La ignorancia

Las redes sociales, especialmente, X, se han llenado desde el fin de semana de personas orgullosas de su ignorancia. Lo ha sufrido Iñaki López y lo han sufrido quienes han querido llamar a las cosas por su nombre, por ejemplo, “selección de Euskadi” a la selección de Euskadi. Sí, este país tiene un nombre y el “hecho diferencial” no es precisamente carecer de él y, también, utilizar el “euskal selekzioa” es de acomplejados y ridículos. Pongo un ejemplo: cómo en las retransmisiones españolas se negaban a hablar de la selección de Kosovo. Pues hoy algunos vascos (es que es alucinante) evitan decir “Euskadi” para referirse a Euskadi.

Euskadi, un país integrador

Cuando Sabino y Luis Arana acuñaron el término “Euzkadi” lo hicieron para dar nombre a ese país de los euskaldunes o Euskal Herria. Cuando Franco muere, el gobierno vasco recupera ese nombre de Euskadi (prohibido) y decide preservarlo en la CAV, pero no limitarlo. Quienes lo reducen su sentido son quienes quieren destruir todo lo que no crearon, los mismos que reivindican los símbolos que el franquismo permitió, curiosamente: el término “Euskal Herria”, el escudo de Nafarroa y el Gernikako Arbola (que quisieron que fuera el himno del país). Y creer que “Euskadi” es solo el nombre de la CAV es, sin pamplinas, de mentecatos. Así de claro.

Hablemos de la selección de Euskadi

Euskadi es el nombre del país de los vascos. Un nombre, para quien sepa algo de historia, integrador. Y Euskadi es el nombre de la selección que hizo una gira por América, por indicación del lehendakari Agirre, para recaudar fondos para las y los vascos durante la Guerra Civil. Es decir, es el nombre de un equipo nacional que, como el sábado, lanzó al mundo un mensaje contra el totalitarismo y contra el aplastamiento de un pueblo a misilazos y balazos. Pero como aquello no lo protagnizó la izquierda abertzale hoy esta lo defenestra e intenta que lo olvidemos. Por eso la memoria es el gran enemigo del fascismo aquí y allí, hoy y siempre.

La mercancía averiada que compraron los jugadores

Lo que sucedió en los años 2008 y 2009 fue un aviso y no supimos verlo: un aviso de cómo la ignorancia avanzaba en Euskadi, de cómo a los ignorantes no les importaba serlo y, sobre todo, de cómo los fascistas empezanban a utilizar esa ignorancia para ganar terreno (que es lo que hacen siempre los fascistas). Entonces, los jugadores de la “selección de Euskadi” (en la que habían jugado Lizarazu o Ziganda, es decir, de los siete territorios) renegaron del nombre de su país y del nombre histórico de su selección y, a instancias de quienes quieren destruir todo lo que no crearon, no supieron o no quisieron mantener su personalidad.

El camino sigue

El desconocimiento que entonces exhibieron los jugadores, instigado por la izquierda abertzale que se apropia de la solidaridad vasca (Arakaitz Rodríguez lo exhibe en X sin rubor), la misma izquierda abertzale que el sábado guardó las banderas del territorio navarro, y el desconocimiento generalizado (necesario para gritar “Gora ETA” en el minuto de silencio) son solo piedras en el camino: la selección de Euskadi, como este país, logrará sus objetivos de tener una identidad propia. Hubo mucha gente que lo intentó (cuando a la izquierda abertzale ni estaba ni se le esperaba) y otros muchos, otras muchas, nos sucederán en la reivindicación.

Flaco favor

El shock que sufrimos cuando supimos que un chico había sido perseguido y marcado solo porque le gustan las personas de su mismo sexo solo ha sido superado por cómo nos impactó el miércoles por la tarde saber que aquello era falso. Apenas hubo sitio para el alivio: la violencia contra el colectivo LGTBI es tan real que por supuesto dimos verosimilitud a aquella historia negrísima. Y su final inesperado solo va a servir, como recordaba Alberto Elías en Twitter, para “dar combustible a la ultraderecha y poner en duda cualquier agresión homófoba, racista, o machista que se produzca en la próxima década”.

