Parque Nacional Talampaya (Argentina)

En nuestro primer viaje por esta parte del mundo recorrimos la Patagonia argentina y chilena, además de Iguazú. En el segundo, el NOA argentino (Salta y Jujuy), además del chileno Desierto de Atacama, dejando para el tercero, la argentina región de Cuyo, Santiago de Chile y Rapa Nui, la isla de Pascua. Realizado del 1 al 19 de octubre de 2019, fue nuestro último gran viaje antes de la pandemia. El principal objetivo en el lado argentino fue recorrer sus parques nacionales, centrándonos en esta ocasión en el de Talampaya, ubicado en el centro oeste de la provincia de La Rioja, que en el año 2000 pasó a formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO junto al Parque Provincial Ischigualasto, del que hablaré en otra ocasión.

Para conocer esta zona nos alojamos tres noches en el Hotel El Chiflon Posta Pueblo, situado en el km 73 de la Ruta 150, en el municipio de Paganzo, limítrofe con la provincia de San Juan. La verdad es que fue un acierto, pues fue un confortable alojamiento situado en el Parque provincial El Chiflón (La Rioja), así que no nos resultó extraño que una tarde, cuando tomábamos un vino en la terraza de la habitación, se acercara un pequeño zorro en busca de comida. Una de las noches encargamos un cabrito para cenar, aquí llamado chivito, en el cercano Comedor Ruta 150, en el que también venden gasolina, pues no hay surtidores en la zona.

Dedicamos una jornada completa a conocer el Parque Nacional Talampaya, cosa que no se puede hacer con el vehículo propio, teniendo que contratar los servicios en cada uno de los dos centros de información existentes. Dedicamos la mañana a recorrer el Cañón Arco Iris a bordo de una furgoneta, circulando por el cauce seco de un río, convertido en una especie de arenal de playa. Pronto tuvimos la suerte de contemplar un grupo de guanacos.

El topónimo Talampaya parece significar en lengua diaguita algo así como río seco de tala, en referencia a la especie vegetal local del mismo nombre. Pronto comenzamos a contemplar los tonos rojos, ocres, rosas y grises que caracterizan este Parque Nacional. Cuando salimos a caminar hay que hacerlo con precaución, llevando un calzado adecuado y mirando donde se pisa, pues en la zona hay serpientes como la yarará ñata, yarará chica, yarará grande, coral y cascabel.

Nuestro recorrido concluye en el Cañón Arco Iris, por donde efectuamos el más largo recorrido a pie, caminando hasta la llamada Ciudad Perdida, mientras disfrutamos de las tierras coloradas, de las curiosas formaciones rocosas y de las escarpadas paredes. De nuevo en la furgoneta regresamos al punto de partida para desplazarnos con nuestro coche hasta la siguiente cita, el Cañón de Talampaya.

Cambiamos de lugar pero sin salir del parque. Nos dirigimos ahora al centro de visitantes más grande de los dos, el del Cañón de Talampaya, donde contratamos la excursión para la tarde, para así poder comer en su restaurante, un lujo en esta zona tan despoblada. Este segundo recorrido lo efectuamos en un camión todo terreno carrozado como autobús, con el que efectuamos varias paradas.

El Cañón de Talampaya es mucho más espectacular que el Arco Iris, que recorrimos por la mañana. La primera parada la tenemos en una zona muy original, debido a los petroglifos labrados en la roca. Estamos en Puerta Talamapaya, donde a lo largo de 400 metros contemplamos el arte rupestre de los pueblos originarios de la zona.

La siguiente parada la efectuamos en el lugar más espectacular del Parque Nacional Talampaya. Se trata de la zona conocida como la Catedral gótica, debido a las curiosas formaciones rocosas del enorme acantilado. Aunque brevemente, observamos como se asoma al valle un grupo de guanacos. También vemos como el cóndor pasa, algo que nos hace mucha ilusión.

