Es el modelo de consumo

Tenía razón Josu Jon Imaz la semana pasada cuando se acaloró durante una mesa redonda, y tiene razón la Unión Europea cuando respalda al consejero delegado de Repsol (cuyas gasolineras mantienen el combustible por encima de los dos euros el litro): cuando pase el verano y se acabe la fiesta postpandemia que nos estamos pegando, intentando evitar a Putin, que está dispuesto a chafárnosla, entraremos en un invierno de escasez, precios todavía más caros e intermediarios sacando tajada. Pero el problema no es el modelo productivo de energía, como insisten los que van de ecologistas, sino el de consumo: eso es lo insostenible.

Es Twitter

Elon Musk ha anunciado que suspende temporalmente la compra de Twitter hasta que conozca más detalles sobre las cuentas “fake” que abundan en la red. Lo que me gustaría saber es qué entiende Musk por una cuenta que deprecia la herramienta: ¿una cuenta anónima? ¿La segunda cuenta de una o un usuario para “stalkear”? ¿Una cuenta que se abrió pero nunca se usó? ¿Una cuenta que solo se usa para atacar? ¿Una cuenta creada para sumar seguidores o retuits? Lo que sospecho es que por mucho que divaguemos esta maniobra tiene que ver, de nuevo, solo con las finanzas propias de Elon Musk.

El que flipó fue él

Adrià Núñez tiene casi 15.000 seguidores en Twitter y, por lo tanto, su cuenta es una de las que daría valor a esa red social según el criterio de Musk. Pero nada de lo anterior le libra de quedar como un indocumentado cuando tuitea: “Si el Bitcoin te parece una estafa piramidal, vas a flipar cuando te enteres de cómo funciona tu pensión”. Lo que deja claro Núñez con este tuit es que el que flipó cuando supo el mecanismo de las pensiones públicas fue él, que el que flipa con un sistema solidario es él, que el que alucina con lo público es él. Por lo tanto, no es un neoliberal políticamente incorrecto, es un ignorante.

Un peligro real

La existencia de ignorantes con una legión de seguidores y jetas que se convierten en las personas más ricas del mundo solo se explica por la existencia de Internet. Sigo pensando que el Internet comercial es lo peor que le ha pasado a la humanidad, y personajes como los anteriores solo me lo confirman. También la regresión que estamos viviendo: “Primero el aborto, después los anticonceptivos: algunos estados de EE.UU. ya debaten prohibir la píldora” (Magnet). No podemos permitir esa vuelta a las cavernas, no podemos permitir que se rompan consensos básicos, no podemos ceder el terreno conquistado. De ninguna manera.

Sí salimos mejores

No confío en esta civilización pero sí en buena parte de las personas que, por lo general, son razonables (con sus rarezas y sus hartazgos, pero razonables): así que confío en que sepamos avanzar también en las nuevas relaciones postpandémicas entre nosotras y nosotros y nuestros trabajos, con menos presencialidad, con horarios más compatibles con la vida privada, de las que hablan en Pymes y Autónomos. Ya sé que todo apunta siempre a la perversión de los sistemas, a que cada avance será retorcido y recuperado por quien manda y paga, pero voy a seguir confiando, no puedo ni quiero hacer otra cosa.

La guerra sigue

La guerra sigue en Ucrania. La muerte, el sufrimiento, continúan servidos por Rusia, que no se ha retirado del país que decidió invadir por el morro. Las fotos de las grandes agencias siguen llegando, las crónicas de las y los periodistas que se juegan el pellejo siguen difundiéndose, con menos atención por nuestra parte cada día que pasa. Ya ni nos sorprende que la visita del secretario general de Naciones Unidas a Kiev haya sido saludada por Putin con dos misilazos sobre la ciudad cuyo asedio, en teoría, ya cesó. La ciudadanía de Ucrania, masacrada y desplazada a millones, sigue malviviendo mientras nosotros seguimos con nuestras vidas.

