Municipios de Bizkaia (8)

Continúo el recorrido por otros ocho municipios de Bizkaia, los siguientes en orden alfabético a los publicados el pasado 14 de septiembre. En total son 112 y los recorrí entre los años 2012 y 2016. De esta forma pausada os iré mostrando lo que en mi opinión es lo más interesante en cada uno de ellos.

Comienzo esta entrega con unos de los municipios más hermosos de Bizkaia, Lekeitio, situado a orillas del mar Cantábrico en la comarca de Lea Artibai. Es probablemente también el más densamente poblado, pues tiene censados 7.317 habitantes, en una superficie de tan sólo 1,9 km². Cuenta con notables edificios, entre los que destaca la Basílica de la Asunción de Nuestra Señora, construcción gótica del siglo XV, que cuenta con un magnifico retablo gótico flamenco del siglo XVI. En nuestra visita no podemos obviar la zona del puerto, el Ayuntamiento, el palacio Uriarte y desplazarnos hasta el Faro de Santa Catalina.

Nos desplazamos ahora hasta la la confluencia del río Arratia con el Ibaizábal, donde se encuentra Lemoa, municipio mucho más extenso, 15,85 km², pero menos poblado, 3.504 habitantes. Cuenta con un monte no muy alto pero bastante conocido, Lemoatx (Peña Lemona). Su edificio más relevante es la iglesia de Andra Mari, reedificada y ampliada en 1758. Destaca también la Casa Consistorial, reconstruida en 1981 tras sufrir un atentado el año anterior. Durante mi visita me llamaron la atención unas pinturas de personajes de la mitología vasca.

De nuevo nos trasladamos a la franja costera de la comarca de Uribe, donde se encuentra el municipio de Lemoiz, que tiene una extensión de 13,40 km² y una población de 1.258 habitantes, en parte situados en dos de sus barrios rurales del interior, Andraka y Urizar. En este último se encuentra el Ayuntamiento y la iglesia de Andra Mari, desde donde nos desplazamos al coqueto puerto de Armintza, un buen lugar para comer y contemplar las olas en días de temporal. Allí se encuentran las pintorescas casas de pescadores y la iglesia de Santo Tomás.

La siguiente cita la tenemos en el Txorierri y más en concreto en el municipio de Lezama, que tiene censados 2.445 habitantes que viven en 16,80 km². Cuenta con notables edificios, como la iglesia parroquial de Andra Mari, la Torre de Lezama, del siglo XVI, ubicada en el barrio de Aretxalde y la ermita humilladero del Santo Cristo o de la Santa Cruz. Sin embargo, como hay entrenamiento del Athletic, nos detenemos en sus instalaciones deportivas, ubicadas en este municipio, contemplando las esculturas dedicadas a los históricos Zarra y Gainza.

En el propio Txorierri tenemos la siguiente cita en un municipio de características similares, pues tiene una extensión de 15 km² y una población de 2.394 habitantes que viven muy dispersos, salvo los que se agrupan en su núcleo principal, Zabaloetxe, donde se encuentra el Ayuntamiento, la iglesia parroquial de San Pedro y el conocido restaurante Aspaldiko, que ocupa el caserío Bengoetxe, que data del siglo XVI. Nos acercamos también hasta la coqueta ermita de San Miguel. En Loiu se encuentra la terminal del aeropuerto de Bilbao, la conocida “Paloma”, obra de Santiago Calatrava.

Nos dirigimos ahora al Duranguesado, a un municipio muy extenso, 23,79 km², pero poco poblado, 1.173 habitantes, muy dispersos en pequeños barrios por las faldas del monte Oiz y el puerto de Trabakua, donde descubrimos curiosas ermitas como las de San Martín y San Adrián. Limítrofe con Gipuzkoa, Mallabia está adherido a la comarca de Debabarrena, junto a varios municipios del vecino territorio. En su núcleo urbano se encuentran los principales edificios, el Ayuntamiento, el palacio Amézaga (siglo XVIII) y sobre todo, la  iglesia de la Asunción, de estilo gótico vasco.

Seguimos en el Duranguesado, pero ahora en la carretera que se dirige al puerto de Urkiola, donde se encuentra el municipio de Mañaria, conocido por sus canteras y situado a los pies de los montes Untzillatx y Mugarra, Es el menos densamente poblado de esta entrega, pues en sus 17,73 km² sólo viven 522 personas. Cuenta con notables casas blasonadas, pero destacan dos edificios religiosos, la iglesia de de Santa María de la Asunción, originaria del siglo XVI y la ermita humilladero de Santa Cruz, popularmente llamada Kurutze Santu y también de los Santos Antonios.

Concluimos este recorrido por Bizkaia en la comarca de Lea-Artibai, acercándonos al municipio más extenso de esta entrega, pues tiene una extensión de 45 km² en los que viven 5.068 personas. Markina-Xemein cuenta con cantidad de monumentos, así que me limito a citar los que aparecen en el collage, de arriba abajo e izquierda a derecha: San Pedro de Barinaga, Humilladero del Santo Cristo, iglesia de la Merced, Torre Antxia, Palacio de Ansotegi, iglesia de San José, pescadería municipal, la curiosa San Miguel de Arretxinaga con sus tres piedras, Uhagon Kulturgunea, Casa Consistorial, Palacio Andonegi, iglesia del Carmen, Palacio Patrokua y la monumental iglesia de Santa María de la Asunción.

Las fotos que ilustran esta entrada fueron tomadas entre el 9 de septiembre y el 23 de diciembre de 2014, así que he querido añadir un collage mucho más actual, del pasado mes de noviembre, con fotos tomadas en el puerto de Urkiola, perteneciente al municipio de Abadiño. Allí pudimos ver el Mirador de las Tres Cruces, los montes Untzillatx, Astxiki y Alluitz, el santuario de los Santos Antonios y los colores del otoño en los hayedos del Parque Natural de Urkiola.

Con la imagen del Mirador de las Tres Cruces, con el monte Untzillatx detrás, os deseo un Feliz año 2022. Urte berri on.

¡Qué bonito es Castro!

Tras recorrer los 112 municipios de Bizkaia, comencé a hacer lo mismo con los que limitan con este territorio. Uno de ellos, el más turístico de todos, es Castro Urdiales, que limita con los municipios vizcaínos de Muskiz, Sopuerta, Artzentales y Trucios-Turtzioz. Castro Urdiales tiene una extensión de 96 km² y una población que supera los 32.000 habitantes, repartidos en una docena de localidades. En esta propuesta nos acercaremos a 6 de ellas, teniendo para ello que recorrer un centenar de kilómetros, entre ida y vuelta, desde Leioa.

Antes de llegar a Castro Urdiales, paramos en una de sus pedanías, Mioño, aunque no nos detenemos en su centro urbano, desplazándonos casi 1 km hasta la playa de Dícido, desde donde caminamos un corto tramo hasta un notable resto industrial, el cargadero que daba servicio a las minas de Dícido, hoy abandonadas. Declarado Bien de Interés Cultural en el año 1996, fue construido en 1938 y montado por la empresa Altos Hornos de Vizcaya. Está formado por un gran pilar circular que soporta una estructura de hierro en voladizo.

Nos apartamos unos 5 km de la ruta para ir a otra de las pedanías de Castro Urdiales, Otañes, que cuenta con un notable patrimonio de arquitectura civil, con construcciones ligadas a linajes medievales, como se puede contemplar en las fachadas blasonadas. El edificio más conocido es la Casa-Torre de los Otañes, que fue fundada en el siglo XIV por el linaje de los Otañes y reedificada un siglo después por Lope García de Otañes, ya que fue derribada en 1368 por los banderizos de Enrique de Trastamara.

