«Cero reproches»

Con el paso del tiempo, de la pandemia, y de los días después del fin del estado de alarma, me he vuelto más pragmático, como Rafa Cabeleira, que tuvo la habilidad de tuitear esto: “Libertad para hacer el subnormal: es lo que les vendieron y es lo que hicieron, cero reproches”. Eso es. A quien salió a las 0:00, quien decidió irse a Castro Urdiales a esa misma hora, quien se fue a Haro a tomar un par de vinos el domingo por la mañana, ¿qué puedo decirles yo? Son el producto de una sociedad de mierda, empoderada, consentida como un niño pijo y acostumbrada a hacer lo que le da la gana. Cero reproches.

También por su parte, ¿no?

Iván Edroso recuperaba en Twitter un corte de El Xokas, un youtuber que, bastante indignado, reconocía que es muy difícil gobernar un país lleno de personas a las que calificaba como “putos retrasados”, y a los que se dirigía así: “¿De verdad necesitas que el gobierno te diga que tengas cuidado y que no quedes con los amigos para hincharte a cañas el viernes por la tarde? ¿De verdad lo necesitas? Lo que necesitas es un tortazo porque eres tonto”. Yo sigo con mi política de cero reproches, pero espero también que por parte de la ciudadanía no haya ninguno hacia los políticos obligados a prohibir para que una pandemia no nos masacre.

Seguramente

Soy de los que cree que a todo el mundo se le puede educar, entendida la educación como un conjunto de conocimientos o hábitos que se adquieren a lo largo de la vida y, por lo tanto, también creo que todo es fruto de la educación. Ahora, azotados por un virus que nos mata, mi convicción, que mejora Cricri en Twitter, adquiere otro tono: “Lo que hay en este país es un problema de educación y un individualismo brutal. Y esto lo explica prácticamente todo”. Y que nadie se lleve a engaños: “Este país” es España, es Euskadi y es Francia, que el egoísmo, como el coronavirus, no se detiene en las fronteras.

¡Claro que es injusto!

Desde los repuntes después del verano tengo muy claro que el mayor vector de transmisión del virus es “la chufla”. Evidentemente, la juventud está más implicada en esta actividad, pero el problema no es el segmento de edad, sino quienes salen a fumar, beber, el rollo de siempre. Así que claro que Mónica García, una de las políticas de moda, tiene razón cuando “ve ‘injusto’ criminalizar a los jóvenes por las aglomeraciones tras decaer estado de alarma” (Nius Diario). ¿Jóvenes? En las imágenes del macrobotellón en la plaza de Sol se veía a unos cuantos con entradas y canas y, qué coño, a ver si en las terrazas a mediodía está la chavalada.

La fobia de cada uno

Si el tuit de Rafa Cabeleira me tranquilizaba, este de Margaret Castor me recordaba que no podemos olvidar que la idiocia, sobre todo cuando parece ilustrada, es un animal que cambia de orilla muy rápidamente: “Tú lo haces todo bien, claro. Y los demás, sobre todo los que te caían mal antes de la pandemia, lo hacen todo mal. Y lo hacen por joder. Claro que sí”. Así que espero no haber antepuesto mi fobia a mi criterio hoy porque estoy seguro de que lo he hecho durante la pandemia en varias ocasiones. Como me dijo Gari durante una entrevista, el músico: “si cantas a cara de perro se te queda cara de perro”.