Semana Santa en Los Arribes del Duero (1): ZAMORA y TORO

Tengo muchísimas ganas de poder volver a viajar con libertad y seguridad, pero estoy completamente de acuerdo con los cierres perimetrales en Semana Santa, pues la salud es lo primero. Además, la verdad es que no me afecta mucho, porque hace un montón de años que dejé de viajar en Semana Santa, ya que estaba todo lleno de gente, los precios eran mucho más caros y tuve que soportar interminables caravanas para regresar a casa. A todo ello hubo una excepción. El 21 de marzo de 2013, cuando estaba a punto de salir hacia el aeropuerto de Bergen tras estar diez días navegando por los fiordos noruegos, recibí una llamada de la amiga Mariluz para ver si nos animábamos a ir con ellos a pasar los días de Semana Santa en los Arribes del Duero y allí nos fuimos.

28 de marzo de 2013. Tras cuatro horas de viaje (389 km), paramos a comer en Zamora, ciudad en la que ya había estado en otras ocasiones. Aprovechamos también para recorrer su casco antiguo, deteniéndonos en primer lugar ante su edificio más significativo, la Catedral, que data del siglo XII y en la que llama especialmente la atención su cúpula. Al lado vemos una curiosa escultura perteneciente a la Ruta Espacios Lobo, auspiciada por el Ayuntamiento, un paseo por Zamora con el escultor Baltasar Lobo.

A poco más de un centenar de metros tenemos el castillo, de los siglos X al XVII, que cuenta con cimientos prerrománicos y estructura románica. La siguiente cita la tenemos en la iglesia de San Isidoro, de estilo románico, que fue construida en el siglo XII dentro del primer recinto amurallado. De allí nos desplazamos hasta el Palacio Episcopal, edificio muy remodelado en el siglo XVII. Casi al lado tenemos la Puerta del Obispo, que formaba parte de las murallas de los siglos XI al XIII.

Sin cruzar la puerta, bordeamos la Catedral y caminamos durante 1 km hasta la iglesia de San Pedro y San Ildefonso, el templo de mayor tamaño e importancia de la ciudad tras la Catedral y declarada Monumento Nacional en 1974. Su portada occidental es obra de Joaquín Benito Churriguera, guardando en su interior los restos de san Atilano, patrón de la ciudad, y de san Ildefonso de Toledo. La siguiente cita la tenemos en otra iglesia románica, la de Santa María Magdalena, construida en los siglos XII y XIII y declarada Monumento Nacional en 1910. Aprovechamos para acercarnos al río Duero y contemplar el Puente Nuevo o de Piedra, de 250 metros de longitud, que cuenta con 16 ojos y fue construido entre los siglos XII y XIII, aunque tuvo que ser reconstruido casi entero tras la riada de 1556.

Continuamos el paseo monumental desplazándonos hasta el palacio del Cordón, del siglo XVI, actual sede del Museo de Zamora. No tenemos más que girar 90º a la izquierda para llegar a la iglesia románica de Santa Lucía, utilizada como almacén visitable del citado museo. En su fachada llama la atención el reloj solar, construido en 2003 por Juan Luis Moraza. Nos dirigimos ahora a otra iglesia románica, la de San Cipriano, que data de los siglos XI-XII y utilizada como sala de conciertos. De momento, la última visita es a la estatua de Viriato, ubicada en la plaza que lleva su nombre, obra del zamorano Eduardo Barrón González.

Es Jueves Santo y aunque en esta ocasión no hemos venido a ver las procesiones de Semana Santa, nos topamos con algunas mientras buscamos un restaurante para comer ahora que está todo el mundo en la calle. De todas formas aprovecho para tomar algunas fotos al paso de la procesión ante el Museo de Semana Santa y la iglesia de San Juan de la Puerta Nueva. También fotografío lleno de niños el monumento al Merlú, nombre que reciben las parejas de congregantes de la Cofradía de Jesús Nazareno, cuya misión consiste en reunir a los demás hermanos para comenzar el desfile procesional.

Tras la comida seguimos callejeando, pasando ante la Diputación de Zamora, que ocupa el edificio del antiguo Hospital de la Encarnación, construido en 1629. Enseguida llegamos a la iglesia de Santa María la Nueva, templo románico del siglo XII, tras el que encontramos la escultura de Barandales, de Ricardo Flecha. Pasamos frente a la casa-palacio de los Condes de Alba de Liste, del siglo XV, actualmente Parador Nacional de Turismo, de donde nos dirigimos a la Plaza Mayor, a la que se asoman el Ayuntamiento Viejo, de finales del siglo XV, actual sede de la Policía Municipal y la nueva Casa Consistorial. Buena parte de la plaza está ocupada por la iglesia de San Juan Bautista, más conocida como San Juan de Puerta Nueva, que data de mediados del siglo XII.

Un último vistazo a San Juan de la Puerta Nueva antes de iniciar el regreso al coche, contemplando de camino otros notables monumentos como la iglesia de San Vicente Mártir, de finales del siglo XII, que cuenta con «la más noble torre románica de Zamora», en palabras del poeta leonés Antonio Gamoneda. Casi al lado tenemos el Teatro Principal. Todavía nos quedan otras dos iglesias románicas, la de Santiago del Burgo, que data de los siglos XII-XIII y la de San Andrés, reedificada entre 1550 y 1570. Por delante tenemos ahora 56 km para llegar a Miranda do Douro (Portugal), nuestro campamento base en estas jornadas festivas, de lo que os hablaré la próxima semana.

Doy un salto en el tiempo hasta el 1 de abril, fecha de regreso a casa tras pasar 4 noches en Miranda do Douro. Como hicimos en Zamora a la ida, aprovechamos para dar una vuelta por la localidad de Toro, antes de cubrir los 354 km que nos separan de Leioa. Ha llovido mucho en Semana Santa, así que no resulta extraño que la primera imagen que tengamos sea el puente de 22 arcos del siglo XV, sobre un río Duero desbordado. Aparcamos cerca del Alcázar del siglo X, para de allí dirigirnos al principal monumento de la ciudad, la Colegiata de Santa María la Mayor, del siglo XII, en la que destaca el Pórtico de la Majestad.

Declarado conjunto histórico en 1963, Toro cuenta con un interesante casco antiguo, desde el que con frecuencia vemos la Torre del Reloj, comenzada a construir en 1719 sobre la antigua Puerta del Mercado del siglo XV. Comenzamos nuestro paseo monumental en la porticada Plaza Mayor, a la que luego regresaremos para comer, presidida por el Ayuntamiento y la iglesia románica del Santo Sepulcro. Y de templo a templo, pues sucesivamente iremos contemplando la iglesia románico-mudéjar de San Salvador de los Caballeros (siglo XIII), el monasterio de Santa Sofía (siglo XIV) y las iglesias de la Santísima Trinidad, románica del siglo XII, y de San Lorenzo el Real, construida en estilo románico-mudéjar a finales del siglo XII.

Concluimos este paseo monumental por Toro contemplando otros notables edificios, comenzando en el Arco del Postigo, del siglo X, para luego detenernos sucesivamente ante cuatro palacios, empezando por el de las Leyes de Toro, construido en el siglo XV para sede de las Cortes de Toro. De él sólo se conserva la magnífica portada, pues fue destruido tras un incendio en 1.923. De él nos dirigimos al de los Marqueses de los Alcañices, con su grandiosa fachada de tres plantas, al de los Condes de Requena, de estilo gótico de finales del siglo XV, en el que destaca el patio central o claustro. Es la sede administrativa del Ayuntamiento y del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Toro. Finalmente nos acercamos al de los Condes de Fuentesaúco, el edificio más renacentista de la ciudad. No podemos abandonar Toro sin ver el Verraco celtibérico, escultura de piedra del verraco de toro tallada ene el siglo V aC, que dio nombre a la localidad.

La “escapada” continúa.

NÁPOLES (Italia), Patrimonio de la Humanidad

Cuando realizamos un crucero tenemos por costumbre quedarnos unos días en el punto de llegada, para completar dos semanas de viaje. Es lo que hicimos el 25 de marzo de 2017 al concluir el crucero por el Mediterráneo en Civitavecchia. Cogimos un tren hasta el aeropuerto romano de Fiumicino, donde alquilamos un coche para desplazarnos hasta San Marino, un país de postal para, al día siguiente, cruzar los Apeninos y, tras 507 km de viaje llegar a Nápoles, en un viaje de mar a mar, pues pasamos del mar Adriático al Tirreno. Nuestro objetivo no era esta ciudad, en la que ya había estado en dos ocasiones, visitando también en la última las ruinas de Pompeya y Herculano, sino la cercana Costa Amalfitana. Para ello pasamos 3 noches en Nápoles, en el Magri’s Hotel ****, situado fuera del centro para así no tener que circular por él con el coche, pero que cuenta con un amplio aparcamiento cerrado y está a 600 metros de la estación de metro de Gianturco, a una parada de la estación central.