“Qué bonito es Castro…” Así comienza una popular canción cuya letra no me atrevo a transcribir, pues en estos tiempos tendría connotaciones machistas. Eso sí, que es bonito no se puede cuestionar, máxime si lo contemplamos teniendo en primer plano el coqueto puerto pesquero y como telón de fondo la Puebla Vieja, el conjunto monumental de Castro Urdiales declarado Conjunto Histórico Artístico en el año 1978. De izquierda a derecha vemos la Casa de Los Chelines, la iglesia de Santa María de la Asunción y el castillo, faro y ermita de Santa Ana.

Insisto en esta imagen, pues es el rincón que más me agrada de Castro Urdiales y en el que se va a centrar en esta ocasión nuestra visita. Se trata de la Puebla Vieja, contemplando en primer lugar la gótica iglesia de Santa María de la Asunción, construida entre los siglos XIII y XV. A continuación tenemos el castillo de Santa Ana, al que posteriormente se le añadió el faro. Pasamos el arco medieval y llegamos al peñón-ermita de Santa Ana.

A un paso tenemos la plaza del Ayuntamiento, presidida por su monumental edificio del siglo XVI. A unos pasos encontramos la Casa de Los Chelines, edificio de estilo neogótico proyectado por Severino Achúcarro, en el que se encuentra un conocido restaurante, el Mesón Marinero. Casi al lado vemos la Cofradía de Pescadores San Pedro. Caminando por la zona descubrimos la escultura “A los remeros”, de Carlos Gotilla y el grupo escultórico dedicado “A las mujeres del mar”, obra de Salvador G. Ceballos.

Subimos ahora a la parte alta de la Puebla Vieja, para contemplar de cerca sus principales monumentos, comenzando por el faro, que fue encendido por primera vez el 19 de noviembre de 1853. Está adosado al castillo, construido durante los siglos XIII y XIV. Pasamos por el puente medieval y nos acercamos finalmente a la iglesia de Santa María de la Asunción, el monumento gótico más importante de Cantabria, que cuenta con imponentes gárgolas. Frente a ella se encuentra el monumento dedicado al emperador romano César Vespasiano Augusto, fundador de la colonia Flaviobriga.

Queremos llegar hasta el final del municipio de Castro Urdiales, por lo que seguimos por la N-634, dirección Santander, hasta Islares, contemplando de camino la franja costera. Nuestro destino no es el pueblo ni la playa de Arenillas, sino el Hotel Restaurante Arenillas (www.hotelrestaurantearenillas.com), donde conviene reservar pues siempre está muy concurrido. Antes de llegar nos detenemos brevemente en Cerdigo, por donde pasa el Camino de Santiago, para contemplar la Casa-Torre y la iglesia de San Juan Evangelista.

Nuestro recorrido por el municipio de Castro Urdiales concluye en Sonabia, conocido por la punta del mismo nombre, también llamada La Ballena por la forma que tiene, donde nos entretenemos fotografiando a un grupo de cabras y las montañas que adornan el entorno. Estamos junto a uno de los tramos más hermosos de la costa castreña, la desembocadura del río Agüera, que da lugar a la ría de Oriñón, población que cuenta con una apreciada playa de arena fina y con la iglesia de San Pedro de Antioquia.

De Oriñón a Leioa tenemos tan sólo 51 km que se realizan cómodamente por la autovía A-8, salvo que pilles las más que habituales “caravanas” de los fines de semana,

SYDNEY (Australia), fin del viaje

Concluyo el relato del viaje a Australia y Nueva Zelanda, realizado en otoño de 2018, que dejaba la pasada semana en Sydney.

22 de octubre. Día 30 de viaje. Aprovechando que el billete del BigBus vale para 24 horas, realizamos el último viaje desplazándonos en él hasta las proximidades del Sydney Fish Market, que presume de ser el tercer mercado de pescado más grande del mundo. Siempre que puedo me acerco a los mercados, así que éste no podía faltar. Además, los de pescado me gustan especialmente. Allí mismo se pueden comer los pescados y mariscos, así que menuda envidia me dieron con las mariscadas que estaban degustando, pero a las 10 de la mañana, poco después de haber desayunado, la verdad es que no apetecía. El Mercado del pescado cuenta también con una amplia sección dedicada a verduras, hortalizas y frutas. Abre de 7 a 16 h.

De nuevo tenemos que atravesar el hermoso Darling Harbour para llegar a nuestro siguiente destino, pasando por unos curiosos grupos escultóricos. Se trata del Queen Victoria Building, edificio construido entre 1893 y 1898, que mide 30 metros de ancho por 190 metros de largo. Cuenta con cuatro pisos con numerosos locales comerciales y una cobertura acristalada, al igual que el ventanal que adorna la entrada por George Street. Sin embargo, lo que más me agradó fueron los dos grandes relojes mecánicos que adornan las galerías.

Hoy no cogemos ningún transporte público, así que toca caminar hasta nuestro siguiente destino, por el que luego seguiremos caminando más, ya que se trata del Royal Botanic Garden, por el que ya pasamos el primer día. El Jardín Botánico es la más antigua institución científica de Australia, pues fue fundado en 1816. Este amplio parque cuenta con numerosos árboles y plantas, además de varias esculturas, entre las que destaca la Gobernador Phillip Fountain. Los ibis se acercan a los estanques.

Hemos comido una hamburguesa en un kiosko cercano y de nuevo seguimos paseando por el Royal Botanic Garden, contemplando sus estanques, algunos de ellos con esculturas, por los que deambulan, patos, ibis y otras aves. Finalmente nos acercamos a la zona que se asoma a la bahía, que me resisto un poco a abandonar, pues desde allí contemplamos por última vez el skyline de Sydney y sus dos emblemas, el Sydney Harbor Bridge y la Sydney Opera House. Hemos tardado muchos años en decidirnos a viajar a este lugar que queda tan lejos de casa.

Hoy nos habíamos dado fiesta las dos parejas, así que a última hora de la tarde nos reencontramos en el apartamento para dar un paseo por la calle que tenemos al lado, la comercial Liverpool Street, que pasa junto Hyde Park, en la que existen elegantes comercios, lujosas galerías y vistosos pubs. Es una calle con diferentes opciones gastronómicas, incluidos varios restaurantes españoles, así que a modo de despedida del país decidimos cenar en uno de ellos, la Casa Asturiana.

23 de octubre. Día 31 de viaje. Como el avión no sale hasta la tarde, antes de abandonar el hotel decidimos visitar el Australian Museum, el museo más antiguo de Australia, por cuyo acceso hemos pasado un par de veces, pues está contiguo a Hyde Park. Cuenta con colecciones de zoología, mineralogía, paleontología y antropología. Nos detenemos especialmente en las exposiciones dedicadas a las ballenas, dinosaurios y cultura aborigen. Es un buen lugar para pasar un rato.

Hemos llegado a lo que más temíamos, el largísimo viaje de vuelta. Si empleamos 20 horas para volar de Madrid a Adelaida, cambiando de avión en Dubai, el vuelo de Qantas de Sydney a Londres dura 23 horas, con un Stopover de 1h 40min en Singapur para repostar. Como Qantas no tiene tarifa a Bilbao, tenemos que pasar algo más de 2 horas en Heathrow antes de coger el vuelo de Iberia a Madrid. Poco más de 3 horas en Barajas y finalmente el vuelo a Bilbao, a donde llegamos a las 16:50 h del 24 de octubre, tras pasar más de 24 horas dentro de aviones y 10 en el interior de aeropuertos. Desde que salimos del hotel en Sydnaay hasta que llegamos a casa, unas 36 horas y no digo nada el tiempo sin ver una cama. Así concluye el viaje más largo que he realizado en mi vida, tanto en días como en distancia.

