Viaje por Francia y Bélgica (y 6): De Bretaña a Leioa

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas y belgas, que dejaba la pasada semana en Quimper (Kemper), la capital del Cornouaille bretón (Kernev). El 15 de junio hicimos el centenar de kilómetros que separan el Hotel Ibis Quimper del de Auray, en el que pasamos dos noches. Tras comer de bocadillo nos desplazamos 48 km para recorrer la zona del golfo de Morbihan, que en bretón significa “pequeño mar”. Nos detuvimos en primer lugar en la pointe du Ruault, desde donde contemplamos un buen grupo de cisnes y un montón de barcos de pesca. Nos desplazamos luego a la localidad costera de Port-Navalo, acercándonos hasta el faro, para de regreso detenernos en el Moulin Pen Castey y frente a Le Manoir de Kerbot.

De regreso al hotel nos acercamos a Sainte-Anne-d’Auray, el lugar de peregrinación más importante de Bretaña, pues recibe más de 800 000 visitantes al año, la mayoría de ellos peregrinos. Cada 26 de julio, festividad de la santa, se celebra el multitudinario gran perdón de Santa Ana. La Basílica actual, de estilo neogótico, fue construida entre 1866 y 1872. Destaca en ella el altar mayor y el claustro, con la Croix aux Épingles. Más antigua es la Scala Santa, construida por los carmelitas en 1662.

El 16 de junio iniciamos la jornada a poco más de 10 km de Auray, visitando los alineamientos de Carnac (Karnag), mundialmente famoso centro megalítico que cuenta con 2.792 menhires. El conjunto más importante es el de Le Ménec, formado por 1099 menhires dispuestos en 11 hileras de 100 metros de ancho por 1.200 de largo. A su entrada se encuentra el aparcamiento y el centro de visitantes donde podrás ampliar la información. A lo largo de la carretera se encuentran los otros dos conjuntos, Kerlescan y Kermario, siendo este último el más frecuentado.

Entre Carnac y Quiberon hicimos un alto en el camino para comprar pan para el bocadillo de mediodía, deteniéndonos en el coqueto pueblo de Piouharnel, muy apreciado por los surfistas. La casualidad hizo que coincidiéramos con el pequeño mercadillo semanal, pudiendo disfrutar de sus cuidados puestos, siendo el de alcachofas el que más llamó mi atención.

De Piouharnel nos desplazamos al extremo de la península de Quiberon (Presqu’île de Quiberon), una espectacular costa salvaje. Dejamos el coche en el parking gratuito de la Pointe du Conguel, realizando a pie un pequeño paseo circular por un sendero muy bien acondicionado que bordea las playas, pasa por una mesa de orientación y regresa atravesando una pequeña zona boscosa. Casi en el extremo hay varias curiosas formaciones rocosas, siendo la más conocida el Trou du Rocher (Agujero en la Roca).

De allí nos desplazamos a tomar algo en una terraza situada junto al puerto de la cercana población turística de Quiberon (en bretón Kiberen), siendo recibidos por un menhir dedicado a los niños muertos por Francia. Nuestro principal objetivo era el faro de Port-Marie, construido a finales del siglo XIX en forma de torre cilíndrica. De allí regresamos a Auray, pero de camino, a orillas de la carretera nos detuvimos en una buena área de pic-nic, donde dimos cuenta al bocadillo.

Decidimos pasar la última tarde bretona en una población que me encanta, Vannes (Gwened), dejando el coche en el parking subterráneo del Puerto, situado junto a la oficina de turismo (Quai Eric Tabarly). Al lado tenemos el puerto deportivo y, a un paso, la Porte Saint-Vincent, que nos da acceso al casco antiguo, realizando un precioso paseo monumental que bordea la muralla erigida en el siglo XIII, pasando sucesivamente por la Puerta Calmmont, el castillo de l’Hermine (siglo XIV) y los originales lavaderos construidos a orillas del río Marle a principios del siglo XIX, que son uno de los emblemas de la ciudad.

La Porte Prison (siglo XV) nos devuelve al centro histórico de la ciudad, un barrio medieval lleno de encanto en el que abundan las casas con fachadas con entramado de madera. Tomamos café frente a la Catedral Saint-Pierre, cuya construcción comenzó en el siglo XIII, Tras la visita nos acercamos a la place Henri IV y de allí al Ayuntamiento, frente al que se encuentra la estatua del Duque de Bretaña. Nuestro recorrido concluyó bajo una antigua casa que luce el cartel “Vannes et sa femme” con los bustos de una pareja tallados en piedra policromada, que probablemente data del siglo XVI.

