De crucero por el Caribe (y 2): Grenada, St Kitts & Nevis y Martinica

Dejaba la pasada semana el relato de este viaje en Port of Spain, la capital de Trinidad y Tobago, desde donde por la noche navegamos hasta Saint George’s, la capital del estado insular de Grenada, el segundo más pequeño del hemisferio occidental, pese a incluir la isla del mismo nombre y las Granadinas del Sur. Grenada se dio a conocer al mundo el 25 de octubre de 1983, cuando Estados Unidos y otros estados caribeños invadieron la isla y derrocaron el gobierno de Hudson Austin. Llegamos a las 9 de la mañana y teníamos nueve horas por delante para visitar la isla. La terminal de cruceros Melville Street está en pleno centro de la ciudad, así que nada más bajar del barco nos dirigimos a la zona del puerto pesquero, donde se encuentra el Fish Market, el mercado del pescado, en el que pudimos comprobar lo amable que es esta gente.

Saint George’s es una pequeña ciudad rodeada de colinas, así que, tras recorrer el centro, cruzamos a pie los 105 metros del Sendall Tunnel, construido en 1894, que da acceso a una zona muy agradable, el Carenage. Dimos un agradable paseo por esta bahía capitalina frecuentada por pescadores, yates y embarcaciones de recreo, bajo la atenta mirada del Christ of the Deep (Cristo de las profundidades).

Por la tarde participamos en una excursión a bordo de un autobús criollo, principal medio de transporte en la isla en los años cincuenta, en el que nos desplazamos al Fort George, construido en el siglo XVIII para proteger con sus cañones el acceso al puerto. La segunda cita fue en lo alto de Richmond Hill, donde se encuentra el Fort Frederick, terminado de construir en 1791. Tras un recorrido por las colinas concluimos la excursión en la preciosa playa Grand Anse, situada a tan solo 3 km del centro. Me ha gustado Grenada, isla que abandonamos coincidiendo con la puesta de sol.

2 de febrero. Tras 17 horas de navegación llegamos a Basseterre, la capital y principal ciudad del estado de St Kitts & Nevis (San Cristóbal y Nieves), el país más pequeño del continente americano, tanto en tamaño como en población. Pese a ello coincidimos tres cruceros. Tenemos 8 horas en esta escala, pero como hace dos años ya estuvimos recorriendo esta isla, nos la tomamos con calma, dedicándonos a pasear por el centro de la ciudad, conocido como The Circus, acercándonos a la zona del mercado, a la Torre del Reloj y a Independence Square, a la que se asoma la Catedral. Por la tarde volvimos a salir a Port Zante, la terminal de cruceros, para tomar una piña colada. Aquí se concentra el ambiente de la ciudad. Contemplamos la puesta de sol entre las nubes y a seguir navegando.

El 3 de febrero concluye el crucero en Fort-de-France, la capital de la francesa isla de Martinica, en la que pasamos cinco días. Prescindimos de la capital que ya “pateamos” dos años atrás y nos dirigimos al aeropuerto, donde tenemos reservado un Opel Corsa para recorrer la isla. Al igual que sucediera en Guadalupe, en febrero los precios son desorbitados en Martinica, pues la mayoría de los hoteles están al completo. Para nuestra estancia hemos elegido el Hotel La Bateliere, situado a solo 100 metros de la playa, que cuenta con una piscina al aire libre y habitaciones con vistas al mar. Se encuentra en Schoelcher, a 5 km de Fort-de-France. Los amaneceres y puestas de sol resultaron espectaculares.

