Escapada parisina (y 2)

Os dejaba el pasado martes en el Museo del Louvre, abarrotado de gente en el momento de abandonarlo. Hemos tenido suerte de que hoy, con la huelga de transporte público, dedicáramos la mañana a visitar museos, pues el siguiente destino lo tenemos a un paso, en un lateral del Museo del Louvre, accediendo desde la misma rue de Rivoli. Se trata del Musée des Arts Décoratifs (Museo de las Artes Decorativas), costando la entrada 10 euros (https://madparis.fr). La colección permanente del museo está formada por más de 6.000 elementos decorativos de todo tipo, desde muebles, hasta vajillas, joyas, juguetes o alfombras, aunque la parte más interesante del museo son algunas salas de época, en las que se muestra cómo vivían los ciudadanos franceses desde finales de 1400 hasta principios del siglo XX. También hay mobiliario actual. Me ha parecido muy interesante y una gozada verlo sin gente, pues había muchos más empleados que visitantes. Dicen que ha sido debido a la huelga del metro.

Debido a la huelga del transporte hemos decidido pasar la tarde en la zona, así que comemos en una calle lateral la peor carne a la milanesa que recuerdo y nos dirigimos a la plaza de la Concorde, en la que destacan la Fuente de los Mares y el Obelisco de Luxor. Caminamos por el Promenade Tours-de-la-Reine, hasta un lugar que me gusta mucho, el puente de Alexandre III, desde donde se tiene una buena vista del Sena y del Gran Palacio de París. Luego nos tomamos un polvoriento café en el Jardin des Tuileries (Tullerías). Digo lo de polvoriento pues los parques y muchos paseos de París tienen el suelo de arena. Menos mal que aquí no dejan entrar patinetes, que levantan una gran polvareda.

Hoy toca caminar, así que lo hacemos por la orilla del río Sena, bajo un sol de justicia, bordeamos el Louvre y seguimos hasta el pont Neuf, por el que accedemos a la isla de la Cité. Continuamos por la orilla del Sena hasta tener al otro lado el Ayuntamiento, desde donde nos dirigimos a la Catedral de Notre-Dame, pues queríamos ver en qué situación ha quedado tras el horrible incendio. Cruzamos sucesivamente los puentes Saint-Louis y Louis Philippe, nos tomamos otro café y nos dirigimos a la estación de metro Hotel de Ville, por donde pasa la línea 1 de metro, una de las dos que funcionan. Entre pitos y flautas, el reloj me indica que hoy hemos andado 20.044 pasos (14,15 km).

Sábado 14 de septiembre. Hoy toca “exteriores”. Iniciamos una nueva jornada viajando en metro hasta la estación de Abbesses, ubicada en el corazón del barrio de Montmartre, lugar de mucho ambiente. Esta estación dispone de ascensor, cosa que no me extraña pues nos metimos entre pecho y espalda unas 250 escaleras para salir a la calle. Parece que habíamos subido a la cima de Gorbeia. Detrás de la estación se encuentra la pared de los “je t’aime” y me apetecía volver a sacarnos la foto junto al “Maite zaitut”. En mi anterior viaje, en este lugar no había nadie y esta vez estaba abarrotado de gente. Hay que tener mucho cuidado, pues mientras sacábamos una foto a una pareja de japoneses, a él le hurtaron la mochila que había dejado en un banco. Menos mal que a ella le advertimos que cogiera el bolso. Más tarde nos acercamos al resplandeciente Moulin Rouge, otro emblema parisino.

Me apetecía mucho volver al Sacré-Coeur, la basílica del Sagrado Corazón ubicada en una colina sobre Montmartre. Subimos en funicular, para el que sirve el billete del metro. Cuando sacas la foto a la iglesia, hay que tener mucho cuidado con las gitanas rumanas que se te acercan con cualquier pretensión, con objeto de hurtar a los incautos. Particularmente me gusta la place du Tertre, frecuentada por pintores que te pueden hacer un retrato en un momento.

Frente al Moulin Rouge está la estación de Blanche, donde cogimos el metro hasta la de Opéra. Nada más salir tenemos enfrente el reluciente edificio de Ópera Garnier, también conocida como Palacio Garnier u Ópera de París. Napoleón III ordenó su construcción al arquitecto Charles Garnier, quien lo diseñó en estilo imperio. Nuestro destino son las Galeries Lafayette, que reciben más de 20 millones de visitantes al año. No teníamos intención de comprar nada, pues los precios son elevados, pero merece la pena verlas por dentro y subir a la última planta, que cuenta con un excelente mirador.

Hoy no nos ha quedado más remedio que comer en un MacDonald’s, así que lo compensaremos cenando un buen solomillo de cerdo en la Brasserie Les Cascades, en Porte Dorée. Caminamos por el Boulevard Haussmann, con sus imponentes fachadas y nos acercamos a la plaza Vendôme, donde, como en Lafayette, se encuentran las tiendas más selectas de París y el Hotel Ritz. En el centro se alza la columna Vendôme, de 44 metros de altura, realizada entre los siglos XVIII y XIX y coronada por una estatua de Napoleón I vestido de general romano. Nuestro recorrido a pie concluye en la iglesia de la Madeleine, uno de los templos más curiosos de París, debido a su diseño más propio de los templos de la antigua Grecia.

En la estación de Madeleine cogemos el metro hasta la de Odéon, cerca de la cual se encuentra el teatro del mismo nombre. Nuestro destino está al lado. Se trata del Jardín de Louxembourg, que toma el nombre del palacio del mismo nombre que lo preside. Una vez en el parque nos acercamos a la monumental fuente Médicis, dedicándonos luego a pasear contemplando a los niños que juegan con pequeños veleros en el estanque, mientras otros hacen pequeños recorridos en póneys. El Jardin de Louxembourg es un lugar muy concurrido los sábados por la tarde y, como hace calor, mucha gente se relaja tumbándose en el césped o preparando la merienda.

