François Hollande se ha encargado de dejar claro que Francia está en guerra. El motivo es muy sencillo: el gobierno francés necesita justificar que va a usar toda la fuerza de la que dispone para hacer frente, en Francia y en Siria, a quienes han atacado al país. Y de un modo ágil, sin necesidad de consultar al parlamento. Las 5.000 balas disparadas solo en Saint-Dennis y la posterior felicitación por ello son la prueba. Sinceramente, no sé si la excusa y estas decisiones me parecen bien o mal, pero las entiendo.
El “buenismo” como amenaza
Continuo: porque también puedo entender que haya personas que ante una amenaza global quieran recuperar el espíritu y el lema del “no a la guerra”. Pero en este caso sí tengo opinión: el “buenismo” puede convertirse en una amenaza, sobre todo, para quien lo abandera. Imaginemos que finalmente UGT y CCOO, junto a Podemos e IU, convocan esta manifestación sobre la que informa en ‘Vozpópuli’, ¿qué pasará si el yihadismo vuelve a atacar? ¿Y si lo hace en España?
Pero “buenistas” no son todos
En ‘Libertad Digital’ guardan siempre un par de espacios en su portada contra Podemos, yo creo que por divertimento. Pero las dos noticias de ayer eran especialmente preocupantes. Miguel Urban justificaba: “Hay gente que no ve otra salida que inmolarse” (hay mucha otra gente que en la misma situación decide no hacerlo). Y Andrés Bódalo, número uno de la formación por Jaén, ha sido condenado a tres años por golpear a un concejal socialista de la localidad. Bódalo es, además, reincidente: “Hace tiempo fue condenado a dos años de cárcel por hechos similares en Úbeda, por incidentes en Sevilla en 2005 y otras faltas de lesiones en 2014”.
Carmen Lomana, ¿senadora?
Me parece estupendo que Carmen Lomana se presente como candidata de Vox al senado español para cerrarlo. Por un lado, estoy de acuerdo con ella sobre la inutilidad de esta cámara que, básicamente, sirve para que PP y PSOE mantengan 160 y 63 trabajadores, respectivamente, con un buen sueldo a cargo de nuestros impuestos. También me parece bien que personas conocidas decidan hacer públicas sus filias políticas. Y por supuesto, alabo que estas “celebrities” nos ayuden a recordar que cualquiera puede hacer carrera política si quiere.
El precio de la corrupción
Lo que todos intuíamos se confirma: la corrupción tiene un precio, contante y sonante. Un buen ejemplo es Valencia. Años de pelotazos y obras faraónicas dejan una herencia muy sencilla: esta comunidad no ha podido engancharse al crecimiento. Más bien, todo lo contrario, con un PIB por debajo de la media, destrucción de empleo después de la burbuja que deja muchos subsidiados, no se aprovechó la oportunidad de generar tejido productivo ni industrial, y un sector público con grandes vías de agua.