Tras viajar a la Costa Amalfitana, el 28 de marzo lo dedicamos a una visita un tanto superficial del centro histórico de Nápoles, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995, por  tratarse de una de las ciudades más antiguas de Europa.

Aunque no había estado en Nápoles desde el año 2000 y por regla general en 17 años las ciudades han mejorado mucho, esta ciudad sigue siendo el caos. En el hotel estuve dos días reclamando que no funcionaba el aire acondicionado, pues en la habitación hacía muchísimo calor. Se sorprendían y me decían que avisaban al técnico. Finalmente otra persona me dijo que hasta el mes de abril no lo ponen. En la estación de Metro de Gianturco no había taquillas y las máquinas expendedoras de billetes estaban destrozadas, por lo que optamos por coger un taxi hasta la confluencia de las calles Via Foria y Via Duomo. A 450 metros realizamos la primera visita, a la catedral, el Duomo di Napoli, cuyos orígenes se remontan al año 1299, pero que ha sido numerosas veces remodelada con posterioridad. Es famosa la capilla del tesoro que guarda la estatua de San Gennaro y las cápsulas que contienen la sangre del santo, que cada 19 de septiembre, aniversario de su muerte, se licúa.

En Piazza San Gaetano, 68, a tan solo 300 metros tenemos el principal motivo de este viaje a Nápoles, pues aquí se encuentra la entrada a “Napoli Sotterranea”, de la que nos han hablado muy bien. Se trata de una visita guiada por el subsuelo de la ciudad, en inglés o italiano, de casi dos horas de duración. Los túneles fueron creados por los griegos como depósitos subterráneos de agua. Los romanos los ampliaron para extraer roca que utilizaron en la construcción de la ciudad. Durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial sirvieron como refugios para más de 200.000 personas. Para acceder a su interior tenemos que bajar más de 100 escalones para llegar a 40 metros de profundidad, para recorrer una sucesión de estrechos túneles y extensas salas subterráneas. En nuestro caminar iremos descubriendo almacenes, bombas y hasta un carro de combate. Hay que tener en cuenta que durante el recorrido se pasa por un angosto túnel de apenas 70 cm de anchura, con la única iluminación de una pequeña vela. La última novedad es la inclusión de la visita al Teatro Greco-Romano, también subterráneo, al que se accede por una vivienda, en el que vemos una exposición.

La siguiente cita la tenemos casi enfrente del acceso a “Napoli Sotterranea”, en una zona turística muy vigilada por la policía, por temor a atentados o robos. Se trata de la Basilica di San Lorenzo Maggiore, una de las más antiguas de la ciudad, aunque ha sido muy modificada a lo largo de la historia, conservando de finales del siglo XIII la zona del ábside, en estilo gótico francés. El altar mayor es uno de los mejores ejemplos renacentistas de Nápoles. Merece también la pena contemplar el sepulcro de Giambattista della Porta y un monumental nacimiento, algo muy tradicional en esta ciudad.

Callejeamos durante algo más de 1 km en busca del Corso Umberto I, una especie de Gran Vía que cuenta con señoriales edificios. Caminamos por ella hasta la piazza Giovanni Bovio, presidida por el edificio de la Camera di Commercio, que cuenta en el centro con la estatua ecuestre de Vittorio Emanuelle II. 500 metros más adelante tenemos la piazza del Municipio, que toma su nombre por la presencia del Palazzo San Giacomo, sede del Ayuntamiento de la ciudad. Está adornada por la Fontana del Nettuno (Neptuno), cuya construcción se remonta al año 1601, durante el virreinato español del conde de Olivares. Todavía nos queda otra plaza por ver, la de Trieste e Trento, a la que se asoman notables edificios, de la talla de la Galería Humberto I, el Teatro de San Carlos, el Palacio Real, la iglesia de San Fernando y el Palacio del Cardenal Zapata. En medio de la plaza se ubica la Fuente de la Alcachofa. Sin embargo se ha echado la hora de comer y hoy toca, como no, una buena pizza napolitanta.

Tras la comida y antes de dirigirnos a la piazza de Trieste e Trento, nos acercamos a otro lugar muy vigilado por la policía, el Castel Nuovo (Castillo Nuevo), conocido popularmente como Maschio Angioino (Torreón angevino), que data de la época de Carlos de Anjou quien, tras su ascenso al trono de los reinos de Nápoles y Sicilia, en 1266 trasladó la capital desde Palermo a Nápoles. Destaca el elegante arco del triunfo blanco, construido en 1470 para conmemorar la entrada de Alfonso V de Aragón en Nápoles en 1443. En el primer nivel llama la atención una cuadriga triunfal. Desde la entrada vemos el Palacio Real, nuestro siguiente destino.

Nos dirigimos ahora a uno de los lugares más emblemáticos y hermosos de la ciudad, la piazza del Plebiscito, presidida por el Palacio Real (Palazzo Reale), que desde 1919 alberga la Biblioteca Nacional. Su construcción se inició en 1603 por el virrey de Nápoles, el conde de Lemos. Enfrente, al otro lado de la inmensa plaza tenemos la Basílica de San Francisco de Paula, probablemente la más conocida de Nápoles, que recuerda el Panteón de Agripa. Los otros dos lados de la plaza están ocupados por sendos palacios, el de la Prefectura y el Salerno. Dos estatuas ecuestres contribuyen a su embellecimiento, dedicadas a Carlo III y Ferdinando I.

Abandonamos la piazza del Plebiscito y nos dirigimos a la zona costera, deteniéndonos en primer lugar ante la estatua de Augusto, para luego contemplar la monumental Fontana della Immacolatella, también llamada Fuente del Gigante. Está ubicada en la Vía Partenope, en la costanera de Nápoles, a unos 700 metros de la citada plaza. Estamos en una zona de amarre de embarcaciones deportivas, en la que tenemos como telón de fondo el volcán Vesubio, famoso por su erupción del 24 agosto del año 79, en la que fueron sepultadas las ciudades de Pompeya y parte de Herculano.

Todavía tenemos que caminar algo más de 1 km hasta nuestra última visita, el Castel dell’Ovo (Castillo del Huevo), así llamado porque, según la leyenda, Virgilio habría escondido en el interior del castillo un huevo que soportaría la estructura del edificio. El castillo era parte de la villa del romano Lucio Licinio Luculo. El castillo fue arrasado en el siglo X por los napolitanos y reconstruido sucesivamente por aragoneses, normandos y españoles. Desde lo alto se tiene una magnífica vista de la bahía de Nápoles y del Vesubio. El recorrido ha llegado a su final, así que caminamos un poco por la Via Pertenope, en ese momento peatonal y vigilada por los Carabinieri, en busca de una terraza en la que tomar café optando, como no, por la del Antonio&Antonio. Nos hemos pegado una buena paliza de andar y hace una tarde preciosa, así que, contemplando el castillo y el Vesubio, ponemos el punto final a nuestra visita napolitana.

Estamos a tan sólo 5,5 km del hotel, pero regresamos en taxi. Menos mal que, tal como nos aconsejaron, acordamos el precio antes de salir, pues tardamos una hora en llegar. Nápoles es un caos y aunque tiene la colección completa de policías y militares en la calle, para regular el tráfico no hay nadie, en una ciudad en la que es raro encontrar un semáforo que funcione. Al pasar por dos iglesias coincidimos con sendos funerales, siendo los empleados de la funeraria los que organizaban el tráfico para poder abrirse paso. Al día siguiente tuvimos 240 km de autopista para llegar al romano aeropuerto de Fiumicino, de donde a las 14:45 h partía el vuelo de Vueling a Bilbao.

Un domingo en Atenas (Grecia)

El pasado año por estas fechas, en concreto del 10 al 20 de marzo, pensaba haber viajado a Grecia. Tal día como hoy teníamos previsto visitar el templo de Apolo. Había pagado los vuelos y el coche de alquiler y reservado los hoteles pero, tal como se estaban poniendo las cosas, el día 9 al mediodía decidí cancelar todo y, como casi tenía hasta la maleta hecha, salir al día siguiente hacia Portugal, pero en coche, para pasar las mismas fechas. Por cierto, en julio Lufthansa me devolvió hasta el último céntimo pagado. En ese momento, en el país vecino sólo había un brote de coronavirus perfectamente controlado. Solo pude disfrutar cuatro días del viaje, pues el 14 de marzo emprendimos el regreso a casa para confinarnos. Mi primer viaje a Grecia lo realicé en agosto de 1976, efectuándolo en coche desde Bilbao, estrenando el Ford Fiesta. Íbamos la cuadrilla del monte, pues entre los objetivos estaba subir al Triglav, el monte más alto de los Alpes Julianos y de la antigua Yugoslavia (ahora de Eslovenia) y al Mitikas, techo del monte Olympo y de Grecia.

