Continúo el relato del viaje realizado del 7 al 17 de septiembre pasado por Inglaterra y Gales, que dejaba hace dos semanas en Cornualles. El 12 de septiembre, tras recorrer 190 millas en algo más de tres horas de viaje, cruzamos el Canal de Bristol y nos plantamos en Cardiff, la capital de Gales (Wales en inglés y Cymru en galés). Nos instalamos en el Hotel Ibis Cardiff Gate-International Business Park **, que fue nuestro campamento base durante tres noches y, rápidamente nos desplazamos a Caerleon, distante poco más de 11 millas, en el municipio de Newport. Teníamos prisa pues a las 5 de la tarde cerraban estas ruinas romanas en las que tan sólo nos dio tiempo a ver los restos del anfiteatro y el Roman Legionary Museum, un pequeño pero interesante museo. La entrada cuesta 4,80 libras pero no nos cobraron nada, quizás porque sólo faltaba poco más de media hora para el cierre.
Ya sin prisa, nos tomamos tranquilamente una cerveza en la terraza del pub Ye Olde Bull Inn, junto al que habíamos dejado aparcado el coche, antes de desplazarnos otras 6 millas, todavía en Newport, hasta el Newport Transporter Bridge que, según cuentan, es uno de los siete puentes trasbordadores de todo el mundo que se encuentran en uso, aunque ahora no lo estaba. Obra de la ingeniería eduardina, se construyó en el año 1906 para cruzar el río Usk. El más antiguo lo tenemos muy cerca, entre Portugalete y Areeta-Getxo. Es el Puente Bizkaia, construido en 1893. Es el cuarto de este tipo que conocemos, tras haber visto el de Rochefort (Francia) y el argentino del barrio porteño de La Boca. De esta forma concluyó esta larga jornada que comenzó en Newquay (Cornualles).
13 de septiembre. Fue el día más lluvioso del viaje, pues prácticamente no paró en toda la jornada, así que cambiamos el plan y, en lugar de recorrer algo de Gales, optamos por quedarnos todo el día en su capital, Cardiff o Caerdydd, si usamos su denominación galesa, pues teníamos posibilidad de pasar ratos a cubierto. Como cuando salimos del taxi no llovía, aprovechamos para recorrer el pequeño pero coqueto parque de Alexandra Gardens, donde se encuentra el monumento nacional galés de la guerra. Estamos en una zona en la que abundan las estatuas y dos monumentales edificios, el Ayuntamiento y el Crown Court o Tribunal de la Corona.
Enseguida empezó a llover, así que optamos por la visita más importante que teníamos dentro del plan B, el National Museum Cardiff, uno de los emblemas de la ciudad y el único museo en el Reino Unido en su gama de muestras de artes y ciencia. Particularmente me gustó el amplio espacio dedicado a la ciencia y la zoología, donde vimos una roca lunar, un mamut, dinosaurios, un tiburón ballena, el esqueleto de una ballena jorobada y la tortuga laúd más grande del mundo. En la sección de arte, destacar la escultura “El beso”, de Rodin y el lienzo “La Parisienne”, de Renoir. La entrada es gratis, algo de agradecer cuando todo es tan caro.
De nuevo cesó la lluvia y seguimos caminando entre jardines hasta llegar al emblema de la ciudad, el castillo, cuyo interior no pensábamos visitar pero sí sus jardines. pero ni lo uno ni lo otro, conformándonos con ver el dragón a lo lejos. Hacía cinco días que murió la reina y es lo único que encontramos cerrado en el viaje, probablemente porque en un par de días se esperaba la visita del rey Carlos III. Al mal tiempo, buena cara, así que optamos por tomar un vino en la terraza de un bar de la Hight Street Arcade, una hermosa galería cubierta. De allí nos dirigimos a otro lugar cerrado, el mercado central. Tras la visita comimos en su piso superior, obsequiándonos con unos huevos fritos con patatas.
Entre chaparrón y chaparrón tuvimos que caminar durante casi 2,5 km hasta el Abandoibarra de Cardiff, la Bahía, que aspira a convertirse en el epicentro turístico de la ciudad, concentrando modernistas edificios como el Wales Millenium Centre, un palacio de congresos al que llaman el armadillo, el The Senedd, la sede del Parlamento galés, y la noria. Tomamos un café, abrimos el paraguas y seguimos hasta la Norwegian Church Arts Centre, una pequeña iglesia anglicana. También hay.y varias esculturas: la figura de Roald Dahl, el Mariner Memorial, World Armoni Peace, Memorial to Captain Scout y la dedicada al Minero de carbón. De allí volvimos al Centro del Milenio, cerca del cual hay una parada de taxis para regresar al hotel.
Qué bien hicimos con cambiar el plan, pues el 14 de septiembre amaneció radiante, el mejor de todas las vacaciones, así que volvimos al plan previsto para el día anterior, con dos importantes lugares para visitar, estando el primero a tan sólo 20 minutos del hotel. Se trata del castillo de Caerphilly (Caerphilly castle), situado en el pueblo del mismo nombre, donde me entretengo fotografiando algunas esculturas antes de acceder a su interior, rodeado por un foso que es el hogar de patos, fochas y un buen grupo de gansos y de cisnes.
El castillo de Caerphilly es una fortificación normanda, siendo el mayor de Gales y el segundo más grande del Reino Unido tras el castillo de Windsor. En su mayor parte fue construido entre los años 1268 y 1271, estando rodeado por varios lagos artificiales que lo protegen a modo de fosos. Las mejores imágenes son las de los reflejos del castillo en el agua. No obstante, merece la pena pagar las 10,10 libras que cuesta la entrada, para acceder a su interior y así contemplar los dragones y el gigante que sujeta las ruinas de una torre.
Gales cuanta con cuatro castillos eduardinos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, pero nos quedaban muy lejos, en el norte, pero el de Caerphilly ha merecido la pena. Tuvimos más de hora y media de viaje para llegar a nuestro siguiente destino, Tenby, que presume de ser el pueblo más bonito de Gales, cosa que no me extraña, pues las pasamos canutas para encontrar un restaurante en el que poder comer, pues todos estaban a tope y el aparcar en el centro era misión imposible. Lo primero que vimos fueron las murallas.
Al visitar Tenby por la tarde tuvimos la suerte de coincidir con la bajamar, cuando la belleza de esta localidad se engrandece, al quedar al descubierto sus casi 4 km de playas, que hacen que el puerto quede en el interior de ellas y los barcos varados en la arena. Lo mismo sucede con la St Catherine’s island, que pierde su insularidad y aparece unida a la playa. También nos gustó el pequeño castillo situado sobre la colina, el kiosko, el edificio de la estación de los botes salvavidas y las casas de colores. Vamos, una preciosidad de pueblo. Ha resultado un día espectacular, máxime con lo luminoso que ha estado.
Todavía nos quedaban 100 millas, unas dos horas de viaje, para regresar al hotel en Cardiff, pero esta breve escapada por Gales realmente concluyó en Tenby. Al día siguiente salimos hacia Londres. El viaje continúa.