De viaje por los Balcanes (y 2): Albania, Montenegro, Serbia y Bulgaria.

Sexto día de viaje. Hoy tenemos 205 km, pero hemos entrado con buen pie en Albania. En nuestra opinión el agente que nos ha atendido en la frontera es el más profesional de todos. La carretera está en buen estado y la zona de montaña por la que accedemos parece revivir el inicio de la primavera, pues está muy florida. En el valle vemos varios campos de cultivo de flores. Nos habían dicho que era el segundo país más pobre de Europa, tras Moldavia, pero la carretera está llena de bares, restaurantes, hoteles y surtidores con amplias cafeterías, pese a que casi el 60% de sus habitantes son musulmanes suníes, algo que no se percibe (me recuerda a Uzbekistán). Y todas con wifi. Nos instalamos en el hotel en Tirana y directamente nos trasladamos a Durres, ciudad que nos ha decepcionado bastante, quizás por el intenso calor que hace o porque el anfiteatro romano se encuentra en bastante mal estado. Nos ha gustado más la fortaleza del siglo VI, ampliada en los siglos XIII y XIV o la sepia, el tiramisú y el vino blanco bien frío con el que nos hemos obsequiado en el Restorant Piazza.

Pasamos dos noches en Tirana, así que el séptimo día de viaje lo dedicamos en buena parte a conocer Berat, población distante un centenar de kilómetros de la capital y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por “ser un testimonio viviente de la coexistencia de varias comunidades religiosas y culturales a lo largo de los siglos”. Lo que más nos ha gustado es la imponente fortaleza situada sobre la ciudad, que cuenta con 34 torres defensivas y en parte está habitada todavía. Menos mal que podemos subir con la furgoneta hasta la entrada, pues los constantes 33-34º empiezan a hacer mella. También nos ha gustado la zona de Mangalem, por la que Berat fue conocida como la ciudad de las mil ventanas. Las mezquitas no podemos visitarlas, pues se encuentran en restauración con la ayuda de Turquía.

El Hotel Colosseo de Tirana ha sido con diferencia el mejor del viaje, así que a media tarde nos ha costado salir de él para “patear” el centro de Tirana, una ciudad sin mucho interés monumental, pero repleta de bares. Nos centramos en la impersonal plaza Skanderberg y su entorno. En ella se encuentra la Ópera, el Museo de Historia, la mezquita Et’hem Bey, la Torre del Reloj y la estatua del héroe nacional del que toma el nombre la plaza. También nos acercamos a la Mezquita Namazgjah, situada junto al Parlamento, rodeado por una valla con concertinas. En el Parque Fan Stilian Noli se congrega el personal para echar unas partidas de juegos de mesa bajo la sombra. En Tirana es el único lugar en el que en un par de ocasiones hemos tenido problemas con el idioma. En un bar nos ayudó un niño de 8 años y en el restaurante de la cena, un cliente. La gente es muy amable. Además, como no cogían tarjeta de crédito, llamaron al restaurante de enfrente para que viniera a cobrarnos.

El octavo día tenemos 179 km de viaje, pero a los 37 nos detenemos en Krujë, capital del primer estado albanés, para visitar su castillo, testigo de la batalla de Skanderberg contra el imperio otomano. Un restaurado edificio alberga el Museo Nacional que lleva su nombre. Debe de ser un lugar muy frecuentado, pues su entorno está lleno de bares y tiendas de recuerdos. En una de ellas compramos un mantel con la ayuda de la hija de los dueños, una niña de 12 años que habla muy bien inglés. Luego nos dirigimos al bazar, otro lugar muy turístico. Nos toca ahora circular cerca de la costa. Nos resistimos a abandonar Albania, así que antes de cruzar la frontera nos detenemos a celebrar mi cumpleaños en el lujoso Compleksi Exalco-Al, ubicado en Shkoder. Al entrar en Montenegro la carretera se estrecha.

Tras instalarnos en el hotel nos disponemos a visitar Podgorica, la capital de Montenegro, una ciudad muy sosa pero con pinta de ser muy agradable para vivir, por su aspecto moderno, amplias avenidas y parques. Aquí tenemos la suerte que pese a no estar el país en la Unión Europea, su moneda es el euro. Aparcamos la furgoneta junto a su principal monumento, la moderna Catedral ortodoxa de la Resurrección de Cristo, construida en 1993, que cuenta con preciosos frescos en su interior. Como hace mucho calor, antes de sentarnos en una terraza a tomar un rosado bien fresco, optamos por caminar a la sombra de sus parques, acercándonos hasta el Millenium Bridge, que cruza el río Moraça, para luego detenernos ante la escultura Crnogorsko Oro, la más famosa del país, dedicada a la danza tradicional montenegrina que imita las águilas.

El noveno día de viaje tenemos por delante 312 km, buena parte de ellos por carreteras de montaña de Montenegro, siendo los más interesante el desfiladero del río Moraça. La frontera con Serbia es bastante tercermundista, pues no hay ni casa de cambio. Menos mal que pronto nos detenemos a comer y en el restaurante nos cambian. Estamos en zona musulmana y por primera vez en el viaje no hay ni vino ni cerveza. Tras la comida, dos lugares cercanos para visitar, ambos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, las ruinas de la ciudad medieval de Stara Ras, que no merecen la pena, y el monasterio de Sopocani, con su iglesia ortodoxa dedicada a la Santísima Trinidad. Este si merece la pena. Nos quedan por delante 66 km para llegar al ansiado destino de hoy, la estación invernal de Kopaonik, donde las temperaturas no superan estos días los 20 grados, después del calor que hemos pasado. La carretera bordea Kosovo, teniendo tan cerca este país que, según Google, el arcén de la carretera pertenece a él. Cuando llegamos al Hotel Kraljevi Cardaci ****, sufrimos una gran decepción. Dentro de la pequeña habitación hay 30,7º y todavía no ponen el aire acondicionado. Un lugar para tachar.

Décimo y último día de viaje, el más largo de todos, pues tenemos que recorrer 427 km para llegar a Sofía. Pronto hacemos una parada en el monasterio de Studenica, interesante construcción de finales del siglo XII, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Lo más interesante es la iglesia de San Nicolás, que cuenta con frescos de los siglos XII y XIII. Aunque no teníamos constancia de él, más adelante nos detenemos en otro monasterio, el de Zica, con la iglesia de la Santa Dormición, construido en el siglo XIII por el primer rey de Serbia. Nos ha gustado mucho tanto el monasterio como su entorno.

Llevamos 269 km recorridos cuando nos detenemos a comer en la tercera ciudad más grande de Serbia, Nis. No disponemos de mucho tiempo, pero deambulamos por la calle peatonal, llena de comercios y bares y, tras la comida, nos acercamos al emblema de la ciudad, la fortaleza otomana, que cuenta con una monumental puerta de acceso (Stambol Kapija). En su interior hay un gran parque y una antigua mezquita. Nos quedan 158 km para llegar a Sofía, pero desde que hemos cogido la ruta procedente de Belgrado, la carretera serbia tiene muchos tramos de autopista, aunque falta de construir el paso por un hermoso desfiladero. La parte búlgara es de carretera convencional, pero con muchos tramos de doble vía. Han sido las mejores carreteras del viaje.

