CASTRILLO DE DUERO (Valladolid): “Boda de El Empecinado”

Castrillo de Duero es un pequeño pueblo vallisoletano de poco más de un centenar de habitantes que el primer sábado de agosto celebra la recreación de la “Boda de El Empecinado”, en la que participa buena parte del pueblo y de los veraneantes, aunque los “novios” son actores profesionales. Tras tres años de espera, este año se celebrará el 6 de agosto, dando comienzo a las 19:30 h en la Plaza Mayor. Castrillo de Duero es el pueblo natal de Juan Martín Díez, “El Empecinado” (1775-1825), contando con un Centro de Interpretación a él dedicado, además de la escultura situada frente al Ayuntamiento. Se encuentra a 265 km de Leioa, que se realizan en buena parte, hasta Aranda de Duero, por autovía. Para alojarnos, a 11 km tenemos en Peñafiel el Hotel Ribera del Duero. En 2019 tuve ocasión de asistir a esta celebración, en la que mi vecino Eliseo fue el pregonero. Ahora os la muestro en imágenes, ya que fui siguiendo a la comitiva bajo un sol de justicia.

La recreación se celebra en nueve actos o escenarios diferentes, dando comienzo en la Plaza Mayor con el título “Vecinas en la plaza”, en la que posan las mujeres, pero también algunos de los protagonistas masculinos.

Nos trasladamos entonces a uno de los extremos del pueblo para asistir al “Pregón y juego de niños”, siendo el primero de ellos a cargo de mi amigo Eliseo, al que os muestro en tres fases consecutivas. Concluido el pregón, comienzan a jugar los niños  y niñas.

Siguiendo al cortejo que encabezan los músicos y las “autoridades”, me dirijo al tercer escenario, que lleva por título “Fraguando amistades”, que se realiza en el portalón de entrada de una vivienda, convertido en fragua. Niñas y niños ocupan las primeras filas del público

Procurando no entorpecer la labor de la televisión de Castilla y León, sigo al cortejo en su recorrido por el pueblo hasta el siguiente escenario, “Hablares de taberna”, en el que aparecen tres cantineras y cuatro aldeanos jugando una partida de cartas. El público que se congrega a verlos va en aumento por momentos.

Sigo a las “fuerzas vivas” hasta el siguiente escenario, ante el que se congregan muchos espectadores. Se trata de “Hilando fino, fino”, en el que desarrollan su actividad cuatro hilanderas. El sol me está abrasando, pero hay que seguir.

Llegamos al sexto acto, de nombre “Sale el novio”. Por fin podemos ver al primer protagonista del festejo, el novio, que aparece acompañado por la madrina y seguido por el cura y el pregonero.

Acompañamos al novio hasta el consultorio de atención primaria, en el que me sitúo junto al novio y los fotógrafos. Esperamos la salida de la protagonista, la novia al balcón situado en la casa de enfrente. La “Ronda a la novia” es uno de los momentos más esperados. Una vez en la calle, sigue la marcha del cortejo ya completo, encabezado por los músicos, tras los que van la novia y el padrino, el novio y la madrina y, finalmente, los invitados.

Por fin llegamos a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, donde se celebra “El casamiento”. Cuando accedo al interior del templo se encuentra abarrotado, cosa que no resulta extraña ya que es el motivo principal de la recreación. Además se está a cubierto del tórrido sol. Tras la boda, los novios, ya casados, salen a la calle pasando bajo un arco de palmas.

La celebración todavía no ha concluido, pues falta el noveno acto, de nombre “Festejo”. Tras las fotos de rigor a la salida de la iglesia, el cortejo desciende a la plaza, donde tiene lugar el baile que encabezan los novios. En este último acto se reparten viandas y limonada a los asistentes a la “boda”.

La verdad es que ha merecido la pena asistir a esta celebración, pese al calor que hemos pasado durante dos horas, así que os animo a estar la tarde del 6 de agosto en Castrillo de Duero.

AUVERNIA, tierra de volcanes y de románico

Concluyo el relato del viaje realizado por Francia de 12 al 27 de junio pasado, que dejaba la pasada semana en Colmar (Alsacia). El 23 de junio iniciamos la siguiente fase con un viaje de 556 km hasta la capital de la antigua región histórica de Auvergne (Auvernia), Clermont-Ferrand. Las tres siguientes noches las pasamos en el confortable Hotel Ibis Styles Clermont-Ferrand République. Como dejó de llover, a media tarde cogimos el tranvía y nos trasladamos al centro y, más en concreto, a la place de la Victoire, donde se encuentra la oficina de turismo y la fuente de Urbain II. A la plaza se asoma la elegante catedral gótica de Nuestra Señora de la Asunción, en buena parte construida en el siglo XIII. Sobre las 6 de la tarde el comercio cierra sus puertas y la ciudad languidece, hasta en torno de las 19:30 h cuando las terrazas de los bares están abarrotadas. Estamos en tierra de volcanes, aquí llamados puys y de enormes iglesias románicas. De ambas cosas guardo un grato recuerdo de cuando recorrí esta zona en mayo de 2005. Nos gustó tanto que dos meses después repetimos, visitando más iglesias y volcanes.

El 24 de junio amaneció chispeando, así que optamos por el plan B, consistente en visitar varias iglesias románicas, comenzando en el propio Clermont-Ferrand con la basílica de Notre-Dame-du-Port (siglo XII), que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, dentro del Camino de Santiago en Francia. Prestamos especial atención a los capiteles, que llaman más nuestra atención por estar policromados en nuestra siguiente cita, la abadía benedictina de Saint-Austrmoine, en el pueblo de Issoire. También del siglo XII, es probablemente la iglesia que más me gusta. Hay que destacar lo enormes que son, pensando en lo pequeñas que suelen ser nuestras ermitas románicas.

Las dos siguientes iglesias las tenemos bastante cerca, encontrándose la siguiente en el pueblo de Brioude. Se trata de la basílica de Saint-Julien, construida entre los años 1060 y 1180. Es la iglesia románica más grande de Auvernia, llamando especialmente mi atención las columnas con pinturas y, sobre todo, los frescos del siglo XII situados en la bóveda de la capilla de Saint-Michel. Tras la visita aprovechamos para comer, desplazándonos luego a Lavaudieu, donde se encuentra la abadía e iglesia de Saint-André, en la que destaca el claustro, el único románico de Auvernia, con sus curiosos capiteles. También es relevante el Refectorio, adornado con una pintura mural del siglo XII.

Como la tarde ha quedado preciosa decidimos alargar el viaje hasta una ciudad que me encanta, Le Puy-en-Velay, conocida por ser el principal punto de partida del Camino de Santiago en Francia, por los encajes y por las lentejas verdes. Antes de llegar nos detenemos para contemplar la Fortaleza de Polignac. Poco después lo hacemos para disfrutar de una vista panorámica de la ciudad, de la que sobresalen la capilla de Saint-Michel d’Aiguilhe, construida sobre un pitón volcánico de 80 metros de altura, la roca Corneille sobre la que se levanta la imagen de Notre-Dame de France y la curiosa Catedral, a la que subimos, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

25 de junio. Siguen indicando lluvia, pero ha amanecido un día precioso. Seguimos “de románico”, teniendo la primera cita en Saint-Nectaire, preciosa iglesia del siglo XII, que guarda dos joyas de la misma época, el busto de Saint-Baudime, realizado en cobre dorado, y la imagen de Notre-Dame-du-Mont-Cornadore, de madera policromada. Subimos al Puy de Sancy, del que luego os hablo y, por la tarde nos acercamos a Orcival para visitar la iglesia románica de Notre-Dame, que guarda la imagen de la Virgen de Orcival. Llamaron mi atención la enorme cripta y las estaciones colgadas de las paredes. Y la lluvia llegó.

