Escapada a la Costa Brava (y 3): Girona, la capital

Concluyo el relato de esta escapada realizada el pasado mes de mayo, que dejaba la pasada semana en la preciosa Cala Sa Tuna. Dejamos para el final del viaje, el 23 de mayo, la visita a la capital gerundense, Girona, una ciudad que me encantó cuando la visité hace un montón de años. Dejamos el coche en el parking situado bajo la plaça del Poeta Marquina, a la que se asoma la Farinera Teixidor. Nuestra ruta hacia el centro histórico nos llevó por Carrer Nou, que todavía conservaba restos de la fiesta Temps de Flors, que tuvo lugar del 13 al 21 de marzo, que engalanó la ciudad y que nos dio pena habernos perdido por ignorar su existencia.

Nuestros pasos se encaminan hacia la Oficina de Turismo, ubicada en Rambla de la Llibertat, antigua espina dorsal de la ciudad, a la que se asoman notables viviendas con soportales. En ella abundan también los establecimientos hosteleros. Por esta arteria accedemos al barrio antiguo. Frente a la Oficina de Turismo se encuentra la estatua dedicada a Carles Rahola. Antes de legar tenemos que cruzar el río Onyar, deteniéndome a tomar unas instantáneas de uno de los emblemas de la ciudad, las casas colgadas que a él se asoman.

De la Rambla de la Llibertat pasamos a una calle paralela, el Carrer de les Peixateries Velles (Pescaderías Viejas), mismo nombre que el puente metálico de color rojo que hemos visto en el collage anterior. Entramos así en la Judería, conocida como El Call, que tuvo sus momentos de esplendor en el siglo XV. Es una zona muy pintoresca que todavía conservaba adornos florales de la reciente fiesta Temps de Flors, que comenté con anterioridad.

Paralela al río, la calle de les Ballesteries nos acerca al primer lugar que visitamos, la Basílica de Sant Feliu, la antigua Catedral de Girona y el edificio religioso cuyo interior más nos ha gustado. De estilo gótico, destaca por su esbelto campanario de los siglos XIV a XVI. En su interior me agradó el retablo mayor, el Cristo yacente (siglo XIV) y el sepulcro gótico de San Narciso. Existe una entrada conjunta para Sant Feliu y la Catedral al precio de 7,50 euros.

Nuestra siguiente cita la tenemos muy cerca, pues tan sólo tenemos que ir a la parte posterior de Sant Feliu y bordear las antiguas murallas y la iglesia de Sant Lluc, del siglo XVIII. Se trata de los baños árabes, construcción románica del siglo XII, inspirada en los baños romanos. Lo más hermoso de este lugar es la estancia de entrada, dedicada a vestuario y sala de descanso y la cúpula. La entrada cuesta 3 euros, pero como estaban retirando los adornos de la fiesta Temps de Flors, el acceso fue gratuito.

Tenemos que andar tan sólo unos pasos cuesta abajo para llegar al hermoso rincón en el que se encuentra el monasterio románico de Sant Pere de Galligants, actual Museo de Arqueología de Catalunya, frente al que se levanta la coqueta capilla de Sant Nicolau. Tenemos ahora que deshacer un poco el camino para pasar bajo la Porta de Sobreportes, puerta de la muralla de origen romano que nos da acceso a la plaza de la Catedral, a la que se asoman interesantes edificios, como la Casa Pastors, palacio renacentista del siglo XVIII, el edificio gótico de la Pia Almoina y el Palau Episcopal, sede del Museu d’Art.

Nuestro paseo por el barrio antiguo llega a su principal objetivo, la Catedral de Santa María, cuya construcción se prolongo desde el siglo XI hasta el XVIII, por lo que cuenta con tres estilos arquitectónicos sucesivos: románico, gótico y barroco. El acceso principal hacia la fachada barroca se realiza por una escalinata de 90 escalones, construida a finales del siglo XVII, que se encontraba parcialmente cerrada para retirar los adornos florales. Su interior presume de contar con la segunda nave gótica más ancha del mundo, tras la basílica de San Pedro del Vaticano. Visitamos también el claustro románico, que cuenta con interesantes capiteles historiados.

Nuestro paseo monumental está tocando a su fin, pero todavía tenemos que volver a pasar por la Judería para acceder a los Jardins des Alemanys, así llamados por ser uno de los restos de un antiguo cuartel alemán. La Torre Gironella nos da acceso a la antigua muralla medieval por la que caminamos hasta su final pasando por otra torre, la de Sant Doménech. Desde lo alto tenemos una preciosa vista sobre la Catedral y la torre de la Basílica de Sant Feliu.

La muralla se acaba y tenemos que descender a la calle. El carrer de l’Albereda hace que cerremos el círculo, devolviéndonos Rambla de la Llibertat, en una de cuyas terrazas aprovechamos para comer, aunque nos cuesta encontrar una sombreada, ya que hace mucho calor. Desde el puente de Piedra echamos un último vistazo a las casas colgantes del río Onyar y, pasando por la plaça del Marqués de Camps volvemos al parking situado bajo la plaça del Poeta Marquina, en el que dejamos aparcado el coche.

Concluyo aquí el relato de la escapada de once días realizada por las provincias de Huesca y Girona, cuando hace ya tres semanas que regresamos de un nuevo viaje, del que espero hablar próximamente.

Escapada a la Costa Brava (2)

Aunque ya he regresado de otro viaje por Francia y Bélgica, continúo el relato de la escapada realizada el pasado mes de mayo a la Costa Brava, que dejaba hace dos semanas en Cala Giverola. Como el tiempo seguía inseguro nos desplazamos hasta Calella de Palafrugell, un antiguo pueblo de pescadores perteneciente al municipio de Palafrugell, cuyas barcas se encuentran al borde de la playa. Cuanto más subimos hacia el norte más nos está gustando la Costa Brava. Este pueblo nos encantó, así que nos nos extrañó que una pareja de novios lo eligieran para el reportaje de la boda.

Pensábamos haber comido en Calella de Palafrugell pero los restaurantes estaban al completo, así que decidimos caminar algo más de 1 km por el Camino de Ronda hasta el siguiente pueblo, Llafranc, donde comimos de maravilla en el restaurante italiano Nova Pasta. La ruta está muy bien acondicionada, pasando junto a la torre de Calella y la escultura Gent del Mar, para luego bajar por una empinada escalera hacia el entorno de la playa. El regreso lo efectuamos por el mismo camino, recibiéndonos Calella de Palafrugell con un fuerte chaparrón. Menos mal que habíamos llevado un pequeño paraguas.

