Un domingo en Delhi (India)

En los últimos años, en el mes de febrero me he desplazado a Canarias o al Caribe, pero este año lo he tenido que pasar en el dique seco. Ni siquiera puedo pensar en hacer planes para el futuro, así que, tirando de memoria he recordado que hace ya bastantes años, en 2007, este mes estuve recorriendo el Norte de la India durante 8 días, pasando mucho frío en Himachal Pradesh, donde nos nevó, y bastante calor en el Punjab, pues tenía una asignatura pendiente, el Templo de Oro de los sijs en Amritsar. Era mi sexto viaje a este fascinante país, que visité por primera vez en 1983, en un viaje de 31 días, en el que nos desplazamos en autobús desde Delhi hasta Kathmandú y Pokhara, en Nepal. En 1989, durante 21 días recorrí el Sur de la India y Sri Lanka,. En 1992, durante un mes estuve en Ladakh, Cachemira, Agra, Darjeeling, Sikkim, Calcuta y las islas Andamán. En 1993 regresé para pasar una semana en el Rajastán y otra en Calcuta y Orissa. Finalmente en 1997 durante tres semanas recorrimos el Rajastán acudiendo a la impresionante Feria del Camello de Pushkar. La India siempre me gustó, aunque dejé de visitarla al descubrir otros países del Sudeste asiático, donde especialmente me encantó Myanmar por su gente, en los que los hoteles costaban hasta cuatro veces menos.

He estado unas cuantas veces en esta ciudad de unos 20 millones de habitantes, observando los grandes cambios que ha habido entre 1983 y 2007, como la existencia de una clase media emergente. Lo primero que percibí en este sexto viaje es que lo que antes eran bicis ahora son motos y lo que antes eran motos ahora son coches, incluso algunos lujosos, modernos modelos de diferentes marcas, casi todos fabricados en India. Antes sólo veías los vetustos Ambassador y, en el anterior viaje, los pequeños Maruti. Delhi cuenta ya con Metro y raro es encontrar a una persona que no tenga un teléfono móvil, incluso en las zonas agrícolas más remotas. Pese a todo sigue siendo una ciudad de contrastes, como podéis ver en estas imágenes.

Domingo, 25 de febrero de 2007. Delhi tiene mucho que ver pero, lo más importante, lo vimos en una jornada. Como la ciudad habrá cambiado mucho desde entonces me voy a centrar en lo que permanece inalterable, su parte monumental, que cuenta con tres lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, así que empezamos por el último de ellos, el Fuerte Rojo o Lal Qila, que forma parte de la selecta lista desde 2007. Debe su nombre a sus muros de arenisca roja. La muralla mide 6,5 km de largo y su altura varía entre 16 y 33 metros. El domingo amanece gris y con mucha bruma e incluso chispea cuando pasamos ante el Fuerte Rojo. La agencia nos puso un coche con conductor para todo el día, siendo nosotros quienes decidíamos qué hacer en cada momento, así que optamos por volver a visitar los lugares en los que ya habíamos estado años antes.

Llueve ligeramente cuando pasamos el detector de metales que nos da acceso a la Gran Mezquita, llamada habitualmente Jama Masjid, situada en pleno “cogollo” del viejo Delhi. Es la mayor mezquita de la India y el principal centro de culto para los musulmanes de Delhi. Situada a unos pasos del Fuerte Rojo, fue mandada construir por el emperador mogol Shah Jahan, realizándose las obras entre los años 1644 y 1656, trabajando más de 500 artesanos en su construcción. Cuenta con tres cúpulas que están rodeadas por los dos minaretes de 40 metros de altura. El patio principal tiene capacidad para unas 25.000 personas. La mezquita guarda algunas reliquias del profeta Mahoma, como un pelo, una sandalia y la huella de su pisada. Como es domingo, hay poca gente en su interior.

Menos mal que deja de llover cuando nos dirigimos al enorme parque Shantivan, situado cerca del río Yamuna, en el que por primera vez vemos a numerosos habitantes de la gran ciudad paseando por este gran espacio verde, aunque muchas personas tienen como principal objetivo visitar el Raj Ghat, memorial en recuerdo del líder hindú Mahatma Gandhi. Se trata de una simple losa de mármol negro que marca el lugar en el que Gandhi fue incinerado el 31 de enero de 1948. En los alrededores del Raj Ghat se encuentran los puntos de cremación de los líderes indios Jawaharlal Nehru e Indira Gandhi. Nosotros nos lo tomamos con calma recorriendo todo el parque y contemplando las ardillas que por él corretean. Sin darnos cuenta se ha echado la hora de comer, pues tenemos que hacerlo pronto, ya que por la tarde queremos visitar los dos principales monumentos de la ciudad y cierran pronto. Para ello nos dirigimos a Connaught Place, el centro neurálgico de Delhi, donde se encuentra el frecuentado Kwality Restaurant.