Entre las dos iglesias anteriores nos acercamos a Le Mont Dore, estación termal e invernal sobre la que se levanta la montaña más alta de Auvernia, el Puy de Sancy (1886 m). En 2005 realizamos una buena travesía desde esta montaña pero en esta ocasión nos limitamos a subir a su cumbre, mirando al cielo por la amenaza de lluvia. La ascensión es muy sencilla, pues se sube en teleférico hasta 1755 metros de altitud. A partir de allí hay que caminar por pasarelas y escaleras de montaña, para nos estropear la sensible pradera, subiendo primero hasta el Pas de l’Ane (1815 m) y de allí a la cumbre. Pasadas las dos de la tarde tuvimos la suerte de poder comer una rica hamburguesa en el restaurante Azur Sancy, partiendo después hacia Orcival, realizando tres paradas por el camino para fotografiar el Lac de Guéry, las Roches Tuilliere et Sanadoire y un grupo de vacas.

De regreso a Clermont-Ferrand, como llovía y había niebla descartamos ir al Puy de Dome, acercándonos a Mozac para visitar la iglesia románica de Saint-Pierre, del siglo XII como casi todas, en cuyo interior destaca el relicario esmaltado de Saint-Calmin, pudiendo tocar con las manos varios esculpidos capiteles, pues se encuentran en el suelo. El 26 de junio iniciamos el regreso a casa. De camino pensábamos subir al Puy Mary, pero debido a que llovía sin parar cambiamos de planes y nos acercamos a otra interesante iglesia románica que no conocíamos, la de Notre-Dame de Saint-Saturnin, también del siglo XII, yendo a dormir hasta el Hotel Ibis Pessac, cerca de Burdeos, donde nos alojamos la primera noche.

Con estas tres entregas de nuestro último viaje por Francia he pretendido tan sólo mostraros el “escaparate” de cuanto hemos visto, por si os animáis a realizarlo. Espero más adelante presentaros con más detalle los lugares más interesantes. Eso sí, tened en cuenta que la crisis también ha llegado a Francia y con ella los recortes, que la gasolina está más cara que aquí especialmente en las autopistas, que hay que pagar muchos peajes, que los servicios han caído por falta de mano de obra y que muchos lugares que antes no cerraban al mediodía, ahora lo hacen, como restaurantes de carretera y teleféricos.

Destino Alsacia (y 2): Alto Rin y Selva Negra (Alemania)

Continúo el relato de mi último viaje por Alsacia que dejaba la pasada semana en Estrasburgo. Sin salir de esta región, el 18 de junio cambiamos de hotel, trasladándonos al Ibis Colmar Est, situado en las afueras de Colmar, a tan sólo 80 km de nuestro hotel anterior. Seguimos en Alsacia y más en concreto en el departamento de Alto Rin, pues de camino nos detuvimos en dos pueblos, siendo el primero Obernai, que cuenta con una hermosa plaza del Mercado (place du Marché), en cuyo centro se encuentra la fuente de Sainte-Odile, desde la que contemplamos el Ayuntamiento, el Beffroi o Torre de la Capilla y el Halle au Blé.  A un paso tenemos el pozo de los Seis Cubos y la iglesia de los santos Pedro y Pablo. Sin salir del departamento, la siguiente cita la tenemos en Selestat, donde los principales edificios son la Tour Neuve y las iglesias de Sainte-Foy (románica). y Saint-Georges (gótica), llamando la atención la veintena de juegos de madera para niños, que vimos repartidos por la población.

Cambiamos de departamento, pasando al de Bajo Rin, donde pernoctamos las siguientes cinco noches alsacianas, para acercarnos al castillo Haut Koenigsbourg, del que guardo un buen recuerdo de cuando lo visité hace veinte años. Situado a 800 metros de altitud, rodeado de viñedos, sus orígenes se remontan al siglo XII, aunque se encuentra en magnífico estado gracias a la restauración concluida en 1908. Entre el calor que hacía y la cantidad de escaleras con que cuenta, optamos por no subir a las torres, desplazándonos luego a comer a un restaurante cercano, L’Orée du Chateau, donde degustamos unas ricas salchichas con ensalada y patatas fritas. Pensábamos haber visitado otra localidad que ya conocíamos, Kayserberg, pero con 38 grados de temperatura decidimos refugiarnos en el aire acondicionado del hotel.

Domingo 19 de junio. Tratando de evitar el intenso calor, decidimos desplazarnos a la alemana Selva Negra. Habíamos pensado en el lago Titisee, pero eso mismo pensaron muchísimos franceses, suizos y alemanes. Nos sorprendió que los aparcamientos de otros lagos más pequeños estaban abarrotados pese a contar con parquímetro. Luego supimos que en los lagos franceses parece ser que está prohibido el baño. Nuestro destino fue una pequeña cascada, de nombre Menzenschwander Waterfall, por cuyo entorno caminamos un rato. Al menos en altitud, la temperatura era más soportable.

Comemos en un italiano pagando por tercera vez en efectivo, ya que en ningún restaurante alemán nos han aceptado la tarjeta de crédito, llenamos luego el depósito de gasolina pues en Alemania estaba a menos de 2 € y nos dirigimos a Freiburg im Breisgau, oficiosa capital de la Selva Negra en la que, tras tomar un helado y un café, nos arrastramos por sus desérticas calles, ya que los domingos está todo cerrado. Menos mal que en el interior de la Freiburger Münster, la gótica Catedral, hacía fresquito. En la plaza que preside se encuentra el colorista Almacén Histórico (Kaufhaus). También nos agradó el antiguo Ayuntamiento y la Torre Martinstor. Lo malo fue el regreso a Colmar, pues tuvimos un gran atasco en el que tardamos una hora en recorrer 5 km de autopista, perdiendo el ahorro de la gasolina.

Para el 20 de junio hemos dejado la visita de los pueblos que más nos gustaron del departamento de Alto Rin (Haut-Rhin) cuando viajamos a Alsacia en 2002, comenzando en Bergheim, al que accedemos por la Grand Rue, sobre la que se levanta la monumental puerta de Obertor. Recorremos el casco antiguo, que luego bordeamos por el exterior de la muralla, fotografiando las diferentes torres. La siguiente cita la tuvimos en una pequeña joya de nombre Ribeauvillé. La mayoría de sus hermosas y monumentales construcciones se asoman a la calle principal, la Grand Rue, que se va abriendo formando diferentes plazas, pero que otras veces se estrecha, teniendo que pasar bajo la airosa Tour des Bouchers.

El tercer pueblo que visitamos, Riquewihr también se articula en torno a una calle principal, en este caso la del Général de Gaulle, a la que se asoman los principales edificios. Accedemos a la población desde la place des Charpentiers, donde se encuentra el aparcamiento, pasando bajo sus dos principales construcciones, la Porte Haute y la Tour Dolder. Se ha echado la hora de comer optando nuevamente por la cocina alsaciana, con el cerdo como protagonista, en Au Tire Bouchon, un buen restaurante por cierto. Los treinta y muchos grados nos vuelven a tirar al aire acondicionado del hotel, pero a media tarde nos desplazamos a la capital administrativa de Alto Rin, Colmar, cuya visita es obligada, para disfrutar de sus preciosos rincones, entre los que destacan la Pequeña Venecia (Petite Venise), la rue de la Poissonerie, la Colegiata Saint-Martin, la Casa Pfister y la Maison des Tetes. En otra ocasión volveré a hablar con más detalle de estos lugares.

