No lo entiendo

Escribo esta columna sin saber quién ha ganado las elecciones a presidente del Athletic, sin entender qué mueve a nadie a presentarse para ese cargo y midiendo cada palabra y cada idea que pueda deslizar. Todo el mundo sabe que me gusta mucho el fútbol, que defiendo con pasión lo que este deporte nos aporta y que soy del Athletic, por eso llevo años recibiendo información de todo tipo sobre el Club y, en las últimas semanas, sobre la campaña. Simplemente, la gente me lo cuenta. Y yo, con la misma sencillez, lo escucho en silencio porque para mí el Athletic es solo disfrutar de ir al campo cada dos semanas con mi hija.

De mis errores solo yo tengo la culpa

Si cambio de opinión y algún día me involucro en una plancha sé que me señalarán como el columnista que solo escribía chorradas, que buscarán en mi Twitter si alguna vez he criticado desaforadamente al equipo o he hecho algún chiste machista, que me vincularán a partidos políticos y buscarán si he participado en fiestas en las que haya acabado como los personajes de “Colega, ¿dónde está mi coche?”. Y yo no podré señalar a quien me busque las cosquillas, ni sugerir que tengo derecho a que no me las encuentren. Voy al grano: la responsabilidad de los tuits de Carlos Aviña es de quien los escribe y de quien quiso contratarle.

Pero una campaña es dura

Llevo más de doce años siguiendo campañas y sé que todas son políticas y duras. Sin excepción. Cada noche te duele todo, desde los pies a la cabeza pasando por el estómago y el pecho. Lo que no sé es qué esperaban algunos que iba a ser una campaña. Igual el error fue que se tiraron años (casi 10, en algunos casos) fantaseando con llegar a esta y, al final, cuando estuvieron frente el molino les pareció un gigante. Lo que nadie puede contar es con moverse y que no lo hagan los demás, con hacer triquiñuelas sin sufrirlas o con señalar sin ser señalados. Es así de simple.

Comunicar bien funciona siempre

Me he hartado de decir y escribir el titular de este párrafo en los más de doce años que llevo dedicándome a la comunicación de manera profesional. Lo he repetido tantas veces que hasta ha llegado a sonarme mal pero me empeño en mantenerlo como frontispicio. Con esto quiero decir: con humildad, sé lo suficiente como para asegurar que medir los tiempos no significa apurarlos. Y que la gente que vota no es tonta y no se le puede tratar como tal (y menos, una y otra vez). El olor del éxito a veces puede acabar en tufillo de soberbia. Y el clasismo, como los cadáveres que la mafia tira al río, siempre emerge. De abajo hacia arriba, además.

“¡La deontología soy yo!”

Alabo y reconozco la labor que hace la Asociación Vasca de Periodistas, y conozco y avalé a las compañeras que cogieron decidieron formar esta Junta Directiva. Pero en las campañas hay que saber entrar y, cuando toca, saber salir, sin hacerlo al grito de “la deontología soy yo” para decepción colectiva. No dudo de la buena voluntad de la AVP cuando se ofreció a moderar un debate entre candidatos, pero si tomas la decisión que necesita uno de ellos y clavas la nota que habría publicado el mismo, lo primero que tienes que hacer es darte cuenta y, lo segundo, asumirlo. De la misma manera que yo tengo que asumir lo que he escrito hoy.

El reto que tenemos

La prensa tradicional tiene ante sí un reto fabuloso pero, en esencia, sencillo. Sencillo en el planteamiento aunque complejísimo en la ejecución: solo tenemos que rearmarnos. Pero, claro, esto es muy difícil si el que fuera director del periódico en la época que cita, tuitea esto con asombrosa tranquilidad: “Hace cuatro años intentamos evitar desde El País el pacto de Sánchez con populistas y separatistas porque creíamos que eso era malo para la izquierda y para España. No nos creyeron”. Miguel Aizpuru anotaba sobre el tuit de Antonio Caño: “Me fascina que el exdirector de El País admita esto por aquí y como si nada”.

