Viaje por Francia y Bélgica (4): Bretaña-1

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas con una pequeña incursión en Bélgica, que dejaba la pasada semana en Le Mont-Saint-Michel. Ese día 10 de junio abandonamos Normandía para entrar en Bretaña, siendo los carros de vela lo primero que vimos en una playa. Total que, entre pitos y flautas nos dieron casi las 3 de la tarde, hora muy complicada para comer en un restaurante en estas latitudes, cosa que conseguimos sólo en L’Atelier de L’Huitre, en Cancale (Kankaven), donde me obsequié con una sencilla mariscada basada en las ostras que se cultivan en esta costa, como pudimos contemplar junto al faro. Mi mujer optó por un exquisito salmón ahumado, según ella el mejor que ha comido en su vida. Luego comprobamos que se puede comer a cualquier hora en el mercado de las ostras, pues las puedes comprar en cualquier puesto y luego comerlas sentado en el muro de la playa.

La siguiente cita la tuvimos, tras recorrer 18 km, en una preciosa localidad costera, Saint-Malo (Sant-Maloù), ubicada en la desembocadura del río Rance, que luce una elegante muralla urbana con torres de los siglos XIV y XV y bastiones de los siglos XVII y XVIII. Tras contemplar el Fort National, construido en 1689 por Vauban y Garangeau, accedimos el interior del recinto amurallado por la Porte Saint-Vincent, para acercarnos a la Catedral Saint-Vincent y la monumental Casa de la Duquesa Anne. Al otro lado de la muralla y de la playa en bajamar divisamos el Fort du Petit Bé. Todavía nos quedaban por delante 74 km para llegar a Rennes, donde pasamos las dos siguientes noches.

Comenzamos la jornada del 11 de junio desplazándonos tan sólo 34 km hasta la localidad de Vitré. Encontramos aparcamiento frente a la iglesia de Notre-Dame, construida entre los siglos XV y XVI en estilo gótico flamígero, así que, aunque no lo teníamos previsto, aprovechamos para visitar su interior en el que destacan el púlpito y las vidrieras. También merece la pena recorrer el Vieux Vitré, el casco antiguo, para contemplar sus antiguas viviendas con entramados de madera.

Realmente nos desplazamos a Vitré para volver a visitar su precioso castillo, construido en el siglo XI aunque reformado en el XIII, XIV y XV. Su interior merece una detenida visita pues está convertido en un museo de la época medieval. De todas formas, lo más espectacular es el conjunto de torres bajo la que se encuentra la puerta por la que se accede a su interior. Abre de 10:00 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. La entrada cuesta 6 €, siendo gratis para los desempleados.

31 km después tenemos la segunda cita en otro impresionante castillo que nos gustó cuando lo visitamos hace veinte años, el de Fougères, que no cierra a mediodía. Antes de acceder a su interior decidimos comer, algo que resulta muy complicado en estos lares a las 13:30. De hecho sólo conseguimos hacerlo en una crepería, comiendo una gallette rellena de salchicha, plato tradicional en la gastronomía bretona. Fundado en el año 1020, aunque con sucesivas ampliaciones hasta el siglo XV, el castillo presume de ser la mayor fortaleza de Europa. Se puede caminar por la muralla y subir a las torres. A veces hay espectáculos en su interior. Abre 10 a 19 h y la entrada cuesta 9 €, 5 € los desempleados

El resto de la tarde decidimos pasarlo en Rennes (Roazhon), en cuya periferia nos alojamos dos noches en el Hotel Ibis Rennes Beaulieu. Es por ello que dedicamos la tarde a recorrer el Vieux Rennes, acudiendo en primer lugar a la Oficina de Turismo sita en 1 Rue Saint-Malo. Casi enfrente tenemos una gran plaza presidida por la enorme Basílica de Notre-Dame de Bonne Nouvelle de Rennes, tras lo que nos adentramos en el casco antiguo contemplando varias casas con entramados de madera, finalizando nuestro recorrido en la place de la Marie a la que se asoman los edificios de la Ópera, de mediados del siglo XIX y el Hotel de Ville, del siglo XVIII, en el que destaca la Torre del Reloj. Muy cerca está el Parlamento de Bretaña.

Con lo que llevamos ya visto en este viaje, Rennes (Roazhon) no se sitúa en las posiciones de cabeza. Pese a todo hay otros lugares de interés, como la Catedral Saint-Pierre, del siglo XIX, que cuenta con una rica decoración interior y un notable retablo de madera, flamenco del siglo XVI. Me gustó también la Porte Mordelaise, resto del recinto amurallado del siglo XV que constituía el principal acceso a la ciudad. Concluyó nuestro paseo contemplando otras casas con entramados de madera del los siglos XV y XVI.

El 12 de junio nos tocó día de traslado, deteniéndonos a los 58 km en la coqueta ciudad de Dinan, dejando el coche muy cerca de la Oficina de Turismo, sita en 9 rue du Château, que abre de 09:30 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. Nos salió un día muy encapotado y plano, dirigiendo nuestros pasos en primer lugar al castillo, en el que destaca el Torreón de la Duchesse Anne (siglo XIV). Desde lo alto de la muralla vimos el puerto fluvial, para luego pasar por el Jardín Inglés hasta la Basílica de Saint Saveur. Dé allí nos acercamos a la hermosa Torre del Reloj, mandada construir en el siglo XV por el Duque de Bretaña. Con un vistazo a las casas con entramados de madera, concluyó la breve visita a esta ciudad.

Comimos de bocadillo en un área de descanso de la N12 y, tras recorrer 62 km desde Dinan, fuimos a instalarnos en el Hotel Ibis Styles Saint Brieuc Plerin, en el que pasamos la noche y cenamos, bastante bien por cierto. Dejamos el equipaje y rápidamente nos dirigimos a la Pointe de Bilfot (42 km), desde donde contemplamos una hermosa vista presidida por el Faro de Ost-Pic, situado sobre una roca, que marca la entrada de la bahía de Paimpol. En la carretera de acceso se puede contemplar “Esculturas en libertad”.

La tarde avanza rápidamente y todavía tenemos que recorrer 26 km hasta nuestro siguiente destino, Treguier (Landreger), pero el atasco originado por una obra en un puente hace que lleguemos a las 17:58 a la Oficina de Turismo, a punto de cerrar, sita en la rue Marcellin Berthelot, pues abre de 09:30 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. Aunque ya no nos dio tiempo para ver el claustro, al menos pudimos contemplar el magnífico interior de la Catedral de Saint-Tugdual, construida durante los siglos XIV y XV, en el que destacan el bestiario de las sillas del coro y la tumba de Saint-Yves.

Tras recorrer 55 km regresamos al hotel. Seguimos en Bretaña. Llevamos 9 días de viaje pero todavía nos quedan 6 por delante y mucho por ver, pero de ello espero hablar la próxima semana. Próximo destino: Quimper. El viaje continúa.

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