Habíamos planificado el viaje para el mes de marzo debido a la agradable temperatura de la que disfrutamos tres años antes, incluso pasando calor en Atenas, ya que mi segundo viaje a Grecia tuvo que esperar hasta marzo de 2017 cuando, en el curso de un crucero por el Mediterráneo, visitamos las islas de Rodas y Creta, Atenas y Katakolon, población situada cerca de la antigua Olympia, de donde llegamos al puerto de El Pireo poco después de amanecer. Era el 19 de marzo, pasadas las 7 de la mañana.

Una vez amarrado el barco en el puerto de El Pireo y desayunados, descendemos del MSC Magnifica dispuestos a “comernos” Atenas, ciudad a la que se puede llegar en Metro. Como íbamos a andar muy apurados de tiempo para esta visita, mi segunda a la ciudad, optamos por contratar los servicios de Katakolon Express, agencia de la que teníamos muy buenas referencias y que oferta servicios paralelos a los de los cruceros, pero cobrando la tercera parte, en este caso 30 €. De camino a Atenas hicimos una breve parada para fotografiar el pequeño puerto de Kastella.

Visitamos Atenas en un día complicado, pues muchas calles se van cortando o abriendo según pasa la prueba de Maratón que hoy se celebra, así que hay que trastocar el orden de las visitas. En primer lugar nos dirigimos, como no, a la Acrópolis, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1987. Como es nuestra costumbre le preguntamos al guía a qué hora tenemos que volver, pues realizaremos la visita por nuestra cuenta, comenzando por el Templo de Atenea Niké, de estilo jónico, levantado en el siglo V aC. Casi al lado tenemos el Odeón de Herodes Ático, del siglo II, reservado a espectáculos teatrales. Una vez en lo alto contemplamos otros notables lugares, como el Hefestión o el Teatro de Dionisos, que tenia capacidad para 16.000 espectadores.

La Acrópolis constituye el conjunto arqueológico más importante de Atenas y de Grecia en general. “Akrópoli” significa ciudad en lo alto, haciendo honor a su nombre pues estamos a 156 metros sobre el nivel del mar. En esta parte alta lo primero que encontramos son los Propileos, que hacían la función de pórtico. Posteriormente vemos el Altar de Atenea, pero antes nos detenemos con tranquilidad en el Erecteion, construido entre los años 421 y 395 aC. Se trata de un elegante templo, que cuenta con la famosa tribuna de las Cariátides, que mira al Partenón, nuestra última visita, el templo más bello del arte dórico que se conserva. Construido entre los años 477 y 432 aC, tiene ocho columnas dóricas de mármol en cada fachada principal y otras 16 en los laterales. En el friso figuraban las 92 metopas que describían la guerra de Troya. Parte de él lo hemos visto en el British Museum de Londres. Hemos andado listos y visitado la Acrópolis sin casi gente antes de que llegaran los grupos de los cruceros. Incluso he podido tomar fotos sin nadie y nos ha sobrado tiempo para tomar un vino en la terraza del lujoso Dionysos Zonar’s, contemplando la Acrópolis. Es la ventaja de no ir con el grupo.

Nos ha sentado bien el tomar el vino en la terraza del bar. Hemos podido ir a baño y hacer una pausa antes de continuar la visita a la ciudad. A las 11:00 h teníamos que haber estado en la plaza Syntagma para ver el espectacular cambio de la guardia, pero el Maratón nos lo ha impedido. A donde si podemos llegar es al Estadio Panathinaikó, también conocido como el Kallimármaro («mármol hermoso»), construido a partir de los restos de un antiguo estadio griego, para acoger la primera edición de los Juegos Olímpicos Modernos, en 1896. Tiene capacidad para 45.000 espectadores.

Desde el interior del autobús fotografío el Záppeion, edificio situado en el Jardín Nacional de Atenas, que se usó en los Juegos Olímpicos de Atenas 1896 para las competiciones de esgrima. En la actualidad se utiliza para diferentes eventos y ceremonias, como la firma de la adhesión de Grecia a la Unión Europea en mayo de 1979. De nuevo salimos del autobús, caminando junto a la escultura del siglo XIX de Henri-Michel Chapu y Alexandre Falguière, que representa a Grecia en forma de una figura femenina que corona a Lord Byron. También contemplamos el Arco de Adriano, construido en mármol del Monte Pentélico.

El Arco de Adriano nos da acceso al Templo de Zeus Olímpico, que ya fotografié desde la Acrópolis en una visión casi aérea. También conocido como el Olimpeion, se trata de un templo construido entre los siglos VI y II aC en honor al dios Zeus Olímpico. Era una construcción de 96 metros de largo y 40 metros de ancho, que constaba de 104 columnas corintias de 15 metros de altura, de las que hoy sólo se conservan 15, situadas sobre una gran explanada de hierba.

Se ha echado la hora de comer, así que nos dejan una hora libre a la entrada del popular barrio de Plaka, zona muy turística de estrechas calles, situada a los pies de la Acrópolis, llena de restaurantes y de comercios de ventas de recuerdos. Me habría gustado degustar el tradicional mousakka, pero optamos por sepia a la plancha con ensalada y patatas fritas. Así disponemos de algo de tiempo para curiosear y tomar algunas fotos. Antes de regresar al autobús nos detenemos ante el monumento a Melina Mercouri, actriz y activista contra la dictadura, que fue nombrada Ministra de Cultura en 1981.

Como ya ha concluido el Maratón, antes de regresar al barco nos dirigimos a la plaza Syntagma para ver la versión reducida del cambio de la guardia, el que se celebra cada hora ante la Tumba del Soldado Desconocido, situada junto al Parlamento Griego. Como por la tarde casi no hay gente, pude estar en primerísima fila, pudiendo obtener este reportaje fotográfico en el que se ve todo el proceso. En él participan los evzones, el equivalente a la guardia real, que lucen una camisola blanca, una falda plisada, un chaleco bordado, un gorro de color rojo con una coleta en uno de los lados y un vistoso calzado con una gran borla en la punta.

De nuevo a bordo del MSC Magnifica, un último vistazo a El Pireo, a los ferrys que van a las islas y a la iglesia ortodoxa de San Nicolás, construida a finales del siglo XIX, que tenemos al lado. A las 18:30 el barco zarpa con rumbo a Limassol (Chipre), nuestro siguiente destino. El sol se pone a las 18:36 así que, como de costumbre, subo a la cubierta exterior para contemplar la puesta de sol. Navegando, he visto ya unos cuantos amaneceres y atardeceres, en el Báltico, los fiordos noruegos, el Mediterráneo, en el Golfo Pérsico y, no digamos nada, en el Caribe, pero el espectáculo vivido en Atenas, con sus tonos rojizos, no será fácil de olvidar.

MUTRIKU (Gipuzkoa), atalaya de la costa vasca

Continúo mi recorrido por municipios limítrofes de Bizkaia, en este caso con Berriatua y Ondarroa. Se trata de Mutriku, municipio situado a orillas del Cantábrico en la parte noroccidental de Gipuzkoa, en la comarca de Debabarrena. Cuenta con una población de 5.314 habitantes y una extensión de 27,69 km², entre la desembocadura de los ríos Deba y Artibai, donde se encuentra la mayor de sus playas, Saturraran, en la que concluiré el recorrido por este municipio, que comencé en el barrio de Astigarribia, antes de visitar el casco urbano, situado en un punto equidistante de la desembocadura de los dos ríos,

Situado a poco más de 5 km del centro de Mutriku, el barrio de Astigarribia supuso nuestra entrada en el municipio. Estamos en una zona eminentemente rural en la que vemos pastar a numerosas ovejas, situada en la ruta norteña del Camino de Santiago. Destaca en este lugar la iglesia de San Andrés que, aunque ha sido modificada, es una de las más antiguas de Gipuzkoa, pues aparece citada en un documento datado en 1081, en el que Don Lope Iñiguez, Conde de Vizcaya, la donaba al monasterio de San Millán de la Cogolla.

Camino de Mutriku nos detenemos en un lugar que una amiga, conocedora de la zona, me dijo que no dejáramos de visitar. Se trata de Kalbaixo, excelente mirador tanto sobre los caseríos del interior, como sobre la zona costera, con la Punta de Olas como telón de fondo. En el punto más alto se encuentra la ermita de Santo Kristo del Calvario, cuyas luces servían de referencia a los pescadores para orientarse. El primitivo templo fue construido a principios del siglo XVIII, pero fue ampliado en el siglo pasado. Adosado a la ermita está el restaurante Kalbaixo Jatetxea.

Finalmente llegamos al casco histórico de Mutriku, población fundada en 1209, que cuenta con el típico trazado de las villas medievales construidas en ladera. Aparcamos el coche y nos disponemos a recorrerlo a pie, deteniéndonos en primer lugar ante su edificio más grandioso, la neoclásica iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, declarada Monumento Nacional de Euskadi, que guarda en su interior un Cristo atribuido a El Greco y un lienzo de Cristo crucificado realizado por Francisco de Zurbarán. Frente a ella se encuentra el monumento a Txurruka.

