Viaje por el sur de Francia: Midi Pyrénées (y 3)

Dejaba la pasada semana este relato en la ciudad de Albi, desde donde nos desplazamos a Montauban, distante 85 km, realizando tres paradas por el camino. La primera de ellas la efectuamos en Castelnau-de-Montmiral, clasificado entre los pueblos más bellos de Francia, bastida fundada a principios del siglo XIII a la que se accede por la Porte des Garrics, destacando en su interior la place des Arcades. Enseguida nos detenemos en la ciudad fortificada de Puycelsi, construida en un promontorio que domina el bosque de la Grésigne. Forma también parte de los pueblos más bellos de Francia, destacando la iglesia de Saint-Corneille, la Porte de l’Irissou y la Tour de la Prison. Entramos en el departamento Tarn-et-Garonne y realizamos la última parada, como no, en otro de los pueblos más bellos de Francia, Bruniquel, coronado con un castillo encaramado a una peña sobre las gargantas del Aveyron. De su patrimonio destaco un par de lugares, la iglesia de Notre-Dame-de-l’Assomption y la Porte Mejane.

Pese a no ser de las ciudades que más me han gustado, en Montauban pasaremos las tres próximas noches, para así visitar los interesantes pueblos situados en su alrededor. De esta forma pudimos ver la capital de Tarn-et-Garonne en diferentes momentos. Debido al ladrillo de sus construcciones es conocida como “la más rosa de las villas rosas”. Ante todo me quedo con la imagen del Puente Viejo sobre el río Tarn, aunque si tienes ocasión te recomiendo el mercado que cada miércoles se celebra en la plaza Lalaque. Al igual que he visto en otras localidades de Midi Pyrénées y de la Provenza, el miércoles se preparan paellas al aire libre. También me gustó mucho la place Nationale, centro neurálgico de la ciudad. Otros edificios de interés son la iglesia de Saint-Jacques, único vestigio medieval junto al Puente Viejo, la Cathédrale de Notre-Dame-de-l’Assomption, el Teatro y la escultura Saphö situada frente a él.

El undécimo día de viaje fue uno de los que más kilómetros hicimos, 254, pues desde Montauban nos desplazamos a tres pueblos. La primera parada fue en un viejo conocido por ser el centro de una escapada anterior, Rocamadour, ciudad medieval suspendida en un acantilado, así que prepararos con las cuestas, incluidos los 233 peldaños de la escalera monumental. Os aconsejo que antes de visitar la ciudad toméis la carretera D32, en la parte baja de la población, para poder disfrutar de una espectacular vista de conjunto y haceros idea de lo que váis a ver luego. Situada en el derpartamento de Lot, dicen que es el tercer lugar más visitado de Francia, tras la Tour Eiffel, en París y Mont-Saint-Michel, en Normandía. La ciudad de Rocamadour posee tres niveles. En el primero se encuentra una calle estrecha en la que concentran comercios típicos y restaurantes. En el segundo están las capillas, las iglesias, la basílica y el palacio. El santuario esta formado por siete iglesias. En el tercer nivel, sobre el acantilado, se encuentra el castillo fortificado. Nosotros aparcamos en la parte alta, realizando el recorrido a la inversa de lo indicado, cuesta abajo, regresando en ascensor. Pese a todo sufrimos mucho por el intenso calor.

Tras comer en Rocamadour hicimos un alto para tomar café en St-Cirq-Lapopie. Un lugar que me encantó sobre todo por su emplazamiento junto a un acantilado sobre el río Lot, a cuyo departamento pertenece. La carretera de acceso a este pequeño pueblo permite disfrutar de una espectacular panorámica. No me extraña que forme parte de los más bellos pueblos de Francia y que en 2012 le dieran el premio al más bonito de todos. Aunque cuenta con 13 edificios clasificados como monumento, sobre todo antiguas mansiones, me quedo con la imagen de la iglesia fortificada de Saint-Cirq, del siglo XVI y del Château de la Gardette, sede del Musee Rignault.