Al día siguiente, aprovechando que los sábados hay menos tráfico, decidimos abandonar por un día la Costa Brava para desplazarnos a visitar a una amiga a su nuevo lugar de residencia en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), conocida como La Habana chica en el siglo XIX. Aparte de conocer su casa, tomar algo y comer en la Rambla, realmente sólo recorrimos esta calle y su coqueto paseo marítimo, presidido por el monumento a Francesc Maciá y adornado por la Torre Blava (Azul). En la Rambla llamó mi atención el mural “Manifestación de los Cubos”

Como el tiempo seguía inseguro, el 21 de mayo nos desplazamos a la cercana población de Tossa de Mar, uno de los pueblos más bonitos de Girona, del que guardaba un buen recuerdo. Nos llamó la atención que lo primero que vimos al llegar fue la plaça de las Nacions Sense Estat, junto a la que se encuentra la Oficina de Turismo y el Supermercat Esclat, en cuyo aparcamiento dejamos el coche. Comenzó aquí nuestro recorrido por la Vila Vella, pasando junto a la Villa romana de Ametllers, la capella de la Mare de Déu del Socors y la Casa Ferrer, tomando un café frente al vistoso comercio Iberian Sensation

Nuestro recorrido por el casco antiguo de Tossa de Mar nos está agradando, pues es mucho más interesante que el de Lloret de Mar. Vemos que hay buenos comercios y abunda la hostelería, incluso con una Euskal Taberna de nombre Eguzkilore, aunque donde nos detenemos es para visitar la iglesia parroquial de Sant Vicenç que se empezó a construir en el año 1755 en estilo neoclásico para sustituir a la del recinto amurallado. Antes de llegar a la playa, una foto obligada es a la escultura dedicada a las pescateras, obra de Ció Abellí.

Llegamos finalmente al principal atractivo de Tossa de Mar, el recinto amurallado, que tiene un perímetro de unos 300 metros y fue construido entre los siglos XII y XIV para defenderse de la piratería. Accedemos a él por la puerta abierta junto a una de las tres grandes torres cilíndricas con que cuenta, la del Reloj. En fuerte subida hasta el faro vamos pasando sucesivamente junto al monumento a la Niña, el Museo Municipal, la escultura de Ava Gardner, obra de Ció Abellí y las ruinas de la iglesia de Sant Vicenç. En el descenso, antes de llegar a la zona de la playa, fotografío “Testimoni”, de Bonaventura Ansón.

El 22 de mayo nos desplazamos a Begur, población situada en el Baix Empordà a 65 km de Lloret de Mar. Fue el punto más al norte de esta escapada a la Costa Brava, marcando el límite con nuestro anterior viaje por tierras gerundenses. La plaça de la Vila marca el centro neurálgico de esta localidad, que cuenta con un buen grupo de casas indianas. A esta plaza se asoma la iglesia de Sant Pere y Santa Reparada, construida a principios del XVII en estilo gótico tardío. Muy cerca se encuentra la escultura “Tramontana”, de Richard Calvin.

Tras tomar un café en una de las terrazas de la plaza, nos dispusimos a subir la empinada cuesta que conduce al emblema de Begur, las ruinas del castillo construido en el siglo XVI. Lo mejor de él es su emplazamiento, pues desde él se tiene una impresionante vista de la población y de la franja costera, teniendo como telón de fondo las islas Medes. En nuestra ruta nos detuvimos para fotografiar la torre de defensa de San Ramón y la ermita del mismo nombre, junto a la que se encuentra la estatua de la bailaora Carmen Amaya.

Concluimos la jornada comiendo en un lugar lleno de encanto perteneciente al municipio de Begur, Sa Tuta, que conserva en uno de sus laterales las antiguas casas de pescadores. Además lo disfrutamos prácticamente solos. Antes de comer caminamos durante poco más de 1 km y otro tanto de vuelta por el Camino de Ronda, en este caso perfectamente acondicionado, que conduce hasta otra hermosa cala de nombre Aiguafreda. Fue un magnífico final para nuestro recorrido por la Costa Brava.

Dejamos la Costa Brava pero no la provincia de Girona, pues todavía nos faltaba ir a su capital, pero de ello espero hablar la próxima semana. La escapada continúa.

Escapada a la Costa Brava (1)

Como comentaba en la entrega anterior, después de estar tres noches en Torla-Ordesa, continuamos el viaje para pasar las siete siguientes en la Costa Brava, con objeto de recorrer el sur de la provincia de Girona. El alojamiento fue en Lloret de Mar, en el Don Juan Resort **** que, pese a su pomposo nombre, resultó un hotel muy sencillo al menos la zona en la que nos alojaron, repleta de franceses y adolescentes. La habitación era muy básica, sin nevera, unas toallas sencillas y, en nuestro caso, la pequeña terraza no tenía vistas. Vamos, que se le habían caído 2 estrellas. Y no nos podemos quejar, pues bastantes habitaciones tenían tres camas, pese a encontrarse alojado sólo dos personas. Lo mejor de todo fue el buffet del restaurante, aunque un día tuvimos que soportar una interminable cola para acceder a él, pues compartíamos cena unas 800 personas a la vez, de las 2.000 que creo que tiene de capacidad el hotel. Además tuvimos que pagar 100 euros por el aparcamiento. En resumen, tuvimos una entrada triunfal, añorando al momento lo bien que estuvimos en el Silken Ordesa.

Por si fuera poco, las previsiones climatológicas no eran nada buenas, pues anunciaban lluvia casi todos los días, cosa que afortunadamente no sucedió. Por ello, dado que el día estaba espectacular, tras instalarnos en el hotel nos echamos a la calle, caminando por el carrer de la Riera, convertido en una especie de mercadillo, pues está lleno de comercios con objetos parecidos a lo que se vende en el top manta. Nuestro descenso tenía como objetivo llegar al paseo marítimo, siendo recibidos por la escultura L’Esguard, de Rosa Serra.

Caminando a orillas del Mediterráneo llegamos a la plaça de la Vila, a la que se asoma el Ayuntamiento. Más adelante encontramos dos grupos escultóricos, uno dedicado a la sardana y otro que representa una especie de carabela. Nuestro paseo llega hasta un lugar lleno de encanto, la cala Sa Caleta, en la que vemos unas pequeñas embarcaciones de pesca. Sobre ella se alza el castillo d’en Plaja, al que no subimos, asomándonos al otro lado del túnel excavado en la roca, por el que discurre el camino de ronda, regresando a las proximidades de la cala a tomar una copa de vino rosado en una terraza. Por cierto, los 23 € que cuesta la entrada la castillo, me parece desorbitado.

Uno de los días en los que salió lloviendo, volvimos por la tarde a recorrer Lloret de Mar que, la verdad, no tiene mucho que ver, así que callejeamos por su pequeño casco antiguo, que cuenta con un comercio de mayor calidad al que tenemos junto a la zona hotelera. Destaca en él la iglesia de Sant Romá, de estilo gótico catalán de transición al renacimiento. También nos acercamos a Can Font, casa modernista convertida en museo, que estaba cerrada, así que regresamos a nuestra zona para sentarnos en la terraza del Bar El Capitá, al que acudíamos todas las tardes a tomar un vino antes de ir a cenar.

