Viaje a Egipto (y 3): Giza y El Cairo

Concluyo el relato del viaje a Egipto realizado del 9 al 16 de enero, que dejaba hace dos semanas en el aeropuerto de Aswan, desde donde volamos al de El Cairo, en poco menos de hora y media. Del allí nos trasladamos a nuestro alojamiento durante tres noches, el confortable Hotel Barceló Cairo Pyramids****, situado en una de las avenidas más famosas de Egipto, Sharia Al Haram, a poco más de 4 km de las pirámides de Giza, que pudimos ver desde la terraza coincidiendo con la puesta de sol. Nos dieron una especie de suite, contando el hotel con tres buenos restaurantes y una piscina climatizada, con camas balinesas, de la que no pudimos disfrutar y eso que tuvimos la tarde libre, por fin, pasando un par de horas en agradable tertulia con la persona que nos acompañó al hotel, con el que conocimos mucho de la realidad del país. En la puerta del hotel teníamos las obras de la línea 4 del metro de El Cairo.

El 14 de enero tocó madrugar, pero menos, pues estábamos cerca de nuestra primera visita, las pirámides de Giza (entrada 240 LE), que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1979, como parte integrante de Menfis y su necrópolis. Si quieres ver las pirámides por dentro hay que comprar otra entrada, pero como resultó decepcionante en el viaje anterior y seguíamos a la carrera, preferimos ver tranquilamente el exterior de la Gran Pirámide de Keops, de casi 150 metros de altura y construida en torno al año 2570 aC y disfrutar del luminoso día caminando hasta la de Kefrén, contemplando también los camellos para paseos. A lo lejos vemos las obras del nuevo Gran Museo Egipcio, cuya inauguración se sigue demorando.

Junto a la pirámide de Kefrén nos espera el autobús que nos traslada hasta el mirador de las pirámides desde, donde prácticamente solos, contemplamos las tres pirámides, pues vemos también la de Micerino. De nuevo en autobús nos dirigimos a la cercana Gran Esfinge, tallada en un saliente de la roca. Mide 57 metros de largo por 20 de alto. Completamos la mañana en una tienda de papiros, desde donde nos dirigimos a comer a un restaurante típico en Saqqara, siendo recibidos por un grupo de músicos. Estas comidas tienen truco, pues están incluidas en el circuito, pero no las bebidas, que te las cobran bastante caras (una cerveza 5 euros). En este restaurante hay cerveza con alcohol.

Después de comer seguimos en Saqqara, pues la siguiente visita es a la pirámide escalonada de Zoser (entrada: 200 LE). Es la pirámide más antigua de todas, pues su origen se remonta al año 2.630 aC, siendo construida por Imhotep, el primer arquitecto reconocido de la historia. Tiene 140 metros de longitud, 118 de anchura, 60 de altura. Fue levantada con pequeños bloques calcáreos. Es la construcción más importante del complejo funerario del faraón, que visitamos casi solos, una gozada tras la cantidad de gente que había hace unos días en el Valle de los Reyes.

De nuevo al autobús para dirigirnos a Menfis. En el poblado de Mit Rahina se encuentra un sencillo museo al aire libre (entrada: 80 LE), que cuenta también con una gran sala cubierta que alberga una de las gigantescas estatuas de Ramsés II y otros restos arqueológicos. En el exterior, entre otras esculturas, contemplamos otra dedicada al citado faraón y la esfinge de alabastro, que pesa 80 toneladas. Concluida la visita tenemos que cambiar de autobús, pues a las 18:30 tuvimos el espectáculo de luz y sonido de las pirámides (entrada: unos 10 €). Dura una hora y es totalmente prescindible. Además supuso que llegáramos al hotel casi justo para cenar. Todavía no lo he dicho, pero hemos madrugado tanto todos los días, que en Egipto nos duchábamos al regresar al hotel por la tarde,  a veces, a la carrera, para ir a cenar.

15 de enero. Seguimos madrugando, aunque nos da tiempo para desayunar en el hotel a las 6 de la mañana. La primera visita de hoy forma parte también del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1979. Se trata de la Ciudadela de Saladino, residencia de los gobernantes egipcios entre los siglos XIII y XIX (entrada: 200 LE). En su interior se encuentra el Museo Militar Nacional y el objeto de nuestra visita, la coqueta Mezquita de Muhammad Alí, conocida como la Mezquita de Alabastro, construida entre 1830 y 1857, siendo la más visible de la ciudad por su elevada ubicación y la altura de sus minaretes. Destacan en ella el patio de las abluciones, la decoración de las cúpulas de la sala de oración y el minbar.

Íbamos con ganas de ver el nuevo Gran Museo Egipcio, que se tenía que haber inaugurado en 2022, pero nos tuvimos que conformar con el que visitamos en 1986, ubicado en un notable edificio de estilo neoclásico, situado en la plaza Tahrir (entrada: 200 LE). Diseñado por el arquitecto francés Marcel Dourgnon, se inauguró en el año 1902, reuniendo más de 136.000 objetos de diferentes épocas de la historia egipcia, lo que lo convierte en el más importante del mundo en su género. Hay tanto que ver, que uno sale empachado, aunque la final aceleramos el paso para poder tomar una cerveza sin alcohol en la terraza del bar con que cuenta. El museo estaba abarrotado de gente.