Estamos en el rincón más coqueto del casco antiguo, la Txurruka plaza, en cuyo centro se alza el monumento a Cosme Damián Churruca y Elorza, científico, marino, militar y alcalde de Mutriku, nacido aquí el 27 de septiembre de 1761 y muerto en la batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805. Cuenta la plaza con dos notables edificios, la Casa Consistorial, que data de 1731, y el barroco Galdona Jauregia, monumental palacio de finales del siglo XVII, que cuenta con un escudo de armas esquinero. A su lado existe un pequeño edificio de la misma época, actual sede de la oficina de turismo. En su entrada está la fuente de Arraturriaga.

Salimos de la plaza por Erdiko kalea, para continuar por Mutrikuko Kondea dejando a nuestra izquierda el Batzoki y a la derecha un vistoso edificio. Enseguida llegamos al primer palacio, uno de los mejor conservados de la costa gipuzkoana, Arrietakua Jauregia, construido a finales del siglo XVII y declarado Bien de Interés Cultural en el año 1965. Cuenta con curiosos escudos y tuvo importantes moradores, entre los que destacan el brigadier Cosme Damián de Churruca y el almirante Antonio de Gaztañeta. Vemos varias casas blasonadas pero en cuanto iniciamos el descenso hacia el puerto, a mano derecha tenemos una plaza que da a Erdiko kalea, a la que se asoma otro notable palacio, Zabiel Jauregia, del siglo XVI, que cuenta con un impresionante alero y escudo. Es la actual Kultur Etxea.

Enseguida llegamos a Beheko plaza, donde se encuentra el edificio del antiguo ambulatorio. Bajo ella está la plaza del mercado. Contemplamos algunos hermosos murales, como el de la ballena, pero nos dirigimos al último palacio que nos queda por ver, Montalibet Jauregia, mandado construir por el barón de Oña en el siglo XVIII, encargándoselo al arquitecto Francisco Ibero. Destaca el balcón corrido que ocupa la fachada principal y el escudo de armas en esquina. Concluimos este recorrido monumental pasando bajo la casa-torre medieval más alta de Gipuzkoa, antiguamente utilizada como torre de vigilancia del puerto. Se trata de Berriatua Dorrea, edificio de estilos gótico y renacentista considerado el más antiguo de la localidad, ya que subsistió al incendio que arrasó Mutriku en 1543.

Finalmente llegamos a un lugar lleno de encanto. Estamos en uno de los puertos más antiguos de Gipuzkoa, que hace un rato habíamos contemplado en toda su magnitud desde el Mirador de Atxukale, cerca del que luego comeremos. El puerto de Mutriku nos trae a la memoria los tiempos en los que sus arrantzales se dedicaban a la pesca de la ballena. Hoy todavía podemos contemplar pequeñas txalupas y las antiguas casas de los pescadores que, cada primer sábado de abril celebran el Berdel Eguna, cuando la pandemia lo permite.

Continuamos en el puerto, en el que la antigua lonja de pescadores (Lonja Zaharra), es unos de los edificios más emblemáticos. Data del siglo XVIII y en la actualidad es la casa social de la marina. Seguimos contemplando las casas de los pescadores y hermosas pinturas murales, acercándonos también a la pensión y restaurante Kofradi Zaharra, Es la última visita que realizamos en el pueblo.

Abandonamos el casco urbano de Mutriku, pero no el municipio, en el que todavía nos quedan dos visitas. La primera se encuentra en el interior, en el barrio de Olatz, zona rural por la que discurre la ruta jacobea, que cuenta con una coqueta iglesia dedicada a San Isidro, que ya aparecía citada en 1781. Cuando el sol comienza a ocultarse concluimos nuestro recorrido en la muga con Bizkaia, en la playa más extensa del municipio, Saturraran, donde nos entretenemos viendo a un grupo de patos y contemplando la emblemática roca que tiene su propia leyenda, que cuenta la historia de Satur y Aran, dos jóvenes enamorados.

INFO: Oficina de Turismo de Mutriku. Txurruka Plaza, 1. Tel. 943 60 33 78. https://www.mutriku.eus/es/turismo

LAUDIO/LLODIO (Araba), en el valle de Ayala

Como ya comenté, tras recorrer los 112 municipios de Bizkaia, empecé a visitar los limítrofes con esta provincia, por lo que el 5 de marzo de 2019 me desplacé a 31 km de Leioa, al alavés valle de Ayala, donde se encuentra el municipio de Laudio/Llodio, que tiene una superficie de 37,7 km², una población de 18.169 habitantes y una altitud que oscila entre los 120 metros de la vega de Areta y los 722 del monte Pagolar. Aunque el centro urbano se encuentra a orillas del río Nervión, a 126 metros de altitud, está rodeado de montañas tan conocidas como el Kamaraka (797 m) y Goikogane (702 m). Estamos en el segundo municipio más poblado de Araba tras su capital, Vitoria-Gasteiz. Es también el principal núcleo de servicios de la zona.

Nada más abandonar la autopista AP-68 en la Salida 3 (Laudio/Orozko), me detuve para realizar las primeras visitas, pues a un paso, cerca del barrio de Areta, tenemos el puente de Anuntzibai, mandado construir por el marqués de Falzes y obra del arquitecto Martín de Larrea, quien lo realizó en el año 1741 para unir la casa-torre, la ferrería y el molino del marqués, situados en la margen derecha del río Altube, con la ermita de San Miguel, ubicada en la margen izquierda. Tiene una longitud de 28 metros y destaca su arco de sillería rematado por un calvario. Junto a la ermita de San Miguel de Anuntzibai se encuentra el Restaurante Palacio de Anuncibai, que ocupa una antigua casa solariega.

Paso de largo el casco urbano de Laudio y me dirijo directamente a una zona rural situada a unos 500 metros de altitud, en la que fotografío un buen rebaño de vacas. Allí se encuentra el santuario de Santa María del Yermo, del siglo XV, construido en estilo gótico vasco. Para mí este lugar siempre será Santa Lucía, santa titular de la ermita anexa al santuario. En mis años mozos era habitual que realizáramos hasta aquí una ruta mañanera caminando desde Bilbao, pasando por el monte Pagasarri. Hamaiketako y 5 km de descenso hasta Laudio, para coger el tren de regreso a Bilbao. A un paso, en la carretera que desciende a Laudio, me detengo ante el humilladero de Santa Apolonia y San Antonio.

Nada más llegar al centro urbano de Llodio, me dirijo a ese remanso de paz que es el parque de Lamuza, que cuenta con una extensión de 8,5 hectáreas y una gran variedad de árboles, incluso exóticos, en alguno de los cuales se empieza a percibir la cercana primavera. Camino por los antiguos jardines de la finca del Marqués de Urquijo. Los edificios del palacio y demás dependencias acogen en la actualidad la Casa de Cultura. En el parque se encuentran también un estanque, un frontón y el edificio del Casino.

A un paso del parque de Lamuza se encuentra el centro neurálgico de la población, la porticada Herriko Plaza, presidida por el moderno edificio del Ayuntamiento, inaugurado el 3 de marzo de 2001. Cerrando la plaza se encuentra el edificio más notable de Laudio, la iglesia de San Pedro de Lamuza, construida en el siglo XVI sobre un antiguo templo del siglo XI, aunque fue reconstruida con posterioridad, concluyendo las obras en el siglo XVIII. Destaca su torre campanario y las imágenes que guarda en su interior.

En el paseo por el centro urbano hubo tres esculturas urbanas que llamaron mi atención. Comienzo de izquierda a derecha con la que se encuentra en la Herriko Plaza, “Reposo en el mercado”, de Enrike A Zubia Elordui. En la confluencia de Araba kalea con Zumalakarregi, encuentro la segunda escultura, obra del mismo autor, dedicada a la “Amatxu”. La tercera se encuentra a la entrada al parque de Lamuza desde Zumalakarregi kalea. Se trata de “Homenaje a Ruperto Urquijo Maruri”, poeta local (27/03/1875-10/01/1970), que compuso “En el Monte Gorbea”.

Fotografiado lo que más me interesaba, camino ahora sin rumbo descubriendo otros dos edificios que llaman mi atención, comenzando por el antiguo Museo Vasco de Gastronomía, situado cerca río Nervión, en Zubiko Etxea, junto a una amplia zona ajardinada. El otro se encuentra muy cerca. Se trata de la coqueta estación de RENFE. Concluyo este recorrido urbano contemplando algunas llamativas pinturas murales.