Empachados de tantos monumentos, el 21 de junio decidimos dedicarlo a la naturaleza, realizando en coche una ruta de casi 200 km por la zona de los Vosgos, acercándonos sucesivamente a cuatro lagos, Blanc, Noir, por cuya orilla caminamos un rato, Forlet, también llamado des Truites y Vert. Bordeamos luego el monte Hohneck, contemplando desde lo alto otros lagos y varios rebaños de vacas, deteniéndonos a comer de bocata en unas mesas al borde de la carretera. Luego tocó caminar, algo menos de una hora entre ida y vuelta, para subir al punto culminante de los Vosgos, el Grand Ballon (1424 m). Como hemos pasado la jornada a bastante altitud, hemos disfrutado de una magnífica temperatura pero, en cuanto descendemos al valle, volvemos a la cruda realidad de los más de 30 grados, así que en Thann nos limitamos a un corto paseo, pues su principal monumento es la gótica Colegiata de San Theobald, en cuyo interior se estaba de maravilla. Lo peor fue el caos circulatorio que ocasionó el Día de la Música, que se celebra en casi todos los pueblos, que se dejan peatonales.

22 de junio, último día en Alsacia. Como la previsión era de lluvia, cosa que agradecimos, optamos por un plan B, desplazarnos a la capital económica de Alto Rin, Mulhouse. Como llovía poco nos animamos a recorrer un poco su centro histórico, que se articula en torno a la Place Reunion, a la que se asoman la iglesia de Saint-Étienne y el Antiguo Ayuntamiento. Siguiendo las recomendaciones de la Oficina de Turismo, nos desplazamos luego en tranvía hasta el Musée National de l’Automobile, uno de los más importantes museos del automóvil del mundo. Merece la pena pagar los 18 € que cuesta la entrada. De nuevo en el centro, como el tiempo mejoró, antes de regresar a Colmar dimos un agradable paseo por el Parc à Sculptures.

Tras pasar 9 noches en Alsacia, sigo manteniendo que es la región francesa que más me gusta. Hemos disfrutado de sus pueblos, de los viñedos y de la presencia de las cigüeñas, el emblema de la zona. Eso sí, hemos salido un poco saturados de comer cerdo, tanto que el último día pedimos en el hotel que nos prepararan para cenar huevos fritos con patatas. Otra cosa buena es que en todos los pueblos hay amplios aparcamientos, la mayoría gratuitos, aunque en el centro suele haber OTA, pero gratis, siendo necesarios los antiguos relojes que aquí pasaron a la historia, así que estamos agradecidos al transportista que nos regaló uno en Wissembourg, el segundo día. El viaje continúa, pero será en Auvernia, de donde espero hablar la próxima semana.

Destino Alsacia (1): Bourges, Nancy y Bajo Rin

Del 12 al 27 de junio realizamos el cuarto viaje del año, en esta ocasión de 16 días, teniendo como destino lugares en los que en la mayor parte ya habíamos estado con anterioridad, caso de Nancy y Alsacia (en junio de 2002) y Auvernia (en mayo y julio de 2005). En total hemos recorrido 4.417 km en coche, 112 a pie y unos cuantos en tranvías de tres ciudades. Lo peor ha sido el elevado precio de la gasolina, pues hemos gastado en repostar 701 €, a los que hay que añadir más de 200 de peajes de autopistas. Vamos, que en transporte hemos gastado más que en los viajes a La Palma y Menorca juntos. El dormir tampoco ha resultado barato pese a que hemos optado las 15 noches por los sencillos Hoteles Ibis, en los que he viajado por todo Europa, comprobando que los precios han subido con la pandemia y la calidad se ha desplomado. Mientras que en el de Colmar Est nos trataron de maravilla, preparándonos unos huevos fritos con patatas para la última cena, nunca volveré al Strasbourg Avenue du Rhin, donde nos castigaron sin cenar, primero adelantando la hora de cierre a las 21:00 pese a que en los carteles del hotel ponía una hora más tarde y las dos noches siguientes alegando que tenían un grupo, de Fuerteventura por cierto. Tampoco nos perdimos nada, pues los canarios nos comentaron que la comida era penosa. Este hotel no era nada barato (414,20 € las cuatro noches con desayuno), pues las habitaciones eran minúsculas y las parcelas del aparcamiento de pago en versión reducida. Vamos, un lugar para no recomendar.

Como Alsacia queda muy lejos de Leioa, salimos el 12 de junio por la tarde, para hacer una noche de paso en Pessac, en la periferia de Burdeos y fijamos como primer destino para el 13 de junio, Bourges, de forma que nos quedara la tarde libre para visitar la Catedral de Saint-Etienne, una de las obras maestras del arte gótico que, desde 1992, forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Construida entre los siglos XII y XIII, cuenta con excelentes imágenes y vidrieras. Recorrimos también su centro histórico, en especial la rue Bourbonnoux y la place Gordaine, a las que se asoman hermosas casas con entramados de madera en su fachada. Lo malo es que aquí empezamos a sufrir la ola de calor que nos acompañó durante 10 días, acostumbrándonos a pasar las tardes con temperaturas de 38 grados, a cenar con 30 y a desayunar con 27. Menos mal que para dormir y viajar teníamos aire acondicionado.

Al día siguiente, 14 de junio, todavía teníamos muchos kilómetro hasta Estrasburgo, así que, para no tener la sensación de estar todo el día en una autopista y de paso estirar las piernas, decidimos parar algo más de una hora en un lugar que me encantó en el viaje anterior, Nancy, aunque en esta ocasión nos limitamos a tomar un café en la preciosa plaza Stanislas que, desde 1983, forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, junto a otras tres cercanas plazas a las que también nos acercamos, la de la Carrière y la de la Alliance. También vimos la Catedral, pues junto a ella se encontraba el parking en el que aparcamos el coche.

Tras conducir durante más de 1.500 km, el 15 de junio decidí no tocar el coche, así que nos desplazamos en tranvía hasta el centro de Estrasburgo, cerca de la plaza Kléber. Desde 1988, esta ciudad forma parte también del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. A media mañana tomamos un barco que, durante hora y cuarto, recorre los canales, la Petite France, los Puentes Cubiertos y la zona en la que se encuentran el Parlamento Europeo y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La excursión merece la pena, aunque pasamos muchísimo calor. Tras salir del barco, aprovechamos que la gente estaba comiendo para visitar el interior casi vacío de la monumental Catedral, comiendo a continuación un rico codillo con chucrut (jarret braisé) en el restaurante Au Dauphin, un lugar a recomendar situado frente a la Catedral y la emblemática Casa Kammerzell. Fue la mejor relación calidad-precio del viaje. La tarde la dedicamos a volver a visitar, ahora a pie, la Petite France y los Ponts Couverts.

El plan para el día 16 de junio consistió en recorrer unos 200 km por el departamento del Bajo Rin (Bas-Rhin), regresando a Estrasburgo por la vecina Alemania. Pese a haber sido integrada en 2016 en la nueva región de Gran Este con bastante oposición, Alsacia sigue conservando un estatus especial desde 1921 como “colectividad europea de Alsacia”. Personalmente es la región francesa que más me gusta, contando con preciosos pueblos como el primero que visitamos, Hunspach, en el que todas sus casas (filas superiores del collage) son de postal. La segunda parada fue en el florido pueblo de Seebach, en el que destaca su coqueto Ayuntamiento.

El tercer y último destino del Bajo Rin fue una población bastante más grande y con más personalidad, Wissembourg, situada en el extremo norte del departamento, haciendo frontera con Alemania. Su edificio más representativo es la iglesia abacial de Saint-Pierre-et-Saint-Paul, en cuyo interior destacan la capilla del Sagrado Corazón y los frescos góticos sobre la vida y pasión de Cristo. Cuenta también con un notable centro histórico, en el que destacan la Maison du Sel y el Ayuntamiento. Aprovechamos para comer en esta población antes de continuar el recorrido.