Aunque la tarde estaba ya avanzada, no quería dejar de volver a visitar otro lugar que me encantó en un viaje anterior. Construido en el siglo XIV, el puente fortificado de Valentré se ha convertido en el emblema de Cahors, ciudad de arte e historia. Forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO junto al otro edificio notable de la ciudad, la Catedral de St-Étienne, en el marco de los Caminos de Santiago en Francia. Cuando empieza el atardecer, el sol proporciona al puente una luz especial. Además tuvimos la suerte de ver pasar una embarcación por la esclusa del río Lot, al lado del puente. También nos llamó la atención que mobiliario urbano y troncos de árboles contaban con”trajes” de lana, hechos con ganchillo.

El duodécimo día de viaje, desde Montauban realizamos otra excursión de 93 km para visitar un par de pueblos. La primera parada fue en uno en el que ya habíamos estado con anterioridad, Moissac, población situada en el departamento de Tarn-et-Garonne, que cuenta con una joya arquitectónica declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la Abadía de St-Pierre, en la que destaca el tímpano, construido entre 1110 y 1130, además del claustro, que data de la misma época. En las afueras de Moissac se encuentra otra maravilla arquitectónica, el puente canal de Cacor, construido sobre el río Tarn, para que puedan pasar los barcos que navegan por el canal del Garonne. Algo realmente curioso.

Por la tarde visitamos otro de los más bellos pueblos de Francia, Auvillar, donde destaca la plaza triangular, que está rodeada de viviendas de los siglos XVII y XVIII, llamando sobre todo nuestra atención el mercado de los granos, edificado en 1825 con forma circular, único de este tipo existente en el sudoeste francés. También son de interés la Tour de l’Horloge (Torre del Reloj) y la iglesia de Saint-Pierre, antiguo priorato benedictino entre los siglos XII y XIV. Desde Auvillar se tiene una magnífica vista sobre el río Garonne.

Día 13 de viaje. Hoy toca traslado hasta la ciudad de Auch (115 km), pero de camino efectuaremos dos paradas en sendos pueblos de la red de los más bellos de Francia. Cambiamos de departamento, pasando al de Gers. La primera parada es en Sarrant, donde la puerta de la villa da acceso al recinto histórico, en el que destacan la iglesia de Saint-Vincent (siglo XIV) y la capilla de Notre-Dame-de-Pitié (siglo XVIII). Poco después nos detenemos en Lavardens, pueblo con un pintoresco emplazamiento, del que sobresalen la iglesia (siglo XV) y el castillo (siglo XVII).

Circulando entre campos de girasol llegamos a nuestro último destino, Auch, tierra de mosqueteros y pequeña capital del departamento de Gers, en la que su principal monumento es la Catedral de Saint-Marie (siglos XV-XVII), que cuenta con dos torres de 44 metros de altura. En su interior destacan las vidrieras, los sitiales del coro y el gran órgano. Forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, en el marco de los Caminos de Santiago en Francia. Nos acercamos también a la place de la Liberation y al Ayuntamiento. Para concluir la visita subimos los 232 peldaños de la escalera monumental, que une el muelle del Gers con la place Salinis. Pasada la estatua de d’Artagnan, descubrimos el emblema de la ciudad, la Tour d’Armagnac, torre del siglo XIV y 40 metros de altura. El viaje ha concluido, aunque todavía nos quedan cuatro horas de viaje (371 km) para regresar a Leioa, pero eso será mañana.

Viaje por el sur de Francia: Midi Pyrénées (2)

Dejaba la pasada semana este relato en la ciudad de Rodez, desde donde dedicamos la sexta jornada a recorrer el valle del río Lot. La ruta fue de solo 124 km en todo el día. La primera parada la hicimos en Espalion, donde su principal atractivo es el Pont-Vieux, construido en el siglo XIII sobre el río Lot, incluido por la UNESCO en el lugar Patrimonio de la Humanidad llamado “Caminos de Santiago de Compostela en Francia”, al formar parte de una de las rutas jacobea, la Via Podiensis. Cuenta también con otros lugares de interés como el Palacio de Justicia el Museo Joseph Vaylet de arte y tradiciones populares y la iglesia de San Juan Bautista.

Pronto hacemos otra parada en el pequeño pueblo de Estaing. Seguimos en la ruta jacobea, así que el puente gótico sobre el río Lot también ha sido incluido en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Este pueblo, clasificado entre “les plus beaux villages de France”, es también conocido por su castillo del siglo XVI, edificado por la familia d’Estaing, antiguos señores de la villa. Cuenta también con la notable iglesia de Saint-Fleuret, del siglo XV. Paseando por Estaing contemplamos hermosas fachadas de los siglos XVI, XVII y XVIII, destacando la del palacete Cayron, actual Ayuntamiento, y una cruz de hierro forjado, símbolo del Aveyron.

