Teruel existe!!!!

Del 10 al 17 de junio hemos vuelto a recorrer parte de las provincias de Teruel y Cuenca a las que hace tiempo que no íbamos. De hecho, a la capital de Teruel no viajaba desde abril de 2011y a la de Cuenca, desde agosto de 2009. Como todavía no estoy muy animado a viajar a destinos lejanos, ha sido una buena ocasión para volver, repetir lugares y conocer otros nuevos. El primer destino ha sido Teruel, ciudad en la que he recogido una queja, la de la Sanidad, pues para muchos especialistas tienen que desplazarse a Pamplona, Zaragoza o Valencia. Como nunca llueve a gusto de todos, los taxistas tienen un buen negocio sin depender del turismo. Y luego los políticos hablan de “la España vaciada”, pero no ponen remedio.

Por tranquilidad he repetido alojamiento en Paradores que, a diferencia del pasado año, con la oferta de primavera estaban muy asequibles. Hemos pasado 8 días pendientes de las tormentas, que hemos conseguido esquivar, así que antes de llegar al Parador de Teruel, sobre el que caía un buen chaparrón, nos detuvimos en un curioso lugar sobre el que ya había descargado la tormenta, el aeropuerto de Teruel, convertido probablemente en el mayor aparcamiento de aviones de todo el mundo. El negocio genera muchos puestos de trabajo y va bien, pues lo están ampliando.

484 km separan Leioa del Parador de Teruel, así que una vez instalados pedimos un taxi que nos lleve al centro, pues andamos justos de tiempo ya que para las 16:30h tenemos reservada la visita guiada al Mausoleo de los Amantes, la iglesia de San Pedro, el claustro y la subida a la torre, todo en el mismo recinto, que se efectúa llamando al teléfono 978 61 83 98. El precio es de 10 € y el horario, todos los días de 10:00h a 14:00h y de 16:00h a 20:00h. Además de poder contemplar algo tan emblemático como es el Mausoleo de los Amantes de Teruel, Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla, la entrada completa incluye la iglesia de San Pedro, excelente ejemplo del mudéjar aragonés del siglo XIV, contemplar el retablo mayor y el claustro y, finalmente, subir a lo alto de la torre de 25 metros de altura, del siglo XIII, la más antigua de las torres mudéjares turolenses.

La arquitectura mudéjar de Aragón forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1986. Ya hemos visto una de estas joyas, la iglesia de San Pedro, así que, aunque sea por fuera, nos disponemos a contemplar los otros tres edificios que en Teruel forman parte de esta selecta lista, comenzando por la Catedral de Santa María de Mediavilla, en la que destaca la torre mudéjar de 1257. De allí nos dirigimos a la Torre de San Martín, de 1316, y a la Torre de la iglesia del Salvador, del siglo XIV, donde recibí una agradable sorpresa pues, en el balcón de una vivienda casi anexa, tenían una bandera del Athletic. También nos acercamos al Portal de Daroca, perteneciente a la antigua muralla.

Concluida la visita a lo más interesante de Teruel, nos dirigimos a su centro emblemático a tomar un helado en una terraza, pues la tarde está muy bochornosa. Se trata de la plaza del Torico, en la que las terrazas se encuentran a tope de gente, sucediendo lo mismo en las calles adyacentes. Aprovechamos para contemplar el otro emblema de la ciudad, la Fuente del Torico, coronada por la imagen de un pequeño toro y cuatro cabezas de toro escupiendo agua. En la plaza está también la monumental Casa El Torico, de 1912, de donde nos desplazamos a otros interesantes lugares como el Ayuntamiento, el Palacio de la Comunidad y los situados en torno a la plaza de San Martín. En taxi regresamos al Parador, salvándonos por los pelos de otro chaparrón.

Debido a la previsión de tormentas, el 11 de junio tenemos que cambiar de planes, sustituyendo la sierra de Albarracín por la de Gúdar. Nuestro primer destino es la estación de esquí de Aramón Valdelinares, de donde nos desplazamos al collado de la Gitana, que identificamos por una cruz, punto de partida para subir al techo de la provincia de Teruel, el monte Peñarroya (2028 m). A partir del collado de la Imagen no hay una sola indicación, así que tenemos que subir casi trepando por el pinar hasta llegar a la cima. No es de extrañar que en lo alto haya dos miradores, pues descubrimos que podríamos haber llegado en coche por una pista. También descubrimos por casualidad un casi escondido sendero que nos facilita el descenso con más comodidad, realizando la ida y vuelta en hora y media. Nos acercamos a tomar un vino a Valdelinares, el municipio español situado a mayor altitud (1692 m). En nuestro descenso descubrimos el Área Pino del Escobón (1340 m), donde aprovechamos para comer el bocadillo, deteniéndonos luego un par de veces para fotografiar un coqueto pueblo, Linares de Mora.

