Otoño en Somiedo (Asturias)

Abro un paréntesis en el relato del viaje a Portugal, para contaros mi última escapada a tierras asturianas, ya que procuro concluir la temporada antes de que también la hora y nos “roben” las tardes. Del 17 al 20 de octubre nos hemos desplazado a Pola de Somiedo, aunque previamente quedamos con los amigos de Rivas Vaciamadrid en el restaurante El Sabil, en Villanueva de Santo Adriano, donde pudimos comer gracias a que hubo una anulación ya que, al ser domingo, las zonas de naturaleza siguen estando a rebosar, pues a un paso tenemos el Desfiladero de las Xanas y el Área Recreativa de Buyera, a donde luego nos dirigimos, para caminar 1 km hasta el recinto osero en el que viven las osas Paca y Molina, teniendo la suerte de poder ver a esta última, cuando paseaba junto al cercado.

La siguiente cita la tenemos muy cerca, en el municipio de Teverga, donde vamos a realizar un pequeño recorrido de 4 km en el tramo considerado como el más hermoso de la Senda del Oso, pues se pasa por el desfiladero de Valdecerezales, teniendo que caminar por algunos túneles iluminados, que terminaron de construirse en 1900, perforando la roca caliza para que pudieran pasar los trenes mineros de Hullasa. El recorrido lo efectuamos entre Entrego y Las Ventas, donde habíamos dejado un vehículo. Para llegar al punto de partida, previamente pasamos con el coche por otro hermoso desfiladero, el de Peñas Juntas.

Avanzada la tarde continuamos el viaje hacia Pola de Somiedo. Circulamos por la carretera AS-265 que enseguida se empina, pues hay que subir casi 900 metros de desnivel para superar el puerto de San Lorenzo (1347 m), deteniéndonos al llegar al alto, pues desde allí se tiene una magnífica vista de los dos concejos que delimita, Teverga y Somiedo, uniendo el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa, por el que pasa la Senda del Oso, con el de Somiedo, donde pasaremos el resto de la escapada.

Una vez descendido el puerto, accedemos a otro hermoso desfiladero por el que discurre el río Somiedo, que se abre poco antes de llegar a Pola de Somiedo, población de poco más de 200 habitantes, en la que pasamos las tres noches de esta escapada, eligiendo para ello el Hotel Casa Miño**, moderna y confortable edificación que tiene en otro edificio con el restaurante que más nos ha gustado. El pueblo cuenta con algunos hórreos, la iglesia de San Pedro (1751) y el Centro de Interpretación del Parque Natural de Somiedo, que visitamos el día que abandonamos la población.

Los dos días completos que permanecimos en Somiedo los dedicamos a sendas marchas a pie para conocer los lagos de la zona. La primera de ella la efectuamos desde Valle de Lago, aldea del concejo de Somiedo que dista 8 km de Pola. Fotografiamos el embalse del Valle y dejamos el coche en un amplio aparcamiento situado a 500 m del pueblo. Caminamos por una amplia pista que discurre bordeando amplios prados, en los que pastan las vacas. Hay también hermosos bosques, en los que las hayas se han vestido de otoño. Pronto el camino se bifurca, optando por el de sol, que discurre por la izquierda.

Todavía no lo he dicho, pero nuestro destino es el Lago del Valle. Toda la ruta se efectúa por una amplia pista que cuando se empina esta cubierta de hormigón para que no se embarre. Discurre por el fondo de un precioso valle de praderas y bosques, llamándonos la atención un cartel que reza: Advertencia. Si a usted le parece que puede cruzar la finca en 8’, mi toro Brinco lo hace en 4’. También es un recorrido etnográfico pues vemos unos cuantos “teitos”, edificios de la arquitectura popular, generalmente destinadas a pajares, con el tejado formado por un entramado de madera que sustenta una cubierta vegetal.

