Tres rutas por “muiños” de Pontevedra

Muiños es la denominación gallega de molinos que, junto a los hórreos, forman parte del paisaje agrícola de Galicia. De hecho, en 1797 Galicia ya contaba con más de 8.000 molinos de grano, cuyo origen se remonta al Neolítico, cuando eran unas sencillas piedras, que se chocaban una con la otra, siendo los romanos quienes los elevaron de categoría.

En mi último viaje por Galicia, en julio de 2020, tuvimos ocasión de realizar tres rutas a pie, las tres en la provincia de Pontevedra, recorriendo diferentes molinos. Dos de ellas las realizamos en torno a Cambados. La tercera, mucho más al sur, alojándonos en Baiona. Ninguna de las tres las teníamos previstas, así que las improvisamos sobre la marcha una vez en Galicia.

Mi mujer encontró en Internet una buena propuesta para realizar en un día caluroso y el 18 de julio lo era. Se trata del PR-G 170 o “Ruta da Pedra e da Auga” (Ruta de la Piedra y del Agua), que parte de la rotonda VG-4.2, en el concello de Ribadumia y concluye, tras casi 7 km de marcha, en el monasterio de Santa María da Armenteira. En un kiosko situado junto al aparcamiento de la salida, nos facilitaron un mapa con el itinerario, muy bien marcado, una antigua vereda que daba servicio a los molinos, también utilizada por los romeros el lunes de Pascua.

Enseguida pasamos al concello de Meis, donde se encuentra un grupo de la treintena de “muiños” que contemplaremos en la ruta. Caminamos por una pista que luego se convierte en sendero, discurriendo paralela al río Armenteira. En el primer tramo hay un área recreativa y la Aldea Labrega, que reproduce la vida cotidiana de un pueblo de la Galicia de principios del siglo XX. Si realizas la ruta con niños, puede ser un buen lugar para pasar un agradable rato recorriendo las diferentes reproducciones.

El camino resulta muy sombreado y en su tramo final la pendiente aumenta considerablemente, por lo que el río Armenteira forma varios rápidos y pequeñas cascadas. Esta ruta es muy conocida, pues es utilizada habitualmente por el expresidente Mariano Rajoy cuando pasa sus vacaciones en la zona. Estamos en el tramo más interesante por su abundante vegetación, el sonido del agua y la presencia de los últimos molinos. Por el contrario, el tramo final es completamente llano.

Esta ruta tiene una buena cosa, sobre todo en días de calor como el que ha salido. Frente al monasterio, se encuentra el bar O Comercio, donde repusimos fuerzas. Una copa del Albariño frío y una ración de pulpo reconfortan a cualquiera. Además no tengo que conducir, pues para el regreso a Cambados optamos por llamar al taxista que nos llevó al punto de salida. Por si os sirve os dejo el contacto: Santiago Pérez (tel 686 486 145). Fue muy legal y atento, además de proponernos una ruta para el día siguiente. Antes de salir visitamos el claustro del Monasterio de Armenteira, renacentista y barroco, de los siglos XVI y XVII.

Al día siguiente volvió a salir otro día caluroso así que, siguiendo la recomendación de nuestro amigo taxista, nos desplazamos 23 km hasta el Parque Natural del río Barosa, accesible desde la N550 entre Pontevedra y Caldas de Rei. Aunque en los paneles proponen un itinerario circular subiendo por los molinos que hay junto a la cascada, esto no es posible. El punto de partida se encuentra junto a las cascadas (fervenzas de Barosa), de 30 metros de caída, muy concurridas como piscinas naturales por la gente que acude a pasar el domingo y realizar una comida campestre. Junto a ellas tenemos el molino más interesante de todos.

Este sencillo itinerario de 3,5 km tenía que tener forma de ocho, pero no es posible realizar el primer círculo, así que el primer tramo será de ida y vuelta, subiendo una pronunciada pendiente entre los Muiños de Abaixo y el puente San Breixo, pasando junto a varios molinos. Aquí comienza el segundo tramo, este si circular y bastante llano, hasta el puente de Bua, bordeando el río, que proporciona hermosos reflejos. Al completar el círculo nos detenemos a tomar un Albariño en el Muiño de Valerio, que también da comidas, mientras contemplamos a los patos. Al regresar al punto de partida comentamos lo que tiene que ganar esta ruta en primavera, con la cascada del río Barosa con mucha agua (he visto fotos).