En Rubielos de Mora comienza la parte cultural del día, pues está considerado uno de los más bonitos pueblos de España. La verdad es que nos ha encantado. De las siete antiguas entradas al recinto amurallado, sólo se conservan dos, el Portal del Carmen, por el que accedemos, y de San Antonio, en el que concluimos la visita. Nada más entrar al recinto amurallado nos encontramos ante el convento del Carmen y el Hotel de la Villa, entre los que se encuentra el Monumento al Toro Embolado, obra del escultor rubielano Gonzalvo Vives. Nuestro paseo monumental continúa entre imponentes edificios, que en su mayoría parecen casas solariegas o palacios, destacando también la iglesia de Santa María la Mayor, la Casa Consistorial, renacentista del siglo XVI, y la antigua Lonja del pueblo, junto a la que tomamos el café.

La siguiente cita la tenemos a sólo 13 km, en Mora de Rubielos, capital de la comarca Gúdar-Javalambre, en la que llama la atención la grandiosidad del Castillo Palacio de los Fernández de Heredia, uno de los mejor conservados de Aragón, en el que la parte más antigua data del siglo XII y corresponde al estilo románico. Otro monumental edificio es la Ex-Colegiata de Santa María, templo gótico del siglo XV. Junto a su portada se encuentra el bar El Escalón, lleno de sabor tradicional en el que tomamos otro café y, a un paso, el Portal de Cabra, abierto en la muralla. También me ha gustado el Ayuntamiento, de estilo herreriano de la primera mitad del siglo XVII. No ha estado nada mal este segundo día, en el que hemos visto muchos campos de amapolas, esquivado las tormentas y recorrido 165 km.

Iniciamos una nueva jornada con una buena previsión meteorológica, así que optamos por la zona de Albarracín, deteniéndonos en primer lugar en un sitio del que nunca había oído hablar, el Mirador de las Tajadas. Descendiendo al barranco del mismo nombre, accedemos a un lugar lleno de encanto, los Pinares de Rodeno, por el que hay varios senderos balizados, uno de los cuales lleva a los abrigos del Huerto y la Parideras, donde podemos contemplar varios dibujos del arte rupestre levantino. Nuestro destino es el pueblo de El Vallecillo, pero poco antes de llegar nos detenemos para contemplar la hermosa cascada del Molino de San Pedro, por la que se precipita el río Cabriel, a cuyo nacimiento iremos a continuación, accediendo por una pista hasta los “Ojos del Cabriel”, donde el río empieza a tomar un caudal más visible. Un breve paseo nos permite acercarnos a la cascada del Molino de la Herrería, en la que el río se precipita por primera vez.

Volvemos a los Pinares de Rodeno, pero en esta ocasión a la zona situada a 4 km de Albarracín, junto al Centro de Información de los abrigos del Navazo, donde existen mesas y zona de asadores. Es un buen sitio para comer el bocadillo, aunque como es sábado, la zona está muy concurrida. Sin embargo, en Albarracín vemos menos gente por la tarde, así que disfrutamos caminado por sus empinadas calles que recorren el recinto amurallado, subiendo primero hasta la Plaza Mayor y luego hasta la Catedral de El Salvador, desde cuyo entorno se tiene una magnífica vista del centro histórico perteneciente a uno de los pueblos más bonitos de España y, desde luego para mí, el más hermoso de la provincia de Teruel. El aparcamiento es de pago, pero nos da tiempo para tomar un café mientras recuerdo nuestra última estancia en esta población, en invierno con 8 grados bajo cero, cuando casi hacían falta los crampones para caminar por sus calles.

Hemos dejado para el final una visita que no teníamos prevista y que no pudimos realizar el día anterior debido a la tormenta. Se trata de un lugar del que nunca había oído hablar y de cuya existencia supimos el día anterior gracias a que mi mujer se lo oyó comentar a un señor en la terraza del bar en Mora de Rubielos. Se trata del Castillo Peracense, uno de los castillos más originales y mejor conservados de Aragón, así como uno de los monumentos de mayor interés patrimonial y paisajístico de Teruel. Situado en el municipio del mismo nombre, es una fortaleza construida entre los siglos XII y XIV, cuya visita merece realmente, especialmente por la tarde, debido a los tonos que toma con el sol del atardecer. A partir de julio abre a diario de 10:30 a 14:00 y de 16:00 a 21:00 horas. La entrada cuesta 3,50€. Con esta visita concluye nuestra apresurada visita a Teruel, tras recorrer hoy 220 km.

El 13 de junio abandonamos Teruel con destino a Cuenca, donde pasamos las cuatro siguientes noches. Tenemos por delante 153 km, pero aquí no hay autovía. De lo visitado en esa provincia os espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

La vuelta a Irlanda (y 3): De Derry a Dublín

Continúo el relato del viaje a Irlanda realizado del 6 al 20 de junio de 2016, que dejaba la pasada semana en Derry, la segunda ciudad más poblada de Irlanda del Norte.

