Un paso

Solo entiendo la política de una manera: el mecanismo que posibilita el diálogo y el acuerdo entre diferentes. Así que cualquier avance hacia el posibilismo me parece una noticia estupenda. Y creo que eso es lo que han hecho los sindicatos de la Ertziantza, avanzar, desentendiéndose del movimiento «ertzainas en lucha”, debidamente radicalizado y con objetivos que parece que van más allá de los derechos laborales (que también podremos discutir). Será por mi leve TOC, pero creo que una sociedad organizada con sus tradicionales interlocutores colectivos (prensa, partidos, sindicatos y asociaciones) funciona mejor.

“El entierro en directo”

La izquierda española se ha metido en dos torres de marfil. En una, el PSOE. En la otra, los demás. En la primera, bastante tienen con mantenerla en pie. En la segunda están a torta limpia y no pueden oír qué pasa fuera. El texto de Raúl Solís en Canal Red, que dirige Pablo Iglesias, sobre “la izquierda de los Clinton de provincias, la izquierda de la sección de Vida y Estilo de El País” es sublime: “Ha perdido el 15M de los barrios, la gente sin másteres y sin carreras universitarias”, dice. Pero desde la torre de marfil no ve, no ven, que describe a Iglesias, Montero y Podemos, más y mejor que a Díaz y Sumar, a quien pretende criticar.

Patxi López es el dinosaurio de Monterroso

“Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí”. Este de Augusto Monterroso es el microcuento más famoso del mundo. Y también es una definición perfecta de Patxi López. Él “y Pilar Alegría comienzan a moverse en el PSOE para suceder a Sánchez”, según The Objective, entre otros. “Patxi es el más querido por el partido y el único que queda del PSOE clásico”, aseguran. Es decir: ha sobrevivido a todo y a todos, y la expectativa es que sea el que se salve también de la debacle el 23-J y lidere una transición hacia un PSOE más reconocible. Visto todo lo visto, hasta me parece hasta una buena opción. ¡Quién me lo iba a decir!

Me representa

Me gusta el fútbol por muchos motivos, pero como fenómeno sociológico me fascina: el fútbol nos iguala, y aunque no es lo mismo un socio de tribuna alta baratita que uno de los de 1.000 € al año, por no hablar de los de palco privado, todas y todos sentimos exactamente igual. Aunque no tengo nada que ver con su talento, su cuenta corriente y su talla “slim fit”, me sentí identificado con Noel Gallagher gritando el gol de su Manchester City en un bar de San Diego, donde vio la final de Champions. Su cerveza, sus gritos y sus lágrimas cuando se acercaba el final, son los mismos que yo hubiera bebido, gritado y llorado por mi equipo.

Un adelantado a su tiempo

Silvio Berlusconi revolucionó la televisión a golpe de “Mama Chicho”, revolucionó el fútbol convirtiéndose en uno de los primeros grandes magnates con su Milan, y revolucionó la política, profundizando en un modelo italiano que hoy lidera la extrema derecha. Nada de lo descrito lo hizo bien: tele casposa, fútbol de magnates y no de la afición, y política empobrecida. A eso hay que sumarle escándalos sexuales y declaraciones y gestos machistas. Un angelito. Con todo, algunos obituarios hablarán bien estos días del empresario, del hombre de medios, deporte y la democracia. Pero no por ello contarán la verdad.

Pues tiene razón…

Con americana y desde la tele, seguramente ganando mucho más que la media en la profesión (y no discuto que se lo merezca), Manuel Marlasca vive en la exageración porque es un cronista de sucesos, y eso es lo que hacen. Pero me rindo y le doy la razón cuando critica en Twitter todos esos golpes en el pecho de hombres que, pretendiendo que no lo parezca, aprovechan la muerte de Laura Luelmo: “No, yo no he matado a nadie. Vivimos en la era de la sobreactuación permanente”, responde a la provocadora columna de Raúl Solís: “Tú también eres el asesino de Laura”.

La verdad es sencilla (y dolorosa)

No son necesarios discursos innecesariamente complejos ni comparaciones rebuscadas, esto es bastante sencillo: creo que la violencia machista existe por culpa, sin duda, de una herencia educacional que hay que cambiar, y también creo que esa certeza no tiene que terminar en una culpabilidad generaliza y, como decía Marlasca, exagerada. Esta verdad es así de sencilla, tan sencilla como la otra: la prisión permanente revisable está en vigor, no hay que restaurarla (como reclaman los salvapatrias españoles), y no cumple con su papel disuasorio, como estamos viendo, por desgracia.

En esto tenemos experiencia

Arran no lleva nada bueno a Catalunya. Y a Euskadi, solo una cosa: su colección de errores es comparable a las que acumulaban (colecciones completas, como la de empujar a parte de dos o tres generaciones a cometer delitos altamente penados) las organizaciones juveniles vinculadas a la izquierda abertzale. Por supuesto, la excusa de los de aquí no eran unos huelguistas de hambre, sino unos métodos de liberación que incluían el asesinato. Pero los métodos eran tan insufribles e injustificables como los de allí y ahora. Ni estos ni aquellos, aportaron ni aportan nada.

La protesta como fin

Los aliados feministas que se pierden en su exageración, los que reclaman una prisión permanente revisable que está vigente y no cumple lo que prometen, los que no entienden que la destrucción no es constructiva y los británicos que, como denuncia Leonardo Carella en Twitter, dicen que nunca han sido europeos mientras importan a Gran Bretaña la lucha de los chalecos amarillos franceses, todos ellos tienen la protesta como fin, no como medio, y todos ellos son poco útiles a la sociedad porque no entienden que el camino tiene que ser ancho y llevar a algún sitio.

Nunca caminarás solo, Michael

No quiero que acabe la semana sin mencionar a Michael Robinson ni terminar esta columna sin una rendija para la esperanza. El futbolista, comentarista y empresario audiovisual anunciaba días atrás que padece un cáncer incurable, y desde todos los rincones de Internet han surgido muestras de cariño y ánimo que él mismo agradecía. Este inglés que aterrizó en Iruña como delantero y ha acabado haciéndonos reír y disfrutar del fútbol como pocos, también es la persona a la que hoy muchos decimos lo que no podemos expresar a quienes se enfrentaron al cáncer y ya no están.