Tenemos un largo recorrido a pie para llegar al barrio latino, deteniéndonos en primer lugar en el edificio neoclásico del Pantheón, para luego dirigirnos a la cercana iglesia de Saint-Étienne-du-Mont, que guarda la tumba con los restos de Santa Genoveva, patrona de París. Ha llegado la hora de tomar algo y atravesar el barrio latino camino del metro para regresar al Hotel. Al final, pese a haber transporte público, hemos caminado más que ayer, 20.388 pasos (14,18 km).

Resulta imposible ver París en tres o cuatro días, así que os dejo en imágenes de mi viaje anterior, algunos lugares que también me parecen interesantes. De izquierda a derecha y empezando por la fila superior: Arco del Triunfo, escultura de Miró, Arco de la Defense, Centre Georges-Pompidou y Grande Halle. En el centro: St Germain l’Auxerrois, Palacio de Soubise, Plaza de los Vosgos, Pabellón de la Reina y Forum des Halles. En la parte inferior: Ciudad de la Música, la Geode en el Parc de la Villette, Moulin Radet, ceremonia en la iglesia San Juan Evangelista y el barrio latino, un buen lugar para cenar.

Escapada parisina (1)

He estado unas cuantas veces en París, llegando a la capital francesa de diferentes formas: en coche, en tren litera y en TGV desde Hendaia y en avión desde los aeropuertos de Biarritz y Bilbao. Eso si, creo que nunca lo había hecho de forma tan económica, pues el vuelo de Vueling solo me costó 45,98 euros ida y vuelta: 8,01 la ida, -1,85 la vuelta (es correcto lo de menos) y 39,82 de tasas de aeropuerto, cuatro euros menos que el taxi para llegar de CDG al hotel en el que nos hemos alojado, el Motel One Port Dorée, un poco alejado del centro, pero muy bien comunicado por metro y tranvía. Además cuenta con una agradable terraza chillout que se asoma al bosque de Vincennes, muy relajante cuando llegas agotado de “patear” la ciudad. Está situado al lado del Palais de la Porte Dorée, que alberga el Museo Nacional de Historia de la Inmigración y el Acuario Tropical. A 5 minutos andando se encuentra el metro de Port Dorée y varios restaurantes.

París es una ciudad caótica y casi permanentemente colapsada debido al intenso tráfico que soporta (del aeropuerto CDG al hotel tardamos una hora). Por ello, la forma más cómoda y rápida para desplazarse es el metro, con el tranvía en segunda posición. El billete del transporte público en la ciudad cuesta 1,90 euros, aunque puedes comprar 10 billetes por 14,90, que valen para metro, tranvía, RER, autobús y funicular. Hemos visto lo bien que funciona Google, pues le indicas el origen y el destino y te proporciona la forma de llegar a pie, en coche, en transporte público, en taxi, en bici y en patinete. En el caso del metro, te informa de las conexiones con indicación del destino y la estación adecuada, además de la boca por la que debes salir, algo muy importante. También te notifica si vas a ir de pie o sentado. Todo muy práctico.

Si París es caótica para moverse en coche, el peatón también los tiene complicado, pues tiene que compartir la acera con todo tipo de artilugios: bicis, patinetes, motos eléctricas… que dejan abandonados en cualquier lugar tras utilizarlos. Además, no suelen respetar los carriles bici ni los semáforos. Los minusválidos lo tienen peor, porque ni el metro ni los baños de muchos bares son accesibles para ellos. En el centro de la ciudad no hay calles peatonales y algunos semáforos no funcionan, por lo que acceder al Louvre o cruzar la plaza de la Concordia supone un gran riesgo. Menos mal que ya he vivido esa emoción al cruzar la calle en ciudades como Hanoi (Vietnam) o Dacca (Bangladesh).

11 de septiembre. Tras instalarnos en el hotel cogemos el metro y nos dirigimos a la Gare de Lyon, en cuyo primer piso se encuentra un restaurante que nos recomendó una amiga. Se llama “Le train bleu”, para el que conviene tener reserva (www.le-train-bleu.com/fr). Es un lugar cargado de historia, al estilo de los salones de los palacios. Eso si, no es nada barato. Nosotros optamos por el menú de 65 euros más bebida, que se pone en unos 90, pidiendo paté y foie gras de pato, de primero y bacalao al vapor, de segundo, que me encantó. De postre, una tabla con seis clases de quesos. Realmente el sitio merece la pena, sobre todo por el decorado. Como se hizo un poco tarde, para regresar al hotel optamos por el taxi (10 €), pues la parada se encuentra en la puerta de la estación.

12 de septiembre. Las veces que he estado en París dejamos los museos para cuando hiciera mal tiempo, pero como siempre hizo muy bueno, no conocía casi ninguno. Es por ello que en esta escapada seleccionamos cuatro, siendo el primero el Atelier des Lumières, que además era el principal objetivo de este viaje. Se encuentra en una antigua fábrica de fundición y propone monumentales exposiciones digitales. Con 140 videoproyectores, este equipamiento multimedia único en su estilo ocupa 3.300 m² de superficie, del suelo hasta el techo, de hasta 10 metros de altura. Una vez en el interior puedes estar el tiempo que quieras, deleitándote con las tres proyecciones consecutivas, destacando “Van Gogh, la noche estrellada” y “Japón soñado, imágenes del mundo flotante”. Disfrutamos con este espectáculo tan original. El precio de la entrada es de 14,50 €, uno menos los mayores de 65 años. Abre de 10 a 18 h y la estación de metro más cercana es Rue Saint-Maur. Más información en www.atelier-lumieres.com.