15 de junio. Le hemos pedido a la encargada del Amore Bed & Breakfast que nos recomiende un lugar para pasar la mañana y nos propone ir al extremo norte de la isla, regresando a territorio irlandés. Se trata de Malin Head (Cionn Mhálanna), un cabo que marca el punto  más septentrional de la isla de Irlanda, un lugar lleno de encanto situado a tan sólo 52 km de Derry, al que llegamos bordeando el fiordo Lough Swilly, contemplando hermosas vistas y numerosas ovejas pastando. Previamente visitamos un lugar que nos quedó pendiente el día anterior, Grianán Ailigh, un fuerte circular de piedra que se cree que fue construido entre los siglos VI-VII, situado a un paso de Irlanda del Norte.

El 15 de junio nos desplazamos de Derry a Belfast efectuando varias paradas por el camino, siendo la primera cuando llevamos 45 km, al ver una cascada al borde de la carretera y poco más adelante en la gran playa Benone Beach, desde donde se contempla nuestro siguiente destino, Downhill Demesne, una enorme finca que cuenta con los restos de una mansión de finales del siglo XVIII y un coqueto edificio levantado sobre el acantilado, el Mussenden Temple. 20 km más adelante nos detenemos para contemplar las ruinas del Dunduce Castle, construido al borde del acantilado en el siglo XIV.

Enseguida llegamos a la siguiente cita, que también la tenía marcada en rojo en nuestro programa, pues era de las cosas que más ganas tenía de conocer. Se trata de La Calzada del Gigante (The Giant’s Causeway), declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, a la que se accede previo pago de 8,50 libras. Se ha convertido en una máquina de hacer dinero, pues es un lugar muy concurrido, fruto de colisiones volcánicas que ardieron y después se enfriaron hace 60 millones de años. La lava se ha convertido en 40.000 columnas de basalto. Disfrutamos del lugar con tranquilidad, renunciando a más visitas este día, conformándonos con ver en la distancia Carrick-a-Rede Bridge, un acantilado y un puente que lo une con un islote. La entrada cuesta 13 libras. Como comenté al principio, aquí nada es barato.

La dos siguientes noches las pasamos en Belfast, en el Balmoral Hotel ***. Por primera vez en diez días no voy a tener que conducir, pues vamos a dedicar toda la jornada a recorrer la ciudad más poblada de Irlanda del Norte, desplazándonos en el autobús urbano hasta la enorme mole que es el Ayuntamiento, donde iniciamos nuestro recorrido a pie hasta la gran atracción de la ciudad, el Museo Titanic, en recuerdo del trasatlántico construido en esta ciudad. Al lado se encuentra el barco de vapor SS Nomadic, botado en 1911 y, muy cerca, “The Big Fish”, figura de cerámica de un pez, de 10 metros. También llama nuestra atención la escultura Beacon of Hope y el Albert Clock, la Torre del Reloj local.

Visto lo que nos parecía más interesante, caminamos ahora sin rumbo fijo y nos topamos con Commercial Court, una callejuela escondida, ahora casi sin vida, pero que constituye el corazón del Belfast nocturno, además de ser un excelente lugar para ver arte urbano. Pasamos ante St Anne’s Catedral y nos volvemos a detener, casi por casualidad, en la Queen’s University, en la que realizan un reportaje fotográfico. Estamos llegando a la zona de la Ópera, cuando empieza a llover. Se ha echado la hora de comer, así que aprovechamos para entrar en uno de los pubs. La gente se toma una cerveza mientras contempla uno de los partidos de la Eurocopa, en la que participan las dos Irlandas, Inglaterra y Gales.

No nos podemos quejar del tiempo que hemos tenido durante el viaje, pues aunque ha llovido casi todos los días, en los momentos clave la lluvia nos ha respetado, pero no ha sido así en la tarde pasada en Belfast, que hemos reservado para recorrer la zona de “The Murals” entre chaparrón y chaparrón. Recuerda la época de violencia del conflicto entre protestantes y católicos, en la que se levantaron muros para dividir los barrios, convertidos en la actualidad, junto a muchas fachadas de casas, en murales que dan fe de los sucedido, principalmente en las calles Shankill road, Falls road y Divis street.

Debo decir que las carreteras han mejorado mucho desde que estamos en Irlanda del Norte y el último día realizamos casi todo el viaje por autopista, así que los 232 km previstos para hoy me saben a poco. Nos dirigimos en primer lugar a Cranfield Point (84 km), el punto más meridional de Irlanda del Norte, ubicado en la desembocadura de Carlingford Lough, una especie de fiordo de cuyas aguas emerge majestuoso el Haulbowline Lighthouse, faro de 34 metros de altura inaugurado en 1824. Muy cerca nos volvemos a detener atraídos por un buen grupo de ciervos que hay en Ballyedmond castle.

La visita importante de la jornada la tenemos a unos 50 km antes de Dublín. Se trata de Brú na Bóinne, que significa Palacio del Boyne, uno de los dos lugares existentes en Irlanda que forman parte del Patrimonio de La Humanidad de la UNESCO, que presume de ser la mayor colección de arte megalítico en Europa Occidental. Comprende tres yacimientos, aunque se visita sólo dos, a los que hay que desplazarse en minibús desde el centro de visitantes. Se trata de Knowth y Newgrange, el más conocido, un túmulo de 80 metros de diámetro y 13 de altura, que tiene en su interior una tumba de corredor neolítica.