Un domingo en Delhi (India)

En los últimos años, en el mes de febrero me he desplazado a Canarias o al Caribe, pero este año lo he tenido que pasar en el dique seco. Ni siquiera puedo pensar en hacer planes para el futuro, así que, tirando de memoria he recordado que hace ya bastantes años, en 2007, este mes estuve recorriendo el Norte de la India durante 8 días, pasando mucho frío en Himachal Pradesh, donde nos nevó, y bastante calor en el Punjab, pues tenía una asignatura pendiente, el Templo de Oro de los sijs en Amritsar. Era mi sexto viaje a este fascinante país, que visité por primera vez en 1983, en un viaje de 31 días, en el que nos desplazamos en autobús desde Delhi hasta Kathmandú y Pokhara, en Nepal. En 1989, durante 21 días recorrí el Sur de la India y Sri Lanka,. En 1992, durante un mes estuve en Ladakh, Cachemira, Agra, Darjeeling, Sikkim, Calcuta y las islas Andamán. En 1993 regresé para pasar una semana en el Rajastán y otra en Calcuta y Orissa. Finalmente en 1997 durante tres semanas recorrimos el Rajastán acudiendo a la impresionante Feria del Camello de Pushkar. La India siempre me gustó, aunque dejé de visitarla al descubrir otros países del Sudeste asiático, donde especialmente me encantó Myanmar por su gente, en los que los hoteles costaban hasta cuatro veces menos.

He estado unas cuantas veces en esta ciudad de unos 20 millones de habitantes, observando los grandes cambios que ha habido entre 1983 y 2007, como la existencia de una clase media emergente. Lo primero que percibí en este sexto viaje es que lo que antes eran bicis ahora son motos y lo que antes eran motos ahora son coches, incluso algunos lujosos, modernos modelos de diferentes marcas, casi todos fabricados en India. Antes sólo veías los vetustos Ambassador y, en el anterior viaje, los pequeños Maruti. Delhi cuenta ya con Metro y raro es encontrar a una persona que no tenga un teléfono móvil, incluso en las zonas agrícolas más remotas. Pese a todo sigue siendo una ciudad de contrastes, como podéis ver en estas imágenes.

Domingo, 25 de febrero de 2007. Delhi tiene mucho que ver pero, lo más importante, lo vimos en una jornada. Como la ciudad habrá cambiado mucho desde entonces me voy a centrar en lo que permanece inalterable, su parte monumental, que cuenta con tres lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, así que empezamos por el último de ellos, el Fuerte Rojo o Lal Qila, que forma parte de la selecta lista desde 2007. Debe su nombre a sus muros de arenisca roja. La muralla mide 6,5 km de largo y su altura varía entre 16 y 33 metros. El domingo amanece gris y con mucha bruma e incluso chispea cuando pasamos ante el Fuerte Rojo. La agencia nos puso un coche con conductor para todo el día, siendo nosotros quienes decidíamos qué hacer en cada momento, así que optamos por volver a visitar los lugares en los que ya habíamos estado años antes.

Llueve ligeramente cuando pasamos el detector de metales que nos da acceso a la Gran Mezquita, llamada habitualmente Jama Masjid, situada en pleno “cogollo” del viejo Delhi. Es la mayor mezquita de la India y el principal centro de culto para los musulmanes de Delhi. Situada a unos pasos del Fuerte Rojo, fue mandada construir por el emperador mogol Shah Jahan, realizándose las obras entre los años 1644 y 1656, trabajando más de 500 artesanos en su construcción. Cuenta con tres cúpulas que están rodeadas por los dos minaretes de 40 metros de altura. El patio principal tiene capacidad para unas 25.000 personas. La mezquita guarda algunas reliquias del profeta Mahoma, como un pelo, una sandalia y la huella de su pisada. Como es domingo, hay poca gente en su interior.

Menos mal que deja de llover cuando nos dirigimos al enorme parque Shantivan, situado cerca del río Yamuna, en el que por primera vez vemos a numerosos habitantes de la gran ciudad paseando por este gran espacio verde, aunque muchas personas tienen como principal objetivo visitar el Raj Ghat, memorial en recuerdo del líder hindú Mahatma Gandhi. Se trata de una simple losa de mármol negro que marca el lugar en el que Gandhi fue incinerado el 31 de enero de 1948. En los alrededores del Raj Ghat se encuentran los puntos de cremación de los líderes indios Jawaharlal Nehru e Indira Gandhi. Nosotros nos lo tomamos con calma recorriendo todo el parque y contemplando las ardillas que por él corretean. Sin darnos cuenta se ha echado la hora de comer, pues tenemos que hacerlo pronto, ya que por la tarde queremos visitar los dos principales monumentos de la ciudad y cierran pronto. Para ello nos dirigimos a Connaught Place, el centro neurálgico de Delhi, donde se encuentra el frecuentado Kwality Restaurant.

Salimos del restaurante y el sol luce con fuerza, lo que no impide que caiga un impresionante chaparrón que cesa justo cuando bajamos del coche para entrar en el amplio parque en el que se encuentra la Tumba de Humayun, que forma parte de un complejo de edificios de arquitectura mogol, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993, por ser una de las primeras muestras de este estilo arquitectónico. Fue mandada construir en arenisca roja por la viuda principal del emperador Humayun, Harmida Begum, entre los años 1574 y 1579. Su estructura es octogonal, con los techos decorados con pinturas. Entre los edificios de este complejo destacan la Tumba del Barbero, construida en 1625 y la hermosa Tumba de Isa Khan, de forma octogonal y situada en el centro de un jardín, en la que reposan los restos de un servidor del emperador Akbar.

La siguiente cita la tenemos en el complejo Qutb, un conjunto de edificios cuya construcción inició Qutb-ud-din-Aybak. La joya es el Qutab Minar, el minarete de ladrillos más alto del mundo y un destacado ejemplo del arte islámico, que desde 1993 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Tiene una altura de 72,5 metros, siendo el diámetro en la base de 14,30 metros y de 2,70 en la parte más alta. La obra la concluyó en 1368 Firuz Shah Tughluq. Otros edificios de interés son el Alai Minar, un alminar que quedó incompleto. Alaudín inició su construcción con la idea de superar en altura al Qutab Minar, pero sólo se levantaron 24,5 metros de minarete. También destacan la mezquita Quwwat-ul-Islam, de 1190, la tumba de Iltutmish y la puerta de entrada al recinto (Ala-I-Darwaza), obra maestra del arte indo-musulmán. El complejo del Qutab Minar estaba abarrotado de gente. No todos iban a contemplar las ruinas, pues como las entradas son muy baratas para los indios, simplemente acudían para sentarse en el cuidado césped, a la sombra de un árbol, mientras los niños correteaban por el parque.

La Puerta de la India se encuentra en la gran avenida Rajpath, conocida como “el camino de los reyes”, en la que también hay varios edificios ministeriales. Se trata de un arco del triunfo, construido entre 1921 y 1931 por Edwin Lutyens para recordar a los soldados indios caídos durante la Primera Guerra Mundial y en las Guerras Afganas de 1919, figurando en sus paredes el nombre de 85.000 soldados. Tiene una altura de 42 metros y está también dedicado “a los muertos del ejército de la India que cayeron con honor en Francia y Flandes, Mesopotamia y Persia, este de África, Gallipoli y en cualquier lugar del cercano o lejano este…” Como la tarde quedó preciosa, cuando comenzaba a ponerse el sol el entorno de la Puerta de la India estaba muy concurrido, al estar rodeada de un gran espacio verde, donde se cuentan por miles las familias que acuden a pasar los domingos. Existe para ello un gran aparcamiento y numerosos vendedores ambulantes de globos y chucherías. Muy cerca de este lugar los jóvenes juegan al cricket, un auténtico fenómeno de masas en la India, como en Europa o Sudamérica es el fútbol.

Concluimos aquí nuestro recorrido dominical por la capital de la India, justo cuando la ciudad retoma la vida, pues los parques ceden el puesto al centro urbano y las calles se llenan de coches. Nosotros nos dirigimos al barrio de Karol Bagh, para efectuar las últimas compras. Son dos calles transversales llenas de tiendas y abarrotadas de gente. Aquí los comercios abren los domingos, acudiendo la población a comprar saris, sedas, objetos de plata…

Para nosotros fue la última visión que tuvimos de Delhi, ya que de aquí regresamos al hotel para una breve cena, ducha, cambio de ropa y traslado al aeropuerto, pues de madrugada salió nuestro avión de regreso a casa.

BERGARA (Gipuzkoa), Conjunto Monumental

Concluido mi recorrido por los 112 municipios de Bizkaia, comencé a recorrer los limítrofes con mi provincia. Por este motivo, el 17 de febrero de 2017, me acercaba a Bergara, municipio gipuzkoano muy extenso (75,97 km²), que cuenta con una población que se acerca a los 15.000 habitantes y limita con el bizkaino de Elorrio. Su casco histórico es muy interesante, estando considerado como un museo al aire libre, por contar con edificios de diferentes estilos arquitectónicos de los siglos XVI a XVIII. El municipio se asienta en el valle del río Deba, que pasa por su núcleo urbano. Cuenta también con varios barrios, algunos de los cuales tuve ocasión de conocer.