Seguimos recorriendo el Parque Nacional Talampaya, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Nuestro circuito concluye en el lugar más hermoso de todos, pues ante nosotros tenemos la curiosa formación rocosa conocida como “el Monje”. Desde aquí efectuaos un pequeño recorrido a pie hasta el Cañón de Shimpa. La excursión de la tarde nos ha encantado. Ha sido un día para no olvidar.

Todavía pasamos otro día completo en la zona, que dedicamos a recorrer los Parques Provinciales de El Chiflón e Ischigualasto, pero de ellos hablaré en otra ocasión.

MATARRAÑA / MATARRANYA (Teruel): La Toscana aragonesa

Del 26 al 29 de octubre, justo antes de que cambiaran la hora y desapareciera la tarde, hemos realizado la séptima y supongo que última escapada del año con destino Aragón, teniendo como objetivo la llamada Toscana aragonesa que no es otra cosa que la comarca turolense de Matarraña / Matarranya. Es una zona bastante montañosa situada en las estribaciones del sistema Ibérico y limítrofe con las provincias de Tarragona y Castellón, en la que se habla catalán. Toma el nombre del río Matarraña que la atraviesa, contando con pueblos con aire medieval y renacentista, teniendo como capital administrativa a la población de Valderrobres, cuya población ronda los 2.500 habitantes, aproximadamente el 30% del total de los 18 municipios de la comarca.

Distante 426 km de Leioa, el Parador de Alcañiz fue nuestro campamento base para esta escapada, alojándonos tres noches en ese monumental edificio que en los siglos XII-XIII fue el castillo-convento de los Calatravos. Antes de llegar nos detuvimos en el monumento al Tambor, instrumento emblemático de Teruel, dedicando parte de la tarde a una visita guiada, muy buena por cierto, que comenzó disfrutando de la pintura mural gótica de la Torre del Homenaje del castillo, para continuar por uno de los secretos de Alcañiz, una red de pasadizos subterráneos, concluyendo en la plaza de España, presidida por la excolegiata barroca de Santa María la Mayor y el conjunto que forman la Lonja gótica, de finales del siglo XIV, y la renacentista Casa Consistorial, edificada en 1570. Un buen comienzo de la escapada.

Dedicamos los dos días siguientes a la comarca de Matarraña / Matarranya, comenzando la jornada del 27 de octubre con uno de los puntos fuertes de esta escapada, desplazándonos al pueblo de Beceite, en cuyas proximidades se encuentra la Ruta del Parrizal/Parrissal un precioso recorrido al que se accede desde el parking nº 3. En total son unos 4 km de ida y otros tantos de vuelta, realizando los primeros 800 metros por una pista, deteniéndonos para contemplar las pinturas rupestres de la Fenellassa (3500 aC). Luego comienza el recorrido remontando el curso del río Matarraña, caminando con frecuencia por pasarelas de madera muy bien instaladas. Tras una buena subida por un sendero, se llega al tramo final, los majestuosos “Estrets del Parrissal” (Estrechos del Parrizal), un cañón de unos 200 m de longitud y paredes de 60 metros de altura que se recorre por una nueva ruta de pasarelas. Para acceder a esta lugar hay que pagar 5 € por persona a través de la web https://entradasbeceite.arteyocio.com/ruta-del-parrizal/. Hay cupos.

Tras tomar algo en el kiosoko del aparcamiento del Parrissal, como se había echado la hora de comer decidimos hacerlo en la capital de la comarca, Valderrobres, “uno de los pueblos más bonitos de España”. Antes de acceder a él vemos que destaca desde lejos el conjunto formado por el castillo y la iglesia de Santa María la Mayor. Tras comer unos robellones en el restaurante Salt, cruzamos el río Matarraña por el puente de Hierro, caminando por el casco antiguo hasta el puente de Piedra. Antes de cruzarlo nos encontramos con el Ayuntamiento y la puerta de San Roque. Tras el paseo monumental nos dirigimos al cercano Salt de la Portellada, una cascada de unos 20 metros de altura, sin una gota de agua, aunque el desplome del terreno merece la pena.