Esta es la entrega nº 179 de este blog viajero, así que he decidido hacer una pequeña pausa para coger un poco de aire, así que en los dos próximos meses solo aparecerá cada 15 días, por lo que espero volver por aquí el 14 de diciembre. Un saludo.

SYDNEY (Australia) en el BigBus

Retomo el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda realizado en otoño de 2018, que dejaba el pasado 24 de agosto en Sydney, tras regresar de las Blue Mountains, las Montañas Azules.

21 de octubre. Día 29 de viaje. Compramos un billete válido 24 horas para el BigBus Sydney, que nos permite subir y bajar de sus autobuses cuantas veces queramos. Nuestro primer destino es Bondi Beach, la playa más famosa de Australia. La palabra “bondi” en la lengua aborigen local hace referencia al sonido de las olas al romper. El día está tristón pero hay ambiente de surfistas y socorristas, aunque la playa me ha decepcionado. Me quedo con la de Ereaga. Lo más interesante ha sido ver las pinturas murales y el Bondi Pavilion, construido a finales de la década de 1920.

La siguiente parada la efectuamos en King Cross, el barrio rojo de Sydney, aunque la nueva normativa ha fomentado la aparición de cafés, comercios de moda y mercados de productos orgánicos. En esta zona destaca la fuente Alamein Fountain y un monumento a los soldados que murieron durante la Segunda Guerra Mundial. La fuente fue diseñada por el arquitecto de origen australiano Bob Woodward. De nuevo en el autobús contemplamos dos emblemáticas torres, la de de Sydney y la del Reloj de la Estación Central de Sydney.

El trayecto en el BigBus es ahora bastante más largo, pues tiene como destino una de las zonas que más me han gustado de Sydney, Darling Harbour, un gran paseo peatonal situado al oeste del distrito central de negocios de Sídney. El abanderado paseo atraviesa Cockle Bay, uno de los canales que conforman el puerto Darling. Desde el paseo contemplamos parte del skyline de la ciudad, la Torre de Sydney, la noria y, al comienzo, el Australian National Martime Museum.

Ahora toca caminar un kilómetro hasta la peatonal Dixon street, donde se encuentra una de las típicas puertas de acceso a Chinatown, el barrio chino más grande de Australia, situado en la parte sur del Distrito Central de Negocios de Sydney. Toda la calle está repleta de comercios y restaurantes de cocina oriental, en uno de los cuales nos sentamos a comer, cosa que no ha sido fácil ya que estaban abarrotados. Vemos a monjes budistas y, caminando hasta el final de la calle, en la confluencia con la Hay street tenemos el enorme Market City, ante el que pasa un moderno tranvía.

Tras tomar un café en la frontera con la zona china, de nuevo cogemos el BigBus hasta Sydney Harbor Bridge, que atraviesa la bahía de Sydney desde que se abrió al público el 19 de marzo de 1932. La longitud total del puente es de 1.149 metros y el arco se eleva hasta una altura de 134 metros. Un periodista se dispone a entrar en directo en televisión teniendo como fondo el otro emblema de la ciudad, la Sydney Opera House, uno de los edificios más representativos del siglo XX, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2007. Esta zona tiene una especie de imán para nosotros. Tres días en Sydney y los tres nos hemos acercado aquí, como hacen los cruceros.

Cerca del Sydney Harbor Bridge, tenemos The Rocks, el barrio más antiguo de Sydney, al que hace poco más de doscientos años llegó la primera flota de prisioneros enviada por el gobierno británico. En la actualidad se ha convertido en un privilegiado lugar, al estar enclavado entre el puente y la Ópera, por lo que cuenta con edificios coloniales, numerosos pubs y tiendas de lujo, que se ubican en torno a la George street. Llamó mi atención el grupo escultórico, “First Impressions”, dedicado a los pioneros de la nueva colonia. La tarde avanza cuando tomamos uno de los últimos autobuses, que ya circulan casi vacíos.

Aunque ya os hablé de él en agosto, otro sitio por el que tenemos que pasar todos los días es Hyde Park, el parque urbano ubicado en el distrito comercial central de Sydney. Su paso es casi obligado pues tenemos al lado el apartamento en el que pasamos las cuatro últimas noches del viaje. La verdad es que no nos importa, pues es un agradable y arbolado lugar desde donde contemplamos la Torre de Sydney, la estatua del Capitán Cook, el Australian Museum o el ANZAC War Memorial, Monumento a los Caídos

El viaje está a punto de concluir, aunque todavía nos queda más Sydney por patear, pero de ello espero hablaros la próxima semana.

Regreso a Portugal (y 4): Cabo de San Vicente, Évora y Elvas

Finalizo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba la pasada semana en el Algarve, tras haberlo recorrido durante dos jornadas completas.

23 de septiembre. Hemos dejado para la última jornada en el Algarve lo que teníamos cerca, así que nos movimos por el entorno de Sagres, donde nos alojamos las cuatro noches. Breve parada en el costero Forte de Beliche y nos dirigimos a nuestro principal objetivo, el emblemático Cabo de San Vicente, que cuenta con una antigua fortaleza y un importante faro. Aquí dejamos el coche y empezamos a caminar sobre el acantilado costero por el Trilho (sendero) dos Pescadores. Es un lugar lleno de encanto, destacando la roca y playa de las Gaviotas, abundantes en esta zona y nuestro punto final, la praia do Telheiro.

Es la única vez en todas las vacaciones en la que, después de comer, podemos descansar un rato en el hotel, aunque a media tarde salimos a tomar un café y caminar por la zona de la Ponta da Atalaya, hasta la parte superior del puerto de Baleeira, que tenemos enfrente del hotel y es el dominio de las gaviotas. Como telón de fondo tenemos los hermosos islotes de Martinhal. Al día siguiente, antes de abandonar el hotel, caminamos un rato por Sagres hasta la escultura del Infante D Henrique. Nos acercamos también a la Fortaleza y contemplamos por última vez el faro del cabo de San Vicente.

24 de septiembre. Dejamos el Algarve. Por delante tenemos 276 km hasta nuestro siguiente destino, Évora. A mitad de camino paramos en una coqueta población, Castro Verde, con idea de tomar algo pero, aunque hay muy poca gente, nos dicen que las mesas son sólo para comer, así que decidimos hacer eso pero en la localidad de Beja. Tras la comida seguimos el viaje, deteniéndonos a fotografiar el castillo de Portel. Finalmente llegamos a Évora, donde nos alojamos en el Hotel Dom Fernando. Desde la habitación contemplamos la piscina y el centro histórico, en el que destaca la Catedral.

Tarde en Évora y decisión a tomar, recorrer el centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986 o ir al Recinto Megalítico dos Almendres, distante 18,5 km. Estuvimos aquí en 2002 y guardo un grato recuerdo de las “piedras”, así que optamos por esa opción y así contemplar el menhir de casi cuatro metros de altura y el crómlech formado por 95 menhires de diferentes tamaños. La siguiente cita fue al Anta Grande do Zambujeiro, un gigantesco dolmen. Me ha dado pena al volver a visitar estas joyas, ver lo abandonado que se encuentra todo, con unos accesos penosos. De hecho, para llegar al dolmen tuvimos que caminar 1 km por una pista, por la que no me atreví a pasar con el coche. Finalizamos la jornada en otro lugar nada cuidado, el Alto de Sao Bento, que cuenta con tres molinos en desuso, que molían cereales. He visto que Évora está muy decadente. ¡Qué lástima!

25 de septiembre.- Con la decisión tomada ayer nos queda poco tiempo para visitar Évora, pues hay que abandonar el hotel antes de las 12 h, así que realizamos una visita panorámica comenzando nuestra ruta en el Monumento a los Caídos, que tenemos al lado. Sólo realizamos una visita interior, optando por la iglesia de San Francisco y la morbosa y anexa Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos), realizada en el siglo XVI por un monje franciscano. La entrada cuesta 5 € (3,50 los mayores de 65 años).