Antes de desplazarnos al centro de la población nos dirigimos al núcleo urbano que me parecía más interesante, Angiozar, que hasta 1927 perteneció al municipio de Elgeta. Antes de llegar tuvimos una magnífica vista de este barrio rural, pues sus casas se agolpan sobre la ladera de una colina, cuya cima ocupa el edificio más relevante, la iglesia de San Miguel Arcángel, de estilo renacentista y portada plateresca. Fue construida en el siglo XVI y un siglo después se le añadió la torre barroca.

Pasando de largo el centro urbano sin detenernos, nos dirigimos al siguiente objetivo, el Hórreo de Agarre (poner Agirre en el GPS), que data de la primera mitad del siglo XVI y es el único existente en Gipuzkoa. Fue construido con madera de roble sin utilizar un solo clavo, para almacenar por separado el trigo y el maíz. Enfrente se sitúa el caserío Agarre, donde dicen que nació San Martin Agirre, luciendo en la fachada el escudo de armas de la familia. Muy cerca vemos un coqueto palacio, Aumategi Jauregia.

Nos desplazamos por fin al casco histórico de Bergara, declarado conjunto monumental en junio de 2003. Antes de acceder a él nos detenemos en el palacio de Errekalde, antigua torre medieval remodelada en el siglo XVI y actual sede del Museo Laboratorium, rodeado de un jardín del siglo XIX. La siguiente cita la tenemos muy cerca. Se trata de la iglesia de San Pedro de Ariznoa, declarada monumento nacional. Fue construida entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII. La torre es un añadido barroco de 1742. Al lado tenemos la cuadrangular Torre de Olaso, también del siglo XVI, sede de Jakiunde, Academia de las Ciencias, de las Artes y de las Letras.

En nuestro recorrido por el centro histórico nos detenemos en el Palacio de Justicia. Aquí estaban las escuelas, el juzgado y la vieja cárcel, que en la actualidad cuenta con una biblioteca, llamada Angiolillo en referencia al anarquista italiano que mató a Cánovas del Castillo y que fue agarrotado en esta cárcel. Pasamos junto a las antiguas carnicería y pescadería, para luego contemplar la Casa Azkarate-Marutegi, en la que se descubrió la primera estufa renacentista completa de todo el Estado. Pasamos luego ante la Casa Jáuregi, de comienzos del siglo XVI, declarada monumento nacional, para volvernos a detener ante la Casa Iturritxo, también llamada Casa Zabala, que data del último tercio del siglo XVI, como atestigua el escudo que aparece en su fachada.

Hemos llegado al centro del casco antiguo, la plaza San Martín Agirre, a la que se asoman dos notables edificios. En primer lugar tenemos el antiguo Real Seminario, actual sede de la UNED, que fue uno de los centros de investigación y enseñanza más importantes de la Europa del siglo XVIII y cuna de la ciencia en Euskal Herria, pues en su laboratorio, el 28 de septiembre de 1783 tuvo lugar un descubrimiento de renombre mundial, ya que los hermanos Elhuyar consiguieron aislar un nuevo elemento químico, el wolframio. Enfrente tenemos el otro notable edificio, la Casa Consistorial, de finales del siglo XVII, obra del arquitecto Lucas de Longa. En su fachada hay tres grandes escudos. Continuamos por Barrenkalea para contemplar la Casa Arrese, de la primera mitad del siglo XVI, en la que destaca un magnífico balcón renacentista que hace esquina, con un escudo bajo él. Casi enfrente tenemos el Palacio Irízar o de Urrutia Espilla, del siglo XVII e inspiración herreriana. En este edificio se firmó el tratado de paz de la primera guerra carlista entre Maroto y Espartero el 31 de agosto de 1839. Muy cerca vemos el busto y fuente dedicado al pintor Simón Arrieta (1915-1969).

Cruzamos el río Deba y nos dirigimos directamente al templo más notable de Bergara, la iglesia de Santa Marina de Oxirondo, declarada monumento nacional. Fue construida entre 1542 y 1672, auque hubo que esperar a 1701 para que se le añadiera la torre barroca y a finales del siglo XVIII para el coro, realizado en estilo neoclásico por Alejandro de Miranda. La iglesia consta de tres naves, siendo el retablo del altar mayor lo que más llamó mi atención. Fue realizado entre 1739 y 1742 por Miguel de Irazusta, con imaginería de Salvador Carmona.

De regreso a donde hemos aparcado el coche, continuamos contemplando un pupurri de cosas, comenzando con el recuerdo al Abrazo de Bergara, tratado que se firmó el 31 de agosto de 1839 entre el general isabelino Espartero y trece representantes del general carlista Maroto, que puso fin a la Primera Guerra Carlista. El convenio quedó confirmado con el abrazo que ese mismo día se dieron Espartero y Maroto ante las tropas de ambos ejércitos. Seguimos nuestro recorrido contemplando hermosas pinturas murales, prácticos carteles informativos y monumentales edificios, entre los que destaca la Casa Ondarza, del siglo XVI, antes de concluir bajo el enorme colegio de la Compañía de María.

Nuestro recorrido por el municipio de Bergara concluye como empezó, en un barrio que cuenta con unos 50 caseríos diseminados por un hermoso entorno rural en el que pastan las ovejas. Se trata de Elosua, en cuyo pequeño núcleo se encuentra la Iglesia de San Andrés de Iriaun, de estilo churrigueresco tal como consta en documentos de 1468, aunque tanto la torre como el altar mayor son barrocos. En esta iglesia se escondió durante la guerra de Independencia el guerrillero conocido como el Cura Santa Cruz. Frente a la iglesia se encuentra un pequeño frontón cubierto y, a unos pasos, el caserío Iriaun o Ixaun, antigua casa-torre con el escudo de armas en la fachada.

INFO: Oficina de Turismo. Errekalde Jauregia. Juan Irazabal Pasealekua, 1. 20570 Bergara (Gipuzkoa). Teléfono 943 76 90 03. https://www.bergaraturismo.eus/es

Antzasti Euskaldunon Etxea, un museo en Artaun (Dima)

Por si acaso nos cerraban perimetralmente el municipio, como así ha sucedido 5 días después, el pasado 20 de enero decidimos desplazarnos a Artaun para visitar el Antzasti Euskaldunon Etxea, un interesante museo etnográfico dedicado al paso del siglo XIX al XX y al tránsito del mundo rural al urbano. Si utilizáis Google Maps como GPS os recomiendo no poner Antzasti como destino, pues es mejor utilizar la ruta habitual pasando por el centro de Dima (Ugarana), para de allí ir al barrio Artaun. Junto al museo no hay aparcamiento, pero podéis dejar el coche en el habilitado junto a la ermita de San Vicente, desde donde tenemos menos de 300 metros hasta el museo, pasando por Azurmendi Jatetxea. He comentado en varias ocasiones que cuando viajo por el mundo, siempre que tengo ocasión me acerco a los mercados y a los puertos pesqueros, pues es donde mejor se conservan las tradiciones, pero todavía no había dicho que el tercer lugar que procuro visitar son los museos etnográficos, para ver cómo era la vida en los lugares que visito.

Las hermanas Cristina y Elena Amezaga crearon hace tres años este interesante museo. Es esta última quien nos recibe en el jardín del caserío con vistas a las cumbres nevadas del macizo de Gorbeia. Con Elena, licenciada en Sociología y extrabajadora de ETB realizamos la visita. En una caseta allí existente se paga la entrada y puedes comprar productos de cosmética natural y queso, cuando hay. Empezamos a ver objetos de otra época, como el peso o la mesa en la que sirven el hamaiketako si lo has contratado. Creo que entre todos podemos apoyar iniciativas como ésta, máxime con lo mal que lo están pasando en los tiempos que corren. Pensad que por 14 € (2 entradas) Elena tuvo que venir a abrir el museo a la hora que le indicamos, poner luces y vídeos en marcha y atendernos durante más de una hora con continuas explicaciones. Veo quejarse mucho a la hostelería, pero sólo en el sector del turismo hay otros muchos afectados: transporte, hoteles, agroturismo, autobuses de alquiler, museos, máxime si son privados como éste y no digamos nada las agencias de viaje que, además de no vender nada, han tenido que devolver las ventas efectuadas con anterioridad a la pandemia.

Bueno, dejo de enrollarme y voy al grano. El museo que vamos a visitar se encuentra en el interior del caserío Antzasti, que más me parece una mezcla entre casa-torre y palacete, pues en nada se parece a la idea que tenemos del caserío vasco. Enseguida Elena nos aclara que es de planta típica arratiana, con tejado a cuatro aguas, como otros que podemos ver en los alrededores. Con las explicaciones de Elena pronto nos damos cuenta que valora más el concepto antropológico que el etnográfico y que las protagonistas son las mujeres, las etxekoandres, quienes realizaban casi todas las actividades.

