AUVERNIA, tierra de volcanes y de románico

Concluyo el relato del viaje realizado por Francia de 12 al 27 de junio pasado, que dejaba la pasada semana en Colmar (Alsacia). El 23 de junio iniciamos la siguiente fase con un viaje de 556 km hasta la capital de la antigua región histórica de Auvergne (Auvernia), Clermont-Ferrand. Las tres siguientes noches las pasamos en el confortable Hotel Ibis Styles Clermont-Ferrand République. Como dejó de llover, a media tarde cogimos el tranvía y nos trasladamos al centro y, más en concreto, a la place de la Victoire, donde se encuentra la oficina de turismo y la fuente de Urbain II. A la plaza se asoma la elegante catedral gótica de Nuestra Señora de la Asunción, en buena parte construida en el siglo XIII. Sobre las 6 de la tarde el comercio cierra sus puertas y la ciudad languidece, hasta en torno de las 19:30 h cuando las terrazas de los bares están abarrotadas. Estamos en tierra de volcanes, aquí llamados puys y de enormes iglesias románicas. De ambas cosas guardo un grato recuerdo de cuando recorrí esta zona en mayo de 2005. Nos gustó tanto que dos meses después repetimos, visitando más iglesias y volcanes.

El 24 de junio amaneció chispeando, así que optamos por el plan B, consistente en visitar varias iglesias románicas, comenzando en el propio Clermont-Ferrand con la basílica de Notre-Dame-du-Port (siglo XII), que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, dentro del Camino de Santiago en Francia. Prestamos especial atención a los capiteles, que llaman más nuestra atención por estar policromados en nuestra siguiente cita, la abadía benedictina de Saint-Austrmoine, en el pueblo de Issoire. También del siglo XII, es probablemente la iglesia que más me gusta. Hay que destacar lo enormes que son, pensando en lo pequeñas que suelen ser nuestras ermitas románicas.

Las dos siguientes iglesias las tenemos bastante cerca, encontrándose la siguiente en el pueblo de Brioude. Se trata de la basílica de Saint-Julien, construida entre los años 1060 y 1180. Es la iglesia románica más grande de Auvernia, llamando especialmente mi atención las columnas con pinturas y, sobre todo, los frescos del siglo XII situados en la bóveda de la capilla de Saint-Michel. Tras la visita aprovechamos para comer, desplazándonos luego a Lavaudieu, donde se encuentra la abadía e iglesia de Saint-André, en la que destaca el claustro, el único románico de Auvernia, con sus curiosos capiteles. También es relevante el Refectorio, adornado con una pintura mural del siglo XII.

Como la tarde ha quedado preciosa decidimos alargar el viaje hasta una ciudad que me encanta, Le Puy-en-Velay, conocida por ser el principal punto de partida del Camino de Santiago en Francia, por los encajes y por las lentejas verdes. Antes de llegar nos detenemos para contemplar la Fortaleza de Polignac. Poco después lo hacemos para disfrutar de una vista panorámica de la ciudad, de la que sobresalen la capilla de Saint-Michel d’Aiguilhe, construida sobre un pitón volcánico de 80 metros de altura, la roca Corneille sobre la que se levanta la imagen de Notre-Dame de France y la curiosa Catedral, a la que subimos, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

25 de junio. Siguen indicando lluvia, pero ha amanecido un día precioso. Seguimos “de románico”, teniendo la primera cita en Saint-Nectaire, preciosa iglesia del siglo XII, que guarda dos joyas de la misma época, el busto de Saint-Baudime, realizado en cobre dorado, y la imagen de Notre-Dame-du-Mont-Cornadore, de madera policromada. Subimos al Puy de Sancy, del que luego os hablo y, por la tarde nos acercamos a Orcival para visitar la iglesia románica de Notre-Dame, que guarda la imagen de la Virgen de Orcival. Llamaron mi atención la enorme cripta y las estaciones colgadas de las paredes. Y la lluvia llegó.