Como de Auray a Leioa hay más de 800 km, decidimos realizarlos en dos jornadas para hacerlos más tranquilamente. Así, el 17 de junio hicimos un par de paradas para visitar brevemente dos hermosos lugares. De esta forma, cuando llevábamos recorridos 275 km, nos detuvimos en un lugar que me encanta, el Vieux Port de La Rochelle, al que las embarcaciones acceden pasando entre dos monumentales torres, la de Saint-Nicolas y la de la Chaine, construidas en el siglo XIV. Desde allí se contempla una hermosa panorámica del centro histórico.

Como el más antiguo Puente Colgante los tenemos a menos de 3 km de casa y el año pasado visitamos el de Newport, en Gales, no pudimos resistir la tentación de acercarnos al puente transbordador de Rochefort, que ya visitamos hace unos cuantos años y que teníamos a tan sólo 41 km. Este puente colgante fue inaugurado en julio de 1900. Tiene cuatro torres de 66,25 metros de altura y un tablero de 175,50 metros de largo. Une las poblaciones de Rochefort y Échillais, a la que luego pasamos por el nuevo puente, ya que estaba en obras el acceso, siendo sólo accesible para peatones y bicicletas. Por delante teníamos 174 km hasta el hotel en el que pasamos la última noche de este viaje, el Ibis Pessac Wine Route.

Para el 18 de junio dejamos los 329 km que nos separaban de Leioa, parando a comer en la AP-8, en el área de servicio de Hernani. El viaje ha concluido. Como nos encontramos en plena Aste Nagusia de Bilbao, para poder disfrutar de ella, la próxima semana no aparecerá esta entrada.

Viaje por Francia y Bélgica (5): Bretaña-2

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas y belgas, que dejaba la pasada semana en Saint Brieuc. El 13 de junio tenía como objetivo visitar tres recintos parroquiales muy bien conservados de los muchos que hay en Bretaña y que al menos están formados por el arco triunfal, el calvario, el cementerio, la iglesia y el osario. Tras recorrer 97 km llegamos al primero de ellos, el de Saint-Thégonnec (Sant-Tegoneg), que data de mediados del siglo XVI. En el interior de la iglesia destacan el púlpito y el retablo de finales del siglo XVII dedicado a San José.

Tenemos un magnífico recuerdo de nuestra visita a estos recintos hace veinte años, así que 7 km después nos detuvimos en Guimiliau (Gwimilio) para visitar el recinto parroquial de Saint-Miliau, construido entre los siglos XVI y XVII. Cuenta con una iglesia y su torre-campanario, un osario-capilla funeraria, una puerta triunfal y un crucero. La portada de la iglesia dispone de numerosas esculturas esculpidas, cosa que también sucede en el calvario, motivo por el que está declarado monumento histórico.

Tras la visita a estos dos recintos parroquiales optamos por hacer un paréntesis para visitar dos lugares que no conocíamos, relacionados con espacios naturales. Es por ello que nos trasladamos 16 km para subir caminando hasta Roc’h Trevezel (348 m), un corto paseo por un sendero bien acondicionado que sube hasta las rocas del segundo monte más alto del macizo de Armórica, en los Monts d’Arrée. Al no disponer de mucho tiempo, descartamos recorrer el sendero circular de 5,45 km que parte del mismo aparcamiento.

18 km más tarde nos detuvimos en Huelgoat, donde nos acercamos a la oficina de turismo para que nos informaran sobre el sendero que pensábamos recorrer, de nombre Circuito Pintoresco, una hora de entretenida marcha entre peñascos por el Parque Natural de Armórica. Parte del molino existente junto al lago de Huelgoat, a orillas del arroyo Argent. Lo más emblemático de la ruta por el bosque es la Roche Tremblante, bloque de granito de de más de 137 toneladas, que es posible llegar a balancear ligeramente. La oficina de turismo se encuentra en 25 place Aristide Briand y abre de 10 a 12:30 y de 14 a 17 h.

