SYDNEY (Australia), fin del viaje

Concluyo el relato del viaje a Australia y Nueva Zelanda, realizado en otoño de 2018, que dejaba la pasada semana en Sydney.

22 de octubre. Día 30 de viaje. Aprovechando que el billete del BigBus vale para 24 horas, realizamos el último viaje desplazándonos en él hasta las proximidades del Sydney Fish Market, que presume de ser el tercer mercado de pescado más grande del mundo. Siempre que puedo me acerco a los mercados, así que éste no podía faltar. Además, los de pescado me gustan especialmente. Allí mismo se pueden comer los pescados y mariscos, así que menuda envidia me dieron con las mariscadas que estaban degustando, pero a las 10 de la mañana, poco después de haber desayunado, la verdad es que no apetecía. El Mercado del pescado cuenta también con una amplia sección dedicada a verduras, hortalizas y frutas. Abre de 7 a 16 h.

De nuevo tenemos que atravesar el hermoso Darling Harbour para llegar a nuestro siguiente destino, pasando por unos curiosos grupos escultóricos. Se trata del Queen Victoria Building, edificio construido entre 1893 y 1898, que mide 30 metros de ancho por 190 metros de largo. Cuenta con cuatro pisos con numerosos locales comerciales y una cobertura acristalada, al igual que el ventanal que adorna la entrada por George Street. Sin embargo, lo que más me agradó fueron los dos grandes relojes mecánicos que adornan las galerías.

Hoy no cogemos ningún transporte público, así que toca caminar hasta nuestro siguiente destino, por el que luego seguiremos caminando más, ya que se trata del Royal Botanic Garden, por el que ya pasamos el primer día. El Jardín Botánico es la más antigua institución científica de Australia, pues fue fundado en 1816. Este amplio parque cuenta con numerosos árboles y plantas, además de varias esculturas, entre las que destaca la Gobernador Phillip Fountain. Los ibis se acercan a los estanques.

Hemos comido una hamburguesa en un kiosko cercano y de nuevo seguimos paseando por el Royal Botanic Garden, contemplando sus estanques, algunos de ellos con esculturas, por los que deambulan, patos, ibis y otras aves. Finalmente nos acercamos a la zona que se asoma a la bahía, que me resisto un poco a abandonar, pues desde allí contemplamos por última vez el skyline de Sydney y sus dos emblemas, el Sydney Harbor Bridge y la Sydney Opera House. Hemos tardado muchos años en decidirnos a viajar a este lugar que queda tan lejos de casa.

Hoy nos habíamos dado fiesta las dos parejas, así que a última hora de la tarde nos reencontramos en el apartamento para dar un paseo por la calle que tenemos al lado, la comercial Liverpool Street, que pasa junto Hyde Park, en la que existen elegantes comercios, lujosas galerías y vistosos pubs. Es una calle con diferentes opciones gastronómicas, incluidos varios restaurantes españoles, así que a modo de despedida del país decidimos cenar en uno de ellos, la Casa Asturiana.

23 de octubre. Día 31 de viaje. Como el avión no sale hasta la tarde, antes de abandonar el hotel decidimos visitar el Australian Museum, el museo más antiguo de Australia, por cuyo acceso hemos pasado un par de veces, pues está contiguo a Hyde Park. Cuenta con colecciones de zoología, mineralogía, paleontología y antropología. Nos detenemos especialmente en las exposiciones dedicadas a las ballenas, dinosaurios y cultura aborigen. Es un buen lugar para pasar un rato.

Hemos llegado a lo que más temíamos, el largísimo viaje de vuelta. Si empleamos 20 horas para volar de Madrid a Adelaida, cambiando de avión en Dubai, el vuelo de Qantas de Sydney a Londres dura 23 horas, con un Stopover de 1h 40min en Singapur para repostar. Como Qantas no tiene tarifa a Bilbao, tenemos que pasar algo más de 2 horas en Heathrow antes de coger el vuelo de Iberia a Madrid. Poco más de 3 horas en Barajas y finalmente el vuelo a Bilbao, a donde llegamos a las 16:50 h del 24 de octubre, tras pasar más de 24 horas dentro de aviones y 10 en el interior de aeropuertos. Desde que salimos del hotel en Sydnaay hasta que llegamos a casa, unas 36 horas y no digo nada el tiempo sin ver una cama. Así concluye el viaje más largo que he realizado en mi vida, tanto en días como en distancia.

