Viaje por Francia y Bélgica (y 6): De Bretaña a Leioa

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas y belgas, que dejaba la pasada semana en Quimper (Kemper), la capital del Cornouaille bretón (Kernev). El 15 de junio hicimos el centenar de kilómetros que separan el Hotel Ibis Quimper del de Auray, en el que pasamos dos noches. Tras comer de bocadillo nos desplazamos 48 km para recorrer la zona del golfo de Morbihan, que en bretón significa “pequeño mar”. Nos detuvimos en primer lugar en la pointe du Ruault, desde donde contemplamos un buen grupo de cisnes y un montón de barcos de pesca. Nos desplazamos luego a la localidad costera de Port-Navalo, acercándonos hasta el faro, para de regreso detenernos en el Moulin Pen Castey y frente a Le Manoir de Kerbot.

De regreso al hotel nos acercamos a Sainte-Anne-d’Auray, el lugar de peregrinación más importante de Bretaña, pues recibe más de 800 000 visitantes al año, la mayoría de ellos peregrinos. Cada 26 de julio, festividad de la santa, se celebra el multitudinario gran perdón de Santa Ana. La Basílica actual, de estilo neogótico, fue construida entre 1866 y 1872. Destaca en ella el altar mayor y el claustro, con la Croix aux Épingles. Más antigua es la Scala Santa, construida por los carmelitas en 1662.

El 16 de junio iniciamos la jornada a poco más de 10 km de Auray, visitando los alineamientos de Carnac (Karnag), mundialmente famoso centro megalítico que cuenta con 2.792 menhires. El conjunto más importante es el de Le Ménec, formado por 1099 menhires dispuestos en 11 hileras de 100 metros de ancho por 1.200 de largo. A su entrada se encuentra el aparcamiento y el centro de visitantes donde podrás ampliar la información. A lo largo de la carretera se encuentran los otros dos conjuntos, Kerlescan y Kermario, siendo este último el más frecuentado.

Entre Carnac y Quiberon hicimos un alto en el camino para comprar pan para el bocadillo de mediodía, deteniéndonos en el coqueto pueblo de Piouharnel, muy apreciado por los surfistas. La casualidad hizo que coincidiéramos con el pequeño mercadillo semanal, pudiendo disfrutar de sus cuidados puestos, siendo el de alcachofas el que más llamó mi atención.

De Piouharnel nos desplazamos al extremo de la península de Quiberon (Presqu’île de Quiberon), una espectacular costa salvaje. Dejamos el coche en el parking gratuito de la Pointe du Conguel, realizando a pie un pequeño paseo circular por un sendero muy bien acondicionado que bordea las playas, pasa por una mesa de orientación y regresa atravesando una pequeña zona boscosa. Casi en el extremo hay varias curiosas formaciones rocosas, siendo la más conocida el Trou du Rocher (Agujero en la Roca).

De allí nos desplazamos a tomar algo en una terraza situada junto al puerto de la cercana población turística de Quiberon (en bretón Kiberen), siendo recibidos por un menhir dedicado a los niños muertos por Francia. Nuestro principal objetivo era el faro de Port-Marie, construido a finales del siglo XIX en forma de torre cilíndrica. De allí regresamos a Auray, pero de camino, a orillas de la carretera nos detuvimos en una buena área de pic-nic, donde dimos cuenta al bocadillo.

Decidimos pasar la última tarde bretona en una población que me encanta, Vannes (Gwened), dejando el coche en el parking subterráneo del Puerto, situado junto a la oficina de turismo (Quai Eric Tabarly). Al lado tenemos el puerto deportivo y, a un paso, la Porte Saint-Vincent, que nos da acceso al casco antiguo, realizando un precioso paseo monumental que bordea la muralla erigida en el siglo XIII, pasando sucesivamente por la Puerta Calmmont, el castillo de l’Hermine (siglo XIV) y los originales lavaderos construidos a orillas del río Marle a principios del siglo XIX, que son uno de los emblemas de la ciudad.

La Porte Prison (siglo XV) nos devuelve al centro histórico de la ciudad, un barrio medieval lleno de encanto en el que abundan las casas con fachadas con entramado de madera. Tomamos café frente a la Catedral Saint-Pierre, cuya construcción comenzó en el siglo XIII, Tras la visita nos acercamos a la place Henri IV y de allí al Ayuntamiento, frente al que se encuentra la estatua del Duque de Bretaña. Nuestro recorrido concluyó bajo una antigua casa que luce el cartel “Vannes et sa femme” con los bustos de una pareja tallados en piedra policromada, que probablemente data del siglo XVI.

Como de Auray a Leioa hay más de 800 km, decidimos realizarlos en dos jornadas para hacerlos más tranquilamente. Así, el 17 de junio hicimos un par de paradas para visitar brevemente dos hermosos lugares. De esta forma, cuando llevábamos recorridos 275 km, nos detuvimos en un lugar que me encanta, el Vieux Port de La Rochelle, al que las embarcaciones acceden pasando entre dos monumentales torres, la de Saint-Nicolas y la de la Chaine, construidas en el siglo XIV. Desde allí se contempla una hermosa panorámica del centro histórico.

Como el más antiguo Puente Colgante los tenemos a menos de 3 km de casa y el año pasado visitamos el de Newport, en Gales, no pudimos resistir la tentación de acercarnos al puente transbordador de Rochefort, que ya visitamos hace unos cuantos años y que teníamos a tan sólo 41 km. Este puente colgante fue inaugurado en julio de 1900. Tiene cuatro torres de 66,25 metros de altura y un tablero de 175,50 metros de largo. Une las poblaciones de Rochefort y Échillais, a la que luego pasamos por el nuevo puente, ya que estaba en obras el acceso, siendo sólo accesible para peatones y bicicletas. Por delante teníamos 174 km hasta el hotel en el que pasamos la última noche de este viaje, el Ibis Pessac Wine Route.

Para el 18 de junio dejamos los 329 km que nos separaban de Leioa, parando a comer en la AP-8, en el área de servicio de Hernani. El viaje ha concluido. Como nos encontramos en plena Aste Nagusia de Bilbao, para poder disfrutar de ella, la próxima semana no aparecerá esta entrada.

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