Entre las dos iglesias anteriores nos acercamos a Le Mont Dore, estación termal e invernal sobre la que se levanta la montaña más alta de Auvernia, el Puy de Sancy (1886 m). En 2005 realizamos una buena travesía desde esta montaña pero en esta ocasión nos limitamos a subir a su cumbre, mirando al cielo por la amenaza de lluvia. La ascensión es muy sencilla, pues se sube en teleférico hasta 1755 metros de altitud. A partir de allí hay que caminar por pasarelas y escaleras de montaña, para nos estropear la sensible pradera, subiendo primero hasta el Pas de l’Ane (1815 m) y de allí a la cumbre. Pasadas las dos de la tarde tuvimos la suerte de poder comer una rica hamburguesa en el restaurante Azur Sancy, partiendo después hacia Orcival, realizando tres paradas por el camino para fotografiar el Lac de Guéry, las Roches Tuilliere et Sanadoire y un grupo de vacas.

De regreso a Clermont-Ferrand, como llovía y había niebla descartamos ir al Puy de Dome, acercándonos a Mozac para visitar la iglesia románica de Saint-Pierre, del siglo XII como casi todas, en cuyo interior destaca el relicario esmaltado de Saint-Calmin, pudiendo tocar con las manos varios esculpidos capiteles, pues se encuentran en el suelo. El 26 de junio iniciamos el regreso a casa. De camino pensábamos subir al Puy Mary, pero debido a que llovía sin parar cambiamos de planes y nos acercamos a otra interesante iglesia románica que no conocíamos, la de Notre-Dame de Saint-Saturnin, también del siglo XII, yendo a dormir hasta el Hotel Ibis Pessac, cerca de Burdeos, donde nos alojamos la primera noche.

Con estas tres entregas de nuestro último viaje por Francia he pretendido tan sólo mostraros el “escaparate” de cuanto hemos visto, por si os animáis a realizarlo. Espero más adelante presentaros con más detalle los lugares más interesantes. Eso sí, tened en cuenta que la crisis también ha llegado a Francia y con ella los recortes, que la gasolina está más cara que aquí especialmente en las autopistas, que hay que pagar muchos peajes, que los servicios han caído por falta de mano de obra y que muchos lugares que antes no cerraban al mediodía, ahora lo hacen, como restaurantes de carretera y teleféricos.

Destino Alsacia (y 2): Alto Rin y Selva Negra (Alemania)

Continúo el relato de mi último viaje por Alsacia que dejaba la pasada semana en Estrasburgo. Sin salir de esta región, el 18 de junio cambiamos de hotel, trasladándonos al Ibis Colmar Est, situado en las afueras de Colmar, a tan sólo 80 km de nuestro hotel anterior. Seguimos en Alsacia y más en concreto en el departamento de Alto Rin, pues de camino nos detuvimos en dos pueblos, siendo el primero Obernai, que cuenta con una hermosa plaza del Mercado (place du Marché), en cuyo centro se encuentra la fuente de Sainte-Odile, desde la que contemplamos el Ayuntamiento, el Beffroi o Torre de la Capilla y el Halle au Blé.  A un paso tenemos el pozo de los Seis Cubos y la iglesia de los santos Pedro y Pablo. Sin salir del departamento, la siguiente cita la tenemos en Selestat, donde los principales edificios son la Tour Neuve y las iglesias de Sainte-Foy (románica). y Saint-Georges (gótica), llamando la atención la veintena de juegos de madera para niños, que vimos repartidos por la población.