Como amenazaba lluvia, previamente pasamos un buen rato en el Museu del Mar, situado en Passeig de Camprodon i Arrieta, 2, accediendo a él por la oficina de turismo. La entrada cuesta 4 €, la mitad para los jubilados. Merece la pena visitar la que fue la casa Can Garriga, en la segunda mitad del siglo XIX. La exposición se divide en cinco ámbitos: Hijos del mar, Mediterráneo, Las puertas del océano, Lloret después de los veleros y Más allá de la playa, en una muestra que va desde la navegación de cabotaje que se realizaba por el Mediterráneo, hasta la de altura a través del Atlántico.

Pensábamos realizar varias rutas caminando por los caminos de ronda de la Costa Brava así que, como el día amaneció bueno, optamos por el primero, el que va desde Lloret de Mar hasta Blanes, un recorrido de 6,4 km que, con las variantes que hicimos, desde el hotel se convirtió en más de 11. La parte más interesante fue la primera, que sube hasta el mirador en el que se encuentra la escultura de la Dona Marinera, para luego bajar a la coqueta Cala Banys, para volver a subir hasta el castel de Sant Joan.

El camino pierde bastante interés en el descenso hasta platja de Fenals, que bordeamos, para luego subir hasta las proximidades de los Jardins de Santa Clotilde, a los que no entramos, contemplando desde lo alto la platja de Sa Boadella. Caminamos de nuevo en subida por una zona boscosa, pero pronto el interés decae, pues abandonamos la costa para caminar por una carretera interior hasta la ermita Santa Catalina, dándonos la bienvenida la estatua dedicada a A l’obrera de Santa Cristina, en la danza de Almorratxe.

Por carretera llegamos caminando a nuestra siguiente cita, el Jardí Botanic Pinya de Rosa, declarado paraje natural de interés nacional. Tiene una extensión de unas 50 hectáreas y fue realizado por Fernando Riviere de Caralt. Cuenta con cerca de 7000 especies de diferentes géneros, destacando las colecciones de aloes, agaves, yuccas y opuntias, muchas de ellas consideradas las mejores del mundo. Abre de 10:00 a 18:00 h, siendo el precio de la entrada de 5€.

Seguimos caminando por la carretera hasta llegar a nuestro siguiente destino, el castel de Sant Joan de Blanes, desde donde contemplamos la torre de Santa Bárbara y una magnífica vista de la costa, teniendo a nuestros pies el puerto de Blanes y la formación rocosa de Sa Palomera. El camino de ronda continúa por una escalera que baja en picado hasta el centro, pero descendemos por la acera de la carretera, mucho más suave. En Blanes contemplamos tres esculturas dedicadas a la Sardana a Carl Faust y al Portal de la Costa Brava. Comida en un restaurante junto a la playa y regreso en taxi a Lloret.

Al día siguiente amaneció lloviendo, así que desistimos de realizar a pie el camino de ronda que va de Tossa de Mar a Cala Giverola, pero dejó de llover y fuimos a la zona, contemplando en primer lugar una magnífica vista panorámica del castillo de Tossa de Mar y, luego, de los miradores de Cala Bona y Cala Pola. Llegamos finalmente a Cala Giverola, donde tomamos un café e intentamos realizar parte del camino, pero vimos que no estaba muy bien acondicionado, con caídas verticales sobre el acantilado. No queremos pensar cómo tienen que estar de concurridas estas calas en verano.

Acostumbrados a los caminos de ronda que recorrimos el año pasado en Menorca, los de la Costa Brava nos ha decepcionado, unas veces por estar poco acondicionados y otras por estar muy urbanizados, además de tener tramos por carretera separados de la costa, al ser los terrenos costeros de propiedad privada. Todavía nos queda mucho por recorrer. La escapada continúa, pero de ello espero hablar dentro de dos semanas, pues hago un alto en el camino para celebrar las fiestas de San Juan.

Escapada al Pirineo aragonés (y 2)

Os hablaba la pasada semana de los tres pueblos pirenaicos visitados, Torla-Ordesa, Broto y Ainsa, dejando para esta entrega las rutas que realizamos por la naturaleza que, por cierto, tuvimos que improvisar sobre la marcha pues, aunque en Torla-Ordesa el tiempo fue generalmente soleado, la lluvia y la niebla se adueñaron de las montañas. Es por ello que, aunque no lo teníamos previsto. el primer día nos dirigimos a Bujaruelo, cogiendo la carretera de Ordesa hasta el puente de los Navarros, distante tan sólo 1,8 km del hotel, para luego coger el desvío que recorre el desfiladero conocido como estrecho de los Navarros, por el que discurre el río Ara y una pista a veces asfaltada.

Llegamos así al amplio aparcamiento situado frente a San Nicolás de Bujaruelo, que en verano se queda pequeño. Existe aquí un camping, una antigua ermita y un confortable refugio (https://www.refugiodebujaruelo.com/), antiguo hospital de peregrinos originario del siglo XII, además de un coqueto puente medieval sobre el río Ara, por el que pasa el GR11 y la ruta que se dirige a Francia. Esperamos en el coche para ver si dejaba de llover pero, como no lo hacía, nos acercamos a tomar un café en el refugio. Allí nos indicaron que en el valle de Otal, el destino que nos recomendó un amigo, solía hacer mejor tiempo. Unas cuatro horas más tarde, tras completar la ruta, el día levantó y el entorno de Bujaruelo se mostró espectacular.

Aunque caía sirimiri y había algo de niebla, nos animamos a caminar hacia el valle de Otal, pues la ruta es muy sencilla al discurrir por una pista con suave pendiente. Si seguía lloviendo pensábamos regresar, pero enseguida paró y continuamos caminando. Al llegar a la fuente de la Femella (unos 20 minutos de marcha) la pista se bifurca. A la derecha se dirige hacia la cabecera del río Ara y la zona del Vignemalle, teniendo que continuar por el ramal de la izquierda con rumbo a Panticosa por el valle de Otal. El camino está muy bien señalizado.

La ruta prevista tiene unos 10 km de ida y vuelta y 290 metros de desnivel. En el cruce anteriormente citado comienza el tramo de mayor pendiente hasta el collado de Otal, desde el que se tiene una impresionante vista del valle, aunque nada tiene que ver con las fotos que me enseñó mi amigo, que disfrutó de un día radiante. Ante nosotros tenemos la sierra Tendeñera, el pico Otal y la Peña de Ordiso. Caminamos hasta el final del valle, donde hay un refugio de pastores y una coqueta cascada. Nos habían dicho que en el valle abundan las marmotas, pero las oímos sin ver ninguna. El regreso se efectúa por la misma ruta.

Al día siguiente pensábamos haber caminado por el valle de Ordesa, subiendo hasta la Cola de Caballo por las Gradas de Soaso, pero amaneció lloviendo, así que optamos por desplazarnos a Ainsa. De regreso, al mediodía subimos hasta la pradera de Ordesa, donde concluye una carretera que se cierra al público en verano, teniendo que dejar el coche en Torla-Ordesa, para acceder a ella en autobús. De este lugar parten numerosas rutas por el parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Dado que era sobre las 14:30 h, no pensábamos realizar ninguna ruta, pero aunque caía algo de sirimiri en ocasiones, sentimos la llamada de la naturaleza, decidiendo caminar durante una hora para disfrutar del precioso hayedo situado junto a la pradera de Ordesa, uno de los mejor conservados del macizo pirenaico. Supongo que de cara al turismo no montañero, han habilitado una sencilla y casi llana ruta, muy bien acondicionada y accesible, que discurre por la margen izquierda del río Arazas. Merece realmente la pena.

