En su partido y en su gobierno, Pablo Iglesias se toma la política como un juego de tronos continuo. Lejos de ser moderna, la suya es una política de corte, de maquinaciones y de rápidas huidas por los pasillos para adelantarse y anunciar antes que nadie la decisión que toque y, así, anotarse el tanto ante los súbditos. Como lo hace en Twitter todo parece más actual, pero no lo es. Y juega con fuego y las cosas de comer de todos: si Iglesias sigue tensionando el gobierno que vicepreside, intentando anotarse cada tanto después de retar a sus ministros, la cuerda acabará por romperse y lo celebrará el PP.
Cada gol en contra, derrota
Pablo Iglesias quiere que creamos que echa todos los pulsos, de este modo lo que consigue es que, cada vez que no se sale con la suya, creamos que lo ha perdido: “Pedro Sánchez ignora a Podemos y enviará a Bruselas su plan para recortar las pensiones”, leemos en Vozpópuli. Ni el titular ni el hecho son una anécdota: los medios a la contra cantan cada gol que meten al de Podemos y piden el VAR cada vez que los marca él. En cualquier caso, la política ni es el arte de competir ni el de asaltar, es el arte de sumar y llegar a acuerdos. Es decir: quien no diferencia la campaña de la legislatura, a la larga, está perdido.
Que miren hacia dentro
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias saben que tienen un problema: el Estado paga muchos sueldos a franquistas declarados, en forma de pensiones pero también en forma de salarios. Personas que se limitan a tolerar la democracia siempre que el erario público siga abonando lo que creen que les debe. Y lo peor es que si uno ve las tertulias políticas puede pensar que PSOE y Podemos han difundido argumentarios en los que intentan hacer creer que los que añoran el pasado tienen que parecer el pasado. Pero no: en Público vemos pantallazos de un chat de militares en activo que aplauden peticiones de fusilamientos.
Cortesanismo digital
Por muchos intentos que haga Pablo Iglesias por repetir aquella política cortesana, nunca llegará a la altura del personaje que nunca pasa de moda: el pelota real, el que dice a los que se sientan en el trono (o el consejo de ministros) lo apuestos que están cada día. Hoy escriben en digitales y hablan de YouTube, pero la intención es la misma: “Leonor, la reina de YouTube: los datos que confirman la popularidad de la heredera”, titulan en Vanitatis. La pieza va sobre el canal en YouTube de la Casa Real, que “es un éxito”, y sobre cómo los vídeos protagonizados por Leonor parecen los preferidos. ¿De quién? ¿Para qué?
El 20% considera mal
Seguimos con YouTube porque en Reason Why he encontrado una de esas noticias que no puedo evitar comentar: “El 20% de la audiencia considera que ver contenido en YouTube es como ver la Televisión”. Es un estudio a nivel mundial en el que señalan a la ciudadanía estadounidense como la que más comete este error: hasta el 36% de los espectadores no distingue entre la televisión y YouTube. Una gran equivocación: nada tiene que ver un canal de televisión con contenidos, los que sean, y una cadena de responsabilidad, con un agregador de morralla (lo que es YouTube sin el marketing).