Continuamos recorriendo el Museo Egipcio, que cuenta con muchas joyas, como El escriba sentado, Rahotep y Nofret (2575-2550 aC) y el enano Seneb con su esposa (2400-2500 aC), en la primera fila, la estatua oferente de Hatshepsut, en la segunda y el trono de Tutankamon, encontrado en su tumba, hecho de madera, oro, plata y vidrio, la caja de los vasos canopos de Tutankamón, la máscara funeraria de Tutankamon, hecha de oro con incrustaciones de piedras preciosas y joyas y el ataúd más interior del sarcófago de Tutankamón, con su rostro idealizado, en la tercera fila. Las últimas imágenes las he tomado de Internet, pues en la sala de Tutankamón está prohibido sacar fotos.

Empachados de tanta cultura, nos llevan a comer a un barco anclado en uno de los brazos del río Nilo, el Alsaraya. La comida, tipo bufet, no nos dice nada y las bebidas son sin alcohol. De allí nos trasladan al mercado más famoso de Egipto y probablemente de todo Oriente Medio, de nombre Khan Al-Khalili. Situado en una zona amurallada de El Cairo islámico, su origen se remonta al año 1382. En él puedes encontrar artesanías, joyas, especias, perfumes, instrumentos musicales y un largo etcétera. Te sugerirán que visites el Bazar de Jordi, que tiene precio fijo, pero así, entre nosotros, nos pareció un chino egipcio y de más barato nada. El autobús nos recoge junto a la mezquita de El Hussein, empezando un largo regreso a nuestro hotel, primero dejando a gente en otros hoteles y luego hora y media para una distancia en la que al día siguiente tardamos 13 minutos. El Cairo es un caos circulatorio y en las calles no hay paso para peatones, así que, si quieres cruzar una, no dudes en pedir ayuda a una persona de la ciudad.

16 de enero. Último madrugón del viaje. Nos tuvimos que levantar a las 5 de la madrugada y salir del hotel sin desayunar, eso sí, con bolsa de pic nic para comer en el avión. Por cierto, en los dos vuelos que cogimos en el país nos dejaron pasar al avión con la botella de agua del hotel. A las 9 de la mañana tenía prevista su salida el Airbus A320 Neo de Air Cairo, con una duración de algo más de 5 horas. En Bilbao hay una hora menos. Lo malo es que a la llegada nos tocó el diluvio, siendo el día que más llovió del mes de enero y una temperatura bastante baja. Para colmo, la maleta llegó mojada.

De esta forma concluyó esta escapada egipcia de 8 días. Como dije al principio ha sido una semana de ir a toque de corneta y enormes madrugones. Uno no está acostumbrado a los viajes organizados y eso que, el grupo de 37 personas funcionó de maravilla, con una excelente puntualidad siempre.

Viaje a Egipto (2): Crucero por el Nilo y Abu Simbel

Continúo el relato del viaje a Egipto realizado del 9 al 16 de enero, que dejaba hace dos semanas navegando de Luxor a Edfú. Llevábamos muchísimo retraso, pues teníamos que haber llegado ya a Edfú tras recorrer unos 110 km desde Luxor. Tras desayunar subimos a la terraza del barco, desde donde contemplamos el trajín de barcos que navegan por el Nilo. El capitán nos invita a ver el puesto desde el que pilota el crucero. Finalmente llegamos a Edfú.

Por unas calles  colapsadas por el tráfico, nos dirigimos en calesa a nuestro siguiente destino en Edfú. Se trata del templo mejor conservado del antiguo Egipto, dedicado al dios halcón Horus, que fue construido durante el periodo helenístico, entre los años 237 y 57 aC (entrada: 200 LE). Un enorme pilono nos da la bienvenida a este magnífico templo cuyo excelente estado de conservación se debe a que durante muchísimos años permaneció enterrado bajo 12 metros de arena del desierto.

De nuevo volvemos a nuestro crucero, el Quest Alandalus que, por cierto, cuenta con wifi, algo poco común, aunque hemos estado permanentemente comunicados con la tarjeta de Vodafone que compramos en el aeropuerto. Nos separan 63 km de Kom Ombo, así que por fin tenemos una tarde de relax, pudiendo tomar un café y contemplar la orilla del Nilo, en la que hay garzas y pescadores. En el barco también hay bebidas alcohólicas. Antes de la puesta de sol, vemos también otros cruceros y a los vendedores que se acercan al nuestro. También empezamos a ver falucas, las tradicionales embarcaciones a vela.