Undécimo día. Da gusto no tener que madrugar ni viajar. Hay muchas cosas que ver en Sofía, pero recorremos la ciudad a pie. He seleccionado ocho lugares, de arriba abajo y de izquierda a derecha: Santa Sofía, la Sinagoga, el mercado, la mezquita de Banya Banshi, el Palacio de Justicia, la rotonda de San Jorge, la iglesia rusa y la Catedral de San Alexander Nevski, a las que abría que añadir los baños públicos, el Teatro Ivan Vazov y la Catedral Sveta Nedelya. Es domingo y, como sucediera ayer, la peatonal calle Vitosha y sus terrazas están abarrotadas de gente. Optamos por comer en el restaurante Shtastliveca. Nos ha gustado tanto que volveremos a cenar. Lástima que el restaurante Bristello, situado junto a nuestro hotel, el St George, cirre los domingos, pues no olvidará fácilmente la coliflor caramelizada con trufas y piñones y el risotto con boletus, que cené la primera noche. Para mañana tenemos un montón de horas para regresar a casa debido al colapso del aeropuerto de Frankfurt.

INFO: En Albania, 1 € = 120 lek. En Montenegro la moneda es el euro. En Serbia, 1 € = 120 dinares serbios. En julio y agosto, este blog solo se publicará los miércoles.

De viaje por los Balcanes (1): De Rila a Macedonia del Norte

El pasado 6 de junio iniciamos un nuevo viaje a los Balcanes, de doce días de duración. Todavía no había amanecido cuando embarcamos en el avión de Lufthansa rumbo a Frankfurt, un aeropuerto caótico en estos momentos, pues tuvimos que pasar más de una hora dentro del avión, sin movernos, para que nos dieran autorización para despegar hacia Sofía, la capital de Bulgaria, en cuyo aeropuerto nos encontramos con Alex, nuestro conductor del año pasado en Rumanía y ahora amigo. Como a última hora no pudo venir la pareja de amigos que siempre nos acompaña en este tipo de viajes, tuvimos la furgoneta para nosotros dos y Alex, quien nos propuso que antes de ir al hotel, ya que había mucho tráfico, realizáramos la visita prevista a la coqueta iglesia ortodoxa de Boyana, dedicada a San Nicolás y San Pantaleón, construida en el siglo XI y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es una gozada contemplar los frescos, que datan de 1279 y están considerados el ejemplo más completo de arte medieval de Europa medieval. Además se está muy bien aquí, pues está rodeada de árboles, entre ellos algunas sequoias. Hemos comenzado el viaje con fuerza.

El segundo día tenemos casi 350 km de viaje, realizando la primera parada a los 117 km, en un lugar en el que estuve hace unos 40 años, el monasterio de Rila, declarado también por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Es probablemente la joya de Bulgaria, estando ubicado en un precioso lugar rodeado por las montañas más altas del país. Destaca la iglesia de la Natividad, con sus pinturas murales tanto en el interior como en el pórtico que la rodea.

En este segundo día de viaje cruzamos la frontera de Macedonia del Norte, en la que no hay nada de tráfico pese a pasar por ella la carretera que une la capital del país con Sofía. Parece que hemos llegado al tercer mundo. Menos mal que hay un pequeño bar y una casa de cambio. La carretera es espantosa y llena de baches. Menos mal que a los 10 km nos detenemos en el monasterio de Saint Joachim Osogovski, que cuenta con dos iglesias y buenas pinturas murales. Está en un lugar lleno de encanto, en un agujero rodeado de montañas. Hay un grupo de estudiantes y uno de ellos, muy amable, nos hace de improvisado guía. Este lugar parece sacado de su entorno, pues todo está muy cuidado y hasta tiene un restaurante en el que aprovechamos para comer. Eso sí, para llegar al monasterio tenemos que bajar un centenar de escaleras, que luego hay que volver a subir con el calor que hace.

105 km después estamos en Skopje, la capital y mayor ciudad de Macedonia del Norte, con unos 550.000 habitantes. La ciudad está cruzada por el río Vardar al que se asoman sus principales edificios y museos. Es todo muy moderno, con amplias plazas y una calle peatonal que sale de la plaza de Macedonia, en la que se ubican numerosas terrazas. La ciudad está completamente tomada por la policía, pues se juega el partido Macedonia del Norte-Polonia, habiendo acudido muchísimos aficionados polacos. En esta ciudad nació la madre Teresa de Calcuta, que se crió en la vecina Albania. Sobre la ciudad se encuentra Kale, una fortaleza del siglo VI. Damos un paseo antes de cenar, pero dejamos la visita de la ciudad para el día siguiente, comiendo en el barrio turco (Karsija old bazar), con un calor terrible.

Skopje está lleno de esculturas, demasiadas en mi opinión, que se encuentran en todos los lugares de la ciudad. Es muy difícil no ver alguna en todo momento. Incluso dos de los puentes que cruzan el río Vardar están rodeados de esculturas. Os dejo una pequeña muestra.

Menos mal que el tercer día de viaje dejamos para la tarde el recorrer Skopje y a las 9 de la mañana salíamos hacia el cañón de Matka, distante tan solo 15 km. Digo esto porque es un lugar de esparcimiento de los habitantes de la ciudad, que los fines de semana acuden en masa. Para llegar a él hay una estrecha carretera y un diminuto aparcamiento. Eso sí, se puede llegar en autobús urbano. En el camino vemos varias mezquitas y banderas de Albania, origen de la población asentada en esta zona. El cañón, resultado de la erosión del río Treska lo recorrimos en parte a pie y el tramo más largo en barca. Merece realmente la pena utilizar este servicio (hay muchas barcas), pues por unos 6 euros incluye también la cueva de Vreo. Junto al embarcadero hay una pequeña iglesia dedicada a San Andrés y un enorme pero abarrotado bar y restaurante.

En el cuarto día seguimos recorriendo Macedonia del Norte durante 200 km, pasando por el Parque Nacional Mavrovo, donde disfrutamos de uno de los mejores paisajes del viaje, además de alcanzar los 1700 metros de altitud. Nuestro siguiente destino es el monasterio de San Jovan Bigorski, cuyos orígenes se remontan a principios del siglo XI, aunque fue destruido por los otomanos y restaurado en 1746, donde asistimos a la boda ortodoxa de una curiosa etnia de la zona.

En Ohrid, población situada a orillas del lago del mismo nombre, pasaremos dos noches. Como lugar de estancia ha sido el mejor destino del viaje pues además de formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, al estar a orillas del lago y a 700 metros de altitud, la temperatura resulta mucho más agradable. El día de llegada recorremos el Old Bazar, dejando para la mañana siguiente la fortaleza de Samuel, el teatro griego, la casa de la familia Robev y las iglesias ortodoxas de Santa Sofía, San Pantaleón y San Juan en Kaneo. En las terrazas situadas a orillas del lago se está de maravilla y en el restaurante Gladiator se cena muy bien.

