Permítanme que hable de lo mío

Si esta columna fuera sobre las redes sociales y no sobre lo que encontramos en ellas, seguramente sería mucho más repetitiva, pero les aseguro que no andaríamos carentes de temas ni de interés porque “las redes” hoy nos ocupan mucho tiempo, tanto que esta columna sí va a ser monográfica ya que durante la semana hemos leído temas de sobra. Empiezo por recomendarles el post de “Calvo con Barba” sobre “quién maneja las redes”. Habla claro: se trata de empresas que hacen caja con la publicidad y todos sus movimientos se dirigen a generar más rentabilidad. Recordarlo siempre es conveniente.

Y no siempre de la mejor manera

Vivo de observar e intentar explicar cómo funciona el Internet comercial y mis hijos no usan YouTube. Si quieren vídeos en el iPad les pongo una aplicación de Euskaltel para que vean tele lineal. La de toda la vida. ¿Por qué? Porque cuando les dejaba que ellos eligieran los contenidos siempre acababan en vídeos pocos recomendables. Así que me cuadra perfectamente la espiral que describen en New York Times: los famosos algoritmos de recomendaciones acaban siempre en contenido perverso, e incluso inocentes vídeos infantiles, según el medio newyorkino, acaban siendo recomendados a pedófilos.

La burbuja de los influencers se pincha

No me subo a ninguna ola: si siguen mis columnas sabrán que siempre he recelado del fenómeno de los influencers. Sí creo que existen unos pocos usuarios que son capaces de colocar productos en sus cuentas de Instagram. Pero funciona la excepcionalidad, así que la mayoría de los “influencers” influyen poco porque aportan poco. Las cuentas son prácticamente iguales entre sí y muy poco pegadas a un contexto local, justo los dos ingredientes imprescindibles para influir de verdad: personalidad y proximidad. Ante estas evidencias empieza a pasar lo obvio: la burbuja se pincha.

Todos tenemos culpa

Todos tenemos pecado, es cierto: he llamado a influencers y volveré a hacerlo, pero siempre de un modo muy medido. O eso creo. Puedo haberme equivocado como se han equivocado algunas agencias haciendo un uso abusivo de este recurso y trabajando, además, de un modo muy opaco: carecemos de un caché y un modo de fijar el contenido patrocinado normalizados. Y los soportes, que solo son agencias de publicidad, tampoco han jugado ni juegan con transparencia: “Ahora verás publicaciones de influencers en Instagram aunque no les sigas”, leemos en Trecebits. Es decir: veremos más publicidad.

¡Dejen de hablarme de algoritmos!

Pero si algo me cansa en especial es que intenten convencerme constantemente de la bondad del “algoritmo”, el “big data” y el “machine learning”. Hasta para cosas que solo necesitan contar con los dedos: unos investigadores han desarrollado aplicado todo esto a IMDB, la base de datos de cine. Y han concluido cosas interesantes sobre la recurrencia de algunos actores y brechas entre mujeres y hombres (conclusiones que por medio de un conteo salían igual), pero también han calculado si los mejores años de actrices y actores ya ha pasado. Yo me quedo con la intuición de directores y directoras para rescatar interpretaciones.

Así se hace un fraude

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Les dejo con unas líneas de ‘El Confidencial’ que me parecen las más claras para ilustrar cómo se realiza un fraude: “Ana María Orihuela saltó del Ayuntamiento de Almonte, donde era concejal socialista, al cargo de directora gerente del consorcio de formación Formades, que ocupó durante siete años. No daba el perfil técnico para este puesto. Le bastó el carné socialista. En este ente se fraccionaron fraudulentamente contratos y se prorrogaron durante años a pesar de que la ley lo prohibía. La gerente contrató a su hijo y a sus sobrinos. Se adjudicó irregularmente el servicio de veterinario para los caballos del centro formativo y las facturas de suministro de piensos para los animales desvelan que se pagaba a 600 euros la tonelada cuando el precio medio del mercado era de 300. Las tropelías relatadas en la investigación judicial sobre la supuesta estafa son innumerables”.

Incomprensible

“Seis millones de inmigrantes, 6 millones de parados. ¡No es racismo, son matemáticas!”, es el lema de unos carteles con evidente contenido xenófobo que han aparecido en el centro de Madrid. No estamos libres de que un par de idiotas diseñen, impriman y peguen indiscriminadamente sus ideas, lo escandaloso, como bien señalan en ‘Vozpópuli’, es que estos mensajes lleven pegados ilegalmente en las paredes de Madrid más de una semana sin que los servicios de la ciudad los hayan retirado todavía.

Más incomprensible aún

Tampoco soy capaz de entender algunas de las obras que han recopilado en ‘Vice.com’ y que quedan en la cartografía española como homenajes al despilfarro y el cemento: carreteras a ninguna parte, grandes rotondas innecesarias, urbanizaciones sin sentido ni objetivo aparente. “Miles de hectáreas de suelo urbanizado a medias y en desuso tapizan el territorio nacional a la espera de ser habitados por una población y una economía en retroceso”, en definitiva.

Sí, estamos acabando con las redes sociales

Hay un par de líneas en el post de ‘Calvo Con Barba’ que resume con claridad incomparable la actualidad del marketing digital hoy: “Capacidad de segmentación casi milimétrica, posibilidad de granular el alcance hasta límites insospechados, formas de pago y costes realmente asequibles… ¡La panacea para el pequeño y gran anunciante! ¿Y el usuario? Cada vez más hasta los huevos de ver anuncios que se la traen al pairo”. Se pregunta el autor si estamos matando la vaca que nos da leche, y yo creo que, sin duda, lo estamos haciendo.

Siguiente destino: Asia

Mi estado de forma no es el mejor. Nunca he destacado en el deporte y mi trabajo me atornilla a una silla frente al ordenador. Pero disfruto con las hazañas deportivas de terceros, y no solo con las del Athletic. Uno de mis blogs favoritos en DEIA, de hecho, es el de Iker Martín. Este “fondista” se ha puesto un nuevo reto, ambicioso como pocos: correr una carrera en cada continente. El europeo, chupado; el africano, ya lo tiene cubierto (y relatado en el blog). Ahora anuncia un nuevo destino: Asia. ¡Buen camino, compañero!