Escapada a LAPURDI (y 2)

Concluyo el relato de la escapada realizada a Lapurdi del 7 al 11 de octubre, que inicié hace dos semanas. Comenzamos la jornada del 9 de octubre cubriendo los 9 km que nos separaban de Le Pas de Roland, situado en Itsasu, un agujero excavado en la roca junto al río Nive que, según la leyenda, fue abierto por la espada de Roland. La siguiente cita la tuvimos lugar 9 km más tarde en otro lugar que hacía muchos años que no visitaba, el Col de Méhatché (716 m), ubicado a unos pasos de Nafarroa, donde existe un crómlech. Pensábamos subir caminando hasta el monte Artzamendi, pero la borrasca Kirk empezó a hacer efecto y el viento casi nos tiraba. De allí nos dirigimos a la navarra Lezetako Borda y luego a la labortana Esteben Borda. Como la carretera es muy estrecha descendimos rápidamente por si caía algún árbol.

Regresamos a Itxassou (Itsasu en euskera), conocida por la producción de quesos de oveja, la cría de pottokas y sus reputadas cerezas. Nuestro primer destino fue Le Txistulari, un hotel en el que hace años nos alojamos varias veces pero que en octubre estaba completo, así que aprovechamos para comer en su restaurante. Tras la comida nos acercamos hasta la preciosa iglesia de Saint-Fructueux, que data del siglo XVII, en la que destaca el retablo barroco y las galerías de madera con tres pisos de tres lados. Concluimos la visita en lo que podemos llamar su centro urbano, donde se encuentra el frontón y el conocido Hotel du Fronton. Desde allí contemplamos el monte Artzamendi y los cultivos de la zona, además de un grupo de vacas rodeadas de garcetas, Como la tarde seguía buena nos dirigimos de nuevo a Villa Arnaga, pero estaba cerrada por los árboles que había tirado el temporal.

Pronto empezó a llover y lo continuó haciendo durante la mañana del día siguiente, 10 de octubre, así que optamos por el plan B, Bayonne (Baiona en euskera), la ciudad más poblada de Lapurdi, con casi 52.000 habitantes. Situada en la desembocadura del río Nive en el Adour, cuenta con un recinto amurallado, que comenzaron los romanos y con ampliaciones supervisadas por Vauban entre 1680 y 1685. Pasamos frente al Chataeu Vieux para luego deambular bajo el paraguas por las calles medievales.

Pronto encontramos refugio a la lluvia en la Catedral de Sainte-Marie, que desde 1998 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO como parte integrante del Camino de Santiago. La construcción de la catedral actual se inició en el siglo XIII y se concluyó a principios del siglo XVII, a excepción de las dos torres que no se terminaron hasta el siglo XIX, adornadas con agujas. Lo que más me gustó de su interior son las pinturas góticas del siglo XIV y las vidrieras al estilo de Chartres. Para visitar el claustro del siglo XIII hay que hacerlo por un acceso exterior. La entrada es gratuita.

Para hacer tiempo hasta la apertura del museo, abandonamos el Grand Bayonne cruzando por un puente el río Nive que nos dio acceso al Petit-Bayonne. Fotografío varias pinturas murales mientras nos dirigimos a otro recinto cubierto, la iglesia de Saint-André, uno de los monumentos históricos más destacados de la ciudad. Construida en el siglo XIX en estilo neogótico, merece la pena visitar su interior especialmente por sus curiosas estaciones de la cruz.

La siguiente cita la tuvimos en el Museo Vasco y de Historia de Bayona que los jueves no abre hasta las 13 h, así que tuvimos que hacer tiempo para luego visitarlo deprisa, pues teníamos planes para la tarde. El museo se encuentra en la Maison Dagourette, una casa portuaria del siglo XVI situada en el corazón de Petit Bayonne. Alberga la colección etnográfica más rica dedicada a la vida en sociedad en el País Vasco. Merece la pena una detenida visita. Dirección: Quai des Corsaires 37. Entrada: 8 €. Más información en https://www.musee-basque.com/pdf/es.pdf.

Comimos en una pizzería y rápidamente nos dispusimos a recorrer los 33 km que nos separaban de nuestro siguiente destino, las Grottes de Sare, donde teníamos las entradas para la visita guiada en castellano de las 16:30 h. Las cuevas de Sare (Sarako leizeak en euskera) comenzaron a formarse hace unos 100 millones de años y a ser pobladas hace unos 45.000 años. Al igual que en Zugarramurdi, fueron escenario de persecuciones a mujeres acusadas de brujería durante el siglo XVII. La entrada cuesta 10 €, siendo libre la visita al parque megalítico y al pequeño museo. Info: https://www.grottesdesare.fr/es/index_es.php. 23 km nos separaban del Hotel Aldaburua.

El 11 de octubre abandonamos el hotel y nos dirigimos a Villa Arnaga, que se encuentra a tan solo 2 km. Al tercer intento conseguimos visitar este lugar lleno de encanto, siendo lo que más me gustó el espectacular jardín francés, que tiene una extensión de más de 15 hectáreas. Fue creado por Edmond Rostand, quien llegó a Kanbo en el otoño de 1900 para tratar una grave enfermedad pulmonar. Estableciéndose definitivamente dos años después.

La Villa Arnaga ha sido convertida en el Museo Edmond Rostand, que  conserva sesenta muebles cedidos por el Mobilier Nacional, ya que en 2019 se decidió renovar su interior al encontrarse los muebles originales muy deteriorados, mejorando así la calidad de las obras artísticas, pinturas y dibujos de la colección privada de Edmond Rostand. La entrada cuesta 9 € (4 € los parados). Info: http://www.arnaga.com/.

Concluida la visita, tras recorrer 36,6 km llegamos al aparcamiento de la playa de Socoa (Zokoa en euskera), en cuyo entorno existe una amplia hostelería. Desde allí contemplamos un grupo de veleros y el crucero World Voyager, que al día siguiente volví a ver en la Terminal de cruceros de Getxo. Nos acercamos luego al pequeño puerto pesquero, que en la Edad Media albergó embarcaciones dedicadas a la caza de la ballena. Mientras vimos corretear a los vuelvepiedras, contemplamos al fondo el fuerte, cuyos orígenes se remontan al siglo XVII.

Desde la terraza de un bar contemplamos este precioso lugar, del que nos rechazó dos días antes la borrasca Kirk (no pudimos ni salir del coche), poniendo así un magnífico punto final a esta escapada por Lapurdi. Por delante tuvimos 135 km para regresar a Leioa.

Escapada a LAPURDI (1)

Me gusta realizar la última escapada del año antes de que cambien la hora, pues luego la tarde es casi inexistente. Quería además que mis amigos madrileños conocieran Iparralde, el País vasco-francés, realizando esta nueva escapada del 7 al 11 de octubre, teniendo como campamento base un pueblo que no conocía, Larressore (en euskera Larresoro) y más en concreto, el Hôtel Restaurant Aldaburua, situado en la place de la Mairie, a 163 km de Leioa. Se trata de un buen restaurante con mucho ambiente, que cuenta con 4 habitaciones bastante sencillas, pero es lo que había, pues en Iparralde la temporada alta se alarga hasta el 31 de octubre y casi todo estaba completo.

Larresoro es un pueblo de unos 1.320 habitantes, muy diseminados, conocido por la elaboración tradicional de makilas. Su pequeño casco urbano se concentra en torno al restaurante Aldaburua, que tiene enfrente la Herriko Etxea (Ayuntamiento), algunas casas de estilo vasco y, en un lateral, la iglesia de Saint-Martin que, aunque data de finales del siglo XIX, cuenta con las tradicionales galerías de madera de los templos labortanos. Desde aquí hicimos varias excursiones por Lapurdi, el territorio visitado.