Al final nos ha pillado el toro y tengo que poner el coche a más de 100 km/h para regresar a Dublín, eso sí, por autopista, pues tenemos que ir hasta el Campus de la Dublin City University, donde pasaremos las tres últimas noches del viaje, para dejar los equipajes y desplazarnos luego al cercano aeropuerto para devolver el coche antes de las 19:00 h. En Dublín no lo vamos a necesitar. Por cierto, por una habitación espartana con baño en una especie de residencia de estudiantes, con desayuno incluido, pagamos 100 € la noche. En el centro todo era mucho más caro. Como requiere más espacio, he dejado Dublín para una próxima entrega, pero os dejo un avance en imágenes.

20 de junio. El viaje toca s su fin. Hemos disfrutado mucho en estos 15 días, que nos han sabido a poco. A las 13:10 tiene prevista la salida el vuelo EI748 de Aer Lingus, con destino al aeropuerto de Bilbao. Siempre cojo pasillo, pero el vuelo va bastante vacío y poco antes de aterrizar puedo acercarme a la ventanilla y contemplar la rara maniobra que me parece que realiza el avión, pues ante mis ojos van apareciendo sucesivamente Lekeitio, Ondarroa, Mutriku y Deba (de oeste a este), antes de enfilar hacia el Duranguesado y el Txorierri.

Importante: En parte de la autopista de circunvalación M50 que rodea Dublín funciona un sistema de peaje sin barreras. En vez de pagarlo en una cabina, el sistema registra el paso fotografiando la matrícula del vehículo, disponiendo hasta las 20:00 h del día siguiente para efectuar el pago en kioskos y otros locales autorizados.

La vuelta a Irlanda (2): De Killarney a Derry

Continúo el relato del viaje a Irlanda realizado del 6 al 20 de junio de 2016, que dejaba la pasada semana en el monasterio agustino de Adare. Para hoy tenemos 275 km hasta Galway. Cuando llevamos recorridos casi la mitad, volvemos a realizar una nueva parada, larga en esta ocasión, para visitar el Bunratty Folk Park y el castillo del mismo nombre, construido en 1425, que forma parte del mismo recinto al que se accede previo pago de una entrada que cuesta 15,25 €. El castillo está muy bien restaurado y su interior ha sido amueblado con tapices y objetos de los siglos XIV a XVII. El parque folklórico de Bunratty es la reproducción de un pueblo campesino del siglo XIX, que cuenta con iglesia, escuela, tiendas, pub, un molino hidráulico y varias granjas. También vimos a algunos de sus habitantes.

65 km después volvemos a realizar otra larga parada en los Acantilados de Moher (Cliffs of Moher / Aillte an Mhothair), que se elevan 120 metros sobre el océano Atlántico y se extienden a lo largo de 8 kilómetros hasta alcanzar una altura de 214 metros. En mi opinión son los acantilados más hermosos que hemos visto en el viaje. La entrada cuesta 10 € y se accede por el centro de visitantes, de donde parte una red de senderos de unos 750 metros, que nos permiten recorrer el acantilado y subir hasta la Torre de O’Brien (O’Brien’s Tower), convertida en un excelente mirador.

El día está resultando muy completo y todavía nos quedan tres paradas antes de llegar a Galway, siendo la primera en Kilfenora (Cill Fhionnúrach), conocida como la “ciudad de las cruces”, por las cinco cruces celtas que se conservan, siendo la más importante la Doorty’s Cross, coronada por un Cristo vestido de obispo. De allí nos dirigimos al dolmen de Poulnabrone (Poll na mBrón, «agujero de penas»), cuya antigüedad se sitúa entre los años 4200 y 2900 aC. La última parada fue cerca de Kinvara, en Dunguaire Castle, del siglo XVI, que presume de ser el castillo más fotografiado de Irlanda.

Estamos en la costa oeste de Irlanda, a la altura de Dublín, en la ciudad de Galway (Gaillimh), en la que iniciamos una nueva fase del viaje, pues a partir de ahora pasaremos dos noches en el mismo alojamiento, en este caso el confortable Kilbree House B&B ****. Aunque hasta la tarde del 12 de junio no la dedicamos a recorrer la ciudad, os comento que tiene mucho ambiente y numerosos pubs. En uno de ellos escuchamos música en directo. Atravesada por el río Corrib, cuenta con notables edificios como la Catedral, el Lynch’s Castle y el Spanish Arch, que recuerda a los barcos españoles que llegaban a este puerto en los siglos XV y XVI.

Para el 12 de junio, antes de visitar Galway, tenemos una intensa jornada en la que tenemos previsto recorrer 175 km, comenzando por el Parque Nacional de Connemara (Páirc Naisiúnta Chonamara), uno de los seis con que cuenta Irlanda, en el que llaman nuestra atención los lagos, las ovejas con cuernos y la escultura del Gigante de Connemara. La siguiente cita la tenemos a 20 km, en la Kylemore Abbey (Mainistir na Coille Móire), convento de monjas benedictinas fundado en 1920 sobre la base del castillo de Kylemore. Merece la pena visitar su interior y el parque que la rodea, donde vemos una pequeña Catedral neogótica y la curiosa escultura de una mano.