El quinto día de viaje toca bordear el lago Ohrid durante 30 km hasta llegar a un paso de la frontera de Albania, donde sen encuentra el monasterio de San Naum, cuyos orígenes se remontan al siglo X. La parte central del complejo la ocupa la iglesia de los Santos Arcángeles, cuyos frescos del siglo XVIII están considerados entre los mejores de la pintura religiosa de los Balcanes. Todo el recinto está muy cuidado y cuenta con varios restaurantes y la posibilidad de realizar excursiones en barca. Nos ha gustado Macedonia del Norte y además es un país muy barato. Veremos que nos depara en nuestro siguiente destino, Albania.

INFO: Lufthansa ofrece una buena conexión entre Bilbao y Sofía, vía Frankfurt, pero dado el caos existente en este aeropuerto, con constantes retrasos, y la dureza del control de seguridad, calcular un tiempo de escala de dos horas. En hoteles y restaurantes pagamos con tarjeta de crédito, pero hay que llevar moneda local que obtuvimos en casas de cambio. En Bulgaria, en el aeropuerto, 1 € = 1,96 lev (el cambio es fijo). En Macedonia del Norte, en la frontera, 1 € = 61 dinar macedonio (denar).

Estados Unidos y Canadá (y 2): La Rocosas canadienses

Este viaje no tiene tregua. Tras recorrer el parque de Yellowstone, nuestra siguiente cita son los de las Rocosas canadienses, así que devolvemos el coche en el aeropuerto de Salt Lake City para coger el vuelo de las 11:00 a Calgary (2 h). Cogemos otro coche dispuestos a recorrer los 431 km que nos separan de Jasper, donde pasaremos las dos próximas noches. La carretera es todo un espectáculo, pues atraviesa las Rocosas cubiertas de nieve. Como vamos bien de tiempo y el día está espectacular, en el Banff National Park hacemos la primera parada en un sitio de ensueño, el Bow lake, situado a 1920 metros de altitud, rodeado de montañas nevadas y con bloques de hielo en su aguas. Más adelante, en el Jasper National Park, nos detenemos ante el Glaciar Athabasca y en el Campo de Hielo. Poco después, aunque fuera entre matojos, tuvimos ocasión de ver un grizly y, al llegar a Jasper, un wapití o ciervo canadiense. No está mal para ser el primer día.

Dedicamos el segundo día en las Rocosas a recorrer el Jasper National Park que, como los otros de la zona, forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Es el parque más septentrional de las Montañas Rocosas y está conformado por glaciares, lagos, cascadas y montañas. Pronto tenemos que detenernos porque un enorme muflón camina por el centro de la carretera. Visitamos luego el Maligne Canyon, uno de los desfiladeros más espectaculares de las Rocosas, con escarpadas paredes y pequeñas cascadas. También nos acercamos a tres lagos, Pyramid lake, Medicine lake y Maligne lake, de 22 km de longitud, magnífico ejemplo alpino, navegable en pequeñas barcas. También vemos osos negros. La cosa no puede ir mejor, pues en Yellowstone no vimos ni uno.

Hoy toca desplazarnos a Banff, donde pasaremos tres noches, pero nos equivocamos y circulamos en dirección contraria. Nos damos cuenta al ver que dejábamos el estado de Alberta y entramos en el de British Columbia. Antes de darnos la vuelta aprovechamos para echar un vistazo al Mount Robson Park que, curiosamente, lleva el nombre de nuestro hotel en Jasper. Regresamos a este parque y nos dirigimos a Athabasca Falls, una impresionante cascada de 23 metros de caída con aguas muy turbulentas. La fauna de hoy corresponde a sendas cabras de montaña con sus crías.

Como disponemos de dos días completos, recorreremos el Banff National Park, el más antiguo de Canadá, que tiene una extensión de 6.641 kilómetros cuadrados. También pasaremos a la vecina Bristish Columbia, para visitar dos parques más pequeños, Kootenay y Yoho. En el primero de ellos veremos algo muy difícil de contemplar, las cabras blancas, que se encuentran en escarpadas montañas. Lo que si vimos en abundancia fue osos negros. Esta época es muy buena para ello porque, como todavía hay nieve, acuden a las cunetas de la carretera para comer flores amarillas. También fuimos al Marble Canyon, excavado por el río Vermillion. De regreso al Parque Nacional de Banff vimos un enorme oso grizly, tan cerca del coche, que no nos atrevimos a abrir la ventanilla. La foto está sacada sacando el cuerpo por el lado opuesto del coche. ¡Estaba temblando!

En Yoho National Park vimos un gran wapití, que estaba tan inmóvil que parecía una escultura. También nos dirigimos a Spiral Tunnels, mirador de la vía férrea de la Canadian Pacific Railway, que atraviesa las Rocosas. Finalmente nos dirigimos a Takkakaw Falls, una impresionante cascada de 384 metros de caída. De regreso al parque de Banff fuimos a uno de los lugares más impresionantes de las Rocosas, Moraine lake, lago ubicado en el Valle de los Diez Picos. Estamos a 1884 metros de altitud. Es una lástima que el tiempo no acompañe, algo que parece habitual a mediados de junio, pues suele amanecer un día radiante, pero luego se va torciendo y acaba lloviendo. Concluimos la jornada en el Lake Louise, rodeado de montañas y glaciares, pero mucho menos salvaje y turístico.

Seguimos recorriendo el Banff Nacional Park, pasando por lugares con mucha nieve, mientras disfrutamos de la presencia de varios wapitís o enormes ciervos, a los que uno puede acercarse con precaución. De nuevo en Yoho NP, nos acercamos a Emerald lake, el más grande de los 61 lagos y lagunas existentes en este parque. También visitamos Natural Bridge, creado por las corrientes del río Kicking Horse para abrirse paso a través de la roca. El área que rodea el puente natural tiene hermosas vistas del río y de las montañas.

Nuestro viaje por las Rocosas canadienses está a punto de concluir, pero todavía vimos cabras salvajes y enormes wapitís. Siguiendo en el Banff NP nos dirigimos al Banff Springs Hotel, muy cerca del cual se encuentra Bow Falls, cascada en el río del mismo nombre, con solo 9 metros de caída pero 30 de anchura. De aquí nos dirigimos al Johnston Canyon, hermoso cañón que se recorre por una pasarela voladiza, desde la que se contempla un par de cascadas. Ya solo nos queda por ver Minnewanka lake, lago glaciar de 28 km de largo. Los cuatro parques nacionales visitados, Jasper, Banff, Kootenay y Yoho, forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Nos han encantado las Rocosas. El viaje está llegando a su final. Tenemos 129 km hasta nuestro próximo destino, la ciudad de Calgary.