La última visita del sexto día fue a la población de Conques, de la que tengo grato recuerdo de un viaje anterior, ya que es un sitio emblemático de la Via Podiensis del Camino de Santiago. El apogeo de Conques en los siglos XI y XII, coincide con la construcción de la abadía románica. La Abbatiale Sainte-Foy (iglesia abacial de Santa Fe) forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1998, pues está considerada como una obra maestra de la arquitectura románica del sur de Francia, destacando especialmente por su tímpano, que cuenta con 124 figuras, y por su Tesoro, que incluye obras de arte únicas, datadas en el período carolingio. Por hoy ya vale de visitas. Regresamos a Rodez.

El séptimo día de viaje nos trasladamos a Albi (131 km), ciudad en la que pasaremos las tres próximas noches, aunque de camino realizamos tres paradas, siendo la primera en Villefranche-de-Rouergue, población situada a 250 metros de altitud, a orillas del río Aveyron, cruzado por el puente de los Cónsules. Cuenta con un rico patrimonio, destacando la Colegiata de Notre Dame, concluida a finales del siglo XV, que preside la coqueta plaza porticada del mismo nombre. De visita obligada es la capilla barroca de los Penitentes Negros, muy austera en su exterior, pero profusamente decorada en su interior. La segunda parada fue más breve, en Najac, uno de los “pueblos más bellos de Francia”, que se desarrolló a los pies del castillo.

25 km antes de llegar a Albi, ya en el departamento del Tarn, nos detenemos en uno de los “pueblos más bellos de Francia”, Cordes-sur-Ciel. Es la segunda vez que visitamos este pueblo pues es de los que más me gustan de Midi Pyrénées. Antes de llegar existe un mirador desde el que se puede contemplar todo el recinto medieval de comienzos del siglo XIII, del que sobresale la iglesia de Saint-Michel. Una vez en su interior nos detenemos en la Tour de la Barbacane y en las diferentes puertas de acceso, entre las que destacan la de Jane y la de l’Horloge (Reloj). Caminando sobre sus empedradas calles nos acercamos hasta la plaza del mercado. Las viviendas más importantes y mejor conservadas se encuentran en la Grand-Rue Raymond-VII, destacando la Maison du Grand Fauconnier y la del Grand Veneur, decorada con escenas de caza. Una preciosidad de pueblo.

El octavo día de viaje no cogemos el coche, pues vamos a pasar todo el día en la ciudad que más me gusta de Midi Pyrénées, Albi, capital del departamento del Tarn. Conocida como “la ciudad roja” por el color de sus edificios, está bañada por el río Tarn. Quizás la vista más espectacular es la que tiene como marco el río, el Puente Viejo en primer plano y al fondo la Catedral. La ciudad episcopal de Albi forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el año 2010. Comenzamos la visita en la place du Vigon, para contemplar algunas casas señoriales, como la Maison du Vieil Alby. Nos desplazamos a continuación al Palacio de la Barbie, al que luego volveremos, para contemplar desde sus jardines el río Tarn, los barcos turísticos que por él navegan y los molinos albigenses. Lo único que no me gusta de Albi es que su plato tradicional sean los callos con azafrán.

Continuamos nuestro recorrido por Albi acercándonos al mercado y a los puestos existentes en el boulevard de Strasbourg. Provistos del Albi City Pass (13 €), que incluye la visita a la Cathédrale Sainte-Cécile y al Musée Toulouse-Lautrec, además de descuentos en otros 20 museos y atracciones, accedemos a la Colegiata y claustro de St-Salvi, sede episcopal de la ciudad entre los años 474 y 584, donde podemos ver varias esculturas policromadas. Regresamos al Palacio de la Berbie, antiguo palacio episcopal construido en el siglo XIII, actual sede de otra visita obligada, el Museo Toulouse-Lautrec, donde se exponen más de 1.000 obras del autor, entre ellas sus 31 carteles más conocidos.