Y lo que nos queda

Zelenski sigue siendo el presidente de un país invadido y su día a día consiste en intentar sobrevivir, en visitar zonas arrasadas, asoladas por la violencia, y en prepararse y preparar a su país para una guerra larga y una invasión sin fin: “Hay que pensar en cómo hacer más insoportable a Rusia la ocupación”. Este titular en República.com vale para estas semanas, pero también para los años de infinito drama que vendrán. La resistencia ucraniana ya ha demostrado de qué es capaz, y el Kremlin tendrá que prepararse para seguir enviando soldados a las zonas conquistadas a fuego mientras devuelve féretros a sus familias.

¿Pueden defenderse?

Ha caído la atención que le dedicamos a la invasión rusa sobre Ucrania pero quienes no han dejado de manifestarse son las y los equidistantes, quienes señalan a la OTAN como culpable de que Vladímir Putin haya ordenado ocupar militarmente un país y quienes insisten en que enviar armas a Ucrania e instar a su ciudadanía a que se defienda es un error. Pero ya no son solo lanzagranadas, chalecos antibalas y drones con explosivo lo que piden para las líneas de defensa: “Envían píldoras del ‘día después’ a Ucrania ante el aumento de denuncias de violaciones” (Nius). ¿Qué es mejor, una píldora del día después o un fusil?

Pues esto sí es muy comunista

Hablan más de la invasión de Rusia sobre Ucrania quienes creen equivocadamente que tiene algo que ver con el pasado socialista del país que quienes nos sorprendemos de que la OTAN haya reverdecido laureles en 2022 por culpa de Putin, que ha “dopado” a las y los candidatos de extrema derecha del mundo, Trump, incluido. Sin embargo, Rusia sí mantiene algunas tradiciones muy comunistas, como la homofobia (quien dude de esto hable con alguna persona homosexual en Cuba): “Tribunal de Moscú multa a TikTok con dos millones de rublos por promover la homosexualidad entre menores”, traducía Ricardo Maquina en Twitter.

Cada vez somos menos

La autocracia de Putin no es ningún accidente, que nadie se sorprenda: “Cada vez menos porcentaje de la población global vive en una democracia”. ¿Cómo es esto posible? Evidentemente, que el gobierno de India haya dejado de ser calificado como demócrata hace variar los datos, pero la respuesta que sobrevuela en Magnet tiene mucho que ver con quienes sí elegimos a nuestras y nuestros representantes: el modelo liberal y consumista ha empoderado a dictaduras proveedoras de materias primas al resto del mundo, y nos ha hecho dependientes de sus suministros para satisfacer nuestras demandas.

Necesitamos filtros

El Xokas, también conocido como Joaquín Domínguez, ha pasado de ser una persona desconocida para mí, a ser un tipo que monta un tinglado con cuentas falsas en redes sociales para insultar a quienes le critican, y que admite que tiene un amigo que es un crack, un figura, un máquina, porque se mantiene sobrio mientras espera que las chicas a su alrededor se emborrachen, y lo cuenta en su canal de Twitch o YouTube, para que lo escuchen críos de 12, 14 o 16 años, sin filtros. Y de eso va esta columna: igual que podemos reclamar al o la programadora de turno de una televisión, necesitamos filtrar la difusión on-line de contenidos.

La gran industria oculta

Rocío en Twitter ha hecho un hilo muy interesante que no pasa de reflexión en voz alta (porque le faltan datos y ejemplos concretos) pero que se aproxima mucho a la realidad: quienes quieren convertir sus canales en YouTube o Twitch en su modo de vida acaban entrando en la rueda de esta industria del entretenimiento que, como hemos visto, carece de filtros. No solo en cuanto a la emisión: la exposición permanente y las muchísimas horas al día que son necesarias para que un canal sea rentable tampoco pasan ningún filtro laboral, y las relaciones con las empresas resultan cada vez más sospechosas.

Solo es una mudanza en el mismo barrio

El hecho de que Instagram haya superado a Facebook en el número de usuarios activos no es ningún cambio de paradigma ni un salto a ninguna parte: sí habrá un rejuvenecimiento de la masa, pero no pasa de mudanza en el mismo barrio porque la plataforma pertenece al mismo dueño (Facebook, ahora llamado Meta), el modo en el que segmenta y vende la publicidad (que nadie lo olvide: se trata de eso) es el mismo, y hace tiempo ya que la calidad de las fotografías depende más del software de nuestros teléfonos que de nuestra propia habilidad. Así que quien no lo haya hecho aún puede lanzarse a “Insta” sin miedo.