Tras comer de bocadillo en Huelgoat antes de realizar la marcha, nos desplazamos 26 km hasta Pleyben (Pleiben) para visitar el último recinto parroquial de la jornada que cuenta con el calvario más monumental de Bretaña, construido en 1555 y magníficamente tallado con escenas de la vida de Jesucristo. Es el recinto que más me ha gustado porque todo es amplio y grande, como sucede con la iglesia y su campanario de 52 metros de altura que cuenta con una monumental portada ricamente tallada. El osario-relicario está convertido en un pequeño museo. 34 km después concluimos la jornada en el Hotel Ibis Quimper, en el que pasamos dos noches.

Lástima que el 14 de junio amaneció un día tontorrón, bastante fresco y completamente encapotado y no cambió tras recorrer 17,5 km, cuando llegamos al coqueto pueblo de Locronan (Lokorn), uno de los más bonitos de Bretaña, pues sus casas grises de piedra no lucían como merecen. A la entrada del pueblo hay un buen aparcamiento, gratis hasta el 15 de junio, desde donde nos dirigimos hasta la oficina de turismo, sita en 15 place de l’Église, que abre de 10 a 12:30 y de 13:30 a 18 h. Enfrente y presidiendo la Grand Place, rodeada de mansiones de granito de los siglos XVII y XVIII, se encuentra la iglesia de Saint-Ronan, del siglo XV, que visitamos para luego deambular por sus calles y concluir el recorrido en la sencilla capilla de Notre Dame de Bonne Nouvelle, que cuenta con un crucero junto a su fachada.

Tan sólo 10 km después se encontraba nuestra siguiente cita, el pueblo de Douarnenez, La casualidad hizo que aparcásemos a un paso de la plaza Gabriel Peri, donde se encuentra Bolomig, pequeña estatua de un niño egipcio con dos tinajas, que constituye el símbolo de esta población. De allí bajamos caminando hasta el Port du Rosmeur, donde en esta ocasión no tuvimos problemas para comer en la terraza de un restaurante, mientras contemplábamos varias embarcaciones tradicionales y algún que otro cormorán.

Por la tarde cambiamos de escenario, pues la dedicamos a recorrer la costa, desplazándonos 28 km hasta la Pointe du Van, dando un agradable paseo por el sendero que bordea los acantilados y pasa por la capilla de Saint-They. Tras recorrer 6 km llegamos al Finisterre bretón, la Pointe du Raz, declarada Gran Sitio de Francia, por lo que está siempre muy concurrida. Se accede caminando desde un gigantesco aparcamiento en el que hay que pagar 8 €. El lugar nos decepcionó bastante pues la bruma hizo que el pequeño faro situado en el islote de la Vieille pareciera tan sólo una silueta, Menos mal que de camino entre las dos puntas disfrutamos contemplando los molinos de Trouguer. De allí al hotel de Quimper teníamos 63 km.

El 15 de junio pedimos permiso en el hotel para retrasar un par de horas la salida, pues todavía no habíamos visitado Quimper (Kemper), la capital del Cornouaille bretón (Kernev), disculpa para realizar este viaje tras haber recorrido en septiembre del pasado año su hermano inglés. Dejamos el coche en el parking Place de la Résistance, cerca del Conseil Départemental du Finistère, cruzamos el río Odet y directamente nos dirigimos a la Catedral de Saint-Cernin, una de las primeras catedrales góticas de Bretaña, pues fue construida entre los siglos XIII y XV. Destacan las agujas, de 76 metros de altura, visibles de numerosas partes de la ciudad.

Tras la visita a la Catedral de Quimper, junto a la que se encuentra el típico carrusel, nos adentramos en el casco antiguo, la zona peatonal conocida como Vieux Quimper, siendo su arteria principal la rue Kéréon, la más comercial de todas, que cuenta con notables casas con fachadas de entramado de madera. Nos acercamos al mercado y a la hermosa plaza de Terre-au-Duc, para continuar nuestro recorrido por la rue Boucheries, contemplando casi al final la Tour Nevet, resto de la antigua muralla.