Tras la comida cruzamos los cuatro brazos que aquí tiene el caudaloso río Rin, continuando en dirección a Estrasburgo un centenar de kilómetros hasta Gengenbach, pequeña localidad alemana que presume de ser la joya medieval de la Selva Negra. Al llegar nos sorprende encontrar todo el comercio cerrado y muchas banderas amarillas y blancas. Pronto descubrimos que es el Corpus, festivo en buena parte del sur de Alemania. El rincón más hermoso es la Plaza del Mercado (Marktplatz), en cuyo centro se encuentra la monumental fuente Röhrbrunnen. A la plaza se asoman el Ayuntamiento (Rathaus) y el Palacio de Löwenberg. Cuenta también con otros notables edificios como la iglesia de Santa María y dos impresionantes puertas-torre de nombres Obertor y Kinzigtor. También llamó mi atención la fuente en forma de grupo escultórico dedicada al Carnaval. Estamos a 40 km de Estrasburgo.

El 17 de junio, última jornada en el Bajo Rin, tuvimos otros 200 km de viaje, pues nos desplazamos nuevamente hasta el extremo norte del departamento para conocer el Parque Natural de los Vosgos del Norte, deteniéndonos en primer lugar en la Casa del Parque, en La Petite-Pierre. Nuestro destino final es Roppeviller, donde aprovechamos para comer en el Restaurant Lorrain, muy bien y barato por cierto. De este pequeño pueblo parte el circuito circular del “Rocher d’Altschlossfelsen”, de unas dos horas de marcha, que tiene como principal destino estas hermosas y rojizas formaciones rocosas situadas en la vecina Alemania, por cuya muga caminamos.

Más adelante volveré a hablar de algunos de estos lugares con mayor amplitud. Estamos en el sexto día de viaje, pernoctando por cuarta noche consecutiva en Estrasburgo, la capital de Alsacia, aunque todavía pasaremos otras cinco en esta colectividad europea, cerca de la ciudad de Colmar, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

Las Edades del Hombre en Plasencia (Cáceres)

No suele ser nada habitual que la exposición “Las Edades del Hombre” salga de la comunidad de Castilla y León, pero este año se ha desplazado a tierras extremeñas y más en concreto a la localidad cacereña de Plasencia, una población que me gusta y en la que he estado en varias ocasiones, la última el pasado año. Bajo el lema “Transitus” la XXVI edición de “Las Edades del Hombre” tiene como escenario la Catedral de Plasencia hasta el mes de diciembre. El recorrido consta de 7 capítulos y un epílogo, pudiendo contemplar 180 obras de arte sacro de artistas de la talla de Zurbarán, El Greco y Gregorio Fernández. La imagen del cartel de la exposición está sacada del manuscrito “Placentiae urbis et eiudem episcopatis, descriptio” (Descripción de la ciudad y obispado de Plasencia), de Luis de Toro, documento datado en el año 1573.

La Catedral es el principal monumento de Plasencia. Aunque el interior estará completamente modificado para mostrar la exposición de “Las Edades del Hombre”, es de obligada visita cuando nos acercamos a esta ciudad. En realidad son dos edificios solapados, que ahora no resulta fácil diferenciar. La Catedral Vieja o de Santa María fue construida entre los siglos XIII y XIV en estilo románico, destacando en ella el claustro. Por su parte la Catedral Nueva fue proyectada a finales de siglo XV, siendo dirigida por arquitectos de la talla de Juan de Álava, Francisco de Colonia, Diego de Siloé y Rodrigo Gil de Hontañón, con objeto de sustituir a la Catedral Vieja.

Seguimos recorriendo la Catedral. La parte izquierda del collage corresponde a la Catedral Nueva y más en concreto a lo que más me atrajo de ella, el retablo mayor, junto al que se encuentra el de la Asunción. El retablo mayor fue tallado por el imaginero Gregorio Fernández y su escuela vallisoletana, contando con pinturas de los madrileños Francisco Rizi, Luis Fernández y Mateo Gallardo. En la parte derecha tenemos a una de las joyas de la Catedral Vieja, la Sala Capitular. En ella se encuentra también el Museo Catedralicio, del que vemos alguna de sus obras.

Siguiendo en la Catedral Nueva nos detenemos en otra de sus joyas, la sillería del Coro, de madera de nogal, que cuenta con cientos de figuras talladas a finales del siglo XV por el maestro Rodrigo Alemán. En el presbiterio se encuentra un sepulcro con la escultura orante del que fuera obispo de la diócesis de Plasencia en el siglo XVI, Pedro Ponce de León. Frente a ella tenemos la monumental puerta de la sacristía, realizada por Francisco de Colonia y Juan de Álava en estilo plateresco. También llamó nuestra atención el órgano.

542 km separan Leioa de Plasencia, que se cubren en poco más de 5 horas, pues todo el viaje se efectúa por autopista y autovías. Una buena opción para pernoctar es el Parador de Plasencia **** (https://www.parador.es/es/paradores/parador-de-plasencia), pues es como alojarse dentro de un museo, ya que se trata de un edificio histórico que se ubica en el antiguo convento de Santo Domingo, construido en el siglo XV en estilo gótico. Tras recorrer la ciudad, resulta relajante sentarse a tomar algo en la terraza de la cafetería, situada en el claustro, o darse un chapuzón en la piscina si hace calor. Tiene una puntuación de 9,5.

Plasencia cuenta con un destacado conjunto monumental, así que aprovechamos para callejear por el centro histórico. Nada más salir del Parador tenemos el convento de San Vicente, que alberga el Museo de la Semana Santa. Al lado se encuentra el Palacio del Marqués de Mirabel (siglo XV) y, en frente, la iglesia de San Nicolás (siglo XIII). Pronto vemos la Casa de los Carvajal, frente a la que vemos la curiosa escultura “Escena 3”, de Antonio Morán. La calle Zapatería nos conduce a la Plaza Mayor, marco ideal para sentarnos en una terraza mientras contemplamos la torre de la iglesia de San Esteban y la Casa Consistorial, con el Abuelo Mayorga situado en su tejado. Es el autómata que se encarga de dar las horas a la población.

A un paso tenemos el acceso a la Catedral Vieja que cuenta con interesantes edificios en su exterior, siendo el más notable la Casa del Deán, en la que destaca un gran balcón en ángulo neoclásico-corintio, coronado por un monumental escudo. También contemplamos el Obispado y la escultura de Manuel García Matos. En nuestro peregrinar por el centro histórico, sucesivamente nos vamos deteniendo ante la Casa de las Argollas, el Auditorio, que ocupa la antigua iglesia de Santa Ana, el Teatro Alkazar, la plaza de Torre Lucía, la iglesia románica del Salvador y la Casa de los Almaraz, de estilo herreriano.

Un buen lugar para pasear consiste en bordear la muralla medieval, de 2,39 km de perímetro, construida a finales del siglo XII con fines defensivo, que protege el casco antiguo desde la fundación de la ciudad. Nos detuvimos en dos de sus puertas, las que más nos gustaron, comenzando en el Cañón de la Salud, una peculiar estructura que se construyó entre 1721 y 1723 en lo que originalmente era la puerta de Trujillo. La otra, mucho más auténtica es la de Berrozanas, aunque su actual aspecto renacentista data de 1571. Concluimos este apresurado recorrido por Plasencia en el el acueducto medieval del siglo XVI, conocido como los Arcos de San Antón.

El horario de la exposición “Las Edades del Hombre” es de 10 a 14 y de 16 a 20 h, de martes a viernes, no cerrando a mediodía los sábados y domingos. El precio de la entrada individual es de 6 euros.

