Hace unas semanas hablábamos de las discusiones que había generado en las redes sociales el ataque a una chica, identificada como parte de una banda neonazi, por un grupo en Murcia. Hasta el ministro de Interior se significó, y muchos se preguntaban si incluso este ataque no hacía, en parte, justicia. Ayer leíamos que “la intocable”, Lucía García de la Calzada, ha sido identificada como participante en la agresión de hasta 30 neonazis a una pareja y su familia en Murcia.
Cuando las campañas hacen efecto
Cuando las campañas hacen efecto acabamos leyendo tuits como el que firma Pablo Díaz, al que mi admirado Egoitz Moreno rebautiza con bastante gracia como “Pablo el ‘sucnormal’”. Este mexicano afincado en Madrid tuiteaba: “Acojonante. Tener que aguantar a catalanes hablando en catalan en el metro de madrid. Acojonante” (sic). Es evidente que lo que Pablo afirma es una estupidez, pero es el resultado de todo lo que se señala al pueblo catalán en Madrid.
No solo lo hace Telefónica
Vaya por delante una certeza: no solo Telefónica está vendiendo los datos que puede comercializar de sus usuarios. Lo hacen todas las empresas que son capaces de hacerlo sin remordimientos. La casualidad ha hecho que la filtración de la venta de Telefónica haya coincidido con la presentación de un producto de esta empresa para gestionar, precisamente, la información que Telefónica posee de cada usuario, y tiene que servirnos de recordatorio.
Todos menos Trump tenemos la culpa
Soy consciente de que he recurrido en esta columna en otras ocasiones a la frase de Homer Simpson: “Todos menos yo tenéis la culpa”, pero una vez más podemos aplicarla, en esta ocasión, a Donald Trump, que acusa a Barack Obama de estar detrás de las filtraciones en la Casa Blanca que dejan en ridículo su gestión. Por supuesto, la culpa tiene que ser de alguien, y si es negro, progresista y está en contra del uso de las armas, tiene más papeletas para llevársela.
Esos juguetes “inteligentes”
Un peluche que se conecta al smartphone de los padres para que estos puedan hablar, por medio del muñeco, con sus hijos aunque estén en casas diferentes. ¿Podría ser una buena idea? Lo que sorprende es la desastrosa gestión, además, de la empresa, que ha dejado los datos de los usuarios de acceso a los muñecos y las aplicaciones en servidores sin seguridad: ya hay constancia de que están en posesión de unos hackers, y el mal uso de la voz de padres y niños, de contraseñas y conversaciones, es incalculable.