No vivo para trabajar

Hoy que muchas y muchos volvemos al trabajo y afrontamos otra semana de tareas que siempre se acumulan, es un buen día para recordar esto que escribió Jordi Martí el pasado 1 de mayo: “Mi vida empieza al acabar mi trabajo. Y solo tengo una, así que debo aprovecharla al máximo posible”. Este profesor valenciano recordaba en su blog que el trabajo es solo eso, que llega un momento en el que tienes que tener claras tus prioridades, y que si detraes tiempo a tu familia ya puede ser a cambio de dinero que te permita disfrutar cuando vuelvas a descansar. Es un pensamiento tan básico y sencillo que lo olvidamos.

La gran dimisión

Recuerdo perfectamente cómo, hace unos meses, leía columnas y posts sobre “la gran dimisión”: el movimiento que había surgido en EE.UU. con de la pandemia por el que la ciudadanía, después de probar a quedarse en casa, aunque fuera por un confinamiento forzado, decidía no regresar a sus puestos de trabajo. No lo hacían porque estos eran una mierda y habían descubierto que no les compensaban. Ahora asistimos a la llegada de un fenómeno parecido a España y, por contagio, a Euskadi: algunos tipos de vacantes han dejado de cubrirse porque las malas condiciones se han generalizado.

Derechos laborales básicos

“La hostelería no encuentra camareros para hacer frente a la recuperación del turismo” (Nius). Y no lo hace porque los “trabajadores del sector han optado por sectores con menos restricciones como el comercio y la logística” y “por las condiciones laborales del sector”. Y estas nos las conocemos todos: horarios imposibles, sueldos bajos y falta de estabilidad. Es decir: faltan derechos laborales básicos que las y los empleados exigen. Por lo menos, ya han conquistado uno (o así debería de ser): el de ser tratado con el necesario respeto porque ya no hay una cola de gente esperando para coger la bandeja.

Si me voy, que pongan un robot

No planteo nada loco en esta columna, no me he vuelto un sindicalista, no he empezado a gritar “sí se puede” sin pensar antes si realmente puedo hacer yo algo para sentirme más a gusto con cómo me gano la vida (es decir, lo que empieza cuando termina mi horario laboral). Solo hablo en estos párrafos del mínimo exigible en un empleo. Y si ese mínimo no es satisfactorio ni con lo que he puesto de mi parte, no pasa nada: yo buscaré mi satisfacción en otro lado… Y siempre podrán poner un robot en mi puesto: “Las cadenas de comida rápida no encuentran trabajadores humanos. Así que los están sustituyendo con robots” (Nius). O no.

Nuevos empleos, viejos problemas

El texto de Analía Plaza en El Periódico de España sobre los editores de los vídeos de los youtubers ha dado mucho que hablar, también entre quienes emiten ahora en Twitch mientras se jactan de no leer webs de noticias. Plaza explica cómo las grandes estrellas de Internet cuentan con chavales que cortan sus largas intervenciones para hacerlas más atractivas en otras redes sociales. Eso hacen los editores, en muchos casos, por menos de un euro la pieza. Unos precios exageradamente baratos que han provocado el inicio de una actividad sindical y la subsiguiente indignación de la patronal. Nada nuevo bajo el sol.

Necesitamos filtros

El Xokas, también conocido como Joaquín Domínguez, ha pasado de ser una persona desconocida para mí, a ser un tipo que monta un tinglado con cuentas falsas en redes sociales para insultar a quienes le critican, y que admite que tiene un amigo que es un crack, un figura, un máquina, porque se mantiene sobrio mientras espera que las chicas a su alrededor se emborrachen, y lo cuenta en su canal de Twitch o YouTube, para que lo escuchen críos de 12, 14 o 16 años, sin filtros. Y de eso va esta columna: igual que podemos reclamar al o la programadora de turno de una televisión, necesitamos filtrar la difusión on-line de contenidos.