En las cascadas de Barosa coincidimos con una persona de El Rosal, quien nos recomendó ir a su municipio para realizar la Ruta dos Muiños do Folón e do Picón (PR-G 94), distante 32 km de Baiona, así que allí nos fuimos el 22 de julio. La ruta tiene 3,5 km de recorrido circular, pasando por los dos grupos de molinos documentados desde el siglo XVIII y declarados Bienes de Interés Cultural por la Xunta de Galicia. Os recomiendo iniciar la ruta desde el centro de información, que estaba cerrado, siguiendo el curso del río Folón.

Menos mal que el recorrido es corto, pues hoy toca sudar ya que hace mucho calor y casi no hay sombras. Siguiendo el curso del río Folón, tras el primer repecho alcanzamos el primer grupo de 8 molinos superpuestos a los que hay que ir subiendo por unas losas en forma de escalera con mucha pendiente. Cuando crees que has terminado, aparece otro grupo de 14 molinos, así que hay que seguir subiendo. Concluimos aquí el recorrido por los Muiños do Folón.

Enseguida llegamos al alto de Chan de Cereixeira, realizamos una travesía en horizontal y descendemos más suavemente siguiendo la indicación del panel que marca la ruta hacia los Muiños de Picón, a los que enseguida llegamos caminando junto a unos pequeños canales de agua. Los 14 molinos de Picón están dispuestos en zig-zag, distribuidos por la ladera de la montaña junto a pequeñas cascadas. Pese a la sudada debida al esfuerzo y la ausencia de sombras, nos ha gustado mucho esta ruta, pues nunca había visto algo similar. Eso sí, es mejor realizarla en primavera, pues los molinos están rodeados de pequeñas cascadas. Aquí no tenemos ningún bar a la llegada, pero hay una fuente de agua.

Como estamos a poco más de 10 km, nos dirigimos al Castro de Santa Trega, situado sobre la población de A Guarda, un lugar que me encanta y que procuro visitar siempre que paso por esta zona. Desde lo alto del monte Santa Trega, donde hay un par de bares y una ermita, disfrutamos de una magnífica vista de la desembocadura del río Miño, fronterizo con Portugal, pero eso es otra historia.

OPORTO, Patrimonio de la Humanidad

Me gusta Portugal. De hecho es el único país en el que he estado en dos ocasiones, aunque sea brevemente, con la pandemia. También tuvimos que salir de Portugal al declararse el estado de alarma el año pasado, adelantando el regreso a casa para confinarnos. De hecho, el 12 de marzo de 2020 estuvimos “pateando” por Oporto (Porto en portugués), una ciudad que me encanta y cuyo centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996. El área designada está encerrada dentro de las murallas fernandinas del siglo XIV y repleto de iglesias, monasterios, edificios públicos y la catedral. Todos los edificios fueron construidos según un plan de ciudad medieval, utilizando estilos totalmente diferentes. 691 km separan Leioa de Oporto, que se realizan en su totalidad por autovías, de pago en Portugal. Durante el verano es posible ir desde Bilbao en avión los sábados con Vueling,

Muy cerca de la Câmara Municipal do Porto, que cuenta con una torre de 70 metros de altura, hay una oficina de turismo y un aparcamiento subterráneo, en el que dejamos el coche y, con el mapa que nos entregaron, comenzamos este recorrido urbano, fotografiando en primer lugar el cartel de Porto y el monumento al poeta Almeida Garrett. Caminado por el paseo de la avenida dos Aliados hasta la Praça da Liberdade, nos detenemos ante otros tres monumentos, “Abundancia. Os Meninos”, “Fonte da Juventude. Menina Nua” y el dedicado a Pedro IV de Portugal. El Hotel Intercontinental cierra esta amplia plaza.

