En resumen

Nadie como Antonio Cartier ha descrito el selfie que se lleva sacando a diario el PP desde la semana pasada: “Militantes de un partido condenado se concentran en apoyo de una política acusada de corrupción por el líder de su partido, al que le regalaron los estudios, en una sede pagada en B”. Y dice todo eso sin mencionar los juicios que irán cayendo, como una gota malaya, sobre la frente de Pablo Casado, sin hablar de cómo Vox está devorando a los de la gaviota por la derecha y antes de que supiésemos que José Luis Martínez-Almeida habría pedido dejar de ser portavoz nacional para que esta crisis no le entierre.

Alguna tiene que ser

Alguna tiene que ser la recogida de cable más grande de la historia, y creo que tardaremos muchos años en superar la que ha batido todos los récords: la reunión de Casado con Ayuso, organizada por el primero, y que terminó con la conclusión de que la presidenta de la Comunidad de Madrid no había hecho nada malo, forma parte de la galería de los horrores políticos. El presidente del PP tiene en su haber, o en su debe, haber tomado mal todas las decisiones desde que decidió empezar la ignición del PP. Todas. Lo único que puede aportar ya al partido es quemarse hasta que su formación construya una alternativa.

Igual tienen que pararse a pensar

Si después de la implosión en el PP la que sale beneficiada es la extrema derecha y no la autoproclamada izquierda española, igual en el PSOE y Podemos tienen que hacerse alguna pregunta en vez de chistes y tuits. Si ante un estropicio como el que estamos viendo el elegido como refugio de los votantes del PP es el partido de Abascal, Buxadé y Espinosa de los Monteros, la culpa no es de la sociología de España, sino de la composición política fallida del arco parlamentario, la falta de centralidad y la polarización que todos los partidos han trabajado pensando que les beneficiaba pero solo mejora, está claro, a la fascistada.

Este es el resultado

El liderazgo en el principal partido de la oposición española es frágil, tanto como estamos viendo estos días. Y si PSOE y Podemos siguen en el gobierno español no es por sus méritos, sino porque los partidos nacionalistas vascos y catalanes son más responsables parando a la extrema derecha que los cinco partidos de ámbito “nacional” español. Con estos mimbres es imposible que España haga un cesto bueno, y eso lo saben en EE.UU.: “Para salir bien en la foto, el partido de Joe Biden escoge a España como ejemplo de gran economía que peor va en la recuperación del PIB tras el descalabro del covid”, tuiteaba Miquel Roig sobre el gráfico.

Y en Euskadi, EA

La tormenta sobre Madrid ha dejado en poco menos que chubasquito la ruptura de EA en Euskadi. Evidentemente, el partido de Garaikoetxea se ha quedado raquítico, si recibe atención es por lo que supuso y si salta a Twitter, por lo que queda: “Resulta patético ver a Garaikoetxea sin que le dejen entrar al congreso del partido que fundó”, tuiteba Juan Mari Gastaca. La imagen paupérrima solo es el resultado de la colección de actos previos que da como resultado un beneficio político para Bildu y quién sabe si también económico con los locales de los alkartetxes. Otro partido devorado por Sortu.

No podemos

Antonio Cartier se preguntaba en Twitter, con pleno acierto, si “podemos dejar de mirar a otro lado” después de ver, con estupor, cómo el fascista Angel Dzhambazki hacía esta semana en el Parlamento Europeo el saludo nazi para abandonar la eurocámara durante la discusión en la que se exponía, con acierto, que Hungría y Polonia tendrán que pasar por el aro democrático para recibir el dinero de la recuperación poscovid. Por muy incómoda y violenta que sea la imagen no podemos evitarla, tenemos que abordar de la manera más realista y seria el problema que tenemos: los fascistas son el enemigo y el enemigo tiene fuerza.

La risión

Seguro que en la cabeza de Emilio Delgado sonaba espectacular su propia idea: coger un periódico, hacerle dos agujeros y mirar a través de ellos a Isabel Díaz Ayuso mientras hablaba en la Asamblea de Madrid, a modo de espía de comedia. Pero lo único que consiguió el parlamentario de Más Madrid es ser el único que se acercó al ridículo que, sin duda, hicieron las y los grandes líderes del PP madrileño y nacional a mediados de esta semana. La política es una cosa seria, no necesariamente aburrida (y a los hechos protagonizados por Ayuso, Casado y García Egea me remito), pero sí es seria. Y así hay que tomársela.