Concluimos la jornada en una pueblo mucho más pequeño, de unos 450 habitantes, pero mucho más “toscano”, La Fresneda, pues desde la lejanía se contempla en lo alto de la colina la iglesia de Santa María la Mayor y, sobre ella, las ruinas del castillo. Caminando por el pueblo vamos descubriendo su conjunto monumental, deteniéndonos ante el Convent de Mínimos, la Font de la Figa, la capilla de Ntra Sra del Pilar y, ya en la porticada calle Mayor, ante la antigua cárcel. Nos sentamos a tomar un café en la terraza del bar de la Plaza, situado en la Plaza Mayor frente al Ayuntamiento, edificio de estilo gótico-renacentista con una lonja de grandes dimensiones. En el techo de algunos soportales que se asoman a la calle Mayor vemos unas escaleras de madera, que nos indican que se utilizaban para varear las olivas. Con las últimas luces del día regresamos al Parador de Alcañiz, tras recorrer unos 110 km. Nos está gustando Matarraña.

28 de octubre. Ha vuelto a tocar madrugar, pues a las 9 de la mañana nos viene a buscar el guía con el que estuvimos recorriendo Alcañiz. Antes de desplazarnos a Matarraña vamos a visitar con él el Abrigo de Val del Charco del Agua Amarga, situado a unos 18 km y casi media hora de viaje por una polvorienta pista de tierra. De la mano de Eduardo (creo que era su nombre), un excelente profesional, vamos descubriendo las pinturas rupestres de uno de los cuatro yacimientos más importantes de Aragón, incluido dentro del arte rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Nos ha parecido un visita muy interesante, siendo el precio hasta 5 personas de 40€/grupo. A partir de 6 personas, 7€/persona. Es imprescindible concertar previamente las visitas en los teléfonos 693 861 136 / 665 585 555.

La primera cita de la jornada en Matarraña la tenemos en un pueblo de 555 habitantes que no tenía claro si iba a visitar y que me ha encantado. Se trata de Cretas, que conserva de maravilla un aire medieval y renacentista, a modo de museo al aire libre. Accedemos al casco antiguo pasando junto al cementerio medieval, de donde nos dirigimos a la iglesia de la Asunción, para continuar hasta la Plaza Mayor, presidida por la picota, a la que se asoma la Casa Consistorial. También hay que ver la Casa Turull y, junto a ella, el monumental portal-capilla de San Antonio de Padua, concluyendo la visita con unas compras en el horno de leña Llerda.

En Matarraña/Matarranya hay más cosas de interés que los pueblos, así que camino de Calaceite nos detenemos en la interesante ruta de los túmulos funerarios iberos. En tan sólo 1,5 km de pista podemos contemplar los de Mas de Toribio, siendo el más interesante el I por estar parcialmente reconstruido, y de Vinya d’en Valle. Más adelante, justo a la entrada de Calaceite, un desvío nos conduce al interesante poblado ibero de San Antonio, de los siglos V a III aC. Muy cerca, al final de un vía crucis tenemos la ermita de San Cristóbal, desde donde se contempla nuestro siguiente destino.

Al llegar a Calaceite vemos que se ha echado la hora de comer, optando por un rico bocadillo de txistorra en el restaurante del Hotel Los Cazadores, situado junto a la estación de servicio. Con el desayuno que nos metemos en el Parador, procuramos que las comidas sean rápidas y ligeras. Dejamos allí el coche y subimos la cuesta que nos conduce al casco antiguo de “uno de los pueblos más bonitos de España”. Con casi un millar de habitantes, es uno de los conjuntos urbanos mejor conservados del Matarraña, deteniéndonos a contemplar la airosa torre de la iglesia de la Asunción, el conjunto monumental de la Plaza Mayor, con el Ayuntamiento y la Lonja, y el portal y capilla de la Virgen del Pilar.

