Dubai en un día

Desde que en el año 1992 visité la Expo de Sevilla me aficioné a estos eventos, pues son un magnífico escaparate para conocer otras culturas, no sólo del país en el que se celebran sino de prácticamente todo el mundo, así que he estado en las de Lisboa (1998), Hannover (2000), Zaragoza (2008), Shanghai (2010), Milán (2015) y Astaná (2017). En estas fechas tenía previsto visitar la Exposición Universal de Dubai, pero la pandemia ha hecho que se retrase un año, teniendo prevista su celebración del 1 de octubre de 2021 al 31 de marzo de 2022, aunque ya veremos lo que sucede. Es por ello que lo que hoy os cuento es de cuando visité la ciudad emirato en enero de 2015, en el curso de un crucero a bordo del Costa Serena, en el que también estuvimos en Omán y Abu Dhabi. El viaje desde Madrid lo realizamos con Emirates (7 horas de vuelo), en mi opinión una de las mejores compañías aéreas del mundo, con la que repetí viaje a Australia. Por el aeropuerto de Dubai he pasado media docena de veces. Está muy bien, aunque esta vez llamó mi atención el Tapas Bar Cádiz y que cuenta con sendos espacios para fumadores y bebedores.

En este viaje, desde el barco he visto tres amaneceres en Dubai, siendo el mejor el que disfruté navegando desde Abu Dhabi, pues coincidió con la aproximación al puerto el 15 de enero, cuando la temperatura rondaba los 15 grados. La mole del Burj Khalifa se adueña del horizonte. En enero la temperatura es muy agradable, pues al amanecer y atardecer hace fresco y las máximas se sitúan entre los 22 y 25 grados. Creo que desde el mar se tiene la mejor vista panorámica de la ciudad, aunque me surgió una duda, pues no sé si lo que veo de fondo es bruma y contaminación o es arena del desierto traída por el viento.

Con la buena experiencia que tuvimos con los taxis en Omán y Abu Dhabi, nada más desayunar y desembarcar nos dirigimos a la parada de taxis cercana al barco, pues no hay autobús que te traslade fuera del puerto como en las escalas precedentes. Aquí no son nada serios y empezamos discutiendo el precio. Luego me comentan que los taxistas son de una especie de mafia paquistaní. Pronto nos detenemos ante la Mezquita Jumeirah, la más importante de Dubai y la única accesible a los no musulmanes, aunque creo que solo se puede acceder a ella de sábado a jueves a las 10 de la mañana. De todas formas, tras haber visitado las de Muscat y Abu Dhabi, habíamos descartado verla por dentro.

La siguiente parada la efectuamos en la playa Umm Suqeim, situada cerca del hotel más famoso de Dubai, el Burj Al Arab, que presume de tener 7 estrellas. Es un buen sitio para fotografiarlo. Situado en una isla artificial a la que se accede por un puente, tiene forma de vela y una altura de 321metros. A diferencia de lo que sucedió en el hotel en el que se aloja el emérito en Abu Dhabi, aquí no me dejan acercarme, así que nos dirigimos a Palmera Jumeirah, tan hermosa desde el aire, pero que no me dice nada por muy lujosa que sea, así que me quedo con la imagen del lujoso Hotel Atlantis, donde nos detenemos, y algún que otro Ferrari que vimos.

Nos dirigimos ahora a un lugar que promete más y que hemos visto al acceder a la «palmera». Se trata de Dubai Marina, conocido como «el nuevo Dubai», que pretende ser el mayor puerto deportivo del mundo. Es un lugar agradable para pasear y tomar un zumo (aquí no hay alcohol) en una de las terrazas que se asoman al canal, que está rodeado de rascacielos, algunos de original diseño, aunque muy pegados los unos a los otros. Tras discutir de nuevo con el taxista, que cada vez pretende cobrarnos más, le pagamos y nos despedimos de él. Cerca hay una parada de tranvía, por lo que continuaremos nuestro recorrido en transporte público, muy bueno por cierto.

Tenemos que pedir ayuda a un empleado del tranvía para comprar el billete, pues no nos aclaramos con la máquina expendedora. El mismo billete vale para coger el Metro, con el que conectamos sin salir a la calle. En ambos viaja muy poca gente. El problema lo tenemos al llegar a nuestro destino, pues el billete no pasa para la canceladora, así que tenemos que volver a pedir ayuda. El problema es que el billete era para una zona y hemos utilizado dos. No nos sirve ser extranjeros, pues tenemos que pagar una multa equivalente a otro billete. Nos bajamos en el centro comercial Mall of the Emirates,  donde aprovechamos para comer, aunque nuestro objetivo era conocer Ski Dubai, una de las principales curiosidades de la ciudad, donde se puede esquiar y hacer snowboard en una pista de esquí con nieve artificial, que tiene 85 metros de altura, 80 de anchura y una longitud de 400 metros. Incluso hay telesillas.

Regresamos al Metro y continuamos el viaje hasta la estación de Baniyas Square, ubicada en una zona mucho menos lujosa de la ciudad. Previamente nos cercioramos de que estamos en la misma zona de transporte. Nos apetece ver algo más tradicional y no tan artificial como es casi toda la ciudad, así que optamos por entrar en el Zoco de las Especias, una combinación perfecta de colores, sabores y olores. Es el más antiguo de Dubai aunque, tras haber estado en dos ocasiones en el de Estambul, nos parece un poco de juguete.

Muy cerca tenemos nuestro siguiente destino, Dubai Creek, una ría natural que se adentra en la tierra unos 10 km. El Creek separa los dos barrios históricos de la ciudad, Deira y Bur Dubai. Para cruzar de un lado a otro existen dos puentes, un túnel y pequeñas barcas para el tránsito de peatones, llamadas abras. En esta zona vemos una de las paradas de autobús, que cuentan con aire acondicionado, y el Dubai más popular, el de los inmigrantes que trabajan en la construcción y en el puerto, descargando las grandes barcazas en las que se transportan las mercancías. Nos ha gustado mucho este lugar y estamos a gusto, pero el sol está cayendo y queremos ver el Burj Khalifa de día.

La tarde avanza inexorablemente, así que deprisa volvemos al Metro, en el que nos trasladamos hasta el Dubai Mall, que presume de ser el mayor centro comercial del mundo, con más de 1.200 tiendas. Es tan grande que no encontramos la forma de salir de él, así que tenemos que pedir ayuda al personal de seguridad, pues queremos ver el Burj Khalifa antes de que anochezca. La verdad es que las tiendas no nos interesan, aunque aprovechamos para ver de pasada el Dubai Aquarium, que también presume de ser el mayor acuario del mundo. Hemos querido abarcar mucho en un día.

Al fin conseguimos salir del Dubai Mall y nos plantamos ente una de las visitas obligadas de la ciudad, el Burj Khalifa que, hasta que Calatrava construya la Dubai Creek Tower, prevista para 2021, es desde 2010 el edificio más alto del mundo, con una altura de 828 metros. Aunque lo hemos visto desde numerosos puntos de la ciudad, impresiona estar cerca de él. Aprovechamos también para ver el espectáculo de la Fuente de Dubai, que tiene lugar cada media hora desde las 18:30. Tiene 275 metros de largo y cuenta con 6.600 focos y 50 video proyectores para iluminar el agua, que se lanza a más de 150 metros de altura. Aunque es más pequeña, me gustó más el espectáculo de la fuente del Hotel Bellagio, en Las Vegas.

Tras un picoteo antes de regresar en taxi al barco, aquí concluyó esta apresurada visita a Dubai, ciudad que no me ha dicho mucho. Me gustaron más Abu Dhabi y Muscat. Pese a todo me gustaría volver dentro de un año para visitar la Expo y la nueva torre de Calatrava. ¿Vendrá ya con las goteras puestas? De todas formas, con la que está tirando, me parece precipitado hacer planes todavía.

Colores de otoño: Hayedos de Otzarreta y Urbasa

Me encantan los colores que toman los árboles en otoño, especialmente los bosques de hayas, así que mis últimas escapadas han tenido como destino diferentes hayedos, dedicando el mes de octubre a recorrer tres de ellos. El día 1 estuve en el de la Pedrosa (Segovia), el día 8 en el de Otzarreta (Bizkaia) y el el día 19 recorriendo esa enorme masa forestal que es la sierra de Urbasa. Justo ese día el Gobierno de Nafarroa anunció el confinamiento perimetral de esa comunidad a partir del 22 de octubre. Por supuesto siempre he ido entre semana para evitar aglomeraciones. Con la pandemia, los espacios naturales se han puesto de moda, llegándose a masificar en bastantes casos, sobre todo en fin de semana, como sucedió el 17 y 18 de octubre en Altube y Barazar, además de en otras muchas zonas. Es por ello que he decidido “enlatar” esta entrada, no publicándola hasta ahora para evitar el “efecto llamada”. De todas formas, sin salir de Leioa podemos disfrutar de los colores del otoño, como podéis ver en las imágenes que acompañan a este texto, contando incluso con 16 hayas en el Boulevard de Iparragirre. Además, con las restricciones existentes ahora, no me queda otro remedio.