Cambiamos de departamento, pasando al de Bajo Rin, donde pernoctamos las siguientes cinco noches alsacianas, para acercarnos al castillo Haut Koenigsbourg, del que guardo un buen recuerdo de cuando lo visité hace veinte años. Situado a 800 metros de altitud, rodeado de viñedos, sus orígenes se remontan al siglo XII, aunque se encuentra en magnífico estado gracias a la restauración concluida en 1908. Entre el calor que hacía y la cantidad de escaleras con que cuenta, optamos por no subir a las torres, desplazándonos luego a comer a un restaurante cercano, L’Orée du Chateau, donde degustamos unas ricas salchichas con ensalada y patatas fritas. Pensábamos haber visitado otra localidad que ya conocíamos, Kayserberg, pero con 38 grados de temperatura decidimos refugiarnos en el aire acondicionado del hotel.

Domingo 19 de junio. Tratando de evitar el intenso calor, decidimos desplazarnos a la alemana Selva Negra. Habíamos pensado en el lago Titisee, pero eso mismo pensaron muchísimos franceses, suizos y alemanes. Nos sorprendió que los aparcamientos de otros lagos más pequeños estaban abarrotados pese a contar con parquímetro. Luego supimos que en los lagos franceses parece ser que está prohibido el baño. Nuestro destino fue una pequeña cascada, de nombre Menzenschwander Waterfall, por cuyo entorno caminamos un rato. Al menos en altitud, la temperatura era más soportable.

Comemos en un italiano pagando por tercera vez en efectivo, ya que en ningún restaurante alemán nos han aceptado la tarjeta de crédito, llenamos luego el depósito de gasolina pues en Alemania estaba a menos de 2 € y nos dirigimos a Freiburg im Breisgau, oficiosa capital de la Selva Negra en la que, tras tomar un helado y un café, nos arrastramos por sus desérticas calles, ya que los domingos está todo cerrado. Menos mal que en el interior de la Freiburger Münster, la gótica Catedral, hacía fresquito. En la plaza que preside se encuentra el colorista Almacén Histórico (Kaufhaus). También nos agradó el antiguo Ayuntamiento y la Torre Martinstor. Lo malo fue el regreso a Colmar, pues tuvimos un gran atasco en el que tardamos una hora en recorrer 5 km de autopista, perdiendo el ahorro de la gasolina.

Para el 20 de junio hemos dejado la visita de los pueblos que más nos gustaron del departamento de Alto Rin (Haut-Rhin) cuando viajamos a Alsacia en 2002, comenzando en Bergheim, al que accedemos por la Grand Rue, sobre la que se levanta la monumental puerta de Obertor. Recorremos el casco antiguo, que luego bordeamos por el exterior de la muralla, fotografiando las diferentes torres. La siguiente cita la tuvimos en una pequeña joya de nombre Ribeauvillé. La mayoría de sus hermosas y monumentales construcciones se asoman a la calle principal, la Grand Rue, que se va abriendo formando diferentes plazas, pero que otras veces se estrecha, teniendo que pasar bajo la airosa Tour des Bouchers.

El tercer pueblo que visitamos, Riquewihr también se articula en torno a una calle principal, en este caso la del Général de Gaulle, a la que se asoman los principales edificios. Accedemos a la población desde la place des Charpentiers, donde se encuentra el aparcamiento, pasando bajo sus dos principales construcciones, la Porte Haute y la Tour Dolder. Se ha echado la hora de comer optando nuevamente por la cocina alsaciana, con el cerdo como protagonista, en Au Tire Bouchon, un buen restaurante por cierto. Los treinta y muchos grados nos vuelven a tirar al aire acondicionado del hotel, pero a media tarde nos desplazamos a la capital administrativa de Alto Rin, Colmar, cuya visita es obligada, para disfrutar de sus preciosos rincones, entre los que destacan la Pequeña Venecia (Petite Venise), la rue de la Poissonerie, la Colegiata Saint-Martin, la Casa Pfister y la Maison des Tetes. En otra ocasión volveré a hablar con más detalle de estos lugares.