Tras instalarnos en el hotel y tomar un café, nos dirigimos a la cercana Villa Arnaga, que cierra a las 19 h, pero no pudimos entrar pues eran las 17:15 h y el acceso se cierra a las 5 de la tarde, así que nos dirigimos a Cambo-les-Bains (en euskera, Kanbo), la localidad en la que falleció Isaac Albéniz, compositor español del siglo XIX. Dejamos aparcado el coche junto a la iglesia de Saint Laurent, del siglo XVII, catalogada como Monumento Histórico. Es una de las más espectaculares de Lapurdi, por sus galerías esculpidas en madera y su magnífico retablo. Recorrimos luego su centro urbano, que no es de los que más me gustan, acercándonos hasta los frontones, para luego regresar al hotel, distante menos de 4 km.

Comenzamos la jornada del 8 de octubre desplazándonos al pueblo que más me gusta de Lapurdi, Espelette (Ezpeleta en euskera), que tenemos a menos de 5 km del hotel, conocido por sus pimientos rojos secos, que reciben el nombre de Piment d’Espelette y adornan varias de sus tradicionales casas de color rojo y blanco, mis colores favoritos. Caminamos por sus preciosas calles, acercándonos al Hotel Euzkadi, el castillo de los Varones de Espelette y la preciosa iglesia de Saint Etienne, construida en el siglo XVI, en cuyo interior destaca el altar barroco y las galería de madera de las paredes laterales y posterior.

La siguiente cita la tuvimos a tan solo 6 km en otra preciosa población, Ainhoa, que forma parte de “les plus beaux villages de France”. Destaca en ella la Karrika Nagusia, la calle principal adornada con hermosas casas de estilo labortano que datan del siglo XVII y principios del XVIII y el Ayuntamiento. A unos pasos se encuentra la iglesia de Notre Dame de l’Assomption, construida en el siglo XIII, pero reconstruida entre el siglo XVI y principios del XVII. Destacan en su interior las galerías y el retablo mayor.

A menos de 12 km, en el Col de Saint-Ignace, perteneciente al municipio de Sare, tuvimos nuestra siguiente cita. En un entorno en el que existen algunos restaurantes y una gran tienda de recuerdos, se encuentra la estación del tren de La Rhune, que el pasado 22 de septiembre celebró sus cien años de vida. El viaje de ida y vuelta cuesta 24 €, pudiéndose comprar los billetes en https://www.rhune.com/es/. Junto al aparcamiento, en un antiguo vagón, visitamos la exposición del centenario.

De forma pausada, durante 35 minutos viajamos en este tren cremallera a 9 km/h, disfrutando del paisaje y de los caballos que viven en libertad. Teníamos los billetes para el tren que salía a las 13:30 h, con regreso a las 15:30 h. El tren sale desde 189 metros de altitud y finaliza su recorrido cerca de la cima de La Rhune, desde la que se tiene una espectacular vista de la costa labortana. En lo alto existen varias ventas, ubicadas a 905 metros sobre el nivel del mar, situadas en el municipio navarro de Vera de Bidasoa, así que aprovechamos para comer un bocadillo en la Larrun Gain.

De regreso en el Col de Saint-Ignace, cogimos el coche para recorrer los 4 km que nos separaban de Ascain (Azkaine en euskera). En este pueblo siempre me ha gustado la place Pierre Loti, presidida por el típico frontón labortano y rodeada de hoteles y restaurantes, aprovechando para tomar el café en uno de ellos. En esta población dominan los tonos verdes, azules y blancos en sus tradicionales casas. En el otro extremo de la plaza se encuentra la iglesia de Notre-Dame de l’Assomption. Data de principios del siglo XVII y conserva los tradicionales tres pisos de galerías de madera y un hermoso retablo.

La tarde avanzaba inexorablemente, pero nuestros amigos madrileños querían conocer Sare (Sara, en euskera), distante algo más de 7 km, que forma parte de “les plus beaux villages de France”. Entre sus tradicionales casas aquí dominan los colores verde y blanco, aunque no lucen tanto porque el día se ha encapotado. En un puesto situado en la plaza, compro un gâteau basque, para que lo prueben nuestros amigos. Pasamos junto al Memorial Victor Ithurria y nos dirigimos a la iglesia de Saint-Martin, originaria del siglo XVII, que cuenta con una torre de 5 pisos y las tradicionales galerías en su interior.

Como solo estábamos a 7 km, volvimos a cruzar la muga para acercarnos a Zugarramurdi, para que nuestros amigos conocieran la diferencia entre el tipo de construcción en Nafarroa y en Lapurdi. Como era bastante tarde no pudimos visitar lo más interesante de esta localidad navarra, sus famosas cuevas en las que la leyenda sitúa la celebración de los akelarres a comienzos del siglo XVII. El edificio más notable es la iglesia de la Asunción, construida entre 1781 y 1784, cuyo interior pudimos ver a través de una rejilla por la que tomé la foto, ya que estaba cerrada, a diferencia de las labortanas. Un pote en el bar de la plaza y regresamos al Hotel Aldaburua.

Recorrimos los 18 km que nos separaban de Larresoro y dimos por concluida esta segunda jornada, en la que todos los lugares visitados estaban muy cerca. Todavía teníamos tres día por delante, pero de ellos espero hablar dentro de dos semanas. La escapada continúa.

Vía Verde de Arrazola (Bizkaia)

El 14 de septiembre nos quedamos cerca de Leioa, a poco más de 45 km de casa. Además tocaba caminar, pues se trataba de recorrer poco más 4,5 km y otros tantos de vuelta por la Vía Verde de Arrazola, ejecutada por la Diputación de Bizkaia por el trazado del antiguo ferrocarril minero que circulaba por el valle de Atxondo, uniendo Apatamonasterio con Arrazola desde 1904 a 1959. La ruta es solo peatonal, estando prohibido el paso a bicicletas. El camino empieza junto a una zona de recreo equipada con bancos y circuito biosaludable existente en la calle Ziarreta de Apatamonasterio.

Me encanta esta ruta que hemos realizado en varias ocasiones, aunque no volvíamos a ella desde mayo de 2020, cuando fue nuestra primera salida tras el confinamiento de la pandemia. Con qué ilusión la realizamos tras poder abandonar el segundo confinamiento, el municipal. Para acceder a la ruta tenemos que atravesar el puente que cruza el arroyo Arrazola, dándonos acceso  a unas especie de paseo con bancos y papeleras. Pronto vemos una novedad, las enormes columnas que soportarán el futuro TAV.

Abandonamos el sombreado bosque y salimos a una zona abierta, rodeada de praderas en la que pasta un rebaño de ovejas. Es la parte que más me gusta de la Vía Verde, pues ante nosotros aparecen majestuosas las Crestas del Duranguesado, en el tramo comprendido entre los montes Anboto y Alluitz. Una gozada de imagen.

Echando la vista atrás volvemos a ver los pilares sobre los que pasará la vía del TAV. Entramos entonces en una zona sombreada y vemos un grupo de caballos. Cuando todavía no llevamos 1 km del recorrido llegamos al barrio de Marzana, que dejamos a nuestra derecha, pasando junto a la iglesia de San Martín, de mediados del siglo XVI, junto a la que se encuentra la casa torre de los Marzana, uno de los linajes más influyentes del Duranguesado en esa época.