He dejado para el final el edificio más emblemático de Albi, la Cathédrale Sainte-Cécile (Catedral de Santa Cecilia). Construida a partir del siglo XIII, es la mayor catedral de ladrillo del mundo, con 113 metros de largo por 35 de ancho. Con aspecto de fortaleza, su campanario se eleva hasta los 78 metros de altura. Es también la única catedral europea cuyas paredes y bóvedas estén totalmente pintadas; unos 18.500 m². En su interior destacan la pintura mural del “Juicio final”, situada bajo el órgano, el “jube”, pared que separa el coro del trascoro, que parece un encaje de piedra blanca, adornado con más de 270 estatuillas esculpidas por artistas borgoñones de Cluny y la bóveda, pintada entre 1509 y 1512, que representa la bóveda celeste.

El octavo día, desde Albi, realizamos una excursión de 85 km, deteniéndonos en primer lugar en un pueblo en el que no teníamos previsto hacerlo, Lescure-d’Albigeois, pero llamó nuestra atención la monumental Torre del Reloj, vestigio de las fortificaciones del siglo XIV y la iglesia de y la iglesia de Saint-Michel, fundada en el siglo XIII. La segunda parada fue en Castres, una localidad que nos agradó por sus múltiples lugares de interés, como el Quai des Jacobins (casas situadas al borde del río Agoût), el parque de Goujarde, el Museo Goya, el Teatro, la Catedral y las iglesias St-Benoit y Santiago. La última parada fue en el pequeño pueblo de Lautrec, clasificado entre los “pueblos más bellos de Francia”. Especialmente nos gustó su plaza, la Porte de la Caussade y las vistas que se tienen desde el molino, además del Atelier du Sabotier, dedicado a la elaboración de calzado artesanal. Concluimos la jornada en Albi. El viaje continúa.

Viaje por el sur de Francia: Midi Pyrénées (1)

He estado unas cuantas veces en esta región francesa, pero casi siempre en escapadas cortas teniendo como centro Toulouse, Albi, Millau, Rocamadour, Auch o Tarbes. En esta ocasión, como tenía que gastar las vacaciones, me animé a realizar un viaje de dos semanas recorriendo buena parte de esta variada región. Eso sí, cometí un fallo, viajar en agosto, pues pasamos mucho calor. La primera etapa fue la más larga, 452 km desde Leioa. Nos quedamos en Toulouse, ciudad que ya conocíamos, así que supuso realmente el punto de partida del viaje. En esta ocasión nos limitamos a recorrer la Place Capitole, donde se encuentra el Ayuntamiento y visitar sus dos principales templos, la basílica de Saint-Sernin y el convento de los Jacobinos.

De Toulose nos dirigimos a Millau, realizando cuatro paradas por el camino, la primera de ellas en Ambialet, pequeña población situada en uno de los meandros del río Tarn, a cuyo departamento pertenece. Su emplazamiento es precioso, presumiendo de estar construida sobre el istmo más pequeño de Europa. Llevamos 100 km. Pasamos al departamento de Aveyron y 25 km después nos volvemos a detener en Brousse-le-Château, pueblo con un rico patrimonio medieval, destacando la iglesia de Saint Cirice y el castillo, construido entre los siglos XIII y XVIII. Está clasificado como uno de “les plus beaux villages de France”. En este viaje veremos unos cuantos de “los pueblos más bellos de Francia”. Abandonamos este pueblo y poco después, en un alto, vemos un taller en el que elaboran diferentes figuras, sobre todo animales, con materiales reciclados. 35 km más tarde nos volvemos a detener en Saint-Rome-de-Tarn, pueblo que fue fortificado en el siglo XI, conservando restos de la muralla y de sus puertas de acceso. Concluimos la jornada en Millau. La etapa de hoy ha sido de 179 km.

Hemos elegido el Millau Hotel Club para pasar las tres próximas noches. Tiene un buen precio y cuenta con piscina, algo de agradecer con el calor que hace. Desde Millau visitaremos los alrededores, dedicando las tardes para recorrer esta población y acercarnos al viaducto de Millau, espectacular obra de ingeniería diseñada por Norman Foster, construida entre 2001 y 2005. Es el viaducto más alto del mundo, al discurrir a 245 metros del suelo, teniendo su pilar más alto 336 metros desde su base hasta la punta. La longitud total del viaducto es de 2.460 metros. De Millau me quedo con el río Tarn y su entorno, el Puente Viejo y el Molino, pero también con la torre de la iglesia de Notre Dame de l’Espinasse y el Campanario (Beffroi). Como es habitual, también nos acercamos al mercado. Millau es una ciudad agradable y tranquila.