Para no perder tiempo, comimos un bocadillo en la zona y de nuevo al metro, hasta la estación de Alma-Marceau. Decidimos acercarnos a orillas del Sena, pero antes nos detuvimos atraídos por el brillo de la Flamme de la Liberté (la Llama de la Libertad). Entonces descubrimos que estábamos sobre el túnel de Alma, en el que perdió la vida Diana de Gales. Son muchas las personas que se acercan a este lugar para dejar flores en homenaje a la princesa. Dos días después pasaríamos frente al Hotel Ritz, donde comenzó su mortal viaje.

Mi mujer tenía muchas ganas de visitar el Museo de la Moda, que dirige la bilbaína Miren Arzalluz, pero el Palais Galliera, en el que está ubicado, está cerrado por restauración. Por este motivo optamos por el Musée Yves Saint Laurent (https://museeyslparis.com). El Museo Yves Saint Laurent de París expone el trabajo del modisto en el sitio histórico de su antigua casa de moda, a través de un itinerario retrospectivo y exposiciones temáticas temporales. La entrada cuesta 10 €. Tengo que reconocer que no soy mucho de museos y menos de moda, pero éste me ha gustado.

Dado que estamos cerca, para concluir la jornada caminamos por la orilla del Sena desde el puente de Alma hasta la Tour Eiffel, visita que no puede faltar en un viaje a París. La torre está ahora completamente blindada y el jardín situado frente a ella cerrado al público para que se recupere la hierba, algo que no me extrañó dado la cantidad de gente que tiene que soportar, como puede percibir en el Champ de Mars, situado más adelante, por el que caminamos hasta el “Muro para la paz”. Enfrente tenemos la place Joffre, con la monumental Escuela Militar. Subir a lo alto de la torre en ascensor (276 m) cuesta 25,50 € (www.toureiffel.paris/es).

Viernes, 13 de septiembre. Al llegar al metro vemos que está cerrado. No sabíamos que había huelga general de transporte contra Macron. Solo funcionan un tercio de los autobuses y tranvías y las líneas 1 y 14 de metro, que son automáticas y no llevan conductor. Dice la prensa que es la más dura de la historia. Las calles están llenas de bicicletas y patinetes. Menos mal que una buena samaritana parisina nos acompaña a la línea 3a del tranvía que enlaza con la línea 1 de metro, que nos lleva hasta la estación Palais Ryal-Musée du Louvre. La entrada al Museo del Louvre cuesta 17 euros (www.louvre.fr), accediendo a su interior por la Pirámide. Damos un rápido repaso a las antigüedades egipcias, romanas y griegas, la pintura italiana y francesa y contemplamos algunas famosas esculturas como la Venus de Milo o la Victoria alada de Samotracia. Aquí se podrían pasar días, pero ya he comentado que no soy mucho de museos.

Hemos cometido el error de ir siguiendo a la gente cuando entraba en el Museo del Louvre, sin saber que hay dos accesos y que conviene ir primero a la entrada Richelieu, que es donde se encuentra la Gioconda, pues hemos tenido que soportar una larga cola para verla un momento, eso si, está bien gestionado pues en unos 15 minutos hemos pasado los diferentes laberintos, rodeados de obras de arte, para plantarnos durante unos segundos ante el pequeño y blindado “Retrato de Lisa Gherardini”, más conocido como “La Gioconda” o “La Mona Lisa”, de Leonardo Da Vinci. Es un óleo sobre tabla de álamo de 77×53 cm, pintado entre 1503 y 1519 y retocado varias veces por el autor. En la imagen se puede comprobar su tamaño real, comparado con otras obras ubicadas tras ella. Se puede fotografiar sin flash. La escapada parisina continúa.

Escapada africana (y 2): Zambia, Botswana y Zimbabwe

Poco más de hora y media de vuelo, operado por South African Airlink, separa Nelspruit de Livingstone, capital de la provincia del Sur de Zambia y de la antigua Rodesia del Norte. Con más de 100.000 habitantes, la ciudad tiene poco interés, así que tan solo damos un paseo por su calle principal, tomamos algo, echamos un vistazo a los puestos de artesanía y observamos a las vendedoras de fruta. También vemos por primera vez una escultura dedicada al explorador escocés, David Livingstone. En esta ciudad pasaremos tres noches en un sencillo alojamiento de tres estrellas, el Green Tree Lodge. Nada tiene que ver con el lujoso hotel de Sudáfrica, pero las gestiones que le encomendamos por correo electrónico para lo que pensamos hacer en los tres días de estancia, resultaron perfectas y muy baratas.

Hemos llegado al hotel sobre las 14 h y prácticamente solo tenemos tiempo para instalarnos en la habitación y comer algo, pues en menos de dos horas pasan a recogernos para acercarnos al Mosi-oa-Tunya National Park, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El objetivo consiste en navegar durante unas dos horas y media por el río Zambezi, a bordo del Cruise Makumbi, por lo que hemos pagado 55 euros. Incluye barra libre de bebidas, aperitivos y una cena barbacoa. Desde el barco contemplamos varios grupos de aves y tenemos muy cerca un grupo de hipopótamos, pero lo mejor fue contemplar una espectacular puesta de sol típicamente africana.

Para no variar, de nuevo toca madrugón. Hoy tenemos viaje hasta el Chobe National Park. Menos mal que aquí amanece muy pronto, aunque tenemos que despertarnos de noche, para coger la furgoneta que nos trasladará hasta el río Zambezi (unos 70 km), en el punto en el que confluyen cuatro países: Zambia, Zimbabwe, Botswana y Namibia. En un barco-taxi cruzamos el río, pasando de Zambia a Botswana, donde están construyendo un puente. Cerca de Kasane, en la misma frontera, cogemos un vehículo todo terreno con el que recorreremos el parque, De camino, vemos baobabs y monos.

