Alguien tenía que decirlo

En la cuenta en Twitter de Pantomima Full comparten cada viernes un vídeo parodiando a algún colectivo. Este fin de semana ha tocado el de los niños rata que juegan a ser brokers invirtiendo en criptomonedas. Cada chiste de la pareja de humoristas se queda corto, cada rasgo caricaturesco resulta insuficiente para mostrar cómo vemos a los niñatos que confunden la energía con beberse un Monster, la inversión con la estafa de lo cripto, y a un asesor financiero con un youtuber gritón y ostentoso que no ha ganado ni la mitad del dinero que promete. Y de quienes les siguen todavía nos reímos más.

La realidad

La burbuja de las criptomonedas, por lo menos, nos ha regalado un buen vídeo de Pantomima Full, pero las consecuencias de que un montón de chavales estén expuestos a canales de Tiktok y YouTube, y cuentas en Instagram donde les prometen enriquecerse si entregan el dinero rápidamente al vendepeines de turno, pueden ser graves. “Las criptomonedas están arruinando la educación financiera de una generación de adolescentes”, alertan en El Blog Salmón. Un fenómeno, el de los niños inversionistas, alarmantemente extendido en el mundo anglosajón y que se acerca al nuestro, como cualquier otro.

Y aún hay más

Rompo mi propia norma de no repetir medio en la misma columna porque esto otro que también publican en El Blog Salmón va en la línea de los párrafos anteriores: “Donde realmente ganan los brokers es cuando sus usuarios están haciendo trading de forma constante. La publicidad de estas plataformas sumado a las ganas de destacar de algunas personas indican un camino a los inversores, pero es un camino erróneo”. Por eso los influencers animan a mover el dinero constantemente, porque el largo plazo, aunque es más rentable para el inversor, no lo es para ellos y sus apps. Así de fácil.

Dinero y esfuerzo de verdad

No podía faltar la guerra en Ucrania en esta columna, aunque parezca que vaya de inversiones y vendedores de humo. Si un gremio es valioso ahora mismo en la frontera ruso-ucraniana es el de los periodistas. Sin embargo, nosotros mismos nos maltratamos: Israel Merino publicaba un tristísimo hilo en Twitter en el que contaba cómo una revista le pedía contenido en exclusiva de la guerra a cambio de 320 € netos menos gastos sobre el terreno. Quien hace la llamada (y no hay publicación que se libre) ya sabe lo que ofrece y, sin embargo, sigue adelante, despreciando lo que deberíamos poner en valor, precisamente.

Apoyo virtual

Termino esta columna sobre inversiones digitales hablando del más virtual de los valores españoles: el apoyo de las y los políticos del PP. Gordo Cincuentón lo tuiteba así: “Los barones del PP mostrando su apoyo incondicional a Feijóo de la misma manera que la semana pasada lo hacían con Casado”. De esta manera empieza la semana en Génova 13, donde trabajan de momento los únicos que dan gracias a Putin por atraer toda la atención mediática. La guerra en Ucrania es una desgracia que debemos seguir de cerca (porque la tenemos a dos pasos, además), pero la guerra en el PP tampoco se nos puede olvidar.

La puta guerra

Emilio Morenatti nos está mostrando, con su habitual sensibilidad, la guerra que hay a dos pasos de la puerta de nuestra casa. Como Morenatti son muchos las y los fotógrafos, las y los cámaras y las y los periodistas que sobre el terreno se juegan el pellejo para mostrarnos que no hemos aprendido nada, y que para que siga fluyendo el gas a Europa y los astronautas estadounidenses sigan alcanzando la estación especial internacional, hemos mantenido a sátrapas al frente de gobiernos y ejércitos agigantados. La nuestra es una civilización de mierda y necesitamos que nos la muestren con toda su crudeza.