La política también son los equipos

La política, esa cosa que hay que tomarse en serio y de la que tenemos que expulsar a los fascistas, no la hacen los partidos, ni siquiera los gobiernos: la hacen los equipos. Los equipos que forman las y los líderes, y que deciden qué va a hacer el partido y el gobierno de turno. Así que, sí, un partido y un ejecutivo valen tanto como lo hacen sus mejores equipos. Precisamente por eso, este tuit de Ícaro Moyano resulta tan poco esperanzador: “Carromero, Teodoro y Alberto Casero. El delta force de Casado da un poco de risa floja. Hay días que Miguel Ángel Rodríguez desayuna más fuerte que zamparse a estos 3 mosqueteros”.

No todo el acoso fue este acoso

Sigo creyendo que el acoso que recibieron Pablo Casado, Irene Montero y su familia en su propio hogar fue injustificable y que sus responsables deberían desfilar por el juzgado sin excepción. Por lo que la absolución a uno de los periodistas que lo perpetraron me pareció escandalosa… Hasta que empezamos a conocer detalles de la denuncia y la sentencia que Chema de Pablo explica bien en Twitter: el error fue el enfoque de los denunciantes. Y me temo que también de quienes lo hemos contado: los hechos juzgados son muy concretos. Lo que tuvieron que soportar abarca mucho más. Y de ahí emana la indignación.

Estamos volviéndonos gilipollas

Los fascistas y los políticos que piensan en el tuit y el chistaco llegan a los parlamentos si alguien los mete en una lista y muchas personas les votan. El problema es que nos estamos volviendo gilipollas. Pero gilipollas de verdad. Todos y todas. Y vemos, escuchamos o leemos noticias que deberían de movernos a tomar decisiones y no hacemos nada. Incluso en lo más banal: Facebook está muerto, lo sabemos desde que Zuckerberg anunció Meta. Algunos aprovechan para sacar los últimos millones del negocio pero este se acabó. Que el jefe obligue a sus trabajadores a llamarse entre ellos “metacompañero” o “metacolega” es solo la evidencia más palpable. Pasemos página.

«El día en que el PP voló por los aires»

En mitad de esta vorágine que está viviendo la política española (y la vasca, porque el PP es un partido con representación en la CAV y Nafarroa), es necesario reconocer el valor de José María Olmo y el medio en el que publica sus investigaciones, El Confidencial, que es el que ha levantado esta gran y jugosa liebre. No solo eso, también nos ha regalado uno de los mejores titulares, este de Ana Belén Ramos: “El día en que el PP voló por los aires: ‘Casado y Ayuso morirán matando’”. Es difícil sugerir más en menos palabras. Es difícil mostrar mejor que como lo han hecho esta semana el digital y sus periodistas lo importante que sigue siendo informar.

Un saludo a quienes querían a una Ayuso

Si algo ha quedado claro a las primeras de cambio en todo este embrollo con la marca PP es que a Díaz Ayuso no le importa nada dinamitar su partido y su gobierno, y que el hermano de la presidenta de la comunidad de Madrid se ha llevado una pasta por intermediar en un contrato de mascarillas en el peor momento de la pandemia. Con esta premisa me gustaría, desde estas líneas, mandar un abrazo a todas esas personas que en Euskadi han dicho eso de: “Pues si sale una Ayuso aquí yo la voto”. Claro que sí. Porque la libertad y lo que surja ha sido un zanahoria que no pocos han deseado mientras otros llenaban las alforjas.

Casi todo el PP vasco, callado

Ni Oyarzabal ni Iturgaiz, en otros momentos bastante locuaces, han utilizado sus redes sociales digitales de momento para situarse con los isabelistas o los pablistas. En el PP vasco solo Bea Fanjul se ha significado, y lo ha hecho con una fotografía de ella junto a Pablo Casado y una enorme imagen de Miguel Ángel Blanco. La utilización del concejal asesinado por ETA ha generado cierta (y lógica) controversia, a la que la propia Fanjul ha respondido: “Lamento si esta foto no es la más indicada. Me gustaba y por eso la he subido”. Pero no ha rectificado: no solo la mantiene, sino que la ha puesto como imagen de cabecera en su cuenta.