Como ya he comentado, la idea original era subir hasta la cascada de la Cola de Caballo por la ruta que discurre por la margen derecha del río Arazas, pasando junto a varias cascadas y las llamadas Gradas de Soaso, aunque también se puede realizar en la primera parte por la ruta del hayedo. Se trata de un  recorrido lineal del 16,5 km de ida y vuelta, aunque hay fuentes que lo alargan a 18 km, y más de 500 metros de desnivel acumulado, partiendo de los 1330 metros de altitud de la pradera y subiendo a los 1750 de la cascada.

Nos dio mucha pena no poder realizar la ruta prevista, que os muestro a continuación al recuperar de mi archivo unas fotos de cuando la realizamos el 1 de junio de 2002, con mucha más agua que ahora, pues era la época en la que nevaba mucho más, siendo muy importante el deshielo. En la subida se disfruta contemplando diferentes cascadas, de nombre Arripas, Estrecho y de la Cueva, para luego empinarse un poco el camino para superar las Gradas de Soaso, en las que el río Arazas cae en forma de pequeños saltos.

Superadas las Gradas de Soaso el camino suaviza su pendiente y el agua chorrea por numerosas paredes rocosas. Poco a poco el valle se va cerrando ante la mole que forman los montes Cilindro y Monte Perdido. También está a punto de concluir nuestra ruta, pues el destino es la preciosa cascada de nombre Cola de Caballo, un precioso salto agua de 54 metros de caída situado bajo el refugio montañero de Góriz. El regreso a la pradera de Ordesa se realiza por el mismo camino.

Concluye aquí esta escapada pero el viaje continúa, pues tenemos por delante casi 400 km para llegar a la Costa Brava y, más en concreto, a Lloret de Mar, donde pasamos las siguientes 7 noches.

Escapada al Pirineo aragonés (1)

La cuarta escapada del año la hemos realizado del 14 al 24 de mayo, teniendo dos destinos diferentes, el Pirineo aragonés (3 noches) y el sur de la Costa Brava (7 noches). Cuatro días antes de la salida falló la caja de cambios automática de mi coche y, debido a la escasez de recambios, no me lo repararon hasta pasados 15 días, así que no me quedó más remedio que alquilar un coche en el propio concesionario, Renault Leioa Berri Auto, a un precio muy elevado, así que no empezamos con buen pie. Dicho esto, el día 14 de mayo comenzamos el viaje, accediendo a la provincia de Huesca bordeando el embalse de Yesa, que presentaba un penoso estado debido a la escasez de agua. El puerto de Cotefablo (1423 m) supuso la puerta de entrada al entorno del valle de Ordesa, que estaba mucho más verde pese a la sequía.

Para las tres primeras noches de esta escapada elegimos el Hotel Silken Ordesa ****, situado en un encantador emplazamiento, en la carretera de Ordesa, a 1 km del centro de Trola-Ordesa. Se encuentra, a 337 km de Leioa en un lugar muy tranquilo, por el que todas las tardes vimos pasar un rebaño de ovejas. Desde la terraza de la habitación podíamos contemplar las montañas del Parque Nacional. Fue un acierto el haber escogido este hotel, pues además recibimos un trato familiar por parte del personal, especialmente de la joven recepcionista donostiarra Maitane Irastorza. Muchas gracias a todas/os.

En esta primera entrega voy a hablar de los tres pueblos visitados en esta escapada, comenzando por el más próximo, Torla-Ordesa, puerta natural de acceso al valle de Ordesa y sede del Centro de Visitantes del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, que forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. La coqueta iglesia de San Salvador es el edificio más emblemático de la localidad pues se ve de lejos. Poco queda de su origen románico, ya que fue reconstruida en el siglo XVII.

Concluimos la tarde de la primera jornada de viaje dando un agradable paseo por las calles Francia y Fatás, que constituyen la arteria principal de Torla-Ordesa, pueblo con preciosas construcciones de piedra y tejados de pizarra, coronadas varias de ellas con las llamadas chimeneas espanta brujas, que le dan a esta localidad de 307 habitantes un toque muy personal y montañero, dando gusto contemplar cómo se ha conservado la arquitectura tradicional.

Después de comer y descansar un rato, nos desplazamos a la vecina localidad de Broto, distante tan sólo 5,5 km del hotel, que se realizan por una estrecha carretera, por la que pasamos otros dos días más. Situado también en la comarca de Sobrarbe, cuenta con una población de 577 y un pequeño casco antiguo, del que sobresale la iglesia de San Pedro, construida en el último tercio del siglo XVI, fundiendo la arquitectura gótica aragonesa con la renacentista. Llama la atención su campanario, de aspecto defensivo.

Como la tarde estaba espectacular, siguiendo los consejos de un amigo nos acercamos hasta la cascada de Sorrosal, de la que no había oído hablar hasta entonces. Está ubicada en el barranco del mismo nombre, por el que discurre un afluente del río Ara. Tiene unos 95 metros de caída y el acceso hasta su base se realiza por un camino muy bien acondicionado. Tan sólo hay que caminar unos 400 metros, partiendo del aparcamiento situado junto al puente medieval. A la parte superior se puede subir por una vía ferrata.

Las previsiones meteorológicas para el tercer día de nuestra estancia no eran buenas, así que optamos por desplazarnos a un pueblo que no conocía, Ainsa, pese a ser “uno de los pueblos más bonitos de España”, distante 46,5 km del hotel. Cuenta con dos partes muy diferenciadas, la zona moderna situada a orillas del río Ara y el amurallado centro histórico, ubicado en lo alto de una colina. Dejamos el coche en un amplio aparcamiento de pago, situado en la parte trasera del castillo, cuyas torres fue lo primero que vimos.

Declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1965, su centro histórico es una preciosidad. Accedemos a él por esa pequeña joya que es la Plaza Mayor, que parece datar de los siglos XII y XIII. De planta trapezoidal, cuenta con soportales en dos de sus lados, estando en el tercero el Ayuntamiento. Caminamos luego por las calles Mayor y Santa Cruz, contemplando su bien conservadas construcciones, con monumentales fachadas en la Casa Arnal (siglo XVI) y la Casa Bielsa (siglos XVI-XVII). También hay varias puertas de la antigua muralla y algunos museos ahora cerrados.

La siguiente cita la tuvimos en uno de los templos más notables de Sobrarbe, la iglesia de Santa María, construida entre finales del siglo XI y mediados del XII, declarada Monumento Nacional. Aunque ponía que estaba abierta de 10 a 18 horas, no fue así pero, gracias a la gestión con la oficina de turismo, conseguimos que la abrieran. Lo más llamativo es su torre, pues su interior es muy sobrio, así que ante todo os recomiendo visitar el claustro (siglo XIV) y la cripta, que conserva los capiteles originales.