Casi todo el desnivel de la ruta se supera al final de los casi 6 km que separan el pueblo del lago, donde contemplamos una pequeña cascada. Los bosques van desapareciendo cuando finalmente, tras 2 horas de marcha, llegamos al Lago del Valle, el más grande de Asturias, situado a 1580 metros de altitud, así que hemos superado un desnivel de 380 metros, ya que el pueblo está a unos 1200. Cuando me dirijo a fotografiar el teito que hay junto al lago, observo que una vaca acelera el paso y se dirige hacia mí. Falsa alarma, pues sólo iba a beber agua en un pequeño arroyo. El descenso se efectúa por el mismo camino. Pensábamos comer en Casa Cobrana, en Valle de Lago, pero cierra los lunes, así que tenemos que regresar a Pola de Somiedo. Nos ha encantado esta ruta, adornada por los colores del otoño.

El 19 de octubre nos desplazamos hasta el Alto de la Farrapona (1708 m), fronterizo con León y punto de partida para realizar la ruta circular de los lagos de Saliencia, situada en el Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Somiedo. La ruta comienza en el amplio aparcamiento, teniendo que caminar en descenso para llegar al lago de la Cueva (1615 m), rodeado de un paisaje de tonos rojizos, ya que en este entorno estuvo la Mina Santa Rita. Seguimos en el territorio del oso, aunque no vemos ninguno.

Desde el lago de la Cueva la pista se empina hasta llegar al lago de la Mina que está sin agua. Pronto llegamos a un alto, bajo el que se encuentra el lago Cerveiriz, continuando la pista hacia el lago del Valle. Nuestra ruta sigue por la cresta por un estrecho sendero hacia el lago Calabazosa. Al llegar a su altura, dado que no nos sentimos seguros debido al fuerte viento, decidimos regresar por la ruta de subida, más larga pero que ahora discurre en descenso hasta el lago de la Cueva, para luego subir al aparcamiento. Hoy tenemos suerte y podemos comer en el Albergue de Saliencia, situado junto a la iglesia y un hórreo.

Regresamos a Pola de Somiedo, pero seguimos la carretera 14 km hasta el puerto de Somiedo (1486 m), donde se encuentra la aldea de Santa María del Puerto, cuyos habitantes recibieron el pasado sábado la visita de la familia real, para hacerles entrega del premio de pueblo ejemplar de Asturias 2021. Previamente nos detuvimos en otra coqueta aldea, La Peral, que cuenta con diferentes teitus y dos miradores, el de la Peral y el del Príncipe, este último inaugurado en 1990 por el entonces Príncipe de Asturias. Desde ambos se contempla un hermoso paisaje, porque los osos, para cuya observación se construyeron, se nos resistieron.

Durante estos días hemos disfrutado de hermosos paisajes de montaña, bosques vestidos de otoño y prados con muchas vacas, todo ello con un tiempo excepcional. Pero lo bueno se acaba, teniendo por delante 359 km, casi 4 horas, para regresar a Leioa. La escapada ha concluido.

Regreso a Portugal (2): Lisboa

Continúo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba la pasada semana llegando a Lisboa, una ciudad que me encanta pero que no visitaba desde el año 1998, coincidiendo con la celebración de la Expo.

El 16 de septiembre llegamos de nuevo a la capital portuguesa igual que hicimos el 13 de marzo de 2020, cuado decidimos interrumpir el viaje debido al Covid. Hemos vuelto al mismo hotel, el Marqués de Pombal ****, situado a un paso de la plaza del mismo nombre, porque nos encantó y por lo amables que fueron cancelando sin gastos las tres noches que nos faltaban. Además cuenta con aparcamiento, una boca de metro en la puerta y está muy céntrico, en plena avenida Liberdade, en la que se ubican todos los comercios del lujo en el agradable y sombreado tramo que va hasta la plaza Restauradores. En el paseo hay numerosas esculturas, entre ellas la dedicada a Simón Bolívar. El hotel tiene un buen restaurante, en el que cenamos dos de las cuatro noches, manteniendo agradables charlas con un camarero, Marcio Costa, buen conocedor de la política del del Athletic.

Restauradores, presidida por un obelisco que conmemora la liberación del país del dominio español en 1640. En un costado hay un monumento dedicado a los colocadores de adoquines en el suelo, algo muy portugués. Pasamos junto a la estación de tren de Rossío, con un grupo escultórico dedicado al fado a su entrada y llegamos a la hermosa plaza de Rossío, que cuenta con dos monumentales fuentes y una gran columna con la estatua de D Pedro IV. A la plaza se asoma el Teatro Nacional de Doña María II. Al lado tenemos otra plaza, la de Figueira, con la estatua ecuestre de D Joao I.