Nuestro peregrinar por Évora se dirige ahora a la plaza que más me ha gustado, la Praça do Giraldo, presidida por la iglesia de Santo Antão (San Antonio Abad), construida en el siglo XVI. La coqueta Pousada dos Loios nos da acceso a los restos del templo romano de Diana, que data del siglo I aC. Tras él hay una estatua dedicada al Dr Barahona. Pasamos junto al Palacio Cadaval y nos acercamos a la portada de la Catedral (Sé de Nossa Señora da Assunçao), edificio gótico del siglo XIV, a cuyo interior decidimos no entrar, pues no tendríamos tiempo de ver las murallas.

Salimos del centro histórico de Évora por la Porta Velha de Lagoa, contemplando a nuestra derecha el Acueducto, inaugurado en 1537. Tenemos que caminar durante 1,5 km para llegar al hotel, por un agradable camino que bordea lo que más me ha gustado de la zona declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la muralla, también conocida como cerca romana, pues su parte más antigua data del siglo III y tiene 2 km de perímetro. La muralla ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de la historia, según fueron pasando por la ciudad diferentes pueblos, como romanos, visigodos o árabes.

Para hoy tenemos 390 km de viaje, pero a los 84 nos detenemos en una ciudad muy cercana a la frontera, que renunciamos a recorrer pues vamos un poco tarde. Se trata de Elvas, cuyas fortificaciones (fotos tomadas de Internet) forman parte del Patrimonio de la Humanidad desde 2012. De hecho prácticamente nos limitamos a conocer el monumental acueducto de Amoreira (siglo XVII) y la coqueta plaza de la República, presidida por la iglesia de Nuestra de la Asunción. Tomamos un vino en una terraza, compramos unas toallas en una calle cercana y de nuevo al coche que hemos dejado en un aparcamiento subterráneo en la plaza. Cuando voy a pagar veo que la máquina me cobra 0 €. Me dirijo al encargado por si ha habido un error y me dice que la primera hora es gratis. Ha sido “una visita express”.

Tras comer bastante tarde por el cambio de hora en las afueras de Badajoz y recorrer 306 km, llegamos a Salamanca, tal como hicimos el 14 de marzo de 2020. En aquella ocasión no nos dieron de cenar, pues los restaurantes ya estaban cerrados por la declaración del estado de alarma. Ahora nos hemos alojado en el Parador, que cuenta con una impresionante vista de la Catedral, que el 26 de septiembre apareció casi oculta por la niebla. Como hicimos en Coimbra, Lisboa y Sagres, antes de abandonar el Parador decidimos dar un paseo por la ciudad, sin realizar visitas interiores, deteniéndonos en primer lugar ante la Catedral, con la curiosidad de buscar en su fachada la figura del astronauta y del dragón comiendo un helado.

Salamanca forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1988. Aunque no era el objetivo visitar esta ciudad en tan poco tiempo, hora y media como en las anteriores poblaciones, me fijé como meta llegar a un lugar que siempre me ha gustado, la Plaza Mayor, en un recorrido de algo más de 4 km de ida y vuelta. Por el camino fui fotografiando cuanto se me ponía a tiro: el palacio de Anaya, la Clerecía, la Casa de las Conchas e interesantes esculturas, como la dedicada al Lazarillo de Tormes. Sin embargo, en esta apresurada marcha nos costó encontrar la Universidad, encima en contraluz, y la escultura de Fray Luis de León.

Nos quedan 417 km hasta Leioa para concluir esta escapada portuguesa, con parada para comer en tierras burgalesas. Me ha vuelto a encantar Portugal, un país que merece la pena visitar pese a lo cara que está la gasolina y los constantes peajes que hay que pagar en autovías y autopistas.

Regreso a Portugal (3): Mafra, Sintra y el Algarve

Continúo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba hace tres semanas en Lisboa, ciudad en la que pernoctamos cuatro noches, dedicando la última jornada a recorrer los alrededores.

19 de septiembre. La primera cita la tenemos a tan sólo 40 km de Lisboa, en un lugar del que nunca había oído hablar, pero que decidimos visitar ya que en 2019 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la Real Obra de Mafra, sitio proyectado por el rey Juan V en 1711 que, entre otras, cosas alberga el palacio real, la capilla regia y un convento franciscano. Como era domingo pensamos que iba a estar abarrotado, pero en la fresca mañana prácticamente estuvimos solos recorriendo un edificio enorme. La entrada cuesta 6 €, con un 50 % de descuento para los mayores de 65 años.

25 km después tenemos la siguiente cita en la hermosa población de Sintra, rodeada de montañas. Buena parte de la sierra de Sintra y su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO con el nombre de “Paisaje cultural de Sintra”, incluyendo los siguientes lugares: Castelo dos Mouros, Palácio da Pena, Palácio Nacional, Quinta da Regaleira, Palácio de Seteais, Palácio de Monserrate, Convento dos Capuchos, Palacio de Queluz, Monumento ao Bombeiro y Cabo da Roca. De todos ellos optamos por el Palacio Nacional, que está rodeado de restaurantes, aprovechando para comer en uno de ellos tras la visita.

Construido en estilo árabe, el Palacio Nacional de Sintra fue remodelado en el siglo XV en estilo manuelino, por lo que está decorado con hermosos mosaicos. Particularmente me gustaron la Sala dos Cisnes, decorada con frescos de más de 25 cisnes, y la Sala dos Brasoes, que luce los blasones de numerosas familias nobles del siglo XVI. Desde el castillo contemplamos, en lo alto de la montaña, el Castelo dos Mouros. La entrada cuesta 10 € (8,50 los mayores de 65 años). No había mucha gente en el palacio, pero si en los restaurantes, aunque conseguimos una mesa en una terraza sin dificultad.

Empachados de tanta cultura, después de comer nos dirigimos a la costa. Tras recorrer 18 km descubrimos donde pasan los lisboetas los domingos. Es el cabo da Roca, el punto más occidental de Portugal y de la Europa continental. El día está muy luminoso pero desagradable por el fuerte viento, así que nos quedamos sin recorrer sus impresionantes acantilados, cosa que si haremos 15 km más tarde en la Boca do Inferno, otro lugar muy frecuentado situado en las afueras de Cascais, ciudad que era un completo atasco, en la que nos fue imposible aparcar, limitándonos a tomar desde el coche una foto del precioso palacio que alberga el Museo Condes de Castro Guimaraes.

20 de septiembre Nos resistimos a abandonar Lisboa, así que antes de dejar el Hotel Marqués de Pombal, recorremos por última vez la avenida Liberdade. Para hoy tenemos 327 km de viaje, casi todos por autovía, hasta nuestro siguiente destino, el Algarve y, más en concreto Sagres, una freguesia del concelho de Vila do Bispo. Aquí nos alojamos cuatro noches en el Hotel Memmo Baleeira ****, situado sobre el puerto de pesca del que toma el nombre. Lo mejor del hotel es que desde la habitación contemplamos una impresionante salida de la luna y preciosos amaneceres. Comienza la parte natural del viaje.

Estudiando diferentes rutas para efectuar en el Algarve, descubrí que a 69 km de Sagres tenemos los “Sete Vales Suspensos”, elegida como la mejor ruta de senderismo de Europa por European Best Destination, por votación popular. Se trata de un tramo de costa con impresionantes acantilados que, a lo largo de 6 km, une la playa de Vale Canteanes con la de Marinha, pasando por el faro de Alfanzina, el cabo Carvoeito y las preciosas playas de Carvalho, accesible por un túnel, y Benagil. En esta última pedimos un taxi para recuperar el coche y comer. Continuaremos por la tarde, pues el día ha salido espectacular.