La noticia que no lo era

Seguimos con novedades que, sin embargo, no suponen cambios relevantes: “La venta de NFT se desploma: el mercado se hunde y apunta a que fue una moda pasajera” (El Blog Salmón). ¿De verdad esto sorprende a alguien? Solo espero que nadie haya perdido sus ahorros en esa mierda. Es el momento de recordar ahora a los familiares avispados de John Lennon que subastaron fotos de sus objetos personales, y otros tantos que se subieron a la ola virtual, como Ferrán Adriá. Sigo defendiendo la utilidad de estos archivos digitales que permiten reconocer al propietario, pero sigo sin defender a quienes hinchan burbujas.

Todo menos mis fotos

Me hago viejo y cada vez pienso más en mi muerte. No me ayuda a evitarlo que se hagan viejos también los medios digitales que suelo leer y que muestran también preocupación por estos temas: “Tras mi muerte, elimina las fotos: las plataformas ya ofrecen opciones para planificar tu legado digital” (Magnet). Sí, es cierto: salvo Twitter, todas las redes permiten establecer qué queremos que pase con nuestra identidad digital cuando muramos. Lo que tengo claro es que si quiero que algo me sobreviva, además de mi hija y mi hijo, son mis fotos. Que borren todo menos mis fotos, ya que soy incapaz de escribir esa novela que persigo desde la adolescencia.

¿Cómo?

Vox es solo el síntoma de una enfermedad persistente en la sociedad española: ¿cómo han llegado a 2022 tan fuertes y bien alimentados los herederos de los franquistas en España? Y si Vox es la fiebre, el millón de euros trincado, supuestamente, por Luis Medina, es el estornudo: “La familia Medina: de terratenientes que recaudaron y ‘limpiaron rojos’ para Franco a comisionistas con Almeida. El abuelo de Luis Medina tomó las armas, acompañó a la sublevación militar y formó parte de una de las más funestas organizaciones, la Guardia Cívica, una unidad experta en la represión” (Eldiario.es).

Ella estuvo allí

Esta semana ha fallecido Letizia Battaglia, conocida, sobre todo, por ser “la fotógrafa de la mafia”. Una cronista en blanco y negro no solo de los atentados de la organización violenta italiana, también de quienes tenían que convivir con ella: sus capturas costumbristas se enfrentan a su arte para captar el drama del asesinato a sangre fría. Battaglia empezó a principios de los 70 como fotógrafa de un periódico local en Palermo, lo que le obligó a convivir con la muerte. Pero su sensibilidad convirtió aquel trabajo desesperanzador en una crónica negra excepcional, de esas que tenemos que ver aunque nos duela para no repetirla.

Así están

La democracia es cara, muy cara. Mucho más barato es un emirato, dónde va a parar, o una dictadura bananera. Pero si queremos ser nosotras y nosotros quienes tomemos las decisiones tendremos que contar con este como un gasto necesario. Y sacudirnos los complejos para evitar situaciones poco recomendables: “El agujero económico del PP obliga a Feijóo a rodearse de cargos con sueldos públicos” (Vozpópuli). ¿Qué significa eso? Que alguien va a robar tiempo de donde cobra para dedicárselo al PP. Con honestidad, ¿no sería mejor garantizar que los partidos contasen con personal con dedicación completa?

La OTAN da las gracias a Rusia

No creo que en Francia vaya a ser tan escasa la diferencia entre Macron y Le Pen, y menos si la ultraderechista sigue haciendo declaraciones en las que muestra su proximidad a Putin y su rechazo a la OTAN. Porque nadie ha hecho más por la alianza militar en los últimos cincuenta años que el dictador ruso: “La OTAN siempre fue un asunto tabú en Suecia y Finlandia. Hasta que llegó Vladimir Putin” (Magnet). La ha revivido, la ha justificado y hasta puede ampliarla. No solo eso: ¿qué van a decir los “anti OTAN” de las amenazas gratuitas del Kremlin a los países que hacen frontera con Rusia? ¿Van a seguir justificando a Rusia?