“Imaginaos”

Joseba Permach ha aprovechado la crisis del PP para tuitear: “Imaginaos el nivel de espionaje al que han sido sometidas todas las personas que han pasado por alguna dirección de la izquierda independentista vasca y sus familias. 40 años con cuentas y teléfonos intervenidos, seguimientos policiales, micros… Ningún caso de corrupción. Ninguno”. No sé ni por dónde empezar: hablar de ese supuesto espionaje sin mencionar a ETA como truco deja bastante que desear. Y hablar de ETA es hacerlo de extorsión y por supuesto, de seguimiento, acoso e intervención en las vidas ajenas. No solo en el PP falta un poco de vergüenza.

La banda sonora del día

Sé que la cantante Rosalía se dirige a un público diferente al que yo formo y que a sus seguidoras y seguidores es probable que esta pelea intestina del PP les suene más lejana que a mí. Pero creo que eligió mal el día en el que lanzar su próximo hit: “Chicken Teriyaki”. No porque compita con una explosión nuclear en el PP, sino porque como banda sonora del desastre es ideal: su ritmillo entre base chunga de teclado Casio y sonido diseñado para vender ropa de Bershka me parece muy adecuado para todo lo que vivimos el miércoles. Que la haya presentado desde un jet privado solo la mejora como candidata.

«Guerra total»

Al PP no le duran las alegrías ni lo que dura una noche electoral: la “guerra total” (me parece que Público ha acertado en su definición) que se han declarado los unos a los otros solo puede traer el colapso de la cúpula del partido. A nadie se le escapa ya que Pablo Casado es un cadáver político, que no va a ser nunca una alternativa real a Pedro Sánchez, pero la que ha montado (o ha dejado que monten, que en este caso, da igual) con un espionaje a Isabel Díaz Ayuso, su gran rival interna y, a la vez, uno de los valores políticos de este PP desnortado, solo puede acabar mal. Y sí, la responsabilidad es atribuible a Casado.

Ángel Carromero, en el centro

¿Qué ambiente se respiraba en los despachos de los populares ayer, tanto en la sede principal, como en el gobierno de la comunidad de Madrid, como en el ayuntamiento de la capital de España? Es muy difícil levantar ese mal rollo, esa sensación de traición y de estar expuesto al escarnio público por los que son “los tuyos” y “las tuyas”. Porque esto no va de hechos (el espionaje en sí mismo) sino de personas: algunas fuentes apuntan a Ángel Carromero (nada menos que director general de Coordinación del Ayuntamiento de Madrid) como brazo ejecutor. Levanta eso internamente y ante la opinión pública.

Y el hermano, claro

Todo apunta a que el supuesto espionaje buscaba desactivar a Isabel Díaz Ayuso como enemiga interna de Pablo Casado. Para lograrlo, el elegido ha sido el hermano mayor de la presidenta de la Comunidad de Madrid: “Sus negocios como freelance, como autónomo, comisionista o heredero de sociedades de sus progenitores también han ido poco a poco haciéndose hueco en los medios de comunicación”, leemos en El Plural, donde también explican cómo Tomás continúa participando en contratos adjudicados por la comunidad de Madrid, como hicieron su madre y su padre en la época de Esperanza Aguirre.

¡Qué va a hacer el PP!

El desmentido por parte del PP es inevitable. ¿Qué van a hacer? Tampoco corre ningún riesgo el puesto de trabajo de Ángel Carromero, ni los contratos en los que participa, de manera directa o tangente, Tomás Díaz Ayuso. Cualquier paso que alguien dé ahora será susceptible de ser interpretado como consecuencia de las noticias que han atravesado al PP de norte a sur. Así que, al mal ambiente y a la sensación de decepción habrá que añadir el bloqueo. No solo en acciones: los bloques de isabelistas y pablistas se apretarán y mirarán de frente ahora más que nunca. Otra vez, el PP de Pablo Casado es corto en victorias y largo en derrotas.