Empachados de tantos monumentos, el 21 de junio decidimos dedicarlo a la naturaleza, realizando en coche una ruta de casi 200 km por la zona de los Vosgos, acercándonos sucesivamente a cuatro lagos, Blanc, Noir, por cuya orilla caminamos un rato, Forlet, también llamado des Truites y Vert. Bordeamos luego el monte Hohneck, contemplando desde lo alto otros lagos y varios rebaños de vacas, deteniéndonos a comer de bocata en unas mesas al borde de la carretera. Luego tocó caminar, algo menos de una hora entre ida y vuelta, para subir al punto culminante de los Vosgos, el Grand Ballon (1424 m). Como hemos pasado la jornada a bastante altitud, hemos disfrutado de una magnífica temperatura pero, en cuanto descendemos al valle, volvemos a la cruda realidad de los más de 30 grados, así que en Thann nos limitamos a un corto paseo, pues su principal monumento es la gótica Colegiata de San Theobald, en cuyo interior se estaba de maravilla. Lo peor fue el caos circulatorio que ocasionó el Día de la Música, que se celebra en casi todos los pueblos, que se dejan peatonales.

22 de junio, último día en Alsacia. Como la previsión era de lluvia, cosa que agradecimos, optamos por un plan B, desplazarnos a la capital económica de Alto Rin, Mulhouse. Como llovía poco nos animamos a recorrer un poco su centro histórico, que se articula en torno a la Place Reunion, a la que se asoman la iglesia de Saint-Étienne y el Antiguo Ayuntamiento. Siguiendo las recomendaciones de la Oficina de Turismo, nos desplazamos luego en tranvía hasta el Musée National de l’Automobile, uno de los más importantes museos del automóvil del mundo. Merece la pena pagar los 18 € que cuesta la entrada. De nuevo en el centro, como el tiempo mejoró, antes de regresar a Colmar dimos un agradable paseo por el Parc à Sculptures.

Tras pasar 9 noches en Alsacia, sigo manteniendo que es la región francesa que más me gusta. Hemos disfrutado de sus pueblos, de los viñedos y de la presencia de las cigüeñas, el emblema de la zona. Eso sí, hemos salido un poco saturados de comer cerdo, tanto que el último día pedimos en el hotel que nos prepararan para cenar huevos fritos con patatas. Otra cosa buena es que en todos los pueblos hay amplios aparcamientos, la mayoría gratuitos, aunque en el centro suele haber OTA, pero gratis, siendo necesarios los antiguos relojes que aquí pasaron a la historia, así que estamos agradecidos al transportista que nos regaló uno en Wissembourg, el segundo día. El viaje continúa, pero será en Auvernia, de donde espero hablar la próxima semana.

Destino Alsacia (1): Bourges, Nancy y Bajo Rin

Del 12 al 27 de junio realizamos el cuarto viaje del año, en esta ocasión de 16 días, teniendo como destino lugares en los que en la mayor parte ya habíamos estado con anterioridad, caso de Nancy y Alsacia (en junio de 2002) y Auvernia (en mayo y julio de 2005). En total hemos recorrido 4.417 km en coche, 112 a pie y unos cuantos en tranvías de tres ciudades. Lo peor ha sido el elevado precio de la gasolina, pues hemos gastado en repostar 701 €, a los que hay que añadir más de 200 de peajes de autopistas. Vamos, que en transporte hemos gastado más que en los viajes a La Palma y Menorca juntos. El dormir tampoco ha resultado barato pese a que hemos optado las 15 noches por los sencillos Hoteles Ibis, en los que he viajado por todo Europa, comprobando que los precios han subido con la pandemia y la calidad se ha desplomado. Mientras que en el de Colmar Est nos trataron de maravilla, preparándonos unos huevos fritos con patatas para la última cena, nunca volveré al Strasbourg Avenue du Rhin, donde nos castigaron sin cenar, primero adelantando la hora de cierre a las 21:00 pese a que en los carteles del hotel ponía una hora más tarde y las dos noches siguientes alegando que tenían un grupo, de Fuerteventura por cierto. Tampoco nos perdimos nada, pues los canarios nos comentaron que la comida era penosa. Este hotel no era nada barato (414,20 € las cuatro noches con desayuno), pues las habitaciones eran minúsculas y las parcelas del aparcamiento de pago en versión reducida. Vamos, un lugar para no recomendar.