De Millau nos acercamos al pequeño pueblo de Peyre, distante poco más de 7 km, construido sobre un escarpe rocoso, por lo que cuenta con casas trogloditas, así como su iglesia fortificada. Desde este pueblo, catalogado como uno de los más bellos de Francia, se tiene una magnífica vista del viaducto de Millau. La siguiente cita la tenemos en Roquefort-sur-Soulzon, pueblo que da nombre al famoso queso Roquefort, elaborado en las cuevas cercanas. Por segunda vez visitamos la fábrica de la Société, aprovechando para comprar queso. Me encanta. Llevamos 78 km de viaje cuando nos detenemos en La Couvertoirade, otro de los pueblos más bellos de Francia, que me ha encantado principalmente por su espectacular recinto amurallado, el castillo y la iglesia de Saint-Christol. Aprovechamos para comer en este agradable lugar.

La tarde la dedicamos a recorrer las Gorges de la Dourbie, hermosas gargantas en las que se encuentran pequeños pueblos como el de Cantobre, construido en el sitio de un castillo del siglo XII. En la actualidad el edificio más relevante es la iglesia de Saint-Etienne. Seguimos recorriendo las gargantas y realizamos la última parada del día en otro pequeño pueblo, La Roque-Sainte-Marguerite, que cuenta con un castillo y una pequeña iglesia. Lo mejor de estos pueblos es su emplazamiento. Finalmente regresamos a Millau, tras haber recorrido 128 km.

Unos de los motivos de alojarnos en Millau es porque estamos a solo 19 km de un lugar que nos encantó en un anterior viaje y al que hemos vuelto, Montpellier-le-Vieux. El agua y el viento han esculpido en la piedra gris del Causse Noir una fantástica ciudad, el Parc du Chaos de Montpellier-le-Vieux, “la Ciudad de las Piedras”, un parque del estilo de la Ciudad Encantada de Cuenca, en la que la erosión ha dado curiosas formas a la piedra. Existen 6 senderos marcados. Recomiendo efectuar el llamado Le Belvédère (hora y media), que conduce a la roca más famosa del parque, la “Porte de Mycènes”. Hay opción de regresar en un pequeño tren, reduciendo a la mitad el recorrido. El precio de la entrada es de 7 €, existiendo una entrada combinada con l’Aven Armand (17 €), que visitaremos a continuación. Más información en www.lacitedepierres.com.

Continuamos el viaje durante unos kilómetros por las gargantas de la Jonte rumbo a la cueva de l’Aven-Armand, que desde el año 2011 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. En funicular descendemos a cien metros de profundidad para contemplar el bosque de estalagmitas. La sala principal tiene 110 metros de largo, 60 de ancho y una altura media de 45 metros, albergando más de 400 estalagmitas. La más grande tiene 30 metros de altura, por lo que está considerada como la mayor del mundo. Accedemos después a las preciosas gargantas del Tarn. Circulamos bordeando meandros y disfrutando de espectaculares vistas y algunas edificaciones como el castillo de La Caze, de estilo renacentista del siglo XV, o el pequeño pueblo de Hauterives, de donde parten excursiones en piragua. La excursión de hoy ha sido de unos 130 km.

Quinto día de viaje. Hoy tenemos tan solo 67 km para llegar a la capital del departamento de Aveyron, Rodez, en la que pasaremos dos noches, así que disponemos de casi todo el día para recorrer esta ciudad de unos 24.000 habitantes, en la que su principal monumento es la Catedral de Notre Dame, obra maestra del gótico, construida entre los siglos XIII al XVI. Al su lado está el Palacio Episcopal, de finales del siglo XVII. Alrededor de la Catedral se encuentra el casco antiguo, que cuenta con notables edificios como la iglesia de Saint Amans, la Tour de Corbières, la Tour de Maje o la Maison d’Armagnac. El viaje continúa.