Para desplazarnos por la ciudad hemos comprado (0,50 €) la recargable  Tarjeta 7 Colinas (Viva Viagem), que por 6,40 € permite circular 24 h en todos los transportes públicos de Lisboa. El viaje en metro cuesta 1,50 € y nuestro siguiente medio de transporte el elevador de Santa Justa, 5,30 € (un atraco). Por cierto, vemos que todos los que suben pagan ese precio, menos nosotros que llevamos la tarjeta. Desde el Barrio Alto tenemos una vista casi aérea de la plaza del Rossío. Bajamos caminando hasta la plaza Restauradores, junto a la que se encuentra la iglesia de Sao Domingos, en la que se aprecian los destrozos del incendio de 1959. A llegado la hora de hacer un alto en el camino en la rúa Augusta, para que nos “sopapeen” en la Casa portuguesa del pastel de bacalhau, donde pagamos 25 € por dos croquetas de bacalao (a 5 €) y dos vinos blancos de Oporto (a 7,50 €). Eso sí, las copas son de regalo. Vemos también el popular tranvía 28, que cogeremos al día siguiente.

Si hemos tenido trío de plazas, para antes de comer tenemos trío de iglesias, comenzando por la de Santa María Madalena, muy modificada en 1833. Como Lisboa tiene la colección completa de iglesias, casi al lado tenemos la de Santo Antonio, construida en 1767 en el sitio donde nació el santo en 1195. Sin solución de continuidad llegamos a la Sé, la Catedral de Lisboa, en la que lo más importante es el claustro, que no pudimos visitar por estar en obras.

Aunque esto lo realizamos el día siguiente subiendo en el tranvía 28, cerca de la Sé tenemos el Mirador Santa Lucía, desde donde contemplamos los cruceros amarrados en el puerto. De aquí subimos a la zona del castillo, que cuenta con un ambiente que me recuerda al de Montmartre, en París. Un día caminando desde la Sé y otro en autobús desde el castillo, los dos días que estuvimos en Lisboa bajamos a comer a sendas terrazas de la plaza del Comercio, la más emblemática de la capital. Es un lugar que me encanta por su tranquilidad y monumentalidad, al estar adornada por el Arco del Triunfo y la estatua del rey José I. Además se asoma al río Tajo.

Dejamos la tarde de la primera jornada en Lisboa para dedicarla al barrio de Belem. Comimos en la plaza del Comercio entre otras cosas porque desde aquí sale el tranvía 15 y el autobús que nos acerca a ese barrio. Nuestro primer objetivo era el Monasterio de los Jerónimos, pero como hay que sacar la entrada en el ala en la que se encuentra el Museo Nacional de Arqueología, en el que destacan las antigüedades egipcia y romana, aprovechamos para visitarlo también. La entrada conjunta cuesta 12 €, 6 los mayores de 65 años y gratis para los desempleados de la UE.

Construido a partir del año 1502, el Monasterio de los Jerónimos es el monumento más importante de Lisboa. Fue diseñado en estilo manuelino por el arquitecto Juan de Castillo, por encargo del rey Manuel I, para conmemorar el regreso de la India de Vasco de Gama. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en su interior podemos contemplar las tumbas de varios monarcas portugueses pero, si por algo destaca este edificio, es por el claustro, decorado con motivos manuelinos. Junto al convento de Cristo de Tomar, ha sido el edificio más hermoso que hemos visto en este viaje.

Seguimos en Belem pero ahora toca caminar pues, aunque vemos enfrente nuestro siguiente objetivo, desde los Jerónimos tenemos que atravesar un parque y buscar la forma de cruzar una especie de autovía y las vías del tren. Unos 600 metros después llegamos al emblemático Monumento a los Descubrimientos, construido en 1960 a orillas del río Tajo para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante. Desde él tenemos una preciosa vista del puente 25 de abril. Tenemos que seguir caminando algo más de 1 km para llegar al destino final, la Torre de Belem, preciosa fortaleza del siglo XVI que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, En el agradable paseo pasamos por el faro de Belem, el embarcadero del Bom Sucesso y la réplica del avión con el que se realizó el primer vuelo trasatlántico portugués. Por hoy ya vale. Autobús y metro para regresar al hotel. Hoy cenamos en un restaurante tradicional que tenemos cerca, O Cacho Dourado.