El teorema de Jesús Barcos

También en Twitter, Jesús Barcos ha lanzado un mensaje que ha podido pasar desapercibido pero que suena a teorema político contemporáneo: “Si aumenta la desigualdad con un gobierno de derechas, la izquierda se moviliza y se carga de razones. Si aumenta la desigualdad, no se aminora o no baja respecto a las expectativas creadas con un gobierno de izquierdas, la izquierda se desmoviliza y se carga de frustración”. Esta premisa ayuda a explicar la bajada de IVA que ha anunciado el gobierno español, por ejemplo. Pero tirar con pólvora del rey, como están haciendo PSOE y Podemos, es el recurso al rincón del vago de la política.

La realidad

El teorema de Jesús Barcos, en forma de tuit, me resulta perfectamente válido incluso aunque obvie una parte muy importante de la actividad desmovilizadora de la izquierda: la lucha cainita. “Nieto insiste en culpar a Teresa Rodríguez del fracaso de la izquierda y ésta le recuerda que ellos la echaron”, leo en República.com con cara de pasmo. Esta izquierda española no dejará de sorprendernos: cuando todo invita a la autocrítica por Andalucía, una parte de la izquierda se la hace a la otra para evitar hacérsela a sí misma. Parece un galimatías pero todo el mundo lo entiende porque lo ve, lo ha visto y sabe que volverá a verlo.

No tenía cómics y videojuegos en casa

A Fernando González de Castejón, conde de Atarés y marqués de Perijá, no le han encontrado cómics o videojuegos en casa. Creo que tampoco una cinta de La Orquesta Mondragón o un CD con música rap. Al autor del doble asesinato en Madrid, y posterior suicidio, lo que le han encontrado en casa son armas y honores a Franco y a Hitler. Y esto puede que tenga que ver con su conducta antisocial y con que tuviera atemorizado al vecindario, pero seguro que está estrechamente vinculado con que viviera en la calle Serrano. Es evidente que, una vez apagados los incendios, hay que activar cortafuegos pero en las herencias franquistas.

Es la puta guerra

La guerra es muy jodida, es dolorosa, es atroz, y la guerra en Ucrania la ha iniciado Rusia con una invasión. Por supuesto, en esa guerra está muriendo gente, como el chaval de Mallorca sobre el que hemos leído esta semana. No podemos llevarnos las manos a la cabeza ni hacernos preguntas sin antes recordar que también hubo milicianos que ayudaron a nuestros gudaris (y la legión Cóndor alemana, al bando franquista), extranjeros que cayeron en Euskadi, como hoy caen en Ucrania, después de dar un paso al frente. Quienes ridiculizan a la víctima, una vez más, están en el bando prorruso pero cómodamente en casa y en Twitter.

Miedo me da

Pedro Sánchez ya ha demostrado qué tipo de política hace: va empalmando plazos cortos y lianas que aguantan poco peso, una detrás de otra, hasta que se sale con la suya. Ojo: “Con la suya” no tiene por qué coincidir con los objetivos de su partido o el avance del país que gobierna. Así que cuando leo en El Periódico de España que “los barones piden a Sánchez un revulsivo porque el Gobierno ‘no rentabiliza su gestión’” no puedo evitar arquear las cejas. Un revulsivo de alguien que va con marchas bajas puede tener cierto sentido, pero de alguien que apura en cada curva y ya veremos qué pasa en la siguiente, puede ser una temeridad.

“Podemos se desvincula”

Sin embargo, este titular en El Confidencial no me ha sorprendido en absoluto: “Podemos se desvincula del fracaso electoral del 19-J y ajusta cuentas con Yolanda Díaz e IU”. Después de que el partido de Belarra y Montero se quedase fuera de la agrupación electoral de izquierdas por calcular mal hasta dónde se estiraba el chicle, estaba claro que si los resultados eran buenos no iban a faltar en la foto y, si eran malos, no iban a escatimar en la crítica. Los dedos acusadores van a Díaz y a IU, claro, pero esto sí lo entiendo: esos frentes amplios que parecen espectaculares resultan indefendibles en el campo de batalla.