Salimos del restaurante y el sol luce con fuerza, lo que no impide que caiga un impresionante chaparrón que cesa justo cuando bajamos del coche para entrar en el amplio parque en el que se encuentra la Tumba de Humayun, que forma parte de un complejo de edificios de arquitectura mogol, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993, por ser una de las primeras muestras de este estilo arquitectónico. Fue mandada construir en arenisca roja por la viuda principal del emperador Humayun, Harmida Begum, entre los años 1574 y 1579. Su estructura es octogonal, con los techos decorados con pinturas. Entre los edificios de este complejo destacan la Tumba del Barbero, construida en 1625 y la hermosa Tumba de Isa Khan, de forma octogonal y situada en el centro de un jardín, en la que reposan los restos de un servidor del emperador Akbar.

La siguiente cita la tenemos en el complejo Qutb, un conjunto de edificios cuya construcción inició Qutb-ud-din-Aybak. La joya es el Qutab Minar, el minarete de ladrillos más alto del mundo y un destacado ejemplo del arte islámico, que desde 1993 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Tiene una altura de 72,5 metros, siendo el diámetro en la base de 14,30 metros y de 2,70 en la parte más alta. La obra la concluyó en 1368 Firuz Shah Tughluq. Otros edificios de interés son el Alai Minar, un alminar que quedó incompleto. Alaudín inició su construcción con la idea de superar en altura al Qutab Minar, pero sólo se levantaron 24,5 metros de minarete. También destacan la mezquita Quwwat-ul-Islam, de 1190, la tumba de Iltutmish y la puerta de entrada al recinto (Ala-I-Darwaza), obra maestra del arte indo-musulmán. El complejo del Qutab Minar estaba abarrotado de gente. No todos iban a contemplar las ruinas, pues como las entradas son muy baratas para los indios, simplemente acudían para sentarse en el cuidado césped, a la sombra de un árbol, mientras los niños correteaban por el parque.

La Puerta de la India se encuentra en la gran avenida Rajpath, conocida como “el camino de los reyes”, en la que también hay varios edificios ministeriales. Se trata de un arco del triunfo, construido entre 1921 y 1931 por Edwin Lutyens para recordar a los soldados indios caídos durante la Primera Guerra Mundial y en las Guerras Afganas de 1919, figurando en sus paredes el nombre de 85.000 soldados. Tiene una altura de 42 metros y está también dedicado “a los muertos del ejército de la India que cayeron con honor en Francia y Flandes, Mesopotamia y Persia, este de África, Gallipoli y en cualquier lugar del cercano o lejano este…” Como la tarde quedó preciosa, cuando comenzaba a ponerse el sol el entorno de la Puerta de la India estaba muy concurrido, al estar rodeada de un gran espacio verde, donde se cuentan por miles las familias que acuden a pasar los domingos. Existe para ello un gran aparcamiento y numerosos vendedores ambulantes de globos y chucherías. Muy cerca de este lugar los jóvenes juegan al cricket, un auténtico fenómeno de masas en la India, como en Europa o Sudamérica es el fútbol.

Concluimos aquí nuestro recorrido dominical por la capital de la India, justo cuando la ciudad retoma la vida, pues los parques ceden el puesto al centro urbano y las calles se llenan de coches. Nosotros nos dirigimos al barrio de Karol Bagh, para efectuar las últimas compras. Son dos calles transversales llenas de tiendas y abarrotadas de gente. Aquí los comercios abren los domingos, acudiendo la población a comprar saris, sedas, objetos de plata…

Para nosotros fue la última visión que tuvimos de Delhi, ya que de aquí regresamos al hotel para una breve cena, ducha, cambio de ropa y traslado al aeropuerto, pues de madrugada salió nuestro avión de regreso a casa.

