La serpiente del verano

Estamos en la época de la información que se difunde antes de contrastar, el titular grueso y la tontería supina. Eso en verano se transforma en “serpientes” que cada año son peores: menos fundamento y menos veracidad de quienes las lanzan y de quienes las replican. Sí, los periodistas tenemos mucha culpa en que se “viralicen” temas y, sobre todo, enfoques, que no lo merecen o, directamente, son capciosos. Por ejemplo, la supuesta invasión de inmigrantes y sus efectos. Ni hay una oleada de ilegales llegando al sur de Europa, ni su impacto es negativo en ninguna economía.

Sigue, Casado

Pablo Casado ha sido uno de los que ha agitado esos argumentos tan racistas como falaces sobre la inmigración. Pero en su haber tiene y tendrá muchas tardes de gloria periodística que algunos elevarán (allá con su conciencia) y a otros nos tocará poner en su punto. Pero sin pasarnos. Jorge Moruno le acusa en Cuarto Poder de tener “ideología del millonario”, como si no supiera que muchos de los que integran la clase media, en cuanto se vienen arriba, piensan como Casado. Moruno sí acierta en ubicarlo en esa derecha de manipulación informativa y argumentos llenos de dobleces.

¿Falta cultura o sobran museos?

Ni lo uno ni lo otro: creo que los turistas somos abiertos y perfectamente capaces de entrar en un museo y, hasta que me demuestren lo contrario, parto de la base de que cada euro invertido en divulgar conocimiento está bien gastado. Pero es evidente que margen de mejora para acompasar nuestra demanda a la oferta: en El Confidencial alertan sobre la cantidad de museos a los que no va nadie, literalmente, en España. Aunque los ejemplos vascos en el texto sean positivos, no descarto que haya edificios y exposiciones sin visitantes en Euskadi que hay que dar a conocer.

El veraneo

Cada día me gusta menos Twitter. Pero casi cada día leo un tuit por el que merece la pena el tiempo que le dedico, como este: “Todos somos molestos en ocasiones: los niños, los perros, las palomas, los del taladro, los que tocan el bracito, los que tienen el cabecero de la cama flojo, los que gritan, los que dicen: ‘¿Sabes?’. Todos. Menos los que piensan que solo molestan los demás, esos son gilipollas”. Y cuando uno tiene hijos pequeños, de esos que se bajan de la silla en la terraza, como los míos, solo puede adelantarse a pedir perdón. Por suerte, esos gilipollas son minoría.

¡30 años!

Un error flagrante que hemos cometido entre todos es hacer creer a los nuevos usuarios que son los que descubren la tecnología (o la democracia). El marketing, el relato de los medios, la juventud de los prescriptores… Pero quienes se incorporan a Twitter no inventan la conversación global ni la búsqueda de atención desde un teclado: como recuerdan en Retrochenta, esta semana se cumplen 30 años de la invención del chat, esa caja de texto básico con la que podíamos “hablar” en aquel Internet rudimentario y falto de recursos. Hoy sigue habiendo chats, pero reinan las redes sociales.