«El respeto»

Reflexiona Miguel Ángel Idigoras sobre el respeto en Economía Digital. No le capto, lo confieso: apela al lehendakari Pradales, defiende a Isabel Díaz Ayuso, habla del euskera y descube el nacionalismo vasco según escribe su columna. Me pierdo. Pero sigo leyendo: afirma el que fuera director de ETB que Díaz Ayuso “responde con el mismo lenguaje simbólico” cuando se levanta porque Pradales habló en euskera en la conferencia de presidentes. ¿Por qué no lo hicieron los otros doce presidentes autonómicos del PP si hablar en euskera fue “un desafío deliberado al modelo de país de quienes se sienten libres e iguales”, según Idigoras?

“Los pinganillos”

David Torres en Público también reflexiona sobre la cita de las y los presidentes autonómicos que Isabel Díaz Ayuso utilizó para hacer lo suyo. Recuerda el autor la charla que la presidenta de Madrid dio en Londres, en la que habló en castellano obligando a los presentes a usar los dichosos pinganillos. Torres va más allá del gasto que generan las traducciones: “Una Conferencia de Presidentes es un dispendio completamente anacrónico que tendría algún sentido de haberse celebrado en 1925, antes de la invención de internet. Una videoconferencia por Zoom nos habría ahorrado el papelón a todos, por no hablar del dineral”.

Internet, bien

Greta Thunberg nos gustará más o menos, pero nadie puede decir que su activismo es de sofá y tuit: ha decidido ayudar a la población de Gaza por mar y, sobre todo, por Internet. La capacidad de transporte de su velero es limitada, pero su capacidad para dejar claro cómo actúan el gobierno y el ejército israelíes es muy relevante. El vídeo que ha colgado en su Instagram (“si estás viendo esto es porque hemos sido interceptados y secuestrados”) muestra cómo actúan “en aguas internacionales” unas “fuerzas de ocupación” (así las llama ella y estoy de acuerdo). Poner el foco en Thunberg, aún con todas las dudas, es ponerlo hoy en Gaza.

Otro cobarde

Elon Musk y Donald Trump son útiles para algo: para que tengamos todas y todos claro que hemos generado un sistema en el que solo hace falta una gran ambición para hacer una gran fortuna. Ni siquiera hace falta tener talento o haber inventado algo. Solo son egoístas, ni siquiera son valientes: “Musk borra sus tuits vinculando a Trump con Epstein”, informan en Voz.us, el medio que explica el trumpismo en castellano de España. Vamos, que el de X se ha rilado, no se ha atrevido a sostener su órdago. ¿Era mentira y, por lo tanto, Musk es un mentiroso? ¿O era verdad y Musk también colabora tapando el escándalo?

Más me importa el cómo

Que Nora Junco y Diego Solier, que sacaron sus escaños junto a Alvise Pérez en las pasadas elecciones europeas, se hayan caído ahora del guindo y aseguren haber descubierto al personaje, me importa muy poco. Para mí lo relevante de la pieza en La Razón es el cómo: ¿cómo puede ser que hubiesen alcanzado puestos de relevancia (“él como directivo en una multinacional farmacéutica, y ella como socia de una empresa de comunicación y eventos”) dos personas a las que un tipo como Pérez convenció? ¿Qué mecanismos hay en España para filtrar o, lo que es peor, aupar a este tipo de gente?

Kubati, el de los Derechos Humanos

La semana pasada asistí a dos ejercicios de victimización de la izquierda abertzale. Uno, vía Twitter, que duele menos. Otro, en persona, que jode de lo lindo. Y parece que esta es la línea: intentan reescribirnos la historia los que han dejado que se llene de sangre y balas. Conmigo que no cuenten. No participaré en esa relectura ni en la que dulcifica a los guardias civiles de Intxaurrondo, donde Kubati podría tener aún causas pendientes según El Independiente, especialmente edulcorado esta vez.

Maroto visto por un español

Si un nacionalista vasco se mete con Javier Maroto solo lo hace porque puede volver a ganar en Gasteiz. ¿Y si lo hace un español? David Torres no se corta en llamarle “vendemotos” en Público y zurrarle por su pretenciosa ruta social: “Votó en su momento contra la ley del matrimonio homosexual, intentó vetarla en el Senado, participó en primera línea en manifestaciones callejeras y presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional (…) Por eso se casó hace tres años con su novio de toda la vida”.

El metro es para los perdedores

A medio camino entre la poesía y la estupidez, pero mucho más cerca de la segunda, podemos situar el tuit de Patricia Castro, una tuitstar feminista que nos recuerda a los que viajamos en metro que somos unos losers: “No me gusta ir en el metro porque no paro de fijarme en los ojos de la gente. La mayoría tienen la mirada triste, sin brillo, como si se hubiesen rendido a una vida que no decidieron escoger pero en la que ahora se encuentran atrapados. Derrotados mentalmente es imposible luchar”.

La tele de la casquería

Que nos la cogemos con papel de fumar por encima de nuestras posibilidades y que mientras intentamos no pisar mangueras los malos avanzan más rápido y ganan son dos tristes certezas actuales. Pero eso no significa que antes fuéramos más auténticos: la misma tele que hoy no resiste un chiste racista hace muy pocos años era una fábrica de mal gusto. Jesús Gil entre tías en biquinis, Jesús Quintero entrevistando a presos o Bartolomé Beltrán emitiendo vísceras forman parte del recuerdo por suerte.

¡Claro que necesitamos ordenadores!

Y no me refiero a procesadores, sino a los PC con teclado, pantalla no necesariamente táctil y ratón. Son muchos los que los dan por muertos (la mayoría, con intereses; la minoría, tecnófilos acríticos), pero en Xataka nos recuerdan que su fin está aún muy lejos. De hecho, en 2017 repuntó la compra de portátiles por primera vez en 2012 aunque la venta de PC descendió en su conjunto. Pero los ordenadores son herramientas de trabajo muy difíciles de sustituir.