El miedo a Bárcenas

Solo hacen falta unas líneas de la pieza en El Plural para hacerse una idea del miedo que deben de estar pasando en el PP a que Luis Bárcenas tire definitivamente de la manta: “La autora de ‘Bárcenas. La caja fuerte’ (Ana Pardo de Vera) recordaba lo mucho que enfada a Bárcenas que haya gente que fuera a su despacho a pedirle dinero y ahora diga que no lo conoce de nada. ‘¿Un ejemplo? Pablo Casado. Casado ha estado en mi despacho pidiéndome dinero para la campaña de Manuel Pizarro, en 2008, como amigo personal que éste era de Lapuerta’ (…) Y ahora, Casado dice que no lo conoce de nada”.

¿No tiene miedo?

No sé si en la coalición Podemos-IU hay miedo, temor, recelo o, simplemente, desconfianza. Pero no puede ser una balsa de aceite si es cierto esto que leemos en El Independiente: “Iglesias y el PCE buscan sustituir a Garzón por Amanda Meyer al frente de IU”. Es decir, Pablo Iglesias es capaz de sentarse en el consejo de ministros con Alberto Garzón por la mañana… Y por la tarde maniobrar para desplazarlo al frente de IU. Este interminable juego de tronos, que no sé si es atávico de Podemos o de Pablo Iglesias, me resulta agotador, pero más me resulta sorprendente porque no cesa ni en el repunte de una pandemia.

En efecto

Durante mucho tiempo, las entradas en Wikipedia en castellano estaban controladas por españoles de izquierdas que ejercían sin pudor para controlar la presencia de ambos elementos en las entradas: lo español y lo que ellos entendían como progre. Comparado con lo que está pasando ahora, aquel pasado me parece mejor (aunque lo sufrí): la derecha rancia empieza a controlar las entradas y en base a textos de Pío Moa o Julio Merino, por ejemplo, “corrigen” textos relacionados con la Guerra Civil española y el golpe de Estado, como denuncia Noelia Adánez en Twitter y puede comprobarse con Google.

La extrema derecha tiene un nuevo medio

Aunque intento variar las fuentes hay digitales que nunca traigo a la columna como El Español, OK Diario o Mediterráneo Digital. Unos por colaboracionistas y otros por publicar contenidos abiertamente favorables a la extrema derecha o a la agenda que interesa a los fascistas, aunque sean noticias falsas. A esa lista sumo uno más del que solo hablaré hoy: Gaceta.es, renovado para mayor gloria de la fascistada. En la portada, ni una noticia de Vox y viarias internacionales, pero todas a favor de Trump e incluso Polonia, o en contra de los gobiernos latinoamericanos, conveniente (para ellos) mezclados.

La historia americana

Durante el fin de semana he disfrutado en El Confidencial de una pieza estupenda sobre lo que Nancy Isenberg ha definido en su libro como “white trash” o “escoria blanca”. Un montón de ciudadanos abocados a vivir en caravanas o cabañas y a los que hemos conocido a veces como “rednecks”, trabajadores poco cualificados, subsidiados… La clase más baja entre los blancos estadounidenses (el matiz del color de su piel es importante) que han visto en Trump, por fin, a un candidato, presidente y, ahora, candidato a la reelección que les hace caso. Una bolsa de votantes muy importante y a los que el populista sabe impactar prometiendo sin tapujos utopías de reparto de riqueza… Entre blancos.

Que Twitter no te arruine

Si Twitter inhabilita al tuitero, Ana Pardo de Vera se ha asegurado de que no ocupará ningún puesto de responsabilidad en el gobierno aireando, en Twitter, cómo su nombre formó parte de un toma y daca entre Podemos y PSOE para la dirección de RTVE. Flaco favor al ente, al acuerdo entre partidos (que siempre tiene que darse) y a la radiotelevisión pública en general, tan necesaria y como maltratada (yo también tendré tuits horrorosos sobre EITB durante los años de Surio). Por su parte, Andrés Gil, que finalmente renuncia al puesto, ya había borrado todo su historial de tuits por si acaso.

Pegarte por Skype

No podemos tomarnos demasiado en serio Twitter. Pero es evidente que caemos una y otra vez en ese error: lo han hecho Pardo de Vera y Gil, lo hicieron todos los que criticaron los tuits descontextualizados de Màxim Huerta, y lo hacen, exactamente al mismo nivel intelectual, Dalas y Porta, dos youtubers que mantuvieron una tensa discusión en Twitter, en público, y acabaron quedando para hablar por Skype “como hombres”, seguros de que su pelea de teclas nunca pasaría a puñetazos por la distancia que les separa. Gilipollez tras gilipollez, Twitter nos ocupa el cerebro.

Los ídolos de Internet

Gabriel Rufián no sería nadie sin Twitter: solo un diputado que busca la foto friki para el periódico con un hueco para la anécdota en las páginas de la crónica parlamentaria. Pero Internet le ha lanzado al estrellado. Como a Dalas y a Porta. Aunque solo sea un político más interesado en el retuit que en el bien común. Valga como ejemplo que haya copiado, palabra por palabra, y hasta con la foto, un chiste durante el Mundial de fútbol. Fue tan torpe Rufián (o quien le lleva la cuenta) que se lo copió a un tuitero con casi 40.000 seguidores. ¿De verdad pensó que no le pillaríamos?

Empieza otro Mundial

La mayoría de periodistas deportivos que conozco hace bien su trabajo. Si lo suyo es el fútbol, gracias al Mundial esa mayoría está disfrutando y viendo a jugadores que, durante la temporada, no puede seguir. Los periodistas deportivos que son estrellas bien pagadas forman una minoría, y en esa minoría, la mayoría se empeña en demostrar que es ignorante, que no conoce más fútbol que el de Crisitiano y Messi, y “el del Cholo” (porque decir dos jugadores del Atlético también cuesta). Y con España fuera a algunos solo les queda hablar de lo mismo o ponerse a ver fútbol. Seguro que eligen lo primero.

“La Roja” tiene un problema… En España

Siempre me da envidia que mi selección no pueda jugar el Mundial, aunque acabásemos sufriendo como los daneses ante Croacia. Reconozco que la salida que me dio verdadera pena fue la de Argentina (por todos menos por Sampaoli) y aclaro que no, no me he alegrado de ninguna derrota. Sé que el problema para muchos españoles es que algunos con su nacionalidad no animamos a “la roja”, pero deberían de mirar dentro: como dice Antoni Daimiel, a nadie le importa su selección. Ni a Florentino, ni a Lopetegui, ni a Rubiales, ni a los periodistas del Madrid-Barça.