Con una superficie de 10.698 kilómetros cuadrados y situado en el desierto de Kalahari, Chobe es la tercera reserva más grande de Botswana. Pronto vemos como entre los buitres y los marabúes dan cuenta de los restos de un búfalo. También observamos enormes hipopótamos relajándose en el río Cuando, que parecen grandes rocas. Hay manadas de impalas y otras clases de antílopes, gigantescos cocodrilos, monos y tántalos africanos.

Continuamos el safari por Chobe National Park observando desde muy cerca las enormes manadas de elefantes, algunas con sus crías, que tanto abundan en este parque. También hay jirafas, búfalos, facóqueros, antílopes sable y bandadas de gallinas de Guinea.

Tras comer en un lodge situado a orillas del río Cuando, embarcamos para realizar la segunda parte del safari navegando por el citado río, a caballo entre Botswana y Namibia. Ahora toca el turno a las enormes manadas de búfalos que acuden al río a beber, pudiendo ver también varias clases de aves, lagartos, elefantes y diferentes especies de antílopes.

Navegando por el río Cuando, desde el barco continuamos viendo hipopótamos, dentro y fuera del agua, elefantes, cocodrilos, manadas de impalas, varias clases de aves y, lo que más nos ha gustado, la gracia con la que beben agua las jirafas, abriendo las patas delanteras. Qué pena no haber planificado un día más en Chobe, porque este parque nacional nos ha encantado. Pese a no ver rinocerontes, leones, leopardos ni cebras, hemos observado gran cantidad y variedad de fauna. Ahora nos toca viaje nocturno hasta Livingstone, en Zambia, nuestro campamento base para esta segunda parte del viaje.

El viaje está tocando a su fin. Hemos dejado para el final las Cataratas Victoria (Victoria Falls), nombre que les dio el explorador escocés David Livingstone en homenaje a la reina Victoria, aunque localmente son conocidas como Mosi-oa-Tunya, nombre que recibe el parque nacional en el que se asientan, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Las cataratas tienen una anchura aproximada de 1.700 metros y 108 de altura. Hoy no hemos madrugado, pues hemos contratado un taxi para todo el día. Primero nos dirigimos a la parte situada en Zambia, donde las cataratas no tienen mucha agua ya que la primavera austral (estamos en septiembre) ha sido muy seca. Al otro lado del puente está Zimbabwe.

El taxi nos deja en la frontera de salida de Zambia, así que bajo un sol de justicia cruzamos caminando el puente sobre el río Zambezi, frontera entre Zambia y Zimbabwe. 30 USD de visado y otros tantos de entrada, es lo que cuesta el magnífico espectáculo de ver las Cataratas Victoria (Victoria Falls) desde el lado de Zimbabwe. Nada tiene que ver con las imágenes anteriores, pues aquí se percibe mucho más el rugir del agua al desplomarse. Ha merecido realmente la pena el esfuerzo y el precio. Hay dos cosas en común con el lado de Zambia, las esculturas de Livingstone y los monos. Mañana iniciamos un largo viaje de más de 24 horas para regresar a casa: Livingstone- Johannesburg-Frankfurt-Bilbao. Ha resultado un viaje intenso y fantástico, de los de no olvidar.

Escapada africana (1): Sudáfrica

Llevaba tiempo queriendo volver a África, continente que he visitado unas cuantas veces pero la última hace ya mucho tiempo. Como los precios suelen ser bastantes caros, preparé una escapada a medida que no realiza ninguna agencia, consistente en visitar parques nacionales de Sudáfrica, Zambia, Botswana y Zimbabwe en tan solo 10 días. Los servicios de tierra los contratamos a través de los dos hoteles en los que nos alojamos y los vuelos internacionales, a través de la web de Lufthansa, la opción más económica, realizando la ida siguiendo la ruta Bilbao-Frankfurt-Johannesburg y para el regreso igual, pero añadiendo al billete el vuelo Livingstone-Johannesburg realizado con South African Airways. A través de la web de esta compañía contratamos los vuelos Nelspruit Kruger Mpumalanga y el carísimo Nelspruit-Livingstone, que solo operaba dos veces por semana, por lo que acomodamos el programa a él, pues nos evitaba tener que volver a pasar por Johannesburg. Dicho esto, un 6 de septiembre estábamos de nuevo en África dispuestos a realizar un intenso viaje pues, descontados los vuelos, solo disponíamos de 6 días par todo lo que queríamos visitar.

Tras pasar 13 horas en tres diferentes aviones y otras tantas en dos aeropuertos, por fin llegamos a la ciudad de Nelspruit, sede de algunos partidos de mundial de fútbol de Sudáfrica y para nosotros puerta de entrada de esta escapada africana. Los hoteles decentes en el parque de Krugger tienen precios desorbitados, así que optamos por pasar las cuatro próximas noches en esta ciudad, en el Francolín Lodge, un cinco estrellas lleno de encanto, buen precios y unos servicios excelentes. Además cuenta con el restaurante Orange, el mejor de la ciudad según dicen, en el que resulta muy difícil conseguir una mesa si no estás alojado en el hotel. La carne y el vino son excelentes. Fue un gran acierto escoger este hotel, pues además nos gestionaron de maravilla los encargos que les hicimos para los días siguientes.

