La campaña en directo

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Iremos a más, pero ninguna campaña como esta que vivimos ha sido tan “en directo” hasta el momento. Y eso que venimos de dos generales vergonzantes en las que “la nueva política” ha usado en Madrid las herramientas digitales como si los “likes” fueran votos, y los tradicionales (aquí sobran las comillas) se pusieron a rebufo.

Siempre he defendido que incorporar las redes sociales a tu comunicación es una oportunidad para echarte un vistazo crítico, actualizarte, corregir defectos, engranar mejor los equipos humanos y comprar equipos técnicos nuevos (esto, solo a veces). Y en política, todo lo que acabo de describirles es absolutamente necesario hacerlo cada año. Si no, vienen los políticos de siempre contándote que son de kilómetro cero y te ganan sin bajarse del plató de televisión.

El PSE y el PNV son los que mejor lo han entendido en Euskadi, con “lives” en Facebook a calzón quitado de Idoia Mendia, Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar (hemos visto a ambos partidos hacer pruebas en Periscope también). Ayer, el presidente del EBB anunció para hoy, además, una entrevista ciudadana igualmente en directo por medio de Twitter a los dos últimos, al alimón.

El PP, simplemente, no gasta energía: con una campaña de spots reseñable y un discurso que no casa, más rancio incluso de lo habitual, lo han fiado todo a que su suelo sea suficiente para, aritméticamente, no perder demasiados escaños. Incluido el que le birla a Ciudadanos, que también confiaba en heredar el de UPyD a cambio de nada. Hace años, el equipo de Maroto hacía de avanzadilla en comunicación on-line. Pero ese tiempo quedó atrás y a nadie le sorprende.

Pasamos a las decepciones: la única relación de Bildu con los directos son las cadenas de tuits durante los mítines. Activarlas supone un esfuerzo que hay que poner en valor, pero la ausencia de novedades extendidas genera cierta sensación de autarquía. Si no han logrado acceso a las plataformas que sí manejan PNV y PSE, y PP en Madrid, es porque no salen de su entorno. Y los resultados de las visualizaciones ahí están pese a tener más de 33.000 seguidores en Facebook.

El abandono de Podemos Euskadi es, seguramente, el más sorprendente: su cuenta en Twitter y su página en Facebook son, literalmente, un muro en el que pegar carteles digitales del mitin del día. ¡Qué novedad! Solo tímidos links a directos durante esos mismo mítines por medio de YouTube (con planos fijos, sin realizar), nos permiten ver cuál es su mensaje.

Para poner la salsa on-line ya están los de Madrid, ayer mismo, discutiendo entre ellos. No me creo nada de la conversación entre Errejón e Iglesias, que no pasa de ser otra anécdota pastelosa, pero la entrada de Monedero, entre otros, ha hecho que coja vuelo y solo para airear la realidad: nacieron con ansia de poder y sin poder sufren una ansiedad incurable. Finalmente, Pablo Echenique intentó relajar la discusión con su supuesto humor, al filo de las 17:00 de un martes, diciendo que se acababa de levantar de la siesta y se encontraba con el pastel en Twitter. Me parece el mejor retrato de cómo se toman la vida política algunos.

Pongamos que hablo de Madrid

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Les voy a contar una historia de un amigo, experto en el manejo de las redes sociales (en Euskadi, nos conocemos casi todos). Es un tipo listo, o eso parece cuando hablas con él, sobre todo de estas cosas. Su vida personal se sostiene milagrosamente, pero todos los que nos dedicamos a la comunicación en Internet dejamos ese flanco un poco descuidado. Somos irremediablemente frikis. Con todo, el mayor defecto de mi amigo es, seguramente, que no es un buen vendedor: hace muchas cosas, no las hace mal, pero siempre da la sensación de que alguien se ha comido su queso.

