Que nadie se mueva…

Nadie quiso moverse el lunes en el PP, todas y todos estaban estáticos, fijados por la foto que se sacaban y tuiteaban, ipso facto, votando al nuevo líder, al aclamado Núñez Feijóo. ¿El 99,63% de los votos? Pues me parecen pocos, igual Pablo Casado voto en blanco, o nulo, haciéndolo a Homer Simpson o con una rodaja de chorizo en el sobre. Nadie sabe quién será la díscola o el díscolo que no ha permitido ese 100% redondo en el haber del nuevo presidente del PP, que lleva ejerciendo como tal desde que Vox entró en el gobierno castellano y leonés. El nuevo PP empieza a la búlgara, por el bien de todos, que no acabe a la madrileña.

Que ya lo hacen otros

Nadie se mueve en el PP porque todas y todos quieren ser inmortalizados votando correctamente a Núñez Feijóo, y porque los de los vaivenes tienen que ser los del PSOE. Miquel Roig, una vez más, clavaba su tuit: “El Gobierno dice que ha informado a Argelia de lo del Sáhara y Argelia responde que es mentira (ahora el Gobierno dice que ya tal). El Gobierno anuncia que ya ha llegado a un acuerdo con los transportistas y a los 20 minutos tres nuevas patronales se suman al paro. El Gobierno anuncia la semana pasada que limitará el precio de la luz a 180€ el MW. El Gobierno anuncia hoy que ya no se plantea limitar el precio de la luz”.

No es un pedazo de tierra, es su ciudadanía

Cuando Zelenski habla de no ceder territorio ante Rusia no se trata de un pedazo de tierra, que en sí mismo es importante, por cierto. Se trata de una parte de la ciudadanía ucraniana que quedará bajo el yugo de un país al que rechazó democráticamente en 1991. Eduardo Saldaña recuerda en Twitter el mapa de aquel referéndum, en el que hasta en las zonas más prorrusas los votos a favor de la independencia fueron el 80% o más. Cuando hablamos de países hablamos de las personas que los habitan, que nadie olvide esto al mostrarse a miles de kilómetos templado contra invasiones o belicoso contra el derecho a defenderse.

Y no es Meta, es Rusia

Finalmente, no ha sido necesario que Meta (la empresa propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp) tome la decisión de abandonar el país de Putin: “Un tribunal prohíbe Facebook e Instagram en Rusia por ‘extremismo’. Acusa a estas redes sociales de difundir informaciones sobre Ucrania que no coinciden con lo que Moscú considera oficialmente ‘verdad’ y por contribuir a la difusión de manifestaciones por la paz” (Xavier Colás, en Twitter). Es Rusia quien aísla mediáticamente a su población para intoxicarla, para manipular el aislamiento económico y moral que está sufriendo la dictadura rusa (a la que algunos aún siguen justificando).

Definitorio

Tiene razón Borja Barba cuando tuitea que esta noticia de Europa Press: “El Defensor del Pueblo recibe quejas de ciudadanos que han invertido en ‘criptos’ y ‘han perdido todo’”, es un rasgo “definitorio de una sociedad que nunca jamás es responsable de nada y siempre exige explicaciones por sus propios errores”. Es así de sencillo: nos hemos convertido en una sociedad que solo exige y que hasta cuando una pandemia mundial limita su acción se queja, vía sindicatos, cómo no, ante los gobiernos, como si estos no fueran parte de la sociedad, sino entes a los que señalar, reclamar y seguir exigiendo.

Una persona que hizo el bien

No conocía a Brent Renaud y no tengo ni idea de cómo era en la distancia corta, pero sí sé que un periodista que se ha jugado la vida para contarnos lo que estaba pasando en zonas de conflicto (hoy, Ucrania; ayer, Irak y Afganistán) ha hecho el bien. El mundo sigue necesitando a esas heroínas y a esos héroes que van armados con cámaras, micrófonos y cargadores para las baterías, que se arriesgan para que nosotros no podamos pasar de largo ante el horror. Renaud, su compañero herido por fuego ruso, y todas y todos los reporteros en zonas calientes tienen que ser reconocidos y prestigiados, para empezar, por sus empresas.