El primer día completo en Sudáfrica decidimos tomarlo con calma, pues hemos estado casi dos días de viaje, pero nos proponen salir a las 7 de la mañana. Pedimos una hora más de tregua y a las 8 salimos los cuatro en una furgoneta con una conductora. La primera parada es en las Lisbon Falls, un salto de agua de 94 metros de altura, el más alto de la región de Mpumalanga. De allí nos dirigimos a las Berlin Falls, una cascada de 80 metros de altura, donde el río Sabine se desploma sobre una pila circular flanqueada por acantilados de color rojo. Dos hermosos lugares para comenzar esta escapada.

Continuamos la ruta hasta el encantador Blyde River Canyon. Lástima que el día está algo brumosos pues la vista resulta extraordinaria desde el mirador Three Ronavels View Site. A nuestros pies tenemos el embalse Blydepoort. En la zona hay varios puestos de venta de artesanía. Bien entrada la tarde, la conductora nos sorprende con que tenemos la comida incluida en la localidad de Graskop. Consiste en unos riquísimos crepes, con vino a discreción. No ha estado nada mal la primera jornada africana.

Las dos próximas jornadas nos toca madrugar mucho, sobre las 4 de la mañana. Ducha, un café, recoger el pic-nic de desayuno que nos han preparado en el hotel y en marcha. Es lo que tiene el dormir a una hora de la entrada al Kruger National Park, donde hay que estar antes de las 6 de la mañana, hora en la que abren las puertas, para poder ver más animales. La mejor hora coincide con el amanecer. Enseguida vemos rinocerontes, elefantes, jirafas, impalas, un grupo de hienas al borde de la pista, cebras…

Tras desayunar el pic-nic, continuamos recorriendo este inmenso parque de unos 300 kilómetros de largo y 65 de ancho, con una extensión de casi 20.000 kilómetros cuadrados (9 veces la provincia de Bizkaia). Ahora vemos leones, aunque un poco lejos, varias clases de ciervos, facóqueros, búfalos y monos. No contábamos con que en la zona del parque que visitamos hay un excelente restaurante, así que una pausa para la comida y a disfrutar.

Para el mediodía ya habíamos visto cuatro de los Big Five, los cinco grandes (elefantes, rinocerontes, búfalo, león y leopardo), pero nos faltaba este último, así que dedicamos la tarde y la mañana siguiente a buscar algún leopardo, cuestión en la que se empeñó el conductor del todo terreno en el que viajábamos los cuatro. Vimos un venado que acababa de cazar, huellas recientes y avisos por radio de otros conductores de que había alguno cerca, pero nada. Eso si, seguimos viendo elefantes, jirafas cebras e impalas. Por la noche coincidimos con una pareja de madrileños en viaje de novios que se habían acercado a nuestro hotel para conseguir a la desesperada una reserva en el restaurante, pues lo habían intentado los días anteriores por teléfono. Nuevamente les dieron calabazas. Como ellos habían estado en las carísimas reservas privadas donde resulta mucho más fácil ver animales de cerca, les propusimos un trato: nos pasáis fotos del león, rinoceronte con cría y leopardos y a cambio os conseguimos una mesa para cenar. Trato hecho. Es la ventaja que tiene la relación con “la tripulación” del hotel al alojarnos cuatro noches.

El segundo día en Kruger repetimos madrugón, pero el interés ha decaído al continuar sin poder localizar ningún leopardo, así que nos conformamos con volver a ver elefantes, impalas, cebras, monos y varias clases de aves. El viaje continúa. Mañana tenemos que coger un nuevo avión y cambiar de país. Zambia nos espera.

Ruta por el románico del Norte de Palencia

Hace un tiempo dieron en televisión un programa de Jesús Calleja, en el que realizaban una ruta en bicicleta recorriendo diferentes iglesias de la montaña palentina. Guardé la referencia para realizarlo en coche y aproveché la escapada a Aguilar de Campoo para asistir a “Las Edades del Hombre” a fin de realizar la ruta que, por cierto, tuve que modificar, pues en la original recorrían varias pistas. Como los hoteles en Aguilar estaban completos, nos alojamos en La Posada del Santuario (www.laposadadelsantuario.com), sencillo pero acogedor alojamiento de 4 habitaciones situado junto al Santuario de Ntra Sra del Carmen, lugar de peregrinación ubicado en medio de la nada, en la pedanía de Santa María de Nava, perteneciente al municipio de Barruelo de Santillán, del que dista 4,5 km. Por este lugar pasa la “Senda del escultor Ursi”, jalonada de pequeñas esculturas. El viaje desde Leioa (190 km) se realiza en menos de dos horas, pues hasta pasar Reinosa se va todo el tiempo por autovía (A8 y A67).

Dedicamos la tarde del segundo día y la mañana del día de vuelta a recorrer las iglesias, siendo la primera la de Santa Juliana, construcción fundamentalmente gótica que data del siglo XIII, aunque la portada se renovó en el XV. Se encuentra en Corvio, barrio perteneciente al municipio de Aguilar de Campoo.

Sin salir del municipio de Aguilar de Campoo, la siguiente parada la efectuamos en Matalbaniega, para visitar la iglesia de San Martín Obispo, que data de finales del siglo XII y que en la cornisa cuenta con más de setenta piezas de animales, músicos, figuras eróticas y vegetación. Está situada en el alto de un cerro, desde el que se domina la población.

La siguiente cita la tenemos también en el municipio de Aguilar de Campoo y más en concreto en Villaviega de Aguilar, donde se encuentra una iglesia rural característica del románico palentino, San Juan Bautista, construida entre los siglos XII y XIII. Destaca en ella la decoración externa del ábside. Pudimos acceder a su interior, como en otras varias, siendo guiados generalmente por mujeres de avanzada edad.