Seguimos caminando por la Vía Verde. Al llegar al kilómetro 1,3 tenemos un área recreativa con mesas y baños públicos. Enseguida pasamos por Olazar junto a una hermosa zona de caseríos rodeados de huertas, entrando posteriormente en una nueva zona sombreada, teniendo a nuestra izquierda el arroyo Arrazola, que baja con fuerza.

Pronto tenemos que cruzar la carretera que conduce a la ermita de Santiago. Un cartel nos indica que ya hemos recorrido la mitad de la ruta, 2,3 km, y otro que estamos en el Parque Natural de Urkiola, pudiendo volver a contemplar el monte Alluitz. La vegetación es muy abundante en la Vía Verde, pero en esta zona lo que abundan son los nogales.

La Vía Verde llega al barrio de Arrazola, que dejamos bastante a la derecha, con sus caseríos y la iglesia de San Miguel Arcángel, de estilo gótico-renacentista. Comenzamos a ver la cara norte del monte Anboto. El recorrido sigue siendo entretenido, pues ahora contemplamos a un par de carneros y a un grupo de vacas. También observamos que los autobuses de Bizkaibus llegan a estos pequeños barrios.

La Vía Verde cruza por un puente la carretera que se dirige al barrio de Arrazola y, como seguimos avanzando, va cambiando la imagen de la cara norte del Anboto, residencia de la Dama de Anboto, que sobresale sobre las verdes praderas, en las que hay varios caseríos y diferentes grupos de vacas. También vemos un caballo solitario. Ya falta poco para concluir nuestro recorrido.

A escasos metros de concluir nuestro recorrido, en el kilómetro 4,5, pasamos junto a la ermita de San Roque, que tiene prácticamente al lado una monumental  fuente. Poco más adelante, a nuestra izquierda, podemos contemplar una vagoneta del antiguo ferrocarril minero. Ya solo nos queda un tramo prácticamente llano para concluir nuestro recorrido en Tope Taberna, situada al otro lado del arroyo que se cruza por un pequeño puente. Aquí nos obsequiamos con una ración de txistrorra y un vino clarete. Es otro aliciente más para recorrer la Vía Verde de Arrazola.

El recorrido realmente no terminó aquí, pues tuvimos que caminar, ahora cuesta abajo, los poco más de 4,5 km que nos separaban del lugar en el que habíamos dejado el coche, en Apatamonasterio, para luego continuar en él los 45 km que nos separaban de Leioa.

Escapada gastronómica gallega

Como ya se está convirtiendo en algo tradicional, del 26 al 30 de agosto realizamos una nueva escapada a tierras gallegas, teniendo nuestro campamento base en la localidad lucense de Viveiro, situada a algo más de 450 km de Leioa, que se realizan en 4 horas y media. Para pasar las cuatro noches, por tercer año consecutivo elegimos un alojamiento que nos encanta, el Hotel Thalasso Cantábrico Las Sirenas****, ubicado en las afueras de la población sobre la playa de Sacido. Además nos dieron la misma habitación, desde la que podíamos ver la playa. Desde la terraza, las vistas son insuperables.

Otro de los motivos de elegir este hotel es por su magnífico Restaurante Panorámico, situado en la terraza del edificio. Aunque el lunes tuvimos que cenar en el buffet por cerrar el restaurante, las otras tres noches compartimos los platos que os adjunto. De arriba abajo y de izquierda a derecha son los siguientes: ensalada con queso de cabra, panceta crujiente, gambones y setas, volandeiras, pulpo a la parrilla con patatas y pisto, filloa rellena de marisco, brocheta de rape y langostinos y merluza rellena de marisco. A cual más rico

Nos gusta también este hotel porque de él parte el paseo de Covas a Sacido, por el que cada tarde caminamos unos 10 minutos para bajar hasta el Mesón K2, situado frente a la playa de Covas, donde tomamos un Albariño acompañado por una tapa. Por el camino contemplamos el illote Insua, un grupo de cabras, la playa de Seiramar y la las hermosas formaciones rocosas de O Castelos. Por cierto, el acceso a la playa de Sacido sigue cerrado por desprendimientos, lo mismo que sucede, debido a los temporales, del gran atractivo de la zona, la Punta do Fuciño do Porco.

La mañana del 27 de agosto la dedicamos a recorrer el vecino concello de O Vicedo, teniendo la primera cita a menos de 4 km del hotel, en la Cova da Doncela, mirador natural sobre el mar. 12 km más tarde llegamos al Porto O Vicedo, donde contemplamos los barcos pesqueros y el monumento al Mariñeiro, que teníamos enfrente de la Bodeguita del Puerto, donde tomamos un café. En este punto iniciamos un corto paseo por el Camiño Natural da Ruta do Cantábrico, PR-G 156, lo justo para contemplar las preciosas playas de Caolín y de Vidreiro.

Nos dirigimos a continuación a otro lugar que me gusta mucho, Porto de O Barqueiro, perteneciente al concello de Mañón (A Coruña), distante tan solo 4,7 km. Está situado en una de las rías más pequeñas de Galicia, el estuario que forma el río Sor. Como se ha echado la hora de comer, nos dirigimos al restaurante O Forno, donde cogemos mesa por los pelos, degustando sendas raciones de pimientos de Padrón, mejillones al vapor, lapas y calamares a la romana. Al día siguiente volvimos a este lugar, pero comimos en La Marina, repitiendo los pimientos y los calamares, añadiendo una ración de chipirones a la pancha. ¡Qué bien se come en Galicia.

Tras la comida nos desplazamos tan solo 8 km hasta otro lugar en el que ya habíamos estado con anterioridad, que es donde dicen que comienza el mar Cantábrico. Se trata del punto geográfico más septentrional de la península ibérica, el cabo de Estaca de Bares, que cuenta con un faro y, a unos pasos, unos de los mejores puntos para observar aves, aunque la temporada comienza más tarde. De allí nos dirigimos a otro hermoso lugar, el Porto de Bares, distante 3 km, que cuenta con una buena playa, regresando a continuación al Hotel, que teníamos a 22 km.

De regreso al Hotel mi mujer vio que en la carretera anunciaban un desvío que se dirigía a una ruta senderista, así que aunque no entraba en los planes iniciales, la estudiamos y dedicamos la mañana del 28 de agosto a conocer la zona. Basta con poner en Google Maps “Ruta PR-G 8 Morgallón-Río Sor-Morgallón”, y te sitúa en una explanada donde se puede dejar el coche y comienza esta ruta circular de 9,3 km que realizamos en algo menos de 3 h de marcha. Al principio hay que caminar unos 600 metros por una estrecha carretera que desciende entre eucaliptos hasta el núcleo de O Morgallón, donde un panel nos indica el comienzo del sendero que bordea el río Sor.

Este sendero PR está muy bien señalizado y homologado por la Federación Galega de Montañismo. A veces es bastante estrecho y abrupto, pero no entraña dificultad alguna. Caminamos por un terreno bastante sombreado siguiendo río arriba el curso del Sor bordeando el monte Insúa. Pronto nos encontramos con una antigua presa y un viejo telesilla para cruzar el río. El sendero concluye en una presa por la que pasa la carretera general. Sin darnos cuenta hemos pasado del concello de O Vicedo (Pontevedra) al de Mañón (A Coruña). Breve parada en una especie de refugio y regreso a O Morgallón, siguiendo las indicaciones, por una pista en bastantes tramos asfaltada. Comida de nuevo en Porto de O Barqueiro y regreso al hotel. A media tarde empezó a llover.