Como Alsacia queda muy lejos de Leioa, salimos el 12 de junio por la tarde, para hacer una noche de paso en Pessac, en la periferia de Burdeos y fijamos como primer destino para el 13 de junio, Bourges, de forma que nos quedara la tarde libre para visitar la Catedral de Saint-Etienne, una de las obras maestras del arte gótico que, desde 1992, forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Construida entre los siglos XII y XIII, cuenta con excelentes imágenes y vidrieras. Recorrimos también su centro histórico, en especial la rue Bourbonnoux y la place Gordaine, a las que se asoman hermosas casas con entramados de madera en su fachada. Lo malo es que aquí empezamos a sufrir la ola de calor que nos acompañó durante 10 días, acostumbrándonos a pasar las tardes con temperaturas de 38 grados, a cenar con 30 y a desayunar con 27. Menos mal que para dormir y viajar teníamos aire acondicionado.

Al día siguiente, 14 de junio, todavía teníamos muchos kilómetro hasta Estrasburgo, así que, para no tener la sensación de estar todo el día en una autopista y de paso estirar las piernas, decidimos parar algo más de una hora en un lugar que me encantó en el viaje anterior, Nancy, aunque en esta ocasión nos limitamos a tomar un café en la preciosa plaza Stanislas que, desde 1983, forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, junto a otras tres cercanas plazas a las que también nos acercamos, la de la Carrière y la de la Alliance. También vimos la Catedral, pues junto a ella se encontraba el parking en el que aparcamos el coche.

Tras conducir durante más de 1.500 km, el 15 de junio decidí no tocar el coche, así que nos desplazamos en tranvía hasta el centro de Estrasburgo, cerca de la plaza Kléber. Desde 1988, esta ciudad forma parte también del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. A media mañana tomamos un barco que, durante hora y cuarto, recorre los canales, la Petite France, los Puentes Cubiertos y la zona en la que se encuentran el Parlamento Europeo y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La excursión merece la pena, aunque pasamos muchísimo calor. Tras salir del barco, aprovechamos que la gente estaba comiendo para visitar el interior casi vacío de la monumental Catedral, comiendo a continuación un rico codillo con chucrut (jarret braisé) en el restaurante Au Dauphin, un lugar a recomendar situado frente a la Catedral y la emblemática Casa Kammerzell. Fue la mejor relación calidad-precio del viaje. La tarde la dedicamos a volver a visitar, ahora a pie, la Petite France y los Ponts Couverts.

El plan para el día 16 de junio consistió en recorrer unos 200 km por el departamento del Bajo Rin (Bas-Rhin), regresando a Estrasburgo por la vecina Alemania. Pese a haber sido integrada en 2016 en la nueva región de Gran Este con bastante oposición, Alsacia sigue conservando un estatus especial desde 1921 como “colectividad europea de Alsacia”. Personalmente es la región francesa que más me gusta, contando con preciosos pueblos como el primero que visitamos, Hunspach, en el que todas sus casas (filas superiores del collage) son de postal. La segunda parada fue en el florido pueblo de Seebach, en el que destaca su coqueto Ayuntamiento.

El tercer y último destino del Bajo Rin fue una población bastante más grande y con más personalidad, Wissembourg, situada en el extremo norte del departamento, haciendo frontera con Alemania. Su edificio más representativo es la iglesia abacial de Saint-Pierre-et-Saint-Paul, en cuyo interior destacan la capilla del Sagrado Corazón y los frescos góticos sobre la vida y pasión de Cristo. Cuenta también con un notable centro histórico, en el que destacan la Maison du Sel y el Ayuntamiento. Aprovechamos para comer en esta población antes de continuar el recorrido.