Concluimos la jornada en Cillamayor, barrio perteneciente al municipio de Barruelo de Santillán, donde contemplamos el exterior de la iglesia de Santa María la Real, templo románico de finales del siglo XII, en el que destacan los canecillos del ábside. De aquí regresamos a la Posada del Santuario, desde donde contemplamos un cielo muy estrellado.

Iniciamos una nueva jornada sin salir del municipio de Barruelo de Santillán, pues antes de regresar a casa iniciamos la segunda parte de la ruta de las iglesias del norte de Palencia, comenzando en la aldea de Villanueva de la Torre, donde nos tuvimos que conformar con ver el exterior de la iglesia de Santa Marina, que data de finales del siglo XII. El ábside ha sido restaurado recientemente y cuenta con dos columnas adosadas, que están rematadas por capiteles esculpidos de tipo vegetal. Destacan también los los canecillos en los que se apoya el tejado, esculpidos con motivos geométricos y figuras humanas.

Para la siguiente cita cambiamos de municipio, desplazándonos al cercano Salinas de Pisuerga, para contemplar la iglesia de San Pelayo que, aunque no es románica sino gótica, merece estar en nuestro recorrido, pues fue construida en piedra de sillería durante el siglo XVI. Recorriendo el pueblo descubrimos dos curiosas esculturas, A Perejetes y El lector, de Nicolás Díez.

Hacemos ahora una incursión al municipio de Cervera de Pisuerga, para visitar en Barcenilla de Pisuerga la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que se realizó en tres fases completamente diferentes, comenzando en la época románica, posteriormente en el siglo XVI, concluyéndose la última reforma en el siglo XIX.

Regresamos al municipio de Aguilar de Campoo, del que ya no saldremos hasta concluir la ruta. En Barrio de Santa María tenemos dos iglesias para visitar, estando la primera en su pequeño núcleo urbano. Se trata de Nuestra Señora de la Asunción que, aunque en su mayor parte data del siglo XVI, conserva el primitivo ábside románico con canecillos. En su interior podemos contemplar varios retablos y pinturas.

Dominando desde lo alto de un cerro la aldea de Barrio de Santa María, tenemos uno de los templos que más me han gustado de la ruta, la ermita de Santa Eulalia (siglos XII-XIII), que constituye uno de los ejemplos más puros y mejor conservados del románico norte. En el exterior destaca la escultura con representaciones de Adán y Eva en el Paraíso, junto con animales fantásticos. El interior conserva interesantes pinturas murales de comienzos del siglo XIV.

Concluimos nuestro recorrido en otra de las joyas de la ruta, la iglesia de Santa Cecilia, edificada sobre un risco en las afueras de la aldea de Vallespinoso de Aguilar. Construida en el siglo XII, es una de las edificaciones del arte románico más características de la región, por lo que fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1951, además de ser uno de los emblemas publicitarios del románico palentino. Los capiteles del pórtico están profusamente tallados, contando también con excelentes canecillos.

AGUILAR DE CAMPOO (Palencia)

He estado en unas cuantas ocasiones en Aguilar de Campoo y sus alrededores, generalmente en escapadas de fin de semana, la última a finales del pasado mes de agosto. Sin embargo, las fotos que ilustran este reportaje corresponden al año pasado, cuando se adornó de forma especial para acoger la exposición “Las Edades del Hombre”. Se encuentra a 194 km de Leioa y el viaje resulta muy cómodo, pues todo él se realiza por las autovías A8 y A67. Conocida como la capital de las galletas y con una población que no llega a los 7.000 habitantes, Aguilar de Campoo es una agradable localidad de la montaña palentina, bañada por el río Pisuerga, que cuenta con un rico patrimonio arquitectónico, por lo que en 1966 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico. El centro urbano se articula en torno a su vistosa Plaza Mayor, con sus casas con originales miradores y amplios soportales. A ella se asoman el Palacio de los Manrique y la Casa de los VII Linajes.

Lo primero que divisamos al llegar a Aguilar de Campoo es el castillo, construido entre los siglos XI y XII sobre un castro celtibérico, en lo alto de un cerro rocoso que se eleva unos 80 metros sobre la población. Del castillo partía la muralla del siglo XII, de la que se conservan seis de las siete puertas de acceso con las que contaba. La calle Matías Barrio y Mier, que conduce a la Puerta de Reinosa, cuenta con varias casas blasonadas. Pudimos contemplar varias esculturas en la calle, llamándonos especialmente la atención la que lleve por título “Repiqueteo”, de Gustavo del Valle.

Situada en la Plaza Mayor, la Colegiata de San Miguel ha sido reconstruida y ampliada en varias ocasiones, motivo por el que conserva la puerta románica de cuando se reedificó en el siglo XI, mientras que el resto del templo es gótico del siglo XV y la torre herreriana. En su interior podemos contemplar los mausoleos de los Marqueses de Aguilar, el sepulcro del Arcipreste de Soto y un notable retablo de estilo burgalés. El año pasado todo estaba enmascarado para recibir la exposición “Las Edades del Hombre”. Frente al portal de entrada se ubicó la escultura “Ceiba”, de Rafael Consuegra.

A los pies del castillo se encuentra la iglesia románica de Santa Cecilia, construcción del siglo XII que cuenta con una hermosa torre y alberga en su interior valiosos capiteles esculpidos, estando considerado uno de ellos, la Degollación de los Inocentes, como uno de los más bellos del románico español. Esta iglesia fue también escenario de Las Edades del Hombre, que llevó por título “Mons Dei”. Frente al templo se ubicaron varias esculturas, como “Caminante nº 1”, de Elena Laveron.

Situado en las afueras de Aguilar, saliendo hacia el embalse, el Monasterio de Santa María la Real es el edificio más representativo de la localidad. Construido entre los siglos XII y XIII, cuenta con un magnífico claustro cisterciense. Destaca también la iglesia, sede del Museo del Románico, y la sala capitular, perteneciente al románico de transición. El Monasterio acoge en la actualidad varios centros educativos.