El 29 de agosto amaneció lloviendo sin parar, así que tuvimos que optar por el plan B, consistente en pasar la mañana en el centro de Viveiro, llegando en primer lugar a la praza Maior, presidida la estatua en honor del ilustre vivariense Nicomedes Pastor Díaz. Allí se encuentra también la Cervecería A Resaca, donde tomamos un café acompañado con unos churros que ponen de tapa. Bajo los paraguas nos acercamos a la iglesia de Santa María do Campo, del siglo XII, que estaba cerrada, para seguir hasta el mercado, donde nos detuvimos en los pocos puestos de pescado abiertos. Parece ser que este local está de capa caída, pues no dan nuevas licencias.

Como no paraba de llover, nos dirigimos a la iglesia del convento de San Francisco, del siglo XIV, en cuyo lateral se encuentra el grupo escultórico de los heraldos del encuentro. La iglesia estaba cerrada, pero no así el claustro, que cuenta con una exposición dedicada a la Semana Santa de Viveiro, declarada en 2013 fiesta de Interés Turístico Internacional. Destaca la procesión del Encuentro, con las imágenes articuladas. También visitamos el local de la Cofradía del Santo Cristo de la Piedad, manteniendo una agradable charla de 50 minutos con su presidente. Como se echó la hora de comer, nos desplazamos a la cercana aldea de Vieiro, donde degustamos pulpo con gambas, criollo y churrasco, en el Mesón O Filón. No paró de llover en todo el día, así que tras descansar un rato en el Hotel, seguimos con el plan B, pues por lo que pudiera pasar a las 18 h tenía masaje, seguido del circuito termal, cosa que no había hecho ninguna de las otras tres veces que nos alojamos en el Hotel Thalasso Cantábrico Las Sirenas.

Así concluyó esta escapada gallega, pues al día siguiente tuvimos que recorrer los 450 km que nos separaban de Leioa.

A partir de ahora, este blog se publicará cada dos semanas.

Escapada familiar palentina

Del 18 al 21 de agosto realizamos una nueva escapada a tierras palentinas y, más en concreto al entorno de Aguilar de Campoo, que dista 191 km de Leioa, que se realizan en menos de dos horas por las autvías A8 y A67. No fue una escapada al uso, pues se trataba de visitar a la familia en la localidad de Respenda de Aguilar, alojándonos en su casa. No obstante algo nos movimos, caminando por la zona, acudiendo al mercadillo de los martes de Aguilar de Campoo y visitando la Cueva de los Franceses entre otros lugares.

Respenda de Aguilar, es una pedanía perteneciente al ayuntamiento de Pomar de Valdivia, en la provincia de Palencia, en la que en la actualidad hay censadas 2 ó 3 personas, todo un récord pues de 2002 a 2011 no había nadie. Es por ello que, como dice mi mujer, es un “pu”, pues no llega a la categoría de pueblo. No obstante cuenta con la restaurada iglesia de San Juan Bautista: templo románico del siglo XIII. Como en la época estival acuden veraneantes, hay un txoko aquí llamado casino, recibiéndote a la llegada una adornada vivienda. Como aquí no se madruga, cada mañana bajábamos a desayunar al Hotel restaurante La Cañada, ubicado en Fuencaliente de Lucio (Burgos), en el que preparan buenos bocadillos.

Al día siguiente a nuestra llegada, tras desayunar, realizamos un recorrido que nos suele gustar hacer y que tiene como destino el Parque Eólico de La Lora, que en realidad son dos, pues cuenta con sendos grupos de 31 turbinas, con gigantescas aspas, situadas en el municipio burgalés de Valle de Valdelucio, encima de la entidad menor de Villaescobedo, a unos 4 km de Respenda de Aguilar. Caminamos entre campos de girasoles y de cereales ya cosechados en compañía del perro de mis cuñados, Pocket, siempre atento a nuestras salidas, que acabó bastante cansado tras recorrer algo más de 8 km.

Si algo me agradó de esta escapada fue la ingente cantidad de campos de girasol que hay ahora en todos los lugares que recorrimos, que proporcionan un hermoso toque de calor a una zona de cultivo de cereal ya recogido, de tonos ocres. Por lo que me comentaron, el girasol se suele recoger a principios del mes de octubre.

El 20 de agosto tuvimos una jornada doble, dedicando la mañana a recorrer Aguilar de Campoo, localidad en la que ya hemos estado varias veces y que me gusta por su monumentalidad. En el centro del casco urbano se encuentra la Plaza de España, con soportales con varios locales de hostelería y la Colegiata de San Miguel Arcángel construida entre los siglos XIII y XVIII. En lo más alto de la población se encuentra el castillo y bajo él la coqueta iglesia de Santa Cecilia. Se conservan también varias puertas de acceso al antiguo recinto amurallado. Info: https://aguilardecampooturismo.com/.

El verdadero motivo de acercarnos a aguilar de Campoo, distante unos 17 km de Respenda de Aguilar, fue asistir a algo que no conocíamos, el marcadillo semanal que se celebra los martes de 9 a 14 h en la plaza de España, al que acuden muchos vendedores de la provincia de Palencia y también de la vecina Cantabria, en el que existen animados puestos de frutas, verduras y hortalizas, ropa, calzado, bolsos y cinturones, droguería, mercería y bisutería, flores y plantas , embutidos, quesos y frutos secos.

Por la tarde teníamos cita en la Cueva de los Franceses, ubicada en Revilla de Pomar. Hay que pedir la cita en el teléfono 659 94 99 98, siendo el precio de la entrada de 3 € (2 € los jubilados), aunque desde el 2 de septiembre permanece cerrada por obras de adecuación, cosa que no me extraña pues en uno de los túneles no había luz y el vídeo que pasan en la última sala no funcionaba. Lo que había es mucha gente, probablemente por ser la única cueva visitable de Palencia. Su nombre procede de la época de la Guerra de la Independencia por haber sido el lugar al que arrojaron los cadáveres de los franceses que cayeron en un enfrentamiento ocurrido en el páramo de la Lora. Está prohibido sacar fotos, así que las estalactitas y estalagmitas que publico proceden de Internet.

Como hemos llegado con tiempo a la cueva, continuamos en el coche unos 1.500 metros más y llegamos hasta el final de la carretera, donde se encuentra el moderno Mirador de Valcabado, ubicado en un emplazamiento privilegiado con vistas al Páramo de la Lora, el cántabro valle de Valderredible y varios pueblos palentinos. Al salir de la cueva caminamos algo más de un kilómetro por el páramo hasta llagar al inclinado Menhir Canto Hito, de 3,25 metros de altura y 80 cm. de anchura.

El 21 de agosto por la mañana volvimos a desplazarnos a Aguilar de Campoo. dejando el coche aparcado frente al Monasterio Santa Maria la Real, iniciando aquí un recorrido circular de 4,2 km, de nombre “Paseo por el Pisuerga renacido” que nos llevó en primer lugar a la Central Hidráulica Aguilar, a cuyos pies se encuentra el parque del Agua. Cruzamos el río Pisuerga que luego bordeamos por una pista para regresar al centro urbano, donde volvimos a cruzar el río por el puente Mayor. La Puerta del Paseo Real, nos marcó el camino para regresar por el paseo hasta el punto de partida.

De esta forma concluyó esta escapada. Por delante tuvimos 204 km para regresar a Leioa.