Sin caso pero con autorretrato

La denuncia era falsa pero Ortega Smith deslizó en La1 que los agresores eran inmigrantes. ¿Qué indicios manejaba? ¿O es que no manejaba ninguno y decidió lanzar ese argumento arbitrariamente? ¿Por qué lo hizo, a quién refuerza, qué gana, quién pierde? Me hago todas estas preguntas sin esperar realmente una respuesta. Igual que Ortega Smith, en mi cabeza se construye un relato pero, a diferencia de él, yo lo hago con cierta responsabilidad. Responsabilidad que él omite (intencionadamente o por desconocimiento) como diputado electo que es y persona a la que entrevistan en programas sobre actualidad política.

Violencia irracional

Si nos creímos la falsa historia de los encapuchados que cazaban a un gay y le escribían “maricón” en el culo es porque convivimos con ramalazos de violencia irracional e injustificable: el chico que está en coma en Cruces por una paliza en Amorebieta, la agresión homófoba de Basauri son ejemplos reales, recientes y muy cercanos. Un poco más lejos, “amanece quemado en Madrid el mural homenaje a Robert Capa, fotoperiodista de la Guerra Civil” (Nius). ¿Quién puede querer acabar con esas fotos? ¿Por qué? ¿A qué partido votará el pirómano? ¿Qué historia será capaz de inventar Ortega Smith?

A grandes males, caros remedios

La relación especial con Corinna Larsen (antes conocida como zu Sayn-Wittgenstein) va a salirle cara a Juan Carlos I, que se ha visto obligado a contratar “un caro bufete” londinense para defenderse de las acusaciones de su amiga: “Acusa tanto a él como los servicios secretos españoles de ‘vigilancia ilegal’ en el Reino Unido y de hostigarla desde 2012 mediante amenazas, difamación y espionaje encubierto” (El Periódico). Ojo a la denuncia, porque implica a funcionarios de alto nivel a los que pagamos todos y que usa en su beneficio, sea este el que sea, el jefe del Estado en el ejercicio de su cargo en aquel año.

El ridículo

Una vez más, los medios españoles han tenido que hacer circunloquios, requiebros y un poco el ridículo para no llamar Kosovo a Kosovo mientras la selección de Luis Enrique Martínez se enfrentaba a la de un país que para España no existe (pero sí existe su selección, así que ojo a la grieta que se abre para la oficialidad de Euskadi). En el otro lado, hasta que el equipo de Unai Simón certificó su victoria, no se lo pasaron mal troleando en Twitter a la cuenta de “la Roja”: si ésta tuiteaba que aterrizaban en Pristina (para evitar el nombre del país), la cuenta kosovar respondía llamando “Murcia” a España.

Empate… A hacerlo mal

Escribo esta columna sin saber el resultado de la final de Copa. No sé aún qué equipo es el ganador y estoy en ese estado de autocontención y de pensar en cómo ocupar las horas hasta el pitido inicial. De lo que sí estoy seguro a estas alturas de la competición es de que las aficiones de Athletic y Real hemos empatado a hacerlo mal: las concentraciones a la salida de los equipos han sido un inexcusable error que espero que hoy no se repita en el lado de la A-8 al que haya llegado el trofeo. Si quienes intentan endosar al Gobierno Vasco la responsabilidad de estas aglomeraciones han decidido hacer el ridículo así, allá ellos.

No ha sido su Copa

Intentar matar los nervios antes de la final repasando noticias sobre los equipos fue una misión imposible ayer en las páginas web de los principales diarios deportivos españoles y catalán: Marca, As o Mundo Deportivo se ciñeron a su información habitual de elucubraciones sobre fichajes o detalles irrelevantes de los entrenamientos de Real Madrid o Barcelona. La de ayer no fue su Copa. Tampoco lo era en los digitales españoles. ¿Pasaron de ella porque era la nuestra? Luego acusarán a otros de la desafección hacia la prensa, la prensa deportiva o la propia España sin mirarse a sí mismos nada más que el ombligo.

Inaceptable. Y punto

Podemos tener la opinión que queramos de Podemos, sus representantes en las instituciones y su forma de hacer las cosas, pero se trata de un partido político en el que confían millones de personas en España, por lo que merece el más absoluto de los respetos (incluidas, las críticas). Lo que no podemos aceptar, de ninguna manera, son los ataques a sus sedes, como no aceptamos los ataques a otras sedes. Y más intolerables resultan si se confirma, como asegura su coordinador autonómico en Murcia, que “la extrema derecha ha ido un paso más allá y ha atacado la sede de Podemos Cartagena con material explosivo”.