Pasado el mediodía iniciamos el regreso a Leioa, aunque todavía pasamos otras dos noches en Bretaña, en la ciudad de Auray, distante 100 km, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

Viaje por Francia y Bélgica (4): Bretaña-1

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas con una pequeña incursión en Bélgica, que dejaba la pasada semana en Le Mont-Saint-Michel. Ese día 10 de junio abandonamos Normandía para entrar en Bretaña, siendo los carros de vela lo primero que vimos en una playa. Total que, entre pitos y flautas nos dieron casi las 3 de la tarde, hora muy complicada para comer en un restaurante en estas latitudes, cosa que conseguimos sólo en L’Atelier de L’Huitre, en Cancale (Kankaven), donde me obsequié con una sencilla mariscada basada en las ostras que se cultivan en esta costa, como pudimos contemplar junto al faro. Mi mujer optó por un exquisito salmón ahumado, según ella el mejor que ha comido en su vida. Luego comprobamos que se puede comer a cualquier hora en el mercado de las ostras, pues las puedes comprar en cualquier puesto y luego comerlas sentado en el muro de la playa.

La siguiente cita la tuvimos, tras recorrer 18 km, en una preciosa localidad costera, Saint-Malo (Sant-Maloù), ubicada en la desembocadura del río Rance, que luce una elegante muralla urbana con torres de los siglos XIV y XV y bastiones de los siglos XVII y XVIII. Tras contemplar el Fort National, construido en 1689 por Vauban y Garangeau, accedimos el interior del recinto amurallado por la Porte Saint-Vincent, para acercarnos a la Catedral Saint-Vincent y la monumental Casa de la Duquesa Anne. Al otro lado de la muralla y de la playa en bajamar divisamos el Fort du Petit Bé. Todavía nos quedaban por delante 74 km para llegar a Rennes, donde pasamos las dos siguientes noches.

Comenzamos la jornada del 11 de junio desplazándonos tan sólo 34 km hasta la localidad de Vitré. Encontramos aparcamiento frente a la iglesia de Notre-Dame, construida entre los siglos XV y XVI en estilo gótico flamígero, así que, aunque no lo teníamos previsto, aprovechamos para visitar su interior en el que destacan el púlpito y las vidrieras. También merece la pena recorrer el Vieux Vitré, el casco antiguo, para contemplar sus antiguas viviendas con entramados de madera.

Realmente nos desplazamos a Vitré para volver a visitar su precioso castillo, construido en el siglo XI aunque reformado en el XIII, XIV y XV. Su interior merece una detenida visita pues está convertido en un museo de la época medieval. De todas formas, lo más espectacular es el conjunto de torres bajo la que se encuentra la puerta por la que se accede a su interior. Abre de 10:00 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. La entrada cuesta 6 €, siendo gratis para los desempleados.

31 km después tenemos la segunda cita en otro impresionante castillo que nos gustó cuando lo visitamos hace veinte años, el de Fougères, que no cierra a mediodía. Antes de acceder a su interior decidimos comer, algo que resulta muy complicado en estos lares a las 13:30. De hecho sólo conseguimos hacerlo en una crepería, comiendo una gallette rellena de salchicha, plato tradicional en la gastronomía bretona. Fundado en el año 1020, aunque con sucesivas ampliaciones hasta el siglo XV, el castillo presume de ser la mayor fortaleza de Europa. Se puede caminar por la muralla y subir a las torres. A veces hay espectáculos en su interior. Abre 10 a 19 h y la entrada cuesta 9 €, 5 € los desempleados

El resto de la tarde decidimos pasarlo en Rennes (Roazhon), en cuya periferia nos alojamos dos noches en el Hotel Ibis Rennes Beaulieu. Es por ello que dedicamos la tarde a recorrer el Vieux Rennes, acudiendo en primer lugar a la Oficina de Turismo sita en 1 Rue Saint-Malo. Casi enfrente tenemos una gran plaza presidida por la enorme Basílica de Notre-Dame de Bonne Nouvelle de Rennes, tras lo que nos adentramos en el casco antiguo contemplando varias casas con entramados de madera, finalizando nuestro recorrido en la place de la Marie a la que se asoman los edificios de la Ópera, de mediados del siglo XIX y el Hotel de Ville, del siglo XVIII, en el que destaca la Torre del Reloj. Muy cerca está el Parlamento de Bretaña.

Con lo que llevamos ya visto en este viaje, Rennes (Roazhon) no se sitúa en las posiciones de cabeza. Pese a todo hay otros lugares de interés, como la Catedral Saint-Pierre, del siglo XIX, que cuenta con una rica decoración interior y un notable retablo de madera, flamenco del siglo XVI. Me gustó también la Porte Mordelaise, resto del recinto amurallado del siglo XV que constituía el principal acceso a la ciudad. Concluyó nuestro paseo contemplando otras casas con entramados de madera del los siglos XV y XVI.