La siguiente cita la tenemos en el complejo arquitectónico que forman la iglesia y la Torre de los Clérigos, que supera los 75 metros de altura. Son obra de Nicolau Nasoni y constituyen uno de los máximos exponentes del arte barroco en la ciudad. Su construcción se realizó entre 1754 y 1763. Muy cerca tenemos la Librería Lello, considerada una de las más hermosas del mundo, que en 2018 recibió un millón de visitantes. Como hay mucha cola y es difícil mantener la distancia, pasamos de largo y nos acercamos hasta la Fonte dos Leoes, una de las más representativas de la ciudad, que cuenta con cuatro leones alados. Desde ella contemplamos la Iglesia do Carmo (1756-1762), en la que llama la atención su lateral forrado con un gran mural de azulejos, elaborado en 1912, en el que se representa la “Imposición del escapulario en el Monte Carmelo”.

Regresamos por la misma ruta a la Praça da Liberdade, pasando por una tienda “Força Portugal”, dedicada al fútbol portugués y junto a casas con vistosas fachadas. En un lateral de la plaza vemos a un mimo y el grupo escultórico “Ardina”, instalada en 1990 como homenaje a los repartidores de periódicos, llamados ardinas en Portugal. En el periódico que sujeta en su mano derecha se puede leer: “Ao Ardina memória do esforço que faz correr as noticias”. Casi al lado tenemos la colorista iglesia de Santo Antonio dos Congregados.

Unos pasos más adelante tenemos otro emblema de la ciudad, la Estação Ferroviária de Porto-São Bento, situada en la Praça de Almeida Garrett. Esta estación de tren es mundialmente conocida por su decoración con paneles de azulejos. Inaugurada en 1916, veinte años después de la llegada del primer tren, fue construida por José Marques da Silva. Su atrio está revestido con 20.000 azulejos con escenas históricas del norte del país, obra del pintor Jorge Colaço, e instalados entre 1905 y 1906.

La siguiente cita la tenemos en el principal monumento de la ciudad, la Catedral, en portugués Sé do Porto. Su construcción comenzó en la primera mitad del siglo XII y se prolongó hasta comienzos del XIII. De su época románica datan la fachada y el rosetón. En siglos posteriores se realizan modificaciones especialmente góticas, como la capilla funeraria de João Gordo (de 1333) y el claustro (siglos XIV-XV). El exterior de la catedral fue muy modificado en la época barroca. Así, en 1772 se construyó una nueva portada en sustitución de la románica original. Las cúpulas de las torres también son barrocas. Visitamos también el museo que guarda el “tesoro” de la Catedral.

Al salir de la Catedral nos encontramos con una gran explanada, el Terreiro da Sé, presidido por el Pelourinho do Porto, picota construida en 1945 en estilo rococó. Tras ella se encuentra la Oficina de Turismo, que ocupa la medieval Torre de Don Pedro Pitoes. A nuestra izquierda tenemos el Palacio Episcopal, cuya construcción se inició en 1737 bajo la dirección de Miguel Francisco da Silva. Finalmente a nuestra derecha contemplamos la estatua de Vimara Peres, caudillo asturiano del siglo IX, realizada por Salvador Barata Feyo en 1968.

Se ha echado la hora de comer, así que bajamos al Cais da Ribera, el lugar que más me gusta de Oporto, por sus casas tradicionales y por estar a orillas del río Duero, con el puente Luis I al lado y, al otro lado del río, Vila Nova de Gaia. En esta población, desde la que se tienen unas preciosas vistas del centro histórico de Oporto, estuve en un viaje anterior. Es la zona en la que se encuentran las bodegas del vino de Porto, así que visitamos una de ellas, Sandeman, la del hombre con la capa negra. El Cais de Ribera está lleno de terrazas y restaurantes, así que esperamos a que se pase la avalancha de gente, principalmente españoles y nos sentamos a comer en una de ellas. En Portugal se come pronto. Estamos manteniendo a rajatabla las medidas de seguridad, sentándonos siempre con una mesa libre por cada lado y, luego, lavado de manos.