Por la tarde nos acercamos de nuevo a los Sete Vales Suspensos en la playa que nos faltaba, la de Marinha. Por el tema de aforo, los accesos en vehículo están cerrados, teniendo que caminar más de 1 km desde donde podemos aparcar el coche, pese a ser martes (21 de septiembre). Sobrepasamos el final de la mencionada ruta, caminando bordeando la playa de Pau y llegando hasta la parte superior de dos playas a las que sólo se puede acceder por mar, Malhada do Baraço y Barranquinho. El sitio es una preciosidad. Concluimos la jornada desplazándonos al Miradouro de Nossa Senhora de Carvoeiro, para realizar un breve recorrido sobre el acantilado, caminando por una pasarela de madera.

22 de septiembre. Buscando otros impresionantes acantilados nos dirigimos a Praia da Rocha, pero resulta que allí no están. Pese a ello y como la playa es hermosa la recorremos hasta el final caminando por una pasarela de madera, parando a tomar algo en un chiringuito. El siguiente objetivo si que lo tenía previsto, pues es el icono del municipio de Lagos. Se trata de la Ponta de la Piedade, en la que, partiendo del faro, han acondicionado un sendero que recorre la parte superior del acantilado. También descendemos hasta la orilla del mar y de las formaciones rocosas, teniendo que bajar, y luego subir, 196 escaleras. Nos ha gustado este lugar, en el que aprovechamos para comer en un restaurante situado frente al faro.

Esta segunda parte del viaje, que hemos pasado en el Algarve, la hemos dedicado recorrer espacios naturales costeros, visitado sólo una ciudad, Lagos, que cuenta con un montón de animadas terrazas situadas en la plaza Luis de Camoes, de donde nos dirigimos a la Gil Eanes, a la que se asoma el Ayuntamiento, sede de la oficina de turismo. La plaza está adornada por una enorme y moderna escultura dedicada al rey Sebastiao, quien dio a Lagos el título de ciudad en 1573. Pasamos junto al Mercado de Esclavos y la iglesia de Santa María, para luego visitar una de las iglesias más hermosas del país, la de Santo Antonio, que cuenta con una espectacular decoración interior que no dejan fotografiar.

Seguimos en Lagos. Si antes habíamos visto la escultura del Infante D Enrique, en la fachada costera nos llama la atención la de San Gonzalo de Lagos, patrón de la ciudad. A sus pies se encuentra la coqueta playa de Batata, rodeada de formaciones rocosas, a la que se accede bordeando el Forte da Ponta da Bandeira, del siglo XVII. Seguimos paseando por el paseo marítimo y enseguida llegamos al castelo dos Governadores, también del siglo XVII, que tiene frente a él una estatua dedicada al navegante Gil Eannes.

Por hoy ya vale, así que tomamos un café en una terraza y emprendemos el regreso (33 km) al hotel en Sagres, donde pasamos las dos últimas noches en el Algarve. El viaje continúa, pero su final lo dejo para una próxima entrega.

Otoño en los hayedos de Otxandio (Bizkaia)

El año pasado me desplacé a “contemplar el otoño”, a los hayedos de Urbasa (Nafarroa) y Otzarreta (Gorbeia, Bizkaia). Este año he optado por Somiedo (Asturias) y por un lugar al que había echado el ojo hace tiempo, Otxandio (Bizkaia). Leyendo la “Guía de los senderos de pequeño recorrido de Bizkaia”, escrita por mi amigo Ricardo Hernani, observé que 3 de las 53 rutas que en el libro se narran están promovidas por el Ayuntamiento de Otxandio, al que pertenece este gráfico, así que la pasada semana decidí optar por el sendero PR-BI 52 “Hayedos de Otxandio”, de 6,4 km de recorrido y un perfil  muy suave, ideal para tomar fotografías.

55 km separan Leioa de Otxandio, población fronteriza con el territorio alavés, cuyo centro histórico, declarado conjunto monumental, se articula en torno a la Plaza Nagusia, que está presidida por la Casa Consistorial, monumental edificio de 1733 que luce tres escudos en su fachada. Al lado tenemos la Kultur Etxea y la fuente de Vulcano. Muy cerca destaca la iglesia parroquial, renacentista, dedicada a Santa Marina. Junto a ella se levanta el busto de Felipe Arrese Beitia.

Cerca de la fuente de Vulcano existe un panel en el que figuran los 3 senderos de pequeño recorrido de Otxandio. Como optamos por el PR-BI 52, tenemos que salir por la calle Uribarrena, caminando cuesta abajo pasando entre la iglesia y el frontón. Esta calle es el antiguo Camino Real y Vía Crucis. A la derecha observamos un sencillo humilladero dedicado a la Amatxu de Begoña. Poco antes de llegar a la ermita de San Roke abandonamos el asfalto para coger el camino que nos lleva al primer hayedo, el de Sanrokeoste.

Con precaución cruzamos la carretera y seguimos caminando por un cómodo camino que coincide con el GR 38. Vemos varios cobertizos en los que se almacena leña, algo que será habitual en esta ruta, que está muy bien señalizada con las típicas marcas amarilla y blanca. Hay muchísimos cruces, con indicadores de madera bastante borrosos, a los que tenemos que acercarnos para comprobar cual es nuestro camino. El arroyo Oleta nos indica que hemos llegado al segundo hayedo, el de Abitxu. La lluvia de hojas que tiran las hayas es casi constante.

Estamos disfrutando de este paseo otoñal y de los reflejos de las hayas en el arroyo Oleta, junto al que caminamos hasta llegar a otro hermoso hayedo, el de Olazar. Los robles empiezan a entrar en el paisaje, decorándolo más todavía, mientras superamos distintos cursos de agua con sencillos puentes de madera. La ruta está muy bien diseñada y acondicionada. Pronto empezamos a ver la indicación que nos anuncia que en Oleta hay restaurante, pero no cae en nuestra ruta que sigue tras cruzar una carretera.

Durante un momento caminamos por la empedrada calzada que unía Oleta con Otxandio, A partir de ahora hay que estar muy atentos a la señalización, pues hay infinidad de cruces hacia el GR 38, Oleta y varias opciones para abandonar la ruta y regresar a Otxandio. Nosotros seguimos las del sendero PR-BI 52, pasando por un terreno con diferentes especies arbóreas, accediendo al último hayedo de la travesía, el de Illuntxo. Llevamos 3,2 km, así que hemos llegado a la mitad del recorrido.

El colorido otoñal aumenta con la presencia de robles en nuestra ruta, que tiene un desnivel de 70 metros. Sin embargo no lo hemos percibido hasta tener que realizar un pronunciado descenso por una pista hasta Kurutzalde (km 3,9). Frente a nosotros, en un cruce vemos una estela datada en 1854. Pronto un rebaño de ovejas se asusta cuando me acerco a tomar una foto. El camino va perdiendo interés hasta que llegamos al barrio de Morgaola (km 5,2), con el atractivo de las vistas sobre las Crestas del Duranguesado.

Nos quedan 1.200 metros para llegar al punto de partida, teniendo que caminar sobre asfalto por el antiguo Camino Real, actual carretera de acceso a Otxandio. Pronto nos detenemos ante la coqueta ermita de San Antonio (km 5,6) y poco más adelante en la Cruz de Urigoiena, situada junto a la ermita de Elexabarri. Un precioso mural “Ongi etorri” nos da la bienvenida al casco urbano de Otxandio, recordando el bombardeo de 1936, que tuvo su centro en la plaza Andikona, donde una escultura de Nestor Basterretxea lo recuerda. La plaza Nagusia, donde empezamos la ruta está a un paso.