Continuamos 31 km hasta el lago Loch Na Foie (Loch na Fuaiche), circulando por una carretera muy estrecha, como podéis ver en la foto, algo a lo que ya me he acostumbrado. 20 km después tenemos otra interesante visita a la población de Cong (Conga), antigua capital de la región de Connemara, famosa por las películas “La chica del millón de dólares” y sobre todo “El hombre tranquilo”, en la que John Wayne corteja a la pelirroja Maureen O’Hara, escena que se recuerda con una escultura. Merece la pena visitar Cong Abbey, iglesia del siglo VII que ha sufrido distintas reconstrucciones a lo largo de su historia, para luego caminar por el parque y a orillas del río, ambos lugares muy relajantes.

Antes de regresar a Galway, a 2 km tenemos una visita obligada. Se trata del Castillo de Ashford, situado a orillas del lago Corrib y originario del siglo XIII, aunque reconstruido y ampliado en 1852 por Benjamin Guinness. El castillo es actualmente un hotel de cinco estrellas (950 € dos noches para estas fechas), al que dudábamos que nos dejaran acercarnos los guardas, pero por su parte trasera conseguimos infiltrarnos incluso en su interior. La película “The Quiet Man”, fue rodada en Ashford, apareciendo en ella muchas partes del castillo y de la vecina localidad Cong.

Menos mal que ya me he acostumbrado a conducir por la izquierda, pues el 13 de junio tenemos 390 km hasta Derry, así que en la ruta sólo visitaremos dos lugares, comenzando con la Glencar Waterfall (Ghleann an Chairthe), cuando llevamos 150 km de viaje. Procuro poner la denominación inglesa e irlandesa, para facilitar la búsqueda. Tan sólo tenemos que caminar unos 5 minutos para llegar a esta cascada de 15 metros de caída. Cuando llevamos recorridos 265 km y estamos en el noroeste de la isla, en el condado de Donegal, nos volvemos a detener para recorrer Slieve League (Sliabh Liag), unos acantilados bastante desconocidos, pese a ser los más altos de Irlanda y dicen que los segundos de mundo, pues superan los 600 metros de altura, es decir tres veces los famosos acantilados de Moher.

Con tiempo justo para buscar restaurante para cenar llegamos a Derry, donde pasaremos dos noches en el Amore Bed & Breakfast ***, como siempre con desayuno inglés incluido. No hemos percibido ni rastro de la antigua frontera pues, aunque todavía no lo he dicho, estamos en Irlanda del Norte. Aunque Derry no lo visitamos hasta el día siguiente por la tarde, os comento que los británicos le llaman Londonderry. La ciudad se sitúa a orillas del río Foyle, atravesado por el puente de la Paz y al que se asoma el edificio que más me gustó, el Ayuntamiento (Guildhall). Cuenta con notables edificios y esculturas urbanas, pero me quedé con la imagen de las señales con prohibiciones y multas, como la zona libre de alcohol, en la que te pueden multar con hasta 500 libras si infringes la norma.

Como ya he comentado con anterioridad, las ciudades no nos interesaban demasiado, pero en Derry queríamos conocer la historia del conflicto entre católicos y protestantes, que todavía viven en barrios separados. El barrio más conocido de la ciudad es el de Bogside, donde ocurrieron los hechos del Bloody Sunday. Es un barrio católico donde comienza lo que los irlandeses católicos llaman el Free Derry, porque está libre de británicos. Da un poco de morbo e impacta a la vez recorrer Free Derry, por la crudeza de algunos de sus numerosos murales que me entretuve en fotografiar. Son conocidos como «The Murals«.

Hemos llegado ya al norte de la isla, pero todavía nos queda por delante una semana de viaje, de la que os hablaré en la próxima entrega. El viaje continúa.

La vuelta a Irlanda (1): De Dublín a Killarney

Junio es un buen mes para viajar a Irlanda, ya que los días son muy largos por lo que, dado que en primavera el tiempo es muy variable, con tantas horas de sol puedes encontrar en la misma jornada todas las estaciones. El viaje que os comienzo a relatar lo realizamos hace 5 años, del 6 al 20 de junio. Espero que de nuevo la compañía irlandesa Aer Lingus, perteneciente al grupo IAG, vuelva a operar los vuelos directos entre Bilbao y Dublín, pues el viaje es muy cómodo, ya que sólo tarda un par de horas. En el aeropuerto recogemos el Ford Focus que hemos alquilado en Europcar y, para no complicarnos la vida, nos alojamos a tan sólo 5 km del aeropuerto, en el Metro Hotel Dublin Airport *** (https://www.metrohoteldublinairport.com/). De esta forma, no tenemos que entrar y salir de Dublín, cuando al día siguiente iniciemos la ruta. Pronto empezamos a percibir que Irlanda no es un país barato.