Estando en el Cais da Ribera no podemos dejar de acercarnos al emblema de la ciudad, el puente Luis I, que une Oporto con Vila Nova de Gaia. Inaugurado en 1886, destaca por su gran arco de hierro y sus dos pisos. Por el superior, de 390 metros de longitud, pasa la línea D del Metro. Por el inferior, de 174 metros, pasan los vehículos. En ambas plantas hay pasarelas para los peatones. Junto al puente tomo una foto a un rabelo, barco tradicional utilizado para llevar las barricas de vino de Oporto desde los viñedos hasta las bodegas de  Vila Nova de Gaia. Ahora son utilizados para realizar cruceros turísticos por el río Duero.

Nos toca ahora regresar hasta donde tenemos aparcado el coche, cerca del Ayuntamiento, para lo que tenemos que caminar cuesta arriba, deteniéndonos consecutivamente ante tres iglesias de las muchas que hay en la ciudad. Consecutivamente pasamos junto a la capilla de Nuestra Señora de Ó, la iglesia del convento de San Francisco, que cuenta con un pórtico barroco edificado entre los siglos XVII-XVIII y, finalmente, San Nicolás, situada junto al Palacio de la Bolsa y la plaza Infante Don Henrique. Muy cerca tenemos el antiguo Mercado Ferreira Borges (1885), actualmente utilizado como espacio cultural.

Antes de regresar a nuestro hotel situado en la localidad de Arauca, para concluir esta jornada en la preciosa ciudad de Oporto, nos dirigimos a la desembocadura del río Duero. Aparcamos el coche entre el Fuerte de San Juan Bautista (siglo XVI) y la Praia da Carneiro. Por la arena corretean las gaviotas, pero para nosotros el espectáculo está en el agua, viendo cómo rompen las olas con fuerza sobre el Faro de Felgueiras, de 10 metros de altura y construido en 1886.

Antes de emprender el regreso nos tomamos un café junto al Jardín Passeio Alegre, donde concluye la línea 1 del tranvía. Me ha gustado Oporto, pues sigue manteniendo el sabor tradicional que tenía la última vez que estuve en esta ciudad en 1997, cuando Portugalia enlazaba el aeropuerto de Bilbao con el de la ciudad portuguesa.

XIVA (Uzbekistán), una joya escondida en la Ruta de la Seda

Junio es un mes que me gusta mucho para viajar, porque los días son muy largos y la temperatura suele ser bastante agradable, así que, salvo en 2020, los últimos años mi cumpleaños lo he celebrado en destinos lejanos. Este año lo he pasado en Cuenca pero hace cuatro lo pasé en Uzbekistán y, más en concreto, en la población de Xiva, Jiva o Khiva, según se tome la nomenclatura uzbeka, castellana o rusa. Como el Talgo de alta velocidad sólo llega a Samarcanda y Bujara, nos desplazamos a esa remota ciudad en avión desde Taskhkent. Este es el breve relato del día y medio pasado allí.

Hoy ha tocado madrugón, pues a las 07:50 sale el vuelo a Urgench (unas 2 h). Además las extremadas medidas de seguridad antiterroristas obligan a estar con tiempo en el aeropuerto. A la llegada, un taxi gestionado por el hotel nos recoge en el aeropuerto y nos traslada a nuestro siguiente destino, Xiva, distante 39 km. Nos alojamos en el Hotel Asia Khiva ****, muy bien situado frente a la puerta Tash Darvaza, que nos da acceso a la ciudad interior amurallada. No es barato, 120 € la noche con desayuno, pero está muy buen situado. Este año estaba mucho más barato.

Para las 11:30 h ya estamos en danza. La puerta Tash Darvaza nos da acceso a Ichan Qala, la ciudad interior amurallada, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1990. Estamos en un lugar lleno de encanto, que podemos recorrer a pie y parece sacado de tiempos pasados. Atravesamos la zona en la que vive la población local, viendo a niños jugando a la sombra, mientras jóvenes y adultos se desplazan en bicicleta. Enseguida se echa la hora de comer y lo hacemos en el Café Kheivak. Como casi siempre un plato de carne y, como acompañamiento, el riquísimo tomate y el pepino no pueden faltar. De hecho, en este país hemos bajado la guardia y comemos ensalada, pues con el calor entra muy bien. En junio hace ya mucho calor, pero es seco.