Concluimos nuestro recorrido por Matarraña/Matarranya en el pueblo más pequeño de cuantos visitamos, pues Ráfales sólo cuenta con 144 habitantes. Pese a ser el menos monumental de todos, está lleno de encanto por su peculiar arquitectura. La iglesia de la Asunción nos da la bienvenida a nuestro recorrido urbano que continuó por la plaza Mayor, el Ayuntamiento y las diferentes arcadas y portales abiertos en la antigua muralla, caso de los de San Roque, de la Villa y de Boira, despidiéndonos el pequeño Monumento a las Comarcas, de José Miguel Abril. 36 km después estábamos de nuevo en el Parador, listos para la cena.

El 29 de octubre, nuestros amigos madrileños y nosotros teníamos que pasar por Zaragoza, así que optamos por despedirnos tras comer en la capital aragonesa, no saliendo de la plaza del Pilar, en las que había unas competiciones de baloncesto delante del Ayuntamiento. Dejamos el coche allí mismo, en el parking Indigo y nos acercamos al precioso edificio de la Lonja para visitar la exposición “Zuloaga, Goya y Aragón. La fuerza del carácter”, que permanecerá abierta hasta el 8 de enero. No se puede tomar fotos de las obras expuestas así que las he obtenido de Internet. Menos suerte tuvimos con La Seo, completamente cerrada y la Basílica de Ntra Sra del Pilar, parcialmente, por sendas bodas.

En Zaragoza concluyó esta última escapada, aunque todavía teníamos por delante 316 km para llegar a Leioa. Como es más que probable que sea la última escapada del año, este blog viajero pasará a publicarse cada dos semanas durante los próximos tres meses, más o menos.

Escapada británica (y 5): Un día en Londres

Concluyo el relato del viaje realizado del 7 al 17 de septiembre pasado por Inglaterra y Gales, que dejaba la pasada semana en Cardiff. Ni Gales ni Londres eran los objetivos principales del viaje, pero una visita a la capital británica, aunque breve, no podía faltar. El 15 de septiembre salimos de Cardiff y, a la hora de viaje, nos detuvimos en Bath, de donde os hablé el pasado 4 de octubre. Comida por el camino y casi tres horas de viaje hasta el aeropuerto de Gatwick, donde devolvimos el flamante Mercedes. En taxi nos desplazamos hasta el Ibis London Sutton Point ***, confortable y nuevo hotel en el que, a buen precio, nos alojamos dos noches. A unos 150 metros teníamos un buen restaurante, el Zizzi, donde cenamos las dos veces. 150 metros más adelante se encuentra la estación de Sutton, desde la que nos desplazamos al día siguiente en el tren Southern hasta la Victoria station (media hora), donde cogimos el metro, un par de paradas, hasta South Kensington. Nada más salir a la calle nos encontramos ante el precioso edificio del Museo de Historia Natural.

Siempre que he estado en Londres, como atrapado por un resorte, he visitado el British Museum, pero el 16 de septiembre decidimos cambiar, optando por el Victoria and Albert Museum, de entrada gratuita y situado frente al de Historia Natural, ocupando otro monumental edificio. Este museo reúne un pupurri de obras europeas, hindúes, chinas, coreanas, japonesas e islámicas, de escultura, pintura, cerámica… Me gustaron algunas de sus excelentes reproducciones, como el David de Miguel Ángel, la columna de Trajano o el pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela.

De nuevo volvimos al metro, a la estación de South Kensington, para viajar en él 6 estaciones hasta la de Covent Garden. Nuestro objetivo estaba muy cerca, una pequeña y coqueta plazoleta de nombre Neal’s Yard, donde nos sentamos en una terraza para tomar un vino rosado. No es un sitio muy conocido, pero los colores de sus casas hacen de él un lugar muy original. Ha salido un día espectacular, así que el resto de Londres lo recorrimos caminando, pasando junto a monumentales edificios y adornados pubs.

