Cadenas de un metro

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Piénsenlo: vivimos atados. Las cadenas de hoy son de un metro, recubiertas de goma, se rompen fácilmente, son caras pero las pagamos de nuestro propio bolsillo, y las llevamos siempre encima por voluntad propia. Es más, vivimos instalados en Estocolmo y, si no tenemos nuestra cadena encima, nos ponemos nerviosos. Su ausencia nos genera ansiedad: tenemos la necesidad de estar atados, como muy lejos, a un metro de distancia de una pared.

Me refiero, ya lo habrán sabido porque leen mejor las metáforas que lo que yo las escribo, a los puñeteros cargadores del teléfono, el iPad, el ordenador, la batería de reserva para el móvil, manos libres… Y no les digo nada si son “del gremio”: cargadores para las baterías de las cámaras, cables de micros (en este caso, la “cadena” puede tener hasta cuatro metros), auriculares, el sagrado cable de la señal…

“Las redes sociales son una esclavitud”, me decía el otro día uno que sabe más que yo. Tiene razón, no me descubrió nada nuevo, pero sí me molestó de algún modo (y me sorprendió sentirme molesto) que él sí lo descubriera. ¿Realmente, aportan algo en la campaña? Si no existiesen, ¿se notaría? Les estoy hablando en serio: Iñigo Urkullu ha creado una página en Facebook y una cuenta en Twitter nuevas, diferentes a las que ha venido usando como lehendakari. El número de seguidores es considerablemente menor en ambas redes. ¿Y? No pasa absolutamente nada.

Más preguntas: ¿hay discurso suficiente para alimentar unas redes sociales tan exigentes? Yo lo tengo claro: tampoco. Solo ayer surgieron dos ejemplos que lo demuestran: una foto horrible de Idoia Mendia tomando un café a dos manos junto a un tuit en el que calza una hostia gratuita al PNV, y otro tuit supuestamente gracioso de la cuenta nacional del PP en la que aparece una modelo con un vestido con forma de “no”, y sugieren que le quedaría bien a Pedro Sánchez.

Miles de horas de reflexión sobre la comunicación política on-line para acabar tuiteando por tuitear, la versión 2.0 de salir a hablar por hablar que algunos subliman en sus discursos. Y así se nos pasan los días, entre chistes malos, tuits innecesarios, vídeos en los que vemos al candidato decir lo mismo que han escrito en la presentación de Facebook, la misma foto en Instagram que en el resto de redes… Y ahora, vídeos en directo. ¿Una campaña en directo? Nunca hemos estado más cerca, pero eso da para otra columna.