Concluimos la visita a Ainsa en el castillo, construido en diferentes fases entre los siglos XI y XVII y declarado Monumento Histórico-Artístico. Ahora es un amplio espacio vacío en uno de cuyos lados se encuentra la oficina comarcal de turismo y el centro de interpretación del Geoparque de Pirineos, que sólo abría los fines de semana. Ocupando un torreón se encuentra el Eco Museo de la Fauna Pirenaica, lo único abierto, así que entramos a verlo previo pago de 5 €. Más información en https://quebrantahuesos.org/

La próxima semana, en la segunda entrega de esta escapada, espero hablar de nuestra experiencia en la naturaleza. Mientras tanto os invito visitar las fotografías realizadas por Maitante Irastorza, a la que cité al principio, en su web https://www.planovertical.es.

Un paseo monumental por Toledo

Me encanta Toledo. Creo que es una de las ciudades más interesantes del Estado, así que, aunque han pasado catorce años desde mi último viaje, he querido traerla a este espacio, para recomendar su visita. Además, la ciudad histórica de Toledo forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el año 1986, porque sus monumentos son obras maestras de distintas civilizaciones, con presencia de tres grandes religiones, cristianismo, islamismo y judaísmo. Un buen lugar para disfrutar de una excepcional vista panorámica de la ciudad es la terraza del Parador de Turismo. También puede hacerse desde la Ronda de Toledo, la carretera TO-3100. De izquierda a derecha podemos contemplar el puente medieval de San Martín sobre el río Tajo, construido inicialmente en el siglo XIII, la Catedral y el Alcázar de Toledo, restaurado bajo el reinado de Carlos I y su hijo Felipe II en la década de 1540.

Encaminamos nuestros pasos hacia el principal monumento de la ciudad, la Catedral de Santa María, considerada por algunos como la obra maestra del arte gótico en España. Su construcción comenzó en 1226 bajo el reinado de Fernando III el Santo, aunque se alargó hasta finales del siglo XV. Mide 120 metros de largo por 59 de ancho y cuenta con interesantes portadas, tres de ellas situadas en la fachada principal, destacando la puerta del Perdón, del siglo XV. De interés son también la del Reloj, del siglo XIV y la de los Leones, de los siglos XV y XVI. La torre, del siglo XV, es gótica con influencia mudéjar.

Accedemos a su interior, donde estaca la capilla mayor debido a que guarda una gran riqueza de obras de arte. Destaca su retablo, de estilo gótico florido, encargado por el Cardenal Cisneros, cuya construcción se realizó entre los años 1497 y 1504. También nos detenemos ante el monumental fresco dedicado a San Cristóbal, obra de Gabriel de Ruedas (siglo XVII), el sepulcro del Cardenal Mendoza, de estilo renacentista, la capilla de los Reyes Nuevos, que cuenta con numerosos sepulcros, la capilla de Santiago, también llamada de Álvaro de Luna, por albergar su sepulcro y el transparente de la Catedral.

A continuación nos dirigimos al centro neurálgico de la ciudad, la plaza del Zocodóver, en parte diseñada por Juan de Herrera durante el reinado de Felipe II. Regresamos a la Catedral y tomamos la calle Arco de Palacio, que nos conduce a la plaza del Ayuntamiento, a la que se asoman el edificio de la que toma su nombre, cuya construcción se alargó durante un siglo, no concluyéndose hasta 1703, y el enorme Palacio Arzobispal, cuya construcción se inició en el año 1543.

Ya hemos visto la presencia de la cultura cristiana, así que pasamos a la islámica, ya que ese es el origen de las murallas de Toledo. Nos detenemos en primer lugar ante dos de sus puertas, comenzando ante la más antigua, la Puerta de Alfonso VI, cuya construcción data del siglo X, aunque con modificaciones de estilo mudéjar posteriores al siglo XIII. Espectacular resulta también la Puerta de Bisagra, reconstruida a mediados del siglo XVI, con dos fachadas muy diferenciadas, la interior y la exterior, a cual más hermosa.

A un paso de la hermosa fachada interior de la Puerta de Bisagra tenemos la iglesia de Santiago el Mayor, también conocida como Santiago del Arrabal. Construida en la segunda mitad del siglo XIII, está considerada como una de las mejores muestras del mudéjar toledano. Contemplamos en lo alto el edificio de la Diputación de Toledo y por la calle Real del Arrabal nos dirigimos a la Puerta del Sol, de estilo mudéjar e influencia nazarí, construida en el último cuarto del siglo XIV.

Caminamos 550 metros por la calle Alfonso XII y nos detenemos ante la hermosa portada mudéjar, del siglo XIV, del antiguo convento Madre de Dios, actual Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha. Nos separan 400 metros de nuestra siguiente cita, a la que llegamos caminando por las calles Alfonso XII, Rojas y Taller del Moro. Se trata de la iglesia de Santo Tomé, construida sobre una mezquita a principios del siglo XIV. Destaca sobre todo su campanario mudéjar y por albergar la obra de El Greco, “El entierro del Señor de Orgaz”, de obligada visita en Toledo. Abre de 10:00 18:45 h y la entrada cuesta 4 €. A unos pasos se encuentra el Museo del Greco (3 €), siendo la entrada gratis los sábados por la tarde y los domingos.

Tras la comida continuamos con las visitas. La calle San Juan de Dios nos lleva a la de Reyes Católicos, donde se encuentra la Sinagoga del Tránsito, representante de la tercera cultura que nos faltaba, la judía. Conocida también como Sinagoga de Samuel ha-Leví, se trata de un hermoso edificio mudéjar construido entre los años 1355 y 1357, pese a la prohibición de erigir sinagogas. Alberga el Museo Sefardí y abre de martes a sábado de 9:30 a 19:30 horas y los domingos y festivos de 10:00 a 15:00 horas. La entrada cuesta 3 €, siendo gratis para los mayores de 65 años y los sábados por la tarde y los domingos.

Tenemos que caminar otros 350 metros por la misma calle de Reyes Católicos, para realizar la última visita. El lugar elegido fue el Monasterio de San Juan de los Reyes, mandado construir por los Reyes Católicos y considerado como el edificio más representativo del gótico toledano y una joya del gótico isabelino. Data de finales del siglo XV y se puede visitar todos los días de 10:00 a 18:45 h, siendo el precio de la entrada de 4 €.

Toledo tiene otras muchas cosas que ver, pero un día no da para más y nuestro “campamento base” para esta escapada se encontraba en Alcalá de Henares. Además terminamos agotados por el intenso calor que padecimos pese a ser un 2 de mayo

Ascensión al Mendibil desde La Arboleda (Bizkaia)

Abro un paréntesis en los relatos viajeros para estirar un poco las piernas cerca de casa, aunque al otro lado de la ría, en el municipio de Valle de Trapaga-Trapagaran y, más en concreto, en uno de sus barrios altos, La Arboleda, conocido como Zugaztieta en euskera. Esta zona de esparcimiento es fácilmente accesible mediante el Funicular de Larreineta, inaugurado el 25 de septiembre de 1926 y gestionado por Euskotren, que accede a este barrio desde La Escontrilla, en la parte baja del municipio. A La Arboleda se puede llegar también desde Santurtzi en el autobús A3333, línea operada por Bizkaibus.