Concluimos la ruta en poco más de dos horas, pues realizamos infinidad de paradas para sacar fotos. Entonces recordé otra asignatura que tenía pendiente, el hayedo de Presazelai, situado junto al río Urkiola a poco más de 1 km del centro urbano de Otxandio, en la carretera que se dirige al puerto de Barazar nada más pasar el desvío para el barrio Mekoleta. Este precioso hayedo trasmocho recuerda un poco al de Otzarreta. En mi opinión le quita un poco de encanto, las mesas, asadores y fuentes con que cuenta, pues es un área recreativa de la Diputación de Bizkaia. Eso sí, para comer el bocadillo, un entorno sin igual.

Como esta vez no llevábamos bocadillo, fuimos a comer a un lugar que ya se está haciendo habitual cuando nos desplazamos a Otxandio, siendo la tercera vez que vamos en dos años. Se trata del Restaurante Korostondo, ubicado en un idílico paraje a poco más de 1 km de Otxandio, tendiendo como telón de fondo las Crestas del Duranguesado y en primer plano los burritos que corretean por las campas. Esta vez hemos comido el menú del día (12,50 €), pero en ocasiones precedentes hemos optado por su amplia carta (de 50 a 70 € la comida). Sin embargo la perfección no existe, pues la pasada semana tardamos casi hora y media en comer el menú, por la escasez de personal para atender a los 40 comensales que coincidimos. Tampoco me pareció de recibo que ahora no admitan la tarjeta de crédito como medio de pago.

Ha sido una buena forma de finalizar octubre, disfrutando de esta suave y cómoda ruta, caminando por hayedos, así que tomo nota para en una próxima ocasión realizar otra que sale del mismo lugar, el PR-BI 51 “Calzadas de Otxandio”.

Otoño en Somiedo (Asturias)

Abro un paréntesis en el relato del viaje a Portugal, para contaros mi última escapada a tierras asturianas, ya que procuro concluir la temporada antes de que también la hora y nos “roben” las tardes. Del 17 al 20 de octubre nos hemos desplazado a Pola de Somiedo, aunque previamente quedamos con los amigos de Rivas Vaciamadrid en el restaurante El Sabil, en Villanueva de Santo Adriano, donde pudimos comer gracias a que hubo una anulación ya que, al ser domingo, las zonas de naturaleza siguen estando a rebosar, pues a un paso tenemos el Desfiladero de las Xanas y el Área Recreativa de Buyera, a donde luego nos dirigimos, para caminar 1 km hasta el recinto osero en el que viven las osas Paca y Molina, teniendo la suerte de poder ver a esta última, cuando paseaba junto al cercado.

La siguiente cita la tenemos muy cerca, en el municipio de Teverga, donde vamos a realizar un pequeño recorrido de 4 km en el tramo considerado como el más hermoso de la Senda del Oso, pues se pasa por el desfiladero de Valdecerezales, teniendo que caminar por algunos túneles iluminados, que terminaron de construirse en 1900, perforando la roca caliza para que pudieran pasar los trenes mineros de Hullasa. El recorrido lo efectuamos entre Entrego y Las Ventas, donde habíamos dejado un vehículo. Para llegar al punto de partida, previamente pasamos con el coche por otro hermoso desfiladero, el de Peñas Juntas.

Avanzada la tarde continuamos el viaje hacia Pola de Somiedo. Circulamos por la carretera AS-265 que enseguida se empina, pues hay que subir casi 900 metros de desnivel para superar el puerto de San Lorenzo (1347 m), deteniéndonos al llegar al alto, pues desde allí se tiene una magnífica vista de los dos concejos que delimita, Teverga y Somiedo, uniendo el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa, por el que pasa la Senda del Oso, con el de Somiedo, donde pasaremos el resto de la escapada.

Una vez descendido el puerto, accedemos a otro hermoso desfiladero por el que discurre el río Somiedo, que se abre poco antes de llegar a Pola de Somiedo, población de poco más de 200 habitantes, en la que pasamos las tres noches de esta escapada, eligiendo para ello el Hotel Casa Miño**, moderna y confortable edificación que tiene en otro edificio con el restaurante que más nos ha gustado. El pueblo cuenta con algunos hórreos, la iglesia de San Pedro (1751) y el Centro de Interpretación del Parque Natural de Somiedo, que visitamos el día que abandonamos la población.

Los dos días completos que permanecimos en Somiedo los dedicamos a sendas marchas a pie para conocer los lagos de la zona. La primera de ella la efectuamos desde Valle de Lago, aldea del concejo de Somiedo que dista 8 km de Pola. Fotografiamos el embalse del Valle y dejamos el coche en un amplio aparcamiento situado a 500 m del pueblo. Caminamos por una amplia pista que discurre bordeando amplios prados, en los que pastan las vacas. Hay también hermosos bosques, en los que las hayas se han vestido de otoño. Pronto el camino se bifurca, optando por el de sol, que discurre por la izquierda.

Todavía no lo he dicho, pero nuestro destino es el Lago del Valle. Toda la ruta se efectúa por una amplia pista que cuando se empina esta cubierta de hormigón para que no se embarre. Discurre por el fondo de un precioso valle de praderas y bosques, llamándonos la atención un cartel que reza: Advertencia. Si a usted le parece que puede cruzar la finca en 8’, mi toro Brinco lo hace en 4’. También es un recorrido etnográfico pues vemos unos cuantos “teitos”, edificios de la arquitectura popular, generalmente destinadas a pajares, con el tejado formado por un entramado de madera que sustenta una cubierta vegetal.

Casi todo el desnivel de la ruta se supera al final de los casi 6 km que separan el pueblo del lago, donde contemplamos una pequeña cascada. Los bosques van desapareciendo cuando finalmente, tras 2 horas de marcha, llegamos al Lago del Valle, el más grande de Asturias, situado a 1580 metros de altitud, así que hemos superado un desnivel de 380 metros, ya que el pueblo está a unos 1200. Cuando me dirijo a fotografiar el teito que hay junto al lago, observo que una vaca acelera el paso y se dirige hacia mí. Falsa alarma, pues sólo iba a beber agua en un pequeño arroyo. El descenso se efectúa por el mismo camino. Pensábamos comer en Casa Cobrana, en Valle de Lago, pero cierra los lunes, así que tenemos que regresar a Pola de Somiedo. Nos ha encantado esta ruta, adornada por los colores del otoño.

El 19 de octubre nos desplazamos hasta el Alto de la Farrapona (1708 m), fronterizo con León y punto de partida para realizar la ruta circular de los lagos de Saliencia, situada en el Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Somiedo. La ruta comienza en el amplio aparcamiento, teniendo que caminar en descenso para llegar al lago de la Cueva (1615 m), rodeado de un paisaje de tonos rojizos, ya que en este entorno estuvo la Mina Santa Rita. Seguimos en el territorio del oso, aunque no vemos ninguno.

Desde el lago de la Cueva la pista se empina hasta llegar al lago de la Mina que está sin agua. Pronto llegamos a un alto, bajo el que se encuentra el lago Cerveiriz, continuando la pista hacia el lago del Valle. Nuestra ruta sigue por la cresta por un estrecho sendero hacia el lago Calabazosa. Al llegar a su altura, dado que no nos sentimos seguros debido al fuerte viento, decidimos regresar por la ruta de subida, más larga pero que ahora discurre en descenso hasta el lago de la Cueva, para luego subir al aparcamiento. Hoy tenemos suerte y podemos comer en el Albergue de Saliencia, situado junto a la iglesia y un hórreo.