“Yo acepto”

Suelo decir en mis presentaciones que la gran mentira de Internet es “yo acepto”. Todas y todos damos a ese botón sin leer condiciones que no aceptaríamos si repasásemos la literalidad del texto. Lucía Velasco ha compartido en Twitter un gráfico sobre el tiempo necesario para leer esos contratos con las plataformas que resolvemos sin pensar, en uno o dos segundos: tardaríamos más de una hora en leer el de Microsoft, media hora los de TikTok, Zoom, Apple o Spotify, en torno a 20 minutos, el de Twitter, y más de 15 los de Facebook o Linkedin. Algo menos, los de YouTube, Amazon, Netflix e Instagram.

Que sirva para algo

La resaca política de la semana pasada tiene que terminar bien. Y no me refiero a un “no vuelvo a beber” o con otro clavo sacando el primer clavo. No se nos puede olvidar que no podemos naturalizar, de ninguna manera, que aparezcan intermediarios, con o sin apellido sonoro, que encarecen las facturas de lo público (tampoco de lo privado) solo porque hay dinero. De la misma manera, no podemos perder de vista que las familias y los amigos de las personas que se dedican a la política tienen sus propias carreras profesionales y algunas pueden cruzarse sin causalidad ni correlación para criminalizar a alguien.

Los problemas siguen ahí

Hemos estado muy entretenidos gracias al PP durante los últimos días. Hacía tiempo que no veíamos a nadie dinamitar un partido. En concreto, desde que Pedro Sánchez lo hizo por última vez, después de ganar el congreso socialista contra todo pronóstico y liquidar los restos del viejo aparato socialista. Pero los problemas siguen ahí, y no me refiero solo a la nula capacidad del gobierno español de actuar sobre la inflación o su afán recentralizador: el PSOE coge un poco de aire con la implosión del PP, pero Podemos no pillará ni los restos del naufragio: el “efecto Yolanda Díaz”, simplemente, no existe.

La guerra, también en Tiktok

Precisamente por la lucha cainita en el PP he tenido que retrasar constantemente esto que Ricardo Marquina tuiteaba hace unos días: cómo Tiktok entra en la guerra. La red social china permite que los soldados (da igual el bando) muestren sus arsenales. Y aunque hablemos de Tiktok no es una cuestión menor: se trata de guerra psicológica y de propaganda pero con la posibilidad de poner por encima una música hortera y unos efectos de mariposas si queremos. Lo que sea con tal de que funcione. El fenómeno es fascinante sobre todo porque Rusia no es una potencia menor ni novata, y parece que controla la guerra digital muy bien.

Metanada

¿Qué es el metaverso? ¿Cómo accedo a él? ¿En qué página me hago una cuenta con usuario y contraseña? ¿Qué lo diferencia de Second Life? ¿Dónde se compra una parcelita en él? ¿Quién la vende? ¿Cómo demonios puedo verla y vallarla? Y la más importante: ¿por qué seguimos hablando de este invento de Zuzkerberg para que no abandonemos ya nuestras cuentas en Facebook y de los timadores de turno que ahora no salen calle a buscar a los primos y los esperan en Internet? Magnet tiene la respuesta a las preguntas: “Hemos empezado a usar la palabra ‘metaverso’ para todo. Y en la mayoría de los casos no significa nada”.

Ya, ni Google

Me alegró leer el post en Genbeta que hablaba de cómo “el buscador de Google está muriendo” porque hace ya tiempo que los resultados que me ofrece se parecen poco a lo que yo estoy buscando. Y sé que no soy la única persona que lo percibe. Empezamos por lo obvio: Google no muere porque es imposible, solo baja un poco, mínimamente, el tráfico ante la ausencia de competencia. Seguimos por lo importante: sí, los cambios en el algoritmo optimizan el modelo de explotación económica de los resultados pero perjudica a quien lo usa. Y terminamos con la esperanza: hay alternativas. Pero hay que buscarlas en Google.