El principal objetivo de esta salida fue subir al monte Mendibil, cuyo pirulí cimero es visible desde Leioa, pues tenía ganas de ver mi pueblo desde él. Como Larreineta se encuentra a 395 metros de altitud, tan sólo hay poco más de 150 metros de desnivel para llegar a su cima, caminando durante buena parte del recorrido por la estrecha carretera de acceso al barrio rural de Barrio Nuevo, otro antiguo barrio minero, en el que vemos vacas y gallinas. Durante la subida disfrutamos de magníficas vistas de Sestao, Portugalete y, al otro lado de la ría, la margen derecha, con Leioa y Getxo en primer plano.

Atravesamos Barrio Nuevo y continuamos subiendo con suave pendiente hacia la loma del Bitarratxu, que bordeamos abandonando por un momento la carretera para pasar por un pequeño pinar, aunque la mayor parte del paisaje está dominado por las praderas que nos permiten ver al fondo nuestro objetivo, el pirulí de Mendibil. En esta zona alta todavía vemos cómo trabajan en un caserío, observando a varios ciclistas que suben por la carretera.

Son 3,7 km de suave subida desde La Arboleda y uno menos desde Larreineta, lo que tenemos hasta la cumbre del monte Mendibil situado a 549 metros sobre el nivel del mar. Esta cima está dominada por la imponente torre de telecomunicaciones, conocida popularmente como el pirulí. Desde la cima se tiene una impresionante y hermosa vista casi aérea de La Arboleda, con las antiguas minas, hoy convertidas en embalses artificiales, a nuestros pies. Los caballos pastan cerca de la cumbre.

De la misma cumbre parte una pista que nos condujo de regreso a La Arboleda, mientras disfrutamos de unas espectaculares vistas panorámicas. Caminamos entre amplias praderas, pudiendo contemplar diferentes grupos de vacas y caballos, alguno con su cría, que hacen que nuestro descenso resulte muy agradable. Como a la subida, la pendiente es escasa.

Nuestro descenso hacia La Arbolada continúa mientras contemplamos los montes de Triano y, en el fondo del valle, el pequeño embalse Loiolako. Pronto volvemos al asfalto, junto al que pasta un pequeño grupo de vacas. Nos dirigimos ahora hacia La Ronda auzoa pero, antes de llegar al cementerio, nos desviamos a la derecha para coger la carretera por la que regresamos directamente a La Arboleda. Antes de llegar me detengo a fotografiar sendos grupos de asnos, emús y ocas, una fauna de lo más variada.

El descenso concluye en La Arboleda, barrio al que accedemos pasando por una antigua casa minera. Su casco histórico fue declarado Conjunto Monumental en el año 2003, debido a ser uno de los pocos pueblos mineros que se conservan en Euskal Herria. La Arboleda fue fundado en 1877 para acoger a las personas que trabajaban en las minas. En 1888 se abrió aquí la primera Casa del Pueblo del PSOE y del sindicato UGT. Hoy cuenta con 532 habitantes, siendo el edificio más notable la iglesia de Santa María Magdalena. Cuenta también con varios bares y restaurantes, siendo conocidas las alubiadas que aquí preparan.

No podemos abandonar La Arboleda sin recorrer Meatzalde Goikoa Parkea. Las antiguas minas que se explotaban desde la época romana, se llenaron de agua dando lugar a un paraje de impresionante belleza, en el que se ha ubicado el parque de esculturas del citado nombre, que cuenta con obras de artistas de la talla de Nestor Basterretxea, Iñigo Arregi, Guillermo Olmo, Karmelo Gañan, José Antonio Legorburu, Mariemi Otaola, Victor Arrizabalaga o Alex Morlotez. Más información en https://meatzaldegoikoa.blogspot.com/

Un kilómetro separa La Arboleda de Larreineta que se realiza en un agradable paseo bordeando los embalses artificiales que cubrieron de agua las antiguas explotaciones mineras. Estamos en un precioso entorno natural desde el que podemos ver grupos de caballos, el parque de esculturas y, en lo alto, el pirulí de Mendíbil. También vemos un par de vagonetas utilizadas en las antiguas minas y, a mitad de camino, un enorme aparcamiento, prueba de la cantidad de gente que se acerca a La Arboleda.

Ya que estamos aquí, recomiendo el desplazamiento de tan sólo 3 km hasta el vecino municipio de Ortuella, donde se encuentra Ekoetxea Meatzaldea, el Centro de Interpretación de Peñas Negras, en el que podemos contemplar varias fotografías que nos muestran el antes y el después del efecto minero que sufrió La Arboleda, así como la historia del funicular y, en el exterior, unas vagonetas y una torreta de un “teleférico” de las antiguas explotaciones mineras. De aquí parten varias rutas por los montes de Triano.

Las fotos que ilustran este reportaje ha sido tomadas en tres salidas diferentes.

Escapada a Castellón (y 2)

Concluyo el relato de la escapada realizada por la provincia de Castellón del 24 al 28 de abril pasado. El 26 de marzo decidimos dedicar la mañana a caminar un par de horas por el Parc Natural Desert de les Palmes, situado cerca de Benicassim, optando por la ruta 5, que parte del Centro de Interpretación de la Bartola y se realiza en dos partes diferenciadas, teniendo la primera como objetivo principal las murallas de la Portería Alta, un hermoso lugar situado en el punto más alto, al que se llega por un agradable sendero desde el que se tienen magníficas vistas. Luego hay que descender hasta la carretera CV-147, pasando por un centro de oración de las Carmelitas.

En la segunda parte hay que caminar durante un pequeño tramo por la carretera CV-147, pasando junto a la entrada al monasterio nuevo de las Carmelitas, del siglo XVIII. Es una ruta acondicionada para ciclistas que alcanza los 459 metros de altitud, en pleno antiguo yermo carmelitano. Enseguida, a mano izquierda sale un sendero que nos conduce al segundo objetivo, el castillo de Montornés, una fortaleza de origen árabe del siglo X, construida sobre una escarpada cima que domina una amplia zona. El castillo se encuentra en estado ruinoso. Tenemos que regresar luego a la carretera y continuar unos metros por la ella hasta el punto en el que dejamos el coche, bajo el Centro de Interpretación de la Bartola.

Comemos de bocadillo en un área de pícnic y tenemos luego tenemos casi 70 km de viaje hasta nuestro siguiente destino, Villahermosa del Río, el pueblo que mas nos ha gustado hasta ahora. Se encuentra en una zona de montaña, a 755 metros de altitud, con vistas a la cumbre más alta de Castellón, el Penyagolosa. Además de por su emplazamiento, su principal interés se encuentra en torno a la plaza de la Iglesia, a la que se asoman el castillo y la iglesia de la Natividad, en la que destacan los retablos de los siglos XIV y XV, que pudimos ver gracias a la amabilidad de Rosa Mari, propietaria de la Tienda Casa Provincias, que nos abrió del templo antes de la hora de apertura de su comercio.