Anochece sobre las 18:30, prácticamente coincidiendo con nuestra llegada a Kom Ombo. Aquí no necesitamos ningún medio de transporte, pues el templo se ve desde el barco. Construido entre los años 1350 y 180 aC, el templo de Kom Ombo cuenta con dos partes diferenciadas, una dedicada a Horus, dios del cielo, de la caza y de la guerra, representado por un hombre con cabeza de halcón y otra a Sobek, dios de las aguas y creador del Nilo, representado por un hombre con cabeza de cocodrilo (entrada: 160 LE). Concluimos la visita en The Crocodile Museum, que expone algunas de las momias de cocodrilos descubiertas en la zona. Regresamos al barco, que zarpa tras la cena para cubrir los 50 km que nos separan de Aswan.

El cuarto día de viaje tocó madrugón, pues tuvimos que salir a las 03:40 h para desplazarnos hasta Abu Simbel (288 km). Entre pitos y flautas tardamos unas cuatro horas, una para pasar el control de seguridad y tres de viaje. Vimos amanecer en el autobús, donde también desayunamos el pic-nic del hotel, yendo derechos a los baños a la llegada. El complejo de Abu Simbel fue reubicado en una colina artificial, en 1968, sobre el nivel de las aguas del lago Nasser (entrada: 260 LE). En primer lugar visitamos el gran templo de Ramsés II (1265 aC), que cuenta con una fachada de 33 metros de altura, custodiada por cuatro gigantescas estatuas de Ramsés II. En el fondo del templo se encuentra el santuario, con las  estatuas sedentes de Ptah, Amón, Ramsés II y Ra-Horakhti. Las tres últimas las ilumina el sol el 21 de octubre y el 21 de febrero.

A continuación visitamos el templo de Nefertari, cuya fachada está decorada con seis estatuas, cuatro de Ramsés II y dos de Nefertari. Las seis estatuas son de igual tamaño, algo poco habitual, pues las que representaban al faraón solían ser de mayor tamaño. Una sala con seis columnas centrales nos conduce al interior, donde se encuentra el santuario, que cuenta con una estatua de la diosa Hathor. La sala este cuenta con escenas que muestran a Ramsés y su esposa ofreciendo sacrificios a los dioses.

Un policía armado con una metralleta se ofrece a sacarnos una foto. Luego pide la propina, algo ya muy habitual. Al salir del recinto de los templos y antes de pasar por la habitual galería comercial de venta de recuerdos, nos detenemos a tomar una cerveza sin alcohol en la amplia terraza de un bar con vistas al Lago Nasser, que se extiende hasta Sudán, aunque allí le llaman lago de Nubia. Es el resultado de la construcción de la presa de Asuán, entre 1958 y 1970. Mide unos 550 km de largo y 35 km de ancho en su punto de mayor, ocupando una superficie de 5.250 km². Por delante tenemos 288 km para regresar a comer al barco, contemplando desde el autobús el desierto nubio y los cultivos que en él se están realizando.

Estamos en Aswan, ciudad de más de 200.000 habitantes situada a orillas del Nilo, en pleno desierto nubio. Nos arrepentiremos siempre de haber contratado una excursión opcional para la tarde, al exagerado precio de 50 € por persona, que realmente sólo incluye un paseo de unas tres horas y media en barco, con más de una en tiendas. El paseo merece la pena, pero con una hora habría bastado y habríamos tenido la tarde para descansar del madrugón, pero somos masocas. Desde el barco contemplamos el mausoleo del Aga Khan y, lo más interesante, gran cantidad de falucas, las embarcaciones tradicionales a vela.

La excursión vespertina lleva por nombre “poblado nubio”. Primero nos paran en una playa, repleta de vendedores y de personas que ofertan paseos en camello. Finalmente llegamos al llamado poblado nubio. Pronto nos damos cuenta de que es una turistada, pues los barcos como el nuestro ni siquiera caben en el embarcadero, así que tienen que dejarnos y partir. Nos llevan a tomar el te a una casa tradicional y luego tenemos 45 minutos para recorrer la única calle del poblado, repleta de tiendas. Lo más curioso es ver a los camellos que regresan de la playa. Se ha echado la noche, así que llegamos al barco justo para la cena.

El guía nos hizo una jugada para disponer de la tarde para ofertar excursiones, unos al espectáculo de luz y sonido de Abu Simbel y otros al poblado nubio. En el programa de la tarde teníamos el obelisco inacabado y la gran presa de Aswan, pero lo retrasó al quinto día, pues están de camino al aeropuerto de Aswan, donde cogimos el vuelo a Cairo. Para nosotros fue una gran faena, pues tocó nuevamente madrugón y no poder desayunar en el barco (empiezan a las 6 de la mañana), teniendo que hacerlo de pic-nic en el avión. Finalmente, de camino al aeropuerto visitamos la cantera en la que se encuentra el obelisco inacabado (entrada: 80 LE) y el muro de 111 metros de altura que cierra la presa de Aswan (acceso: 100 LE).

Algo más de 900 km separan Aswan de El Cairo, que el avión los cubre en 1 h 20 min. Empieza la última fase del viaje, de la que os espero hablar dentro de dos semanas. El viaje continúa.