BERGARA (Gipuzkoa), Conjunto Monumental

Concluido mi recorrido por los 112 municipios de Bizkaia, comencé a recorrer los limítrofes con mi provincia. Por este motivo, el 17 de febrero de 2017, me acercaba a Bergara, municipio gipuzkoano muy extenso (75,97 km²), que cuenta con una población que se acerca a los 15.000 habitantes y limita con el bizkaino de Elorrio. Su casco histórico es muy interesante, estando considerado como un museo al aire libre, por contar con edificios de diferentes estilos arquitectónicos de los siglos XVI a XVIII. El municipio se asienta en el valle del río Deba, que pasa por su núcleo urbano. Cuenta también con varios barrios, algunos de los cuales tuve ocasión de conocer.

Antes de desplazarnos al centro de la población nos dirigimos al núcleo urbano que me parecía más interesante, Angiozar, que hasta 1927 perteneció al municipio de Elgeta. Antes de llegar tuvimos una magnífica vista de este barrio rural, pues sus casas se agolpan sobre la ladera de una colina, cuya cima ocupa el edificio más relevante, la iglesia de San Miguel Arcángel, de estilo renacentista y portada plateresca. Fue construida en el siglo XVI y un siglo después se le añadió la torre barroca.

Pasando de largo el centro urbano sin detenernos, nos dirigimos al siguiente objetivo, el Hórreo de Agarre (poner Agirre en el GPS), que data de la primera mitad del siglo XVI y es el único existente en Gipuzkoa. Fue construido con madera de roble sin utilizar un solo clavo, para almacenar por separado el trigo y el maíz. Enfrente se sitúa el caserío Agarre, donde dicen que nació San Martin Agirre, luciendo en la fachada el escudo de armas de la familia. Muy cerca vemos un coqueto palacio, Aumategi Jauregia.

Nos desplazamos por fin al casco histórico de Bergara, declarado conjunto monumental en junio de 2003. Antes de acceder a él nos detenemos en el palacio de Errekalde, antigua torre medieval remodelada en el siglo XVI y actual sede del Museo Laboratorium, rodeado de un jardín del siglo XIX. La siguiente cita la tenemos muy cerca. Se trata de la iglesia de San Pedro de Ariznoa, declarada monumento nacional. Fue construida entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII. La torre es un añadido barroco de 1742. Al lado tenemos la cuadrangular Torre de Olaso, también del siglo XVI, sede de Jakiunde, Academia de las Ciencias, de las Artes y de las Letras.

En nuestro recorrido por el centro histórico nos detenemos en el Palacio de Justicia. Aquí estaban las escuelas, el juzgado y la vieja cárcel, que en la actualidad cuenta con una biblioteca, llamada Angiolillo en referencia al anarquista italiano que mató a Cánovas del Castillo y que fue agarrotado en esta cárcel. Pasamos junto a las antiguas carnicería y pescadería, para luego contemplar la Casa Azkarate-Marutegi, en la que se descubrió la primera estufa renacentista completa de todo el Estado. Pasamos luego ante la Casa Jáuregi, de comienzos del siglo XVI, declarada monumento nacional, para volvernos a detener ante la Casa Iturritxo, también llamada Casa Zabala, que data del último tercio del siglo XVI, como atestigua el escudo que aparece en su fachada.

Hemos llegado al centro del casco antiguo, la plaza San Martín Agirre, a la que se asoman dos notables edificios. En primer lugar tenemos el antiguo Real Seminario, actual sede de la UNED, que fue uno de los centros de investigación y enseñanza más importantes de la Europa del siglo XVIII y cuna de la ciencia en Euskal Herria, pues en su laboratorio, el 28 de septiembre de 1783 tuvo lugar un descubrimiento de renombre mundial, ya que los hermanos Elhuyar consiguieron aislar un nuevo elemento químico, el wolframio. Enfrente tenemos el otro notable edificio, la Casa Consistorial, de finales del siglo XVII, obra del arquitecto Lucas de Longa. En su fachada hay tres grandes escudos. Continuamos por Barrenkalea para contemplar la Casa Arrese, de la primera mitad del siglo XVI, en la que destaca un magnífico balcón renacentista que hace esquina, con un escudo bajo él. Casi enfrente tenemos el Palacio Irízar o de Urrutia Espilla, del siglo XVII e inspiración herreriana. En este edificio se firmó el tratado de paz de la primera guerra carlista entre Maroto y Espartero el 31 de agosto de 1839. Muy cerca vemos el busto y fuente dedicado al pintor Simón Arrieta (1915-1969).