Por fin un día de tranquilidad, pues tenemos toda la jornada para visitar Calgary, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1988 y ciudad más poblada de Alberta, aunque no su capital. Es también la tercera de Canadá, tras Toronto y Vancouver. Lo primero que hacemos es subir a la Calgary Tower, de 191 metros, para contemplar desde las alturas la ciudad. Callejeamos un poco contemplando varias esculturas urbanas y, como las ciudades no nos dicen gran cosa, nos dirigimos a pasar el resto del día al Heritage Park Historical Village, que nos permite conocer cómo fue antiguamente la vida en el oeste, con ferrocarril incluido. Aquí está también el Museo Gasoline Alley, que cuenta con una buena colección de vehículos de época y objetos relacionados con el petróleo y el gas. Mañana iniciamos el regreso a casa. A las 10:15 sale nuestro avión que, tras casi 4 horas de vuelo, nos dejará en Toronto.

Como la legislación canadiense permite demorar la escala 24 h, aprovechamos la parada en Toronto para coger un coche de alquiler y desplazarnos a Niagara Falls, distante 126 km. Además nos damos el capricho del viaje, alojarnos en el Oakes Hotel Overlooking the Falls, desde el que tenemos una espectacular vista de las cataratas, que tienen una altura de unos 56 metros y una anchura máxima de 671. Por la tarde vemos las situadas cerca del hotel y la iluminación nocturna del gran salto. Al día siguiente pasamos también al lado norteamericano. Una gozada el espectáculo de agua que son las cataratas pese a que, para no perder la costumbre, tenemos que recorrer con rapidez, pues por la tarde tenemos que regresar al aeropuerto de Toronto para coger el vuelo de las 18:50 a París (7 horas de vuelo) y, tras dos horas de escala, el de regreso a Bilbao. Ha sido un viaje espectacular.

INFO: Por poco más de los que cuesta un billete de ida y vuelta, sacamos todos los vuelos con Delta. Fueron los siguientes: Bilbao – París (Air France) – Salt Lake City (Delta) – Calgary (Delta Skywest) – Toronto (Westjet) – París (Air France) – Bilbao (Air France).

Estados Unidos y Canadá (1) De Salt Lake City a Yellowstone

En mi cuarto viaje a Estados Unidos optamos por entrar en el país por Salt Lake City, capital de Utah, estado en el que recorrimos sus parques nacionales en el anterior viaje. Entre las 11 horas de vuelo desde París, el jet lag y los treinta y tantos grados que hacía a mediados de junio, no pudimos disfrutar de esta ciudad, que cuenta con amplios parques y avenidas, además de estar rodeada de nevadas montañas de más de 3500 metros. Eso si, fuimos a visitar la sede central de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, más conocidos como mormones, pero no nos dejaron acceder al templo, así que tuvimos que contemplarlo desde fuera, además de ver una maqueta y a la gente que acudía a sacarse la foto de la boda en este lugar.

Al día siguiente, con el coche que habíamos recogido en el aeropuerto nos desplazamos hasta West Yellowstone (516 km), puerta de entrada al parque nacional. En el Best Western Cross Winds Motor pasaremos cuatro noches. Como teníamos ansia de parque, a última hora de la tarde entramos a él y vimos los primeros bisontes en la misma carretera. Parecía un rebaño doméstico, pero no. El tiempo fue empeorando y acabó nevando durante toda la noche. West Yellowstone apareció blanco y los bisontes con una pequeña capa del blanco elemento. Con el calor que habíamos pasado el día anterior, no nos podíamos creer lo que estaba sucediendo. Dos años antes, en el mes de septiembre tuvimos que cancelar la reserva en este hotel debido a una ola de frío polar, que puso impracticables las carreteras, así que nuestro mosqueo iba en aumento. ¡Otra vez no!

Cuando deja de nevar volvemos a acceder al Parque Nacional de Yellowstone. El día sigue amenazante, así que optamos por quedarnos en lugares cercanos, pues todavía tenemos otros dos días completos para recorrerlo (la entrada vale para 7 días). Situado en el Noroeste de Wyoming, este parque es enorme, casi 9.000 km². Está situado a una altitud media de 2800 metros, así que hace frío. Esta zona ni siquiera pensábamos visitarla, pero qué se le va a hacer, así que nos conformamos con ver unas pequeñas lagunas termales y dos cascadas, Gibson Falls, de 26 metros de caída y Virginia Cascade, de 18 metros. Las previsiones anuncian buen tiempo para los próximos días.

Amanece un día precioso, así que hay que aprovecharlo a tope, comenzando por la zona termal de Back Basin: Emerald Spring, laguna de color azul claro con toques amarillos del azufre, Steamboat Geyser y Cistern Spring, hermosa piscina azul de la cual el agua se desborda continuamente. Pasamos a otras dos zonas termales, Porcelain Basin y Mammoth Hot Springs, zona de manantiales de aguas termales que se recorre caminando sobre pasarelas de madera. Toca ahora el turno a las cascadas. Nos acercamos a dos, Undine Falls, de 18 metros de caída y Tower Fall, de 40 metros. Hemos dejado para el final del día Lamar Valley, donde pudimos ver enormes manadas de bisontes y ciervos peleando. Aquí suele haber osos, pero no tuvimos suerte con ellos en Yellowstone.

Cuarto día en Yellowstone. Para hoy tenemos prevista una intensa actividad, pues sigue el buen tiempo. Nos detenemos a fotografiar algún bisonte y grandes ciervos, dedicando el resto de la mañana a lo que paisajísticamente más me ha gustado, el Grand Canyon, algo que desconocía totalmente. El Gran Cañón de Yellowstone tiene 30 km de largo y 500 metros de profundidad. Cuenta con varios senderos con miradores para disfrutar de cascadas como las Upper y las Lower Falls, estas últimas con una caída de 100 metros. Un lugar a no dejar de recorrer.

La tarde la dedicamos a diferentes zonas termales y géiseres, como West Thumb Geyser Basin, el hermoso Castle Geyser, difícil de verlo en actividad, pues entra en erupción cada 10 ó 12 horas y el emblemático Old Faithful Geyser, el más espectacular, pues su chorro de vapor y agua alcanza 25 m de altura cada 80 minutos, por lo que existen horarios y gradas para contemplarlo. También vimos en erupción el Daisy Geyser, pues lo hace a intervalos de 110 a 240 minutos, alcanzando una altura de 23 metros. El día ha resultado espectacular.