Hay que saber bajar la persiana

Elección tras elección la ciudadanía deja claro que a la izquierda del PP está el PSOE (lo que no significa que el PSOE esté en izquierda alguna), y a la derecha, Vox. Ciudadanos, esa alternativa que con la etiqueta de “neoliberal” solo sirvió para despertar el voto a la extrema derecha, no tiene hueco. Y su refundación, por lo tanto, no tiene lógica. A veces, simplemente, hay que saber bajar la persiana. Y eso es duro pero también es difícil: hay que saber salir, irse, ser agradecido por la oportunidad y buscar un empleo fuera de la política. Que nadie se engañe: casi en cualquier sitio se vive mejor y se trabaja menos que en política.

Claro que sí, Mario, majo

La mayoría de los colombianos y las colombianas han votado bien. De hecho, han votado muy bien: entre la extrema derecha y cualquier cosa, cualquier cosa. Luego, ya resolveremos los otros problemas si los hay, pero al fascismo se le para en seco y tan pronto como sea posible (a ver si toman nota de esto Núñez Feijóo e Iturgaiz). Y eso han hecho en Colombia. Punto. Así que con su enfado, Mario Vargas Llosa, que una vez más se atreve a aleccionar, a reñir, a dividir a la población entre buenos y malos, lo único que hace es el ridículo. Como dijo Mario Benedetti: a Varguitas hay que leerlo siempre pero no escucharlo nunca.

Invasión, ocupación, anexión

¿Qué diferencia hay entre la invasión, ocupación y anexión que realiza Israel sobre territorios palestinos y la que hace Rusia sobre los ucranianos? Vale, esta me la sé: la respuesta y el apoyo internacional a esta crueldad en tres pasos. A Israel ya sabemos quién le saca la cara. Y a Rusia, también. Pero ambos países actúan sanguinariamente y sus defensores justifican lo injustificable, también, en sendos casos. ¿Cómo puede alguien defender la ocupación militar de Jersón, la masacre, un referéndum sin ninguna garantía y con un resultado esperado por la parte asaltante? Esta también me la sé: se defiende con un spray en la mano.

Y a mí, ¿qué?

Me da igual con quién y cómo folle Santi Millán siempre que la persona (o personas) con la que lo haga esté de acuerdo. No soy nada morboso, no me interesó el vídeo de Olvido Hormigos ni ninguno los que se “viralizaron” después. De hecho, me incomoda ver a gente pasarlo mal o en su intimidad. Ni siquiera soy capaz de leer el “Libro de familia” de Galder Reguera porque me parece asomarme a una historia que, aunque esté publicada, no me corresponde. Así que sobre el vídeo del actor que, al parecer, rula por ahí, solo diré esto de Público: “Aquellos que lo han compartido por redes sociales pueden enfrentarse a penas de cárcel y multas elevadas”.

Hay que saber irse

La desaparición de Ciudadanos en el parlamento andaluz conlleva la desaparición de una estructura laboral completa. Entre los que perderá su empleo está Adrián Angui, jefe prensa del partido naranja en la cámara, que se ha despedido en Twitter de una manera envidiable: agradecido y asegurando que todas las decisiones que tomó fue pensando en el partido, por encima de las personas que en ese momento estuvieran al frente. Ni con esas les ha ido bien, es evidente. La política es dura, va por ciclos y al final de uno de esos ciclos alguien se queda fuera, siempre. Saberlo, como Angui, es muy recomendable.

Olona no sabe

Macarena Olona no sabe si se quedará como portavoz de su partido en el parlamento andaluz, precisamente, o volverá al Congreso, donde no se ha dado de baja como diputada. Ella misma argumenta que “soy hija de Dios y no puedo asegurar cuáles son sus designios” (República). Vamos, no solo parecía una iluminada con sus fotos: realmente cree que lo es. Pero no será Dios quien tome la decisión, sino los mismos que tomaron la de llevarle al frente andaluz, retirarle de la campaña sobre la marcha y volver a meterla para ampliar el desastre. Con todo, casi medio millón de personas ha votado a un partido facha con una candidata temeraria.

La izquierda sí celebró

La izquierda española sí tuvo motivos para la celebración el lunes: “A lo importante, al turrón, a las cosas de comer… Que hoy la izquierda tiene que celebrar la victoria de Gustavo Petro en Colombia. Así que todo OK”, tuiteaba Josu Eguren con bastante tino. Mientras en Andalucía los partidos de izquierda, divididos en dos marcas y con Podemos fuera de la principal agrupación por culpa de su propia estrategia, se deshacen entre los dedos, en España eso no iba con los principales prescriptores del espacio político, que jaleaba el giro en Colombia (donde, como en todos los sitios, cualquier opción es mejor que la extrema derecha).