El 7 de junio comenzamos la ruta circulando por la Great Military Road, que atraviesa el Wicklow Mountains Nacional Park, circulando por un entorno precioso cuando deja de llover y desparece la niebla, pues menudo comienzo hemos tenido, ya que al aspecto climatológico hay que añadir que la carretera es muy estrecha y que hay que circular por la izquierda, cosa que hasta ahora sólo había hecho en la escocesa isla Skye, en la que había lugares para cruzarte con otros vehículos. Menos mal que hay muy poco tráfico, pues me tengo que parar cada vez que viene alguien de frente. Nuestro primer destino es uno de los lugares más auténticos que veremos en el viaje. Se trata de Glendalough (Gleann da Locha en gaélico), un conjunto monacal creado por San Kevin en el siglo VI, aunque la mayoría de los edificios fueron construidos entre los siglos VIII, y XII siendo restaurados en el XIX. Entre sus edificios destacan la torre cilíndrica de 33 metros de altura, la Catedral y la iglesia de St Kevin´s.

Continuamos circulando 94 km hacia el sudeste, ahora por una carretera mejor, la M11, hasta nuestro siguiente destino, Wexford Wildfowl Reserve, una zona de marismas de 1.000 hectáreas, ganada al mar en el siglo XIX y ubicada en el estuario del río Slaney. Hoy es un santuario de aves silvestres de renombre internacional, por las grandes bandadas de gansos, patos y aves zancudas que pasan aquí el invierno, destacando los 8.500 ejemplares, el 45% de la población mundial, de ganso de frente blanca de Groenlandia, algunos de los cuales podemos ver y muy de cerca. Una gozada de lugar sin gente.

Para primer día, 200 km circulando por la izquierda no está nada mal, así que para esta noche hemos elegido para pernoctar el pequeño pueblo pesquero de Kilmore Quay, que cuenta con una gran actividad de pescadores, donde pasamos lo que queda de tarde y acudimos a cenar, ye que nuestro alojamiento es un Bed and Breakfast, el lujoso Mill Road Farm B&B ****, que se encuentra en una granja lechera a 2 km del pueblo, en una zona de interior rodeada de casas tradicionales de techo de paja. Al día siguiente, por primera vez nos obsequiamos con el tradicional desayuno irlandés, a base de huevo frito, salchichas, bacón, lomo, morcilla, tomate y champiñón. No está nada mal, pues hoy no podremos comer de fundamento.

El 8 de junio lo tengo marcado en rojo en el calendario, pues para mi es el día más importante del viaje, ya que espero ver de cerca frailecillos, encantadora ave que se me ha resistido por dos veces en Islandia, donde sólo la he podido ver en el mar. Eso sí, hace falta que haga buen tiempo y haya barco para ir a la isla Saltee, cercana a de Kilmore Quay. Las Saltee islands son el mayor santuario de aves de Irlanda, contando con alcatraces, gaviotas, gaviones Atlántico, frailecillos, cormoranes, alcas y araos, logrando ver de todas en gran cantidad. A los simpáticos frailecillos los tuve junto a mis pies. ¡Qué gozada! Hay que advertir que la isla está deshabitada y no cuenta con embarcadero ni ningún lugar en el que refugiarse en caso de lluvia. Además, los propietarios sólo permiten la estancia entre las 11:30 y las 16:30 h.

Al final se nos hizo tarde, pues nos tuvieron que llevar en zodiac hasta el barco y luego regresar a Kilmore Quay, tomar un café, recoger el equipaje y cubrir los 178 km que nos separaban de Cork, cruzando un fiordo en un ferry y deteniéndonos en Dungarvan. Total que no nos dio tiempo a ver Cork (Corcaigh), la segunda ciudad más poblada del país, que cuenta con numerosos edificios de estilo georgiano, limitándonos a una breve visita al día siguiente, con especial atención al mercado. Como hicimos en Dublín, para evitar complicaciones la noche la pasamos en el Cork Airport Hotel ****, dirigiéndonos al centro en el autobús del aeropuerto.

Llevamos tres días de viaje y ya nos hemos mentalizado de que va a ser imposible cumplir el programa previsto, pues las carreteras no se parecen en nada a las nuestras. Al no ser rutas entre ciudades, viajamos por carreteras secundarias bastante estrechas. Tras la apresurada visita a Cork y el habitual recorte, el 9 de junio tenemos por delante 267 km hasta Killarney (eran 380), con  tres paradas: Baltimore (castillo Dún na Séad y curioso faro de 15 metros sobre el acantilado), el dolmen Altar Wedge Tomb (2500-2000 aC) y el hermoso acantilado de Mizen Head y su espectacular puente. Estamos ya en el extremo suroeste de la isla.

El 10 de junio decidimos recortar kilómetros y tomarlo con tranquilidad, así que partiendo del Hotel Killarney *** sólo haremos en coche 74 km, dedicando buena parte del tiempo a recorrer el Killarney National Park y el lago Leane, caminando hasta la cascada Torc Waterfall y subiendo al mirador Ladies Wiew, desde el que se tiene una espectacular vista del parque. Pensábamos haber recorrido con el coche el famoso Anillo de Kerry, visitando cinco pueblos, pero nos hemos quedado con el primero, Kenmare, que parece el más interesante.