Continuamos caminado hasta un lugar emblemático situado a tan sólo unos 10 minutos, Trafalgar square, plaza presidida por la conocida columna de Nelson, erigida en 1843 en memoria del almirante del mismo nombre fallecido en la batalla de Trafalgar. Construida en granito tiene 46 metros de altura. Una bonita fuente y varias estatuas de leones decoran la plaza, que está vallada debido a los actos en memoria de la reina Isabel II, fallecida el 8 de septiembre, cuya imagen pudimos contemplar en el suelo, obra de un artista callejero. Al lado se encuentra la iglesia de St Martin, viendo también los típicos taxis y autobuses londinenses.

Se nos ha hecho muy tarde para comer, máxime cuando queremos hacerlo en un lugar muy especial para nosotros que se encuentra a unos pasos de Trafalgar square. Se trata de The Sherlock Holmes Pub, situado en 10 Northumberland St, donde con mucha suerte pudimos comer pasadas las tres de la tarde, rodeados de recuerdos de Sherlock Holmes y el Dr. Watson. Este pub cuenta con una amplia carta de comidas y una gran variedad de cervezas. Prueba superada.

Tenemos a 1 km de la Abadía de Westminster, así que caminamos por las calles Whiteall y Parliament, cerradas al tráfico rodado. En el camino descubrimos interesantes estatuas, como las dedicadas a las Mujeres de la II Guerra Mundial, Field Marshall, Monty, Gandhi y Nelson Mandela, entre otras. Menos mal que ya conocemos el interior de la Abadía, pues nos tenemos que conformar con ver el exterior al estar cerrada por los preparativos del funeral de la reina. Los que si que estaban abiertos y concurridos son los pubs de la zona.

Nuestro paseo continúa acercándonos al emblemático Big Ben, nombre por el que se conoce a la gran campana del reloj situado en el Palacio de Westminster, sede del Parlamento británico y que se le asigna a la torre. Aquí optamos por no cruzar el Támesis por el Westminster bridge, pues por el otro lado del río  discurre la interminable cola para velar el féretro de la reina. Fotografiamos la estatua de una reina celta y seguimos caminando por Victoria Embakment, deteniéndonos frente a la London Eye, la noria de 120 metros de diámetro que es la atracción más popular del Reino Unido.

Enseguida vemos el grupo escultórico The Battle of Britain y seguimos caminando a orillas del Támesis, contemplando los barcos que por el navegan o están amarrados. Vemos el monumento dedicado a Samuel Plimsoll y, frente al London Memorial Garden, el grupo escultórico egipcio Cleoplatra’s Leedle, con su imponente obelisco. Debido a las obras en el Támesis, a veces tenemos que abandonar la orilla del río. En la otra orilla vemos imponentes edificios acristalados y a nuestro lado un rádar como los que nos controlaron en las carreteras durante 9 días.

La tarde avanzaba sin pausa, pero al menos querìamos llegar a un puente peatonal de acero que me gusta, el Millenium Bridge (Puente del Milenio), situado casi enfrente de la St Paul’s Catedral, en la que estuvimos en un viaje anterior. Al otro lado del Támesis tenemos The Shard, edificio de forma piramidal y revestido de cristal. Con 309,7 metros de altura es el más alto del reino Unido. Nuestro destino era el emblemático Tower Bridge, que nos conformamos con verlo en la distancia. La tarde no da para más, así que tomamos un vino en el animado The Oyster Shed, situado junto a London Bridge. De aquí al metro y luego al tren, pues tenemos una hora de viaje a nuestro hotel, aunque antes de llegar nos sentamos a cenar en el restaurante Zizzi, de Sutton.