Cruzamos el río Deba y nos dirigimos directamente al templo más notable de Bergara, la iglesia de Santa Marina de Oxirondo, declarada monumento nacional. Fue construida entre 1542 y 1672, auque hubo que esperar a 1701 para que se le añadiera la torre barroca y a finales del siglo XVIII para el coro, realizado en estilo neoclásico por Alejandro de Miranda. La iglesia consta de tres naves, siendo el retablo del altar mayor lo que más llamó mi atención. Fue realizado entre 1739 y 1742 por Miguel de Irazusta, con imaginería de Salvador Carmona.

De regreso a donde hemos aparcado el coche, continuamos contemplando un pupurri de cosas, comenzando con el recuerdo al Abrazo de Bergara, tratado que se firmó el 31 de agosto de 1839 entre el general isabelino Espartero y trece representantes del general carlista Maroto, que puso fin a la Primera Guerra Carlista. El convenio quedó confirmado con el abrazo que ese mismo día se dieron Espartero y Maroto ante las tropas de ambos ejércitos. Seguimos nuestro recorrido contemplando hermosas pinturas murales, prácticos carteles informativos y monumentales edificios, entre los que destaca la Casa Ondarza, del siglo XVI, antes de concluir bajo el enorme colegio de la Compañía de María.

Nuestro recorrido por el municipio de Bergara concluye como empezó, en un barrio que cuenta con unos 50 caseríos diseminados por un hermoso entorno rural en el que pastan las ovejas. Se trata de Elosua, en cuyo pequeño núcleo se encuentra la Iglesia de San Andrés de Iriaun, de estilo churrigueresco tal como consta en documentos de 1468, aunque tanto la torre como el altar mayor son barrocos. En esta iglesia se escondió durante la guerra de Independencia el guerrillero conocido como el Cura Santa Cruz. Frente a la iglesia se encuentra un pequeño frontón cubierto y, a unos pasos, el caserío Iriaun o Ixaun, antigua casa-torre con el escudo de armas en la fachada.

INFO: Oficina de Turismo. Errekalde Jauregia. Juan Irazabal Pasealekua, 1. 20570 Bergara (Gipuzkoa). Teléfono 943 76 90 03. https://www.bergaraturismo.eus/es

Antzasti Euskaldunon Etxea, un museo en Artaun (Dima)

Por si acaso nos cerraban perimetralmente el municipio, como así ha sucedido 5 días después, el pasado 20 de enero decidimos desplazarnos a Artaun para visitar el Antzasti Euskaldunon Etxea, un interesante museo etnográfico dedicado al paso del siglo XIX al XX y al tránsito del mundo rural al urbano. Si utilizáis Google Maps como GPS os recomiendo no poner Antzasti como destino, pues es mejor utilizar la ruta habitual pasando por el centro de Dima (Ugarana), para de allí ir al barrio Artaun. Junto al museo no hay aparcamiento, pero podéis dejar el coche en el habilitado junto a la ermita de San Vicente, desde donde tenemos menos de 300 metros hasta el museo, pasando por Azurmendi Jatetxea. He comentado en varias ocasiones que cuando viajo por el mundo, siempre que tengo ocasión me acerco a los mercados y a los puertos pesqueros, pues es donde mejor se conservan las tradiciones, pero todavía no había dicho que el tercer lugar que procuro visitar son los museos etnográficos, para ver cómo era la vida en los lugares que visito.

Las hermanas Cristina y Elena Amezaga crearon hace tres años este interesante museo. Es esta última quien nos recibe en el jardín del caserío con vistas a las cumbres nevadas del macizo de Gorbeia. Con Elena, licenciada en Sociología y extrabajadora de ETB realizamos la visita. En una caseta allí existente se paga la entrada y puedes comprar productos de cosmética natural y queso, cuando hay. Empezamos a ver objetos de otra época, como el peso o la mesa en la que sirven el hamaiketako si lo has contratado. Creo que entre todos podemos apoyar iniciativas como ésta, máxime con lo mal que lo están pasando en los tiempos que corren. Pensad que por 14 € (2 entradas) Elena tuvo que venir a abrir el museo a la hora que le indicamos, poner luces y vídeos en marcha y atendernos durante más de una hora con continuas explicaciones. Veo quejarse mucho a la hostelería, pero sólo en el sector del turismo hay otros muchos afectados: transporte, hoteles, agroturismo, autobuses de alquiler, museos, máxime si son privados como éste y no digamos nada las agencias de viaje que, además de no vender nada, han tenido que devolver las ventas efectuadas con anterioridad a la pandemia.