Villaescusa de las Torres es una pedanía del municipio palentino de Pomar de Valdivia, distando tan solo 6 km de Aguilar de Campoo. Se encuentra a orillas del río Pisuerga y de la línea férrea Santander-Palencia. Desde este pequeño pueblo se tiene una magnífica vista de nuestro siguiente destino, el espacio natural de Las Tuerces.

Tenemos que dejar el coche en el pequeño aparcamiento situado a orillas del río Pisuerga, antes de acceder a Villaescusa de las Torres. Luego hay que atravesar todo el pueblo, pasando junto a la iglesia, para acceder al sendero que nos conduce al espacio natural de las Tuerces, un peculiar enclave paisajístico formado por la erosión de origen kárstico en las rocas calizas, que recuerda un poco a la Ciudad Encantada de Cuenca. En tan solo 45 minutos de marcha desde donde hemos dejado el coche, nos situamos en la gran planicie superior, tras haber disfrutado en la fuerte subida de las hermosas formas rocosas. Eso si, si el suelo está mojado, es mejor dejar esta ruta para otro día, ya que la piedra está muy desgastada y resulta fácil resbalar.

Algunas de las veces en las que nos desplazamos por esta zona, nos hemos alojado en la casa familiar de una de mis cuñadas, ubicada a 17 km de Aguilar en la pedanía de Respenda de Aguilar, perteneciente al al ayuntamiento de Pomar de Valdivia. En esta aldea solo están empadronadas tres personas y eso que una pareja lo ha hecho no hace mucho. Cuenta Respenda con un templo románico fechado en el siglo XIII, la iglesia de San Juan Bautista y un Casino, nombre que dan al txoko en el que se reúnen principalmente los veraneantes. Respenda es un buen lugar para contemplar las nieblas matutinas en el fondo del valle y dar agradables paseos entre campos de girasol hacia los molinos o a la cascada de Villaescobedo, pertenecientes al vecino pueblo ubicado ya en tierras burgalesas.

ULURU (AYERS ROCK): Emblema de Australia

Tres horas de vuelo separan los aeropuertos de Melbourne y Ayers Rock (como de Bilbao a Lanzarote). Parece que hemos llegado a otro mundo. Hace calor y estamos en un lugar en el que todo es propiedad de la multinacional francesa Accor Hotels. De hecho, en el aeropuerto no te dan la bienvenida a Ayers Rock, sino a Accor Hotels Resort. Aquí todos los precios son desproporcionados, por lo que solo pasaremos 24 h (una noche). Los vuelos de entrada y salida (Melbourne-Ayers Rock-Cairns), nos han costado 600 € por persona, un hotel de gama media, el Desert Gardens Novotel, 330,50 € la habitación doble, el alquiler del coche, 133,55 €. A ello hay que añadir las comidas, las consumiciones, la entrada al parque nacional, la gasolina y el agua, todo a precios desorbitados. Es el “impuesto revolucionario” que hay que pagar por venir a este lugar.

Hasta las 3 de la tarde no nos dejan entrar en la habitación, así que aprovechamos para comer y coger el coche de alquiler. No podemos perder ni un segundo para ver cuanto antes uno de los principales objetivos del viaje, la enorme y mística roca roja de Uluru, un gran monolito de 348 metros de altura, que se encuentra en mitad del desierto. Tiene 3,6 km de largo y 8 km de profundidad, siendo lo más llamativo su color rojo intenso, que va cambiando de tono dependiendo de la luz del sol. Objetivo cumplido.

Entramos en el parque nacional de Uluru- Kata Tjuta, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. No disponemos de tiempo para dar la vuelta a pie al gran monolito y además hace calor. Menudo contraste con el frío que hemos pasado en el sur de Australia. Pese a todo dedicamos algo más de una hora a caminar por los senderos Lungkata y Mala Walk, recorriendo la parte soleada de la roca, ya que es mucho mejor para tomar fotografías y descubrir las curiosas formas que toma.

En nuestro recorrido a pie bordeando el monolito de Uluru, nos fuimos deteniendo en Kulpi Watiku, Kulpi Minymaku y Tjilpi Pampa Kulpi, cuevas que fueron vivienda de muchas generaciones de anangus, los antiguos pobladores de la zona, como lo prueban las pinturas que se conservan en algunas de las paredes. Os recuerdo que por seguridad y por respeto a la cultura aborigen y el significado espiritual que tiene, no es aconsejable escalar la roca.

Cuando empieza a caer el sol nos trasladamos hasta el Wiewpoint para ver el atardecer y los tonos que va tomando la roca de Uluru según va variando la luz. Es el lugar desde donde todo el mundo saca la foto típica, lo que significa que cuantos hemos viajado a la zona nos encontramos allí. Los más afortunados están sentados en sillas e incluso en improvisadas terrazas en las que les sirven vino blanco y cerveza, bien frío todo, que han pagado previamente a precio de oro. Nosotros nos conformamos con haber pillado una sombra para presenciar el espectáculo. El vino lo tomaremos cuando regresemos al hotel, pagándolo a un precio bastante caro, como todo.

Comienza un nuevo y día y toca madrugar. Antes de amanecer ya hemos abandonado el hotel. De camino al parque nacional venos un enorme globo aerostático y, en el primer mirador, a una pareja de aves, que creo que se llaman paloma bronce cresteada, con el macho exhibiéndose ante la hembra.