Explicadnos esto

Hay un imbécil en Bilbao (en realidad, hay muchos, los que nos tocan proporcionalmente) que tiene una bandera rusa en su balcón. Es nueva, comprada para la ocasión, para exhibirla y señalar que en esa casa vive alguien que seguro que es capaz de justificar la muerte de la mujer embarazada y rescatada, y su bebé, que fotografió Evgeniy Maloletka, de AP, durante el bombardeo a la maternidad de Mariúpol, y que ha dado la vuelta al mundo. Puede que quien quiera encuentre una justificación, que tenga sentido es otra cosa. Lo que no tiene explicación ni perdón es tanto dolor innecesario ni los apoyos que reciben los victimarios.

No lo entiendo

Una persona puede ser muchas cosas, incluso un poco imbécil o un poco cabrón, entra dentro de la normalidad. Lo que no tiene perdón es ser un hijo de puta capaz de difundir la propaganda rusa que pretende justificar la invasión y el asedio que estamos viendo, y la amenaza nuclear sobre nuestras cabezas. Fernando Arancón denuncia el hilo de Javier Couso que resume “todos los bulos y excusas que Rusia ha ido creando estos días, juntos en este hilo como si fuesen hechos contrastados. Esta sucesión de tuits la firmaría el ministerio de Exteriores ruso. Qué espanto. Luego son quienes pontifican con el ‘pensamiento crítico’”.

A este, tampoco

A quien se entiende muy bien es a Miguel Garrido. El residente de la Confederación de Empresarios de Madrid y vicepresidente de la CEOE tuiteaba esto entre homenaje gastronómico y homenaje gastronómico: “España sigue sin bajar impuestos a los combustibles. El gobierno se enriquece mientras los ciudadanos se arruinan”. Lo hace solo unos días después de que la propia CEOE se rasgase las vestiduras ante la posibilidad de que se limiten los beneficios de las eléctricas. Pero, ¿a quién representan estos? ¿Por qué se empeñan en parecer vividores ricachones liberales en lo económico e indecentes en lo moral?

Más madera

Si Instagram cumple su palabra estos días la red social dejará de estar disponible en Rusia, lo que impedirá que se difunda su propaganda, pero también las fotos de las hijas y los hijos de los famosos oligarcas, viviendo en la opulencia, y las de las influencers. Algunas de ellas lloraban tras el anuncio de la empresa y ante la posibilidad de volverse invisibles. Si durante la pandemia lo banal e innecesario podía suponer una vía de escape, a las puertas de una guerra mundial me resulta insoportable. Y si cancelarlo además puede ser una medida de presión, vía hijas de oligarcas que lloran, me parece incluso una buena idea. Es la guerra.

La puta guerra

Emilio Morenatti nos está mostrando, con su habitual sensibilidad, la guerra que hay a dos pasos de la puerta de nuestra casa. Como Morenatti son muchos las y los fotógrafos, las y los cámaras y las y los periodistas que sobre el terreno se juegan el pellejo para mostrarnos que no hemos aprendido nada, y que para que siga fluyendo el gas a Europa y los astronautas estadounidenses sigan alcanzando la estación especial internacional, hemos mantenido a sátrapas al frente de gobiernos y ejércitos agigantados. La nuestra es una civilización de mierda y necesitamos que nos la muestren con toda su crudeza.

Les hemos dejado solos y solas

Los primeros días de esta guerra están siendo terriblemente crueles, por lo que la escalada puede resultar desgarradora: hemos visto a personas que huyen, que mueren y que se salvan de un bombardeo por los pelos, a familias que lo han perdido todo, a soldados heridos y a un tanque ruso pasar por encima de un vehículo ocupado en Ucrania salvajemente. Pero lo peor es la impotencia: hemos visto a una OTAN maniatada por una amenaza nuclear heredera de la guerra fría y a una UE que lo más duro que ha podido hacer es iluminar un edificio con los colores de la bandera de Ucrania, a cuyos habitantes hemos abandonado a su suerte.