Hombre, algo hay

Lo más difícil para el PP va a ser coser el partido internamente. Esa es una tarea compleja, que siempre se alarga más de lo deseado y, lo peor, que es percibida en el exterior como un síntoma de debilidad, de fragilidad, como si te desactivara para empresas mayores. Que se lo digan a Pedro Sánchez, que hizo implosionar al PSOE. Ahora le toca al PP, que tendrá que cobijar su escándalo y tensión internas mientras fuera arrecia: los juicios por corrupción siguen celebrándose y la cadena de adelantos electorales que Casado había programado para escalar hasta las generales ahora le puede pesar y hasta asfixiar.

El eco castellano-leonés

La lectura ya más sosegada de los resultados electorales en Castilla y León, elevados a anticipo de unas Generales por el empeño de Casado y la participación de Sánchez y Abascal, nos sigue dando reflexiones interesantes, como la que hizo a vuelapluma Aitor Esteban en clave vasca: “Unas elecciones muy lejanas. Abstención en el municipio del Condado de Treviño: 64’11%. Abstención en La Puebla de Arganzón: 59’59%. Abstención en la provincia de Burgos: 37’19%”. La excepción burgalesa en el territorio alavés ha vuelto a mostrarse ajena a un proceso electoral que le atañe pero que ni le ocupa ni le preocupa.

Haciendo cosas nazis

A Jorge Buxadé ya le vimos arrastrado por sus propios compañeros, entre collejas, porque había salido muy alegre al atril durante el mitin de fin de campaña de las elecciones catalanas de 2021. El pasado domingo, el eurodiputado de Vox celebró los resultados de su partido en Castilla y León también muy arriba, cantando “obrero y español” a sus parroquianos. Una canción que es, qué casualidad, la que corean en sus manifestaciones los integrantes de Hogar Social Madrid, esa asociación de ultras, de neonazis, de cabezas rapadas. Esa y no otra fue la tonadilla que vino a la cabeza pelada de Buxadé en plena algarabía.

Ayuso, sin complejos

Isabel Díaz Ayuso sabe todo esto porque de tonta no tiene ni un pelo, aun así, está “a favor de pactar sin complejos con la ultraderecha: ‘Que no importe lo que opine la izquierda’” (Público). La presidenta de la Comunidad de Madrid quiere gobernar con quienes corean canciones de grupos nazis y con quienes anuncian, en su primer pulso negociador, que pedirán la derogación de la ley autonómica de Violencia de Género y el decreto de Memoria Histórica. Medidas que ha impulsado o gestionado el PP, que es el partido que lleva gobernando Castilla y Léon más de 30 años seguidos con su característico “progresismo”.

¿El pueblo? ¿Qué pueblo?

Pero lo del PP no es tanto amor al facherío (que también) como su afición a disparar con pólvora del rey: las elecciones las pagamos todos y sus consecuencias quienes serán gobernados por la derecha sufriendo las extorsiones de la extrema derecha. Y Ayuso promueve ese pacto con Vox, con todas sus consecuencias negativas, sin pensar en el bien de la ciudadanía castellano-leonesa: “Génova se indigna con Ayuso: ‘Ha roto la tregua al primer día’” (Vozpópuli). Todo lo que está pasando va del PP, de sus luchas intestinas y de cuánto tiempo podrá aguantar Casado al frente del partido con su equipo.

Y la izquierda, a lo suyo

Después de que el PSOE haya perdido las elecciones (en la anterior cita con las urnas en Castilla y León fue la opción más votada aunque acabó gobernando el PP con Ciudadanos) y de que Podemos haya enterrado el listón de sus expectativas, tocaría una autocrítica. Y solventarlo todo con la excusa sociológica de que la autonomía es así de facha no cuenta, precisamente, como tal. Galleto Fontanedo lo tuiteaba con sorna: “Una manera muy buena de recuperar los votos perdidos es insultar a los votantes. No hacer ni un poco de autocrítica y llamar masa aborregada a la mayoría política , una estrategia sin fisuras”.