4 de febrero. Comenzamos nuestro recorrido por Martinica por la “Route de la Trace”, una de las carreteras más hermosas de la isla, deteniéndonos en primer lugar en Balata, para visitar una iglesia que se parece bastante al Sacré-Coeur de Monmartre, pero en pequeño. El centro de Martinica está dominado por la Montagne Pelée y los Pitons du Carbet, montañas que superan los 1100 metros de altitud. Muy cerca tenemos el Salto del Gendarme, cascada a la que se accede por un corto sendero en medio de una vegetación exuberante. Como es domingo, mucha gente se acerca a este lugar con su comida ya que hay mesas de pic nic. Nosotros comemos en un restaurante cercano y por la tarde nos dirigimos a la Habitation Depaz, una destilería enclavada en un preciso entorno, cuyo interior no podemos visitar por estar ya cerrada.

Continuamos nuestro recorrido hasta un lugar cercano, el Centre de Decouverte des Sciences de la Terre (Centro de Descubrimiento de las Ciencias de la Tierra), impresionante edificio que alberga exposiciones dedicadas a los riesgos naturales, de las erupciones volcánicas a los ciclones, pasando por los seísmos y los tsunamis. Avanzada la tarde nos detenemos en Sint-Pierre, antigua capital de Martinica antes de ser destruida en 1902 por la erupción del Montagne Pelé. Entre sus edificios destacan la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, la Bolsa y el mercado. De aquí regresamos a nuestro hotel en Schoelcher.

El 5 de febrero lo dedicamos a recorrer la costa sudoeste de la isla, comenzando en Trois-Ilets, donde visitamos un lugar lleno de encanto llamado La Maison de la Canne, que permite descubrir la evolución de la caña de azúcar en los tres últimos siglos. Antes de entrar en el centro de la población, nos detuvimos en una rotonda que cuenta con un vistoso parque de esculturas. Luego nos acercarnos a la iglesia de Notre-Dame-de-la-Bonne-Délivrance, al mercado y a la zona de la playa, donde aprovechamos para comer.

Por la tarde continuamos recorriendo la costa hasta uno de los lugares que más me atraían, para contemplar le Rocher du Diamant (La Roca del Diamante), un pequeño islote deshabitado del mar Caribe. Dimos un corto paseo por el sendero Promenade Aimé Cesare y llegamos al Memorial de l’Anse Caffard, grupo escultórico construido en 1998 con motivo del 150 aniversario de la abolición de la esclavitud, que recuerda que el 8 de abril de 1830, un barco cargado de esclavos, procedente del golfo de Guinea, naufragaba en esta costa. Fallecieron 46 personas. Nuestro siguiente destino es Grand Anse des Salines, una preciosa playa de arena blanca, aguas turquesas y rodeada de cocoteros. Pese a ser lunes, desde 2 km antes las cunetas estaban llenas de coches. Menos mal que nos dejaron aparcar 5 minutos en un chiringuito junto a la playa para tomar unas fotos. La isla está abarrotada de turistas. Al día siguiente nos dirigimos a Le François, donde vimos pequeños veleros en un paraje lleno de encanto, rodeado de islotes y la escultura “La yole ronde”, que recuerda las antiguas embarcaciones de los pescadores. También asistimos al carnaval infantil.

Buena parte de los días 6 y 7 de febrero, dado que el avión no salía hasta las 10 de la noche, los pasamos en un lugar que nos agradó bastante, Sainte-Marie y la reserva natural de la península de Caravelle, parte de la cual recorrimos a pie, caminando al borde de playas casi desiertas y llegando al Faro de la Caravelle, situado a 157 metros de altitud. Uno de los días comimos frente al tómbolo, palabra de origen italiano que designa una lengua de arena que conecta a través de las aguas una isla y la costa. En las bajamares vivas de noviembre a abril se puede ir caminando hasta el islote. Un tómbolo muy conocido es el de Mont Saint-Michel, en Normandía. También vimos pescar a los pelícanos y, en Sainte-Marie, visitamos la iglesia Notre-Dame-de-l’Assomption. El viaje ha llegado a su final. Me gustó más la isla de Guadalupe, pero Martinica no ha estado nada mal. Lo malo es lo lejos que están las dos.