Esta es la entrega nº 179 de este blog viajero, así que he decidido hacer una pequeña pausa para coger un poco de aire, así que en los dos próximos meses solo aparecerá cada 15 días, por lo que espero volver por aquí el 14 de diciembre. Un saludo.

SYDNEY (Australia) en el BigBus

Retomo el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda realizado en otoño de 2018, que dejaba el pasado 24 de agosto en Sydney, tras regresar de las Blue Mountains, las Montañas Azules.

21 de octubre. Día 29 de viaje. Compramos un billete válido 24 horas para el BigBus Sydney, que nos permite subir y bajar de sus autobuses cuantas veces queramos. Nuestro primer destino es Bondi Beach, la playa más famosa de Australia. La palabra “bondi” en la lengua aborigen local hace referencia al sonido de las olas al romper. El día está tristón pero hay ambiente de surfistas y socorristas, aunque la playa me ha decepcionado. Me quedo con la de Ereaga. Lo más interesante ha sido ver las pinturas murales y el Bondi Pavilion, construido a finales de la década de 1920.

La siguiente parada la efectuamos en King Cross, el barrio rojo de Sydney, aunque la nueva normativa ha fomentado la aparición de cafés, comercios de moda y mercados de productos orgánicos. En esta zona destaca la fuente Alamein Fountain y un monumento a los soldados que murieron durante la Segunda Guerra Mundial. La fuente fue diseñada por el arquitecto de origen australiano Bob Woodward. De nuevo en el autobús contemplamos dos emblemáticas torres, la de de Sydney y la del Reloj de la Estación Central de Sydney.

El trayecto en el BigBus es ahora bastante más largo, pues tiene como destino una de las zonas que más me han gustado de Sydney, Darling Harbour, un gran paseo peatonal situado al oeste del distrito central de negocios de Sídney. El abanderado paseo atraviesa Cockle Bay, uno de los canales que conforman el puerto Darling. Desde el paseo contemplamos parte del skyline de la ciudad, la Torre de Sydney, la noria y, al comienzo, el Australian National Martime Museum.

Ahora toca caminar un kilómetro hasta la peatonal Dixon street, donde se encuentra una de las típicas puertas de acceso a Chinatown, el barrio chino más grande de Australia, situado en la parte sur del Distrito Central de Negocios de Sydney. Toda la calle está repleta de comercios y restaurantes de cocina oriental, en uno de los cuales nos sentamos a comer, cosa que no ha sido fácil ya que estaban abarrotados. Vemos a monjes budistas y, caminando hasta el final de la calle, en la confluencia con la Hay street tenemos el enorme Market City, ante el que pasa un moderno tranvía.

Tras tomar un café en la frontera con la zona china, de nuevo cogemos el BigBus hasta Sydney Harbor Bridge, que atraviesa la bahía de Sydney desde que se abrió al público el 19 de marzo de 1932. La longitud total del puente es de 1.149 metros y el arco se eleva hasta una altura de 134 metros. Un periodista se dispone a entrar en directo en televisión teniendo como fondo el otro emblema de la ciudad, la Sydney Opera House, uno de los edificios más representativos del siglo XX, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2007. Esta zona tiene una especie de imán para nosotros. Tres días en Sydney y los tres nos hemos acercado aquí, como hacen los cruceros.

Cerca del Sydney Harbor Bridge, tenemos The Rocks, el barrio más antiguo de Sydney, al que hace poco más de doscientos años llegó la primera flota de prisioneros enviada por el gobierno británico. En la actualidad se ha convertido en un privilegiado lugar, al estar enclavado entre el puente y la Ópera, por lo que cuenta con edificios coloniales, numerosos pubs y tiendas de lujo, que se ubican en torno a la George street. Llamó mi atención el grupo escultórico, “First Impressions”, dedicado a los pioneros de la nueva colonia. La tarde avanza cuando tomamos uno de los últimos autobuses, que ya circulan casi vacíos.