Con nocturnidad y alevosía

Aprovechando que la invasión rusa sobre Ucrania ha aplastado también el resto de la actualidad, el gobierno de la Comunidad de Madrid ha reconocido que el hermano de Isabel Díaz Ayuso ha facturado más de 280.000 € por importaciones de material sanitario durante la pandemia, es decir, una cifra prácticamente igual a la que daba Pablo Casado. Quien ha reconocido el montante se ha aprovechado del cambio de telón que le ha proporcionado la guerra, pero también hay una buena carga de recochineo: solo con Casado derrotado y humillado han reconocido que la verdad la dijo el que se va y no la que se queda.

No lo entiendo

La puta guerra le ha venido bien a Pablo Casado para coger aire, lo que es un alivio para cualquiera que lo pasa mal viendo sufrir a otro ser humano, aunque haya sido un ser vil en lo político. Pero ni la guerra puede hormigonar la mazmorra del PP que ha quedado a la luz, con algunos detalles mezquinos que tienen más importancia de la que parece: “Ángel Carromero deja el PP: ‘Ya nada tiene sentido’”, leemos en El Plural. No lo entiendo: no entiendo a quienes abandonan la militancia en un partido cuando se agotan sus expectativas de tener un sueldo gracias a esa misma militancia. Igual soy un romántico. O un viejo.

La importancia del periodismo

Ayer, mientras la guerra azotaba a Ucrania y escocía en toda Europa, y mientras los titulares sobre el desastre en el PP luchaban por no caerse de las webs, Radio Euskadi emitió un programa especial para celebrar los 40 años de la UPV/EHU. Lo hizo desde la Facultad de CC.SS. y de la Comunicación, que fue mi casa durante diez años. La celebración, el recuerdo a las primeras generaciones de periodistas (en la figura de Andoni Ortuzar, nada menos) y la reivindicación de la profesión sonaron igual de necesarias. Sobre todo, esta última: sin periodismo, sin periodistas, no estaríamos hablando de nada de esto.

Ni ellos, ni nosotros, ni nadie

Las y los periodistas hemos recibido una lección de humildad durante la pandemia después de ver cómo negacionistas interesados y estúpidos nos comían la tostada. Otra cosa es que la hayamos aprendido. Tampoco viene mal un baño de realidad en otros sectores. Por ejemplo, el hilo de Pablo Pizarro no habrá gustado a muchos: “¿Comprenderemos algún día desde el sector hostelero que no somos el ombligo del mundo? (…) Por no hablar del hostelero que se queja de las pocas ayudas, pero después, a su proveedor, aquel que no tiene ayudas y en muchos casos no puede cerrar porque es esencial, le deja el pufo”.

No somos sostenibles

La parte buena de Internet es que todos podemos llegar a ver relatos como el Jason Mayne en Twitter y en Todo Noticias: “En el desierto de Atacama hay un basural de ropa. Sí, un lugar donde hay –por lo menos– 100.000 toneladas de prendas. Muchas tienen etiqueta y nunca fueron utilizadas”. Una historia de la que, además, surge otra: “Para llegar hasta ahí pasamos por un asentamiento de –mayormente– venezolanos. Algunos chilenos lo llaman ‘la toma’ o también podría ser un campo de refugiados informal”. Mayne nos recuerda que “la producción de textiles causa el 20% de la contaminación de agua potable en todo el mundo”.

El relato necesario

“Leica reivindica la importancia de la fotografía para celebrar sus 150 años”, leemos en Photolari. Y para ello la marca alemana ha lanzado un vídeo titulado: “El mundo necesita testigos”, que sirve para recordarnos lo importante que es que haya alguien en cada conflicto para contar al resto del mundo lo que sucede. Y si es con una Leica, mejor. Pero en el digital de referencia sobre foto no dan puntada sin hilo y nos recuerdan que la marca ha creado este vídeo y una serie numerada de cámaras reforzadas para esas aventuras por más de 8.000 € cada unidad que “acabará en más vitrinas de coleccionistas que en manos de fotoperiodistas”.

“Consejos que engañan”

Un domingo como este, tan domingo y tan gris, lo es menos con lecturas como el artículo en The Conversation sobre la publicidad encubierta de los influencers en Instagram que firman las profesoras y el profesor de la UPV/EHU, Jiménez, Elorriaga, Olabarri y Monje. Después de analizar “4.500 posts de 45 influencers” llegan a una conclusión arrolladora: “En el 80 % de las ocasiones en las que hay marcas de por medio no se identifica con claridad que se trata de un contenido pagado” pese a que “la legislación actual en España obliga a todos los agentes del sector publicitario a identificar los contenidos pagados”.

