgarradoras como reales, y suceden a unas pocas horas de avión desde nuestras casas, en Europa. Y por esa cercanía podemos empatizar más sin fustigarnos ni rasgarnos las vestiduras. Es normal.

Aprobetxategis

Entiendo que la invasión rusa sobre Ucrania suponga una subida de precios generalizada. Y lo asumo como la parte que me toca de defender desde mi comodidad nuestro sistema democrático sobre las dictaduras. Pero yo me andaría con cuidado, ahora que las armas circulan por las carreteras europeas más que lo que lo han hecho nunca, con tomar el pelo a la ciudadanía: la usura de las compañías eléctricas no es permisible en ningún momento (por muy legales que sean sus peajes y compensaciones) pero puede ser tomada como una provocación en estas circunstancias. Y no está la situación para tomar el pelo a nadie.