Aunque ya os hablé de él en agosto, otro sitio por el que tenemos que pasar todos los días es Hyde Park, el parque urbano ubicado en el distrito comercial central de Sydney. Su paso es casi obligado pues tenemos al lado el apartamento en el que pasamos las cuatro últimas noches del viaje. La verdad es que no nos importa, pues es un agradable y arbolado lugar desde donde contemplamos la Torre de Sydney, la estatua del Capitán Cook, el Australian Museum o el ANZAC War Memorial, Monumento a los Caídos

El viaje está a punto de concluir, aunque todavía nos queda más Sydney por patear, pero de ello espero hablaros la próxima semana.

Regreso a Portugal (y 4): Cabo de San Vicente, Évora y Elvas

Finalizo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba la pasada semana en el Algarve, tras haberlo recorrido durante dos jornadas completas.

23 de septiembre. Hemos dejado para la última jornada en el Algarve lo que teníamos cerca, así que nos movimos por el entorno de Sagres, donde nos alojamos las cuatro noches. Breve parada en el costero Forte de Beliche y nos dirigimos a nuestro principal objetivo, el emblemático Cabo de San Vicente, que cuenta con una antigua fortaleza y un importante faro. Aquí dejamos el coche y empezamos a caminar sobre el acantilado costero por el Trilho (sendero) dos Pescadores. Es un lugar lleno de encanto, destacando la roca y playa de las Gaviotas, abundantes en esta zona y nuestro punto final, la praia do Telheiro.

Es la única vez en todas las vacaciones en la que, después de comer, podemos descansar un rato en el hotel, aunque a media tarde salimos a tomar un café y caminar por la zona de la Ponta da Atalaya, hasta la parte superior del puerto de Baleeira, que tenemos enfrente del hotel y es el dominio de las gaviotas. Como telón de fondo tenemos los hermosos islotes de Martinhal. Al día siguiente, antes de abandonar el hotel, caminamos un rato por Sagres hasta la escultura del Infante D Henrique. Nos acercamos también a la Fortaleza y contemplamos por última vez el faro del cabo de San Vicente.

24 de septiembre. Dejamos el Algarve. Por delante tenemos 276 km hasta nuestro siguiente destino, Évora. A mitad de camino paramos en una coqueta población, Castro Verde, con idea de tomar algo pero, aunque hay muy poca gente, nos dicen que las mesas son sólo para comer, así que decidimos hacer eso pero en la localidad de Beja. Tras la comida seguimos el viaje, deteniéndonos a fotografiar el castillo de Portel. Finalmente llegamos a Évora, donde nos alojamos en el Hotel Dom Fernando. Desde la habitación contemplamos la piscina y el centro histórico, en el que destaca la Catedral.

Tarde en Évora y decisión a tomar, recorrer el centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986 o ir al Recinto Megalítico dos Almendres, distante 18,5 km. Estuvimos aquí en 2002 y guardo un grato recuerdo de las “piedras”, así que optamos por esa opción y así contemplar el menhir de casi cuatro metros de altura y el crómlech formado por 95 menhires de diferentes tamaños. La siguiente cita fue al Anta Grande do Zambujeiro, un gigantesco dolmen. Me ha dado pena al volver a visitar estas joyas, ver lo abandonado que se encuentra todo, con unos accesos penosos. De hecho, para llegar al dolmen tuvimos que caminar 1 km por una pista, por la que no me atreví a pasar con el coche. Finalizamos la jornada en otro lugar nada cuidado, el Alto de Sao Bento, que cuenta con tres molinos en desuso, que molían cereales. He visto que Évora está muy decadente. ¡Qué lástima!

25 de septiembre.- Con la decisión tomada ayer nos queda poco tiempo para visitar Évora, pues hay que abandonar el hotel antes de las 12 h, así que realizamos una visita panorámica comenzando nuestra ruta en el Monumento a los Caídos, que tenemos al lado. Sólo realizamos una visita interior, optando por la iglesia de San Francisco y la morbosa y anexa Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos), realizada en el siglo XVI por un monje franciscano. La entrada cuesta 5 € (3,50 los mayores de 65 años).