De regreso a Killarney (Cill Airne), nos detenemos en un lugar que tiene muy buena pinta, Muckross House, en el que pasamos buena parte de la tarde, pues tiene muchísimas cosas que ver. Situada a 6 km de la ciudad, entre los lagos Muckross y Lough Leane, se trata de una enorme mansión construida en 1843, en cuyo entorno se ha creado una especie de museo etnográfico al aire libre, con numerosas construcciones tradicionales, antiguos medios de transporte y granjas con sus animales. Merece la pena pagar los 7 € que cuesta la entrada.

A menos de 3 km de Killarney realizamos la última parada de la jornada en Ross Castle (Caisleán an Rois), coqueto castillo de finales del siglo XV, situado a orillas del lago Leane, en el parque nacional de Killarney. En verano se puede efectuar recorridos por su entorno en barca y en unas curiosas calesas. Es un excelente lugar para concluir una jornada, en la que amenazaba lluvia, pero el tiempo se ha portado, pudiendo disfrutar de hermosos paisajes.

Iniciamos la larga jornada del 11 de junio deteniéndonos cuando llevamos algo más de 90 km en Adare, atraídos por el monasterio agustino situado al borde de la carretera, lo que nos impedirá visitar Limerick (Luimneach), la tercera ciudad más poblada del país. Ésta será la dinámica habitual del viaje, pues hemos llegado a la conclusión de que preferimos los pueblos pequeños y la naturaleza a las grandes poblaciones. Y como para todo no da tiempo… El viaje continúa, pero de ello os hablaré en la próxima entrega.

Escapada extremeña (y 2): La Sierra de Gata

Concluyo el relato iniciado la pasada semana de la última escapada realizada por tierras extremeñas del 12 al 18 de mayo pasado. De Plasencia nos trasladamos a Valverde del Fresno, población en la que pasamos las tres últimas noches, con objeto de recorrer la Sierra de Gata, comarca ubicada en el extremo noroeste de la provincia de Cáceres, entre la provincia de Salamanca, Las Hurdes y Portugal. Tiene una población de unos 22.000 habitantes, repartidos en pequeños pueblos, con Hoyos como capital comarcal. De no ser porque es de esta comarca una amiga de mi mujer, quien nos animó a realizar el viaje, nunca había oído hablar de la Sierra de Gata, que la asociaba al cabo almeriense. Poco a poco, este desconocido territorio se va dando a conocer, visto los numerosos alojamientos rurales existentes. Pronto percibimos una curiosidad de esta comarca, pues observamos que en algunos pueblos los nombres de las calles son bilingües, ya que en algunos municipios, como San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno se habla la fala, lengua romance del subgrupo galaico-portugués, por lo que el nombre de este último municipio es Valverdi du Fresnu en fala.

Siguiendo la recomendación de Inma, las tres noches las hemos pasado en el Hotel Rural A Velha Fábrica ****. D Miguel Robledo Carrasco, 24. Valverde del Fresno. Tel 927 511 933 (https//avelhafabrica.es). Se levanta sobre los restos de una antigua fábrica textil, aceite de oliva y jabón y posee todo tipo de comodidades, una amplia terraza, piscina y un buen restaurante, del que no olvidaremos fácilmente la crema de boletus, las croquetas y los excelentes desayunos. En la vieja chimenea anida una familia de cigüeñas.

Comenzamos el 16 de mayo con una ruta a pie, de unas dos horas de duración, que parte del pueblo que da nombre a la sierra, Gata. Había leído que se trataba de una ruta circular señalizada, pero de eso nada, aunque se puede lograr el mismo resultado saliendo de la ermita del Humilladero, del siglo XVI, descendiendo al fondo del valle para luego subir por una empedrada pista hasta el puerto de la Cruz de Piedra. Salimos a la carretera y tenemos que preguntar a una chica que pasaba por allí, por dónde sigue la ruta. Tenemos que seguir hacia el Puerto Castilla por una sosa pista, rodeada de pinares y grandes bloques graníticos. Al llegar al alto vemos nuestro destino, las ruinas del castillo de La Almenara. El descenso es mucho más hermoso y señalizado (unos 3 km), siguiendo el camino La Manforta, un sendero rodeado de vegetación.

Es ya mediodía cuando llegamos de nuevo a Gata, coqueto pueblo que cuenta con dos interesantes edificios, la iglesia de San Pedro y la especie de casa torre que alberga en su esquina la monumental Fuente del Chorro, del siglo XVI, que luce el escudo de armas del rey Carlos I. En el entrono más hermoso del pueblo tenemos dos plazas, la de las Órdenes Militares y la de la Constitución. A ésta se asoma el Ayuntamiento y varios bares, optando por el Gastrobar Los Portales, donde degustamos su especialidad, las croquetas, regadas con unos verdejos.