Accedemos ahora al interior de la planta baja del caserío, aunque antes de entrar Elena nos muestra un pequeño habitáculo situado a la izquierda de la puerta. Es el txarritokia, el lugar destinado a los cerdos. La planta baja del caserío se dedicaba a la cuadra, donde se guardaban los aperos y los animales, que a su vez proporcionaban calor a la planta superior en donde se encontraba la vivienda. En la parte trasera se encontraba el pajar. Hoy es un enorme rincón expositivo de aperos y utensilios de labranza. Hemos empezado con fuerza la visita, pues es probablemente lo que más me ha gustado.

Enfrente tenemos otro lugar lleno de encanto, la reproducción de una cocina más moderna, pues procede de una casa de Bilbao. En esta amplia cocina vemos gran cantidad de menaje y utensilios, además de la chapa o cocina económica, una gran innovación que permitió a las mujeres poder cocinar de pie. En lo que era el pajar, un vídeo y una pequeña reproducción nos acerca a la historia del tranvía, que funcionó entre Zeanuri y el Arriaga bilbaino entre 1902 y 1964. Para los baserritarras supuso un lugar de socialización y la forma de trasladar sus productos al mercado de Bilbao. También fue con posterioridad la forma de desplazarse a las fábricas del Gran Bilbao. Para la incipiente burguesía bilbaína también supuso el medio de transporte ideal para acudir al balneario de Areataza o para subir al monte Gorbeia.

Por una escalera exterior subimos al primer piso, el dedicado a la vivienda en el caserío. Lo primero que encontramos al acceder al interior, a nuestra izquierda, es la sala, que cuenta con varios objetos decorativos y una amplia mesa de comedor con bancos corridos. El habitáculo que tenemos enfrente es la cocina, más rústica que la anterior, pues es de fuego bajo. Era el centro de la vida de la familia baserritarra del siglo XIX en Arratia. En la cocina vemos la artesa para amasar pan, grandes cazuelas, numerosas sartenes y variopintos objetos. En una esquina está la pila para lavar.

Seguimos avanzando por el pasillo y a la izquierda encontramos la humeen logela, habitación de los niños, en la que dormían unos cuantos. Enfrente se encuentra la alcoba principal, en la que vemos un maniquí del propietario del caserío y un primitivo kakaleku que empleaban para las deposiciones, que no es otra cosa que un agujero que da a la huerta. Observamos también una antigua alboca y unas abarcas, antes de entrar en el siguiente espacio, la botica que tiene anexo un cuarto de baño más moderno. Concluye la visita a la primera planta en un comedor que nada tiene que ver con el caserío, pues procede la casa de una familia burguesa de Bilbao de la misma época. ¡Menudo contraste!

Subimos a la última planta, en la que se situaba la ganbara, antiguamente utilizada para guardar y secar la cosecha. Hemos cambiado de ambiente. Dejamos la vida en el caserío y pasamos a la Belle Époque bilbaína de finales del siglo XIX y comienzos del XX y, más en concreto, al mobiliario de una vivienda burguesa situada cerca del Teatro Arriaga, al lado de donde concluía su ruta el tranvía de Arratia. Nada más subir las escaleras vemos el espacio Club, con cantidad de objetos de esas clases acomodadas, como libros, sombreros, lujosos artículos de escritorio y copas de coñac. Frente a él encontramos los espacios Ciencia y Viajes, donde contemplamos antiguas cámaras de fotos, enormes maletas y mapas de Michelin. Fue un tiempo en el que empezó a ponerse de moda el viajar.

La siguiente cita la tenemos en el espacio más amplio y femenino de la segunda planta, llamado Moda. Llaman nuestra atención los vestidos de época, especialmente dos de ellos, y la variedad de sombreros y tocados. También se percibe que no es un lugar de ocio, como el de los hombres, sino de trabajo, pues también encontramos la máquina de coser y utensilios para bordar, artilugios con los que las mujeres pasaban mucho tiempo trabajando.

Concluimos este recorrido por finales del siglo XIX y comienzos del XX, que nos ofrece Antzasti Euskaldunon Etxea, acercándonos a los tres últimos espacios expositivos, destacando la alcoba de la casa burguesa situada cerca del Teatro Arriaga de Bilbao, junto al que se encuentra un elegante baño de comienzos del siglo pasado. Al lado tenemos un pequeño espacio llamado Rincón mujer. La visita ha concluido. Ha resultado muy interesante y hemos aprendido mucho de esta época gracias a las explicaciones de Elena, así que, en cuanto nos lo permitan, os recomiendo su visita. Además Artaun está a tan solo 41 km de Leioa.

INFO: Dirección: Artaun Auzoa, 35. Dima (Bizkaia). Precio: 7 €. Niños de 6 a 11 años: 4 €. Se puede hacer la visita con hamaiketako incluido. Es necesaria cita previa en los teléfonos 628322275 / 657704207. Más información en https://www.antzasti.eus.

SANTO DOMINGO (República Dominicana), Patrimonio de la Humanidad

Seguimos en el Caribe, pero retrocedemos dos años cuando realizamos el primer crucero por esta parte del mundo, quedándonos luego una semana en la francesa isla de Guadalupe, estancia que hicimos coincidir con los vistosos Carnavales que celebra. En la noche del 31 de enero nuestro barco, el Costa Favolosa navegó en paralelo a la costa de las norteamericanas Islas Vírgenes y Puerto Rico, antes de atracar a las 13:30 h del día 1 en La Romana, moderno centro turístico en la costa sudoeste de la República Dominicana. Como anochece pronto y la ciudad estaba alejada de donde atracamos, optamos por salir tan solo a un chiringito del puerto a tomar una piña colada. Era éste un destino de playa, pues al día siguiente el barco se desplazaba hasta la cercana isla Cristina, permaneciendo anclado 8 horas cerca de su costa. Como he comentado en otras ocasiones lo mío no es la playa. Si no voy a la que tengo a 3 km de casa, no me voy a ir a la otra parte del mundo para pasar el día en una, así que nos apuntamos a una excursión en francés para conocer una interesante ciudad, Santo Domingo, la capital del país, cuyo casco colonial forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

2 de febrero de 2016. Toca madrugón y breve desayuno, pues tenemos que abandonar el barco antes de que zarpe a las 7 de la mañana. Por delante tenemos 123 km en autobús, algo más de hora y media de viaje por la autovía del Este, para llegar a Santo Domingo. Antes de detenernos, desde el autobús contemplamos el Faro de Colón, un monumento en forma de cruz  que mide unos 800 metros de largo por 36,5 metros de alto. Frente a él se encuentra el papamóvil con el que Juan Pablo II recorrió la ciudad. La primera breve parada la efectuamos para fotografiar el Palacio Nacional, inaugurado el 16 de agosto de 1947, como sede del poder ejecutivo del país.

Desde el autobús observamos varios anuncios sobre pelucas antes de pasar bajo el puente Ramón Matías Mella, que salva el río Ozama. Enseguida llegamos a nuestro destino, bajando del autobús vigilados por un miembro de CESTUR, la policía turística, ya que somos un reclamo para los delincuentes pese a estar en un país relativamente seguro. Caminamos por la plaza Patriótica Coronel Caamaño, bordeamos las Atarazanas y pasamos ante la Casa de la Rectoría, del siglo XVI, el primer edificio que vemos del casco colonial, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el 8 de diciembre de 1990.

A partir de ahora toca caminar. La calle El Conde esquina con la de Las Damas nos da acceso al casco colonial, por el que circulan algunas calesas. La ciudad de Santo Domingo fue fundada seis años después del descubrimiento de la isla por Cristóbal Colón en 1492, por lo que sirvió de modelo a casi todos los urbanistas del Nuevo Mundo. De nuevo con la vigilancia de agentes de CENTUR, efectuamos la primera visita, pasando previamente por los servicios que hay a la entrada. Se trata de la Fortaleza Ozama, el fuerte más antiguo construido por los europeos en América. Fue levantado entre 1502 y 1508 para proteger a la ciudad de los diversos ataques de los piratas y conquistadores ingleses, franceses y portugueses. Desde el fuerte contemplamos otro barco de Costa Cruceros y la estatua de Gonzal Fernández de Oviedo. Nuestro recorrido continúa pasando ante la Casa de Diego Caballero, del siglo XVI.

La siguiente visita se encuentra muy cerca y es la más interesante, pues se trata de la Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de Nuestra Señora Santa María de la Encarnación o Anunciación. ¡Vaya nombre rimbombante! Construida en estilo gótico en el siglo XVI, es también la Catedral más antigua de América. En su interior destacan las bóvedas de crucería de la nave principal, los retablos y cuadros. En la catedral se albergaron durante un tiempo los restos de Cristóbal Colón, que se trasladaron en 1795 a la Catedral de La Habana y finalmente, entre 1898 y 1899, a la de Sevilla. Contemplamos también un monumental nacimiento y, ya en el exterior, el busto del arzobispo Meriño.