Nuestro peregrinar por Évora se dirige ahora a la plaza que más me ha gustado, la Praça do Giraldo, presidida por la iglesia de Santo Antão (San Antonio Abad), construida en el siglo XVI. La coqueta Pousada dos Loios nos da acceso a los restos del templo romano de Diana, que data del siglo I aC. Tras él hay una estatua dedicada al Dr Barahona. Pasamos junto al Palacio Cadaval y nos acercamos a la portada de la Catedral (Sé de Nossa Señora da Assunçao), edificio gótico del siglo XIV, a cuyo interior decidimos no entrar, pues no tendríamos tiempo de ver las murallas.

Salimos del centro histórico de Évora por la Porta Velha de Lagoa, contemplando a nuestra derecha el Acueducto, inaugurado en 1537. Tenemos que caminar durante 1,5 km para llegar al hotel, por un agradable camino que bordea lo que más me ha gustado de la zona declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la muralla, también conocida como cerca romana, pues su parte más antigua data del siglo III y tiene 2 km de perímetro. La muralla ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de la historia, según fueron pasando por la ciudad diferentes pueblos, como romanos, visigodos o árabes.

Para hoy tenemos 390 km de viaje, pero a los 84 nos detenemos en una ciudad muy cercana a la frontera, que renunciamos a recorrer pues vamos un poco tarde. Se trata de Elvas, cuyas fortificaciones (fotos tomadas de Internet) forman parte del Patrimonio de la Humanidad desde 2012. De hecho prácticamente nos limitamos a conocer el monumental acueducto de Amoreira (siglo XVII) y la coqueta plaza de la República, presidida por la iglesia de Nuestra de la Asunción. Tomamos un vino en una terraza, compramos unas toallas en una calle cercana y de nuevo al coche que hemos dejado en un aparcamiento subterráneo en la plaza. Cuando voy a pagar veo que la máquina me cobra 0 €. Me dirijo al encargado por si ha habido un error y me dice que la primera hora es gratis. Ha sido “una visita express”.

Tras comer bastante tarde por el cambio de hora en las afueras de Badajoz y recorrer 306 km, llegamos a Salamanca, tal como hicimos el 14 de marzo de 2020. En aquella ocasión no nos dieron de cenar, pues los restaurantes ya estaban cerrados por la declaración del estado de alarma. Ahora nos hemos alojado en el Parador, que cuenta con una impresionante vista de la Catedral, que el 26 de septiembre apareció casi oculta por la niebla. Como hicimos en Coimbra, Lisboa y Sagres, antes de abandonar el Parador decidimos dar un paseo por la ciudad, sin realizar visitas interiores, deteniéndonos en primer lugar ante la Catedral, con la curiosidad de buscar en su fachada la figura del astronauta y del dragón comiendo un helado.

Salamanca forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1988. Aunque no era el objetivo visitar esta ciudad en tan poco tiempo, hora y media como en las anteriores poblaciones, me fijé como meta llegar a un lugar que siempre me ha gustado, la Plaza Mayor, en un recorrido de algo más de 4 km de ida y vuelta. Por el camino fui fotografiando cuanto se me ponía a tiro: el palacio de Anaya, la Clerecía, la Casa de las Conchas e interesantes esculturas, como la dedicada al Lazarillo de Tormes. Sin embargo, en esta apresurada marcha nos costó encontrar la Universidad, encima en contraluz, y la escultura de Fray Luis de León.

Nos quedan 417 km hasta Leioa para concluir esta escapada portuguesa, con parada para comer en tierras burgalesas. Me ha vuelto a encantar Portugal, un país que merece la pena visitar pese a lo cara que está la gasolina y los constantes peajes que hay que pagar en autovías y autopistas.

Regreso a Portugal (3): Mafra, Sintra y el Algarve

Continúo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba hace tres semanas en Lisboa, ciudad en la que pernoctamos cuatro noches, dedicando la última jornada a recorrer los alrededores.

19 de septiembre. La primera cita la tenemos a tan sólo 40 km de Lisboa, en un lugar del que nunca había oído hablar, pero que decidimos visitar ya que en 2019 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la Real Obra de Mafra, sitio proyectado por el rey Juan V en 1711 que, entre otras, cosas alberga el palacio real, la capilla regia y un convento franciscano. Como era domingo pensamos que iba a estar abarrotado, pero en la fresca mañana prácticamente estuvimos solos recorriendo un edificio enorme. La entrada cuesta 6 €, con un 50 % de descuento para los mayores de 65 años.