Escapada navarroaragonesa (y 2): Valle de Belagua y Sos del Rey Católico

Continúo el relato de esta escapada que dejaba la pasada semana en el Parador de Sos del Rey Católico, tras visitar el castillo de Javier, el monasterio de Leyre y las localidades de Sangüesa y Uncastillo. Para el 16 de julio nuestro principal destino era el Valle de Belagua pero, tras bordear el embalse de Yesa  y recorrer 68 km en una hora, nos detuvimos a tomar un café en Roncal, población navarra de poco más de 200 habitantes, en la que nos limitamos a recorrer el entorno de su coqueto Ayuntamiento, en el que destaca la torre del reloj. A nuestro regreso intentamos ver el panteón-mausoleo a Julián Gayarre, obra de Mariano Benlliure, pero estaba cerrado por obras.

Hace años, en diferentes ocasiones ascendí a las principales cumbres del Valle de Belagua, entre las que destaca el Anie (Auñamendi), pero para esta ocasión, como disponíamos de poco tiempo, optamos por un sencillo recorrido por la parte baja del valle. Se trata del SL®-NA 81, Mata de Haya, al que se accede desde el aparcamiento existente al final del Rincón de Belagua. Tiene 4,5 km de recorrido y 95 metros de desnivel positivo, que se realizan en hora y cuarto. Se trata de una hermosa ruta circular que discurre por hayedos y prados en la zona de La Dronda-Mata de Haya.

Tras efectuar la ruta volvimos al aparcamiento, de donde parte otro sencillo itinerario llamado “Espacio de los sentidos”, de unos 800 metros de recorrido, adaptado para personas con discapacidades visuales, pues se puede caminar por el hayedo agarrados a una cuerda que hace de guía, aunque en algunos puntos estaba caída en el suelo. El amplio aparcamiento está muy bien, pues en él existe un pequeño bar en el que tomamos un vino, aunque se puede comer algo, cosa que hicimos de bocadillo en una de las mesas ubicadas junto a donde dejamos el coche.

Por este lugar pasa el sendero GR 321.2, que nos indica que estamos a 4,1 km del refugio de Belagua, nuestro siguiente destino, aunque esta vez lo hicimos en coche. Tras llegar a su altura me detuve a tomar unas fotos pues los caballos ocupaban la carretera. Estamos en un idílico paraje en el que también vimos rebaños de vacas y de ovejas. Pronto la niebla se adueñó del lugar, pero continuamos hasta la muga con Francia, deteniéndonos en la estación de esquí de fondo de Larra Belagua y, más en concreto, en los centros de La Contienda y El Ferial. A nuestro regreso parada obligatoria en la Venta de Juan Pito, desde donde se tiene una espectacular vista del Rincón de Belagua.

De regreso al Parador de Sos del Rey Católico, donde finalizamos nuestra jornada, nos detuvimos a tomar un café en la turística localidad de Isaba-Izaba, de poco más de 400 habitantes, sorprendiéndonos verla tan vacía a mediados de julio. Su principal monumento es la iglesia-fortaleza de San Cipriano, del siglo XV, en cuyo interior, que no pudimos visitar, destacan el retablo plateresco y el órgano barroco. Cuenta esta población con elegantes y floridas casas y un coqueto Ayuntamiento.

El 17 de julio, antes de abandonar el Parador y emprender el regreso a casa, nos dispusimos a visitar Sos del Rey Católico, pues por la mañana hacía menos calor. Declarado Conjunto Histórico-Artístico, presume de conservar uno de los mejores conjuntos medievales de Aragón. Accedimos al recinto amurallado por el Portal de Sangüesa, continuando subiendo hasta la Plaza de la Villa, presidida por la Casa Consistorial. Nuestra ruta continuó hasta la iglesia de San Esteban, pasando junto a la estatua de Luis García Berlanga.

Estamos en la parte más alta de la población donde se encuentra también la Torre del Homenaje del castillo, del siglo XII. Pronto iremos descubriendo otro tema que dio fama a Sos del Rey Católico, el rodaje en el verano de 1985 de la película “La Vaquilla”, dirigida por Luis García Berlanga. En 2009, con motivo del 25 aniversario de este rodaje, se colocaron un conjunto 12 sillas realizadas en bronce por el escultor José Luis Fernández. A continuación caminamos por la Judería, dirigiéndonos al Palacio de Sada. De regreso al Parador contemplamos varias de las tradicionales chimeneas de las casas. Info: http://www.sosdelreycatolico.com/turismo.

Aunque sin tiempo para poder caminar por su interior, tenía ganas de volver a ver la Foz de Lumbier (Ilunberriko arroila), que tiene algo más de 1 km de longitud, y paredes casi verticales de 150 a 400 metros de altura sobre el río Irati, así que como nos pillaba casi de camino de regreso a casa, nos acercamos al mirador existente en Liédena, topándonos con algo que no conocíamos, la villa romana de Liédena, que más bien se trataría de una casa de postas, datada entre los siglos II y IV. Es muy sencilla pero está muy bien acondicionada para su visita.

Como nos quedaba algo se tiempo optamos por dirigirnos a otra foz, la de Arbaiun (Arbaiungo arroila), desde cuyo mirador se tiene una impresionante vista de este cañón abierto por el río Salazar, que tiene unos 6 km de longitud y casi 400 m de profundidad de paredes verticales. Está declarada Reserva natural como protección a la mayor colonia de buitres leonados de Nafarroa. De camino vimos hermosos campos de girasol, desplazándonos a continuación a picar algo al Restaurante Iru Bide, ubicado en Lumbier-Ilunberri.

De esta forma concluyó esta miniescapada. Por delante tuvimos 208 km para regresar a Leioa.

Escapada navarroaragonesa (1): De Javier a Uncastillo

Del 14 a 17 de julio realizamos una nueva escapada por tierras de Nafarroa y de la aragonesa provincia de Zaragoza, teniendo como objetivo volver a visitar varios lugares a los que hacía años que no viajábamos, como el castillo de Javier, el monasterio de Leyre, el valle de Belagoa y las localidades de Sangüesa-Zangoza, Roncal-Erronkari e Isaba-Izaba, en Nafarroa, además de las zaragozanas de Sos del Rey Católico y Uncastillo, visitando esta última por primera vez.

Para pasar las tres noches de esta escapada optamos por el Parador de Sos del Rey Católico ****, ubicado en la calle Arquitecto Sainz de Vicuña de esta localidad, disfrutando desde la terraza de la habitación de magníficas puestas de sol. Situado en pleno centro histórico, el Parador ocupa una típica casa solariega aragonesa y cuenta con un excelente restaurante, Las Cinco Villas, en el que entre otras cosas pude degustar un sencillo plato de la zona que me encanta, las migas.

Al día siguiente de nuestra llegada, el 15 de julio, comenzamos la ruta turística por tierras navarras comenzando a 22 km en el castillo de Javier, que empezó siendo una torre defensiva y de vigilancia entre los reinos de Navarra y Aragón, para ampliarse con el paso del tiempo con diversos recintos y murallas, hasta que a finales del siglo XIX la duquesa de Villahermosa decidió restaurarlo, devolviéndole su esplendor. Bajando por la escalera del cojo, se entra en el recinto más antiguo del castillo formado por la base de la Torre del Homenaje, la capilla de San Miguel y la llamada habitación del Santo, donde vivió San Francisco hasta 1525.

Las antiguas caballerizas del castillo, distribuidas en tres pisos, contienen objetos, de arte, planos y documentos, una maqueta a escala del castillo, cálices, cuadros y grabados. Todo ello constituye un interesante museo. Concluimos la visita en la joya del castillo, la capilla del Cristo, con sus paredes decoradas por frescos del siglo XV, únicos en España, que representan la Danza de la Muerte. Preside la estancia un Cristo sonriente, tallado en madera de nogal de la misma época. El castillo abre de 10:00 a 18:30 h, costando la entrada 3.50 €, a los que hay que añadir 1.50 € si queremos audioguía o visita guiada. Info: https://www.castillodejavier.es/.