Les hemos dejado solos y solas

Los primeros días de esta guerra están siendo terriblemente crueles, por lo que la escalada puede resultar desgarradora: hemos visto a personas que huyen, que mueren y que se salvan de un bombardeo por los pelos, a familias que lo han perdido todo, a soldados heridos y a un tanque ruso pasar por encima de un vehículo ocupado en Ucrania salvajemente. Pero lo peor es la impotencia: hemos visto a una OTAN maniatada por una amenaza nuclear heredera de la guerra fría y a una UE que lo más duro que ha podido hacer es iluminar un edificio con los colores de la bandera de Ucrania, a cuyos habitantes hemos abandonado a su suerte.

Con nocturnidad y alevosía

Aprovechando que la invasión rusa sobre Ucrania ha aplastado también el resto de la actualidad, el gobierno de la Comunidad de Madrid ha reconocido que el hermano de Isabel Díaz Ayuso ha facturado más de 280.000 € por importaciones de material sanitario durante la pandemia, es decir, una cifra prácticamente igual a la que daba Pablo Casado. Quien ha reconocido el montante se ha aprovechado del cambio de telón que le ha proporcionado la guerra, pero también hay una buena carga de recochineo: solo con Casado derrotado y humillado han reconocido que la verdad la dijo el que se va y no la que se queda.

No lo entiendo

La puta guerra le ha venido bien a Pablo Casado para coger aire, lo que es un alivio para cualquiera que lo pasa mal viendo sufrir a otro ser humano, aunque haya sido un ser vil en lo político. Pero ni la guerra puede hormigonar la mazmorra del PP que ha quedado a la luz, con algunos detalles mezquinos que tienen más importancia de la que parece: “Ángel Carromero deja el PP: ‘Ya nada tiene sentido’”, leemos en El Plural. No lo entiendo: no entiendo a quienes abandonan la militancia en un partido cuando se agotan sus expectativas de tener un sueldo gracias a esa misma militancia. Igual soy un romántico. O un viejo.

La importancia del periodismo

Ayer, mientras la guerra azotaba a Ucrania y escocía en toda Europa, y mientras los titulares sobre el desastre en el PP luchaban por no caerse de las webs, Radio Euskadi emitió un programa especial para celebrar los 40 años de la UPV/EHU. Lo hizo desde la Facultad de CC.SS. y de la Comunicación, que fue mi casa durante diez años. La celebración, el recuerdo a las primeras generaciones de periodistas (en la figura de Andoni Ortuzar, nada menos) y la reivindicación de la profesión sonaron igual de necesarias. Sobre todo, esta última: sin periodismo, sin periodistas, no estaríamos hablando de nada de esto.

Ha empezado otra guerra

La guerra que ha iniciado Vladímir Putin en Ucrania no es una guerra más, aunque no es la única que se libra en el mundo ni la primera retransmitida en directo (el ataque de Israel sobre Palestina de hace unos meses ya lo vivimos minuto a minuto). Y es una guerra especial porque sucede a las puertas de Europa y porque Rusia es un país enorme, con un potencial militar difícil de igualar, con un líder que no responde ante nadie, y que se ha preparado durante años, posiblemente, durante décadas, para librar y ganar cualquier guerra energética y digital (con ciberataques) que se le presente. A eso nos enfrentamos.

No, no vale todo

Cualquiera que se atreva a mirar de frente a lo que nos enfrentamos abandona de inmediato cualquier discurso bonista sobre la guerra, el diálogo y los pueblos hermanos. A un agresor siempre le para alguien, nunca para él solo. Pero tampoco vale todo: “La presencia de altos cargos con ideología neonazi y/o de extrema derecha en el seno de la OTAN” (Público) no es permisible. En una guerra hacen falta personas con inteligencia y sensibilidad, y la historia nos ha demostrado que ningún fascista lo es. El grupo de izquierdas europeo, The Left, hace bien en dirigirse a la Comisión para que intervenga a las puertas de un conflicto.

Un poco más cerca

La guerra de Rusia contra el sentido común en Ucrania ha eclipsado el gran tema español: la salida de Pablo Casado del Congreso, donde se despidió con estas líneas que también ha tuiteado: “Entiendo la política desde la defensa de los más nobles principios y valores, el respeto a los adversarios y la entrega a los compañeros”. El sufrimiento que le generaron sus propios compañeros me pareció horroroso, pero no por ello voy a aplaudir a un Casado que ha hecho una política más de calificativos que de lo sustantivo (y así le ha ido), y que ha sido un activista del bajo nivel de la democracia que padece su propio país.