Xiva se encuentra cerca de la frontera con Turkmenistán, entre los desiertos de Kara-Kum y Kizil-Kum. Forma junto con Samarcanda y Bujará el “triángulo de oro” de Asia Central, siendo un oasis en la Ruta de la Seda. La mayoría de los monumentos que se conservan no son antiguos, de la primera mitad del siglo XIX, pero disfrutamos callejeando entre altos minaretes, mezquitas, madrazas en desuso y palacios, como el de Tash Hovli, uno de los edificios más suntuosos de la ciudad, levantado entre los años 1832-1841. Su nombre significa “Casa de piedra” y dicen que en su construcción trabajaron un millar de esclavos, con objeto de convertirla en la más lujosa, destacando sus paredes de azulejos y cerámica procedente de China, las columnas labradas en mármol y los techos con artesonados de madera. Es uno de los edificios más hermosos que se pueden visitar.

Xiva es un auténtico museo al aire libre. Si te gusta tomar fotos aquí disfrutarás de lo lindo, pues no hay rincón que tenga desperdicio. Repartidas por el recinto amurallado hay numerosas madrazas, antiguas escuelas coránicas, entre las que destaca la de Allakuli Khan, construida a mediados del siglo XIX. Pasamos por puestos de venta de artesanía, destacando las marionetas y accedemos a la Mezquita Juma, en la que destaca su impresionante patio con 212 columnas de madera delicadamente talladas cada una de una forma diferente.

Seguimos disfrutando de esta fascinante ciudad, de sus palacios y madrazas, llamándonos especialmente la atención el minarete Islam Khodja, que termina en forma casi puntiaguda y 57 metros de altura. Decorado con ladrillo cocido, es el más elegante de la ciudad. Junto al minarete se encuentra la antigua madraza del mismo nombre, que cuenta con 42 celdas y una gran sala abovedada. La fachada, a juego con el minarete, está decorada con esmaltado.

El sol empieza a caer y estamos algo cansados, pues el calor agota, así que con tranquilidad nos dirigimos a Kunya Ark, una fortaleza que es como una ciudad dentro de la ciudad. Cuenta con dobles murallas de adobe de 10 metros de altura que daban cobijo a la antigua residencia de los Khanes. Desde la parte superior tenemos la mejor vista de Xiva, pudiendo contemplar todos sus minaretes. Enfrente está la Madraza de Mohamed Rakhmin Khan, pero nos dirigimos al otro extremo del recinto amurallado, pues vamos a celebrar mi cumpleaños en un lugar bastante fino, el Restaurante Khorezm Art, situado frente al Conjunto de Allakuli Khan. Para no variar cenaremos carne, aunque antes nos tomaremos una botella de vino. Os recuerdo que estamos en pleno Ramadán, en un país en el que el 88% de la población es de religión musulmana suní, pero no parecen muy practicantes, fruto de la época soviética. Cuando salimos nos damos cuenta de que en Xiva no hay alumbrado público. La seguridad es total, pero tenemos que caminar por un laberinto de callejuelas bajo la luz de la luna y la que proporciona algún edificio iluminado. Pronto una niña acude en nuestra ayuda y nos guía hasta la puerta, frente a la que se encuentra nuestro hotel. Nos va a alumbrando con la luz de la pantalla de su móvil. La gente en Uzbekistán es encantadora.

Iniciamos una nueva jornada madrugando de nuevo, pues tenemos que concluir la visita a la encantadora población de Xiva, importante oasis en la Ruta de la Seda. Hay que aprovechar la mañana, pues a las cuatro de la tarde tenemos el vuelo de regreso a Taskhkent. Seguimos deambulando por el interior del recinto amurallado y accedemos al Mausoleo de Pahlavan Mahmud, fundador de una rama del sufismo, que vivió entre los siglos XIII y XIV. De allí nos dirigimos a la calle principal para fotografiar el omnipresente Kalta Minor o minarete corto, que se quedó inacabado pese a haberse proyectado para ser el más alto del mundo (80 metros), superando en dos al Qutub Minar de Delhi. Hoy es el emblema de la ciudad.