Tras más de 8 horas de vuelo, el Boeing 777 de Air France toma tierra en el aeropuerto Paris.Orly. Hemos tenido suerte pues durante bastantes horas ha estado cerrado por la nieve. Lo malo es que tenemos que cambiar de aeropuerto, al Charles de Gaulle, pues en poco más de 5 horas sale el vuelo para Bilbao, pues vestimos de verano y la temperatura ha caído de 30 a 0 grados, sin tiempo para aclimatarnos. Hemos vuelto a la cruda realidad, al invierno. Las montañas del Duranguesado también están nevadas. En el aeropuerto de Loiu vemos el autobús del club de fútbol Las Palmas. Qué casualidad, pues Gran Canarias fue nuestro siguiente destino de invierno.

De crucero por el Caribe (1): Guadalupe, Santa Lucía, Barbados y Trinidad y Tobago

Del 26 enero al 8 de febrero de 2018 volvimos al Caribe, para seguir visitando algunas islas que me quedaron pendientes en el viaje realizado dos años antes. Si en la anterior ocasión elegimos Guadalupe como punto de partida, en esta ocasión hemos optado por la también francesa isla de Martinica. El viaje resulta largo, pues hay que volar a Paris, cambiar del aeropuerto Charles de Gaulle al de Orly y luego casi 9 horas de vuelo hasta Fort-de-France. Atrás dejamos las nubes y el invierno. En el Karibea Squash Hotel ya es verano. Como la otra vez, primero hicimos una semana de crucero, en esta ocasión en el MSC FANTASIA y luego nos quedamos unos días en Martinica. Antes de subir al barco es normal que te tomen una foto, pero esta vez fui yo quien fotografié a los fotógrfos. Un grupo del Carnaval nos da la bienvenida. Estamos a bordo del barco.

28 de enero. Primera escala de 11 horas en Pointe-à-Pitre, la ciudad más poblada de la isla de Guadeloupe, a la que llegamos poco después de amanecer. Es domingo y, como buenos franceses, casi todos los comercios están cerrados. Como conocemos bastante bien esta isla, pues estuvimos en ella 8 días dos años atrás, nos dedicamos a callejear, contemplando la arquitectura colonial, la Catedral de Saint Pierre Saint Paul, conocida como la Catedral de hierro, la plaza de la Victoria y las pinturas murales.

Al ser domingo, el animado puerto pesquero está también «muerto», así que entramos en uno de los pocos comercios abiertos, donde venden trajes para el carnaval que tendrá lugar dentro de unos días. Es impresionante, así que os invito a ver la entrada que publiqué sobre él en https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2019/03/02/el-carnaval-de-guadalupe/. El que si que está abierto es el Mercado Central, aunque no hay compradores. Ubicado en un edificio metálico declarado Monumento Histórico, este mercado alberga numerosos y coloridos puestos repletos de especias, mermeladas exóticas o ponches. Frente a él hay un par de bares de guardia con terraza, en los que tomamos unos vinos rosados fresquitos antes de regresar al barco.

29 de enero. Segunda escala del viaje, de 9 horas, en Castries, la capital del pequeño estado soberano de Santa Lucía, independiente del reino Unido desde el 22 de febrero de 1979. Los cruceros amarran en Pointe Seraphine, un centro comercial de estilo español. Nos apuntamos a una excursión y comenzamos a recorrer la pequeña isla de 616 km², empezando por Morne Fortune, que cuenta con buenas vistas sobre la zona del puerto, siendo la siguiente parada en Cul-de-Sac Valley, con sus plantaciones de bananos y vistas sobre la bahía de Marigot. En Soufrière disponemos de tiempo para dar un paseo por la playa, ocupada por los pescadores, aunque tenemos que ponernos a cubierto al caer un fuerte chaparrón.