Iniciamos una nueva jornada con mucho tema por delante y 337 km hasta Jackson, donde pasaremos la próxima noche. Además nos queda una zona termal muy interesante del Parque Nacional de Yellowstone, al que accedemos por quinta vez. La primera parada es en Lower Geyser Basin, donde destacan Fountain Paint Pots y Firehole lake. De allí nos trasladamos a otro de los emblemas del parque, Grand Prismatic Spring, con un abanico de colores que va del azul del centro, al rojo/naranja del exterior, pasando por verdes y amarillos. En las fotos aéreas resulta espectacular, como un ojo gigante. Concluimos la visita en dos preciosas lagunas termales, Opal Pool y Turquoise Pool. Nos ha encantado este parque, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

La carretera que seguimos atraviesa de norte a sur el Grand Teton National Park, que tiene en un lateral la cordillera del mismo nombre, que es la más joven de Norteamérica. Situado en el estado de Wyoming, es como un decorado con montañas nevadas. Andamos con prisa, pero nos vamos deteniendo en los diferentes lagos por los que pasamos, aunque nos sorprende que en uno de ellos haya un puerto deportivo. Realizamos pequeñas marchas para disfrutar más del paisaje, como el Lunch Tree Hill, de tan solo 800 metros en el Jackson Lake. El del Leigh Lake es el más largo, casi 3 km. Un par de ciervos es la única fauna que vemos en este parque.

Qué estrés. Hoy hemos estado en dos parques nacionales y recorrido 337 km para desplazarnos desde West Yellowstone hasta Jackson, típico pueblo cowboy, famoso por su plaza central con cuatro enormes arcos de entrada, construidos completamente con cuernos de alce. Aunque los días son largos, a las 8 de la tarde tenemos una cita en el popular rodeo de Jackson Hole, que se hizo famoso porque el año anterior acudieron a él Piqué y Shakira. De hecho hemos amoldado las fechas del viaje para estar aquí hoy. El espectáculo típicamente norteamericano ha merecido la pena, con numerosas vacas y caballos montados por intrépidos jinetes. Dura muchísimo, así que lo abandonamos antes de concluir pues tenemos que celebrar mi cumpleaños con una buena cena. Mañana tenemos 450 km para regresar a Salt Lake City. El viaje continúa.

Viaje por Rumania (y 2)

Comienzo esta segunda parte del viaje por Rumania con lo que más me ha impresionado gratamente, pues no he visto nada igual en ninguno de los 107 países en los que he estado. Se trata de las ocho iglesias ortodoxas, situadas en el norte de la Moldavia rumana, que fueron construidos entre 1487 y 1583. Su característica principal es que están ornamentadas con frescos en sus muros exteriores, aunque también en el interior, motivo por el que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Hemos visitado las tres mejor conservadas. Como volveré a hablar de este tema, solo os presento un par de fotos de cada una de ellas, de arriba abajo, Moldovita, Sucevita y Voronet. Esta última es la más conocida de todas y a veces llamada «Capilla Sixtina del Este», destacando la escena del Juicio Final. La noche la pasamos en un lugar lleno de encanto, la Pension La Roata, en las afueras de Gura Humorului, una ciudad un tanto anodina que no tiene ni un lugar de fundamento para celebrar mi cumpleaños.

Iniciamos una nueva jornada visitando el Monasterio Agapia, construido entre los años 1641 y 1643, que cuenta con interesantes frescos, aunque lo que más llamó mi atención son sus cuidados jardines. Para hoy toca naturaleza pero el tiempo no acompaña, pues llueve con fuerza cuando cruzamos la Garganta del Bicaz, cañón formado por el río del mismo nombre y paso obligado entre las regiones de Moldavia y Transilvania, que forma parte de la cadena de los Cárpatos. En el Lago Rojo (Lacu Rosu) todavía es peor, pues una gran tormenta hace que parezca el diluvio. Aprovechamos para comer y así hacer tiempo por si escampa, pero no hay nada que rascar.

Por la tarde el tiempo mejora y Alex nos propone ir al Lago Santa Ana (Lacul Sfanta Ana), pues ha oído que allí suele haber osos. Vemos carteles que anuncian su presencia, pero del gran mamífero ni rastro, pese a que Rumania tiene la mayor población de osos de Europa. Cuando ya estamos a punto de marchar, Alex me llama. Ha visto una osa con dos oseznos, que luego se dirigen a rebuscar en una papelera junto a la que acabábamos de estar. Los tenemos muy cerca y ni se inmutan, pero hay que tener cuidado pues es un animal salvaje y nunca hay que interponerse entra la osa y los oseznos. Hemos salvado el día, así que lo celebraremos en Brasov, donde vamos a pasar dos noches. Este día no lo olvidaremos con facilidad y a Alex tampoco, pues ha sido la gran sorpresa del viaje.

Iniciamos una nueva jornada visitando la iglesia fortificada de Prajmer, otra de las guindas del viaje, pues tampoco habíamos visto nunca algo similar. Es la más completa y mejor conservada de Transilvania, aunque habría que verla desde el aire para percibirla en toda su grandeza. Los muros tienen ocho metros de grosor, con torreones y bastiones que convertían Prejmer en un refugio seguro. Al edificio se accede a través de un pasaje abovedado de 100 metros de largo. En el centro se encuentra la iglesia, construida por los Caballeros Teutónicos entre 1212 y 1213. En la muralla se podían acomodar en caso de ataque todas las familias de la aldea, pues cada una de ellas tenía asignada una de las 212 habitaciones distribuidas en cuatro pisos, unidos por escaleras de madera. Algo digno de ver. Existen siete aldeas con iglesias fortificadas, inscritas en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

La siguiente cita la tenemos en Bran, una pequeña población de Transilvania situada en plenos Cárpatos transilvanos. Su principal interés y centro de peregrinación turística es el mal llamado castillo de Drácula, pese a que se cree que pasó en él unos días en su camino a la prisión en Budapest. Merece la pena visitar el castillo, ubicado en un hermoso emplazamiento.

Regresamos a Brasov, una de las ciudades más visitadas de Rumania por la cantidad de lugares de interés histórico que posee y por sus monumentos de estilo gótico, barroco y renacentista. Sin embargo no nos aportó gran cosa, nos sé si porque el tiempo no acompañó o por lo interesantes lugares que ya hemos visitado, así que me quedo con la vista general que se tiene desde el Hotel Kolping, donde nos alojamos. He seleccionado tres edificios, la Prefectura, la iglesia de la Santa Trinidad, situada en la antigua plaza del Ayuntamiento, y la Puerta de Santa Catalina, la única que ha sobrevivido de la época medieval, construida por el gremio de los sastres en 1559.

Último día de viaje. Tenemos que salir temprano para visitar el lugar que más turistas recibe en Rumania, el castillo de Peleș, que realmente es un palacio situado en Sinaia, construido entre 1873 y 1914 por el arquitecto Karel Liman. El motivo es que está a solo 142 km de Bucarest y son muchos los autobuses que se desplazan cada día hasta este lugar, para luego dirigirse al castillo de Bran. Antigua residencia de verano de los reyes, actualmente es un museo en el que destaca el salón de entrada, construido con paneles de madera de nogal, con relieves y esculturas, así como el techo de cristal móvil, activado por un motor eléctrico, que fue un elemento de sorpresa para el rey, que así el podía admirar el cielo en las noches de verano. El castillo de Peleș fue el primer edificio de Europa en tener electricidad y ascensor.