Al llegar a otra de las puertas de la muralla, la Ata Darvaza, vemos a la izquierda un enorme mural de la Ruta de la Seda, ante el que nos sacamos una foto las dos parejas que realizamos el viaje por libre. Al lado se encuentra el monumento a Muhammad Ibn Muso Al Xorazmiy, el gran matemático que introdujo el álgebra y la noción de algoritmo, nacido en Xiva en el año 783. Junto al Kalta Minor un grupo se prepara para un espectáculo de danza pero, como se demora, nos dirigimos a una terraza cercana a tomar una cerveza mientras nos deleita un grupo de música tradicional.

Salimos del recinto amurallado por la puerta Pakhalavan Darvaza, que nos conduce a Dishon Qala, la ciudad moderna o exterior, un lugar mucho más auténtico, pues es donde vive y compra la población local, pues en el centro histórico solo hay comercios de hostelería, artesanía y recuerdos, así que pasamos un buen rato recorriendo el mercado, deteniéndonos en los puestos de frutas, verduras y hortalizas (¡qué buenos son los tomates!) y fotografiando a una jovencita que prepara un helado y a los orgullosos carniceros.

Pese a ser un lugar impresionante, en Xiva casi no hay turismo extranjero, pero si muchos turistas nacionales, así que las últimas fotos están dedicadas al pueblo uzbeko. Curiosamente no vimos a casi ninguna mujer vestida de negro ni con la cara tapada, algo habitual en otros países musulmanes. Esta es la moda femenina de Uzbekistán. También fotografié a un grupo de niños y a un par de familias, primero con su móvil y luego con mi cámara. Eso sí, la última foto he querido dedicarla a la simpática niña que la noche anterior nos guió hasta las proximidades de nuestro hotel, iluminando nuestro camino con su teléfono móvil. Es mi agradecimiento al pueblo de Xiva que tan bien nos acogió.

Una apresurada comida en el Hotel Asia Khiva a base del tradicional plov, no muy bueno por cierto, y de nuevo a la furgoneta que nos traslada al aeropuerto de Urgench. Dos horas de vuelo en un avión de hélice de Uzbekistán Airways (estaba previsto un Airbus 320) y estaremos en la capital del país, Tashkent. El viaje continúa. Próximo destino: Kazajistán.

CUENCA, paraíso natural

Continúo el relato iniciado la pasada semana, del viaje efectuado del 10 al 17 de junio por las provincias de Teruel y Cuenca. El 13 de junio realizamos el viaje entre ambas capitales, 153 km, buena parte de ellos por la N-420, así que son necesarias unas dos horas para cubrir esa distancia, ya que aquí no hay autovía, aunque se comenta que fue uno de los acuerdos del PSOE con Teruel Existe, para que su parlamentario apoyara la investidura de Pedro Sánchez.

He estado en varias ocasiones en Cuenca, pero casi siempre he hecho lo mismo, recorrer la ciudad y desplazarme hasta la Ciudad Encantada, añadiendo en el último viaje, en 2009, el nacimiento del río Cuervo. Es por ello que en esta ocasión, en la que pasaremos cuatro noches, vamos a dar más tiempo a la naturaleza, que ha sido generosa con esta provincia. Nos alojamos en el Parador de Turismo, magníficamente ubicado en la Hoz del Huécar, aunque no comenzamos con buen pie, ya que el puente de San Pablo que lo une con el casco viejo estaba cerrado, debido a un norme desprendimiento bajo las Casas Colgadas, así que en lugar de ir a comer a los bares de la plaza de la Catedral, mientras esperábamos a que nos dieran la habitación, optamos por un sandwich y una hamburguesa en el Parador. De esta forma evitamos un trayecto de ida y vuelta con una gran pendiente, bajo un sol de justicia.