En nuestro recorrido por la isla de Santa Lucía a continuación nos dirigimos a un lugar que nos ha gustado mucho, los jardines Maranatha o Prayer Park. Lástima que el tiempo no acompañe. Llega ahora una de las visitas fuertes de la excursión, Sulphur Springs, un lugar de manantiales de barro caliente y lagunas de lava sulfúrica en ebullición. También hay una pequeña cascada. La siguiente cita es en el mirador de Beacon, desde donde contemplamos entre nubes el paisaje más conocido de la isla, los pitones, formados por el Gros y el Petit Piton, que desde 2004 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

De regreso al barco, le pedimos al guía que nos deje en el centro de Castries, la capital del país, para así poder recorrer con tranquilidad el mercado, tanto la zona de frutas y verduras como la de pescados. De allí regresamos caminando por la fachada costera hasta la terminal de cruceros, donde se encuentra nuestro barco.

30 de enero. A las 8 de la mañana llegamos a Bridgetown, la capital de Barbados, estado insular independiente del Reino Unido desde 1966, con una extensión de tan solo 430 km² y una población de casi 300.000 habitantes. Tenemos aquí 12 horas, así que desde la terminal de cruceros nos desplazamos al centro histórico, que desde 2011 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO por su sobresaliente arquitectura colonial británica de los siglos XVII, XVIII y XIX, destacando el edificio neogótico del Parlamento. Por supuesto nos acercamos al mercado de pescado y, en autobús, a uno de los fenómenos naturales más espectaculares de Barbados, la cueva de Harrison, que se recorre en un pequeño tranvía eléctrico. El acceso a la cueva está en un precioso jardín botánico.

31 de enero. Tenemos 9 horas para visitar la isla de Trinidad, la mayor de las dos que forman el estado insular de Trinidad y Tobago, el quinto más poblado del Caribe y distante tan solo 11 km de las costas de Venezuela. Desembarcamos en la zona de rascacielos de la capital del país, Port of Spain (Puerto España), siendo recibidos por un colorista grupo del Carnaval.

Tardamos en salir del barco pues no para de llover, pero entre chaparrón y chaparrón nos decidimos a recorrer la capital, en la que destacan algunos edificios como la Casa Roja, sede del Parlamento y la catedral anglicana de Holy Trinity, situada junto a la plaza Woodford Square. Como llueve con mucha frecuencia, nos refugiamos en la National Library (Biblioteca), donde contemplamos una exposición de trajes de carnaval. En la calle Maraval Road están las Siete Casas Magníficas, lujosas mansiones de principios del siglo XX. Entre las modernas construcciones destaca el imponente edificio de la Academia Nacional de Artes Escénicas (NAPA). Finalmente regresamos al barco.

Como el tiempo tiende a mejorar, nos apuntamos a una excursión que nos lleva en primer lugar a los Royal Botanic Gardens, precioso jardín botánico creado en 1818, que ocupa 25 hectáreas. Breve parada en el mirador Lady Young, desde donde tenemos una excelente vista panorámica de la ciudad, para continuar el viaje por la carretera costera con parada en el mirador Maracas, situado sobre los acantilados, para concluir la ruta en la playa más hermosa y famosa de Trinidad, Maracas Beach, donde, aunque bastante tarde, aprovechamos para comer. Al fin dejó de llover. Tenemos una hora de autobús para regresar al puerto. El viaje continúa.

FUERTEVENTURA: Un paraíso para el turismo

Copio este titular de www.diariodefuerteventura.com pues me parece acertado, sobre todo dado el mes en el que nos encontramos. He estado en numerosas ocasiones en las islas Canarias, principalmente en los meses de enero y febrero, para escapar por unos días del invierno, recorriendo las siete islas, la Graciosa y el islote de Lobos, repitiendo cuatro de ellas en diferentes ocasiones. Este relato corresponde al viaje realizado del 28 de enero al 4 de febrero de 2017, en mi segundo viaje a Fuerteventura, isla situada a 3 hora de vuelo directo desde Bilbao, con Vueling. Como en nuestro anterior viaje nos alojamos en Corralejo, en el norte, para esta ocasión escogimos Caleta de Fuste, en el centro, y más en concreto el Barcelo Castillo Beach Resort, del que volvimos encantados.