A tan solo 50 km de Leioa tenemos el Parque Natural de Gorbeia, compartido por los territorios históricos de Bizkaia y Araba, en el que se encuentra la cumbre más alta de ambos territorios, el monte Gorbeia, de 1482 metros de altitud, sobre el que se alza su majestuosa Cruz. Otras cumbres representativas son el Aldamin (1373 m) y Lekanda (1309 m). El 70% de la superficie del parque está ocupado por hayedos, robledales y pinares. Numerosas txabolas y majadas salpican las praderas de Gorbeia, recordando su importante tradición pastoril.

Junto al restaurante situado en lo alto del puerto de Barazar parte una carretera que nos introduce en el Parque Natural de Gorbeia. Tomando el primer desvió a la izquierda y, tras recorrer 3 km, llegamos a uno de los lugares que se han puesto de moda entre los amantes de la fotografía de naturaleza, el Hayedo de Otzarreta. Pese a su pequeña superficie, este hayedo es un lugar mágico cuyo encanto lo proporcionan el grupo de hayas centenarias entre las que serpentea el arroyo Zubizabala.

Aprovechando que estamos aquí, nos acercamos hasta el Humedal de Saldropo, para lo que tenemos que retroceder por la carretera que se dirige al puerto de Barazar y coger el ramal de la izquierda, que nos sitúa en Saldropo tras recorrer 3,2 km. Son 3 hectáreas de amplia pradera que podemos recorrer por sus caminos, disfrutar de las áreas de pic-nic o simplemente dedicarnos a contemplar las cumbres de Gorbeia, Aldamin y Lekanda. Nosotros pasamos un buen rato tomando fotografías de caballos. Una gozada de lugar, muy frecuentado por seteros, senderistas, montañeros y amantes de la naturaleza.

Cambiamos de escenario. Nos dirigimos ahora a la localidad navarra de Olazti, situada a 114 km de Leioa (todos por autovía). A esta distancia hay que añadir los 17 km que tenemos hasta el puerto de Urbasa, situado a 927 metros de altitud, que recorremos por la carretera NA-718. Antes de llegar a lo alto nos detenemos para observar el valle de Olazti y la peña que nos da la bienvenida a Urbasa. Los colores del otoño comienzan a aparecer cuando nos volvemos a detener junto al cartel que indica que entramos en el Parque Natural Urbasa-Andía. De allí parte el sendero del Hayedo Encantado.

Continuamos circulando por la NA-718 en dirección al puerto de Urbasa. A mitad de camino, más o menos, nos detenemos junto a la Venta Mendinagusi, en la que venden queso, pero que tenía el bar cerrado. Efectuamos aquí un par de cortos recorridos, a ambos lados de la carretera, donde existen pequeñas instalaciones ganaderas. Nos vamos enseguida pues las hayas están bastante verdes todavía en esta zona. Estamos al borde del Raso de Urbasa, una enorme pradera dedicada a pasto para el ganado.

Llegamos al final de nuestro trayecto, justo al punto en el que carretera NA-718 inicia su descenso hacia Zudaire. A nuestra izquierda tenemos el amplio aparcamiento del Balcón de Pilatos, en el que hay media docena de coches, el punto más concurrido de la jornada. A este lugar me acerco siempre que vengo a Urbasa, para así contemplar el borde sur del Parque Natural de Urbasa-Andía, un amplio mirador situado a 924 metros de altitud, con una imponente caída de 300 metros, desde donde contemplamos, a nuestros pies los pueblos de Améscoa Baja (Ameskoabarrena) y la zona del nacedero del río Urederra. Caminamos cerca del borde del acantilado, ahora en buena parte cercado, para luego regresar al aparcamiento caminando por el interior del bosque. Nos ha costado esfuerzo la vuelta, pues el viento era muy intenso.

Iniciamos el regreso y nos detenemos en uno de los aparcamientos de la Fuente de los Mosquitos, desde donde realizamos un corto paseo por el hayedo, observando que los helechos también han tomado un color anaranjado, aunque lo que más llama nuestra atención es ver varias hayas caídas, como tronchadas, algunas de ellas de gran porte, probablemente fruto de alguna ciclogénesis.

La siguiente parada la efectuamos en el aparcamiento de la ruta de Basauntziturri, para dar otro breve paseo por el bosque de hayas en una zona en la que aumenta el color otoñal. Se ha echado la hora de comer, así que nos dirigimos al cercano camping de Urbasa, en cuya terraza damos cuenta de un bocadillo de txistorra mientras observamos cómo pastan los caballos. Se nota que es lunes, pues estamos solos. Nada que ver con lo que sucedió el día anterior.

Para después de comer hemos dejado dos zonas, caminando en primer lugar por la de Kataliturri, para luego tomar la carretera que se dirige a Otsaportillo, deteniéndonos enseguida para caminar por el hayedo. ¡Qué gozada! Aquí las podemos contemplar hayas de todos los tonos. Es un buen final para esta escapada en la que hemos disfrutado de la naturaleza otoñal sin encontrarnos prácticamente con nadie. Es lo que tiene ser lunes.

Hemos tenido suerte, pues al llegar a casa nos enteramos del cierre perimetral al que será sometida Nafarroa a partir del jueves 22 de octubre, quedando Urbasa reservado para los navarros.

Viaje por Turquía (y 2): De Capadocia a Izmir

El tema de la pandemia se está alargando y estamos yendo a peor, por lo que pronto vamos a tener nuevas limitaciones. Por este motivo a veces me desmotiva seguir escribiendo este blog cuando ni siquiera puedo salir de mi municipio. Por el contrario me anima seguir viendo documentales de viajes y naturaleza, porque espero que, aunque falte tiempo, al final veremos la luz al final del túnel. Es por ello que continúo el relato del viaje a Turquía realizado del 7 al 20 de octubre de 2011, para seguir viajando con la imaginación.

10 de octubre. Hoy abandonamos Capadocia y, como sigo sin maleta, decido comprar ropa para los once días de viaje que quedan. Al final pedí ayuda en el hotel y al corresponsal de la agencia en Estambul, pues no hemos avanzado mucho. Cuando estamos en un centro comercial y ya he comprado unas botas y un par de camisas y pantalones, recibo una llamada del corresponsal en Estambul jurándome que mi maleta está llegando a Avanos, pero que Iberia se niega a decir con qué agencia de transportes la envían. Como solo hay dos posibles, tras el fallido intento en la primera, en la segunda nos confirman que la recibirán ellos. Al final damos con el camión y directamente desde él a nuestro minibús. Ya podemos continuar el viaje. Para hoy tenemos 239 km, así que nos da tiempo para efectuar una parada para visitar una posada medieval o caravanseray, concretamente la de Sultanhani. Esta estructura fortificada fue construida en 1229 y se convirtió en la más grande de Turquía y uno de los mejores ejemplos de la arquitectura selyúcida de Anatolia.

A primera hora de la tarde llegamos a Konya, donde pasamos noche en el Bera Mevlana Hotel****, así que disponemos de la tarde para visitar el lugar más interesante de la ciudad más religiosa del país. Se trata del Mausoleo de Mevlana, al que cada año se acercan miles de fieles musulmanes para orar y para visitar la tumba de célebre Mevlana. El exterior del edificio es una maravilla debido a su cúpula estriada compuesta por azulejos de color turquesa. Nada más entrar pasamos por un precioso patio. Realizamos la visita entre chaparrón y chaparrón, disponiendo todavía de tiempo para acercarnos al bazar. Konya fue donde murió Rumi, cuyos seguidores establecieron el Mevlevi Sufi, que se hicieron conocidos como los derviches que dan vueltas.

11 de octubre. Tenemos por delante 302 km para llegar al Khan Hotel **** de Antalya, en el que pasaremos las dos próximas noches. 16 km antes de llegar nos detenemos en la antigua ciudad de Perge que, según la leyenda, fue construida por tres héroes de Troya. Perge es un valioso conjunto de ruinas greco-romanas, entre las que destacan el teatro, con capacidad para 15.000 espectadores, el circo (siglo II), las semiderruidas puertas amuralladas, el ágora o plaza pública y las termas romanas.