Con la sensación de que ya hemos visto lo más atractivo de Lisboa, iniciamos la segunda jornada con mucha más tranquilidad, recorriendo el Barrio Alto y el popular Chiado, a donde subimos en el funicular Gloria, aquí llamado ascensor. A esta zona también volveremos el día de partida, antes de abandonar el hotel. Comenzamos nuestra ruta en el Mirador San Pedro de Alcántara, desde donde vamos descendiendo, disfrutando de uno de los lugares más auténticos de Lisboa, contemplando curiosas esculturas urbanas, la antigua Livraria Bertrand y un bar decorado con bufandas de equipos de fútbol, entre ellas la del Athletic. Concluimos en la plaza Luis de Camoes, donde cogemos el tranvía 28 para hacer una larga ruta que finalmente nos llevará al Mirador Santa Lucía, del que ya os he hablado.

Hemos dejado la tarde libre para desplazarnos al Parque de las Naciones, la zona en la que se celebró la Expo de 1998, a la que acudimos. Pese a los 23 años que han pasado, esta zona sigue teniendo mucha vida, que se centra en torno a la estación de Oriente, obra de Calatrava e inaugurada como parte del citado evento. La gran atracción de la zona, como también lo fue de la Expo, se centra en el Oceanario, el mayor acuario de interior de Europa, construido por el arquitecto Peter Chermayef. La entrada cuesta 19 € (13 los mayores de 65 años). Regresamos en metro al hotel, donde luego cenamos, pues al ser sábado, muchos restaurantes están cerrados. Se ve que estamos en una zona comercial y de oficinas.

Antes de abandonar el hotel, volveremos a recorrer Lisboa, pero al día siguiente lo dedicamos a dos interesantes lugares cercanos, Mafra y Sintra, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero de ello os hablaré en una próxima entrega. El viaje continúa.

Regreso a Portugal (1): Coimbra, Tomar y Óbidos

Alarmados por el auge del COVID, el 9 de marzo de 2020 decidimos anular el viaje que íbamos a realizar a Grecia a partir del día siguiente, con la suerte de que Lufthansa nos devolvió el importe de los dos billetes. Como en Portugal casi no había casos de coronavirus, decidimos coger el coche y salir el día 10 con rumbo a Arauca, donde pasamos 3 noches. En Portugal estaban ya cerrando muchos lugares y aquí la cosa se iba complicando, así que el 13 de marzo, cuando llegamos a Lisboa, anulamos las tres noches que pensábamos pasar en la capital y al día siguiente emprendimos el regreso a casa. Por el camino nos enteramos de la declaración del estado de alarma.

Como queríamos completar el viaje, el pasado mes de septiembre, del 15 al 26, decidimos continuar la ruta interrumpida, comenzando en esta ocasión en Coimbra, localidad que dista 722 km de Leioa, a la que llegamos con un terrible aguacero. Conviene saber que en los alojamientos portugueses es obligatorio presentar el certificado de vacunación o un test de antígenos. Lo mismo sucede para acceder al interior de los restaurantes los fines de semana. Aprovecho para informar que la gasolina de 95 estaba muy cara, pues rondaba los 1,80 € y que las autopistas y autovías son de pago.

Hacía más de 20 años que no me acercaba a Coimbra así que, aunque sólo fuera por unas horas, tenía ganas de recorrer la “ciudad de los poetas y los fados”. Una vez que paró el fuerte aguacero, nos dirigimos a visitar un lugar que me atrajo en mi anterior viaje, la primera Universidad de Portugal, que ahora forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Aunque en teoría cerraba a las 19:30, una hora antes ya no nos fue posible acceder a su monumental biblioteca joaniana, así que nos conformamos con contemplar el precioso patio de las escuelas, la enorme escultura de Joao III y otros edificios.