Pegado a su Mac, mi amigo se dedica a la comunicación política en Internet, en Madrid. Hace unos meses, en la anterior campaña, la de la repetición de las generales, cometió un error. Estaba cansado, con la sensación de haberse pasado seis meses trabajando sin parar. Mi amigo, como casi todos los que se dedican a la comunicación política, ha fracasado: no ha conseguido trasladar a la ciudadanía el valor de su trabajo, ni el de los diputados honrados (por supuesto que los hay sinvergüenzas, todos lo sabemos). Como cronista de la actualidad política, me incluyo en este “repaso”: no hemos sabido trasladar el mito del líder, no hemos sabido hacer visible ese halo, no hemos sabido vestir a los reyes que, aun con un montón de trajes encima, hoy se sienten desnudos.

Mi amigo lleva trabajando en comunicación política on-line antes de que existiera “la nueva política”. De hecho, durante una fase muy breve, la nueva política eran ellos, los de Twitter y los de Facebook, los de Linkedin y Last FM (¡menudo dinosaurio es mi amigo!). Luego llegaron Pablo Iglesias y “la casta”, y todo cambió. Sobre todo en Madrid. Y a la segunda, después de aguantar el tirón en las apoteósicas europeas y las fulgurantes municipales y autonómicas, para Podemos, se equivocó. Su error fue básico: hizo una tontería por culpa de un tonto y, claro, el tonto le ganó a tonto. Si les cuento la tontería descubrirán quién es mi amigo, porque su error fue trending topic. Y ya saben que un periodista nunca revela sus fuentes ni deja pasar una bandeja de croquetas gratis.

Pero mi amigo aprendió una lección (y hasta aquí quería conducirles yo): no sobrevalorar al rival. Cuando me dijo esto, en el bar del Congreso, tomando dos gintónics que nos costaron medio céntimo de euro, los dos, le interrumpí: “Será ‘no subestimar’, ¿no, viejo amigo?”. “No, Iker –me respondió–, lo que he aprendido es que no hay que sobrevalorarles”. Mi amigo se dio cuenta durante aquella difícil mañana, mientras no dejaban de aparecer nuevas notificaciones con replies con vejaciones hacia él y retuits a esas vejaciones, que un amateur puede dar una lección a un profesional excepcionalmente, pero no en todo momento y en todas las materias. Que “especialmente los de Podemos, Iker –continuó–, a los de Ciudadanos se les ve venir desde la derecha y con el brazo derecho en alto –mi amigo es rojo, muy rojo–, se comportan en Internet como no quisiera que se comportara ninguno de los míos”. Según él, la comunicación de los canales oficiales es bastante tradicional y sorprendentemente pobre (la cuenta verificada de Podemos Euskadi le da la razón), y son los ‘soldados’ –él usó esa palabra– las que meten el ruido y actúan acatando órdenes masivas en momentos concretos, logrando trending topics e intentando amedrentar a políticos y trabajadores, “pero no piensan, Iker, ¡joder, no piensan! ¿Te das cuenta de lo que te estoy diciendo?”. Y ahí, según mi amigo, está su mayor debilidad: “Piensan tan poco que no se dan cuenta de que esa carencia acabará con ellos. Y lo hará, Iker, lo hará. Podemos se diluirá como un azucarillo. Y yo seguiré aquí”.

Sé que a mi amigo no va a gustarle esta columna.

El arte de hacer el ridículo en Internet (I)

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Al principio, esta columna iba a ser sarcástica, pero el avance de las horas me obligó a enfocarla de un modo más serio. Sin embargo, el colofón de las historias que voy a relatarles, por suerte, me empuja a que me lo tome a cachondeo. Al final, estamos hablando de Twitter.

Las de Podemos empezaron apareciendo con trajes regionales (nosotros los conocemos como “de aldeanas”) acompañados de sandalias y zapatillas de deporte. Una foto pensada para la prensa que dispara de cintura para arriba, y que tuvo su repercusión en Twitter por ridícula. No podía ser de otra manera. La cosa se puso seria con el casoplón de Pili Zabala, que tuvo el valor de decir en Barakaldo que ella “sabe lo que es vivir con lo justo”. Si la Zabala considera que tener una casa de más de un millón de euros es “vivir con lo justo”, empiezo a entender algunas cosas. Después, y ante la evidencia de que lo que dice no casa con lo que ha hecho, ha intentado justificarse con un vídeo en su cuenta de Twitter: por dos falanges le dieron una indemnización y ella la invirtió en un casoplón. Que rima. Josean del Moral matizaba muy bien: si Pili Zabala no aclara de cuánto es esa indemnización estamos en las mismas.