El hambre como estrategia

Juanjo Prego lleva un resumen diario de la invasión rusa sobre Ucrania. El de ayer era así de explícito: “Buenos días. Hilo del día 118 de la guerra entre Rusia y Ucrania. Kiev resiste. Margarita Simonyan os da los buenos días deseándoos que en breve paséis hambre… Y así todos serán amiguitos de Rusia”. Simonyan es una de las responsables de Rusia Today y, según por lo que parece, del aparato propagandístico de Putin para justificar su invasión. En plata: es la que prepara la papilla que los prorrusos del mundo se tragan sin pestañear. Y ha hablado del hambre como medida de presión para que los países del Este apoyen a Rusia.

Una hostia como un piano

Juanma Moreno ha pegado una hostia electoral como un piano. Es así de sencillo. Una vez más, me he equivocado en mis previsiones: no pensaba que el PP pudiera obtener una mayoría absoluta en un parlamento, como el andaluz, en el que convivirán cinco partidos (Ciudadanos ya no cuenta ni contará). Pero así ha sido: la moderación, el conocimiento del terreno y, sobre todo, la elección del enemigo, han sido claves para la victoria de Moreno. El PP no se enfrentó a Vox, ni al PSOE, y omitió a la izquierda. El PP se enfrentó al momento, a la crispación y al mito de la Andalucía socialista. Y ha ganado de calle.

“Gracias a mis compañeros”

Imagino que el de ayer habrá sido un día muy difícil en el PSOE. No solo por la derrota, también por lo que va a significar: los de Sánchez sacaron a Susana Díaz de la ecuación y el resultado ha sido desastroso. No solo para ahora: el futuro de una comunidad que ha demostrado que no es de voto socialista, sino de voto cautivo, se tiñe de azul. La derrota ha sido absoluta y, tras una de estas, ya sabemos cómo se las gastan los del puño y la rosa, y en Andalucía, con todas esas circunstancias que todas y todos podemos ver, la lucha fratricida puede ser especialmente cruenta y salpicar mucho.

El book de Macarena

Macarena Olona no podrá completar su book andaluz. Le va a faltar la imagen de la celebración. No pasa nada: vestido verde, mantilla, noche sureña y, venga, a por la foto. ¿Que el resultado ha sido bastante peor que el esperado? ¿Que Olona ha restado más que ha sumado? ¿Que el PP no depende de Vox? En el mundo de Macarena todo se arregla con un posado y una frase hueca: “Te voy a querer cada día. Tú sacas la mejor versión de mi misma. Lo mejor empieza ahora. ¡Gracias Andalucia!” (sic). La falta de esas tildes y la coma del vocativo es como la de los escaños que no llegaron: fastidia pero no impide la foto.

“Urgente”

Según Podemos, el mismo domingo, en los colegios electorales “muchas personas preguntan cuál es la candidatura en la que está Podemos. Estamos dentro de ‘Por Andalucía”. El tuit es el reconocimiento de un fracaso previo al de los propios resultados. La candidatura de Por Andalucía salió coja en la carrera por la estrategia de los morados que impidió el acuerdo a tiempo. No solo es que Podemos se quedó fuera, es que sacó del tablero a la agrupación electoral en su conjunto con su ya famoso juego de tronos. Y el día de las elecciones, las urgencias. Y el día después, el luto. Y el siguiente, las excusas.

Pues ya puede germinar rápido…

Vuelvo al principio: la clave en las elecciones andaluzas ha estado en el enemigo que ha elegido cada partido. El PP, las discusiones. El PSOE, a sí mismo. Vox, sus propias expectativas. Y Por Andalucía y Adelante Andalucía, el uno al otro. Teresa Rodríguez, la líder que quiso encontrar el espacio alternativo a Podemos, ha convertido a su partido en el último del parlamento andaluz después de que Ciudadanos haya desaparecido del todo. Habla Rodríguez de una izquierda “andalucista, feminista y ecologista”. Una vez más, grandes temas. Una vez más, perfil ante otras izquierdas. Una vez más, una izquierda empequeñecida.