Nos alojamos en el Hotel Ibis para tener a un paso la Universidad. Desde su habitación contemplamos el río Mondego, sobre el que al final de la jornada vemos el atardecer. Al fondo se encuentra el puente de Santa Clara. Como hasta las 12 no hay que dejar la habitación, al día siguiente aprovechamos para recorrer a pie el casco antiguo, cosa que también se puede hacer en un pequeño autobús, accediendo por el Largo da Portagem, presidido por la estatua de Joaquim Antonio de Aguiar. Luego nos detenemos junto al Ayuntamiento y visitamos el Colegio de Santo Tomás.

La siguiente cita la tenemos en un lugar que no conocía y que me encantó, el monasterio de Santa Cruz, templo románico situado junto al Ayuntamiento. Aunque con numerosas reformas y ampliaciones posteriores, fue construido en 1131 durante el reinado de Afonso Henriques. Esperamos a que acabara la celebración de la misa para visitar la iglesia, de acceso gratuito, de donde se pasa a la zona de pago (3 €), que incluye la sala capitular, la hermosa sacristía y el claustro.

La siguiente cita la tenemos en otra de las joyas de Coimbra, la Catedral Vieja, situada en la parte alta del casco histórico, frente a la que estuvimos tomando un vino el día anterior mientras contemplábamos como los últimos rayos de sol se reflejaban en su fachada. Con aspecto de fortaleza y construida a mediados del siglo XII, esta Catedral es uno de los mejores ejemplos del arte románico en Portugal. La entrada cuesta 3 €, destacando el claustro gótico y el impresionante retablo mayor, construido en 1498 en estilo gótico flamígero.

Como todavía disponemos de tiempo, seguimos subiendo por el casco antiguo, observando a un grupo de músicos, un arco de la muralla, la escultura de una tricana con su vestimenta tradicional y la iglesia de San Salvador. Nuestro destino es la Catedral Nueva, situada junto a la Universidad y mucho menos interesante que la anterior. Terminada de construir en 1640 es el típico templo de los jesuitas, destacando en su interior su retablo principal barroco. El acceso es gratuito.

A 87 km tuvimos la siguiente cita, en Tomar, población situada a orillas del río Nabao. Allí se encuentra uno de los monumentos más importantes de Portugal, del que guardo un grato recuerdo de una visita anterior, el convento de Cristo, joya arquitectónica declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Se encuentra enclavado en el interior de un castillo templario del siglo XII, formando un conjunto único. La iglesia es una maravilla, destacando la portada manuelina construida en 1515 y el núcleo de la iglesia templaria, girola u Oratório dos Templários, que data del siglo XII.

El convento de Cristo de Tomar merece una detenida visita, pues tiene numerosas dependencias, destacando la media docena de claustros con que cuenta, pues el monasterio se construyó entre los siglos XII y XVI, por lo que cuenta con diferentes estilos arquitectónicos: románicos, góticos, manuelinos, renacentistas, manieristas… Particularmente me quedo con el Claustro Grande o de Juan III, que cuenta con escaleras de caracol y la mejor decoración plateresca de Portugal. Aprovechamos a comer una pizza en la cafetería del monasterio, cuya visita nos ha salido gratis por la caída de Internet. De todas formas la entrada solo cuesta 6 €, 3 € para los mayores de 65 años y gratis para los parados de la UE. Creo que será el lugar más interesante de este viaje.

Aunque tenemos que desviarnos de la ruta que nos lleva a Lisboa, a 105 km tenemos la siguiente parada en Óbidos, coqueto pueblo encerrado en una muralla medieval, a cuyo interior se accede por la Porta da Vila, doble puerta con el interior revestido de azulejos del siglo XVIII, que nos conduce a la rua Direita, la calle principal y comercial de la localidad, que algunos turistas recorren en calesa. Previamente somos recibidos por el acueducto de Usseira, mandado construir por Catalina de Austria hacia 1570, para trasladar el agua desde 3 km de distancia. Pronto nos damos cuenta de la cantidad de iglesias que hay en un lugar tan pequeño, destacando las de Santa María y Sao Pedro.