No, no facturan como “comisionistas”

La indecencia de Putin y la desvergüenza de Casado no pueden hacer que nos olvidemos de que la crisis política en España empezó por una posible comisión del hermano de Isabel Díaz Ayuso en un contrato de un proveedor de mascarillas. Que tenga precaución con la descripción de los hechos no significa que trague con cualquier cosa, como parece que hace Cristian Campos, por lo que leemos en su tuit. El jefe de Opinión en El Español cree que “comisionista” es un epígrafe para autónomos, que “comisión” se factura así, y que si no lo haces estás libre de toda sospecha (sobre todo, si eres del PP). Claro que sí, guapi.

La culpa la tiene siempre los vascos

Pablo Echenique, escarbando en el nivel político español, se ha unido esta misma semana al viejo mantra de que, pase lo que pase, la culpa siempre la tenemos vascos: el PSOE, el partido que es socio de gobierno de Podemos, tumba la iniciativa de una empresa pública de energía en España y el que fuera mano derecha de Pablo Iglesias señala al PNV. ¡Claro que sí! Porque la gente en España y en Euskadi es tonta y, total, si traga con que Casado respeta al rival y que si en una factura no aparece el concepto “comisión” no lo es, ¿por qué no va a tragar con que el enemigo de la energía barata es el principal partido vasco?

El hilo de la traición

El periodista Marcos Pinheiro ha elaborado un hilo en Twitter a modo de goteo de traiciones que muestra lo que todos hemos visto: un PP cainita y voluble cuyos integrantes, incluso los promocionados por Pablo Casado, no guardaban ni el mínimo respeto exigible al presidente de su partido. Los cambios de “idea”, la forma en la que los exponían (con unos elementos que se iban repitiendo), las renuncias a cargos sin sueldo (los que conllevan asignación no se han tocado) y la exigencia a un Casado desacertadísimo (y eso es innegable) de que se eche a un lado han revelado una foto a todo color de un partido unido solo por el interés.

Qué ojo

Quien coja las riendas del PP se va a encontrar con todos los caballos cojos, pero quien ha salido tropezándose en la carrera a Moncloa es la que se presenta como líder de la izquierda: Yolanda Díaz no pudo escoger peor día, peor hora ni casi peor canal para anunciar que en abril empezará a dar forma a ese “frente amplio” del que mucho han hablado pero poco sabemos. La vicepresidenta española soltó la noticia en el 24h a la hora a la que García Egea daba una entrevista en LaSexta que generó más expectativas que titulares e incluso que tuits. En ambos casos, como en el de Núñez Feijóo, sus próximos pasos van a resultar apasionantes.

Serán las últimas de Arrimadas

La posible convocatoria electoral, esperable por parte de un PSOE que no creo que deje cuajar ni al nuevo líder del PP ni el nuevo proyecto de Yolanda Díaz, seguro que es la última para Inés Arrimadas. Para ella y para su partido, porque no habrá nadie que se aferre cuando no queden asientos a los que hacerlo. Así que, si para alguien es importante que la legislatura se alargue es para quienes tienen todavía escaño y para sus asesores. Ciudadanos no tiene futuro y a nadie se le escapa, tampoco a Arrimadas ni a quienes ahora (otros que miden fatal los tiempos) reclaman que se aparte para llevar a cabo una “refundación” (El Plural).

Y la oportunidad de Abascal

El único motivo por el que Pedro Sánchez puede adelantar las elecciones generales (y si no lo ha hecho entre que yo he mandado esta columna y se ha publicado) es la debilidad del PP. De regalo, el famoso “frente amplio” de Yolanda Díaz puede no estar preparado a tiempo y Podemos está más débil que nunca. Ciudadanos ni cuenta, evidentemente. Pero los que sí están fuertes son los de Vox, que confían, incluso, en convertirse en el principal partido de la oposición, según El Independiente, sin que eso moleste, precisamente, a Sánchez y sus planes. Y es en la ceguera de estos últimos en la que está el verdadero peligro.