Dispusimos de dos tardes para disfrutar de Antalya, una ciudad que me gustó y que está bordeada por los montes Tauro. Cuenta con viejos tranvías y otros muy modernos, iguales que los de Bilbao y Gasteiz, pues fueron construidos por la CAF. El lugar más atractivo es Kaleici, el restaurado centro histórico, donde abundan los bares, restaurantes y tiendas. Su restauración obtuvo el premio Manzana Dorada, el Oscar del Turismo. Kaleici mantiene gran parte de su carácter histórico, como los minaretes, la Torre del Reloj, las posadas otomanas o la Puerta de Adriano, construida por los romanos en honor al emperador.

12 de octubre. Para hoy tenemos 288 km, dedicando la mañana a recorrer dos históricos lugares. Bordeando la costa del mar Egeo a lo largo de 58 km, llegamos al primero de ellos, Phaselis, lugar que combina el entorno marino con la vegetación mediterránea, cuyas ruinas arqueológicas están esparcidas en torno a tres pequeñas calas. Phaselis fue fundada en el 670 aC por colonizadores de Rodas y está ubicada en un sitio estratégico rodeada de pinos. Consta de tres puertos unidos por una monumental calle empedrada y a los lados restos arqueológicos, destacando la puerta de Adriano, el teatro romano y el acueducto. Desde uno de los puertos, en un lugar lleno de encanto, contemplamos las embarcaciones tradicionales.

Continuamos 88 km más por la carretera costera hasta Demre, donde se encuentra la iglesia de San Nicolás de Myra (Noél Baba en turco), que está siendo restaurada y brinda la oportunidad de ver como era por dentro un templo bizantino del siglo V. Se cuenta que la leyenda de Papá Noél (Santa Claus) se inició aquí, cuando un obispo cristiano del siglo IV hizo regalos anónimos a las muchachas locales necesitadas de dote, echando bolsas con monedas por las chimeneas de sus casas, de forma que ese «regalo del cielo» les permitía casarse. Por la misma carretera regresamos a Antalya, tras recorrer 142 km.

13 de octubre. Tenemos por delante 280 km, todos por autovía, para llegar al Lycus River Hotel ****, situado junto a las ruinas de Hierápolis. Hoy es uno de los días que estaba esperando, pues tenía muchas ganas de conocer Pamukkale, conocida como “Castillo de Algodón”. Sus manantiales de agua caliente con sedimentos de sales calcáreas, han creado un paisaje excepcional, con estalactitas gigantes que le dan la apariencia de cascadas petrificadas. Nos damos un baño y vamos a un lugar situado al lado y que desconocía, las ruinas de la antigua ciudad helenística de Hierápolis, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que toman un tono especial con la luz del atardecer. Hasta ahora es con diferencia el lugar que más me ha gustado de esta segunda parte del viaje.

14 de octubre. Para hoy tenemos 231 km para llegar al Marina Hotel **** de Kusadasi, en el que de nuevo pasaremos dos noches. Cuando llevamos 98 km nos detenemos para visitar la ciudad grecorromana de Afrodisias, llamada así en honor a la diosa Afrodita, que fue conocida en toda Asia Menor como centro de medicina y filosofía pero, sobre todo, por sus esculturas y el arte de la ciudad. Un inmenso estadio, el anfiteatro romano, el templo de Afrodita, el pequeño Odeón, con su escenario ricamente decorado, algunos pórticos del Ágora y maravillosas esculturas, así lo prueban.

15 de octubre.- Hoy toca otro de los puntos fuertes de la segunda parte del viaje por Turquía, situado a tan solo 20 km de Kusadasi. Se trata de Éfeso, la ciudad clásica mejor conservada de Turquía, que fue construida hacia el año 1000 aC, aunque los restos que vemos datan del siglo IV aC. Destacan en ellos la Biblioteca de Celsus, el templo de Adriano, el Odeón, la Puerta de Magnesia y su enorme teatro. Tenemos la suerte de coincidir con una recreación histórica, así que salimos contentos de este lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

A tan solo 9 km de Éfeso, en el monte Panayir visitamos la casa de la Virgen, lugar donde se supone residió los últimos días de su vida, siendo en la actualidad un importante centro de peregrinaje para cristianos. La verdad es que es un sitio totalmente prescindible. Pasamos la tarde en Kusadasi, visitando la zona portuaria, escala habitual de muchos cruceros y acercándonos al mercado. Al día siguiente tenemos un centenar de kilómetros hasta el aeropuerto de Izmir, donde al mediodía tomamos el vuelo a Estambul, ciudad que me encanta y que ya he visitado con anterioridad, en la que pasaremos cuatro días, pero de ello os hablaré más adelante.

Cosa que aunque no suele ser habitual, contratamos esta parte del viaje con una agencia (hoteles y coche con conductor pero sin guía), porque nos había dicho que los turcos conducen fatal pero, aunque todo salió perfecto, podíamos haber alquilado un coche, ya que casi todo el viaje se realiza por autovías. Turquía es una economía emergente y cuenta con buenos servicios. Nos sorprendió ver que todas las nuevas construcciones cuentan con placas solares. Por cierto, cuando llegué a casa, por curiosidad llamé al teléfono de Iberia y seguía el mismo mensaje: “Su equipaje ha sido localizado y en breve procederemos a su entrega”. ¡Qué desastre!

Oñati, el Santuario de Arantzazu y las campas de Urbia (Gipuzkoa)

Nuestro destino de hoy es el municipio más extenso de Gipuzkoa (107,31 km²), situado en la comarca del Alto Deba o Debagoiena. Se trata de Oñati, que cuenta con una población de 11.380 habitantes. Fue una villa señorial poderosa que pasó a ser condado y no se integró en la provincia de Gipuzkoa hasta 1845. Cuenta con unos de los cascos antiguos más hermosos de la provincia, que se articula en torno a la Foruen Enparantza (Plaza de los Fueros), que data de finales del siglo XIX y está porticada en tres de sus lados. En ella destaca la Casa Consistorial, edificio barroco construido por Martín Carrera en 1778. Recorriendo las calles Barria y Atzeko empezamos a descubrir notables edificios, como las Casas-Torre de Zumeltzegi y Lazarraga, las Casas Hernani y Otaudi-Jausoro, el Palacio Pedruena y la Torre de Urain o Zubiaur. En la salida hacia Arantzazu encontramos el Monumento al Pastor Vasco, de Nestor Basterretxea.

He querido resaltar los dos edificios más notables de Oñati, destacando sobre todos la Universidad Sancti Spiritus, edificio renacentista del siglo XVI, fundada en 1540 por el obispo Rodrigo Mercado de Zuazola. Destacan en su interior el claustro, la capilla y el artesonado mudéjar. Tiene el honor de ser la primera universidad que hubo en Euskal Herria. El otro edificio más importante es la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, templo gótico del siglo XV que cuenta con un curioso claustro de estilo gótico flamígero.

Casi 10 km nos separan de nuestro siguiente destino, en los que tendremos que salvar 500 metros de desnivel para llegar a los 731 metros de altitud a los que se encuentra el original Santuario de Arantzazu (Arantzazuko Santutegia). Destaca en él su impresionante fachada, con sus tres torres, la Piedad y los 14 apóstoles. Estas dos últimas, obras de Jorge Oteiza. Tras cruzar las puertas de hierro, obra de Eduardo Chillida, descubrimos un imponente retablo mayor de 600 m², concebido en madera policromada por Lucio Muñoz. Las vidrieras fueron realizadas por Xabier Álvarez de Eulate. Finalmente descendemos a la cripta, adornada con las pinturas de Néstor Basterretxea.

Nuestro siguiente destino son las campas de Urbia pero en el punto en el que comienza la ruta nos detenemos, accediendo a la terraza del Hotel Sindika, desde donde contemplamos la parte trasera del Santuario de Arantzazu, cuyas obras comenzaron en 1950 y estuvieron dirigidas por los arquitectos Sáenz de Olza y Laorga. Desde este punto la vista resulta grandiosa.

La subida a Urbia es sencilla. Comienza en el aparcamiento del Santuario desde donde caminamos por la carretera que bordea la Basílica hasta el hotel Sindika. Aquí vemos los paneles informativos que indican el comienzo de la ruta que sigue el GR-283. Tendremos que salvar más de 400 metros de desnivel en 4,3 km de recorrido. Indica que se emplea 1 h 20 min. El camino no tiene pérdida, pues es una ancha pista. Luego nos internamos en el hayedo y llegamos a la Fuente de Erroiti.

Vamos ganando altura y la pista se ha convertido en un cómodo sendero, a veces con bastante pendiente, desde el que divisamos las crestas del Duranguesado, de las que sobresale el Anboto. Hacia el otro lado tenemos al fondo el Aldamin y el Gorbeia. Salimos del bosque de hayas y casi sin enterarnos llegamos al punto más alto de la ruta, el collado de Elorrola (1160 m). Entramos entonces en una senda bordeada por una hilera de fresnos plantados para guiar a caminantes entre la niebla, que va descendiendo primero hacia la ermita y luego a las campas de Urbia.