El 27 de marzo optamos por quedarnos cerca del Parador de Benicarló, pasando la mañana en la vecina localidad de Peñíscola. Dejamos el coche en un aparcamiento subterráneo, desde donde nos dirigimos al castillo del Papa Luna, cuya estatua pudimos ver junto a la entrada. Lo mejor del castillo es su emplazamiento sobre una península rocosa. En esta época abre de 09:30 h a 21:30 h, costando la entrada 5 € (3,50 € los mayores de 60 años), incluyendo el acceso al parque de Artillería, que rodea la fortaleza por su parte marítima. A mitad de camino se encuentra la iglesia Ermitana.

Para la tarde dejamos un importante yacimiento arqueológico, el Poblat iberic Puig de la Nau, que se encuentra a unos 10 km del Parador. Construido entre los siglos VII al IV aC se encuentra en excelente estado de conservación, ofreciendo una magnífica visión de cómo era la estructura urbana de un poblado íbero fortificado. Las dos fotos inferiores están sacadas de Internet pues, para nuestra frustración, se encontraba cerrado. Al llegar vimos que había que concertar la visita en el teléfono 964 460 448 y eso hicimos, pero nos dijeron que sólo era posible los sábados. Nuestro enfado fue mayúsculo, pues podíamos haber ido al día siguiente. Da la impresión de que sólo interesa el turismo de playa.

Mosqueados regresamos al Parador para dejar el coche y caminar un poco por el pequeño pero coqueto Paseo Marítimo, desplazándonos hasta el puerto pesquero, donde vimos zarpar a dos embarcaciones. He comentado en otras ocasiones que siempre que podemos visitamos los mercados y los puertos pesqueros, pues creo que es donde mejor se conservan las tradiciones, pero en este puerto por poco nos quedamos encerrados. Caminando por la avinguda del Marqués de Benicarló, contemplamos un hermoso mural en la fachada de una casa y una estatua de un pescador.

Dejamos para el día de vuelta, el 28 de marzo, los dos pueblos en mi opinión más interesantes, en los que ya estuvimos en el año 2011. El primero de ellos, Ares del Maestrat, se asienta sobre una espectacular mole rocosa, a 1194 metros de altitud, que conserva restos de su castillo. Dejamos el coche en la Plaza Mayor y entramos en la oficina de turismo, donde nos entregaron un mapa y nos indicaronn los tres anillos que tenemos que recorrer, siendo el último en la parte superior, a los pies del castillo. En la plaza de la Iglesia tenemos la estatura del rey Jaime, I, la antigua Lonja, que conserva los sus arcos góticos-mudéjares del siglo XIV, y la iglesia parroquial de la Asunción, con su fachada barroca del siglo XVIII.

Concluimos las visitas de esta escapada en el pueblo más hermoso de todos, que forma parte de los “pueblos más bonitos de España”. Se trata de Morella, declarado Conjunto Histórico-Artístico, del que os hablaré con más amplitud en una próxima entrega, pues considero que merece realmente la pena, por su castillo, su calle porticada, la muralla y puertas de acceso y, especialmente, por la Basílica de Santa María la Mayor, joya del gótico religioso, que fue construida entre los siglos XIII y XIV. Destaca por sus puertas exteriores, el monumental órgano y la espectacular escalera del coro, con la talla de madera policromada con la escena del Juicio Final. La entrada cuesta 3,50 €. Os recomiendo dejar el coche en el amplio aparcamiento situado en la parte alta de la población, en la calle Hospital, muy cerca del acceso al recinto amurallado por el portal y torres de Sant Miquel. Nada más entrar tenemos la Oficina de Turismo.

La casualidad hizo que comiéramos en la terraza de unos de los pórticos de Carrer d’En Blasco d’Alagó, 22, en Casa Pere. Digo esto porque al ir al baño encontramos un cuadro de la Peña del Athletic Club, cosa nos hizo mucha ilusión. Aquí nos despedimos de los amigos madrileños. Por delante teníamos 485 km para regresar a Leioa.

Escapada a Castellón (1)

Del 24 al 28 de abril hemos estado recorriendo parte de la provincia de Castellón, pues cinco días no dan para conocerla al completo. Ha sido la tercera escapada que realizamos este año, teniendo como campamento base la localidad de Benicarló, distante 549 km de Leioa, que se realizan en algo menos de seis horas viajando por autopista hasta Zaragoza, para luego continuar buena parte del recorrido por la N-232, una excelente carretera que pasa por Alcañiz y Morella, puerta de entrada a la provincia de Castellón.

El Parador de Benicarló **** fue el lugar que elegimos para pasar las cuatro noches de esta escapada, que realizamos con la pareja de amigos de Rivas Vaciamadrid. El Parador está muy bien situado, en la avenida Papa Luna, 5, teniendo acceso también al Paseo Marítimo. Cuenta con piscina, extensos jardines y una amplia terraza en la habitación. La relación calidad precio es excelente, pues pagamos unos 94 euros por noche, en alojamiento y desayuno. En la carta del restaurante destaca la amplia oferta de fideuá y arroces.

El Parador se encuentra a unos 7 km de Peñíscola, así que el 24 de abril, tras instalarnos en la habitación y descansar un poco del largo viaje, decidimos estirar las piernas un poco y caminar durante unos 5 km por la zona en la que la avenida del Papa Luna se convierte en paseo marítimo, fotografiándome al llegar en el cartel de Peñíscola, para luego tomar sendas instantáneas de las fuentes Marítima y del Dragón. Tomamos luego un vino rosado valenciano en una terraza, regresando en taxi al punto de partida.

La mañana del 25 de abril la dedicamos a caminar por el Parc Natural de la Sierra d’Irta, una de las últimas sierras vírgenes del litoral valenciano. Elegimos una ruta costera de unos 9 km de ida y vuelta, que empieza en Cala Blanca, cerca de Alcossebre, en forma de paseo hasta el faro de Irta, para continuar por un sendero que pasa sucesivamente por la cala Mundana y la playa del Serradal. Los apartamentos Prestige, situados sobre el acantilado, marcan la imagen de las construcciones del pasado. Aquí comienza la parte más hermosa de la ruta roja que concluye en Cala Cubanita, de donde regresamos al punto de partida por la misma ruta.

Comemos de bocadillo en la zona de pícnic de Cala Blanca y nos dirigimos a nuestra siguiente cita, Alcalà de Xivert, pueblo situado en la comarca de Baix Maestrat, en el que destaca la iglesia de San Juan Bautista, de estilo barroco valenciano, construida a mediados del siglo XVIII. En la parte derecha de su monumental fachada se alza majestuosa la torre-campanario, que se terminó el 14 de junio de 1803. En la plaza vemos un viejo olivo y, en la carretera que se dirige al castillo, la barroca ermita del Calvario.