Pese a la avanzada hora de la tarde, es el primer lugar en el que vemos varios grupos de turistas. La rua Direita es como un museo al aire libre, deteniéndonos para fotografiar el Comur, una especie de Museo de la Sardina, con sus estanterías llenas de latas de diferentes colores. Algo parecido pero mucho más grande veremos en otras ciudades bajo el nombre de “Mundo fantástico da sardinha portuguesa”. Al final de la calle tenemos el castillo y la iglesia de Sao Tiago, cuyo interior lo ocupa la enorme y coqueta Livraria de Santiago. Siguiendo los consejos de protección ante el COVID de circular en un solo sentido, regresamos a la puerta de acceso por otra calle plagada de iglesias.

Coimbra, Tomar y Óbidos. Tres ciudades para el primer día en Portugal. No está nada mal. Por delante tenemos 90 km hasta Lisboa, donde pasaremos las próximas cuatro noches. El viaje continúa.

Memorias de Japón (y 3): Tokyo y alrededores

Continúo el relato del viaje por Japón que dejaba la pasada semana viajando de Kyoto a Tokyo. Era el 14 de octubre, nuestro 10º día en Japón. Aunque seguiremos viajando, regresaremos cada día al hotel de Tokyo, en el que pernoctamos las últimas 5 noches del viaje.

Tras casi tres horas en un tren bala, pasadas las 11 de la mañana llegábamos a Tokyo, así que no instalamos en el hotel y fuimos a comer a una pizzería. Como la empleada sólo hablaba japonés y creía que nos habíamos quedado con hambre, nos puso en contacto telefónico con su hermana que había aprendido castellano en Guatemala. Son tan amables los japoneses… La tarde la dedicamos a recorrer centros comerciales, fruterías, panaderías, puestos de venta de shushi…

15 de octubre. Nuestro primer destino es Kamakura, para lo que cogemos un tren (51 minutos) hasta la estación de Kitakamakura, para visitar tres magníficos templos zen, destacando el primero de ellos, Enhaku-ji, que conserva 17 de sus más de 40 templos secundarios. La siguiente cita la tenemos en el de Kenchoji, el monasterio de enseñanza zen más antiguo de Japón, pues fundado en 1253. El último es el de Tsurugaoka Hachimangu, trasladado a este lugar en 1191, donde presenciamos una ceremonia. Las jovencitas posan amablemente para la foto.

Seguimos en Kamakura. Comemos junto a la Torre del Reloj y de nuevo al tren, aunque sólo 3 minutos hasta la estación de Hase. Muy cerca tenemos otra de las cosas que tenía muchas ganas de conocer, pues es uno de los emblemas de Japón. Se trata del Daibutsu, la estatua de bronce del Gran Buda Amitabha, que data de mediados del siglo XIII, mide 13,41 metros y pesa 93 toneladas. En la misma zona de Hase, accesible en tren desde la estación de Kamakura, se encuentra el templo de Hase-Dera, que guarda una imagen de Kannon con 11 caras.

Nuestro siguiente destino es Yokohama y, más en concreto, la estación de Ishikawacho, a donde llegamos en 46 minutos, teniendo que coger tres trenes. Nuestro objetivo consiste en recorrer el vistoso Yokohama Chinatown y el Kuan Ti Miao Temple. De nuevo al tren, sólo 4 minutos, para ir a la estación de Sakuraguicho, punto de partida para acceder en 5 minutos a la Landmark Toser, de 295,8 metros de altura y 70 pisos. En el 69 hay un observatorio, Sky Garden, del que se puede disfrutar de magníficas vistas de la ciudad. A las 17:21 ya es noche cerrada. Cenamos en Yokohama y luego 54 minutos de tren, con un trasbordo, para regresar a Tokyo y, más en concreto, a la estación de Ochanomizu, cercana a nuestro hotel.