Bueno, dejo de enrollarme y voy al grano. El museo que vamos a visitar se encuentra en el interior del caserío Antzasti, que más me parece una mezcla entre casa-torre y palacete, pues en nada se parece a la idea que tenemos del caserío vasco. Enseguida Elena nos aclara que es de planta típica arratiana, con tejado a cuatro aguas, como otros que podemos ver en los alrededores. Con las explicaciones de Elena pronto nos damos cuenta que valora más el concepto antropológico que el etnográfico y que las protagonistas son las mujeres, las etxekoandres, quienes realizaban casi todas las actividades.

Accedemos ahora al interior de la planta baja del caserío, aunque antes de entrar Elena nos muestra un pequeño habitáculo situado a la izquierda de la puerta. Es el txarritokia, el lugar destinado a los cerdos. La planta baja del caserío se dedicaba a la cuadra, donde se guardaban los aperos y los animales, que a su vez proporcionaban calor a la planta superior en donde se encontraba la vivienda. En la parte trasera se encontraba el pajar. Hoy es un enorme rincón expositivo de aperos y utensilios de labranza. Hemos empezado con fuerza la visita, pues es probablemente lo que más me ha gustado.

Enfrente tenemos otro lugar lleno de encanto, la reproducción de una cocina más moderna, pues procede de una casa de Bilbao. En esta amplia cocina vemos gran cantidad de menaje y utensilios, además de la chapa o cocina económica, una gran innovación que permitió a las mujeres poder cocinar de pie. En lo que era el pajar, un vídeo y una pequeña reproducción nos acerca a la historia del tranvía, que funcionó entre Zeanuri y el Arriaga bilbaino entre 1902 y 1964. Para los baserritarras supuso un lugar de socialización y la forma de trasladar sus productos al mercado de Bilbao. También fue con posterioridad la forma de desplazarse a las fábricas del Gran Bilbao. Para la incipiente burguesía bilbaína también supuso el medio de transporte ideal para acudir al balneario de Areataza o para subir al monte Gorbeia.

Por una escalera exterior subimos al primer piso, el dedicado a la vivienda en el caserío. Lo primero que encontramos al acceder al interior, a nuestra izquierda, es la sala, que cuenta con varios objetos decorativos y una amplia mesa de comedor con bancos corridos. El habitáculo que tenemos enfrente es la cocina, más rústica que la anterior, pues es de fuego bajo. Era el centro de la vida de la familia baserritarra del siglo XIX en Arratia. En la cocina vemos la artesa para amasar pan, grandes cazuelas, numerosas sartenes y variopintos objetos. En una esquina está la pila para lavar.

Seguimos avanzando por el pasillo y a la izquierda encontramos la humeen logela, habitación de los niños, en la que dormían unos cuantos. Enfrente se encuentra la alcoba principal, en la que vemos un maniquí del propietario del caserío y un primitivo kakaleku que empleaban para las deposiciones, que no es otra cosa que un agujero que da a la huerta. Observamos también una antigua alboca y unas abarcas, antes de entrar en el siguiente espacio, la botica que tiene anexo un cuarto de baño más moderno. Concluye la visita a la primera planta en un comedor que nada tiene que ver con el caserío, pues procede la casa de una familia burguesa de Bilbao de la misma época. ¡Menudo contraste!

Subimos a la última planta, en la que se situaba la ganbara, antiguamente utilizada para guardar y secar la cosecha. Hemos cambiado de ambiente. Dejamos la vida en el caserío y pasamos a la Belle Époque bilbaína de finales del siglo XIX y comienzos del XX y, más en concreto, al mobiliario de una vivienda burguesa situada cerca del Teatro Arriaga, al lado de donde concluía su ruta el tranvía de Arratia. Nada más subir las escaleras vemos el espacio Club, con cantidad de objetos de esas clases acomodadas, como libros, sombreros, lujosos artículos de escritorio y copas de coñac. Frente a él encontramos los espacios Ciencia y Viajes, donde contemplamos antiguas cámaras de fotos, enormes maletas y mapas de Michelin. Fue un tiempo en el que empezó a ponerse de moda el viajar.