La gran industria oculta

Rocío en Twitter ha hecho un hilo muy interesante que no pasa de reflexión en voz alta (porque le faltan datos y ejemplos concretos) pero que se aproxima mucho a la realidad: quienes quieren convertir sus canales en YouTube o Twitch en su modo de vida acaban entrando en la rueda de esta industria del entretenimiento que, como hemos visto, carece de filtros. No solo en cuanto a la emisión: la exposición permanente y las muchísimas horas al día que son necesarias para que un canal sea rentable tampoco pasan ningún filtro laboral, y las relaciones con las empresas resultan cada vez más sospechosas.

Solo es una mudanza en el mismo barrio

El hecho de que Instagram haya superado a Facebook en el número de usuarios activos no es ningún cambio de paradigma ni un salto a ninguna parte: sí habrá un rejuvenecimiento de la masa, pero no pasa de mudanza en el mismo barrio porque la plataforma pertenece al mismo dueño (Facebook, ahora llamado Meta), el modo en el que segmenta y vende la publicidad (que nadie lo olvide: se trata de eso) es el mismo, y hace tiempo ya que la calidad de las fotografías depende más del software de nuestros teléfonos que de nuestra propia habilidad. Así que quien no lo haya hecho aún puede lanzarse a “Insta” sin miedo.

La noticia que no lo era

Seguimos con novedades que, sin embargo, no suponen cambios relevantes: “La venta de NFT se desploma: el mercado se hunde y apunta a que fue una moda pasajera” (El Blog Salmón). ¿De verdad esto sorprende a alguien? Solo espero que nadie haya perdido sus ahorros en esa mierda. Es el momento de recordar ahora a los familiares avispados de John Lennon que subastaron fotos de sus objetos personales, y otros tantos que se subieron a la ola virtual, como Ferrán Adriá. Sigo defendiendo la utilidad de estos archivos digitales que permiten reconocer al propietario, pero sigo sin defender a quienes hinchan burbujas.

Todo menos mis fotos

Me hago viejo y cada vez pienso más en mi muerte. No me ayuda a evitarlo que se hagan viejos también los medios digitales que suelo leer y que muestran también preocupación por estos temas: “Tras mi muerte, elimina las fotos: las plataformas ya ofrecen opciones para planificar tu legado digital” (Magnet). Sí, es cierto: salvo Twitter, todas las redes permiten establecer qué queremos que pase con nuestra identidad digital cuando muramos. Lo que tengo claro es que si quiero que algo me sobreviva, además de mi hija y mi hijo, son mis fotos. Que borren todo menos mis fotos, ya que soy incapaz de escribir esa novela que persigo desde la adolescencia.

Un folio en blanco

La respuesta a la ya famosa “Z” con la que los rusos marcan sus vehículos militares y los terrenos masacrados a su paso va a ser una hoja en blanco. Por portarlo, por mostrarlo, las y los manifestantes rusos son encarcelados y se enfrentan a multas e incluso penas de prisión. No piden nada, no reivindican nada, no denuncian nada: solo portan una plana sin mensaje porque todo el mundo, también quienes ejercen la represión en Rusia, sabe lo que significa. Antonio Cartier lo tuiteaba con pleno acierto: “Un folio en blanco puede ser cualquier cosa. Y nada hay más peligroso para una dictadura que fomentar la imaginación”.

Censura siempre fue la suya

Cuando anunciaron la desconexión de Rusia Today para limitar la propaganda rusa no me importó porque no reconozco como medio de comunicación lo que es un aparato de intoxicación que hace juicios sumarísimos: “Desde el canal RT algunos ya han dictaminado sobre Marina Ovsyannikova, la trabajadora que irrumpió con una pancarta en un estudio de televisión estatal de Rusia. ‘Esa zorra debería estar encerrada durante diez años’, ha dicho Anton Krasovsky. Este presentador del canal financiado por el Kremlin ya dijo en enero que Ucrania es territorio ruso y que Moscú debía ‘recuperarlo’ por la fuerza” (Xavier Colás).

Otro propagandista

La altura política de Alberto Núñez Feijóo ya ha quedado al descubierto y es más bien tirando a bajito en lo democrático y lo discursivo. Su primera acción ha sido permitir la entrada de la extrema derecha en un gobierno autonómico, un hecho tan grave que hasta el presidente del PP Europeo se lo afeó expresamente. Y sus primeros discursos están siendo paupérrimos. Pello Salaburu, por su parte, le afeó en Twitter esto otro: “Feijóo: ‘El gobierno se está forrando con el precio de los carburantes y de la electricidad’. Un gran líder, incapaz de distinguir entre ‘gobierno’ y ‘estado’. ‘Se está forrando…’, dice. Sabe de qué habla”.