Viaje por Polonia (y 3): De Cracovia a Varsovia

Continúo el relato del viaje a Polonia realizado del 6 al 23 de junio de 2015, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Cracovia, donde todavía pasamos una jornada más, el 19 de junio, desplazándonos en primer lugar tan sólo 12 km hasta un sitio en el que ya había estado con anterioridad y que me gustó como para repetir, sobre todo por su originalidad. Se trata de la Mina de Sal de Wieliczka, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978. Lo más impresionante es la Capilla de St. Kinga, una sala de 54 metros de longitud que cuenta con una exquisita decoración realizada a base de sal. Para su visita hay que tener en cuenta que en el recorrido tenemos 800 peldaños de escalera y que sólo hay dos baños, a los 40 y 90 minutos del inicio de la visita, que dura casi tres horas.

38 km más y llegamos al segundo lugar a visitar y que no conocía, pese a que desde 1999 también forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, porque “es un paisaje cultural de enorme belleza e importancia espiritual. El marco natural en el que están ubicados los lugares simbólicos de culto relacionados con la Pasión de Jesucristo y la vida de la Virgen María, ha permanecido prácticamente inalterado desde el siglo XVII. Hoy en día sigue siendo un lugar de peregrinaje”. Se trata del Santuario Kalwaria Zebrzydowska, en el que destaca la basílica barroca.

El día 20 de junio tuvimos que recorrer 318 km para desplazarnos a Zamosc, pero a los 83 nos detuvimos en la coqueta población de Tarnów, conocida como la pequeña Cracovia, situada en la ruta jacobea a 3.822 km de Santiago de Compostela, tal como pudimos ver en un cartel. Lo que más me gustó fue la Plaza del Mercado (Rynek), que ha conservado gran parte de su antiguo aspecto, teniendo en el centro el hermoso Ayuntamiento. Nos acercamos también a la Catedral y al mercado, para concluir con la visita al Museo Etnográfico, que muestra la única exposición permanente de la historia y de la cultura gitana en Europa. También hay una colección de ropa, herramientas y otros servicios públicos, llamando especialmente la atención los cinco carruajes ubicados en el patio trasero.

235 km más y estamos en Zamosc, donde nos alojamos dos noches en el Hotel Renesans, situado en pleno centro histórico, para pasar íntegramente el 21 de junio en esta población cuya ciudad vieja forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1992. Una gozada poder estar una jornada sin tener que conducir. La ciudad tiene infinidad de cosas para ver, como la torre de la Catedral, por lo que ampliaré la información en otra ocasión, pero ante todo me quedo con el Rynek o Plaza del Mercado, donde se encuentra el coqueto Ayuntamiento, en cuyas escaleras tuvo lugar un espectáculo nocturno. A esta porticada plaza se asoman hermosas casas armenias, algunas profusamente decoradas. Por cierto, os dice algo la última imagen que ilustra este texto, tomada en 2015?

El viaje va tocando a su final, así que el 22 de junio iniciamos la última etapa de 263 kilómetros hasta Varsovia, aunque a los 88 nos detuvimos en Lublin para visitar el castillo (Zamek-Muzeum Lubelskie), situado en una colina sobre los restos de un castillo construido entre los siglos XIV y XVI. A sus pies se encuentra la hermosa plaza del Castillo, donde iniciamos un breve recorrido por el centro histórico pasando junto al Tribunal Real y la Catedral, antes de llegar a la Brama Krakowska o Puerta de Cracovia, resto de la muralla del siglo XIV.

175 km más y llegamos a Warszawa (Varsovia), la capital del país, donde nos alojamos en el Hotel Karat. Como en mi anterior viaje no me cautivó especialmente la ciudad, dejamos para ella tan sólo una tarde y una mañana. Como las previsiones para el día siguiente daban lluvia, dedicamos la tarde a “patear” ampliamente el centro histórico, formado por la Ciudad Vieja (Stare Miasto) y la Ciudad Nueva (Nowe Miasto), que desde 1980 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, como “ejemplo destacado de reconstrucción casi total de una secuencia histórica que se extiende desde el siglo XIII hasta el siglo XX”. Quién diría que el 90 % de lo que ahora nos deslumbra quedó destruido durante la segunda guerra mundial. Entre otras muchas cosas pudimos contemplar el Castillo Real, la columna del rey Segismundo III Vasa, la Barbacana, la colección completa de iglesias y el símbolo de la ciudad, la sirena.

Hemos disfrutado de un tiempo magnífico durante el viaje por Polonia pero, el último día, 23 de junio, amaneció en Varsovia amenazando lluvia, como estaba previsto. Menos mal que aprovechamos la tarde anterior, pues para este día tan sólo pensábamos caminar por la zona moderna, en la que abundan los rascacielos, hasta llegar al mayor de ellos, el Palacio de la Cultura y la Ciencia, construido en 1955 en la época soviética. Con 237 metros de altura, es el edificio más alto de Polonia, Al llegar frente a él comenzó a “diluviar”, refugiándonos en el moderno Centro Comercial Zlote Tarasy, de donde en taxi regresamos al hotel, comida y al aeropuerto. De esta forma tan sosa concluyó el viaje por un país que me ha encantado.

Del Hotel Karat al Warsaw Chopin Airport hay tan sólo 9 km, así que comimos tranquilos antes de desplazarnos hasta él, pues el Airbus A319 de Brussels Airlines tenía prevista su salida a las 17:45 h. Dos horas de vuelo hasta Bruselas y menos de una de espera para coger el vuelo a Bilbao, aunque luego tuvo 45 minutos de retraso, llegando al aeropuerto de Loiu sobre 23:15. Desde el aire contemplamos una hermosa puesta de sol, que puso el broche a nuestro viaje por Polonia.

No estaría nada mal que las compañías Vueling o Volotea, aunque fuera en verano, se animasen a poner un vuelo directo a Varsovia, como han hecho a otros destinos como Bucarest o Atenas. Creo que tendría demanda.

Viaje por Polonia (2): De Gdansk a Cracovia

Continúo el relato del viaje realizado a Polonia del 6 al 23 de junio de 2015, que dejaba la pasada semana en la preciosa ciudad de Gdansk.

El 12 de junio tuvimos que cubrir los 332 km que separan las ciudades de Gdansk y Poznan, aunque cuando llevábamos 173 km, algo más de dos horas de viaje, nos detuvimos en Torun, un  ciudad de la que no había oído hablar pese a formar parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1997. La verdad es que me gustó, pues tiene gran cantidad de cosas a ver, como podéis comprobar en este resumen fotográfico, ya que cuenta con numerosas esculturas y más de 300 monumentos inscritos, siendo mi lugar favorito la Plaza Mayor, a la que se asoma el Ayuntamiento y donde se encuentran la escultura de Copérnico y el famoso burrito (Osiolek). Desde el otro lado del río Vístula se tiene una de las más bonitas panorámicas de una ciudad que se puede ver en Polonia.

160 km más de viaje y llegamos a Poznan, ciudad en la que nos alojamos dos noches en el Hotel Ibis Poznań Centrum y a la que dedicamos íntegramente el 13 de junio ya que tiene muchas cosas que ver, por lo que volveré a hablar de ella en otra ocasión. Mi lugar favorito es la Plaza del Mercado, que cuenta con varios museos y fuentes, siendo lo más relevante el ayuntamiento (Ratusz), bajo el que hay que situarse cada día a las 12 del mediodía para ver a los cabritos que salen de la torrecilla del reloj. Luego aprovechamos para comer en la plaza a base de salchichas y pinchos morunos. Para la cena optamos por la “zurek”, la sopa local servida en el interior de una hogaza de pan, Los cabritos son el emblema de la ciudad, pero para la imagen central he optado por el grupo escultórico del Cytadela Park.