25 km después tenemos la siguiente cita en la hermosa población de Sintra, rodeada de montañas. Buena parte de la sierra de Sintra y su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO con el nombre de “Paisaje cultural de Sintra”, incluyendo los siguientes lugares: Castelo dos Mouros, Palácio da Pena, Palácio Nacional, Quinta da Regaleira, Palácio de Seteais, Palácio de Monserrate, Convento dos Capuchos, Palacio de Queluz, Monumento ao Bombeiro y Cabo da Roca. De todos ellos optamos por el Palacio Nacional, que está rodeado de restaurantes, aprovechando para comer en uno de ellos tras la visita.

Construido en estilo árabe, el Palacio Nacional de Sintra fue remodelado en el siglo XV en estilo manuelino, por lo que está decorado con hermosos mosaicos. Particularmente me gustaron la Sala dos Cisnes, decorada con frescos de más de 25 cisnes, y la Sala dos Brasoes, que luce los blasones de numerosas familias nobles del siglo XVI. Desde el castillo contemplamos, en lo alto de la montaña, el Castelo dos Mouros. La entrada cuesta 10 € (8,50 los mayores de 65 años). No había mucha gente en el palacio, pero si en los restaurantes, aunque conseguimos una mesa en una terraza sin dificultad.

Empachados de tanta cultura, después de comer nos dirigimos a la costa. Tras recorrer 18 km descubrimos donde pasan los lisboetas los domingos. Es el cabo da Roca, el punto más occidental de Portugal y de la Europa continental. El día está muy luminoso pero desagradable por el fuerte viento, así que nos quedamos sin recorrer sus impresionantes acantilados, cosa que si haremos 15 km más tarde en la Boca do Inferno, otro lugar muy frecuentado situado en las afueras de Cascais, ciudad que era un completo atasco, en la que nos fue imposible aparcar, limitándonos a tomar desde el coche una foto del precioso palacio que alberga el Museo Condes de Castro Guimaraes.

20 de septiembre Nos resistimos a abandonar Lisboa, así que antes de dejar el Hotel Marqués de Pombal, recorremos por última vez la avenida Liberdade. Para hoy tenemos 327 km de viaje, casi todos por autovía, hasta nuestro siguiente destino, el Algarve y, más en concreto Sagres, una freguesia del concelho de Vila do Bispo. Aquí nos alojamos cuatro noches en el Hotel Memmo Baleeira ****, situado sobre el puerto de pesca del que toma el nombre. Lo mejor del hotel es que desde la habitación contemplamos una impresionante salida de la luna y preciosos amaneceres. Comienza la parte natural del viaje.

Estudiando diferentes rutas para efectuar en el Algarve, descubrí que a 69 km de Sagres tenemos los “Sete Vales Suspensos”, elegida como la mejor ruta de senderismo de Europa por European Best Destination, por votación popular. Se trata de un tramo de costa con impresionantes acantilados que, a lo largo de 6 km, une la playa de Vale Canteanes con la de Marinha, pasando por el faro de Alfanzina, el cabo Carvoeito y las preciosas playas de Carvalho, accesible por un túnel, y Benagil. En esta última pedimos un taxi para recuperar el coche y comer. Continuaremos por la tarde, pues el día ha salido espectacular.

Por la tarde nos acercamos de nuevo a los Sete Vales Suspensos en la playa que nos faltaba, la de Marinha. Por el tema de aforo, los accesos en vehículo están cerrados, teniendo que caminar más de 1 km desde donde podemos aparcar el coche, pese a ser martes (21 de septiembre). Sobrepasamos el final de la mencionada ruta, caminando bordeando la playa de Pau y llegando hasta la parte superior de dos playas a las que sólo se puede acceder por mar, Malhada do Baraço y Barranquinho. El sitio es una preciosidad. Concluimos la jornada desplazándonos al Miradouro de Nossa Senhora de Carvoeiro, para realizar un breve recorrido sobre el acantilado, caminando por una pasarela de madera.