Por cierto, el mismo Del Moral hacía en voz alta una buena pregunta: “Si Pili Zabala es candidata a lehendakari por ser amiga de Nagua Alba, ¿eso no se llama ‘enchufazo’?”. Un enchufazo, además, de la élite. ¿O acaso creen que Alba tiene un origen humilde? Esto es lo que pone en su página de Wikipedia: “Es sobrina del filósofo Santiago Alba Rico, nieta de la cineasta Lolo Rico y tataranieta del presidente de las Cortes republicanas Santiago Alba Bonifaz”. Si esto no es “casta”, que vengan a explicarme otra vez el concepto, que se ve que no lo entiendo.

La del casoplón y la de la buena familia dieron, no obstante, mucho que tuitear con su programa político “para la gente”, especialmente, con la parte en la que garantizan una “renta básica incondicional (…) incluso si no quieres trabajar”. Entre los más de cien comentarios a la noticia en el Facebook de Orain, uno hacía la pregunta clave: ¿y quién va a trabajar para pagarla?

En estas estábamos cuando viene Pablo Iglesias a Barakaldo, en todo terreno y esperando en despachos cerrados, que estar con “la gente” es muy cansado. El de Podemos soltó (agárrense): “Patria es que los niños y las niñas puedan tener la opción de ir a la escuela”. Venir a Euskadi a decir eso es no saber a dónde vienes o no saber lo que dices. Elijan. Y también clamó que “la política no son los parlamentos” (en concreto, ese vídeo lo han tuiteado). Primero, debería de perder la condición de “profesor honorífico de la UCM” después de decir eso como politólogo que es. Segundo, lo espetó solo dos días antes de mandar a Alberto Garzón a las galeras, quitándole de las portavocías, como denuncia IU, y dándole después una a dedazo. Tuit pasteloso de reconciliación, incluido. ¿Qué es la política, Pablo?

La respuesta era Facebook

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He colaborado con Begoña Beristain en Onda Vasca durante seis años y medio. Primero por la tarde, después por la mañana. Primero en la pequeña emisora de la calle Cristo, que también tenía su encanto, más tarde en la más moderna de Aita Lojendio. Primero con una sección de tecnología y entrevistas, después con una tertulia sobre Internet y redes sociales, y finalmente con una versión radiofónica del Bogando por la red. Esta temporada, los cambios en la programación de la emisora y en la vital del que les escribe, ha hecho que, de inicio, no podamos continuar con nuestro idilio en los micrófonos. Mientras duró, en Navidad intentábamos montar un gran encuentro con todos los contertulios y colaboradores de ese año, y jugábamos a hacer predicciones en las que, a la pregunta de qué herramienta no acabará el año que iba a empezar, respondí en varias ocasiones: “Facebook”. Cansado de hacer el ridículo, acepté que “Facebook” era la respuesta a otra cuestión: la de Mark Zuckerberg es la red social con más penetración y capilaridad en Euskadi, en España y puede que en el mundo. Al final, dejé de buscar la piedra azul para tropezar con ella como un mal actor. Reconozco desde aquí que Igor San Román lo vio claro antes que muchos (incluido yo, claro): Facebook es “la gran red social” y cualquier trabajo de marketing on-line empieza por ahí.

Y por fin, les hablo de política: después del inútil 26-J nos sorprendimos con un reportaje en El Mundo sobre cómo en el PP explicaban la mejora de sus resultados, en parte, con un trabajo específico en Facebook firmado por una importante empresa estadounidense. Mucho más discretamente, el PSOE también realizó un trabajo en redes sociales digitales, sobre todo en Facebook, para alcanzar los nichos que disputaba con Podemos y asegurárselos.

Los nuevos partidos que apostaron por Twitter encontraron justo lo que ofrece Twitter: un fogonazo de fama y una caída lenta pero irremediable. Los viejos que apostaron por Facebook, los del bipartidismo, siguen apostados en la alternancia. En Euskadi los patrones son similares: Bildu apostó por Twitter cuando nació sumando a todos los que se veían fuera de la moqueta, y el PNV se mantuvo en Facebook y en el liderazgo del país.