Tras la comida cruzamos los cuatro brazos que aquí tiene el caudaloso río Rin, continuando en dirección a Estrasburgo un centenar de kilómetros hasta Gengenbach, pequeña localidad alemana que presume de ser la joya medieval de la Selva Negra. Al llegar nos sorprende encontrar todo el comercio cerrado y muchas banderas amarillas y blancas. Pronto descubrimos que es el Corpus, festivo en buena parte del sur de Alemania. El rincón más hermoso es la Plaza del Mercado (Marktplatz), en cuyo centro se encuentra la monumental fuente Röhrbrunnen. A la plaza se asoman el Ayuntamiento (Rathaus) y el Palacio de Löwenberg. Cuenta también con otros notables edificios como la iglesia de Santa María y dos impresionantes puertas-torre de nombres Obertor y Kinzigtor. También llamó mi atención la fuente en forma de grupo escultórico dedicada al Carnaval. Estamos a 40 km de Estrasburgo.

El 17 de junio, última jornada en el Bajo Rin, tuvimos otros 200 km de viaje, pues nos desplazamos nuevamente hasta el extremo norte del departamento para conocer el Parque Natural de los Vosgos del Norte, deteniéndonos en primer lugar en la Casa del Parque, en La Petite-Pierre. Nuestro destino final es Roppeviller, donde aprovechamos para comer en el Restaurant Lorrain, muy bien y barato por cierto. De este pequeño pueblo parte el circuito circular del “Rocher d’Altschlossfelsen”, de unas dos horas de marcha, que tiene como principal destino estas hermosas y rojizas formaciones rocosas situadas en la vecina Alemania, por cuya muga caminamos.

Más adelante volveré a hablar de algunos de estos lugares con mayor amplitud. Estamos en el sexto día de viaje, pernoctando por cuarta noche consecutiva en Estrasburgo, la capital de Alsacia, aunque todavía pasaremos otras cinco en esta colectividad europea, cerca de la ciudad de Colmar, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

Las Edades del Hombre en Plasencia (Cáceres)

No suele ser nada habitual que la exposición “Las Edades del Hombre” salga de la comunidad de Castilla y León, pero este año se ha desplazado a tierras extremeñas y más en concreto a la localidad cacereña de Plasencia, una población que me gusta y en la que he estado en varias ocasiones, la última el pasado año. Bajo el lema “Transitus” la XXVI edición de “Las Edades del Hombre” tiene como escenario la Catedral de Plasencia hasta el mes de diciembre. El recorrido consta de 7 capítulos y un epílogo, pudiendo contemplar 180 obras de arte sacro de artistas de la talla de Zurbarán, El Greco y Gregorio Fernández. La imagen del cartel de la exposición está sacada del manuscrito “Placentiae urbis et eiudem episcopatis, descriptio” (Descripción de la ciudad y obispado de Plasencia), de Luis de Toro, documento datado en el año 1573.

La Catedral es el principal monumento de Plasencia. Aunque el interior estará completamente modificado para mostrar la exposición de “Las Edades del Hombre”, es de obligada visita cuando nos acercamos a esta ciudad. En realidad son dos edificios solapados, que ahora no resulta fácil diferenciar. La Catedral Vieja o de Santa María fue construida entre los siglos XIII y XIV en estilo románico, destacando en ella el claustro. Por su parte la Catedral Nueva fue proyectada a finales de siglo XV, siendo dirigida por arquitectos de la talla de Juan de Álava, Francisco de Colonia, Diego de Siloé y Rodrigo Gil de Hontañón, con objeto de sustituir a la Catedral Vieja.