Una historia de la mafia

Reconozco que algunos de los mejores momentos del pasado verano para mí han sido los que robaba al día o a la noche para leer un capítulo más de Fariña. Reservé el libro antes de que la justicia lo secuestrara y ha estado meses en mi balda, pero la espera ha sido satisfactoria. El fallecimiento de Manuel Charlín en Nochevieja me ha devuelto a aquel recomendable relato de Nacho Carretero: una historia de la mafia con el inofensivo acento gallego que la pieza de Javier Romero en La Voz de Galicia ha completado, sobre una familia que se convirtió en clan mafioso más que ninguna otra en aquellas rías.

Twitter lo soporta todo

Por supuesto que Arnaldo Otegi sabe que las reticencias de EAJ-PNV al decreto sobre la energía del gobierno español tienen que ver con la viabilidad de las empresas y no con ningún favor a las eléctricas, pero eso le da igual. Aitor Esteban le afea en Twitter su “demagogia sin responsabilidades” y aventura, porque lo hemos visto todos, que cuando haya cierre de fábricas, el de Bildu “irá a manifestarse en defensa del empleo”. Pero todo eso no importa nada a Otegi: él ya ha escogido bando, el del populismo para intentar colar a la ciudadanía una verdad parcial. Lo que lleva haciendo toda la vida, vamos.

Encantado y encantada con sus redes

Arnaldo Otegi, como Isabel Díaz Ayuso, están encantados con sus redes sociales digitales que les permiten conectarse a esos miles de personas que necesitan compartir sus obsesiones, encontrar a quien las comprenda, tranquilizarse junto a sus semejantes (por eso comunidades como las que se crean en torno al de Bildu o a la del PP son tan numerosas y activas) porque en el fondo saben que algo falla en lo que defienden. Arnaldo apuesta por una Euskadi engañada. Isabel, por un Madrid enervado y reaccionario, que ponga el grito en el cielo porque a su líder le han baneado una foto en Instagram durante una corrida de toros.

El objetivo es el mismo

Bildu y PP comparten el mismo objetivo y las mismas estrategias. En el fondo, lo único que les diferencia son matices en lo ideológico y lo discursivo porque en el Parlamento Vasco coinciden más que disienten en las votaciones. Lo suyo es desgastar al partido del lehendakari y el presidente español, deshacer las coaliciones de gobierno, contar votos de fascistas para alcanzar las mayorías suficientes. Y si para ello tienen que apoyarse en una crisis sanitaria y económica sin antecedentes, lo hacen. Sin arrugarse, sin sonrojarse, sin preocuparse de si se parecen los unos a los otros tanto que solo les diferencia la cámara que les enfoca.

No tenemos excusas

Fue Otegi, precisamente, el que intentó armar una excusa peregrina sobre la violencia y los botellones, hablando de un modelo de ocio importado (¿en contraposición al modelo de violencia, al que considera nativo por su propia experiencia?). Después del ataque de un estudiante armado en la UPV/EHU, el periodista Beñat Gutiérrez acierta en su análisis: “Parece que una parte de la sociedad vasca es incapaz de hacer ningún tipo de autocrítica. Los botellones eran culpa de ocio neoliberal y lo de hoy de Leioa, del estilo de vida americano. Como si fuésemos una especie de Milhouse siempre víctima de las malas influencias”.

Una competición adulterada

Otro periodista, Endika Río, recuerda en Twitter que, en las ligas de nuestro entorno, “ninguna aplaza sus encuentros para contar con los jugadores de la Conmebol”. La española, sin embargo, si permitirá que el partido entre Real Madrid y Athletic de Bilbao se celebre cuando a los blancos les venga mejor. Así de sencillo: si tres jugadores se les van es necesario aplazar el partido. Eso adultera la competición claramente, igual que un calendario con demasiadas fechas significativas y unos horarios, con la pésima excusa de la televisión, que perjudica siempre a los mismos. Qué asco de liga.