¡Dejadnos en paz, pesados!

Cuando el Athletic va mal, la “filosofía” es discutida. Pero cuando va bien, resulta insoportable. Será porque los de Lezama demuestran que la mayor parte de lo que se mueve en el negocio del fútbol es innecesario (o solo es necesario para llenar algunos bolsillos). Así, esta temporada se ha vuelto recurrente la “injusticia” que supone que cualquier chaval del mundo no pueda jugar en el Athletic. Claro, porque no es injusto que, precisamente, el negocio del fútbol quite la ilusión a los canteranos del Real Madrid, o del Getafe, que se ven taponados por los representantes que colocan jugadores para que el dinero no deje de moverse.

En resumen

Nadie como Antonio Cartier ha descrito el selfie que se lleva sacando a diario el PP desde la semana pasada: “Militantes de un partido condenado se concentran en apoyo de una política acusada de corrupción por el líder de su partido, al que le regalaron los estudios, en una sede pagada en B”. Y dice todo eso sin mencionar los juicios que irán cayendo, como una gota malaya, sobre la frente de Pablo Casado, sin hablar de cómo Vox está devorando a los de la gaviota por la derecha y antes de que supiésemos que José Luis Martínez-Almeida habría pedido dejar de ser portavoz nacional para que esta crisis no le entierre.

Alguna tiene que ser

Alguna tiene que ser la recogida de cable más grande de la historia, y creo que tardaremos muchos años en superar la que ha batido todos los récords: la reunión de Casado con Ayuso, organizada por el primero, y que terminó con la conclusión de que la presidenta de la Comunidad de Madrid no había hecho nada malo, forma parte de la galería de los horrores políticos. El presidente del PP tiene en su haber, o en su debe, haber tomado mal todas las decisiones desde que decidió empezar la ignición del PP. Todas. Lo único que puede aportar ya al partido es quemarse hasta que su formación construya una alternativa.

Igual tienen que pararse a pensar

Si después de la implosión en el PP la que sale beneficiada es la extrema derecha y no la autoproclamada izquierda española, igual en el PSOE y Podemos tienen que hacerse alguna pregunta en vez de chistes y tuits. Si ante un estropicio como el que estamos viendo el elegido como refugio de los votantes del PP es el partido de Abascal, Buxadé y Espinosa de los Monteros, la culpa no es de la sociología de España, sino de la composición política fallida del arco parlamentario, la falta de centralidad y la polarización que todos los partidos han trabajado pensando que les beneficiaba pero solo mejora, está claro, a la fascistada.

Este es el resultado

El liderazgo en el principal partido de la oposición española es frágil, tanto como estamos viendo estos días. Y si PSOE y Podemos siguen en el gobierno español no es por sus méritos, sino porque los partidos nacionalistas vascos y catalanes son más responsables parando a la extrema derecha que los cinco partidos de ámbito “nacional” español. Con estos mimbres es imposible que España haga un cesto bueno, y eso lo saben en EE.UU.: “Para salir bien en la foto, el partido de Joe Biden escoge a España como ejemplo de gran economía que peor va en la recuperación del PIB tras el descalabro del covid”, tuiteaba Miquel Roig sobre el gráfico.

Y en Euskadi, EA

La tormenta sobre Madrid ha dejado en poco menos que chubasquito la ruptura de EA en Euskadi. Evidentemente, el partido de Garaikoetxea se ha quedado raquítico, si recibe atención es por lo que supuso y si salta a Twitter, por lo que queda: “Resulta patético ver a Garaikoetxea sin que le dejen entrar al congreso del partido que fundó”, tuiteba Juan Mari Gastaca. La imagen paupérrima solo es el resultado de la colección de actos previos que da como resultado un beneficio político para Bildu y quién sabe si también económico con los locales de los alkartetxes. Otro partido devorado por Sortu.