Hay que salir del castillo para dirigirse a otro ala donde se encuentra la iglesia, de acceso libre y estilo neo-románico, que contiene en el tímpano los nombres de los distintos lugares de Europa, África y Asia que recorrió Francisco. En los capiteles se han tallado diversas escenas que ilustran la vida del santo. El altar mayor está presidido por la gran imagen de San Francisco Javier, quien nació aquí el 7 de abril de 1506, flanqueada por doce santos jesuitas. La cripta contiene los monumentos sepulcrales de los Duques de Villahermosa y de la familia Goyeneche.

La siguiente cita la tenemos muy cerca, en el Monasterio de San Salvador de Leyre, ubicado a media ladera entre el embalse de Yesa y la sierra de Leyre. Se trata de uno de loa conjuntos monásticos altomedievales más importantes de España y el principal monumento románico de Nafarroa, siendo anterior a la catedral de Jaca, a San Martín de Frómista y a San Isidoro de León. Lo primero que visitamos es la cripta, que no es una cripta al uso, pues ni es subterránea ni fue utilizada como lugar de enterramiento. De descomunal tamaño, destacan en ella sus capiteles.

Nos dirigimos a continuación a la iglesia de San Salvador de Leyre, que constituye el elemento arquitectónico principal del monasterio. Conserva parte de la construcción románica del siglo XI al siglo XII, entre las que destaca el pórtico, sobre las que se superponen elementos posteriores, como la bóveda gótica, el panteón de los reyes y una pequeña capilla que data de los siglos XIV y XV. En su interior destacan la imagen de Santa María de Leyre, una talla de un Cristo muerto en la cruz del siglo XIV y el retablo de Santa Nunilo y Santa Alodia, del XVII. La visita libre se puede realizar de 10 a 19 h (te entregan la llave de acceso), costando la entrada 5 €. Info: https://www.monasteriodeleyre.com/.

La siguiente cita la tenemos en la población de Sangüesa/Zangoza, dejando el coche aparcado junto a su principal monumento, la iglesia de Santa María la Real, románica de los siglos XIII-XIV, que cuenta con una elegante torre octogonal. Sin embargo, debido a su reducido horario, no pudimos visitar su interior, conformándonos con contemplar su gran portada románica, una de las obras más interesantes del arte medieval navarro. A continuación callejeamos por su centro histórico, disfrutando de sus elegantes edificios, como el Palacio de Añués, gótico del siglo XV, el Palacio de los Iñíguez-Abarca, renacentista de 1601, el Palacio Ongay-Vallesantoro, barroco del siglo XVII, la Casa Consistorial y el Palacio Príncipe de Viana, que en el siglo XIII se habilitó para residencia regia.

Como era lo único abierto, antes de abandonar Sangüesa/Zangoza nos dirigimos a la iglesia de de Santiago el Mayor, de origen románico aunque no se concluyó, con la torre campanario, hasta el año 1365. Su portada es sencilla, aunque en el tímpano podemos ver una imagen Santiago del siglo XVII. Construida para acoger a los muchos peregrinos que pasaban por la ciudad, destaca en su interior la imagen del siglo XIV de Santiago Peregrino, con el bordón parcialmente mutilado, llevando en su mano el libro de los Evangelios Concluida la visita nos dirigimos a Liédena para hacer algo que no realizábamos desde hace años, comer un bocadillo de txistorra en el Hotel Latorre.

Tras descansar un rato en el Parador pues hacía mucho calor, a media tarde nos desplazamos a la población zaragozana de Uncastillo, distante 24,4 km, que cuenta con un rico patrimonio histórico-artístico, principalmente románico, coronado por la fortaleza que dio origen a la localidad, en la que destacan las iglesias románicas de San Martín, Santa María la Mayor, San Juan, San Lorenzo y San Felices, con interesantes pinturas en su interior, que no pudimos visitar por estar cerradas. Cuenta también con notables residencias palaciegas, entre las que destaca la Casa Consistorial.

De esta forma concluyó la intensa jornada monumental del 15 de julio, pero todavía nos quedaba bastante por recorrer. La escapada continúa.

Escapada portuguesa (y 3): CIUDAD RODRIGO

Concluyo el relato de la escapada realizada a tierras portuguesas del 21 al 25 de junio, que dejaba la pasada semana en el Parador Casa da Ínsua. El 24 de junio iniciamos el regreso a Leioa, haciendo un alto en el camino, tras recorrer 132 km, en una localidad salmantina que hace muchos años que no visitábamos, Ciudad Rodrigo, optando por su Parador para pasar la noche, resultándonos bastante flojo comparado con el portugués, pues la habitación era pequeña y de complicado acceso. Cuenta con escasos salones, un pequeño jardín y la posibilidad de recorrer por lo alto el recinto amurallado, desde donde contemplé la Catedral y el puente mayor, sobre el río Águeda.

El Parador de Ciudad Rodrigo ocupa desde 1931 el antiguo Alcázar Enrique II de Trastámara, construido a finales del siglo XIV en la parte más inaccesible de la ciudad. Destaca en él la Torre del Homenaje. Nada más salir del recinto hotelero se encuentra uno de los vestigios más antiguos de los pobladores de esta zona, el Verraco, de origen vetón, tallado en granito, Al lado, sobre un árbol, observamos la presencia de dos cigüeñas.

Tras instalarnos en el Parador salimos a comer y de paso adentrarnos por primera vez en el centro de la población, que cuenta con uno de los principales conjuntos histórico artístico del oeste castellano. A unos pasos tenemos el Palacio de los Águila o del Príncipe, construido entre los siglos XVI y XVII por Hernando de Güemes y su hijo para la familia de los Águila. Tuvimos la suerte de que estuviera abierto y así poder contemplar su imponente patio plateresco. Hacía calor, por lo que regresamos al refugio climático del Parador.

A media tarde volvimos a echarnos a la calle, dirigiéndonos en primer lugar a la hermosa Plaza Mayor, a la que se asoman tres notables edificios, siendo el primero de ellos el Ayuntamiento, de fachada renacentista en la que luce el escudo de Carlos V. Los otros dos edificios son la Antigua Audiencia Real y el Palacio del Primer Marqués de Cerralbo, edificio del siglo XVI, que cuenta con tres escudos, dos de ellos inclinados.

Abandonamos la Plaza Mayor y caminamos hacia la Catedral por la calle Julián Sánchez, Continuando por la Cardenal Pacheco hacia la plaza Mazarrasa. A ambas se asoma la iglesia del Sagrario o Capilla de Cerralbo, de estilo herreriano. Poco más adelante tenemos la plaza de San Salvador, que cuenta con notables edificios entre los que destaca el Palacio de la Marquesa de Cartago, capricho aristocrático del siglo XIX. Al otro lado de la calle vemos la Puerta de la Colada, abierta en la muralla de la ciudad.

Como cierra a las 19 h nos dirigimos en primer lugar a la gran curiosidad de Ciudad Rodrigo, el Museo del Orinal, que guarda 1.350 curiosas piezas, de 29 países diferentes, de ese utensilio higiénico de uso doméstico, siendo la más antigua del siglo XIII, todo ello gracias al coleccionista local José María del Arco Ortiz “Pesetos”. En la planta baja se encuentran también el Museo del Tamborilero y Laboratorio de Ciencias del Seminario. Abre a diario de 10:30 a 13:30 y 17 a 19 h, cerrando los domingos por la tarde. La entrada cuesta 5 € (2,50 € los jubilados).