17 de septiembre. Como nuestro vuelo no salía hasta las 15:25 y no nos daba tiempo para ir al centro, aprovechamos para conocer la zona de Sutton, en la que nos alojamos, caminando un rato por su calle central, la Hight street, repleta de comercios, un pequeño centro comercial y la iglesia. No está nada mal. Recogemos luego el equipaje y en taxi nos trasladamos al aeropuerto de Gatwick. Poco más de hora y media de vuelo y estamos en Loiu. El viaje ha concluido.

Este relato no pretende ser una guía de Londres, sino tan sólo una idea de lo que se puede hacer en una jornada. Londres, es mi capital europea favorita, pues tiene tantas cosas para ver…

Escapada británica (4): Gales

Continúo el relato del viaje realizado del 7 al 17 de septiembre pasado por Inglaterra y Gales, que dejaba hace dos semanas en Cornualles. El 12 de septiembre, tras recorrer 190 millas en algo más de tres horas de viaje, cruzamos el Canal de Bristol y nos plantamos en Cardiff, la capital de Gales (Wales en inglés y Cymru en galés). Nos instalamos en el Hotel Ibis Cardiff Gate-International Business Park **, que fue nuestro campamento base durante tres noches y, rápidamente nos desplazamos a Caerleon, distante poco más de 11 millas, en el municipio de Newport. Teníamos prisa pues a las 5 de la tarde cerraban estas ruinas romanas en las que tan sólo nos dio tiempo a ver los restos del anfiteatro y el Roman Legionary Museum, un pequeño pero interesante museo. La entrada cuesta 4,80 libras pero no nos cobraron nada, quizás porque sólo faltaba poco más de media hora para el cierre.

Ya sin prisa, nos tomamos tranquilamente una cerveza en la terraza del pub Ye Olde Bull Inn, junto al que habíamos dejado aparcado el coche, antes de desplazarnos otras 6 millas, todavía en Newport, hasta el Newport Transporter Bridge que, según cuentan, es uno de los siete puentes trasbordadores de todo el mundo que se encuentran en uso, aunque ahora no lo estaba. Obra de la ingeniería eduardina, se construyó en el año 1906 para cruzar el río Usk. El más antiguo lo tenemos muy cerca, entre Portugalete y Areeta-Getxo. Es el Puente Bizkaia, construido en 1893. Es el cuarto de este tipo que conocemos, tras haber visto el de Rochefort (Francia) y el argentino del barrio porteño de La Boca. De esta forma concluyó esta larga jornada que comenzó en Newquay (Cornualles).

13 de septiembre. Fue el día más lluvioso del viaje, pues prácticamente no paró en toda la jornada, así que cambiamos el plan y, en lugar de recorrer algo de Gales, optamos por quedarnos todo el día en su capital, Cardiff o Caerdydd, si usamos su denominación galesa, pues teníamos posibilidad de pasar ratos a cubierto. Como cuando salimos del taxi no llovía, aprovechamos para recorrer el pequeño pero coqueto parque de Alexandra Gardens, donde se encuentra el monumento nacional galés de la guerra. Estamos en una zona en la que abundan las estatuas y dos monumentales edificios, el Ayuntamiento y el Crown Court o Tribunal de la Corona.

Enseguida empezó a llover, así que optamos por la visita más importante que teníamos dentro del plan B, el National Museum Cardiff, uno de los emblemas de la ciudad y el único museo en el Reino Unido en su gama de muestras de artes y ciencia. Particularmente me gustó el amplio espacio dedicado a la ciencia y la zoología, donde vimos una roca lunar, un mamut, dinosaurios, un tiburón ballena, el esqueleto de una ballena jorobada y la tortuga laúd más grande del mundo. En la sección de arte, destacar la escultura “El beso”, de Rodin y el lienzo “La Parisienne”, de Renoir. La entrada es gratis, algo de agradecer cuando todo es tan caro.