Regresamos a Pola de Somiedo, pero seguimos la carretera 14 km hasta el puerto de Somiedo (1486 m), donde se encuentra la aldea de Santa María del Puerto, cuyos habitantes recibieron el pasado sábado la visita de la familia real, para hacerles entrega del premio de pueblo ejemplar de Asturias 2021. Previamente nos detuvimos en otra coqueta aldea, La Peral, que cuenta con diferentes teitus y dos miradores, el de la Peral y el del Príncipe, este último inaugurado en 1990 por el entonces Príncipe de Asturias. Desde ambos se contempla un hermoso paisaje, porque los osos, para cuya observación se construyeron, se nos resistieron.

Durante estos días hemos disfrutado de hermosos paisajes de montaña, bosques vestidos de otoño y prados con muchas vacas, todo ello con un tiempo excepcional. Pero lo bueno se acaba, teniendo por delante 359 km, casi 4 horas, para regresar a Leioa. La escapada ha concluido.

Regreso a Portugal (2): Lisboa

Continúo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba la pasada semana llegando a Lisboa, una ciudad que me encanta pero que no visitaba desde el año 1998, coincidiendo con la celebración de la Expo.

El 16 de septiembre llegamos de nuevo a la capital portuguesa igual que hicimos el 13 de marzo de 2020, cuado decidimos interrumpir el viaje debido al Covid. Hemos vuelto al mismo hotel, el Marqués de Pombal ****, situado a un paso de la plaza del mismo nombre, porque nos encantó y por lo amables que fueron cancelando sin gastos las tres noches que nos faltaban. Además cuenta con aparcamiento, una boca de metro en la puerta y está muy céntrico, en plena avenida Liberdade, en la que se ubican todos los comercios del lujo en el agradable y sombreado tramo que va hasta la plaza Restauradores. En el paseo hay numerosas esculturas, entre ellas la dedicada a Simón Bolívar. El hotel tiene un buen restaurante, en el que cenamos dos de las cuatro noches, manteniendo agradables charlas con un camarero, Marcio Costa, buen conocedor de la política del del Athletic.

Restauradores, presidida por un obelisco que conmemora la liberación del país del dominio español en 1640. En un costado hay un monumento dedicado a los colocadores de adoquines en el suelo, algo muy portugués. Pasamos junto a la estación de tren de Rossío, con un grupo escultórico dedicado al fado a su entrada y llegamos a la hermosa plaza de Rossío, que cuenta con dos monumentales fuentes y una gran columna con la estatua de D Pedro IV. A la plaza se asoma el Teatro Nacional de Doña María II. Al lado tenemos otra plaza, la de Figueira, con la estatua ecuestre de D Joao I.

Para desplazarnos por la ciudad hemos comprado (0,50 €) la recargable  Tarjeta 7 Colinas (Viva Viagem), que por 6,40 € permite circular 24 h en todos los transportes públicos de Lisboa. El viaje en metro cuesta 1,50 € y nuestro siguiente medio de transporte el elevador de Santa Justa, 5,30 € (un atraco). Por cierto, vemos que todos los que suben pagan ese precio, menos nosotros que llevamos la tarjeta. Desde el Barrio Alto tenemos una vista casi aérea de la plaza del Rossío. Bajamos caminando hasta la plaza Restauradores, junto a la que se encuentra la iglesia de Sao Domingos, en la que se aprecian los destrozos del incendio de 1959. A llegado la hora de hacer un alto en el camino en la rúa Augusta, para que nos “sopapeen” en la Casa portuguesa del pastel de bacalhau, donde pagamos 25 € por dos croquetas de bacalao (a 5 €) y dos vinos blancos de Oporto (a 7,50 €). Eso sí, las copas son de regalo. Vemos también el popular tranvía 28, que cogeremos al día siguiente.

Si hemos tenido trío de plazas, para antes de comer tenemos trío de iglesias, comenzando por la de Santa María Madalena, muy modificada en 1833. Como Lisboa tiene la colección completa de iglesias, casi al lado tenemos la de Santo Antonio, construida en 1767 en el sitio donde nació el santo en 1195. Sin solución de continuidad llegamos a la Sé, la Catedral de Lisboa, en la que lo más importante es el claustro, que no pudimos visitar por estar en obras.

Aunque esto lo realizamos el día siguiente subiendo en el tranvía 28, cerca de la Sé tenemos el Mirador Santa Lucía, desde donde contemplamos los cruceros amarrados en el puerto. De aquí subimos a la zona del castillo, que cuenta con un ambiente que me recuerda al de Montmartre, en París. Un día caminando desde la Sé y otro en autobús desde el castillo, los dos días que estuvimos en Lisboa bajamos a comer a sendas terrazas de la plaza del Comercio, la más emblemática de la capital. Es un lugar que me encanta por su tranquilidad y monumentalidad, al estar adornada por el Arco del Triunfo y la estatua del rey José I. Además se asoma al río Tajo.

Dejamos la tarde de la primera jornada en Lisboa para dedicarla al barrio de Belem. Comimos en la plaza del Comercio entre otras cosas porque desde aquí sale el tranvía 15 y el autobús que nos acerca a ese barrio. Nuestro primer objetivo era el Monasterio de los Jerónimos, pero como hay que sacar la entrada en el ala en la que se encuentra el Museo Nacional de Arqueología, en el que destacan las antigüedades egipcia y romana, aprovechamos para visitarlo también. La entrada conjunta cuesta 12 €, 6 los mayores de 65 años y gratis para los desempleados de la UE.

Construido a partir del año 1502, el Monasterio de los Jerónimos es el monumento más importante de Lisboa. Fue diseñado en estilo manuelino por el arquitecto Juan de Castillo, por encargo del rey Manuel I, para conmemorar el regreso de la India de Vasco de Gama. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en su interior podemos contemplar las tumbas de varios monarcas portugueses pero, si por algo destaca este edificio, es por el claustro, decorado con motivos manuelinos. Junto al convento de Cristo de Tomar, ha sido el edificio más hermoso que hemos visto en este viaje.

Seguimos en Belem pero ahora toca caminar pues, aunque vemos enfrente nuestro siguiente objetivo, desde los Jerónimos tenemos que atravesar un parque y buscar la forma de cruzar una especie de autovía y las vías del tren. Unos 600 metros después llegamos al emblemático Monumento a los Descubrimientos, construido en 1960 a orillas del río Tajo para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante. Desde él tenemos una preciosa vista del puente 25 de abril. Tenemos que seguir caminando algo más de 1 km para llegar al destino final, la Torre de Belem, preciosa fortaleza del siglo XVI que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, En el agradable paseo pasamos por el faro de Belem, el embarcadero del Bom Sucesso y la réplica del avión con el que se realizó el primer vuelo trasatlántico portugués. Por hoy ya vale. Autobús y metro para regresar al hotel. Hoy cenamos en un restaurante tradicional que tenemos cerca, O Cacho Dourado.

Con la sensación de que ya hemos visto lo más atractivo de Lisboa, iniciamos la segunda jornada con mucha más tranquilidad, recorriendo el Barrio Alto y el popular Chiado, a donde subimos en el funicular Gloria, aquí llamado ascensor. A esta zona también volveremos el día de partida, antes de abandonar el hotel. Comenzamos nuestra ruta en el Mirador San Pedro de Alcántara, desde donde vamos descendiendo, disfrutando de uno de los lugares más auténticos de Lisboa, contemplando curiosas esculturas urbanas, la antigua Livraria Bertrand y un bar decorado con bufandas de equipos de fútbol, entre ellas la del Athletic. Concluimos en la plaza Luis de Camoes, donde cogemos el tranvía 28 para hacer una larga ruta que finalmente nos llevará al Mirador Santa Lucía, del que ya os he hablado.