Desde el Parador, antiguo convento de San Pablo en el siglo XVI, se tiene la mejor vista posible de la ciudad amurallada de Cuenca, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996, pues enfrente tenemos la Hoz del Huécar a la que se asoman las Casas Colgadas, el puente de San Pablo, la Catedral y la iglesia de San Pedro. Luego gozaremos de otras magníficas vistas, con el Parador como protagonista, desde el claustro de la Catedral y desde el mirador del kiosko del castillo. Para mí es la mejor vista de la Hoz del Huecar, por lo que todos los días subimos a este punto. El último día caminamos por el fondo de la otra hoz, la del Júcar, hasta la presa de Las Grajas, por la que se puede realizar un recorrido circular de 7 km por el sendero SL-CU-11. Una forma de comenzar y terminar el viaje con fuerza.

Pasadas las 4 de la tarde, con un intenso calor, empezamos nuestro recorrido por Cuenca, a la que sólo vamos a dedicar esta tarde. Para ello descendemos al fondo de la Hoz del Húecar y subimos al casco antiguo por la “directísima”, la empinada cuesta de la calle San Martín. Un rápido café en una terraza de la Plaza Mayor, junto al Ayuntamiento y nos dirigimos a la Catedral (5€ la entrada), pues los domingos cierra a las 6 de la tarde. Aquí entramos con buen pie, pues nos recibe un donostiarra forofo del Athletic. La Catedral se comenzó a construir en el siglo XII y representa uno de los primeros ejemplos del gótico en España. Merece la pena una detenida visita a su interior, que parece un museo.

Dedicamos el resto de la tarde a recorrer el casco antiguo comenzando por una pintoresca calle, la Ronda Julián Romero, que sube desde la zona de la Catedral hasta el convento de las Carmelitas. Enseguida llegamos al Arco Bezudo, abierto en la muralla y, un poco más arriba, al mirador del kiosko del castillo, donde iniciamos el descenso pasando frente a la iglesia de San Pedro hasta el Ayuntamiento, situado en la Plaza Mayor. Cuenta la ciudad con otras muchas iglesias, edificios, esculturas urbanas y tradicionales comercios y bares de interés, aunque nuestra última cita es en la Torre de Mangana, que ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de la historia. Luego tenemos otra buena subida hasta el Parador.

El 14 de junio tuvimos un día muy intenso, comenzando la actividad con un recorrido circular a pie, de unos 3 km y algo más de una hora de duración, por un lugar que siempre que voy a Cuenca visito, la Ciudad Encantada (entrada 5€). La ruta está perfectamente indicada con balizas de color turquesa en el camino de ida y otras de color rosa en el de vuelta, pudiendo contemplar diferentes formaciones rocosas a las que se han dado nombres de animales y objetos, con paneles que los describen. Su emblema es el Tormo Alto, el primero que aparece en el collage.

Decía que la jornada fue intensa, pues antes de llegar a la Ciudad Encantada repetí visita al Ventano del Diablo, un espectacular mirador natural excavado en la roca, sobre el cañón del río Júcar. Bordeamos el embalse de la Toba y nos dirigimos a la tercera visita, que también repetía, para lo que por un momento volvimos a la provincia de Teruel. Se trata del nacimiento del río Tajo. Junto al lugar en el que brota el agua, se ha levantado un grupo escultórico con una enorme estatua que representa al río, el mapa por donde discurre y los símbolos de las provincias de Teruel (el toro), Guadalajara (el caballero) y Cuenca (el cáliz). El cuarto lugar a visitar tiene dos lugares de interés, el nacimiento del río Júcar y su primer salto de agua, la hermosa cascada del Molino de la Chorrera, a la que se accede por un sendero muy bien acondicionado.