Pero no juega con videojuegos

Manuel Murillo, que está siendo juzgado por exhibir en WhatsApp su intención de “matar” a Pedro Sánchez, ha decidido marcarse un Infanta Cristina. No es que sea un delincuente, es que no se enteraba de nada, en su caso, por “una ensoñación del vino y el orujo: ‘Mezclé las películas y me sentí un héroe para salvar a España. Como oía mucho a Losantos, que también es un patriota…’”. Esto es lo que destaca en Twitter el periodista Alfonso Pérez Medina. Si se tratara de alguien más joven (Murillo ya pasa de los sesenta) que reconociese jugar a videojuegos, los juicios paralelos ya estarían resueltos.

La revolución del entretenimiento la protagoniza Kiko Rivera

Escribo estas líneas porque soy un boomer, un viejo y un ciego que no entiende por dónde va el futuro del entretenimiento y los medios de comunicación. Todo eso que acabo de describir es lo que me impide valorar en su justa medida que Ibai Llanos (cuyo éxito es indiscutible y no necesita estas aventuras) haya organizado y esté emitiendo en Twitch un concurso de cocina entre personas que no son cocineras, sino streamers en esa plataforma, y Kiko Rivera. El hijo de Isabel Pantoja, sí. Ahí está la revolución, lo novedoso, lo que engancha a la juventud, lo que los viejos medios no somos capaces de ver ni ofrecer. Claro que sí.

Bien por él

Sultan Gustaf Al Ghozali, un estudiante de informática en Java, se ha hecho millonario con solo 21 años, su constancia y una novedad tecnológica. Desde que cumplió 18 años, según leemos en Gizmodo, este chico se ha sacado un selfie diario con su ordenador. Ahora se ha lanzado a vender su colección de autorretratos con la tecnología NFT, esa que permite poseer una imagen que nadie puede copiar. Pues para su sorpresa, sus fotos empezaron a ser adquiridas por influencers y a incrementar su valor hasta los 1,2 millones de dólares. En su propio Twitter, Ghozali ha confesado que no sabe explicar a sus padres cómo se ha hecho millonario.

Pero este sí es un jeta

Lo de Ghozali no tiene nada que ver lo que ha hecho el hijo de John Lenon, que “va a subastar NFT de algunos objetos de colección de su padre. Pero los NFT sólo. Los objetos físicos se los queda él” (Ángel Jiménez en Twitter). Es decir: Julian Lennon va a sacar a la venta fotos de las cosas que pertenecieron a su padre. Líneas de código exclusivas, eso, sí, como la tecnología permite, pero él seguirá siendo el poseedor de la colección de objetos personales. Una jetada de esas que últimamente salen asociadas a cada nueva innovación. Solo falta un influencer hinchando el valor como si de una burbuja, por ejemplo, se tratase.

¿No quieres “neobancos”? Atiende personalmente

La banca tradicional (en menor medida las cajas de ahorro, y eso hay que ponerlo en valor) está disparándose en el pie: su proceso de digitalización, que no responde a ninguna demanda de la clientela y solo lo hace a la maximización de los beneficios, les ha generado una nueva competencia, la de los bancos únicamente on-line. ¿Para qué voy a quedarme con una entidad que cierra sus oficinas si me ofrece más ventajas y exactamente el mismo servicio telemático otra que ni siquiera tiene locales? Si la banca quiere generar confianza, especialmente entre sus clientes de toda la vida, ya conoce el camino que tiene que desandar.

Andorra, sin servicio de Internet

La famosa “ética del hacker” solo ha servido para que parezcan menos graves algunas barrabasadas sin fundamento hasta llegar a Anonymous. Pero la mayoría de ataques siguen sin tener sentido y, en todos los casos, los ejecutan justicieros por su cuenta. Incluso aunque me parezca mal que algunos youtubers españoles se hayan mudado a Andorra para no pagar impuestos, peor me parece que la ciudadanía andorrana se vea perjudicada por ataques de denegación de servicio. Lo divertido del asunto es que la empresa que provee de Internet al principado es pública. ¿Subirán los impuestos para mejorar la seguridad?