La siguiente cita la tenemos en el espacio más amplio y femenino de la segunda planta, llamado Moda. Llaman nuestra atención los vestidos de época, especialmente dos de ellos, y la variedad de sombreros y tocados. También se percibe que no es un lugar de ocio, como el de los hombres, sino de trabajo, pues también encontramos la máquina de coser y utensilios para bordar, artilugios con los que las mujeres pasaban mucho tiempo trabajando.

Concluimos este recorrido por finales del siglo XIX y comienzos del XX, que nos ofrece Antzasti Euskaldunon Etxea, acercándonos a los tres últimos espacios expositivos, destacando la alcoba de la casa burguesa situada cerca del Teatro Arriaga de Bilbao, junto al que se encuentra un elegante baño de comienzos del siglo pasado. Al lado tenemos un pequeño espacio llamado Rincón mujer. La visita ha concluido. Ha resultado muy interesante y hemos aprendido mucho de esta época gracias a las explicaciones de Elena, así que, en cuanto nos lo permitan, os recomiendo su visita. Además Artaun está a tan solo 41 km de Leioa.

INFO: Dirección: Artaun Auzoa, 35. Dima (Bizkaia). Precio: 7 €. Niños de 6 a 11 años: 4 €. Se puede hacer la visita con hamaiketako incluido. Es necesaria cita previa en los teléfonos 628322275 / 657704207. Más información en https://www.antzasti.eus.

SANTO DOMINGO (República Dominicana), Patrimonio de la Humanidad

Seguimos en el Caribe, pero retrocedemos dos años cuando realizamos el primer crucero por esta parte del mundo, quedándonos luego una semana en la francesa isla de Guadalupe, estancia que hicimos coincidir con los vistosos Carnavales que celebra. En la noche del 31 de enero nuestro barco, el Costa Favolosa navegó en paralelo a la costa de las norteamericanas Islas Vírgenes y Puerto Rico, antes de atracar a las 13:30 h del día 1 en La Romana, moderno centro turístico en la costa sudoeste de la República Dominicana. Como anochece pronto y la ciudad estaba alejada de donde atracamos, optamos por salir tan solo a un chiringito del puerto a tomar una piña colada. Era éste un destino de playa, pues al día siguiente el barco se desplazaba hasta la cercana isla Cristina, permaneciendo anclado 8 horas cerca de su costa. Como he comentado en otras ocasiones lo mío no es la playa. Si no voy a la que tengo a 3 km de casa, no me voy a ir a la otra parte del mundo para pasar el día en una, así que nos apuntamos a una excursión en francés para conocer una interesante ciudad, Santo Domingo, la capital del país, cuyo casco colonial forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

2 de febrero de 2016. Toca madrugón y breve desayuno, pues tenemos que abandonar el barco antes de que zarpe a las 7 de la mañana. Por delante tenemos 123 km en autobús, algo más de hora y media de viaje por la autovía del Este, para llegar a Santo Domingo. Antes de detenernos, desde el autobús contemplamos el Faro de Colón, un monumento en forma de cruz  que mide unos 800 metros de largo por 36,5 metros de alto. Frente a él se encuentra el papamóvil con el que Juan Pablo II recorrió la ciudad. La primera breve parada la efectuamos para fotografiar el Palacio Nacional, inaugurado el 16 de agosto de 1947, como sede del poder ejecutivo del país.

Desde el autobús observamos varios anuncios sobre pelucas antes de pasar bajo el puente Ramón Matías Mella, que salva el río Ozama. Enseguida llegamos a nuestro destino, bajando del autobús vigilados por un miembro de CESTUR, la policía turística, ya que somos un reclamo para los delincuentes pese a estar en un país relativamente seguro. Caminamos por la plaza Patriótica Coronel Caamaño, bordeamos las Atarazanas y pasamos ante la Casa de la Rectoría, del siglo XVI, el primer edificio que vemos del casco colonial, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el 8 de diciembre de 1990.

A partir de ahora toca caminar. La calle El Conde esquina con la de Las Damas nos da acceso al casco colonial, por el que circulan algunas calesas. La ciudad de Santo Domingo fue fundada seis años después del descubrimiento de la isla por Cristóbal Colón en 1492, por lo que sirvió de modelo a casi todos los urbanistas del Nuevo Mundo. De nuevo con la vigilancia de agentes de CENTUR, efectuamos la primera visita, pasando previamente por los servicios que hay a la entrada. Se trata de la Fortaleza Ozama, el fuerte más antiguo construido por los europeos en América. Fue levantado entre 1502 y 1508 para proteger a la ciudad de los diversos ataques de los piratas y conquistadores ingleses, franceses y portugueses. Desde el fuerte contemplamos otro barco de Costa Cruceros y la estatua de Gonzal Fernández de Oviedo. Nuestro recorrido continúa pasando ante la Casa de Diego Caballero, del siglo XVI.