22 de septiembre. Buscando otros impresionantes acantilados nos dirigimos a Praia da Rocha, pero resulta que allí no están. Pese a ello y como la playa es hermosa la recorremos hasta el final caminando por una pasarela de madera, parando a tomar algo en un chiringuito. El siguiente objetivo si que lo tenía previsto, pues es el icono del municipio de Lagos. Se trata de la Ponta de la Piedade, en la que, partiendo del faro, han acondicionado un sendero que recorre la parte superior del acantilado. También descendemos hasta la orilla del mar y de las formaciones rocosas, teniendo que bajar, y luego subir, 196 escaleras. Nos ha gustado este lugar, en el que aprovechamos para comer en un restaurante situado frente al faro.

Esta segunda parte del viaje, que hemos pasado en el Algarve, la hemos dedicado recorrer espacios naturales costeros, visitado sólo una ciudad, Lagos, que cuenta con un montón de animadas terrazas situadas en la plaza Luis de Camoes, de donde nos dirigimos a la Gil Eanes, a la que se asoma el Ayuntamiento, sede de la oficina de turismo. La plaza está adornada por una enorme y moderna escultura dedicada al rey Sebastiao, quien dio a Lagos el título de ciudad en 1573. Pasamos junto al Mercado de Esclavos y la iglesia de Santa María, para luego visitar una de las iglesias más hermosas del país, la de Santo Antonio, que cuenta con una espectacular decoración interior que no dejan fotografiar.

Seguimos en Lagos. Si antes habíamos visto la escultura del Infante D Enrique, en la fachada costera nos llama la atención la de San Gonzalo de Lagos, patrón de la ciudad. A sus pies se encuentra la coqueta playa de Batata, rodeada de formaciones rocosas, a la que se accede bordeando el Forte da Ponta da Bandeira, del siglo XVII. Seguimos paseando por el paseo marítimo y enseguida llegamos al castelo dos Governadores, también del siglo XVII, que tiene frente a él una estatua dedicada al navegante Gil Eannes.

Por hoy ya vale, así que tomamos un café en una terraza y emprendemos el regreso (33 km) al hotel en Sagres, donde pasamos las dos últimas noches en el Algarve. El viaje continúa, pero su final lo dejo para una próxima entrega.

Otoño en los hayedos de Otxandio (Bizkaia)

El año pasado me desplacé a “contemplar el otoño”, a los hayedos de Urbasa (Nafarroa) y Otzarreta (Gorbeia, Bizkaia). Este año he optado por Somiedo (Asturias) y por un lugar al que había echado el ojo hace tiempo, Otxandio (Bizkaia). Leyendo la “Guía de los senderos de pequeño recorrido de Bizkaia”, escrita por mi amigo Ricardo Hernani, observé que 3 de las 53 rutas que en el libro se narran están promovidas por el Ayuntamiento de Otxandio, al que pertenece este gráfico, así que la pasada semana decidí optar por el sendero PR-BI 52 “Hayedos de Otxandio”, de 6,4 km de recorrido y un perfil  muy suave, ideal para tomar fotografías.

55 km separan Leioa de Otxandio, población fronteriza con el territorio alavés, cuyo centro histórico, declarado conjunto monumental, se articula en torno a la Plaza Nagusia, que está presidida por la Casa Consistorial, monumental edificio de 1733 que luce tres escudos en su fachada. Al lado tenemos la Kultur Etxea y la fuente de Vulcano. Muy cerca destaca la iglesia parroquial, renacentista, dedicada a Santa Marina. Junto a ella se levanta el busto de Felipe Arrese Beitia.

Cerca de la fuente de Vulcano existe un panel en el que figuran los 3 senderos de pequeño recorrido de Otxandio. Como optamos por el PR-BI 52, tenemos que salir por la calle Uribarrena, caminando cuesta abajo pasando entre la iglesia y el frontón. Esta calle es el antiguo Camino Real y Vía Crucis. A la derecha observamos un sencillo humilladero dedicado a la Amatxu de Begoña. Poco antes de llegar a la ermita de San Roke abandonamos el asfalto para coger el camino que nos lleva al primer hayedo, el de Sanrokeoste.

Con precaución cruzamos la carretera y seguimos caminando por un cómodo camino que coincide con el GR 38. Vemos varios cobertizos en los que se almacena leña, algo que será habitual en esta ruta, que está muy bien señalizada con las típicas marcas amarilla y blanca. Hay muchísimos cruces, con indicadores de madera bastante borrosos, a los que tenemos que acercarnos para comprobar cual es nuestro camino. El arroyo Oleta nos indica que hemos llegado al segundo hayedo, el de Abitxu. La lluvia de hojas que tiran las hayas es casi constante.

