Los nuevos mediocres son los de antes

Creo que Esteban Hernández da demasiadas vueltas en su extensa reflexión en El Confidencial sobre lo que es la mediocridad y lo que es la brillantez para llegar al punto de partida. Me hago mayor y no estoy para perder el tiempo con disquisiciones salpicadas con nombres rimbombantes de obras y sus autores. Tampoco lo perderé para escribir esto: los nuevos mediocres de los que habla son los mismos que antes de la pandemia. El problema de España y de Euskadi es exactamente el mismo: no se ha premiado lo suficiente al bueno ni se ha apartado lo suficiente al malo. La tabla rasa nos ha empeorado.

Teletrabajo y teleclases

Vi por primera vez el vídeo hace un par de meses, pero compruebo en Bebes Y Más que sigue moviéndose: se trata de un timelapse de una madre que se graba intentando trabajar desde casa durante el confinamiento con sus tres hijos. 27 interrupciones en 11 minutos han contabilizado los autores del blog. Y no es una exageración: todos los que han intentado teletrabajar con niños pequeños, que además han ido incorporando tareas de la ikastola, saben que ha sido un infierno que ha terminado en jornadas interminables por falta de rendimiento y concentración porque también había que cocinar, ordenar y limpiar.

No necesitamos flexibilidad

Estoy bastante mentalizado en que después del verano volveremos a confinarnos: pequeños y mayores volveremos al teletrabajo y las clases on-line hasta que haya una vacuna y mientras las mascarillas y la distancia social sean solo palabras y no hechos. Y veo que no soy el único: en Pymes y Autónomos explican que muchas empresas están preparándose para una mayor flexibilidad laboral. ¡Pues menuda castaña! Lo que necesitamos es que, aunque no nos movamos, clientes, proveedores y jefes respeten los horarios, que nadie llame a las 14:30 ni a las 20:30 aunque sepa que estaremos en casa. Esta flexibilidad es una mierda.

Y no solo para política

La pieza de Carlos del Castillo en El Diario es interesante porque pone ejemplos y cifras sobre lo que todos sabemos o barruntamos, pero creo que son muchas las marcas dispuestas a pagar por cuentas con miles de seguidores para lanzarse a vender. No solo quien tiene objetivos políticos tiene interés en estas cuentas, como él apunta. En cualquier caso, ahí está el modelo de negocio. Una opción que no entiendo porque el mejor público es el interesado en ti, no en chistes robados. Y la mejor inversión es la que hagas en contenido, no en una cuenta a la que vas a cambiar el nombre y la foto de perfil.

Un fuerte abrazo

En la Casa Real española tienen un problema: cada vez que sale en televisión Felipe VI todos tenemos una oportunidad para acordarnos de que la jefatura de Estado en España basada en la carrera de un espermatozoide es absolutamente anacrónica. Si quieren seguir viviendo de la corona lo mejor que pueden hacer es esconder al hijo de un Juan Carlos I, que ya no tiene ningún crédito. En la cuenta en Twitter de Els Quatre Gats lanzaban un afectuoso mensaje el fin de semana: “Un fuerte abrazo a los ‘yo no soy monárquico, soy juancarlista’, que últimamente se os ve muy callados”. Al final, eran todos cortesanos.

Sí, nos toca

Si me hiciese pasar por un activista de izquierdas les estaría engañando y me estaría mintiendo. Sé cómo funciona la política y he intentado comprender y explicar las exigencias de Europa y los gobiernos más cercanos. Pero también creo que para seguir siendo justo hay que dar ya un golpe sobre la mesa. Y las subidas de las pensiones y el SMI han sido dos que tienen que suponer un punto de inflexión para que la clase media (que la formamos casi todos) deje de verse ahogada por impuestos y recortes, y se recupere. Ya vale de rescatar a los de siempre. Nos toca.

La verdad

Me esfuerzo en conocer el suelo que piso, y sé que, en política, en lo implícito puede ir lo más importante de los mensajes (entendiendo algunas decisiones también como mensajes). Este fin de semana el extraordinario Miquel Roig, sin embargo, decidió ser explícito en dos tuits que ponen muchas cartas europeas boca arriba: “Si me permiten la paráfrasis, España hace como que cumple y la Comisión como que vigila… Lo que cambia este año con el nacionalpopulismo italiano es que Italia no hace ni amago de querer cumplir y, claro, eso es un desafío político”. Sigamos haciendo como que.