¿Y si nos dejamos de gilipolleces?

Empezaba la columna criticando a los aficionados de Athletic y Real Sociedad que se habían reunido a las salidas de los equipos y continúo con otro caso de aglomeración en plena pandemia. Ahora sabemos que al concierto de Barcelona acudieron varios asistentes que dieron negativo en el test de antígenos porque todavía estaban incubando el coronavirus. Una mala noticia pero útil para hablar de las gilipolleces a las que estamos asistiendo y también para explicar parte del milagro madrileño, que se ha basado en evitar las PCR para tapar, vía antígenos, contagios, lo que es una absoluta irresponsabilidad.

Otra

Termino hablando de fútbol, pero de un partido anterior a la finalísima de ayer: el que jugó España contra Kosovo. Nosotros podemos nombrar al segundo país, pero no pudieron hacerlo los periodistas durante la retransmisión deportiva ni en las crónicas porque España no reconoce a Kosovo y, por ello, negaba a la selección rival el nombre del país. Esto lo conocemos bien en Euskadi, donde unos cuantos (los de siempre) llevan años intentando que usemos, como en el caso de España y Kosovo, “Euskal Selekzioa”, porque no les gusta el nombre histórico de la selección ni, por lo que parece, el de su propia nación.

«Basta ya»

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El tuit de Izquierda Ezkerra sobre lo que está sucediendo en Altsasu no solo es acertado, en mi opinión. También lo han encabezado, curiosamente, con un “basta ya” de ciertas reminiscencias que vienen al caso. En su día, por supuesto, califiqué de injustificable la agresión a dos Guardias Civiles. Me sorprendería que, que lo fueran, no tuviera que nada que ver en la trifulca. Pero que lo sean tampoco puede elevar a terrorismo la agresión. Quienes echan de menos los tiempos del “basta ya” parece que son hoy los peligrosos.

Si anda como un pato y vuela como un pato…

Otro miembro de la Guardia Civil está hoy de actualidad: José Romero Béjar en los 80 estuvo destinado al cuartel de Intxaurrondo, bajo las órdenes de Enrique Rodríguez Galindo, fue acusado en varias causas de “guerra sucia” pero exonerado finalmente, formó parte del grupo de élite que después formó Luis Roldán, por lo que se le conoce como “pata negra”… y ha sido detenido recientemente en Algeciras, donde estaba destinado, porque se le han encontrado medio millón de euros en billetes y ha sido acusado de participar en la introducción de importantes cantidades de droga a la península.

¿Reconocerá ahora España a Kosovo?

Tiene su gracia que España no reconozca a Kosovo como estado después de que éste se independizase unilateralmente (con el reconocimiento de casi toda la comunidad internacional), y se encuentre ahora hermanado con este país, por lo menos, en el nivel de urgencia para acabar con la corrupción que le exige el Barómetro Global de la Corrupción 2016 realizado por Transparencia Internacional. De hecho, España, Kosovo y Moldavia son los únicos países de toda Europa y Asia Central en los que atajar la corrupción debe ser su prioridad.

Echenique descubre hoy el “café para todos”

Noviembre de 2016, el científico Pablo Echenique descubre el “café para todos” y lo publica como una revelación original y única. Para mí esa es la lectura clara de la intención de Podemos en Aragón de reclamar la singularidad de la autonomía y el derecho a presentarse como parte de esa nación de naciones que es España. Se lo traduzco: Aragón al mismo nivel que Andalucía, Euskadi o Catalunya. Lo que llevan haciendo PSOE y, sobre todo, PP, en las últimas décadas.

Las excepciones están para hacerlas

No tiene ningún sentido ni justificación que en noviembre de 2016 una persona muera en su propia casa porque no puede pagar la luz. Hay o tendría que haber medidas de sobra para poder responder de un modo excepcional a una situación excepcional, y si no ha sucedido habrá que analizar también toda la cadena de responsabilidad que ha permitido semejante atrocidad. Y aunque el asunto es grave, o precisamente por ello, el análisis tiene que ser sosegado, no sea que entre los gestos airados alguien esté ocultando su propio error.