Seguimos caminando por el sendero bordeado de fresnos que pasa junto a la ermita de Andra Mari, edificada en 1925 a petición de los pastores, para oír la misa los domingos sin tener que bajar hasta Arantzazu. Nuestro descenso continúa hasta la Fonda de Urbia, que estaba cerrada cuando llegamos el 21 de octubre de 2016. ¿Sabéis que tenía teléfono antes de que Telefónica llegara a Gipuzkoa? En el collado de Elorrola hemos visto muchas ovejas, que ahora son las únicas ocupantes de las campas de Urbia.

Nos queda por delante más de 4,5 km de desandar el camino y volver al coche, que hemos dejado aparcado junto al Santuario, pero ahora nos quedamos a disfrutar en soledad de una de las mejores vistas de Euskal Herria, mientras damos cuenta del bocadillo que hemos traído para comer. Ante nosotros tenemos las campas de Urbia y, sobre ellas la sierra de Aizkorri, en la que dos montes, el Aitxuri y el Aketegi (1551 m), compiten por ser el más alto de Gipuzkoa y de la Comunidad Autónoma de Euskadi. Qué mejor final para esta escapada.

En Oñati se encuentran también las cuevas de Arrikrutz, a las que  tengo ganas de ir, pero el día no da para más. Además, siempre hay que dejar algo para poder volver.

ÚLTIMA HORA: De acuerdo con el decreto del Gobierno Vasco, en este momento sólo pueden disfrutar de estos lugares los residentes en Oñati.

Viaje por Turquía (1): Capadocia

Había estado con anterioridad en Estambul durante una Semana Santa, pero tenía pendiente un lugar que me atraía mucho, Capadocia, para lo que tuve que esperar hasta octubre de 2011. Han pasado nueve años, pero los lugares a visitar no han cambiado. Eso si, no había vuelo directo de Bilbao a Estambul, como lo ha habido durante mucho tiempo hasta el confinamiento, así que el 7 de octubre tuvimos que volar primero a Madrid, donde cogimos el avión a Estambul (4 horas de vuelo). Allí comenzó un pequeño calvario, al no llegar mi equipaje y el desastre de la gestión de Iberia, pese a que conocía que estaba localizado e iba en el siguiente vuelo. Dos horas de escala y tomamos el avión a Kayseri (casi hora y media de vuelo), desde cuyo aeropuerto tenemos una hora de viaje hasta el Yiltok Hotel, en Avanos, donde pasaremos las tres próximas noches. Hemos contratado la primera parte del viaje, a medida para las dos parejas, con la agencia Vertierra, que nos resultó fenomenal. Al final nos hemos pasado más de 12 horas de aviones y aeropuertos, pues salimos de Bilbao a las 08:35 y llegamos a Kayseri a las 19:50 h. Estamos en Capadocia, en el centro de Turquía.

8 de octubre. Con ropa prestada por mi amigo comenzamos el ansiado recorrido por Capadocia, deteniéndonos en un lugar que nos encantó y que resume bastante bien la idea que tenemos de Capadocia. Se trata del valle de Devrent, conocido como el valle de la Imaginación, pues muchas rocas tienen formas de animales. Según la imaginación de cada uno: camellos, focas: caracoles… Es también conocido como el valle de las “chimeneas de hadas”, donde la piedra erosionada por el viento y la acción del agua sobre el terreno volcánico, ha dado lugar a un paisaje espectacular de picos, conos y obeliscos.

Satisfechos con la primera experiencia, cambiamos de valle y nos dirigimos al de Pasabag, para seguir contemplando las «chimeneas de las hadas», formaciones de origen volcánico muy abundantes en Capadocia. El valle de Pasabag contiene algunas de las chimeneas de hadas más llamativas de Capadocia, con tapas de piedra doble e incluso triple, lo que las hace únicas al tener forma de hongo. Al concluir la visita nos encontramos con una improvisada fiesta de jóvenes turcos y vemos la forma tradicional de elaborar el pan, una especie de talo.

Después de comer nos acercamos al lugar más importante de Capadocia, Göreme, conocido como un museo al aire libre, ya que conserva un impresionante conjunto de iglesias, capillas y monasterios excavados en la roca con frescos del siglo XI, que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los asentamientos en el área comenzaron en los siglos III y IV, cuando los cristianos del período romano fundaron varios monasterios. Estas construcciones eran realmente cuevas artificiales.

Hacemos un alto en el camino para tomar un café en la ciudad en la que nos alojamos, Avanos, situada a 920 m de altitud. Está ubicada a orillas del río más largo de Turquía, el Kızılırmak, que divide a Avanos en dos partes. La arcilla recogida del río, mezclada con arena, se utiliza para fabricar cerámica, así que la alfarería tiene una gran importancia en esta población, por lo que nos acercamos a uno de sus talleres. Cuenta también con dos notables mezquitas de la época otomana y selyúcida respectivamente.

A 4 km de Göreme tenemos la última visita de la jornada, en un sitio realmente espectacular conocido como el Castillo de Uchisar. Se trata de una extraña formación geológica con multitud de viviendas y otras dependencias situadas en el interior. Su pintoresca forma le ha dado el sobrenombre de castillo. El lugar más llamativo, conocido como El Kale, consiste en una estructura inmensa cuya cresta está formada dos picos triangulares y otros dos más pequeños que asemejan torreones. Creo que con lo que hemos visto hoy se justificaría el viaje a Capadocia. Además el tiempo ha acompañado.

9 de octubre. Iniciamos una nueva jornada que nuestras mujeres empiezan muy temprano, todavía de noche, pues para el amanecer tienen contratado un paseo en globo, probablemente el negocio más lucrativo de Capadocia, pues en cada barquilla van 24 personas más el piloto. Por poco más de una hora el precio es de 150 por persona, que incluye el traslado y una copa de cava a la llegada. Aunque el día amaneció nublado y amenazando lluvia, llegaron encantadas de las vistas de las que disfrutaron y del emocionante aterrizaje. A continuación os dejo unas fotos de la experiencia.

Tras juntarnos con ellas en el desayuno, comenzamos el recorrido deteniéndonos en primer lugar en Zielve, otro museo al aire libre pero de inferior categoría al de Göreme. En esta ocasión ocupa tres valles donde se han excavado cientos de viviendas trogloditas, iglesias y túneles. Las rocas son más rojizas que en el resto de Capadocia y estuvo habitado hasta mediados del siglo XX, cuando la población fue desalojada por el gobierno, debido al peligro de derrumbes por la erosión natural de la zona.

La siguiente cita la tenemos en otro curioso lugar, el Valle de Cavusin, en el que las casas excavadas en la falda de una colina, tienen sus fachadas decoradas. Primero subimos a lo alto de la montaña, desde donde se tiene una magnífica vista de conjunto del pueblo, por cuyo abandonado casco antiguo caminamos luego, descubriendo pintorescos rincones.

Tras el almuerzo visitamos la original ciudad Subterránea de Kaymakli, edificada por las comunidades cristianas para protegerse de los ataques árabes. Se cree que fue construida entre los siglos V y X. Concluimos la jornada en el pequeño pero hermoso pueblo de Mustafapasa, cuyo principal atractivo son las casas griegas levantadas entre finales del siglo XIX y principios del XX, que cuentan con relieves y frescos decorando sus fachadas. También podemos tomar imágenes de la tradicional vida local. Lo que vimos ayer fue mucho más interesante, aunque lo de hoy no ha estado nada mal.

Nuestra estancia en Capadocia ha concluido pero el viaje por Turquía continúa. Mañana saldremos para Kenya, pero mi equipaje siguen sin entregármelo, pese a que el contestador de Iberia continúa diciendo lo mismo que ayer: “Su equipaje ha sido localizado y en breve procederemos a su entrega”.

Municipios de Bizkaia (3)

Continúo el recorrido por otros diez municipios de Bizkaia, los siguientes en orden alfabético a los publicados el pasado 14 de julio. En total son 112 y los recorrí entre los años 2012 y 2016. De esta forma pausada os iré mostrando lo que en mi opinión es más interesante en cada uno de ellos.

BARRIKA: Este pequeño municipio es ante todo conocido por sus tres playas abiertas bajo los acantilados, Barrika, Meñakoz y Muriola, también llamada playa de la Cantera, en la que se rodó alguna escena de Juego de Tronos. De su centro urbano me quedo con tres edificios, el Ayuntamiento, la iglesia parroquial de Andra Mari y la Residencia Elorduy.