No, no lo necesitamos

La periodista de TVE, Ana Ruiz Echaurre también clavaba en un tuit una acertada reflexión, de esas que abren debates: “No necesitamos que un reportero se meta en el agua hasta las rodillas para contarnos que llueve y es peligroso. Es peligroso para él y un mal ejemplo para prevenir accidentes. Ya está bien de espectáculos absurdos en vez de información”. Y estoy de acuerdo: ciertas modas, sobre todo en los directos, siguen resultándome incomprensibles y, como casi todas las modas, prescindibles. Son muchos años ya de tele como para saber qué aporta y qué no.

El otro gran tabú del fútbol

Son dos los grandes tabúes del fútbol actual: el de la homosexualidad de los futbolistas y el de la imposibilidad de ser madre (por contrato, incluso) de las futbolistas. Por eso es estupendo que en el Twitter de Panenka hayan recuperado su artículo sobre lo silenciada que esta esa práctica. No la de la maternidad, sino la de la imposibilidad de ejercer tu derecho a planificar tu vida por contrato. Unos contratos que, además, por la histórica situación del fútbol femenino, en nada son comparables a los de los profesionales del masculino. Aunque se han tomado medidas será importante levantar el tabú.

Uber, el liberalismo perfecto

Ya pocos se atreven a decir lo que dijeron: que Uber era un espacio colaborativo que había proporcionado la tecnología, un ejemplo a seguir para transformar la economía y hacer posible una utopía socialista o casi comunista. Hoy Uber es ya el mejor ejemplo de lo que es el liberalismo salvaje, y Esteban Hernández lo describe muy bien en El Confidencial: el trabajador paga los impuestos y la herramienta de trabajo, y la empresa optimiza la inversión en recursos (lo que cuesta la web, los abogados y la publicidad). Además, el trabajador se controla por la puntuación constante del cliente.

No quedará «caja única»

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Si algo diferencia a los partidos españoles (a todos) de los vascos (los dos) es que los primeros buscan el interés de España, tomando a Euskadi como otra comunidad autónoma pequeña (y minimizando intencionadamente que es uno de los motores económicos), y que los segundos buscan, primero, el interés de los vascos. Así, desde PP hasta Podemos pasando por Ciudadanos y PSOE, quieren mantener la caja de las pensiones… para vaciarla, y que la llenemos los vascos, por supuesto. Otros 8.700 millones menos después de las elecciones.

Ni nada que negociar

En el PP son muy hábiles, eso es innegable: con la lluvia constante de casos de corrupción que les caen, los hachazos que nos pegan, y sus líderes entre la indolencia de Rajoy y la soberbia de Alonso, ganan las elecciones y suben en votos. Pero la estrategia para conseguir que el PNV negocie aunque no quiera, lejos de ser hábil parece un despropósito: el interlocutor de los “populares” en Madrid, Aitor Esteban, denunciaba en Twitter: “El gobierno español ha anunciado hoy su intención de recurrir la ley municipal y la ley de adicciones. ¿De verdad quieren negociar?”.

¿Gobierno sin Rajoy o Rajoy sin gobierno?

Un gobierno del PP solo puede ser malo. A los hechos me remito. Que no haya gobierno también lo es porque la única solución serán unas terceras elecciones… Que volvería a ganar el propio PP, claro. Pero parece que Pedro Sánchez está dispuesto a obtener, por tercera vez consecutiva, los peores resultados del PSOE en unas generales, llevándonos a una nueva repetición: en República.com y Vozpópuli plantean que el plan de Sánchez es forzar que el PP prescinda de Rajoy, algo que no parece una posibilidad hoy.

Una encuesta como solución

La situación me parecía absolutamente ridícula, así que celebro que Esteban Hernández sea contundente en El Confidencial ante la solución de Podemos, de hacer una encuesta entre sus votantes para saber cuál ha sido el motivo del fracaso. ¿Un montón de tipos listos que se ganan sus buenos sueldos como profesores e investigadores en Ciencia Política van a recurrir al comodín del público de un modo tan simplista? ¿No tratan a los suyos y a todos como a analfabetos intentando colarnos la supuesta utilidad de esa encuesta?

Las vacaciones no se negocian

La activista de izquierdas Anita Botwin (evidentemente, es un pseudónimo) lanzó un tuit que, se ponga como se ponga, da pie al comentario: pedía que la izquierda se volviese a movilizar… Eso sí, después del verano. Las chanzas fueron muchas ante la evidente metedura de pata de anteponer las vacaciones al activismo, y sus respuestas en Twitter (donde tiene más de 30.000 seguidores) llamando “caverna” a todos los que le criticaban, sonaban huecas: si tan segura está de que no tiene que avergonzarse de este tuit, ¿por qué lo ha borrado?