Hartos de la campaña permanente

Este diálogo en Twitter entre Borja Ventura y Ángel Calleja, a los que sigo desde hace años, me resultó de lo más interesante del fin de semana: después de la renovación del consejo en RTVE y del posible en el CGPJ, Ventura comentaba: “Si al final la mejoría de la calidad de nuestra democracia va a depender de la ausencia de campañas electorales en el horizonte…”. Y Calleja completaba: “Hoy, la ‘campaña permanente’ es una invitación a la polarización continua que solo permite avances a trompicones e imposibilita la creación de políticas públicas duraderas”. Y en Euskadi, la oposición también práctica esta tendencia.

Y de la confrontación. De toda

Pero los partidos políticos no son los únicos responsables: sindicatos y colectivos que dicen estar al margen pero no (algunos, con portavoces que lo fueron hasta de partidos) agitan la confrontación permanente como parte de esa campaña sin fin. Y algunas de las batallas que parecen idealistas e innegables generan bastantes dudas: “Cada vez existe una mayor brecha entre el salario de los jóvenes y las pensiones de los mayores” (El Blog Salmón). Cada nuevo indicador señala la imposibilidad del sostenimiento de las pensiones a largo plazo por lo que la reclamación es cortoplacista o busca algo que no explicita.

Son todos los que están y estuvieron

Los miembros del gobierno español están caracterizándose por gobernar poco y hacer mucha política, campañas incluidas. A esa inconsistencia hay que sumar otra inestabilidad puede que incluso más preocupante: “Cuatro nuevas bajas en menos de dos meses” en la “la Secretaría de Estado de Digitalización” que “acumula ya alrededor de 25 bajas”. “Esa situación llega en un momento en que la digitalización se ha convertido en la punta de lanza del Gobierno para invertir los fondos provenientes de la UE. Entre 2021-23, se tendrán que distribuir y ejecutar alrededor de 72.000 millones de euros” (El Confidencial).

Un mundo volátil

La volatilidad en un gobierno cuyas decisiones me afectan me preocupa pero menos que la volatilidad del mundo que estamos creando: Tesla incrementó su capital solo con comprar bitcoins y anunciarlo… Y esta moneda ha vuelto a caer después de un comentario de Bill Gates. La volatilidad de la moneda electrónica que algunos auguran que será la del futuro (pues vaya lo que nos espera) sirve como muestra precisamente de la alerta que lanzaba el de Microsoft por el gasto energético que genera la moneda virtual (y que a Tesla no le importa) y porque es una inversión para grandes capitales que marginan aún más al ahorrador.

Y otro más terrenal

Otra burbuja que tenemos que pinchar cuanto antes es la del fútbol: el interés por el deporte se resiente sin público en los estadios y esta señal de alarma sin embargo hace que los propietarios de lo que rodea al balón miren más lejos con nuevas formas de rentabilizar lo que ya está explotadísimo. Pero la realidad es que el fútbol no da más de sí en lo económico: “La Juventus pierde 113,7 millones de euros en la primera mitad de la temporada 2020-2021” (Palco 23), y eso que gracias a Cristiano Ronaldo había firmado nuevos contratos de patrocinio y relanzado su imagen. Y esa caída no es solo de la Juve ni solo por la pandemia.

Hablemos de ello

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No son pocos los que tiran piedras sobre el tejado de nuestras haciendas territoriales como si los vascos viviéramos con una fiscalidad más relajada. Pero la realidad es que en Madrid, por ejemplo, están encantados con que se hable de nuestros supuestos beneficios mientras el PP con Ciudadanos “ha decidido poner tipo cero condonando al 0,2% de madrileños más ricos unos 600 millones de euros” (José Carlos Díez), y por supuesto, atrayendo fortunas. A ver si, al final, el paraíso fiscal español no va a ser Andorra.

La noticia que no lo es

¿Por qué, porque ya se repite tanto que no interesa, porque no hay que empañar un proceso de paz que se vende como modélico? Todo lo que tiene que ver con la guerra que se vivió en Irlanda del Norte está enterrado por paladas de tierra. ¿Por qué? Aquello fue una guerra cruel, sí, en Europa y en la segunda mitad del siglo XX. Y sus consecuencias continúan: esta semana han disparado a un hombre en las piernas en el Oeste de Belfast, que es el típico ataque que se repite varias veces al año.

El futuro era esto

El futuro era usar tu propio coche para repartir comida a domicilio a desconocidos que preparan otros, y todo ello sin tributar en tu correspondiente hacienda. Eso, sí, gracias a una App, que se trata del “futuro”. ¿A qué hemos llegado? ¿Dónde vamos? No son preguntas por elevación, son cuestiones concretas: en serio, ¿qué moto nos están vendiendo los que se fascinan por la tecnología con noticias como que Uber va a pelear ahora por el reparto a domicilio con su flota de conductores?

Y en una economía virtual

Esperen, que hay más. Porque no se trata solo de modelos de negocio cuestionables cuyas empresas (no son aplicaciones “molonas”, no, son empresas) tributan en EE.UU. o paraísos más lejanos. Se trata de que, además, este tipo de compañías no son rentables: Uber no gana dinero, y su competencia, como Cabify, tampoco, según leemos en Hipertextual: 1,3 millones de euros en pérdidas solo en España, lejos de sus objetivos, sigue haciendo rondas de financiación exitosas. ¿No es esto una burbuja?

El nuevo logo de la Juventus

Más allá de la vistosidad del juego y de lo que son capaces de hacer algunos jugadores, el fútbol, como fenómeno mundial, me fascina. Y al mismo tiempo me horripila por culpa de la cantidad de mediadores mediocres que se enriquecen cobrando comisiones que pagamos los aficionados en escandalosos sobreprecios de camisetas o entradas. Pero hay un punto medio que me interesa profesionalmente: el camino del marketing deportivo que explican bien en Brandemia esta semana, por ejemplo, con el caso del nuevo logo de la Juve.