El 14 de junio tocó nuevo desplazamiento de 189 km hasta la ciudad de Wroclaw. Como pensábamos realizar un alto en la ruta, atraídos por unos vistosos carteles, cuando llevábamos 80 km recorridos nos detuvimos en el pueblo de Osiecznej, situado al igual que Torun en la ruta jacobea. El Camino de Santiago está muy presente en Polonia, pues vimos las indicaciones en unas cuantas poblaciones. Se nota que son muy religiosos. La atracción de este lugar radica en que al lado de la carretera se encuentra el Museo de la Molienda, basado sobre todo en que conserva tres molinos, uno de 1761 y dos del siglo XIX, de los 1.800 que hubo en esta región. La parada merece la pena.

109 km más y llegamos a otra encantadora ciudad, a la que también pienso dedicar un espacio mayor más adelante, Wroklaw, conocida en castellano como Breslavia. en la que pasamos dos noches en el Hotel Ibis Styles Wroclaw Centrum. Desde el año 2006, el Pabellón Popular(Hala Ludowa), forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, como uno de los edificios representativos del siglo XX, aunque mi lugar favorito es la Plaza del Mercado, en la que volvimos a comer unas salchichas tras fotografiar el viejo Ayuntamiento (Ratusz), del siglo XIV, uno de los mejores ejemplos del estilo gótico silesiano y la cervecería Piwnica Swidnicka, la más antigua de la ciudad. Las dos tardes que permanecimos aquí tuvimos una distracción añadida, buscar los numerosos enanitos distribuidos por la ciudad, que tienen su origen en una manifestación contra el régimen comunista.

El 15 de junio por la mañana recorrimos otros 167 km para visitar dos iglesias de la Paz, ubicadas en Jawor y Świdnica, que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2001 y son sendas joyas arquitectónicas. Su origen se remonta a 1648, cuando el Tratado de Westfalia concedió a los protestantes luteranos de las zonas católicas de Silesia el derecho a la construcción de tres iglesias: en Głogów, Jawor y Świdnica. Eso sí, no podían utilizar clavos. La primera la destruyó un incendio y las otras dos han sido magníficamente restauradas. Las dos primeras filas corresponden a la del Espíritu Santo de Jawor, que cuenta con una comunidad protestante de tan sólo 40 personas, pero tiene capacidad para 5.500. Destacan las pinturas del siglo XVII. Las dos filas de abajo son de la iglesia de la Paz de la Santísima Trinidad de Świdnica, que está considerada como la iglesia de entramado de madera más grande de Europa. Destacan en ella el púlpito y el altar.

El 16 de junio volvió a tocar desplazamiento. Por delante tuvimos 290 km para llegar a Krakow (Cracovia), aunque nos desviamos de la ruta para visitar antes los campos de concentración de Auschwitz, construidos tras la invasión de Polonia por los nazis. En primer lugar visitamos el de Auschwitz I, aunque no entré al interior de los pabellones pues recuerdo la dureza de lo que vimos cuando lo visitamos en el año 2000, así que me quedo con la enorme inscripción que hay a la entrada: “Arbeit macht fre” (El trabajo hace libre), algo que hacía pensar a los prisioneros que en algún momento iban a lograr salir del campo. Nos desplazamos luego a Bikernau, donde se encuentra Auschwitz II, al que llegaban los prisioneros en un tren de mercancías, en un viaje en el que pasaban varios días sin comer ni beber, antes de ir a las cámaras de gas. Resulta muy duro visitar este lugar.

67 km de viaje más y llegamos a Cracovia, ciudad en la que pasamos cuatro noches en el Hotel Campanile Krakow, situado en el casco antiguo, por cuya puerta pasaban por las mañanas los gaupaseros, ya que es una ciudad con mucho ambiente, además de ser muy monumental, por lo que desde 1978 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Como en otras ciudades, el lugar más hermoso es la Plaza del Mercado (Rynek Glówny), trazada en 1257, que es la plaza medieval más grande de Europa, a la que se asoman la Lonja de los Paños, la Basílica de Santa Maria, la iglesia de San Adalberto y la torre del antiguo Ayuntamiento. También la visitamos de noche, pues tengo un grato recuerdo de mi viaje anterior. Otros sitios de interés son la zona del castillo de Wawel, la Catedral, las sinagogas, las murallas y la Barbacana. Obligatoriamente hay que comer la “Zapiekanka XXL”, una especie de pizza hecha sobre una barra de pan abierta por la mitad. Volveré a hablar con más detalle de esta hermosa ciudad, en la que coincidimos con un festival de folclore.

El 17 de junio desde Cracovia visitamos el macizo de los Tatras, para lo que tuvimos que recorrer 220 km, sin contar los que hicimos por error al entrar en Eslovaquia cuando nos dirigíamos a Palenica Białczańska, un parking en el que cogimos un carro tirado por caballos para subir hasta Morskie Oko (Ojo Marino), un impresionante lago de color verde esmeralda situado a 1395 metros de altitud y rodeado de montañas con algo de nieve, situado en el Parque Nacional de los Tatras, que comparte Polonia con Eslovaquia. El descenso lo efectuamos caminando, teniendo la suerte de ver varios ciervos. La tarde la pasamos en la encantadora y turística población de Zakopane, en la que nos atrajo especialmente la iglesia Matka Boska Częstochowska, construida totalmente de madera y su coqueto cementerio.

Todavía pasamos cuatro noches más en Polonia, otra en Cracovia, dos en Zamosc y la última en Varsovia, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

Viaje por Polonia (1): De Bialowieza a Gdansk

Del 6 al 23 de junio de 2015 viajamos a Polonia, un país con una extensión de 312.6964 km² y una población de unos 38 millones de habitantes. Volamos con Brussels, con una magnífica conexión en Bruselas, unas 2 horas de vuelo más una de escala y otras dos horas de vuelo a Varsovia. Nada más llegar, a las 11:45 h, en el propio aeropuerto cambiamos los euros por los zloty, la moneda local, que en lo sucesivo obtuvimos en las casas de cambio, de nombre “Kantor”. A continuación recogimos el Toyota Auris que habíamos alquilado y las dos parejas que viajábamos juntas emprendimos el viaje de 250 km hasta la localidad de Bialowieza, población situada a un paso de Bielorrusia. Por cierto, las áreas de servicio de las autopistas son muy buenas.

Las dos primeras noches polacas las pasamos en Bialowieza, en el Hotel Białowieski Conference, Wellness & SPA ***, para dedicar el día 7 al Parque Nacional de Białowieza (Bialowieski Park Narodowy), uno de los más antiguos de Europa, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Nuestra idea era ver en libertad los grupos de bisonte europeo que allí viven, cosa casi imposible debido a la inmensidad del parque, así que hicimos un breve recorrido a pie, visitando el palacio, el Museo Forestal y de la Naturaleza y el centro de cría de animales en peligro de extinción, cuyo principal atractivo es la numerosa manada de bisontes europeos. También hay ciervos y caballos.

El 8 de junio estábamos de nuevo de viaje, cubriendo los 258 km que nos separaban de Mikolajki, alojándonos dos noches en el Hotel Villa Bella Italia. Mikołajki es un precioso pueblo conocido como la “Perla de Mazuria”, ubicado en el corazón de la región de Mazuria, la tierra de los mil lagos. Más en concreto está a orillas del lago del que toma su nombre, un pequeño ramal del mayor lago polaco, el Sniardwy. Dedicamos la tarde a pasear, contemplando las cigüeñas, gaviotas y cisnes, el mercado y los veleros y barcos de excursiones, buscando uno para el día siguiente. Recomiendan tener cuidado con las garrapatas en esta región.

El 9 de junio lo dedicamos a conocer la zona de los lagos de Mazury (Mazuria) de forma pausada, realizando un crucero de tres horas de duración hasta Gizycko, a bordo de una embarcación de la compañía Zegluga Mazurska. Esta ruta entre los dos puertos lacustres más famosos, discurre por un sistema de canales, construidos en la segunda mitad del siglo XVIII, que une diferentes lagos. Desde nuestro barco vimos un buen número de embarcaciones, pescadores, patos y alguna garza. El día amenazaba lluvia, pero nos libramos.