Twitch para un reallity

Las llegadas de Twitch y de OnlyFans fueron importantes en la evolución de los usos y costumbres de las y los usuarios de Internet: plataformas principalmente móviles de consumo de contenido audiovisual de pago a las que se suscribían las y los más jóvenes. El segundo, además, con abundante contenido pornográfico (pagar por sexo on-line puede suponer el verdadero cambio generacional). Lo que no esperábamos es que en Twitch acabaríamos viendo una versión casera de la tele más ramplona: Ibai Llanos ha organizado un concurso de cocina en sus cocinas entre famosos de la red social. La bajona.

Ahora, el combustible

En la juerga de la escasez y el encarecimiento no podía quedarse fuera un sector que siempre ha sabido participar en las crisis como ninguno: el del crudo. “El precio del litro del diésel y de la gasolina está subiendo prácticamente a diario. Las tarifas medias alcanzadas (…) se están acercando peligrosamente a las cifras récord históricas registradas”, según Autopista.es. ¿Razones? Las de siempre: que llega el invierno y las tan socorridas “situación macroeconómica y otro tipo de tensiones geopolíticas”. Como excusa, pocas coletillas hay mejores que la del sector petrolífero, el mismo que nos entretiene con el fútbol.

Y por supuesto, la comida

Y si suben la luz y la gasolina, por supuesto, sube todo lo demás, empezando por los alimentos: “Lo que viene es peor, nuestros márgenes son pequeños y los costes se disparan”, leemos en El Economista. No parece que el abastecimiento vaya a estar en peligro ni siquiera ante la cercanía de la Navidad, pero sí “hay un riesgo real para la recuperación”. La recuperación del sector, que sin la hostelería se ha resentido, pero también la recuperación global: no hay sector que no vaya a estar afectado por la crisis. Necesitamos asumirlo y actuar con responsabilidad individual pero también social.

El PP ha dado con la fórmula

El partido de Pablo Casado ha dado con una fórmula económica muy beneficiosa para sus intereses pero no necesariamente para los de la ciudadanía: “Las comunidades del PP prometen bajar impuestos en 2022 mientras exigen más dinero al Gobierno central” (InfoLibre). Dan buenas noticias a la ciudadanía a la vez que desgastan al gobierno español. Parece un plan sin fisuras sobre el papel, pero debajo de él hay personas que perderán sus protecciones por un cálculo político, y eso es intolerable. ¿La solución? El concierto económico: si recaudasen y gestionasen, las comunidades del PP no se atreverían.

¿Dejaremos de trabajar?

Eso es lo que se preguntan en Xataka: ¿puede trasladarse a Europa la dinámica laboral estadounidense? Llevamos ya varias semanas leyendo sobre cómo en esta país hay gente que ha decidido dejar de trabajar porque incluso en EE.UU., sin apenas escudo social, estar en casa es más rentable que las condiciones laborales de muchos puestos. En concreto, respecto a 2010, se ha duplicado el número de personas que ha decidido hacer “la gran renuncia” y no regresar a su puesto. Y entre quienes lo hacen, un 50% valora cambiar de trabajo. Esta última tendencia sí parece que sucede también en Europa.

No, Twitch no es la solución

Después de la filtración en la que conocimos las cifras que manejaban algunas estrellas de Twitch como Ibai Llanos (que podía haber ingresado solo en esta herramienta 1,52 millones de euros entre agosto de 2019 y octubre de 2021), el propio Llanos quiso dejar claro que la en la plataforma no atan a los perros con longanizas. Ahora, leemos en La Vanguardia que “Ibai tiene razón: solo el 5% de los streamers han ganado más de 1.000 dólares este año en Twitch”. No solo “la gran mayoría no gana nada. Algunos incluso pierden, teniendo en cuenta la inversión en material y la falta de ingresos”, según La Vanguardia.