Sin salir de Sinaia realizamos la última visita. Se trata del Monasterio, que está habitado por monjes ortodoxos. Consta de dos edificios, destacando la iglesia vieja, construida en 1695, que reabrió en 2016 tras 10 años de restauración, sobre todo de las pinturas originales de su interior. El otro edificio es la iglesia nueva, concluida en el año 1846.

EPÍLOGO: Camino del hotel en el que íbamos a pasar la última y corta noche, pues el vuelo de Vueling a Bilbao salía sobre las 4 de la madrugada, paramos a comer en un área de servicio de la autopista, donde nos encontramos con un grupo de irlandeses acompañados de una guía rumana que hablaba castellano. Cuando le dijimos que éramos vascos, nos contestó que se lo teníamos que demostrar. Para ello tuvimos que cantar con ella una canción que aprendió con un grupo de Arrasate. Fue un momento muy emotivo, pues era el “Txoria txori”, de Mikel Laboa:

Hegoak ebaki banizkio nerea izango zen, ez zuen aldegingo. Hegoak ebaki banizkio nerea izango zen, ez zuen aldegingo. Bainan, honela ez zen gehiago txoria izango. Bainan, honela ez zen gehiago txoria izango Eta nik… txoria nuen maite. Eta nik… txoria nuen maite.

Viaje por Rumania (1)

El año pasado por estas fechas estábamos en Rumania, país que no conocía y del que no esperaba nada, pero, después de recorrerlo durante 8 días, puedo decir que me ha encantado y que teníamos que haber ido más días para poder conocer las iglesias de Maramures y el Delta del Danubio. Como en Rumania la tasa de alcohol es 0,0, contratamos los servicios de una furgoneta con chófer y ahí estuvo gran parte del éxito del viaje, ya que Álex, nuestro conductor, fue responsable de ello, pues además de ser un magnífico profesional, se convirtió en la quinta persona del grupo y un amigo.

Nuestro vuelo llegó al aeropuerto de Bucarest rondando las 3 de la madrugada y a las 11 nos pasó a recoger Alex por al hotel, así que, tras haber dormido unas pocas horas, nos disponemos a recorrer la capital de Rumania, comenzando por un lugar que nos ha gustado mucho, el Museo de la Aldea (Muzeul Satului), museo al aire libre que cuenta con 340 construcciones: casas, iglesias, molinos, ferrerías… Todo ello contribuye a hacernos una idea de la vida en esta tierra en otros tiempos. También vemos a un grupo luciendo un traje tradicional.

Bucarest no es una ciudad muy monumental, así que os presento los tres lugares que hemos visitando, dedicando la mayor parte del tiempo al Parlamento, el edificio administrativo civil más grande del mundo, que Ceaușescu lo bautizó como Casa del Pueblo. Nos gustó mucho el Ateneo Rumano, sala de conciertos situada en el centro de la ciudad, inaugurado en 1888. Frente al edificio hay un pequeño parque y una estatua del poeta rumano Mihai Eminescu. En tercer lugar tenemos la Catedral Patriarcal, edificada a mediados del siglo XVII, junto a la que se encuentra el Palacio del Patriarcado de la iglesia ortodoxa.

A las 3 de la tarde decidimos poner fin a las visitas así que, siguiendo las recomendaciones de Alex, fuimos a comer al popular Restaurante Caru cu Bere, precioso por dentro, aunque optamos por la terraza. Pese a la hora tardía tuvimos que esperar y no empezamos a comer hasta casi las 4 de la tarde. No es barato, comparando con lo que luego veremos por el país, pero, si pides codillo no te arrepentirás. Nos dedicamos luego a caminar por el casco antiguo (Strada Lipscani), optando enseguida por sentarnos en una de sus terrazas a tomar café. Estamos muy cansados por lo poco que hemos dormido.

Para hoy tenemos casi 300 km de viaje y con un monumental atasco en cuanto dejamos la autopista de salida de Bucarest. Además vamos a visitar el Monasterio de Cozia, erigido en 1388, el único de estilo bizantino que se conserva en Rumania. Destaca la iglesia y, sobre todo, los hermosos frescos de su interior. Es un buen ejemplo de lo que más tarde veremos.

Para pasar la noche hemos elegido la ciudad de Sibiu, que se dio a conocer en todos los medios el pasado 9 de mayo, debido a que fue escenario de la reunión informal de los jefes de estado o de gobierno de la Unión Europea. Es un importante centro económico y cultural de Transilvania. De esta ciudad destaco la Torre del Consejo, símbolo de la ciudad y la Plaza Grande (Piaţa Mare), punto central de Sibiu desde el siglo XVI, en la que nos sentamos a tomar un vino en una terraza, mientras disfrutamos de la vistosa animación callejera.

Iniciamos una nueva jornada en la que el plato fuerte es la población de Sighisoara, incluida por la UNESCO en la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad. La verdad es que no me ha decepcionado pues, como ciudad, es la que más me ha gustado. Puestos a seleccionar me quedo con la Torre del Reloj, en la que llama la atención el reloj del siglo XVII, toda una atracción por sus figuras características de los relojes de Europa Central. También me ha gustado la torre Turnul Cizmarilor. Conocedor de que nos gusta la naturaleza, poco antes de llegar a Sighisoara Alex nos propuso visitar la Reserva Natural de Robles de Breite, 70 hectáreas con árboles de 350 a 400 años y uno de ellos de 800. Una gozada de sitio, aunque no vimos los osos que abundan en este lugar.

Paramos a comer en Târgu Mureș, así que aprovechamos para visitar el elegante Palacio de la Cultura, edificio de principios del siglo XIX que alberga varios museos. Cerca están el Ayuntamiento y una vistosa iglesia. Hoy nos alojamos en Bistriţa, ciudad natal de Cristian Ganea, jugador del Athletic cedido casi toda la temporada al Numancia. Para cenar degustamos uno de los platos tradicionales rumanos, el mici, salchichas parecidas al kebab, pero con más sabor y más jugosas, acompañadas de mostaza.

Seguimos recorriendo Transilvania, donde la carretera es un espectáculo: todo tipo de vehículos, vendedores y algo que llamó especialmente nuestra atención a la entrada de una par de pueblos. Se trata de la reproducción perfecta de un coche de la Policía, que de lejos da completamente el pego, para que los vehículos aminoren la velocidad. El viaje continúa. Todavía nos falta por ver lo que más nos ha sorprendido de Rumania.

INFO: Por sugerencia de unos amigos que viajaron un año antes, el viaje lo contratamos con una agencia rumana en la que hablan castellano. Con su ayuda, nosotros mismos diseñamos el viaje para las dos parejas que viajamos juntos. Eso si, os recomiendo que el conductor sea Alex. La agencia es Santiago Tour (www.rumania-viajes.es).