Comemos el bocadillo en un área de pic-nic mientras contemplamos la cascada, pasamos por Tragacete y nos dirigimos hacia el nacimiento del río Cuervo, el tercero que veremos en esta jornada. El entorno está muy bien preparado, con un sendero que a veces cuenta con pasarelas de madera y escaleras. El recorrido circular de tan sólo 1,5 km nos permite acercarnos enseguida ala zona de las cascadas, ahora convertidas en chorreaderos con poco agua. Pese a todo es un lugar lleno de encanto. Caminando en torno a las aguas cristalinas del río, tenemos que subir hasta los 1490 metros de altitud en los que se encuentra el nacimiento, brotando el agua bajo una roca. El lugar merece realmente la pena.

La jornada todavía no ha concluido, pues tenemos el tramo más largo de coche hasta nuestro siguiente destino (casi 75 km), situado cerca de Villalba de la Sierra, población que dista tan sólo 23 km de Cuenca. Se trata de los Callejones de las Majadas, enclave natural situado a 3 km del pueblo del que toma su nombre. Es lo más parecido a la Ciudad Encantada, pero en versión gratuita y más salvaje. Lo ideal es recorrer la Senda de los Callejones, recorrido circular de 3,6 km, balizado con 89 postes indicadores. No lo pudimos realizar completo, pues la tormenta se nos echaba encima, así que optamos por regresar a Cuenca tras una intensa jornada en la que visitamos siete lugares y realizamos 250 km en coche.

Tras la paliza del día anterior, el 15 de junio nos lo tomamos con mucha tranquilidad, desplazándonos 88 km hasta el embalse de Buendía para realizar la original Ruta de las Caras. En un sencillo recorrido de poco más de 2 km, existen tres zonas en las que distintos autores han tallado 18 esculturas en la piedra arenisca de la zona, muchas de ellas de caras. Las primeras fueron realizadas en 1992 por los artistas Eulogio Reguillo y Jorge Maldonado. Para tomar fotos es mejor ir por la tarde. Hace mucho calor, así que regresamos al pueblo de Buendía a tomar algo fresco y recorrer sus lugares de interés, como la iglesia de la Asunción, la Plaza Mayor porticada en la que se encuentra el Ayuntamiento y una puerta de la antigua muralla. Como la temperatura ha subido hasta los 32 grados, hace mucho bochorno y puede haber tormenta, decidimos tomarnos la tarde de descanso sin salir del Parador, aunque antes subimos hasta el mirador del Castillo, con la Hoz del Huécar a nuestros pies, para comer una deliciosa y enorme ensalada y una sepia a la plancha en el Mesón El Torreón.

Cuando el primer día estuvimos en la Oficina de Turismo situada junto al Ayuntamiento de Cuenca, las personas de al lado estaban pidiendo información sobre dos lugares de los que no habíamos oído hablar, así que al día siguiente volvimos para enterarnos mejor y preparar un buen plan para la última jornada conquense, cercano a la capital. El primer lugar son las Torcas de Palancares y Tierra Muerta, grupo de 22 torcas, depresiones del terreno provocadas por el hundimiento de techos de caverna, que se pueden recorrer por senderos balizados. La más hermosa es la del Lobo. Separada del grupo tenemos otra muy interesante, la de la Novia. Parte en coche y parte a pie, nos acercamos a dos pinos singulares, el Candelabro y el Abuelo. Bajo el castillo del Buen Suceso se encuentra el pueblo de Cañada del Hoyo, en cuyas proximidades se encuentra un grupo de lagunas que toman su nombre. A tres de ellas se puede acceder por un cómodo y corto sendero. Son las lagunas de la Gitana y del Tejo y el lagunillo del Tejo. Muy cerca hay otras cuatro, pero se encuentran en el interior de la finca 7 Leguas, que estaba cerrada, pudiendo desde fuera acceder, tras media hora de marcha, a una de ellas, la laguna Llana.

Comimos el bocadillo en una de las mesas próximas a la laguna de la Gitana y regresamos a Cuenca para recorrer por la tarde parte del sendero de la Hoz del Júcar y concluir esta escapada contemplando la Hoz del Huécar, el Parador y la Catedral, desde el mirador del Castillo, tras comer un helado en El Torreón. El 17 de junio tuvimos 564 km, todos por autovía, para regresar a casa. Eso si, con varios chaparrones por el camino. Ya estoy preparando la próxima escapada, también peninsular.