Nuestro pequeño crucero concluyó en torno al mediodía en Gizycko, una de las mayores ciudades de Mazuria, que está situada entre los lagos Kisajno y Niegocin. Su principal monumento es la fortaleza de Boyen, del siglo XIX, rodeada por un muro de ladrillo de 2.303 metros. También pasamos un buen rato contemplado el paso de embarcaciones por el puente giratorio del siglo XIX, que une parte del canal Luczanski con la fortaleza de Boyen. A última hora de la tarde regresamos en autobús (unos 45 minutos) a Mikołajki.

El 10 de junio iniciamos una larga jornada que nos llevó en primer lugar al castillo de la orden teutónica de Malbork (223 km) que, desde 1997, forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Comienza así un intenso viaje cultural por Polonia que iniciamos en una de las fortalezas medievales más grandes de Europa. De hecho está considerada como la mayor fortaleza gótica y la mayor construcción en ladrillo de toda Europa. Cuenta con tres secciones de diferentes épocas, separadas por fosos y torres. Su visita merece realmente la pena.

Tras visitar el castillo, completamos los 63 km que nos faltaban para llegar a la ciudad de Gdansk, donde pasamos dos noches en el Amber Hotel ***. Como el día estaba espectacular, decidimos pasar la tarde en Sopot, localidad de vacaciones distante poco más de 11 km. Teníamos ganas de ver la original Casa Torcida (Kryzwy Domez), sorprendiéndonos el monumental faro y el Molo, el muelle de madera más largo de Europa (515,5 m), con un montón de cisnes en su acceso. Comenzamos la siguiente jornada desplazándonos 45 km hasta Szymbark, para conocer la curiosa Upside Down House (Casa al revés), en la que el techo es el suelo y cuyo interior se puede visitar, aunque se sale un poco mareado. Al lado se encuentra el tablón más largo del mundo, de 36,83 metros de largo y 1.100 kg de peso.

El resto del 11 de junio lo dedicamos a Gdansk, la auténtica sorpresa de este viaje, pues nunca había oído hablar de esta ciudad y fue la que más me gustó. En este viaje visitamos una docena de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sorprendiéndome que Gdansk no esté en esta selecta lista, pese a estar propuesta desde 2005. De hecho toda la ciudad es un monumento, siendo lo más interesante los edificios asentados en la Ciudad Vieja, en la llamada Ruta Real y en el Paseo del Muelle. Me resulta imposible hablar de esta ciudad en tan corto espacio, así que volveré a dedicarle una entrada en otra ocasión, por lo que dejo tan sólo una pequeña muestra fotográfica.

Me gusta Polonia. Hay hostelería por todas partes y mucho ambiente. Además las carreteras está mucho mejor de lo que nos habían comentado. Todavía nos quedan 2.000 km por delante, pero de ello os hablaré en próximas semanas. El viaje continúa.

Menorca en primavera (y 2): Rutas por la costa

Continúo el relato de la escapada menorquina que realizamos del 2 al 10 de mayo y que dejaba la pasada semana en las proximidades de Ciutadella de Menorca. El cuarto día de viaje nos desplazamos hasta el extremo este de la isla, al Parque Natural de s’Albufera des Grau, dirigiéndonos en primer lugar al Centro de Interpretación Rodríguez Femenias, donde, debido a que en esta época hay muy pocas aves, nos recomendaron el itinerario de “Sa Gola”, que recorre la zona de dunas de la playa de Es Grau y el canal del mismo nombre, un pequeño tramo de tan sólo 1,7 km del Camí de Cavalls. Por ello completamos la jornada con un recorrido costero por Son Xoriguer.

Viernes, 6 de mayo. Por fin ha salido un día espectacular, algo que ya se mantendrá hasta que el martes, Cuando abandonamos la isla. Es por ello que elegimos pasar el día en la capital de la isla, Maó, realizando en primer lugar un viaje de una hora de duración (15 €) en el Yellow Catamarans, que realiza un precioso recorrido por el puerto, una mezcla entre ría y fiordo. Los puntos fuertes del recorrido son la vista de la fachada marítima de Maó, con sus tres iglesias y el paso por el canal de Sant Jordi, que da acceso a la fortaleza de la Mola.

En ascensor subimos luego a la plaza del Carme, centro del casco antiguo, entrando en primer lugar a su popular mercado situado en el antiguo claustro del templo, aunque nos gustó más el mercado del pescado, que alberga también un importante conjunto de bares, con unas cuantas vitrinas llenas de pintxos. Ni en Donostia he visto tanto pintxo junto. Comemos en una terraza de la plaza del Bastió a resguardo del fuerte viento, junto al Pont de San Roc, pasando luego junto a la iglesia de Santa María, concluyendo el recorrido con un rico helado de chocolate.

Con el tiempo ya garantizado, el sábado 7 de mayo lo dedicamos a lo que más me atraía de esta escapada menorquina, un sencillo recorrido a pie por el Camí de Cavalls desde Cala Galdana hasta Cala Macarella, a la que no se puede llegar en coche, pues el aparcamiento más cercano se encuentra a 1,3 km, pero desde el 1 de junio sólo es posible llegar en autobús, debido a la masificación. Eso sí, a pie de playa hay un bar con una amplia terraza. Estiramos la ruta para desviarnos a los cuatro miradores costeros, siendo el mejor el que tiene la vista sobre la hermosa  y afamada Cala Macarelleta, a la que fuimos luego por un estrecho sendero con escaleras talladas en la roca, que hacen casi imposible cruzarse con las numerosas personas que vienen de frente. El recorrido total no llega a 10 km, pero al salir de Cala Macarella, de regreso a Cala Galdana, hay que subir unas 216 escaleras, que a la ida tuvimos que bajar. No quiero ni pensar cómo estará este precioso lugar en verano.

En busca de una zona menos masificada, dejamos para el domingo la visita a otros tres lugares de la cultura talayótica, que en mi opinión eran de segunda división, pues no había que pagar entrada, pero que me gustaron mucho. Los tres estaban muy cerca de Ciutadella, comenzando la visita en la Necrópolis de Cala Morell, situada sobre este enclave costero, en una zona con hermosos acantilados sobre los que se asientan viviendas de lujo. Visitamos a continuación dos poblados talayóticos, Torretrencada, en el que destaca la taula y las tumbas antropomórficas y el de Torrellafuda, con su notable naveta y pequeña taula, un lugar muy sombreado en el que descansan las vacas.

Para el lunes, 9 de mayo, dejamos el desplazamiento al extremo norte de la isla, que comenzamos subiendo en coche hasta su punto culminante (3 km desde Es Mercadal), el monte Toro, donde se asienta un gran Cristo y un santuario dedicado a la Virgen. Desde sus 358 metros de altitud creo que se divisa toda la isla y, más en concreto, la zona que a continuación recorrimos, concluyendo en el pueblo de pescadores de Fornells, importante enclave turístico lleno de restaurantes en el que preparan la especialidad local, caldereta de langosta. Nosotros nos conformamos con el riquísimo fideuá de marisco que preparan en el Sa Proa. Luego subimos a la atalaya local, sobre la que se alza la Torre de Fornells, construida entre 1801 y 1802 durante la ocupación británica de Menorca.