La Ruta de la Seda (y 2): Uzbekistán y Kazajistán

Hora y media de tren desde Samarcanda en Talgo-Afrosiyab y estamos en nuestro siguiente destino, la monumental ciudad de Bukhara, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Nos instalamos en el hotel, comemos en un restaurante italiano muy barato, como todo en este país, y nos disponemos a recorrer la ciudad en el taxi que hemos contratado. La primera parada es en el Complejo Poi Kalon, el tesoro de la ciudad, formado por el minarete Kalon (siglo XII), de 47 metros de altura, la madraza Mir-i-Arab y la mezquita Kalon, ambas de comienzos del siglo XVI. Luego volveremos a este lugar para una cena tradicional en el Restaurante Chasmai-Mirob, situado justo enfrente, desde el que se tiene una impresionante vista del complejo. Nos adentramos en el bazar cercano, donde percibimos que las marionetas son la artesanía más popular del país. La siguiente cita en el Chor Minor, que destaca por sus cuatro minaretes, aunque sobre todo quedamos prendados por la belleza y simpatía de una niña.

La milenaria Bukhara es la ciudad más monumental del país, así que aprovechamos el segundo día para patearla bien. He seleccionado para esta entrada tres lugares comenzando por la mezquita Bolo Khauz, de comienzos del siglo XVIII, que tiene aspecto de palacio debido a sus columnas de madera tallada y a su artesonado. Enfrente se encuentra la enorme ciudadela El Ark, residencia de los emires de Bukhara hasta la invasión rusa. Nos encaminamos ahora hacia un amplio parque en el que se encuentran dos mausoleos, el austero Chasma Ayub y el más antiguo de la ciudad, el de Ismoil Samaniy, magnífico ejemplo de la arquitectura musulmana de ladrillo del siglo X. Bukhara está lleno de madrazas, así que os presento una de ellas, Abdulloson, que data de mediados del siglo XVII. Hoy hemos comido unas brochetas en una terraza junto al estanque de la plaza central, en el Restaurante Lyabi House Bukhara. Y mucha bebida. El calor, pese a estar a comienzos de junio, es muy intenso. Menos mal que es seco. A media tarde regresamos a Tashkent en tren.

Hoy ha tocado madrugón, pues a las 07:50 sale el vuelo a Urgench (unas 2 h). Un taxi gestionado por el hotel nos recoge en el aeropuerto y nos traslada a nuestro siguiente destino, Xiva, distante 39 km. Nos alojamos en el Hotel Asia Chiva, magníficamente situado frente a la puerta Tash Darvaza, que nos da acceso a Ichan Qala, la ciudad interior amurallada, declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Estamos en un lugar lleno de encanto, que podemos recorrer a pie, lleno de altos minaretes, mezquitas, madrazas en desuso, como en Samarcanda y Bukhara, palacios… Es mi cumpleaños y lo celebramos con platos de carne en el Restaurante Khorezm Art, situado frente al Conjunto de Allakuli Khan. El vino no puede faltar. Cuando salimos nos damos cuenta de que en Xiva no hay alumbrado público y es un lugar muy laberíntico. La seguridad es total, pero tenemos que caminar bajo la luz de la luna y la que proporciona algún edificio iluminado. Pronto una niña acude en nuestra ayuda y nos guía hasta la puerta, frente a la que se encuentra nuestro hotel. Nos va a alumbrando con la luz de la pantalla de su móvil. La gente en Uzbekistán es encantadora.

Nos levantamos temprano para concluir la visita a la encantadora población de Xiva, importante oasis en la Ruta de la Seda. Tenemos que aprovechar la mañana, pues a las cuatro de la tarde tenemos el vuelo Urgench-Taskhkent. Caminamos por la calle principal, donde se encuentra el emblema de la ciudad, el Kalta Minor o minarete corto, que se quedó inacabado pese a que se proyectó para ser el más alto del mundo. Nos sentamos en una terraza para disfrutar de un grupo de animación y salimos del recinto amurallado para acudir al mercado. Pese a ser un lugar impresionante, en Xiva casi no hay turismo extranjero, pero si muchos turistas nacionales. Por hoy ya vale. El viaje continúa.

Por fin una día sin viaje. Volvemos a pasar todo el día en la capital de Uzbekistán, Tashkent. Como las distancias son muy largas, volvemos a contratar un taxi para todo el día. Primera parada en el Recinto Memorial Shakhidlar Maydoni, situado en un amplio parque con la antena de televisión como referencia. La siguiente cita es en la moderna pero espectacular Mezquita Minor, aquí llamada el Taj Mahal uzbeko. De allí nos dirigimos al Complejo Hazrati Imon, centro de la cultura islámica en Uzbekistan desde el siglo XVI y probablemente el lugar más hermoso de la capital. Pausa para comer y continuamos visitando la catedral católica, sin mayor interés, la colorista catedral ortodoxa y el Monumento al coraje. Hemos dejado para el final el impresionante mercado, el Chorsu Bazar. Merece la pena.

Hoy tampoco toca madrugar, pues el vuelo Tashkent-Almaty no sale hasta las 14:20 h. La hora y media de vuelo resultará ser lo más interesante del día, debido a que tenemos que cruzar los montes Tian Shan, una estribación del Himalaya. Hemos cambiado de país. Estamos en la antigua capital de Kazajistán, llamada anteriormente Alma Ata. Nos tomamos la tarde con tranquilidad, vino rosado frío y cena en un italiano. Aquí todo es mucho más caro y moderno. Tras haber recorrido Uzbekistán, ya poco nos puede llamar la atención. Al día siguiente contratamos un taxi para recorrer los lugares más interesantes, que están muy dispersos: Museo de instrumentos kazajos, Monumento a los caídos en la Guerra Mundial y la Catedral ortodoxa de la Ascensión, construida en 1907 por el arquitecto Andrei Zenkov, toda en madera. A mediodía tomamos un teleférico para subir a la colina de Kok, lugar de esparcimiento y parque de atracciones infantil, donde existe un monumento a los Beatles. Regresamos al centro administrativo de la ciudad, la Plaza de la República. La ciudad no nos ha dicho mucho.

Se acabaron los madrugones, por ahora. Hasta las 12:55 h no sale el vuelo a Astaná (1,45 h), que nos dejará en la capital de Kazajistán desde 1997. Nos tomamos la tarde con mucha tranquilidad y al día siguiente lo pasamos en lo que ha sido la disculpa del viaje, la Exposición Internacional Expo 2017, dedicada a la “Energía del futuro”. No es universal, como la de Shanghai, pero nos resultó muy atractiva.