Hoy comemos el bocadillo en un área de pic-nic del vecino pueblo de Torre de Don Miguel, de donde nos desplazamos a nuestra siguiente cita, Descargamaría, pueblo que pasamos de largo para dirigirnos a su piscina natural, algo muy arraigado en muchos pueblos de Extremadura, pues sirven para calmar el calor del verano. La piscina de Descargamaría presume de ser la más artística de Extremadura, ya que sus bancales están recubiertos de una artística cerámica esmaltada, que dan un toque modernista y colorista al paso del río Árrago.

A poco más de 2 km tenemos el pueblo en el que pasaremos el resto de la tarde, Robledillo de Gata. Dicen que es el más hermoso de la Sierra de Gata y, en mi opinión, el más auténtico, por la forma en la que se conservan sus edificios de curiosa arquitectura y sus empedradas calles, alguna tan estrecha que recibe el nombre, y valga la redundancia, de calle Estrecha. Cuenta con notables edificios como la iglesia de Ntra Sra de la Asunción y el Ayuntamiento, además del Museo del Aceite Molino del Medio, un molino de origen medieval del siglo XII. Como  se ha echado la hora del café, qué mejor lugar para tomarlo que La Bodega del Marqués, que parece anclada en un tiempo  pasado.

El 17 de mayo iniciamos la jornada en otro hermoso pueblo, San Martín de Trevejo, en el que iremos descubriendo diferentes joyas de la arquitectura medieval, con casas realizadas adobe, entramados de madera y piedra. También contemplamos comercios y tabernas llenas de encanto, a la vez que percibimos el bilingüismo con el que están rotuladas sus calles, que tienen un pequeño canal en el centro para que fluya el agua. Hoy vamos a realizar a pie parte de la Ruta A Fala, nombre que recibe la otra lengua que se habla aquí. Al concluirla regresaremos a tomar un vino en la Plaza Mayor, a la que se asoman el Ayuntamiento y la iglesia de San Martín de Tours.

Abandonamos San Martín de Trevejo por la calle del Puerto para iniciar la Ruta A Fala caminando por la calzada romana que asciende hasta el puerto de Santa Clara, límite con la provincia de Salamanca, contemplando las plantaciones de olivos y el pueblo que va quedando a nuestros pies. Pronto entramos en un pinar y, cuando llevamos unos 45 minutos de marcha, alcanzamos nuestro objetivo, el castañar de «Los Ojestos», considerado el más extenso de Extremadura, en el que destacan dos grandiosos castaños conocidos como «Los Abuelos». Para alargar el paseo, regresamos por la Ruta entre ríos y bosques, mucho menos interesante, que concluye en la parte baja de San Martín de Trevejo, donde se encuentran el convento de San Miguel, del siglo XV y la ermita de la Cruz Bendita.

Repetimos con el verdejo en la Plaza Mayor y continuamos la ruta, ahora en coche, hasta un área de pic-nic que hay pasado Villamiel. Hoy comemos el bocadillo con una espectacular vista a nuestro siguiente destino, Trevejo, una pequeña aldea en la que creo que sólo viven dos vecinos, siendo el resto casas rurales. Un busto recuerda a Adoración González Estévez, por la promoción de esta pedanía, sobre la que se alza su gran símbolo, una antigua fortificación de origen árabe que se encuentra en ruinas y tiene a sus pies la ermita de San Juan Bautista, rodeada de tumbas antropomórficas. Es un magnífico broche a nuestro periplo por la Sierra de Gata.

Para rememorar que la declaración del estado de alarma el 14 de marzo de 2020 nos pilló en Portugal, de donde regresamos precipitadamente a casa, decidimos concluir la jornada en un pueblo portugués vecino de la Sierra de Gata, Penamacor, que se encuentra a 32 km de Valverde del Fresno. Cuando estamos llegando a esa localidad recibimos un mensaje de Inma que nos recomienda ir a Monsanto, pues le parece más interesante, así que sobre la marcha cambiamos la ruta. Monsanto está considerada “la aldea más portuguesa de Portugal”, luciendo como reconocimiento un gallo de plata situado en lo alto de su Torre del Reloj o Torre de San Lucas, del siglo XIV. Menos mal que es lunes y no hay gente, pues en este pueblo resulta casi imposible aparcar, máxime si quieres hacerlo en un punto alto, pues las casas están literalmente incrustadas en la montaña granítica, en cuyo punto culminante se encuentra una fortaleza que ha pasado por muchas vicisitudes a lo largo de la historia. La visita a este pueblo, lleno de rocas y flores, merece realmente la pena.

38 km nos separan de Valverde del Fresno y para el día 18 de mayo tenemos 558 km hasta Leioa. Hemos disfrutado mucho de esta escapada cacereña, especialmente de los espacios naturales que hemos recorrido en compañía de nuestros amigos de Rivas Vaciamadrid.

Aunque pensaba que hasta septiembre no me tocaría, el sábado me pusieron la segunda dosis de la vacuna, así que pronto podré viajar con mayor tranquilidad.