Me gusta repetir destinos, pues así no tienes obligación de ir a ver las cosas “obligatorias”, sino a disfrutar de lo que te apetece realmente. Eso son para mí las auténticas vacaciones. En la docena de viajes que he realizado a Canarias no he estado tomado el sol en ninguna de sus playas, así que si buscas consejo de alguna de ellas, puedes dejar de seguir leyendo este artículo. Eso si, en Caleta de Fuste dimos buenos paseos costeros y disfrutamos de las puestas de sol y del castillo del siglo XVIII.

Caleta de Fuste pertenece al municipio de Antigua y está ubicado en la parte central de la costa este de la isla, lo que la convierte en un punto de partida inmejorable para hacer excursiones de un día por ella. En uno de los paseos costeros nos acercamos hasta los hornos de cal de la Guirra, declarados Bien de Interés Cultural y situados en la desembocadura del barranco de Miraflor, a un paso del Centro Comercial Atlántico, que cuenta con hermosos estanques.

Una de las tardes, nos desplazamos hasta un lugar muy cercano, el Museo de la Sal, para visitar las Salinas del Carmen, las únicas existentes en funcionamiento en Fuerteventura. En la playa del Muelito, sobre la que hay un bar, vimos un buen grupo de gaviotas y unas ardillas correteando por las piedras.

Otro de los días nos desplazamos al extremo norte de la isla, donde se encuentra el Parque Natural de las Dunas de Corralejo y la población del mismo nombre, de donde zarpan los barcos que se dirigen a la isla de Lobos, un pequeño islote de unos 4,5 km², separado de Fuerteventura por el estrecho de la Bocaina, cuya travesía dura 15 minutos. El Parque Natural del Islote de Lobos es un magnífico lugar para disfrutar de la naturaleza. En nuestro anterior viaje le dimos la vuelta caminando, pero esta vez no lo tomamos con más tranquilidad para poder tomar algo en un chiringuito. He visto que poco a poco este lugar se está masificando, siendo ahora posible comer en el islote.

Tras comer en Corralejo, decidimos pasar la tarde en la La Oliva, yendo directamente a la Casa de los Coroneles, edificio señorial construido en el siglo XVIII, que sirve en la actualidad para realizar exposiciones. Pronto nos vimos rodeados por un grupo de ardillas en busca de comida. Visitamos también la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, en la que destaca el políptico del retablo mayor, obra de uno de los mejores pintores barrocos de Canarias, Juan de Miranda Cejas. Nos enteramos que al día siguiente había mercado y allí nos presentamos de nuevo.

El día siguiente resultó bastante intenso. Primero nos dirigimos a El Cotillo y más en concreto al Faro del Tostón, que protege una bravía costa. De allí fuimos a La Asomada para fotografiar la curiosa molina, continuando el viaje por el Parque Rural de Betancuria y los miradores de Morro Velosa (excelente vista) y Guise y Ayose, que cuenta con dos enormes estatuas de bronce, de casi 4 metros de altura, que representan a los antiguos reyes de Fuerteventura. Fuimos a comer a Betancuria, coqueto pueblo presidido por la iglesia de Santa María, concluyendo la jornada en Antigua, pueblo que cuenta con una interesante arquitectura popular, entre la que destaca la iglesia de Nuestra Señora.

La siguiente jornada nos dirigimos al sur, hacia la península de Jandía. Antes de llegar al Gran Tarajal tomamos un desvío hasta el Faro de la Entallada, monumental edificio que cuenta con excelentes vistas. La siguiente parada fue en Costa Calma, donde de nuevo las ardillas acuden a nuestro encuentro. Una vez en la península de Jandía concluimos nuestro recorrido en Morro Jable, deteniéndonos junto al Faro del Matorral, situado en la playa del mismo nombre, en la que también existe, a modo de escultura, el esqueleto de 15 metros de un cachalote que murió varado en esta costa. Se ha echado la hora de comer y lo hacemos en la zona del puerto, de donde sale el ferry a Gran Canaria.