La siguiente visita se encuentra muy cerca y es la más interesante, pues se trata de la Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de Nuestra Señora Santa María de la Encarnación o Anunciación. ¡Vaya nombre rimbombante! Construida en estilo gótico en el siglo XVI, es también la Catedral más antigua de América. En su interior destacan las bóvedas de crucería de la nave principal, los retablos y cuadros. En la catedral se albergaron durante un tiempo los restos de Cristóbal Colón, que se trasladaron en 1795 a la Catedral de La Habana y finalmente, entre 1898 y 1899, a la de Sevilla. Contemplamos también un monumental nacimiento y, ya en el exterior, el busto del arzobispo Meriño.

Frente a una de las puertas de la Catedral tenemos el pequeño parque Colón, presidido por la estatua del almirante, creación del escultor francés Ernesto Gilbert. Casi enfrente vemos el Palacio Consistorial, construido en 1504 como residencia del alcalde mayor, aunque en el siglo XIX fue completamente remodelado en estilo neoclásico. En 1913 se le añadió la torre de 29 metros de altura, en la que se puede ver el reloj. En nuestro deambular por el casco antiguo llaman nuestra atención alguna señal de tráfico y el rótulo de una furgoneta municipal. Accedemos a continuación a la peatonal calle El Conde, que cuenta con numerosos comercios y servicios turísticos.

Es una auténtica gozada pasear por la zona colonial y contemplar los edificios antiguos, pero es un rollo ir en grupo pues no podemos hacerlo con libertad, al no poder detenernos a tomar un café o un vino, pero siempre hay tiempo para las compras, en un lugar escogido por el crucero para llevarse su comisión. Eso sí, disfruto fotografiando los coloristas cuadros y otras artesanías, además de conversar con los comerciantes de otras tiendas de recuerdos que hay en la misma calle.

En la cercana y amplia plaza de España tenemos la visita a otro lugar de interés, el Alcázar de Colón o Palacio Virreinal de Don Diego Colón, un palacio majestuoso en el que vivió el primer gobernador de la isla Hispaniola e hijo de Cristóbal Colón. Fue construido entre los años 1511 y 1514 por más de 1.500 indios taínos sin usar un solo clavo, sólo con herramientas rudimentarias como sierras, cinceles y martillos. Se construyó en estilo mudéjar con rocas coralinas de la zona y contaba con más de 55 habitaciones. Vivieron en él tres generaciones de la familia Colón, alojándose otros personajes como Hernán Cortés.

En esta apresurada visita a la capital de la República Dominicana por fin tenemos un descanso. Se ha echado la hora de comer, cosa que hacemos en el cercano Restaurante Atarazana, el más antiguo de la ciudad colonial. De lo que comimos no me acuerdo pues, para hacerlo más rápido, fue en plan autoservicio. Si que recuerdo con agrado a los músicos que nos recibieron y al grupo folclórico que animó los postres y cafés.

Apresuradamente tenemos que regresar al autobús, así que sobre la marcha tomo algunas fotos de los lugares ante los que pasamos, como el Palacio de la Real Audiencia, del siglo XVI, convertido en Museo de las Casas Reales. Como el grupo camina despacio, puedo fisgar un poco el Panteón de la Patria, mausoleo donde se conservan los restos de personajes destacados de la historia de la República Dominicana. Una curiosa escultura, un vendedor de sombreros y la fachada del Museo Casa de Tostado, que ocupa una de las casas más antiguas de Santo Domingo, completan este reportaje.

Tenemos algo más de hora y media de autobús para regresar a La Romana y luego 45 minutos en un catamarán para llegar al punto en el que está anclado nuestro crucero, el Costa Favolosa, en un lugar paradisíaco frente a la isla Catalina, también denominada isla Ikiita, en la que la mayor parte de los pasajeros han pasado una agradable jornada. La isla Catalina es el único lugar de República Dominicana donde puede uno encontrarse cara a cara con mapaches y liebres salvajes.

A las 5 de la tarde partimos hacia Philipsburg, capital de St. Maarten. El viaje continúa, pero de ello os hablaré en otra ocasión.