Desde el monte Toro nos dirigimos al “norte del norte” de la isla, donde se alza majestuoso el Faro de Cavalleria, de 15 metros de altura y construido en 1857. Caminamos por una tierra rojiza un pequeño tramo sobre los acantilados, contemplando la isla de los Porros, una cantera y restos de instalaciones militares, teniendo al final como telón de fondo Cala Pregonda, a donde pensábamos ir pero, como se nos hizo tarde, nos conformamos con otra cala cercana, Binimel-là, a la que se llega caminando por una pasarela sobre las dunas desde el restaurante. Antes nos detuvimos en otro lugar lleno de encanto, el pequeño puerto natural de Sanitja, protegido por una torre defensiva.

Para el viaje de vuelta no tocó madrugar pues hasta las 13:10 no salió el Airbus 320 de Vueling con destino a Bilbao, así que nos dio tiempo a desayunar tranquilos y devolver el coche sin prisa. En el avión viajamos un centenar de personas, poco más de la mitad de las 186 plazas disponibles. Desde el aire tengo ocasión de contemplar el hermoso puerto de Maó, los Pirineos nevados y, cuando comienza a descender, el navarro embalse de Yesa. Aterrizamos en Loiu antes de la hora prevista pero, como la perfección no existe, tenemos que descender del avión por la escalera para ser trasladados a la terminal en autobús.

El viaje ha salido perfecto y creo que mayo ha resultado el mes idóneo, pues Menorca estaba verde y con los campos floridos. Además los precios tanto del vuelo como del hotel han siso muy buenos (se pueden triplicar en agosto). También hemos evitado la masificación que genera problemas de aparcamiento, atascos en las carreteras y colas para entrar en bares y restaurantes, cosa habitual en la temporada alta, como nos han contado los propietarios de negocios.

Menorca en primavera (1): Talayots, Ciutadella y Punta Nati

Del 2 al 10 de mayo hemos realizado la tercera escapada del año, eligiendo para esta ocasión la isla de Menorca, que no visitaba desde hace 21 años. Ahora resulta muy cómodo el desplazamiento, gracias al vuelo diario que tiene la compañía Vueling desde el aeropuerto de Bilbao. Además el precio fue muy asequible, 105 € por persona con equipaje de mano y maleta facturada. De esta forma, en hora y cuarto, con excelente puntualidad por cierto, estábamos en el aeropuerto de Menorca, donde habíamos reservado un Citroen C3 para desplazarnos por sus 695,7 km² de extensión. En coche recorrimos más de 850 km y a pie casi 85.

La elección del hotel también fue un acierto, optando por el Grupotel Playa Club, un confortable alojamiento de 4 estrellas, no muy grande y repartido en varios edificios que se distribuyen en torno a una hermosa piscina y un precioso jardín. Se trata de un resort de apartamentos situado a un paso la playa de Son Xoriguer. Cada uno de ellos tiene 50 m² y cuenta con cocina equipada, un gran salón y una amplia terraza, todo ello preparado para 4 personas. La ventaja de viajar fuera de temporada es que por 8 noches en media pensión pagamos 766 €, a los que hay que añadir otros 52,80 (3,30 € por persona) de la cara tasa turística de Baleares.

Son Xoriguer se encuentra en el extremo suroeste de la isla de Menorca, al sur de Ciutadella. Es una zona llena de hoteles con amplios jardines y poca altura. El lugar más curioso es en un entrante del mar con forma de concha próximo a Cala´n Bosch, que muchos conocen como el lago, en el que se ubica el puerto deportivo. Nada más llegar recorrimos a pie la zona, llegando hasta el faro de Artrutx (2,5 km), construido a mediados del siglo XIX. Otra tarde fuimos caminando por el Camí de Cavalls hasta Sa Cova des Pardals, situada a menos de 2 km del hotel. Se desciende a su interior por unas escaleras talladas en esta oquedad situada bajo el acantilado marino, que fue utilizada por los pescadores y para el contrabando.

Hay tres cosas que me han sorprendido especialmente en este viaje por Menorca. La primera fue de gozar de poder viajar en mayo, pues la naturaleza explota en la isla, estando muy verde y repleta de flores. La segunda es la cantidad de muros de piedra seca que hay en la isla que, por cierto forman parte del patrimonio inmaterial de la humanidad de la UNESCO. Se trata de muros formados por dos filas de grandes piedras apiladas, rellenas con otras piedras más pequeñas. La tercera sorpresa fue la cantidad de vacas que vimos, incluso desde la terraza del apartamento, así como de queserías. Aunque en mucha menor cantidad, también contemplamos algunos rebaños de ovejas.

Como al principio las previsiones meteorológicas no eran buenas, fuimos amoldando nuestro programa a ellas, comenzando por la cultura talayótica, que se originó a finales del segundo milenio aC y aspira a convertirse en Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Seleccionamos los cuatro lugares que me parecían más interesantes, siendo el primero la Naveta des Tudons (entrada: 2 €), considerado el monumento prehistórico más famoso de las islas Baleares, pues se dice que es el edificio más antiguo de Europa. De allí fuimos a Torre d’en Galmés (3 €), donde primero visitamos el centro de interpretación, situado a 700 metros de la entrada. Se trata del poblado prehistórico más importante de Baleares, pues en él pudieron llegar a vivir 900 personas. La lluvia nos hizo salir por patas, pero cesó cuando visitamos el tercer lugar, Torralba d’en Salort (4 €), el mejor ejemplo de la cultura talayótica de Menorca y el que cuenta con la taula más conocida, pues tiene casi 5 metros de altura.

Comimos muy bien en el restaurante Casino de San Clliment y, aprovechando la salida del sol, fuimos a ver un coqueto pueblo de pescadores, de nombre Binibequer Vell, que cuenta con laberínticas calles y casas encaladas, que lo convierten en uno de los pueblos más bonitos de Menorca. Parece artificial, pero es un pueblo real. Hemos dejado para el final el cuarto poblado talayótico, Talatí de Dalt (4 €), que me pareció el más flojo, siendo lo más interesante un gran talayot, la taula, las viviendas con una cubierta de losas y las cuevas, utilizadas como lugar de enterramiento. En todos los lugares hacen descuento a los mayores de 65 años.

A un paso de nuestro hotel teníamos la ciudad más monumental y poblada de la isla, Ciutadella de Menoría, donde para estar como en casa, hicimos algunas compras para los días que comimos de bocata, en uno de los Eroski locales. Hace 21 años tuve ocasión de asistir en esta población a las fiestas de Sant Joan, viendo a los caballos en “Jocs des Pla”, en el lugar en el que en esta ocasión dejé el coche, junto al Port Antic, para subir a la plaza des Born, donde se encuentra el Ayuntamiento y la oficina de turismo, en la que iniciamos el recorrido monumental: casas señoriales, Catedral, convento y claustro de San Agustín, Molí des Comte… Os recomiendo visitar el mercado del pescado, donde podéis hacer la compra y llevar a que os lo preparen en el restaurante anexo.

Una de las tardes, tras la segunda visita a Ciutadella y ver que el tiempo estaba espléndido, nos desplazamos hasta un lugar que nos gustó mucho y que se encuentra a 18 km al norte de la ciudad. Se trata del faro de Punta Nati, de 11,5 metros de altura, construido en 1912. Desde allí fuimos caminando hasta la agreste pero preciosa cala es Pous y contemplamos las barracas, construcciones de piedra en forma escalonada, generalmente de los siglos XVIII y XIX, que servían para guardar el ganado y protegerse de la lluvia y del viento. Completamos la jornada regresando a Ciutadella, en cuyas proximidades, en una zona de acantilados al que se llega en poco más de 5 minutos de marcha desde Cala’n Blanes, tenemos otro lugar lleno de encanto, el Pont d’en Gil, un agujero bajo el acantilado por el que pueden pasar embarcaciones pequeñas. Por ambos lugares pasa el Camí de Cavalls.

Esto ha sido sólo el picoteo del viaje a Menorca. Dejo para la próxima semana el resto. El viaje continúa.