El 12 de junio nos tocó día de traslado, deteniéndonos a los 58 km en la coqueta ciudad de Dinan, dejando el coche muy cerca de la Oficina de Turismo, sita en 9 rue du Château, que abre de 09:30 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. Nos salió un día muy encapotado y plano, dirigiendo nuestros pasos en primer lugar al castillo, en el que destaca el Torreón de la Duchesse Anne (siglo XIV). Desde lo alto de la muralla vimos el puerto fluvial, para luego pasar por el Jardín Inglés hasta la Basílica de Saint Saveur. Dé allí nos acercamos a la hermosa Torre del Reloj, mandada construir en el siglo XV por el Duque de Bretaña. Con un vistazo a las casas con entramados de madera, concluyó la breve visita a esta ciudad.

Comimos de bocadillo en un área de descanso de la N12 y, tras recorrer 62 km desde Dinan, fuimos a instalarnos en el Hotel Ibis Styles Saint Brieuc Plerin, en el que pasamos la noche y cenamos, bastante bien por cierto. Dejamos el equipaje y rápidamente nos dirigimos a la Pointe de Bilfot (42 km), desde donde contemplamos una hermosa vista presidida por el Faro de Ost-Pic, situado sobre una roca, que marca la entrada de la bahía de Paimpol. En la carretera de acceso se puede contemplar “Esculturas en libertad”.

La tarde avanza rápidamente y todavía tenemos que recorrer 26 km hasta nuestro siguiente destino, Treguier (Landreger), pero el atasco originado por una obra en un puente hace que lleguemos a las 17:58 a la Oficina de Turismo, a punto de cerrar, sita en la rue Marcellin Berthelot, pues abre de 09:30 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. Aunque ya no nos dio tiempo para ver el claustro, al menos pudimos contemplar el magnífico interior de la Catedral de Saint-Tugdual, construida durante los siglos XIV y XV, en el que destacan el bestiario de las sillas del coro y la tumba de Saint-Yves.

Tras recorrer 55 km regresamos al hotel. Seguimos en Bretaña. Llevamos 9 días de viaje pero todavía nos quedan 6 por delante y mucho por ver, pero de ello espero hablar la próxima semana. Próximo destino: Quimper. El viaje continúa.

Viaje por Francia y Bélgica (3): Normandía

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas con una pequeña incursión en Bélgica, que dejaba la pasada semana en Lille, donde pasamos tres noches. El 8 de junio partimos hacia nuestro siguiente destino: Normandía. Aunque estábamos empachados de tanta cultura, decidimos hacer un alto de camino tras recorrer 150 km, para visitar un lugar que nos gustó cuando estuvimos hace veinte años. Se trata de la Catedral de Notre-Dame de Amiens, una de las mayores iglesias góticas del siglo XIII, que desde 1981 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Junto a las catedrales de Chartres y Reims, forma parte de la llamada “Triada del gótico alto”. Abre de 08:30-18:30 h.

La Catedral tiene 145 metros de longitud y 42 de altura, lo que la convierte en la iglesia de estilo gótico más alta y en la catedral más grande de Francia. Como nuestro objetivo consistía en visitar esta joya arquitectónica, en Amiens tan sólo nos detuvimos en la Place Notre-Dame, donde tomamos un café en una terraza, para luego pasar junto a la estatua de Pierre l’Ermite, que nos dió acceso al Parc de l’Eveché. que es el mejor lugar para contemplar la flecha de la Catedral. El coche lo dejamos aparcado al otro lado del pequeño canal.

Por fin llegamos a Normandía, fijándonos como siguiente objetivo un lugar que nos encantó en nuestro anterior viaje por su playa, con sendos acantilados en sus costados. Uno de ellos tiene forma de trompa de elefante y el otro cuenta con una iglesia en su parte superior. Un buen y céntrico aparcamiento para dejar el coche es el Parking Place du General de Gaulle Etretat. 12 km antes y 176 después de salir de Amiens, nos detuvimos en un pequeño pueblo de pescadores, Yport, que cuenta también con hermosos acantilados. Lo mismo sucede con la playa de de Vaucottes, que vimos desde la carretera.