Seguimos recorriendo la Catedral. La parte izquierda del collage corresponde a la Catedral Nueva y más en concreto a lo que más me atrajo de ella, el retablo mayor, junto al que se encuentra el de la Asunción. El retablo mayor fue tallado por el imaginero Gregorio Fernández y su escuela vallisoletana, contando con pinturas de los madrileños Francisco Rizi, Luis Fernández y Mateo Gallardo. En la parte derecha tenemos a una de las joyas de la Catedral Vieja, la Sala Capitular. En ella se encuentra también el Museo Catedralicio, del que vemos alguna de sus obras.

Siguiendo en la Catedral Nueva nos detenemos en otra de sus joyas, la sillería del Coro, de madera de nogal, que cuenta con cientos de figuras talladas a finales del siglo XV por el maestro Rodrigo Alemán. En el presbiterio se encuentra un sepulcro con la escultura orante del que fuera obispo de la diócesis de Plasencia en el siglo XVI, Pedro Ponce de León. Frente a ella tenemos la monumental puerta de la sacristía, realizada por Francisco de Colonia y Juan de Álava en estilo plateresco. También llamó nuestra atención el órgano.

542 km separan Leioa de Plasencia, que se cubren en poco más de 5 horas, pues todo el viaje se efectúa por autopista y autovías. Una buena opción para pernoctar es el Parador de Plasencia **** (https://www.parador.es/es/paradores/parador-de-plasencia), pues es como alojarse dentro de un museo, ya que se trata de un edificio histórico que se ubica en el antiguo convento de Santo Domingo, construido en el siglo XV en estilo gótico. Tras recorrer la ciudad, resulta relajante sentarse a tomar algo en la terraza de la cafetería, situada en el claustro, o darse un chapuzón en la piscina si hace calor. Tiene una puntuación de 9,5.

Plasencia cuenta con un destacado conjunto monumental, así que aprovechamos para callejear por el centro histórico. Nada más salir del Parador tenemos el convento de San Vicente, que alberga el Museo de la Semana Santa. Al lado se encuentra el Palacio del Marqués de Mirabel (siglo XV) y, en frente, la iglesia de San Nicolás (siglo XIII). Pronto vemos la Casa de los Carvajal, frente a la que vemos la curiosa escultura “Escena 3”, de Antonio Morán. La calle Zapatería nos conduce a la Plaza Mayor, marco ideal para sentarnos en una terraza mientras contemplamos la torre de la iglesia de San Esteban y la Casa Consistorial, con el Abuelo Mayorga situado en su tejado. Es el autómata que se encarga de dar las horas a la población.

A un paso tenemos el acceso a la Catedral Vieja que cuenta con interesantes edificios en su exterior, siendo el más notable la Casa del Deán, en la que destaca un gran balcón en ángulo neoclásico-corintio, coronado por un monumental escudo. También contemplamos el Obispado y la escultura de Manuel García Matos. En nuestro peregrinar por el centro histórico, sucesivamente nos vamos deteniendo ante la Casa de las Argollas, el Auditorio, que ocupa la antigua iglesia de Santa Ana, el Teatro Alkazar, la plaza de Torre Lucía, la iglesia románica del Salvador y la Casa de los Almaraz, de estilo herreriano.

Un buen lugar para pasear consiste en bordear la muralla medieval, de 2,39 km de perímetro, construida a finales del siglo XII con fines defensivo, que protege el casco antiguo desde la fundación de la ciudad. Nos detuvimos en dos de sus puertas, las que más nos gustaron, comenzando en el Cañón de la Salud, una peculiar estructura que se construyó entre 1721 y 1723 en lo que originalmente era la puerta de Trujillo. La otra, mucho más auténtica es la de Berrozanas, aunque su actual aspecto renacentista data de 1571. Concluimos este apresurado recorrido por Plasencia en el el acueducto medieval del siglo XVI, conocido como los Arcos de San Antón.

El horario de la exposición “Las Edades del Hombre” es de 10 a 14 y de 16 a 20 h, de martes a viernes, no cerrando a mediodía los sábados y domingos. El precio de la entrada individual es de 6 euros.