Escapada castellana: Por tierras de Valladolid y Burgos

Hace menos de dos semanas me encontré en Leioa con mi vecino Eliseo, quien me dijo que al día siguiente marchaba “al pueblo” y que iba a ser el pregonero de la “Boda de El Empecinado”, en Castrillo de Duero. ¿Por qué no os animáis y venís? No tenía ni idea de dónde se ubica ese pueblo, así que me explicó que está a 11 km de Peñafiel, una población vallisoletana en la que he estado en varias ocasiones. Les hice la propuesta a unos amigos madrileños y también se animaron. Menos mal que el Hotel Ribera del Duero, en Peñafiel, tenía habitaciones libres. Está bien de precio, tiene un buen aire acondicionado y desayuno a 4 €. Lástima que el bar y el restaurante los tengan cerrados. Así comenzó esta imprevista e intensa escapada, que realizamos del 2 al 4 de agosto cortejando al río Duero, por tierras de viñedos y campos de girasol.

Al mediodía ya habíamos cubierto los 271 km que separan Peñafiel de Leioa. Comimos en el restaurante Molino de Palacios (nos pareció caro), un molino harinero restaurado situado a orillas del río Duratón, punto de descanso de varios patos. A media tarde, bajo un sol de justicia y 34 grados de temperatura, fuimos visitando las cuatro iglesias de la localidad: Santa María, del siglo XVI, sede del Museo Sacro, el convento de Santa Clara, del siglo XVII, convertido en Hotel de 4 estrellas, San Miguel, templo herreriano del siglo XVI, que conserva un buen conjunto de retablos barrocos procedentes de otras iglesias y, finalmente, el convento de San Pablo, edificio gótico-mudéjar del siglo XIV, que alberga la capilla funeraria plateresca de los Manuel, del siglo XVI, que merece la pena visitar.

Finalmente llegamos al lugar que más me gusta de Peñafiel, la Plaza del Coso, de origen medieval y una de las plazas mayores más antiguas de España (1433). Está rodeada por 48 edificios y adquiere especial relevancia en las fiestas de San Roque (del 14 al 18 de agosto) y en la Bajada del Ángel, el Domingo de Resurrección. Desde la plaza se tiene una buena vista del castillo. Subimos luego a la Torre del Reloj, el edificio más antiguo de la población, pues es lo único que queda de la iglesia de San Esteban, del siglo XI. Antes de ir a tomar algo a la zona de la plaza de España, vimos a los vecinos cortar la carretera N-122, exigiendo la construcción de la Autovía del Duero (A11). Para la noche Eliseo nos había preparado una sorpresa: cena en la bodega San Juan, de su amigo Carlos, a base de morcillas y chuletillas de lechazo, hechas a la parrilla con sarmiento, todo ello regado con buen vino recién sacado de la barrica. Una delicia. Nos impresionó el interior de la bodega, que llega casi hasta debajo del castillo. Menos mal que no cenamos dentro, pues hacía un frío que pelaba. Nos sorprendió el ambiente que había en la calle, pues estábamos 10 personas en la mesa y desde ella veíamos otras 7 mesas, con gente cenando frente a las bodegas. Entre pitos y flautas no nos acostamos hasta las dos y media de la madrugada.

Aunque ya lo hemos visitado en ocasiones anteriores, el sábado por la mañana subimos hasta el castillo, considerado uno de los más bellos del Estado. La fortaleza está enclavada en un alto, desde donde se domina Peñafiel y las cuencas de los ríos Duero y Duratón. Mis amigos de Rivas Vaciamadrid son aficionados al buen vino, por lo que aprovecharon para comprar en el Museo Provincial del Vino, una caja de Quelías rosé, de Bodegas Sinforiano, que ha obtenido el premio al mejor vino rosado.

La siguiente cita la tenemos a un paso de Peñafiel, en el pequeño pueblo de Curiel de Duero, que se ve de lejos, pues sobre un cerro rocoso se alza la mole de su castillo, convertido en Hotel de 4 estrellas. Antes de subir a él nos detuvimos en este coqueto pueblo, que tiene un notable núcleo histórico, en el que destacan los restos del Palacio de los Zúñiga, construido en 1410, y la iglesia gótico-mudéjar de Santa María, del siglo XV, que conserva una valiosa portada románica.