La siguiente cita la tuvimos a 50 km, en Honfleur, pero previamente tuvimos que cruzar el estuario del río Sena por el Pont de Normandie, que cuando se inauguró en 1995 se convirtió en el puente atirantado con el mayor vano central del mundo, 856 metros de los 2.143,21 que tiene el puente. Aunque ya era un poco tarde decidimos parar en otro lugar del que guardaba un buen recuerdo del anterior viaje, el Vieux-Bassin de Honfleur, rodeado de terrazas y casas tradicionales, entre las que destaca el Memorial Samuel de Champlain. Dignos de mención son también el Ayuntamiento, el carrusel y el monumento a las recolectoras de mejillones.

Todavía nos quedaban 137 km para llegar a nuestro alojemiento durante las dos siguientes noches, el  Hotel Mercure Saint-Lô Centre, ciudad que nos limitamos a contemplar desde la habitación, con los últimos rayos de sol iluminando las murallas y torres. Al final nos hemos metido en esta jornada unos 520 km de coche. Para el 9 de junio teníamos por delante 282 km, siendo la primera parada en Coutances, ciudad que nos decepcionó, pues su mayor atractivo se encuentra en la Catedral gótica de Notre-Dame, teniendo que esperar bastante para ver su interior pues había un funeral. De interés son también la iglesia de Saint-Pierre y el Espace Saint-Nicolas.

Empachados de tanta cultura decidimos desplazarnos 97 km hasta el extremo noroeste de Normandía y, más en concreto, al cabo de la Hague, en cuyas proximidades, sobre la roca conocida como “le Gros du Raz”, se alza el faro de Goury. De 50 metros de altura, se puso en servicio en 1837, pues frente a él se encuentra, la “Raz Blanchard”, una de las corrientes de marea más fuertes de Europa, que originó en un solo año el hundimiento de 27 barcos. Caminamos por la costa hasta el pequeño puerto partiendo de la Cruz de Vendémiaire, que recuerda el hundimiento del submarino Vendémiaire el 8 de junio de 1912, en el que perecieron 24 personas.

Comimos de bocadillo frente al faro y nos dispusimos a cubrir los 120 km que nos separaban de nuestro siguiente destino, Bayeux, aunque tardamos casi una hora en atravesar Cherburgo debido a una obra. Por dicho motivo llegamos por los pelos a la Tapisserie de Bayeux, que guarda una joya que tenía muchas ganas de volver a ver, el famoso Tapiz de Bayeux, que data del siglo XI y conmemora la batalla de Hastings. Mide 69,55 metros de largo, tiene 50 cm de altura media y pesa unos 350 kg. Además es una importante fuente documental sobre el modo de vida, las costumbres, la arquitectura militar y civil, la navegación y la agricultura de la sociedad normanda e inglesa de la Edad Media. Es de esas cosas únicas en el mundo.

Aunque originariamente no entraba en nuestros planes, como las iglesias no suelen cerrar hasta las 19 h, aprovechamos para visitar la Catedral de Notre-Dame de Bayeux, de estilo románico-gótico y construida en el año 1077. Destaca por su coro, las agujas del siglo XIII y la gran torre, de estilo gótico flamígero. Como estábamos a menos de 40 km de nuestro hotel en Saint-Lô, incluso nos dio tiempo a dar un corto paseo por la ciudad, para fotografiar el Ayuntamiento, el molino y la hermosa casa con entramado de madera de la rue des Cuisiniers.

Los seis primeros días de viaje disfrutamos de un tiempo precioso, incluso con calor, pero el 10 de junio Normandía nos despidió con sirimiri, aunque tras recorrer 92 km el agua cesó lo suficientemente para permitirnos ver sin lluvia esa joya que es Le Mont-Saint-Michel, que desde 1979 forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, por lo que recibe más de 3 millones de visitantes al año. Para acceder a este mágico lugar hay que dejar el coche a unos 2 km, en un gigantesco aparcamiento (11,50 €), desde el que un autobús gratuito te acerca hasta el puente que une la isla en la que se encuentra el santuario con el continente. Todo está muy bien organizado, pese a las enormes colas de gente que suele haber en este lugar.

Estamos en el séptimo día de viaje, pero todavía nos queda mucho por recorrer. Próximo destino: Bretaña, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.