Pero Arnaldo Otegi es toda una estrella en Facebook con más de 70.000 seguidores. Sin embargo, consigue impacto en los medios gracias a Twitter donde, curiosamente, solo tiene unos “pocos” más: 76.000. Que tenga una cifra similar en ambas redes es significativo (la izquierda tradicional, como la derecha tradicional, sí responde a los toques de corneta), y el porcentaje de seguidores de fuera de Euskadi, seguramente, sea el mayor junto con el de Alfonso Alonso. El del PP mantiene la página en Facebook que usaba como ministro (lo que explica sus 9.000 seguidores). Idoia Mendia tiene casi 5.000: muy buena cifra para ella. Iñigo Urkullu, con su Facebook de reciente creación por la campaña, 800 (casi 10.000 tiene en el oficial como lehendakari), y la meliflua Pili Zabala, menos de 700, a los que habla de Pablo Iglesias. Cada loco, con su tema.

«Instagram va a pasar»

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La cita no es mía. Lo dijo en Bilbao una de las personas que más mando en plaza tienen en Facebook a nivel mundial, en una reunión cerrada que pudimos mantener. Ya han pasado casi cuatro años de aquella afirmación hecha con contundencia por Miss Facebook: entonces, su empresa acababa de comprar Instagram por una milmillonada (literalmente), y todos sabíamos que la aplicación de fotografía tenía un enorme potencial y que la de Mark Zuckerberg es una empresa experta en sacar rendimiento de la comunicación on-line. Hoy, Instagram es una de las tres grandes aplicaciones y nadie lo discute: Instagram “está pasando”.

Y en esta campaña, por supuesto, Instagram está muy presente aunque no lo note usted, acostumbrado a estas alturas a manejarse con soltura en Facebook y Twitter. Pero es que usted lee el periódico. Y aquí, sí, los caminos se separan: quienes miran Instagram compulsivamente no ojean relajadamente el papel entintado con un café. No por el momento.

¿Para qué sirve Instagram? Para subir fotos. ¿Y para eso no están Facebook y Twitter? Sí, pero en Instagram puedes poner un filtro (lo que me parece la sublimación de la metáfora política). ¿Y eso no puedes hacerlo también en Facebook y Twitter? Sí, gracias a Instagram. Y en Instagram, además, lo haces mejor.

Hablando de hacerlo mejor que otros: ningún partido vasco usa bien Instagram. Tenía que decirlo. En mi opinión, no lo usa bien ni Barack Obama. Así soy yo de exigente. Aunque los gestores de la identidad digital del presidente estadounidenses son los que más se acercan a la perfección: casi no se dejan llevar por la tentación de fotografiar “lo que ve el político”. Pero sí que hay alguna foto de esas que muestran el punto de vista del titular de la cuenta. Un error.

En Instagram lo que más nos gusta es la comida grasa, pero lo que mejor funciona es la dieta. Y lo que peor, las ensaladas. Me explico. Instagram está lleno de fotos de comida, sobre todo, hamburguesas. Pero los “instagramers” con más seguidores y mejor valorados son los más lineales, los que machacan su mejor idea. Y el mayor error es tener una cuenta como una ensaladilla rusa, en la que lo mismo pones una foto de ti sacada con un equipo profesional de 6.000 euros, que una castaña que has sacado sin luz con tu smartphone. Todo bañado en mayonesa.

El fotógrafo de Obama, Pete Souza, tiene un Instagram para hacerle un marco, con las fotos que saca con su móvil de los actos. Es mejor que el Instagram del propio Obama. ¿Y en Euskadi? EAJ-PNV ha empezado a usar las “stories”, la última funcionalidad de la herramienta: vídeos cortos que se ven solo durante 24 horas. En Bildu son un poco caóticos (solo un poco más que los demás). El PP parece que exhibe fotos “birladas” de sitios de terceros. Y Podemos merece una línea aparte: ¿cuál es su última foto en Instagram, de hace seis semanas? De Pablo Iglesias con el Rey de España. Gracias, Internet.