BASAURI: Municipio densamente poblado, más de 40.000 habitantes, no es conocido por sus atractivos turísticos. Entre sus edificios quiero resaltar cuatro, la iglesia de San Miguel Arcángel (siglos XVI-XVIII), la Casa Torre de Ariz, construida en 1706, la ermita de San Fausto y el Social Antzokia, frente al que se encuentra el monumento a la Escarabillera. Otras esculturas que me gustaron son la dedicada al Paseante Begiluze, «Madre e Hijo», «Arizgoiti» y especialmente «Bidebieta», que representa la silueta de una diligencia tirada por mulos. También coincidí con la exposición sobre el Baskonia MT, uno de los clubes de montaña más conocido de Bizkaia.

BEDIA: Este municipio cuenta con poco más de 1.000 habitantes que en su mayoría viven en Elexalde, donde se encuentra el Ayuntamiento y la iglesia parroquial de San Juan Bautista, que se construyó en 1745. Sin embargo buena parte de su territorio es eminentemente rural, así que pasé una agradable mañana recorriendo los barrios de Eroso Ugarte, Utxarain y Ereño, disfrutando al contemplar antiguos caseríos y cómo posaban unos burritos.

BERANGO: Municipio de poco más de 7.000 habitantes situado entre Getxo y Sopela cuenta con interesantes edificios muy próximos unos a otros, como la Casa Consistorial y las Escuelas, de finales del siglo XIX, la iglesia de Santo Domingo de Guzmán (siglo XVIII), que cuenta con una elegante torre, el monumento de Otxandategi, obra de Basterra (1911) y la Kultur Etxea, que alberga el Museo Memorial del Cinturón de Hierro. Más alejados se encuentran el Palacio Icaza y la enorme escultura de José Luis Pequeño.

BERMEO: Es probablemente el pueblo de Bizkaia que más me gusta, así que me ha costado mucho hacer una selección de fotos, comenzando por el puerto de Sollube, con el recuerdo al ciclista Jesús Loroño, para seguir por su fachada marítima, desde el puerto hasta el islote Akatz y ese increíble lugar que es San Juan de Gaztelugatx, para luego centrarme en su monumental casco antiguo, que cuenta con edificios tan interesantes como las iglesias de Santa Eufemia y de Santa María, el convento de San Francisco, la Torre Ercilla, el Casino, Kikunbera o el Portal de San Juan, vestigio de las murallas. Cuenta también con cantidad de esculturas urbanas, como “La lechera” (Enrike Zubia), “Itzulera” (Castor Solan), “Taraska” (Antonio Ibarrarán), “Homenaje a Benito Barrueta” (Nestor Basterretxea), “Vendedoras de pescado” (Enrike Zubia), “Badatoz!” (Enrike Zubia), “Azken olatua, azken arnasa”. (Enrike Zubia), Olatua (Nestor Basterretxea) y “Euskal kosmogonia”, conjunto de 18 esculturas, obra del  bermeano Nestor Basterretxea.

BERRIATUA: Municipio de la comarca de Lea Artibai, enclavado entre Markina y Ondarroa, cuenta con un pequeño núcleo urbano ubicado en la ribera del Artibai, con interesantes edificios entre los que destacan la iglesia de San Pedro y la Casa Pintada o Etxe Pintxu; palacio del siglo XVIII que tiene la fachada decorada con pinturas al fresco. En Madalena auzoa tenemos casa torre de Aranzibia y la ermita de la que toma el nombre el barrio. En Asterrika auzoa nos detenemos ante la ermita de San Lorentzo (siglo XV), concluyendo nuestro recorrido en Mereludi auzoa, para contemplar el caserío Lekoia Bekoa, magnífico ejemplar de la arquitectura rural de Bizkaia, del siglo XVI, que cuenta con un gran escudo de armas.

BERRIZ: Este municipio constituye un magnífico mirador de las Crestas del Duranguesado, desde Anboto hasta Untzillatx. Cuenta con un interesante patrimonio, parte de él situado en el centro de la población, caso de la iglesia de de San Juan Evangelista y del Palacio de Berriz, actual Ayuntamiento, situado en un hermoso parque. Del patrimonio religioso destaca también la iglesia de Andra Mari de Andikona, barrio que cuenta con hermosos caseríos y, en menor medida, la ermita de San Pedro Txiki, situada antes de llegar al casco urbano. Del patrimonio civil son dignos de mención las casas torre de Lariz y Arria, además de los antiguos caseríos Isuntza Bekoa e Isuntza Goikoa.

BILBAO: Dedicaba una jornada matutina a recorrer cada municipio, así que cuando le llegó el turno a la capital, me centré tan solo en el Casco Viejo, que cuenta con muchísimos lugares de interés. De la arquitectura religiosa tenemos la Catedral y las iglesias de San Antón, Santos Juanes y San Nicolás. De la arquitectura civil, el Teatro Arriaga, la Plaza Nueva, el mercado de la Ribera y la antigua sede del BBVA. Callejeando por el Casco Viejo iremos descubriendo hermosos edificios y rincones, como el Arenal, el edificio de la Bolsa y la Fuente del Perro entre otros muchos. También hay interesantes museos, destacando el Euskal Museoa. Como comentaba, mucho tema para una mañana.

BUSTURIA: Municipio enclavado en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, cuenta con varios barrios y diferentes edificios de interés, como la iglesia de Andra Mari de Axpe y el palacio de Txirapozu. Cuenta también con un lugar que merece mucho la pena visitar, especialmente si se va con niños. Se trata del Ekoetxea Urdaibai, Centro de la Biodiversidad de Euskadi, que ocupa un interesante edificio singular, la Torre Madariaga, del siglo XV, y la anexa Torre del Reloj, construida en el año 1851.

DERIO: Este municipio no destaca por sus atractivos turísticos pero, como todos, merece también una visita, centrándonos en dos iglesias, la de San Cristóbal, reedificada y ampliada en el año 1745, y la más moderna pero coqueta de San Isidro, construida en 1958. También son dignos de reseñar el edificio del Ayuntamiento, obra de principios de siglo XX de estilo neovasco y el antiguo Seminario. Algo que llamó especialmente mi atención es la gran escultura colorista “Agurra” (saludo), obra de Eneritz Amondarain e Idoia Zuluaga, que da la bienvenida a cuantos se acercan a este municipio, con el que concluyo esta tercera serie.

Las fotos fueron tomadas entre el 14 de febrero y el 4 de junio de 2013.

Senderismo en Pedraza y Riaza (Segovia)

Creía que la de la Val d’Aran iba a ser la última escapada de la temporada con la “nueva normalidad”, palabra que no me gusta nada, pero todavía faltaba la “espuela”, así que del 30 de septiembre al 2 de octubre nos desplazamos a Segovia, Hemos seguido con el mismo criterio que utilizamos desde que empezamos a salir en junio, evitar ciudades, lugares concurridos y estar el mayor tiempo posible en espacios naturales. Para el miércoles elegimos el entorno de Pedraza, para el jueves el de Riaza y para el viernes la “senda de los pescadores”, en Cuéllar, que finalmente nos la frustró la fuerte lluvia y el intenso viento. Otra vez será.

30 de septiembre. A las 13 h quedamos con los amigos de Rivas Vaciamadrid, a los que hacía casi un año que no veíamos, en una población que me encanta, Pedraza, distante 331 km de Leioa y en la que nos detenemos siempre que vamos a Segovia. La cita es en el castillo, una fortaleza construida en el siglo XIII que se reedificó en el siglo XV por García Herrera. A principios del siglo XVI los Duques de Frías reformaron el castillo de nuevo, que cuenta con una imponente torre del homenaje. En 1926, el pintor Ignacio Zuloaga lo adquirió y restauró, instalando allí un taller.

Del castillo, junto al que luego comeremos el bocadillo, iniciamos el recorrido por Pedraza, declarada Conjunto Histórico, pasando junto a lo que queda de la iglesia de Santa María, para dirigirnos a tomar un vino en una terraza de la Plaza Mayor, una de las plazas castellanas que más me gustan. Frente a nosotros tenemos la iglesia de San Juan Bautista y, a un lado, el Ayuntamiento. Da gusto poder caminar sin gente en la calle hasta la Cárcel y la Puerta de la Villa, único acceso a la población, a la que luego volveremos a tomar el café.

Tras comer el bocadillo nos dirigimos a la parte baja de la población, a la Casa del Águila Imperial, centro de interpretación que ocupa la antigua iglesia de San Miguel. Hasta el 2 de noviembre está abierto de viernes a domingo. De aquí parte la Senda del Mirador de la Velilla, recorrido de 5,6 km (ida y vuelta), pero no encontramos ningún cartel que lo indique. Consultado el mapa, empezamos a caminar por la pista que pasa bajo un puente, para luego subir la cuesta de Valdepinto. En el alto vemos el primer cartel que nos conduce a otra pista y más adelante otro nos introduce a un sendero, que lleva no a donde indica (Mirador de la Velilla) sino al Mirador de las Tongueras, de lo que nos alegramos pues, aunque el recorrido es más corto (unos 5 km), tenemos una impresionante vista del acantilado sobre el que se asienta Pedraza, del que sobresalen las dos torres de las iglesias y el castillo. Regresamos a Pedraza apara coger el coche y completar los 37 km que nos quedan para llegar a Segovia.