A unos 6 km de Alcalà de Xivert se encuentra una construcción islámica que data de los siglos X y XI, aunque durante el siglo XIII la reformaron los templarios. Se trata del castillo de Xivert, al que se puede subir caminado durante hora y media, teniendo que salvar un desnivel de unos 200 metros, para llegar a los 358 metros de altitud a los que se encuentra. La visita merece realmente la pena, pues el ruinoso castillo está bastante restaurado, siendo la visita libre, con numerosos paneles con explicaciones. Lo que no es tan bueno es el acceso en coche, pues la carretera se estrecha y se convierte en una pista por la que hay que circular con cuidado. En algunos puntos está asfaltada, pero sin posibilidad de cruzarse con otro vehículo, así que estáis avisados. No entiendo cómo tienen una zona tan bien acondicionada con un acceso tan malo.

Muy cerca tenemos el pequeño pueblo de Santa Magdalena de Polpis, en el que su principal edificio es la iglesia parroquial, de estilo neoclásico, situada frente al Ayuntamiento. La verdad es que este pueblo no nos dijo nada, siendo el mejor recuerdo los nidos de golondrinas que vimos y la Radler que nos tomamos. Cuenta también con un castillo situado a 4 km y 431 m de altitud. Se trata de una antigua alcazaba árabe, de los siglos X y XI, que en el siglo XIII reformaron los templarios. Aquí no llegamos a subir, pues no me atreví a hacerlo por la pista de acceso, lo cual fue un acierto, pues nos dijeron que se encontraba en muy mal estado. Tomé una foto de la carretera, siendo las otras dos imágenes de Internet.

Me ha sorprendido gratamente lo montañosa que es la provincia de Castellón o al menos los lugares que hemos visitado. También lo verde que se encontraba el paisaje debido a los numerosos cultivos existentes, pese a que todos los ríos que vimos estaban secos. Sólo en el Baix Maestrat dicen que hay 448 hectáreas de olivos y 356 de frutos secos. Hemos visto numerosos campos de almendros y, en la zona de regadío, cantidad de naranjos. También he fotografiado las alcachofas de Benicarló, que cuentan con denominación de origen, algo que ignoraba, pues sólo había oído hablar de las de Tudela.

Esta entrega sólo ha sido el aperitivo del viaje, pues falta lo más importante, lo que realizamos en los tres días siguientes, pero de ello espero hablar la próxima semana. La escapada continúa.

Parque Natural Collados del Asón (Cantabria)

Hace ya unos años que evito viajar en Semana Santa, puentes y cualquier temporada alta, para evitar los atascos en las carreteras y los precios desorbitados en los alojamientos. Es por ello que esperé al 11 de abril, día siguiente al Lunes de Pascua, para realizar esta escapada de unos 200 km de ida y vuelta desde Leioa, con el objetivo de acercarme al Parque Natural Collados del Asón, en Cantabria, para contemplar el nacimiento de los ríos Gándara y Asón. También tuve ocasión de percibir los efectos de la sequía que padecemos, pues la cascada del Asón tenía muy poca agua y la del Gándara nada. Buscando en mis archivos pude ver que esta misma excursión la efectué el 20 de abril de 2018, con un resultado completamente diferente, como a continuación os muestro.

Los tres lugares visitados se encuentran en el Parque Natural Collados del Asón y, más en concreto, en el municipio de Soba, acercándonos en primer lugar al nacimiento del río Gándara, cuyo entorno lo están acondicionando. Este río nace en una surgencia bajo la peña caliza del Becerral, en La Gándara. El agua empieza enseguida a discurrir con fuerza en un lugar de gran belleza, en el que existe un molino, mesas para pícnic y praderas en las que pastan vacas y caballos.

Las imágenes anteriores las tomé el pasado 11 de abril, cuando el nacimiento del río Gándara tenía bastante agua, aunque no tanta como las que muestro a continuación, sacadas el 20 de abril de 2018.

Limítrofe con Bizkaia y Burgos, el municipio de Soba está formado por 27 núcleos de población, siendo en el de La Gándara donde se encuentra el principal centro de actividad, a excepción del Ayuntamiento que está en Veguilla. Rodeado de un hermoso parque con mesas para pícnic, en La Gándara se encuentra el Centro de Interpretación del Parque Natural Collados del Asón. Frente al bar-restaurante nos llamó la atención un cartel de venta de productos “Km 0”,

Dejamos aparcado el coche frente al citado centro de interpretación, realizando un breve recorrido hasta el final del parque que lo rodea, donde se encuentra un vistoso y aéreo mirador. Desde él contemplamos una magnífica panorámica del Parque Natural Collados del Asón, teniendo bajo nosotros la cascada que se desliza por la pared rocosa, o eso creíamos, pues cuando estuvimos el pasado el pasado 11 de abril, no tenía ni gota de agua.

El 20 de abril de 2018 tuvimos mucha más suerte, pues disfrutamos de un magnífico espectáculo de agua desde el mirador, algo que, por lo visto, sólo es visible en épocas de abundantes lluvias o tras el deshielo posterior al invierno, así que, con la sequía de este año, el agua brillaba por su ausencia. Hasta el Mirador del Gándara se puede llegar también caminando desde el nacimiento del río, por una ruta circular de 4,5 km que enlaza ambos lugares.

5,4 km separan tan sólo el Mirador del Gándara del Mirador del nacimiento del río Asón, teniendo que pasar un puerto, el Collado del Asón, junto al que se ha acondicionado un amplio aparcamiento del que parten rutas de senderismo. Es el gran cambio que hemos notado en los cinco años que han separado nuestras dos escapadas a la zona, prueba de que la naturaleza está de moda. Justo donde comienza el descenso, me entretuve un rato fotografiando a un grupo de vacas con sus crías, alguna recién nacida.

Cuando el pasado 11 de abril nos acercábamos a la cascada del nacimiento del río Asón, no nos podíamos creer lo que veíamos, pues tenía poquísima agua. Las aguas subterráneas que discurren por las zonas más altas del Parque Natural Collados del Asón, salen a la superficie y se precipitan sobre el valle de Asón, dando lugar a la cascada Cailagua, un imponente salto de agua de más de 70 metros de altura que, en el mes de abril, por el deshielo, solía tener mucha más agua que la que pudimos ver desde el mirador.

Qué diferencia con el espectáculo del que disfrutamos casi cinco años antes, el 20 de abril de 2018, cuando contemplamos la cascada Cailagua desde el Mirador del nacimiento del río Asón. Un sendero acerca a la base de la cascada partiendo desde la aldea de Asón. Nosotros hicimos un recorrido mucho más breve, partiendo unos 300 metros, carretera abajo, del mirador. Un pequeño tramo de pista y un corto sendero nos permitió acercarnos a la base de la cascada, para sentir cómo el agua nos salpicaba en la cara.

Visto lo visto, habrá que informarse antes de ir sobre si las cascadas tienen agua, aunque acercarse al Parque Natural Collados del Asón siempre merece la pena.