Hemos dejado la tarde libre para desplazarnos al Parque de las Naciones, la zona en la que se celebró la Expo de 1998, a la que acudimos. Pese a los 23 años que han pasado, esta zona sigue teniendo mucha vida, que se centra en torno a la estación de Oriente, obra de Calatrava e inaugurada como parte del citado evento. La gran atracción de la zona, como también lo fue de la Expo, se centra en el Oceanario, el mayor acuario de interior de Europa, construido por el arquitecto Peter Chermayef. La entrada cuesta 19 € (13 los mayores de 65 años). Regresamos en metro al hotel, donde luego cenamos, pues al ser sábado, muchos restaurantes están cerrados. Se ve que estamos en una zona comercial y de oficinas.

Antes de abandonar el hotel, volveremos a recorrer Lisboa, pero al día siguiente lo dedicamos a dos interesantes lugares cercanos, Mafra y Sintra, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero de ello os hablaré en una próxima entrega. El viaje continúa.

Regreso a Portugal (1): Coimbra, Tomar y Óbidos

Alarmados por el auge del COVID, el 9 de marzo de 2020 decidimos anular el viaje que íbamos a realizar a Grecia a partir del día siguiente, con la suerte de que Lufthansa nos devolvió el importe de los dos billetes. Como en Portugal casi no había casos de coronavirus, decidimos coger el coche y salir el día 10 con rumbo a Arauca, donde pasamos 3 noches. En Portugal estaban ya cerrando muchos lugares y aquí la cosa se iba complicando, así que el 13 de marzo, cuando llegamos a Lisboa, anulamos las tres noches que pensábamos pasar en la capital y al día siguiente emprendimos el regreso a casa. Por el camino nos enteramos de la declaración del estado de alarma.

Como queríamos completar el viaje, el pasado mes de septiembre, del 15 al 26, decidimos continuar la ruta interrumpida, comenzando en esta ocasión en Coimbra, localidad que dista 722 km de Leioa, a la que llegamos con un terrible aguacero. Conviene saber que en los alojamientos portugueses es obligatorio presentar el certificado de vacunación o un test de antígenos. Lo mismo sucede para acceder al interior de los restaurantes los fines de semana. Aprovecho para informar que la gasolina de 95 estaba muy cara, pues rondaba los 1,80 € y que las autopistas y autovías son de pago.

Hacía más de 20 años que no me acercaba a Coimbra así que, aunque sólo fuera por unas horas, tenía ganas de recorrer la “ciudad de los poetas y los fados”. Una vez que paró el fuerte aguacero, nos dirigimos a visitar un lugar que me atrajo en mi anterior viaje, la primera Universidad de Portugal, que ahora forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Aunque en teoría cerraba a las 19:30, una hora antes ya no nos fue posible acceder a su monumental biblioteca joaniana, así que nos conformamos con contemplar el precioso patio de las escuelas, la enorme escultura de Joao III y otros edificios.

Nos alojamos en el Hotel Ibis para tener a un paso la Universidad. Desde su habitación contemplamos el río Mondego, sobre el que al final de la jornada vemos el atardecer. Al fondo se encuentra el puente de Santa Clara. Como hasta las 12 no hay que dejar la habitación, al día siguiente aprovechamos para recorrer a pie el casco antiguo, cosa que también se puede hacer en un pequeño autobús, accediendo por el Largo da Portagem, presidido por la estatua de Joaquim Antonio de Aguiar. Luego nos detenemos junto al Ayuntamiento y visitamos el Colegio de Santo Tomás.

La siguiente cita la tenemos en un lugar que no conocía y que me encantó, el monasterio de Santa Cruz, templo románico situado junto al Ayuntamiento. Aunque con numerosas reformas y ampliaciones posteriores, fue construido en 1131 durante el reinado de Afonso Henriques. Esperamos a que acabara la celebración de la misa para visitar la iglesia, de acceso gratuito, de donde se pasa a la zona de pago (3 €), que incluye la sala capitular, la hermosa sacristía y el claustro.

La siguiente cita la tenemos en otra de las joyas de Coimbra, la Catedral Vieja, situada en la parte alta del casco histórico, frente a la que estuvimos tomando un vino el día anterior mientras contemplábamos como los últimos rayos de sol se reflejaban en su fachada. Con aspecto de fortaleza y construida a mediados del siglo XII, esta Catedral es uno de los mejores ejemplos del arte románico en Portugal. La entrada cuesta 3 €, destacando el claustro gótico y el impresionante retablo mayor, construido en 1498 en estilo gótico flamígero.

Como todavía disponemos de tiempo, seguimos subiendo por el casco antiguo, observando a un grupo de músicos, un arco de la muralla, la escultura de una tricana con su vestimenta tradicional y la iglesia de San Salvador. Nuestro destino es la Catedral Nueva, situada junto a la Universidad y mucho menos interesante que la anterior. Terminada de construir en 1640 es el típico templo de los jesuitas, destacando en su interior su retablo principal barroco. El acceso es gratuito.

A 87 km tuvimos la siguiente cita, en Tomar, población situada a orillas del río Nabao. Allí se encuentra uno de los monumentos más importantes de Portugal, del que guardo un grato recuerdo de una visita anterior, el convento de Cristo, joya arquitectónica declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Se encuentra enclavado en el interior de un castillo templario del siglo XII, formando un conjunto único. La iglesia es una maravilla, destacando la portada manuelina construida en 1515 y el núcleo de la iglesia templaria, girola u Oratório dos Templários, que data del siglo XII.

El convento de Cristo de Tomar merece una detenida visita, pues tiene numerosas dependencias, destacando la media docena de claustros con que cuenta, pues el monasterio se construyó entre los siglos XII y XVI, por lo que cuenta con diferentes estilos arquitectónicos: románicos, góticos, manuelinos, renacentistas, manieristas… Particularmente me quedo con el Claustro Grande o de Juan III, que cuenta con escaleras de caracol y la mejor decoración plateresca de Portugal. Aprovechamos a comer una pizza en la cafetería del monasterio, cuya visita nos ha salido gratis por la caída de Internet. De todas formas la entrada solo cuesta 6 €, 3 € para los mayores de 65 años y gratis para los parados de la UE. Creo que será el lugar más interesante de este viaje.

Aunque tenemos que desviarnos de la ruta que nos lleva a Lisboa, a 105 km tenemos la siguiente parada en Óbidos, coqueto pueblo encerrado en una muralla medieval, a cuyo interior se accede por la Porta da Vila, doble puerta con el interior revestido de azulejos del siglo XVIII, que nos conduce a la rua Direita, la calle principal y comercial de la localidad, que algunos turistas recorren en calesa. Previamente somos recibidos por el acueducto de Usseira, mandado construir por Catalina de Austria hacia 1570, para trasladar el agua desde 3 km de distancia. Pronto nos damos cuenta de la cantidad de iglesias que hay en un lugar tan pequeño, destacando las de Santa María y Sao Pedro.

Pese a la avanzada hora de la tarde, es el primer lugar en el que vemos varios grupos de turistas. La rua Direita es como un museo al aire libre, deteniéndonos para fotografiar el Comur, una especie de Museo de la Sardina, con sus estanterías llenas de latas de diferentes colores. Algo parecido pero mucho más grande veremos en otras ciudades bajo el nombre de “Mundo fantástico da sardinha portuguesa”. Al final de la calle tenemos el castillo y la iglesia de Sao Tiago, cuyo interior lo ocupa la enorme y coqueta Livraria de Santiago. Siguiendo los consejos de protección ante el COVID de circular en un solo sentido, regresamos a la puerta de acceso por otra calle plagada de iglesias.

Coimbra, Tomar y Óbidos. Tres ciudades para el primer día en Portugal. No está nada mal. Por delante tenemos 90 km hasta Lisboa, donde pasaremos las próximas cuatro noches. El viaje continúa.