16 de octubre. Hoy vamos a batir el récord de medios de transporte y no podemos fallar, pues todos van enlazados. Comenzamos con el Shinkansen Tokyo-Odawara (09:33-10:08), donde enlazamos con otro tren a Hakoneyumoto: (10:17-10:35) y de allí otro a Gora (10:54-11:34). Estamos en la zona de Hakone, que queremos visitar hoy. Empezamos cogiendo el funicular Hakone Tozan Cable Car que nos llevará a Souzan, zona volcánica llena de fumarolas en las que degustamos los famosos huevos cocidos negros, de donde subimos en teleférico hasta Owakudani, disfrutando de magníficas vistas. Toca ahora descender en otro teleférico hasta Togendai, a orillas del lago Ashi, un lugar precioso.

Aprovechamos para comer en un restaurante del embarcadero del lago Ashi, mientras esperamos la salida del barco pirata, en el que realizamos un pequeño crucero hasta el puerto de Hakonemachi. Ahora toca media hora de paseo por un hermoso camino rodeado de cedros centenarios que nos lleva a Motohakone, haciendo un alto en el camino en el Hakone Checkpoint Museum. Desde la orilla del lago por fin vemos como telón de fondo el monte Fuji, que es a lo que hemos venido. El regreso es mucho más rápido: autobús a Hakoneyumoto y tren a Tokyo con trasbordo en Odawara. A las 19:10 llegamos a la capital japonesa tras haber cogido 10 diferentes medios de transporte en menos de 10 horas.

17 de octubre. Este día lo tenemos marcado en rojo, ya que el programa lo preparamos para estar este día en Nikko, pues queríamos asistir Gran Festival de Otoño del santuario Toshogu Shūki Taisai, en el que su principal atractivo es la procesión de un millar de hombres, algunos a caballo, vestidos con ropa y armaduras samurais de la época. Objetivo cumplido. Ha merecido la pena. En primavera tiene lugar otro festival similar. Como no, a Nikko nos desplazamos en tren (08:08-09:54), con trasbordo en Utsunomiya

En cualquier caso, el desplazamiento a Nikko resulta obligatorio. Situado a unos 150 km al norte de Tokyo, Nikko alberga importantes templos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El más interesante de todos es el de Toshogu, famoso por el grabado de los 3 monos sabios. Durante dos años, más de quince mil artesanos y carpinteros trabajaron en su construcción, estando considerado el mausoleo como una obra maestra del estilo arquitectónico Gongenzukuri, característico de los santuarios japoneses. En Japón parece que son del Athletic, pues lo rojiblanco está muy presente.

18 de octubre. Último día en Tokyo y en Japón. Ha quedado demostrado que octubre es uno de los mejores meses para recorrer el país, pues la humedad es más baja y el campo se viste de otoño. Tokyo no destaca precisamente por sus monumentos, aunque en esta última jornada decidimos visitar Sensoji, un templo budista localizado en Asakusa y dedicado a Avalokitesvara. Durante la Segunda Guerra Mundial el templo fue bombardeado y destruido, así que su reconstrucción fue un símbolo del renacimiento japonés.

En Asakusa contemplamos también el Asahi Beer Hall, conocido como Flamme d’Or. Nos desplazamos por la ciudad en metro, siendo nuestro siguiente destino un rincón muy popular, el que forman el puente Nijubashi y el Kokyo o Palacio Imperial, situado al fondo. Nos acercamos también a la Torre de Tokyo, de 332,90 metros, así que es más alta que la Eiffel parisina en la que se inspira. Concluimos la tarde en un centro comercial y visitando Toyota Showroom. He querido dedicar las últimas imágenes a las jóvenes japonesas, que tan amables fueron con nosotros. Siempre posaron con una sonrisa ante la cámara. Me ha encantado este país, su limpieza, puntualidad y la amabilidad de la gente, pero, sobre todo, su educación.

19 de octubre. Debido a la diferencia horaria, saliendo de Tokyo a las 12 del mediodía, a las 8 de la tarde estamos en el aeropuerto de Bilbao, tras 12h 30 minutos de vuelo a París y menos de 2 horas a Bilbao. Por cierto, quiero comentar lo bien que funcionó Air France en el Charles de Gaulle, pues solo teníamos 45 minutos para pasar el control de pasaportes y cambiar de avión. Gracias a su personal, que nos vino a esperar a la salida del avión, fue posible. Y el equipaje llegó. Eso sí, hasta el final tuvimos que correr en este viaje.