No se puede hacer peor

Pedro Sánchez y su equipo puede que estén batiendo un récord ahora mismo: el de gestionar de la peor manera posible un debate electoral cuando tus oponentes no parecen gran cosa. Con Iglesias sin crédito, Rivera centrifugado en su propia espiral y Casado haciendo de Aznar, Sánchez lo tenía todo de cara, pero primero rechazando el de Atremedia y después aceptando el de La1 en la misma fecha (recurso a la Junta Electoral mediante) solo ha conseguido cabrear a todos sus oponentes (que bien no iban a recibirle) y a dos grupos mediáticos. Es lo que pasa cuando tienes más en cuenta a las encuestas que a la ciudadanía.

El blanqueo imposible

Cayetana Álvarez de Toledo es la cara del PP más repelente: la de la pijo soberbio que mira por encima del hombro, la de quien desprecia al que no piensa igual, la de quien tiene pinta de tratar como a pobres a todos menos a los miembros de su mismo club. El lío que armó en el debate electoral de La1 contra el derecho a la libertad sexual de las mujeres y el modo en el que intentó arreglarlo, con una amenaza de querella, solo vino a confirmar el personaje. Pero ahí está el periodismo que nos iba a rescatar, el de Pedro J. Ramírez, para plantarnos una oda a la licenciada por Oxford, como si no hubiera idiotas con títulos o al frente de periódicos.

Todo a Rivera y Arrimadas

En este escenario tan chungo (no se me ocurre palabra más suave para definirlo) de la política española hay dos actores que no renuncian a ninguna escena: Albert Rivera e Inés Arrimadas. Ciudadanos se ha reducido a estos dos representantes y, como señalan en La Información, han escondido hasta a sus gurús económicos. Tal vez alguna encuesta les ha ratificado lo que dice el sentido común: que el liberalismo que impulsan da más miedo que certezas. Solo quedan Felisuco y Toni Cantó tuiteando sandez tras sandez y siendo más divertidos que cuando contaban chistes por la tele. Con esas naranjas poco zumo se hace.

Bienvenidos a Euskadi

José Antich se queja con razón de que, si prospera el debate a cuatro sin que la Junta Electoral obligue a contemplar también a representantes de los grupos vasco y el de Esquerra, la representación de la España política no estará completa. La derivada natural, como el director de El Nacional concluye, es que acabarán hablando de Catalunya (alguien lo duda) sin nadie que represente el sentir mayoritario de los catalanes. Lo que le pasa a Antich lleva pasándonos a los vascos desde que los medios descubrieron la espectacularización de las campañas: los políticos españoles arreglaban Euskadi sin hablar con un solo vasco.

Mónica está harta, y yo, también

Si Mónica López ha decidido borrar el tuit con la carta que recibió y provocó su hartazgo, me limitaré a señalar aquel en el que lo explica sin mostrar el documento (que reproducen muchos digitales), y por supuesto a darle la razón: nadie puede sentirse libre para decir lo que quiera a esta presentadora del tiempo solo porque sale cada día en la tele. López denunciaba que una mujer le acusaba de tener muslos anchos y usar muletillas, y que este solo era otro exceso de los muchos que tenía que aguantar. El hartazgo de esta presentadora está justificado: la sociedad se está tuiterizando en el peor sentido imaginable.

Primero, el Sanchismo

Pedro Sánchez es un político atípico: expulsado de su propio partido recupera el poder y gana la primera moción de censura que sale adelante en el Congreso. Pero también es un político del montón: no ha dudado en utilizar estas elecciones para hacer una purga en su propio partido. Porque antes que España va el PSOE, y antes que el PSOE, el Sanchismo. Luego, ya veremos, o ya verán. Sánchez se asegura a un grupo de diputados fieles y empieza a construir el PSOE que quiere. ¿Será el mismo que quiera España? ¿Sin el “trifachito” enfrente habría tenido alguna oportunidad? En cuanto flaquee, ¿se le echarán encima los purgados?

Dejad de dar alas a los chalecos amarillos

No puede traer nada bueno apoyar a quien solo destruye. Por muy mal que caiga Macron, por mucho que algunos tengan la necesidad de lavar su ropa sucia en aguas ajenas para ver si así blanquean algo, apoyar, alentar o retuitear algo favorable a los chalecos amarillos franceses es una irresponsabilidad. Ya hemos visto qué pretenden y cómo lo acometen, con vandalismo. La sociedad se construye, no se destruye, y quien defienda la iconoclastia como modo de vida o lucha lo que tiene que hacer es salir de la adolescencia de una vez y ser práctico porque nos jugamos mucho poniendo en solfa las garantías democráticas.

¡Claro que escuece!

José Antich hace un estupendo repaso de cómo la prensa española ha pretendido esconder el éxito de la manifestación en Madrid por el derecho a decidir que todos vimos. Su corolario no por reiterado deja de ser valioso: “El principal problema es que Madrid nunca escucha y siempre se siente en posesión de la verdad. Valdría la pena, una vez más, que leyeran alguno de los textos que ha publicado buena parte de la prensa internacional no en esta ocasión tan solo, sino periódicamente. No será así, otra vez. Y Catalunya seguirá alejándose en un camino del que cuesta pensar que emocionalmente tenga vuelta atrás”.

Los pucherazos de Ciudadanos

Los casos de acusaciones desde dentro de Ciudadanos de pucherazos durante sus procesos internos empiezan a aparecer como un reguero. El tema, en el caso de cualquier otro partido español con representación en el Congreso, habría traído cola, pero la ausencia de noticias invita a pensar lo que afirma el tuitero con más de 15.000 seguidores bajo el pseudónimo Otis B. Driftwood: “Que el último pucherazo lo hayan querido dejar como ‘cosa cerrada y palante’ y ni un sólo medio en papel esté machacando con ello demuestra que al sistema le interesa que Ciudadanos no parezca lo que realmente es. Y sin embargo, es”.

De récord en récord

Estamos viendo historia del fútbol, no solo porque un cocinero sea presidente del Athletic (no se me ocurre nada más bilbaino, con diptongo), no solo porque Messi haga que lo imposible parezca fácil, también porque las jugadoras están batiendo récord de asistencia y de atención. Y este pequeño milagro (porque al final, es fútbol) me parece especialmente emocionante: después del llenazo en San Mamés, más de 60.000 aficionados se juntaron para ver en directo la final de la Copa. Ahora falta el gran milagro (porque de esto va la vida): que todas las jugadoras sean tratadas como profesionales.