Como no cerraba hasta las 20 h, dejamos para el final de la jornada la visita al monumento más importante de Ciudad Rodrigo, la Catedral, dedicada a Nuestra Señora Santa María y declarada Monumento Nacional en 1889, que además la teníamos justo enfrente. Su construcción se inició a finales del siglo XII en estilo románico de transición al gótico. Cuenta con tres portadas, siendo la más notable la del Perdón. En su interior destacan el claustro y el impresionante coro.

Si algo nos llamó la atención al visitar la Catedral es que no cuenta con un retablo mayor. La respuesta la tuvimos al visitar el museo que existe dentro del templo, en el que destaca la reproducción del antiguo retablo mayor, que fue pintado por Fernando Gallego a finales del siglo XV. El original se guarda en el Museo de Arte Universidad de Tucson (USA). La Catedral abre a diario excepto los domingos por la tarde de 11 a 14 y de 17 a 20 h. La entrada cuesta 7,00 € (mayores de 65 años 6 €). Aquí concluyó nuestra jornada de visitas.

Como hasta las 12 h no teníamos que dejar la habitación, dejamos para el día siguiente, 25 de junio, lo que nos faltaba del centro histórico, comenzando en la calle San Juan, que estaba muy adornada con flores debido a la festividad del santo. Lo que más nos gustó de este recorrido fue la impresionante oficina de Correos, que ocupa Casa de los Vázquez del siglo XVI y estilo gótico, con entrada en esquina. Su interior está profusamente adornado con ricos azulejos sevillanos, un artesonado y numerosos elementos de estilos neomedieval, neorrenacentista y neoislámico.

Nos detenemos luego ante Iglesia de San Pedro y San Isidoro, que cuenta con diferentes estilos arquitectónicos, comenzando por el románico-mudéjar. En el campanario anidan las cigüeñas. Pasamos frente a la Torre de la Casa de los Chaves, edificada en la primera mitad del siglo XV y de allí nos dirigimos a recorrer un tramo de la muralla de la ciudad, comenzada a construir en la segunda mitad del siglo XII, a la que accedimos por la Puerta del Sol, dando aquí por finalizada la visita al centro histórico de Ciudad Rodrigo. La oficina de Turismo se encuentra en los soportales del Ayuntamiento, en la Plaza Mayor.

De esta forma concluyó esta escapada portuguesa, aunque todavía tuvimos que recorrer casi 500 km por autovías para llegar a Leioa.

Escapada portuguesa (2): Passadiços do Mondego

Continúo el relato de la escapada realizada a tierras portuguesas del 21 al 25 de junio. Menos mal que escogimos el 22 de junio para recorrer los Passadiços do Mondego, pues hizo una temperatura muy agradable justo antes de que comenzara a ponerse en treintaytantos grados. La citada ruta se encuentra a unos 9 km de la ciudad de Guarda y a 68 km de nuestro alojamiento en el Parador Casa da Ínsua. Tiene un recorrido lineal de 12 km y dos puntos de partida, el Barragem do Caldeirão y la aldea de Videmonte, la elegida por nosotros, pues el desnivel es inferior al realizarse río abajo, pero con la faena de la terrible subida final, cuando llegas cansado pues son de 4 a 5 horas de marcha.

Para recorrer los Passadiços do Mondego hay que pagar 1 €, teniendo que comprar la entrada en Internet en www.passadicosdomondego.pt o personalmente en el Centro de Bienvenida Guarda. Parte del recorrido se realiza por pasarelas de madera (7 km) y otra por pistas forestales (5 km). El primer tramo es de los más agradables pues se realiza cuesta abajo, por unas cómodas pasarelas en escaleras en zigzag, mientras contemplamos varias caídas de agua.

El segundo tramo lo realizamos también por pasarelas. Bajamos las últimas y en suave descenso efectuamos parte de los 500 metros de desnivel negativo que nos esperan. La ruta está magníficamente equipada y señalizada, así que sabemos que nos quedan 9.500 metros de marcha hasta el final. Pasamos por un estrecho barranco y vimos que hay un punto de conexión wifi, que puede resultar práctico en caso de tener algún problema, pues no hay cobertura de telefonía móvil.

Continúa el descenso por las pasarelas, que ahora en zigzag se dirigen al río Mondego, que cruzamos por uno de los tres puentes colgantes de la ruta, el más largo de todos. Salimos entonces a una pista, por la que caminamos en leve subida, en la que vemos la indicación de que nos faltan 8.500 metros por recorrer. Cuando llevamos algo más de 4 km, llegamos a los primeros baños instalados en la ruta, ubicados bajo el Engenho do Ribas, fábrica edificada en 1890 de la que vemos las ruinas y las de las viviendas de los maestros. Breve pausa e iniciamos una empinada aunque breve subida por una calzada empedrada.

Caminamos por una zona sombreada y pronto, junto a unas colmenas de abejas, nos sorprende la existencia de una caseta de madera que cuenta con un pequeño bar, algo que hubiéramos agradecido mar de nos haber bebido agua en la zona de servicios. Por delante tenemos 7.250 metros hasta la meta. Pronto volvemos a una zona de pasarelas bastante llana, teniendo que cruzar dos veces el río Mondego por sendos puentes colgantes. Ya hemos recorrido 7 km, pues nos quedan por delante 5.000 m.

Continuamos por un tramo de pista casi llano, aunque ligeramente cuesta abajo pues sigue el curso del río Mondego, cuando pasamos junto a la antigua Central Hidroeléctrica de Pateiro, que proporcionó la electricidad a Guarda, haciendo que el 1 de enero de 1899 se convirtiera en la tercera ciudad portuguesa en disponer de alumbrado público, Pronto llegamos a una amplia zona de pic-nic que cuenta con magníficos servicios sanitarios y una zona de control de acceso a las pasarelas. Pasamos junto a las ruinas de la Nova Fábrica y enseguida llegamos a una carretera por la que tenemos que caminar hasta que construyan la ampliación de las pasarelas que dan acceso a la aldea de Vila Soeiro, que cuenta con un bar con una pequeña terraza. Nos quedan unos 2 km para concluir el recorrido.

Pronto vemos el cartel que nos indica que nos quedan 1.450 metros para concluir la ruta, con una dificultad alta aunque yo diría dura. Una calzada empedrada nos conduce al poste que nos indica que nos queda 1 km, que tardaríamos en recorrer casi una hora, pues pronto vimos lo que nos esperaba para llegar a la presa, pues se trata de casi 700 empinadas escaleras para salvar un desnivel de unos 300 metros casi verticales. A mitad de subida un panel nos indica que a 100 metros tenemos la cascada Ribeira do Caldeirao, pero qué cien metros. Mis piernas no dan para más y le pido a mi mujer que se acerque a sacar la fotografía y regresa derrengada. Cuando por fin llegamos a lo alto, todavía nos queda una última subida por unas viejas escaleras para llegar a la meta. Prueba superada. El recorrido ha merecido la pena, pero el final nos ha resultado bastante duro.

Tenemos que caminar todavía casi un kilómetro por lo alto de la presa del Barragem do Caldeirão, para llegar al punto en el que dejamos el coche, situado en un amplio aparcamiento que cuenta con dos mesas, por lo que aprovechamos para comer el bocadillo. En lo alto existe una nueva zona de baños. La verdad es que toda la ruta está muy bien equipada. Esta presa fue construida en 1988 para abastecer de agua a la localidad de Guarda. Por la mañana dejamos aquí aparcado el coche y cogimos un taxi que nos llevara al punto de partida (unos 10 km), Videmonte. Suele haber taxis en la zona pero, por si acaso nosotros habíamos reservado uno en Guarda Gare Táxis: (+351) 271 239 163. Es más caro pero seguro.