Frente a una de las puertas de la Catedral tenemos el pequeño parque Colón, presidido por la estatua del almirante, creación del escultor francés Ernesto Gilbert. Casi enfrente vemos el Palacio Consistorial, construido en 1504 como residencia del alcalde mayor, aunque en el siglo XIX fue completamente remodelado en estilo neoclásico. En 1913 se le añadió la torre de 29 metros de altura, en la que se puede ver el reloj. En nuestro deambular por el casco antiguo llaman nuestra atención alguna señal de tráfico y el rótulo de una furgoneta municipal. Accedemos a continuación a la peatonal calle El Conde, que cuenta con numerosos comercios y servicios turísticos.

Es una auténtica gozada pasear por la zona colonial y contemplar los edificios antiguos, pero es un rollo ir en grupo pues no podemos hacerlo con libertad, al no poder detenernos a tomar un café o un vino, pero siempre hay tiempo para las compras, en un lugar escogido por el crucero para llevarse su comisión. Eso sí, disfruto fotografiando los coloristas cuadros y otras artesanías, además de conversar con los comerciantes de otras tiendas de recuerdos que hay en la misma calle.

En la cercana y amplia plaza de España tenemos la visita a otro lugar de interés, el Alcázar de Colón o Palacio Virreinal de Don Diego Colón, un palacio majestuoso en el que vivió el primer gobernador de la isla Hispaniola e hijo de Cristóbal Colón. Fue construido entre los años 1511 y 1514 por más de 1.500 indios taínos sin usar un solo clavo, sólo con herramientas rudimentarias como sierras, cinceles y martillos. Se construyó en estilo mudéjar con rocas coralinas de la zona y contaba con más de 55 habitaciones. Vivieron en él tres generaciones de la familia Colón, alojándose otros personajes como Hernán Cortés.

En esta apresurada visita a la capital de la República Dominicana por fin tenemos un descanso. Se ha echado la hora de comer, cosa que hacemos en el cercano Restaurante Atarazana, el más antiguo de la ciudad colonial. De lo que comimos no me acuerdo pues, para hacerlo más rápido, fue en plan autoservicio. Si que recuerdo con agrado a los músicos que nos recibieron y al grupo folclórico que animó los postres y cafés.

Apresuradamente tenemos que regresar al autobús, así que sobre la marcha tomo algunas fotos de los lugares ante los que pasamos, como el Palacio de la Real Audiencia, del siglo XVI, convertido en Museo de las Casas Reales. Como el grupo camina despacio, puedo fisgar un poco el Panteón de la Patria, mausoleo donde se conservan los restos de personajes destacados de la historia de la República Dominicana. Una curiosa escultura, un vendedor de sombreros y la fachada del Museo Casa de Tostado, que ocupa una de las casas más antiguas de Santo Domingo, completan este reportaje.

Tenemos algo más de hora y media de autobús para regresar a La Romana y luego 45 minutos en un catamarán para llegar al punto en el que está anclado nuestro crucero, el Costa Favolosa, en un lugar paradisíaco frente a la isla Catalina, también denominada isla Ikiita, en la que la mayor parte de los pasajeros han pasado una agradable jornada. La isla Catalina es el único lugar de República Dominicana donde puede uno encontrarse cara a cara con mapaches y liebres salvajes.

A las 5 de la tarde partimos hacia Philipsburg, capital de St. Maarten. El viaje continúa, pero de ello os hablaré en otra ocasión.

GRENADA, Caribe pintoresco

Nos trasladamos al Caribe (¡quién pudiera ahora!), en este caso a la isla de Grenada, en la que estuve el 1 de febrero de 2018 en el transcurso de un crucero por el Caribe, que alargué con una semana de estancia en la francesa isla de Martinica. Grenada forma parte de las Antillas Menores y es el segundo estado independiente más pequeño del hemisferio occidental, tras San Cristóbal y Nieves. Grenada consiguió la independencia de Gran Bretaña en 1974, aunque sigue perteneciendo a la Commonwealth, pero para nosotros se hizo conocido en 1983, cuando fue invadida por las fuerzas militares de Estados Unidos y de otras seis naciones caribeñas. En septiembre de 2004 la isla sufrió el paso del huracán Iván, de categoría 5, que dañó o destruyó el 90 % de las viviendas. Tiene una extensión de 344 km² y una población de unos 110.000 habitantes. El idioma oficial es el  inglés y la moneda el Eastern Caribbean dollar.

Vemos amanecer desde el barco, con la luna todavía en el cielo, mientras navegamos desde Trinidad y Tobago. Pronto empezamos a ver al fondo nuestro destino, Saint George, la capital de Grenada. Acompañado por el práctico, El MSC Fantasía atraca poco antes de las 9 de la mañana en la Melville Street Cruise Terminal, un moderno complejo inaugurado en el año 2005, que cuenta con un solo muelle de amarre y está situada en pleno centro de la ciudad.

Como la terminal de cruceros está en el centro, junto a la principal calle de Saint George, podemos recorrer la ciudad a pie, contemplando las casas criollas del siglo XIX y la Catedral de la Inmaculada Concepción. Lo primero que hacemos es acercarnos a la zona de mercado ubicada en la misma calle, muy sencilla por cierto, pues se limita a unos puestos callejeros en los que se vende frutas y hortalizas. Por cierto, las vendedoras son reacias a las fotos.

Al final de la calle tenemos el puerto pesquero, con sus coloristas embarcaciones, en la que vemos la actividad de algunos pescadores. Los mercados y los puertos pesqueros son mi pasión, pues creo que es donde mejor se conservan las tradiciones de los pueblos, así que siempre que puedo me acerco a ellos. Al lado se encuentra el Fish Market, el mercado de pescado, en el que vendedoras y vendedores posan alegremente para las fotos.

Salvo por el puerto pesquero y el Fish Market, no nos ha dicho mucho el centro de Saint George, así que decidimos caminar 1,5 km hasta una zona que promete más, The Carenage, la hermosa bahía capitalina a la que accedemos por el famoso y estrecho Sendall Tunnel, de 105 metros de longitud, considerado histórico, pues fue una gran obra de ingeniería cuando se construyó a principios del siglo XVIII. Nos ha gustado The Carenage donde vimos pescadores, yates, barcos de excursiones, la escultura Christ of the Deep (Cristo de las Profundidades) y, curiosamente, el Viceconsulado Honorario de España. Tomamos un vino y regresamos al barco a comer, caminando ahora por empinadas calles.

Para después de comer nos hemos apuntado a una excursión del barco, en francés pues en el crucero no viajan españoles, de tres horas y media de duración. Una de las cosas que me atraía era viajar en un autobús criollo, originalmente británico, que fue el primer gran medio de transporte en la isla en los años cincuenta del siglo pasado. Destaca en él sus colores vivos y los bancos de madera acolchados. Una vez a bordo circulamos por un laberinto de empinadas calles que recuerdan un poco a San Francisco, pero al estilo criollo. Nuestro primer destino es el Fort George, construido en 1705, desde donde tenemos una hermosa vista de The Carenage y de la terminal de cruceros.

En el autobús criollo seguimos trepando por las colinas que rodean Saint George, pues nuestro siguiente destino se encuentra en lo alto de Richmond Hill. Se trata de Fort Frederick, el castillo mejor conservado, que se terminó de construir en 1791. Antes de acceder a él somos recibidos por un pequeño grupo musical que trata de ganar unas monedas. Desde lo alto tenemos unas impresionantes vistas de buena parte de la isla y del mar Caribe. El descenso lo efectuamos pasando por zonas ajardinadas, con árboles frutales y lujosas viviendas.

Al dejar atrás Fort Frederick nos dirigiremos al sur de la isla, subiendo y bajando colinas mientras el autobús criollo sigue la carretera tropical y baja hacia la campiña granadina. Pronto llegamos a una playa rodeada por árboles de uva de mar y cocoteros, donde somos obsequiados con un ponche de ron. Se trata de la playa de Grand Anse, la más famosa de la isla, situada a tan sólo 3 km de la capital. Dicen que está considerada como una de las 10 playas más bonitas del mundo. Pasamos una hora en ella y regresamos al barco. Tras estar más de 3 horas hablando en francés, al despedirnos, el guía nos dice en perfecto castellano: ¿Habláis español? Yo también. La influencia de la cercana Venezuela es grande en la isla.

Nos ha gustado Grenada. Puede ser un destino al que volvamos a pasar una semana, como ya hemos hecho en Guadalupe y Martinica. Nuestro barco zarpó a las 18:00 con destino a Basseterre (St Kitts & Nevis), población en la que ya estuvimos dos años antes. Desde el MSC Fantasía contemplamos por última vez una panorámica de las colinas de Grenada, que a los conquistadores españoles les recordaban las de la ciudad andaluza de Granada, motivo por el que eligieron su nombre. Enseguida asistimos al espectáculo de la puesta de sol en el Caribe, de las que hemos visto ya unas cuantas.

El viaje continúa, pero de nuestro siguiente destino hablaré en otra ocasión.