Menos mal que hemos contratado un taxi para recorrer Astaná, pues las distancias son terribles. En 1999 la UNESCO la declaró “Ciudad del Mundo”, aunque también ostenta otro título, el de segunda capital más fría del planeta, solo por detrás de Ulaanbaatar, su homónima en Mongolia. Quién lo diría con el calor que hace a mediados de junio. Todo es nuevo y espectacular en esta ciudad, con obras de arquitectos de prestigio. Para esta entrada he seleccionado solo seis lugares: Museo Histórico Militar y de las Fuerzas Armadas, Teatro de la Ópera, Mezquita central Nur Astaná, Astaná Ballet Teatro, Circo y Centro Cultural. Faltarían muchos más: instalaciones deportivas, Torre Báyterek, Mezquita Hazret Sultan… Salimos empachado de tanto edificio moderno y rascacielos que recuerdan a Dubai. Derrotados llegamos al hotel, donde solo podremos dormir un par de horas, pues el vuelo a Estambul sale a las 03:25. El viaje ha concluido.

INFO: Optamos por realizar los trayectos Bilbao-Estambul-Tashkent y Astaná-Estambul-Bilbao con Turkish Airlines, pues es la única compañía que vuela a los dos destinos y desde Bilbao. Además el aeropuerto de Estambul está muy bien preparado para las horas de escala. Los vuelos Tashkent-Xiva-Tashkent los efectuamos en un avión de hélice de Uzbekistan Airways y los trayectos Tashkent-Almaty-Astaná, con Air Astana, que nos pareció una magnífica compañía.

La Ruta de la Seda (1): Uzbekistán

Desde la de Sevilla, he estado en la mayoría de las EXPO’s y en junio de 2017 le tocaba el turno a la de Astaná, en Kazajistán, así que con esta disculpa realizamos un viaje a ese país, aunque el que realmente nos interesaba era Uzbekistán y, sobre todo, un lugar tan conocido en la Ruta de la Seda como Samarcanda. La pega es que viajamos en junio, mes en el que hace bastante calor y que nuestro viaje coincidía con el Ramadán, en un país en el que el 88% de su población profesa la religión musulmana sunita.

Tashkent, la capital de Uzbekistán, supuso la puerta de entrada en un mundo desconocido para nosotros. Para aclimatarnos, tras dormir un poco pues habíamos tenido viaje nocturno, el día de llegada lo dedicamos a recorrer el centro de la ciudad, dejando para más adelante la parte monumental. Pronto descubrimos que es una ciudad moderna y que cuenta con un buen servicio de metro. Para acceder a él tuvimos que pasar por el detector de metales, ejemplo de la seguridad que se percibe en todo el país. Vimos el edificio del Circo y enseguida nos dimos cuenta de que hambre no íbamos a pasar, pues en muchos lugares y a todas horas preparan diferentes brochetas y una especie de empanadillas. También hay vino y cerveza.

Como he comentado con anterioridad, el principal objetivo del viaje era conocer Samarcanda, por lo que le segundo día de viaje ya estábamos instalados en esta ciudad (el viaje en tren dura solo 2 horas), aprovechando la tarde para conocer dos extraordinarios lugares. Primero nos dirigimos al Mausoleo Amir Temur, magnífico ejemplo de arquitectura islámica, donde está enterrado el conquistador Tamerlán. Luego nos dirigimos a uno de los lugares más espectaculares de Asia Central, la plaza de Registán, a la que se asoman las madrazas Ulugh Beg (siglo XV), Sherdar (siglo XVII) y Tilla-Kari (siglo XVII). Quedamos tan extasiados que volvimos a ambos lugares después de cenar, para contemplarlos en su versión nocturna. Por el temor a viajar a países musulmanes, había poco turismo en Samarkanda, predominando el español.

Al día siguiente continuamos recorriendo la monumental Samarcanda, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Todos los días hacemos lo mismo, contratar un taxi por horas a través del hotel para movernos por las ciudades. Es muy barato. De este segundo día me quedo con tres imágenes, la Mezquita Bibi Xonim, frente a la que se encuentra el Bazar de Siyob, un gran mercado (¡qué buenos son los tomates!), y el Observatorio Mirzo Ulugbek, del siglo XV, que cuenta con el sextante de piedra más grande del mundo. En el mercado le pedimos al conductor que nos cambie dinero. La moneda local es el som y en el mercado negro se obtiene un cambio mucho más favorable.

Por primera vez, en Samarcanda tuvimos ocasión de degustar una comida típica en un restaurante tradicional y abarrotado de gente a mediodía. La ensalada de tomate y pepino acompaña siempre a cualquier comida, en la que el plato fuerte fue el plov, a base de arroz, pimientos, garbanzos y carne de cordero. Tampoco faltó el riquísimo pan de Samarcanda, calentito, recién sacado de un horno de barro, todo acompañado por una botella de vino local. Pero, no estamos en Ramadán? La herencia soviética pesa mucho y no solo en el idioma.

Los sábados y domingos tiene lugar en Urgut, distante 39 km de Samarcanda por una carretera llena de baches, un impresionante mercado, del que dicen que es el mejor lugar de Uzbekistán para hacer compras. Situado a los pies de las montañas de Zeravshan, este gran bazar parece un centro comercial, pues en él puedes encontrar de todo: alimentación, ropa, electrodomésticos, juguetes, tapices, telas y un largo etcétera, eso si, todo ordenado por secciones.

Nuestro siguiente destino es Shakhrisabz, distante 85 kilómetros de Samarcanda, a donde regresaremos a dormir, así que continuamos viaje en dirección a la frontera con Afganistán. Poco a poco vamos ganando altitud, hasta pasar por un puerto situado a 1788 metros, donde un cartel nos indica que abandonamos Samarcanda. En el descenso, nuestro conductor nos propone parar a comer en un lugar de lo más pintoresco y tradicional. Hoy toca cordero, preparado de dos formas, guisado y al horno. Parece que comemos sentados en una cama, con una mesa en el centro.

A primera hora de la tarde, con un calor terrible, llegamos a nuestro destino Shakhrisabz, pequeña ciudad que alberga un conjunto de palacios, mezquitas, madrazas y tumbas, por los que la UNESCO la ha incluido en la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad. Todo lo que hay que ver se alinea en torno a una gran avenida peatonal y ajardinada, completamente nueva, pues los árboles son tan jóvenes que no nos protegen del sol. Me quedo con lo situado en los dos extremos de este paseo, los restos del palacio Ak Saray, construido por Tamerlán en el siglo XIV, y el complejo Dorut Tiloval, en el que destaca la mezquita Kok Gumbaz, del siglo XV. Nos ha costado encontrar un bar abierto para comprar agua. El calor es tan intenso que igual debíamos haber cogido el pequeño autobús eléctrico que recorre todos los sitios de interés.

INFO: Para entrar en Uzbekistán se necesita visado. Aunque estamos en la Ruta de la Seda, el viaje Tashkent – Samarcanda (2 h) – Bukhara (1,5 h) – Tashkent, no lo efectuamos en camello sino en un tren español de alta velocidad, el Talgo-Afrosiyab. Dado que resultaba imposible por Internet, los billetes los conseguimos a través de la agencia Advantour de Tashkent (www.advantour.com). Las estaciones de tren, como los aeropuertos, son muy modernas, teniendo que pasar tres controles antes de acceder al tren, por temor a los atentados yihadistas.