Nos desplazamos ahora a uno de los pueblos que más me gustan de la provincia de Burgos, Peñaranda de Duero, aunque como nos hemos entretenido mucho por el camino, tenemos que conformarnos con recorrerlo sin poder acceder a ninguno de sus monumentos. Antes de llegar se divisa imponente la Torre del Homenaje del castillo, construido sobre un cerro en el siglo X, aunque reformado en el XV. Me encanta su Plaza Mayor, con vistas al castillo, a la que se asoma el Palacio de los Condes de Miranda o de Avellaneda, construido en el siglo XVI, que cuenta con un elegante patio señorial con galería doble. Frente a él se alza majestuosa la iglesia de Santa Ana, comenzada en 1540, con su elegante portada barroca. Entre ambos edificios contemplamos una picota o rollo jurisdiccional, de líneas góticas. Mientras comemos en los soportales de la plaza tenemos entretenimiento, pues une enjambre de abejas se ha adueñado el acceso a la iglesia y un apicultor tiene que emplearse a fondo para trasladarlas a una colmena.

A media tarde del sábado llegamos por fin al objetivo principal de esta escapada, Castrillo de Duero, pequeño pueblo de 152 habitantes, aunque no llegan a 70 los residentes durante todo el año, del que sobresale la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, que conserva la cabecera románica del siglo XII. Acompañados de Eliseo visitamos la vivienda de uno de los vecinos, que parece un museo y el portalón de acceso a la de su familia, que será escenario de la escena de la fragua por la tarde. Castrillo de Duero es el pueblo natal de Juan Martín Díez, “El Empecinado” (1775-1825), así que también visitamos el Centro de Interpretación a él dedicado y la escultura situada frente al Ayuntamiento.

Como cada primer sábado de agosto, el día 3 a las 19:30 h dio comienzo la recreación de la “Boda de El Empecinado”, en la que participa buena parte del pueblo y de los veraneantes, aunque los “novios” son actores profesionales. Este año, mi vecino Eliseo fue el pregonero, así que fui acompañando al cortejo por todo el pueblo, bajo un sol de justicia. En diferentes lugares se recrean nueve escenas que llevan por título “Vecinas en la plaza”, “Pregón y juego de niños” “Fraguando amistades”, “Hablares de taberna”, “Hilando fino, fino”, “Sale el novio”, “Ronda a la novia”, “El casamiento” y “Festejo”. En este último se reparten viandas y limonada a los asistentes a la “boda”. La verdad es que ha merecido la pena, pese al calor que hemos pasado durante dos horas. Estamos cansados pero no llegamos al hotel de Peñafiel hasta las 00:30 h.

Hemos dejado para el domingo la visita a una población en la que hemos estado varias veces, pues queda a mitad de camino entre Bilbao y Madrid. Además, llevamos varios años acudiendo a las exposiciones de “Las Edades del Hombre”, organizadas por las diócesis de Castilla y León. Este año celebran el XXIV aniversario en Lerma, ocupando tres recintos religiosos, la ermita de la Piedad, el Monasterio de la Ascensión y la Colegiata de San Pedro. Lleva por título “Angeli”, pues en esta edición está dedicada a los ángeles, Además de poder comer cordero, en Lerma tenemos que visitar también la Puerta de la Cárcel y la Plaza Mayor, presidida por el Palacio Ducal, actual Parador de Turismo.

En Lerma tuvimos una agradable sorpresa, pues no contábamos con ella. Durante todo el fin de semana ha tenido lugar la Fiesta Barroca, una especie de mercado medieval con muchos actos paralelos, que se celebra cada dos años. El domingo a partir de las 12 del mediodía tuvo lugar el acto final, el combate de Tercios del siglo XVII, que se concentran frente al Palacio Ducal, para luego descender hasta el descampado, donde tiene lugar la gran batalla. Bajo infiltrado entre los piqueros de uno de los Tercios y me sorprende que el capitán les habla en castellano e inglés. Me comentan que hay muchos extranjeros que participan en la recreación del mayor combate nunca celebrado en el estado, pues hay más de 450 participantes de varios países. Bajo un sol de justicia presencio la batalla, en el que primero disparan los mosqueteros, luego viene el enfrentamiento de los piqueros y finalmente la pelea cuerpo a cuerpo con espadas. El descampado se va llenando de víctimas, hasta que por fin conquistan la bandera del rival. He tenido suerte, mi bando ha ganado, pero todavía tengo que subir la interminable escalera que conduce a la Plaza Mayor, beber dos claras seguidas, comida y regreso a casa. Ha resultado una escapada muy intensa y muy cansada debido al calor. Menos mal que al llegar a Leioa el termómetro marcaba 23 grados.