En esta jornada vamos a cambiar de costa, pasando en primer lugar por Tiscamanita, donde se encuentra el Centro de Interpretación de los Molinos, en el se muestra la importancia que durante siglos tuvo el gofio como base alimenticia de los majoreros. Continuando el viaje, llama nuestra atención que en un paisaje tan árido haya montañas verdes. Finalmente llegamos al pueblo costero de Ajuy, donde podemos contemplar unos pequeños hornos de cal, aunque nos quedamos con la imagen de la fuerza del oleaje en esta zona de la isla, que contemplamos mientras comemos en un bar junto a la playa.

Por la tarde, de regreso a Caleta de Fuste, hacemos un alto en el camino en Pájara, capital de un extenso municipio sureño, que cuenta con un hermoso parque presidido por la iglesia de Nuestra Señora de Regla, construida entre 1687 y 1711, cuyo interior merece la pena visitar. Antes de llegar al hotel nos detenemos en Tuineje, para acercarnos hasta la iglesia de San Miguel. El viaje ha tocado a su final, pues al día siguiente, a media tarde tenemos el vuelo de regreso a Bilbao, que aparece en el panel rodeado de otros destinos europeos. Me gusta Fuerteventura.

En busca de la Gran Mezquita de ABU DHABI

En enero de 2015 realicé mi primer crucero, recorriendo Omán y los Emiratos Árabes Unidos. Hasta entonces me había opuesto a esta modalidad de viaje, pero me salía más barato el vuelo de ida y vuelta de Madrid a Dubai, con Emirates, los traslados y una semana en pensión completa en camarote exterior con balcón en el barco Costa Serena, que una semana de alojamiento y desayuno en un hotel Ibis de Dubai. La verdad es que resultó muy cómodo, pues cambiamos de país sin utilizar el pasaporte, solo con la tarjeta del barco. Aunque luego me encantó Omán, el objetivo principal de este viaje era visitar la gran mezquita de Abu Dhabi, ciudad en la que permanecimos todo el día, pudiendo contemplar desde el barco la silueta de las torres de la ciudad con las primeras luces del amanecer y, al finalizar la jornada, la puesta de sol sobre el golfo Pérsico.

Todavía no he comentado que solo utilizamos el barco como alojamiento, cena y desayuno y como medio de transporte, realizando todas las visitas por nuestra cuenta, así que ni utilizamos el Big Bus, el autobús turístico de Abu Dhabi. Del barco fuimos al shuttle, el autobús gratuito que proporciona el puerto para salir de sus instalaciones y que nos trasladó al centro de la ciudad, el World Trade Center, una zona anodina plagada de altos edificios entre los que destaca el más alto de la ciudad, el Burj Mohammed Bin Rashid, un rascacielos que mide 381 metros y tiene 88 plantas. Tomamos así el primer contacto con la capital y segunda ciudad más poblada de los Emiratos Árabes Unidos.

Abu Dhabi es una ciudad muy tranquila y segura, así que mi mujer y yo nos dirigimos caminando, durante unos 600 metros, hasta nuestro siguiente destino, la Corniche, el principal paseo costero de la ciudad, en el que vimos a una joven local haciendo ejercicio, completamente tapada, mientras las mujeres occidentales visten normal. También vimos una lancha de las de carreras y los principales rascacielos de la ciudad. Sin embargo no es oro todo lo que reluce, pues los baños públicos estaban repletos de botellas de plástico y latas de bebidas, a modo de una gigantesca papelera.

Aunque tenemos que esperar bastante a que pase uno, desde la Corniche cogemos un taxi para cubrir los 7 km que nos separan de nuestro siguiente destino, el Heritage Village, un interesante museo al aire libre en el que se recrea la forma de vida de los habitantes de los emiratos antes del descubrimiento del petróleo. En él pudimos ver a diferentes artesanos trabajando, jaimas del desierto, una reproducción de un pozo y un pequeño oasis. Desde la playa junto a la que se encuentra, disfrutamos de una de las mejores vistas de la ciudad.