De nuevo hemos elegido un Parador para pasar las dos noches de esta escapada, en este caso el de Segovia, aprovechando que tenía puntos para una noche gratis en alojamiento y desayuno y la otra a precio de oferta. También hay descuentos en el restaurante, donde os recomiendo probar las croquetas, los calamares y los espárragos. Hemos optado por este Parador porque todas las habitaciones tienen terraza con vistas a la catedral y el acueducto. En ella tomamos el vino de antes de bajar a cenar, así que solo pisamos el local para la cena y el desayuno. La puesta de sol resultó espectacular.

1 de octubre. Se nos baja la moral cuando amanece lloviendo, pero seguimos con el plan previsto que tiene como punto de partida la localidad de Riaza, distante 77 km. Cuando llegamos la niebla cubre los montes y chispea ligeramente, así que optamos por dejar un coche en Riofrío de Riaza, a donde subiremos caminando por el Camino de Riofrío (circuito 3), que parte del Polideportivo de Riaza. Es un agradable sendero que pasa por un robledal, cruza un par de arroyos por sendos puentes y solo tiene un tramo de ligera subida casi al final. La iglesia de San Miguel nos da la bienvenida a Riofrío. El coche lo tenemos aparcado frente al Ayuntamiento, que luce una pancarta reivindicativa contra los recortes sanitarios de la Junta de CYL. Ya no hay niebla y descubrimos que hemos dejado el portón trasero del coche abierto, con vario objetos en el maletero que nadie ha tocado. Riofrío es un pueblo de confianza.

Tas el recorrido matinal nos acercamos a Riaza, población situada a los pies de la sierra de Ayllón, en la que destaca su porticada Plaza Mayor, presidida por el Ayuntamiento y próxima a la iglesia de Ntra Sra del Manto, del siglo XV. Aprovechamos para tomar un vino antes de ir a comer el bocadillo a un área recreativa que se encuentra en un amplio y coqueto parque, ubicado a orillas de la carretera de acceso a la villa, la avenida de Madrid. Luego nos entretenemos dando el pan que nos sobra a un enorme caballo y unos simpáticos perros.

El día ha levantado, así que nos animamos a hacer otra ruta. Tomamos la carretera SG-112 en dirección a Majaelrayo y dejamos aparcado un coche junto al embalse de Riofrío, situado a unos 1300 metros de altitud, continuando con el otro hasta puerto de la Quesera (1757 m), situado a 12,6 km de Riaza en la muga con Guadalajara. Siguiendo el estrecho sendero del camino viejo de Peñalba de la Sierra emprendemos un empinado descenso hacia el embalse, pasando por unos parajes llenos de encanto, primero por un bosque de robles y luego el Hayedo de La Pedrosa, que forma parte del Parque Natural de la Sierra Norte de Guadarrama. El sendero a veces resulta incómodo pero hemos disfrutado con lo que hemos visto y, como en los dos anteriores, no nos hemos encontrado a nadie en la ruta. Una gozada. Hemos tardado hora y media en cubrir los 4,5 km y unos 450 metros de desnivel, eso sí, con paradas para tomar fotos. Si vais con un solo coche, en el recorrido de ida y vuelta hay que calcular más de 3 horas, pudiendo dejarlo aparcado nada más pasar el km 7, donde empieza la ruta junto a la valla del embalse. Por delante tenemos 90 km para regresar a Segovia, coincidiendo con el atardecer. Ha sido una jornada completa.

2 de octubre. Se nos frustró el plan para hoy. En Segovia no hay olas porque no tienen mar, pero llueve con intensidad y hace muchísimo viento. Me río yo de la ciclogénesis que hemos pasado aquí el fin de semana, así que optamos por regresar a casa dando algo más de vuelta, realizando todo el viaje por  autovía, saliendo por A-601, hasta Valladolid. Son 402 km hasta Leioa.

WANAKA (Nueva Zelanda): Los lagos de la isla Sur

Dejaba hace dos semanas el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda, cuando nos dirigíamos a la localidad neozelandesa de Wanaka, en la que pasamos por fin dos noches seguidas, alojándonos en el Wanaka Hotel *** (138 € las dos noches), magníficamente situado, que cuenta con un excelente restaurante, en el que unos cenamos salmón y otros cordero. Estamos a un paso del lago que lleva el nombre de la ciudad, que tiene como telón de fondo las cumbres nevadas de los Alpes, entre las que destaca el Mount Aspiring (3027 m), la segunda mayor montaña del país. Antes de llegar al hotel nos detuvimos para tomar unas fotos de la colorista y única atracción del mundo de este tema, el Puzzling Word.

16 de octubre. Día 24 de viaje. Iniciamos una nueva jornada con un potente desayuno tipo británico y haciendo unas compras para comer de bocata. Hoy nos toca mucho coche (426 km), que por cierto ha respondiendo fenomenal, pues aunque tuvimos buenas carreteras, también tuvimos que circular por pistas, así que creemos que fue un buen acierto alquilar el Toyota Highlander. Esperamos seguir con buena suerte con el tiempo, pues hoy estaremos todo el tiempo en medio de la nada y con extraordinarios paisajes de montaña. A los pocos kilómetros de salir de Wanaka nos dan el alto, pues de frente aparece un transporte especial con una casa prefabricada, que pronto se orilla y podemos continuar.

Cuando llevamos recorridos 80 km hacemos la primera parada. Estamos en el Lindis Pass, situado a 971 metros de altitud, que divide los valles de los ríos Lindis y Ahuriri. El lugar no nos dice gran cosa, pues es un paisaje bastante árido, con laderas de hierba de color amarillo-marrón. Un cartel nos indica que a 200 metros, caminando por una empinada cuesta, tenemos un mirador, así que allí vamos, pudiendo contemplar desde arriba la nevada cumbre de Longslip Mountain (1494 m).

80 km más tarde volvemos a efectuar otra parada, para fotografiar el lago Pukaki, aparcando el coche en una pista que bordea una gran pradera verde, situada a orillas del lago. Justo al lado tenemos un gran rebaño de vacas, el primero que vemos, así que pasamos un buen rato tomando unas fotos, ya que se acercan a la valla que nos separa, especialmente las chalas, que chupan el dedo de mi mujer cuando les acerca la mano.

Comentaba que nuestro siguiente destino fue el Lke Pukaki, al que cortejaremos ampliamente, pues nos ofrece un espectáculo impresionante, con una amplia panorámica de cumbres nevadas que se reflejan en sus aguas de color azul turquesa. ¡Qué suerte estamos teniendo con el tiempo en una isla muy lluviosa! Bordeamos el lago por tres de sus lados, circulando finalmente muchos kilómetros por una pista de tierra en busca de la foto del Mont Cook (Aoraki), reflejado en el lago, cosa que no conseguimos pues queda muy lejos y aunque lo contemplamos aparece muy difuminado. Pese a todo hemos disfrutado de unas vistas espectaculares. Ha sido uno de los puntos fuertes del viaje.

En busca de la foto del Mont Cook (3754 m), el techo de Nueva Zelanda, nos hemos perdido en el entramado de pistas, así que tenemos que tirar de Google Maps para buscar la ruta a nuestro siguiente destino, el lago Tekapo, pero antes de llegar a él nos dirigimos a la montaña sobre la que se encuentra el observatorio astronómico Mount John, la estación que Estados Unidos construyó para tener una visión del cielo nocturno sin contaminación lumínica, lo más al sur posible del planeta. Desde arriba tenemos una visión casi aérea del lago y de las montañas que lo rodean. Además cuenta con un bar, así que fue un placer tomar un vino neozelandés en un marco tan especial.

Finalmente llegamos al último destino de la jornada, el Lake Tekapo. Pese a que me ha gustado más el lago Pukaki, este también es espectacular. Se ha echado la hora de comer, así que aprovechamos para dar cuenta del bocata en una mesa de picnic, con unas vistas impresionantes, que me recordaban a algunos lugares de Islandia. Enseguida se nos acercan patos y gaviotas para ver «lo que cae», terminando alborotándoles, al tirarles patatas fritas. Tenemos por delante 199 km para regresar al hotel, efectuando una sola parada en Omarama, el único pueblo de la ruta, situado a mitad de camino, para tomar un café en un bar de estilo americano. No olvidaremos fácilmente este día tan radiante que ha salido y en el que tanto hemos disfrutado.