Como estábamos a tan solo 9 km de Guarda, decidimos acercarnos a esta ciudad para tomar el café, dejando el coche aparcado a unos pasos de su centro histórico y, más en concreto, de la emblemática praça  Luis de Camoes, que cuenta con notables arcadas del siglo XVI en las que hay varios bares. Sin embargo encontramos una ciudad desértica, pues la gente estaba viendo el partido Portugal-Turquía de la Eurocopa. Tras el café recorrimos la Judería y nos acercamos hasta la iglesia de la Misericordia, la obra barroca más importante de la ciudad.

A la praça Luis de Camoes se asoma también el edificio más notable de la ciudad, la Sé Catedral, junto a la que se encuentra la gran estatua dedicada a D Sancho I, segundo rey de Portugal (1185-1211). Construcción gótica, cuenta en su interior con un magnífico retablo situado en su capilla mayor, obra maestra renacentista. Menos mal que accedimos al interior de la Catedral antes de tomar el café con un pastelito de nata, pues justo cerraban sus puertas, aunque amablemente nos permitieron tomar unas pocas fotos con el retablo iluminado. Muchas gracias.

Por delante nos quedaron 70,6 km para regresar al Parador Casa da Ínsua. Por cierto, ¡qué bien nos han tratado en Portugal! La escapada continúa.

Escapada portuguesa (1): Penalva do Castelo y Viseu

Para escapar de las fiestas de San Juan, en Leioa, del 21 al 25 de junio realizamos una nueva escapada con destino a Portugal. Teníamos tres objetivos principales, siendo el primero de ellos recorrer los Passadiços do Mondego, situados en Guarda. El segundo era alojarnos en el Parador Casa da Ínsua, el único de la red situado en el extranjero, dejando el tercero para el viaje de regreso, la localidad salmantina de Ciudad Rodrigo.

625 km separan Leioa del Parador Casa da Ínsua, situado en la localidad portuguesa de Penalva do Castelo (Portugal). De estilo barroco, fue construido en la segunda mitad del siglo XVIII, restaurado en 2009 y convertido en Parador en el año 2015. El complejo fue construido por Luis de Alburquerque de Mello Pereira y Cáceres, Hidalgo de la Casa Real y, más tarde, gobernador y capitán general del Estado de Mato Grosso, en Brasil. Conserva las dos torres originales de su construcción, un enorme patio, la capilla y la imponente fachada de grandes ventanales.

He estado alojado en muchísimos Paradores, pero como éste no conozco ninguno. Es como si hubiéramos estado alojados en un museo, pues cuenta con variados elegantes salones y numerosos murales de azulejos donde pudimos seguir las andanzas brasileñas de su constructor. También visitamos su monumental capilla y las antiguas cocinas. La terraza de la cafetería ocupa una especie de claustro, contando además con otros edificios exteriores.

Los terrenos del Parador son enormes, contando con bodega propia para elaborar vinos y una quesería en la que se venden los quesos que allí se producen. La tercera tarde la dedicamos a recorrer las zonas museísticas de su exterior, deteniéndonos en primer lugar en la exposición de antiguas calesas, para luego adentrarnos en dos edificios que cuentan con cuatro pequeños museos, que guardan objetos de la vida e historia de sus fundadores.

Impresionados con todo lo visto hasta ahora, nos dispusimos a recorrer los espectaculares jardines que tiene el Parador Casa da Ínsua, que cuentan con una rosaleda, viñedos, árboles frutales y una alberca con un cisne. Vimos también una oca y el espacio dedicado a la piscina. A continuación caminamos por sus bosques, en los que hay árboles centenarios y un camino empedrado que conduce a la salida más alejada del edificio en el que nos alojamos, situada en el centro de Penalva do Castelo.

Siguiendo el camino anteriormente citado, la tarde de nuestra llegada fuimos caminado hacia el centro de Penalva do Castelo, accediendo a una zona moderna donde se encuentran los edificios de la Cámara Municipal, la Biblioteca Municipal, la Banda Musical y una estatua a ella dedicada. Enfrente contemplamos la Fonte das Namorados. Nuestro destino fue el Largo Magalhães Coutinho, donde se encuentra la Igreja da Misericordia y el kiosko. El lunes nos acercamos al Mercado Municipal, algo que siempre procuramos hacer, pero estaba cerrado.

Comentaba al principio que habíamos escapado de las fiestas de San Juan, en Leioa y, lo que son la cosas, las encontramos en la entrada del Parador, que se encuentra en la freguesia de Ínsua, una aldea perteneciente al concelho de Penalva do Castelo. Allí las adelantaron un día, celebrándola la noche del día 22, pues el 24 era lunes y había que trabajar. El entorno de la iglesia fue adornado con banderolas y se celebró una cena popular, con las sardinas como principal protagonista. Al día siguiente, con las sardinas sobrantes una cuadrilla preparó una merendola a la que nos invitaron. Las sardinas estaban buenísimas.

Hemos realizado varios viajes a lo largo y ancho de Portugal, pero nunca habíamos estado en Viseu, interesante ciudad que teníamos a tan solo 25 km del Parador. Como el 23 de junio era domingo, tuvimos la suerte de poder aparcar en pleno centro, en la plaza Adro da Sé, ubicada entre la Catedral y la iglesia de la Misericordia, que cuenta con una elegante fachada rococó y un notable interior. Al lado tenemos la Fonte das Tres Bicas, recorriendo a continuación el casco antiguo bajo un sol de justicia, pasando por la plaza del Rey D Duarte, a la que luego volvimos a comer, el mercado cubierto 2 de Maio, frente a la que se encuentra el grupo escultórico dedicado a Aquilino Ribeiro, la praça da Republica, a la que se asoma el Ayuntamiento y el Jardim das Maes, bordeado por un muro con elegantes azulejos.

Previo a recorrer el centro histórico, como lo teníamos al lado de donde dejamos aparcado el coche, visitamos el Museo Nacional Grão Vasco, que ocupa el edificio del Paço dos Três Escalões. En su interior destaca el conjunto de pinturas de retablo provenientes de la Catedral, de iglesias de la región y de depósitos de otros museos, todas ellas realizadas por el pintor portugués del siglo XVI Vasco Fernandes, conocido como Grão Vasco. También vimos la colección temporal dedicada a Salvador Dalí. En verano el museo abre de 10 a 13 y de 14 a 18 h. Info: https://www.museunacionalgraovasco.gov.pt/.

Después de comer regresamos al punto de partida para visitar la Catedral, dedicada a su patrona, Santa María da Assunção. Construida a mediados del siglo XVII en sustitución de otra anterior, destaca en su interior la bóveda adornada con cuerdas y nudos de piedra de estilo manuelino. La capilla mayor, modificada en el siglo XVIII, estaba decorada con el hermoso retablo de Vasco Fernandes, que vimos en el museo, siendo el actual barroco. Cuenta también con una elegante sillería del siglo XVIII, de madera tallada traída de Brasil. Mención especial merecen el claustro y el pasillo revestido de azulejos del siglo XVIII que da acceso a la sacristía.

En el interior del la Catedral se estaba muy a gusto, pero en la calle hacía muchísimo calor. Menos mal que teníamos el coche al lado, en el que recorrimos los 25 km que nos separaban del Parador, donde nos tomamos un descanso antes de recorrer sus jardines avanzada la tarde. La escapada continúa.