De nuevo cesó la lluvia y seguimos caminando entre jardines hasta llegar al emblema de la ciudad, el castillo, cuyo interior no pensábamos visitar pero sí sus jardines. pero ni lo uno ni lo otro, conformándonos con ver el dragón a lo lejos. Hacía cinco días que murió la reina y es lo único que encontramos cerrado en el viaje, probablemente porque en un par de días se esperaba la visita del rey Carlos III. Al mal tiempo, buena cara, así que optamos por tomar un vino en la terraza de un bar de la Hight Street Arcade, una hermosa galería cubierta. De allí nos dirigimos a otro lugar cerrado, el mercado central. Tras la visita comimos en su piso superior, obsequiándonos con unos huevos fritos con patatas.

Entre chaparrón y chaparrón tuvimos que caminar durante casi 2,5 km hasta el Abandoibarra de Cardiff, la Bahía, que aspira a convertirse en el epicentro turístico de la ciudad, concentrando modernistas edificios  como el Wales Millenium Centre, un palacio de congresos al que llaman el armadillo, el The Senedd, la sede del Parlamento galés, y la noria. Tomamos un café, abrimos el paraguas y seguimos hasta la Norwegian Church Arts Centre, una pequeña iglesia anglicana. También hay.y varias esculturas: la figura de Roald Dahl, el Mariner Memorial, World Armoni Peace, Memorial to Captain Scout y la dedicada al Minero de carbón. De allí volvimos al Centro del Milenio, cerca del cual hay una parada de taxis para regresar al hotel.

Qué bien hicimos con cambiar el plan, pues el 14 de septiembre amaneció radiante, el mejor de todas las vacaciones, así que volvimos al plan previsto para el día anterior, con dos importantes lugares para visitar, estando el primero a tan sólo 20 minutos del hotel. Se trata del castillo de Caerphilly (Caerphilly castle), situado en el pueblo del mismo nombre, donde me entretengo fotografiando algunas esculturas antes de acceder a su interior, rodeado por un foso que es el hogar de patos, fochas y un buen grupo de gansos y de cisnes.

El castillo de Caerphilly es una fortificación normanda, siendo el mayor de Gales y el segundo más grande del Reino Unido tras el castillo de Windsor. En su mayor parte fue construido entre los años 1268 y 1271, estando rodeado por varios lagos artificiales que lo protegen a modo de fosos. Las mejores imágenes son las de los reflejos del castillo en el agua. No obstante, merece la pena pagar las 10,10 libras que cuesta la entrada, para acceder a su interior y así contemplar los dragones y el gigante que sujeta las ruinas de una torre.

Gales cuanta con cuatro castillos eduardinos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, pero nos quedaban muy lejos, en el norte, pero el de Caerphilly ha merecido la pena. Tuvimos más de hora y media de viaje para llegar a nuestro siguiente destino, Tenby, que presume de ser el pueblo más bonito de Gales, cosa que no me extraña, pues las pasamos canutas para encontrar un restaurante en el que poder comer, pues todos estaban a tope y el aparcar en el centro era misión imposible. Lo primero que vimos fueron las murallas.

Al visitar Tenby por la tarde tuvimos la suerte de coincidir con la bajamar, cuando la belleza de esta localidad se engrandece, al quedar al descubierto sus casi 4 km de playas, que hacen que el puerto quede en el interior de ellas y los barcos varados en la arena. Lo mismo sucede con la St Catherine’s island, que pierde su insularidad y aparece unida a la playa. También nos gustó el pequeño castillo situado sobre la colina, el kiosko, el edificio de la estación de los botes salvavidas y las casas de colores. Vamos, una preciosidad de pueblo. Ha resultado un día espectacular, máxime con lo luminoso que ha estado.

Todavía nos quedaban 100 millas, unas dos horas de viaje, para regresar al hotel en Cardiff, pero esta breve escapada por Gales realmente concluyó en Tenby. Al día siguiente salimos hacia Londres. El viaje continúa.