Escapada griega (y 3)

Concluyo el relato del viaje a Grecia, realizado del 10 al 20 de marzo, que dejaba la pasada semana en Meteora.

16 de marzo. Amanece lloviendo pero, para cuando terminamos de desayunar, la lluvia cesa y nos permite ver lo que era el principal motivo de este viaje, los monasterios de Meteora, construidos sobre las moles rocosas y declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988. En el hotel verificamos los horarios y los días que abren que, para este día, son sólo 3: Monasterio Roussanou (siglo XVI), San Nicolás (reconstruido en el siglo XVI) y San Esteban, el más nuevo, pues data del siglo XVIII. Es al único que se accede sin escaleras. Nos dirigimos luego a los tres que faltan y vemos que el de Varlaam (siglo XVII), también está abierto, así que subimos a verlo. Comemos en un restaurante de Kastraki y regresamos al hotel. Tarde libre y de descanso, pues hemos subido 643 escaleras y bajado otras tantas.

Son 6 los monasterios que se pueden visitar previo pago de 3 euros cada uno, así que el 17 de marzo nos dirigimos a los dos que nos faltaban, el Gran Meteoro (sigo XIV) y el de la Santísima Trinidad (siglo XV), el más conocido, por ser la localización de varias películas, entre ellas una de las de James Bond. Todavía no he dicho que tuvimos ocasión de verlos cubiertos de nieve, pues amaneció nevando, aunque cesó para las 9 de la mañana. Eso sí, en las escaleras de acceso había nieve y un grado de temperatura. Hoy ha tocado subir 540 escaleras. No quiero ni pensar lo difícil que será aparcar el coche en verano junto a los monasterios, pues los espacios son pequeños. Las mujeres tienen que acceder al interior de los monasterios con una falda larga, que proporcionan en la taquilla. Espero volver a hablar con más detalle de Meteora, pues es un sitio único.

Por la tarde tuvimos que recorrer los 231 km que nos separaban de nuestro siguiente destino, Delfos, que se realizan en algo más de 3 horas, teniendo que pasar puertos con nieve en la cuneta, pueblos escalonados en las montañas y muchas plantaciones de olivos. Elegimos el mes de marzo pues, en nuestro anterior viaje, hace 6 años, pasamos calor en ese mes. En esta jornada, en las montañas hemos vuelto a estar a 4 grados. Las dos siguientes noches las pasamos en el Nidimos Hotel ***, muy bien situado y con aparcamiento, algo importante en Delfos. Cuenta con un coqueto lugar para los desayunos y, desde la terraza de la habitación, excelentes vistas sobre la bahía de Itea y los montes nevados de Kalavrita. Lástima que hiciera tanto frío en la calle.

El 18 de marzo fue el único día en el que no tuve que tocar el coche, pues nuestro destino, uno de los puntos fuertes del viaje, se encontraba a 950 metros del hotel. Se trata del yacimiento arqueológico de Delfos que, desde 1987, forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Este antiguo santuario del siglo VI aC, está considerado como una de las ruinas mejor conservadas de Grecia. Según la mitología, Delfos es el centro del mundo antiguo, el omfalos u ombligo. La escultura de Prometheus nos da la bienvenida al recinto arqueológico, en el que sucesivamente vamos pasando por el Ágora romana, el Tesoro de los Atenienses, el Templo de Apolo y la Columna Serpiente, el Teatro y el Estadio. Fuera del recinto tenemos la Fuente Castalia, el Gimnasio y el precioso Santuario de Atenea Pronaza.

Hacemos un alto en el camino para comer algo en la cafetería del Museo Arqueológico, que visitamos a continuación. Pese a ser un lugar muy concurrido, también cierra a las 15:30 h, así que tenemos que andar rápidos. La entrada reducida para el recinto y el museo cuesta 6 €. Estamos en uno de los mejores museos arqueológicos de Grecia. Cuenta con 14 salas en las que contemplamos a Cleobis y Bitón, la Esfinge de Naxos, la cabeza crisoelefantina, Pancratista Agias, Apolo, Antinoüs y el Auriga de Delfos. En otra ocasión espero volver a hablar de Delfos, para dedicarle la atención que merece.

El 19 de marzo fue muy intenso, pues fue nuestra última jornada en Grecia y, a las 6 de la tarde tuvimos que devolver el coche de alquiler. Tan sólo llevábamos 9 km recorridos, cuando me detuve en un lugar del que nunca había oído hablar, Arachova, uno de los pueblos de montaña mas turísticos de Grecia. Atrás habíamos dejado las montañas nevadas del Golfo de Corinto y de nuevo vimos la nieve cerca y mucha gente sacándose selfies con el monte Parnasos (2457 m) a su espaldaa. Esto trajo a mi memoria cuando en 1978 subimos al Olimpo (2918 m), la montaña más alta de Grecia y segunda de los Balcanes, sólo superada por el búlgaro Musala (2925), en el que estuve con anterioridad.

Teníamos previsto haberlo visitado el día anterior por la tarde pero, con eso de que todo cierran tan pronto, lo dejamos para la última jornada. Se trata del Monasterio de Hosios Loukás, uno de los más bellos monasterios bizantinos de Grecia, que, desde 1990, forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Dedicado a su fundador, San Lucas, un ermitaño del siglo X cuyos restos se están en la cripta, fue construido en 1011 sobre los cimientos de una iglesia de 944. Es conocido por su cripta, mosaicos y pinturas. La entrada cuesta 4 euros. Fuera del recinto está la coqueta Metamorphosis church.

Seguimos a la carrera. Comida rápida en un restaurante de la autopista y nos dirigimos al hotel a dejar el equipaje. Todavía no hemos terminado, pues aún nos faltaba una visita a 45 km del hotel, en el cabo Sunión, donde se levanta el Templo de Poseidón, construido en el año 413 aC (entrada 3 €). Es un lugar lleno de encanto por el que deambulan las perdices. Existe un bar que se encuentra abarrotado de personas pues es domingo y muchos atenienses se desplazan hasta aquí para contemplar la puesta de sol. Para nosotros fue el broche perfecto para poner el punto final a nuestro viaje por Grecia.

Del cabo Sunión regresamos al aeropuerto sin poder contemplar la puesta de sol, aunque apuramos al máximo ya que casi todo el viaje se realiza por autovía. Entregamos el coche y nuevamente nos alojamos en el Sofitel, situado en el mismo aeropuerto. El 20 de marzo regresamos a casa en dos vuelos, primero de Atenas a Frankfurt (3 h) y luego de Frankfurt a Bilbao (2 h). Lo peor fue que tuvimos que pasar más de 4 horas en el aeropuerto alemán, en el que aprovechamos para cenar, aunque fuera un poco temprano.

Nos ha encantado Grecia, además de sorprendernos gratamente por sus buenas carreteras y excelente gastronomía. Eso sí, hemos tenido temperaturas bastante bajas. Nos han tratado muy bien y, aunque el griego es muy difícil os dejo tres palabras que al menos merece la pena aprender: Kaliméra (Buenos días), Efcharistó (Gracias) y Parakaló (De nada). La escapada griega ha concluido.

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