Pasamos de largo la gran mole de Uluru y nos detenemos en el Kata Tjuta Dune Viewing, mirador desde el que se contempla en todo su esplendor el macizo de Kata Tjuta, también conocido como monte Olga. El conjunto se compone de 36 cimas de diferentes tipos de roca, como granito y basalto, conglomerados en arenisca. Sobrepasa en algo más de 200 metros la altura de Uluru.

No disponemos casi de tiempo para caminar por Kata Tjuta, así que solo lo hacemos por la zona de Kurkara. Tenemos casi 50 km para regresar al hotel, desayunar y dejar la habitación antes de las 10. Devolvemos el coche y luego a esperar para ir al aeropuerto. Estamos cogiendo aviones para los tramos largos, pues las distancias en Australia son enormes (por ejemplo, el vuelo Sydney-Perth tarda media hora más que el Bilbao-Estambul). Nuestro vuelo a Cairns sale a las 15:15 h. Serán dos horas y media de vuelo y un nuevo lugar para descubrir.

MELBOURNE (Australia)

Capital del estado de Victoria, Melbourne es la segunda ciudad más poblada de Australia, la más “europea” y particularmente la que más me ha gustado, quizás porque su centro histórico está lleno de vida, aunque la primera imagen que tuvimos fue la de su skyline, que luego volveríamos a ver a orillas del río Yarra. Situada en la costa sureste de Australia, en 2012 fue elegida como la mejor ciudad del mundo para vivir, pese a que muchas de las personas que trabajan en ella, tienen que vivir en otras localidades de la periferia debido al elevado precio de los alquileres.

Pasamos solo un día completo en Melbourne (2 noches), dirigiéndonos en primer lugar al gran Queen Victoria Market, al que se accede por un edificio del siglo XIX. Se encuentra junto a los altos edificios del distrito central de negocios, ocupando una superficie de siete hectáreas, lo que le convierte en el mercado al aire libre más grande del hemisferio sur. Nos gustó especialmente la zona de frutas, verduras y marisco.

La siguiente cita la tenemos muy cerca. Se trata de la State Library, la Biblioteca central del estado de Victoria, que guarda más de dos millones de libros y 350.000 fotografías, manuscritos, mapas y periódicos. Su interior merece realmente la pena, pues cuenta también con curiosas esculturas. Se inauguró en 1854 como Biblioteca Pública de Melbourne, por lo que es la biblioteca pública más antigua de Australia y una de las primeras bibliotecas gratuitas en el mundo. En 1887 se instaló una estatua conmemorativa de Sir Redmond Barry. Antes de entrar nos detuvimos ante la escultura Charles La Trobe, de Peter Corlett.

Seguimos recorriendo la ciudad a pie. Estamos en el Central Business District y enseguida llegamos a los Carlton Gardens, un agradable parque en el que se encuentra el Palacio Real de Exposiciones, (Royal Exhibition Building), el primer edificio de Australia en ser declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, en el año 2004. El palacio, construido con ladrillo, madera, hierro y pizarra, integra diversos estilos arquitectónicos: románico-bizantino, lombardo y renacentista italiano.

Nuestro siguiente destino no está muy lejos, por lo que podíamos haber seguido caminando, pero nos apetece coger el tranvía y más en concreto la Route 35, que recorre el centro de la ciudad y es gratuito. También llamada City Circle (Free Tourist Tram), tiene paradas cerca de los principales puntos de interés turístico de la ciudad. Desde él vamos contemplando curiosos edificios, altas torres y varias esculturas esparcidas por la ciudad.

Bajamos del tranvía junto a la Finders Street Landmark Station, la estación central del sistema de ferrocarriles y metros de Melbourne, situada en pleno centro de la ciudad, a orillas del río Yarra. Al otro lado de la calle tenemos las modernistas construcciones de Federation Square, lugar dedicado a las artes, la cultura y los eventos públicos. Frente a nosotros se encuentra una de las principales construcciones de la ciudad, St. Paul’s Cathedral. La Catedral anglicana de San Pablo se terminó en 1891, aunque la construcción de las torres se realizó entre 1926 y 1932.

Caminamos ahora por la Flinders street, por la acera de la Catedral. Justo frente a los edificios modernistas sale una estrecha callejuela de suelo con adoquines de la que nos habían hablado. Su nombre es Hosier Ln. Es un lugar decadente, con algún bar y muchos locales cerrados. Su atractivo son las pinturas murales que la animan. Merece la pena.

Caminamos ahora por una calle lateral a la Catedral, la Swanston st,  observando sus comercios, esculturas y artistas callejeros. Se ha echado la hora de comer y qué mejor lugar que el cercano casco antiguo. Calles como la Degravees st cuentan con una gran variedad de restaurantes. Nos llama la atención que parejas de novios acudan a este lugar, sin mayor interés que el gastronómico, para sacarse las foto de la boda.

En esta apresurada visita a Melbourne ya hemos estado en los lugares que más nos interesaba. Regresamos a la Finders Street Landmark Station y nos dirigimos a la gran avenida St Kilda road. Cruzamos el río Yarra por el Princes bridge y accedemos a la zona más moderna y cultural de la ciudad. A nuestra derecha tenemos el The Arts Center, con zonas verdes y varios grupos escultóricos en su exterior. Luego viene el State Theatre y varios edificios modernistas. Pasaremos todavía junto a varios teatros antes de volver a cruzar el río Yarra por el puente situado junto al Acuario. Desde aquí tenemos una preciosa vista. Estamos a un paso de nuestro alojamiento, el Quality Hotel Batman’s Hill on Collins, situado frente a la estación de tren de Southern Cross. Nos hemos pegado una buena “panzada” de caminar, pues tan solo hemos cogido un taxi para ir al mercado y el pequeño recorrido en tranvía, realizando el resto a pie. Todavía nos queda mucho viaje por delante.