17 de octubre. Día 25 de viaje. Antes de desayunar y de abandonar la ciudad, me dirijo al cercano lago Wanaka, el lago más grande de Nueva Zelanda, que se estima que tiene unos 300 metros de profundidad. En maorí su nombre significa «El lugar de Anaka», un jefe tribal local. Observo que los patos deben dormir mucho, pues les vi durmiendo al atardecer en Christchurch y esta mañana aquí. Junto al lago hay un pequeño parque con varias esculturas y unas placas que, año a año, recuerdan diferentes acontecimientos históricos, como la ascensión al Everest del neozelandés Edmund Hillary.

Ya solo nos quedan por delante dos noches en Nueva Zelanda. El viaje continúa.

Por el Pirineo de Lleida: Val d’Aran y Aigüestortes

En septiembre, en concreto del 11 al 16, he vuelto a realizar una escapada, en esta ocasión al Pirineo de Lleida, tendiendo como campo base la capital de la Val d’Aran, Vielha e Mijaran, que dista 410 km de Leioa, resultando el viaje muy cómodo por territorio francés, pues casi 350 km se realizan sucesivamente por las autopistas AP-8, A63 y A64, hasta la salida 17, cerca de Montrejeau. Los últimos 60 km se realizan en buena parte siguiendo el curso del río Garona, por la N125, que se convierte en N230 al entrar en Catalunya. Nuevamente el objetivo era realizar rutas sencillas por la montaña. Para garantizar el buen tiempo adelantamos tres días la fecha de salida, pese a que no me gusta coincidir con el fin de semana. El tiempo ha resultado muy soleado, salvo el amago de tormenta del último día, con temperaturas máximas de 23 a 25 grados, así que nos libramos de unos cuantos días de bochorno. Sin embargo la perfección no existe, pues el 11 de septiembre fue la Diada y mucha gente hizo puente, por lo que viernes y sábado de paz en la montaña nada, ya que el senderismo está de moda desde el fin del confinamiento. Eso sí, hemos disfrutado de extraordinarios paisajes de montaña, teniendo como telón de fondo la zona de Aneto-Maladeta.

Por la seguridad que trasmiten, nuevamente he elegido un Parador, en este caso el de Vielha, para alojarnos en esta escapada, aunque no he utilizado ni la piscina ni el spa, tan solo el restaurante para los desayunos y cenas, aunque una noche no lo pude usar, pues aquí no reservan mesa “porque no hace falta”, pese a que el sábado estaba a tope. En esta ocasión me ha salido económico, pues en septiembre bajan los precios y, gracias a los puntos obtenidos en julio y agosto, he tenido tres noches gratis en habitación doble superior con desayuno. Lo mejor ha resultado la amplia terraza de la habitación, en la que tomábamos el vino vespertino sin mascarilla, disfrutando de una magnífica vista.

Tras instalarnos en la habitación, el 11 de septiembre aprovechamos lo que quedaba de tarde para realizar la ruta más corta de las que tenía previstas. En el pueblo de Es Bordes se coge una estrecha carretera que lleva al aparcamiento de los Uelhs det Joèu, de donde se accede a los rápidos que forma el arroyo Joel, punto de partida de un recorrido circular de tan solo una hora de duración (2,5 km y 90 metros de desnivel), que lleva al Plan dera Artiga y al refugio Artiga de Lin, punto  de partida para subir al monte Aneto, para luego descender al punto de partida. El viernes a las 18:30 h, el aparcamiento estaba lleno de coches. También pude comprobar lo estrechas que son las carreteras de montaña, con dificultad para cruzarte con otros vehículos y a expensas de que te dejen pasar las vacas o los caballos que deambulan a su aire.

Sábado, 12 de septiembre. El día más terrible por la cantidad de gente y la dureza del recorrido. Para empezar tardamos casi una hora en cubrir los 8 km que separan Salardú del balneario Banhs de Tredós, debido a la estrechez de la carretera y a las vacas. Me río de los atascos de la autovía a Castro Urdiales. Luego, búscate la vida para aparcar. Más tarde dos colas, primero para sacar el ticket del taxi (8 € ida y vuelta) y luego para coger el taxi (8 personas en cada furgoneta), que te acerca algo más de 4 km al punto de partida del sendero que sube al circo de Colomèrs. Parecía la subida al Pagasarri por la gente que había. El camino resulta duro por la cantidad de piedras que hay en el sendero y la pendiente de algunos tramos, que se suaviza cuando pasas junto al Estanh dera Lòssa. Luego hay que subir hasta la presa que cierra el Estanh Major de Colomèrs. La vista sobre el circo de Colomèrs compensa el esfuerzo. Hacía tiempo que no sentía la alta montaña. Aunque lo vemos al fondo, todavía nos queda un último esfuerzo de 600 metros para llegar a nuestra meta, el refugio de Colomèrs (2135 m). Bocadillo de tortilla a medias y vaso de vino a modo de hamaiketako, e iniciamos el regreso. Hemos empleado hora y media en subir y una hora en el descenso. Comemos nuestro bocadillo a la sombra de un panel informativo, junto al aparcamiento.

Tomamos el café en Salardú y, como la tarde sigue magnífica, nos desplazamos tan solo un par de kilómetros a un pueblo del que jamás había oído hablar hasta que me lo recomendó un amigo. Se trata de Bagergue, pequeña localidad de poco más de cien habitantes, perteneciente al municipio de Naut Arán, Está considerado el pueblo más bonito de la Val d’Aran y cuenta con cuatro estrellas como villa florida. Da gusto caminar por sus empedradas calles, adornadas con motivos florales y contemplar las también floridas casas. Su edificio más importante es la iglesia parroquial de Sant Félix. Destaca también el Museo Eth Corrau, que conserva más de dos mil objetos artesanales.

Domingo, 13 de septiembre. Qué gozada de día! Hoy hemos disfrutado más porque la gente que estaba de “puente” ya se ha marchado. Dejamos la Val d’Aran cruzando el túnel de Vielha. Circulamos por un momento por la provincia de Huesca y pasamos a la comarca ilerdense de l’Alta Ribagorça, donde se encuentra nuestro destino, la pequeña población de Boí (52 km de viaje). Un taxi (8 plazas a 10,50 € por persona ida y vuelta) nos acerca al corazón del Parc Nacional d’Aigüestortes y Estany de Sant Maurici y más en concreto al Planell d’Aigüestortes, punto de partida para subir al Estany Llong (1999 m), al que se accede caminando por una cómoda pista. Poco antes de llegar al lago nos detenemos en el refugio que toma su nombre. Hamaiketako y completamos los diez minutos de marcha que nos quedan. Hemos tardado hora y media en cubrir los 4,2 km y 180 metros de desnivel. Disfrutamos del paisaje de alta montaña sin gente y, en vez de continuar hasta el cercano Estany Redó, optamos por descender al punto de partida, deteniéndonos en el camino para contemplar el disfrute de las vacas con la sal que les ha echado el ganadero. Luego seguimos bajando media hora larga más hasta la cascada de Sant Esperit, la más espectacular del parque nacional, donde nos recoge el taxi para regresar a Boí. Aquí está todo muy bien organizado.

Aunque ya las estuve visitando detenidamente hace catorce años, hemos querido aprovechar que la tarde sigue muy soleada para echar un vistazo a seis de las ocho iglesias románicas existentes en la Vall de Boí, que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Las dos primeras son las que más me gustan. La de Sant Joan de Boí la tenemos junto al aparcamiento en el que hemos dejado el coche. En el cercano Taüll tenemos dos, la impresionante Sant Climent, junto a la que comemos el bocata y, en el centro del pueblo, Santa María, cerca de la cual tomamos el café. Sucesivamente nos desplazamos luego a Santa Eulàlia d’Erill la Vall, Sant Feliu de Barruera y la Nativitat de Durro. Hemos tenido un día completo.

Lunes, 14 de septiembre. De nuevo abandonamos la Val d’Aran para dirigirnos a Pallars Sobirà, para lo que tenemos que superar el puerto de la Bonaigua (2072 m) y, tras un pronunciado descenso, dirigirnos a Espot, distante unos 50 km de Vielha. Nuevamente cogemos un taxi (10,50 € y 9,10 los mayores de 65 años) que nos acerque 9 km al Estany de Sant Maurici (1912 m), un lugar lleno de encanto situado en el corazón del parque nacional. Bajo la atenta mirada de los Encantats vamos bordeando cómodamente el lago antes de iniciar la subida a la imponente cascada de Ratera (30’). Luego nos queda otro tanto, por una pronunciada subida con escalones tallados en la roca, para llegar a nuestro destino de hoy, el Estany Ratera, un coqueto lago rodeado de montañas, situado a 2136 metros de altitud. En el descenso al punto de partida tardamos solo 37 minutos. Hoy nos hemos encontrado con poquísima gente.