Estamos disfrutando de este paseo otoñal y de los reflejos de las hayas en el arroyo Oleta, junto al que caminamos hasta llegar a otro hermoso hayedo, el de Olazar. Los robles empiezan a entrar en el paisaje, decorándolo más todavía, mientras superamos distintos cursos de agua con sencillos puentes de madera. La ruta está muy bien diseñada y acondicionada. Pronto empezamos a ver la indicación que nos anuncia que en Oleta hay restaurante, pero no cae en nuestra ruta que sigue tras cruzar una carretera.

Durante un momento caminamos por la empedrada calzada que unía Oleta con Otxandio, A partir de ahora hay que estar muy atentos a la señalización, pues hay infinidad de cruces hacia el GR 38, Oleta y varias opciones para abandonar la ruta y regresar a Otxandio. Nosotros seguimos las del sendero PR-BI 52, pasando por un terreno con diferentes especies arbóreas, accediendo al último hayedo de la travesía, el de Illuntxo. Llevamos 3,2 km, así que hemos llegado a la mitad del recorrido.

El colorido otoñal aumenta con la presencia de robles en nuestra ruta, que tiene un desnivel de 70 metros. Sin embargo no lo hemos percibido hasta tener que realizar un pronunciado descenso por una pista hasta Kurutzalde (km 3,9). Frente a nosotros, en un cruce vemos una estela datada en 1854. Pronto un rebaño de ovejas se asusta cuando me acerco a tomar una foto. El camino va perdiendo interés hasta que llegamos al barrio de Morgaola (km 5,2), con el atractivo de las vistas sobre las Crestas del Duranguesado.

Nos quedan 1.200 metros para llegar al punto de partida, teniendo que caminar sobre asfalto por el antiguo Camino Real, actual carretera de acceso a Otxandio. Pronto nos detenemos ante la coqueta ermita de San Antonio (km 5,6) y poco más adelante en la Cruz de Urigoiena, situada junto a la ermita de Elexabarri. Un precioso mural “Ongi etorri” nos da la bienvenida al casco urbano de Otxandio, recordando el bombardeo de 1936, que tuvo su centro en la plaza Andikona, donde una escultura de Nestor Basterretxea lo recuerda. La plaza Nagusia, donde empezamos la ruta está a un paso.

Concluimos la ruta en poco más de dos horas, pues realizamos infinidad de paradas para sacar fotos. Entonces recordé otra asignatura que tenía pendiente, el hayedo de Presazelai, situado junto al río Urkiola a poco más de 1 km del centro urbano de Otxandio, en la carretera que se dirige al puerto de Barazar nada más pasar el desvío para el barrio Mekoleta. Este precioso hayedo trasmocho recuerda un poco al de Otzarreta. En mi opinión le quita un poco de encanto, las mesas, asadores y fuentes con que cuenta, pues es un área recreativa de la Diputación de Bizkaia. Eso sí, para comer el bocadillo, un entorno sin igual.

Como esta vez no llevábamos bocadillo, fuimos a comer a un lugar que ya se está haciendo habitual cuando nos desplazamos a Otxandio, siendo la tercera vez que vamos en dos años. Se trata del Restaurante Korostondo, ubicado en un idílico paraje a poco más de 1 km de Otxandio, tendiendo como telón de fondo las Crestas del Duranguesado y en primer plano los burritos que corretean por las campas. Esta vez hemos comido el menú del día (12,50 €), pero en ocasiones precedentes hemos optado por su amplia carta (de 50 a 70 € la comida). Sin embargo la perfección no existe, pues la pasada semana tardamos casi hora y media en comer el menú, por la escasez de personal para atender a los 40 comensales que coincidimos. Tampoco me pareció de recibo que ahora no admitan la tarjeta de crédito como medio de pago.

Ha sido una buena forma de finalizar octubre, disfrutando de esta suave y cómoda ruta, caminando por hayedos, así que tomo nota para en una próxima ocasión realizar otra que sale del mismo lugar, el PR-BI 51 “Calzadas de Otxandio”.