Nos acercamos hasta el coqueto Teatro de Abu Dhabi y, como nuestro siguiente destino está solo a kilómetro y medio, caminamos por la Al’Alam street que discurre frente a un pequeño puerto, mientras contemplamos la actividad de un pescador y disfrutamos de la mejor vista de la ciudad. Al fondo vemos la inconfundible torre-mirador del Marina Mall, un centro comercial y lugar de entretenimiento que se inauguró en 2001. Paseamos por su interior, lleno de comercios entre los que destaca por su concurrencia Zara y, como es mediodía, nos dirigimos al food court, probablemente el lugar más barato para comer de forma rápida en una ciudad que es bastante cara.

Aquí resulta mucho más fácil coger un taxi, así que tomamos uno que nos traslade a la gran mezquita. El conductor es muy amable y le pedimos que primero nos lleve hasta el cercano Hotel Emirates Palace, inaugurado en 2005, del que dicen que es el hotel más caro del mundo. Hace falta estar alojado o tener reserva para el restaurante para que te dejen acceder a su interior, cosa que podíamos haber hecho, pero nos entretuvimos en sus espectaculares jardines, fotografiando las fuentes y las torres más hermosas de Abu Dhabi, que se encuentran frente al hotel. Al final nos llamó el taxista diciendo que le obligaban a mover el coche y tuvimos que continuar el viaje. Otra vez será.

Al fin llegamos a nuestro principal destino en la capital de los Emiratos, la mezquita Sheikh Zayed, conocida como la Gran Mezquita, cuya construcción finalizó en 2007. Para acceder a ella basta con llevar pantalón largo y manga larga y las mujeres un pañuelo en la cabeza. El icono de Abu Dhabi es una joya del arte islámico, perfectamente comparable al Taj Mahal indio. El complejo tiene unas dimensiones de 290 por 420 metros y cuenta con cuatro minaretes de una altura de 107 metros y 82 bóvedas de 7 tamaños diferentes. Tiene también 1048 columnas en el exterior y 96 en el interior. Al lado de la mezquita se encuentra el mausoleo del primer presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Zayed ibn Sultán Al Nahayan, pero no nos dejaron acercarnos a él, aunque pude obtener la foto de abajo a la derecha.

Hemos acertado yendo a la Gran Mezquita por la tarde, pues estamos casi solos, ya que por la mañana han acudido todos los grupos de los cruceros. Da gusto caminar descalzo por el mármol y luego sobre la mayor alfombra del mundo, pues tiene una superficie de 5.627 metros cuadrados y pesa 47 toneladas. Fue hecha a mano por 1.200 mujeres iraníes y diseñada por el artista Ali Khaliqi. Tiene un valor estimado de 545 millones de dólares. La sala principal tiene 10 lámparas de araña de 10 metros de longitud y 9 toneladas de peso, hechas a base de cobre y recubiertos de oro. Fueron fabricadas por la empresa Swarovski. Hasta los baños (última imagen) son lujosos. Es una de las obras construidas por el hombre más hermosas de cuantas conozco. Objetivo cumplido.

En el aparcamiento de la mezquita cogemos el tercer y último taxi de la jornada pero, en vez de dirigirnos directamente al barco, le pedimos al taxista nepalí que nos pare en algunos lugares emblemáticos, aunque solo sea para sacar una fotos desde el exterior, caso del circuito de Yas Marina, inaugurado en 2010 para las competiciones de F1 y el parque temático Ferrari World Abu Dhabi, también inaugurado en 2010. Hemos comprobado que los taxis funcionan muy bien en Abu Dhabi, no como en Dubai, que los taxistas son muy amables y siempre ponen el taxímetro y que pese a los elevados precios de la ciudad, los taxis nos resultaron muy económicos, pues hemos recorrido más de 80 km por el precio de una plaza en el bus turístico.