Martes, 15 de septiembre. El de hoy es un día de propina, pues ya hemos realizado las rutas planificadas y la previsión no es buena a partir del mediodía, con amenaza de tormentas. Hemos buscado una ruta sencilla y nada frecuentada, de una hora de duración, que parte del aparcamiento de Orri, en el Pla de Beret (1852 m). Un cómodo pero a veces empinado sendero conduce al Estany Baix Baciver (2125 m). Cuando según Google Maps estábamos a punto de alcanzarlo, un desprendimiento de enormes rocas hacen que nos demos la vuelta, pues no queremos jugarnos una pierna. Previamente, desde el mirador de Beret hemos tenido una impresionante vista del macizo Aneto-Maladeta. De nuevo en el coche nos entretenemos con los caballos al llegar a la estación de esquí de Baqueira Beret, descendiendo 6,2 km por un pista transitable para vehículos, hasta el Santuario de Montgarri, situado a orillas del río Noguera Pallaressa, junto al que se encuentra el Refugio Amics de Montgarri, donde me obsequio con un bocadillo de longaniza de los de no olvidar y un vino rosado fresquito. Al final la tormenta se ha retrasado.

Miércoles, 16 de septiembre. Como durante el fin de semana y por las tardes estaba muy concurrido, pues la vida se concentra en torno a la carretera general, hemos dejado para el último día, después de desayunar, el recorrer el casco antiguo de Vielha e Mijaran, denominación oficial en aranés de Viella. Cuenta con interesantes edificios, el Museo de la Val d’Aran, varios bares y restaurantes, enormes aparcamientos y un edificio que resalta sobre los demás, la iglesia de Sant Miquéu, de estilo gótico aranés, que cuenta con un retablo del siglo XV y la imagen del Cristo de Mijaran.

Y de aquí a casa. Tenemos por delante 410 km para regresar a Leioa. La “escapada” ha concluido.

NUEVA ZELANDA: Los glaciares de la isla Sur

Continúo el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda, realizado del 23 de septiembre al 24 de octubre de 2018, que dejaba el pasado 12 de mayo en Rotorua, en la isla Norte de Nueva Zelanda. El día 21 de viaje tomábamos el vuelo de Air New Zealand Link, Rotorua-Christchurch, «saltando» en menos de dos horas a la isla Sur a bordo de un pequeño ATR 72. En esta isla pasamos 6 noches, siendo la primera en el Hotel Ibis Christchurch ***, situado en la céntrica Hereford Street. Desde el aire empezábamos a percibir lo que nos esperaba, pues pasamos de las suaves y verdes colinas de la isla Norte, a las cumbres nevadas de las montañas de la isla Sur. Esto promete.

De Christchurch ya escribí el 18 de marzo de 2019 (https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2019/03/18/christchurch-nz-homenaje-a-un-pueblo/), así que no me voy a extender, recordando eso si el terrible terremoto del 22 de febrero de 2011, que causó 181 muertos y destruyó buena parte de la ciudad, siendo todavía palpable en las ruinas de la Catedral, aunque en poco menos de un año construyeron una nueva, resistente a los terremotos, según un proyecto del arquitecto japonés Shigeru Ban. Christchurch es una ciudad con mucho ambiente (cenamos en una especie de pub), que se puede recorrer en un tranvía moderno pero de aspecto antiguo, que tiene 17 paradas y conecta la plaza de la Catedral, el Centro de Arte, los Jardines Botánicos y Victoria Square. El billete vale para todo el día y se puede subir y bajar las veces que se quiera. Nosotros la recorrimos a pie y ante todo me quedo con el Jardín Botánico, el mejor de los que vimos durante el viaje.

Día 22 de viaje. Tocó madrugar pues a las 07:45 h tuvimos que estar en la estación de tren, media hora antes de la salida de uno del los atractivos turísticos de esta isla, el Tren TranzAlpine, que enlaza Christchurch y Greymouth, en un viaje de costa a costa de casi 5 horas de duración y 220 km de recorrido, atravesando 19 túneles y 5 viaductos y pasando por el Arthur’s Pass (737 m), donde el tren se detiene un rato. Después de haber hecho el viaje no lo recomiendo, pues el precio es de más de 130 € por persona (más de 520 € los cuatro), cuando el coche para tres días nos costó bastante menos de la mitad. Además la carretera discurre casi paralela a la vía y puedes parar cuando y donde quieras, disfrutando de la vista de hermosos paisajes y grupos de ganado.

Greymouth Railway Station, fin del trayecto del tren. Aprovechamos para comer y en la misma estación nos acercamos al mostrador de Thrifty para coger el Toyota Highlander, un enorme vehículo de 7 plazas que hemos alquilado para tres días, por el que pagamos 230 €. Es el quinto coche que alquilamos en este viaje y por primera vez tenemos que firmar que estamos capacitados para conducir por la izquierda y llevar un vehículo tan grande. Un vecino nos dice que estamos teniendo mucha suerte con el tiempo, pues aquí llueve casi todos los días. Por delante tenemos 173 km hasta Franz Josef, una población rodeada de montañas nevadas que parece sacada del Oeste norteamericano. Nos alojamos en el Rainforest Retreat ****, 112 € la habitación doble estándar, pero los responsables del hotel, chilenos, se «enrollan» con nosotros y nos dan sendas suites al mismo precio. Qué pena nos da que aquí sólo pasamos una noche.

15 de octubre, día 23 de viaje. Hoy tenemos una jornada muy intensa, con casi 300 km de viaje hasta Wanaka y muchas cosas que hacer. Comenzamos en el Franz Josef Glacier, Ka Roimata o Hinehukatere en maorí, un glaciar de 12 km de largo ubicado en Parque Nacional Westland, en la costa oeste de la Isla Sur de Nueva Zelanda El área que rodea el glaciar es parte de Te Wahipounamu, catalogado como Patrimonio de la Humanidad. Después de haber retrocedido varios kilómetros entre los años 1940 y 1980, el glaciar entró en una fase de avance en 1984, avanzando en ocasiones a un ritmo espectacular. Lo siguió haciendo hasta 2008, pero desde entonces ha entrado en una fase de rápido retroceso. Un cómodo camino nos permite acercarnos al glaciar, en tan solo media hora de marcha por el Franz Josef Glacier Walk, disfrutando de la vista de varias cascadas.

Y de un glaciar a otro, pues ahora le toca el turno al Fox Glacier, como el anterior ubicado en los arbolados Alpes del Sur, que desciende a los largo de 13 km desde los 2600 metros de altitud, hasta los 300, lo que nos permite acercarnos a él caminando tan solo 2 km por un camino paralelo a la morrena, teniendo que cruzar algunos pequeños cursos de agua, a la vez que disfrutamos contemplando hermosas cascadas. Por el camino vamos viendo paneles de hasta dónde llegaba el glaciar en años pasados, antes de su retroceso. Junto al aparcamiento vemos una pequeña laguna con hermosos reflejos. Seguimos de suerte, pues el tiempo sigue espectacular.

Todavía no han concluido los paseos. Muy cerca del Fox Glacier tenemos el Lake Matheson, que se formó hace unos 14.000 años cuando el cercano glaciar se retiró. Se ha echado la hora de comer, así que aprovechamos para picar algo en el Matheson Cafe, situado en el aparcamiento del que parte el sendero que da la vuelta al lago, así que tras la comida caminaremos durante hora y media, comenzando cruzando el río Clearwater por un puente colgante. El sendero discurre por el interior de un antiguo bosque nativo, una preciosidad, pero no podemos tomar la típica imagen del monte Cook reflejado en el agua, pues las montañas las ocultan las nubes.

La tarde avanza y todavía nos quedan 266 km, casi todos los de la jornada, para llegar a nuestro hotel en Wanaka, que realizamos por la carretera Estatal 6, inaugurada a finales de 1965. Cuando llevamos recorridos un centenar de kilómetros, nos detenemos en un punto costero que llama nuestra atención, pues tiene una placa que recuerda la construcción de la carretera. Es Knigths Point, que lleva el nombre del perro Knight de Norman McGeorge. La carretera deja la costa y se dirige hacia el interior, contemplando desde el coche montañas nevadas y alguna cascada. No nos detenemos hasta llegar a The Neck, un lugar lleno de encanto en el que casi se juntan los lagos Hawea y Wanaka. Dicen que es una de las carreteras más hermosas de Nueva Zelanda. Al fin llegamos a Wanaka con el tiempo justo para cenar. Menos mal que aquí pasaremos dos noches. El viaje continúa.