MONASTERIO DE PIEDRA (Zaragoza), la magia del agua

Durante nuestra estancia en Sigüenza decidimos dedicar una jornada a visitar el Monasterio de Piedra, situado en el municipio de Nuévalos (Zaragoza). Es un lugar en el que he estado varias veces, pero que hacía casi dieciséis años que no visitaba. No quedaba cerca, 109 km, pero buena parte de ellos, entre Alcolea del Pinar y las proximidades de Alhama de Aragón, se realizan por la autovía A-2. El parque abre de 09:00 a 19:00 h y el monasterio de 10:00 a 18:00 h. La entrada para ambos lugares cuesta 16,50 €, con un descuento de 5 € para los mayores de 65 años.

El parque del Monasterio de Piedra fue creado por Juan Federico Muntadas, contando con senderos perfectamente señalizados a lo largo de unos 5 km, pasando junto a varias cascadas. Comenzamos el recorrido junto a un lateral del hotel del monasterio, siguiendo las flechas azules que nos van guiando hacia la primera atracción, el Baño de Diana, que tiene por detrás una de las dos cascadas más espectaculares, La Caprichosa, que también podemos contemplar desde el mirador situado en su parte superior. Casi al lado tenemos otra hermosa cascada de nombre Trinidad.

Sin casi darnos cuenta nos hemos plantado en la parte superior del recorrido del río Piedra, que forma una serie de rápidos en una zona conocida como Los Vadillos. El sendero comienza ahora el descenso en zig-zag, para ir pasando por un par de escalones naturales que dan lugar a sendas cascadas conocidas como los Fresnos Altos y los Fresnos Bajos. Todavía nos queda otro escalón para descender hasta un pequeño puente que bordea la cascada Iris.

Cambiamos totalmente de ambiente, pues accedemos al interior de la gruta Iris, por la que iremos descendiendo mediante una escalera con aberturas para poder contemplar la mayor cascada de todas, la Cola de Caballo, que supera los 50 metros de caída. En la parte inferior de la cueva nos situamos tras la cascada, mojándonos un poco. Es un lugar de gran belleza. De aquí parte un túnel iluminado que nos conduce, al punto 19, “Las Pesqueras”, donde se encuentra la Piscifactoría.

Continuamos el recorrido por el fondo del parque. Al lado de la Piscifactoría, pese a no haber cascadas, tenemos uno de los lugares con mayor encanto, el Lago del Espejo, que está rodeado por imponentes paredes de roca caliza entre las que destaca la Peña del Diablo. Este lago toma su nombre debido al perfecto reflejo en el agua de las moles rocosas. Aquí comienza el regreso. Siguiendo las marcas rojas, vamos bordeando la cascada del Chorreadero que, incomprensiblemente, lleva muy poco agua. Un túnel nos conduce a las proximidades de la cascada Iris, volviendo por la misma ruta hasta el punto de partida.

Tomamos un vino en el bar situado junto a la entrada y comenzamos la segunda parte de la visita, la cultural, accediendo directamente al sencillo claustro del monasterio, desde el que podemos contemplar la torre de ladrillo de estilo mudéjar. Al claustro dan todas las dependencias, destacando la hermosa sala capitular, de comienzos del siglo XII, que era el centro neurálgico de la vida monástica. Aunque sencilla, la decoración es abundante, proporcionando una gran belleza al lugar.

La construcción del monasterio se efectuó entre los años 1195 y 1218. Resulta curioso comentar que fue en este monasterio donde por primera vez en Europa se elaboró el chocolate en su cocina, en el año 1534. Hoy ha sido convertido en un hotel y la iglesia se encuentra en estado ruinoso. Pese a que su bóveda central está completamente desaparecida, merece la pena recorrer su interior y contemplar los detalles que se conservan.

Seguimos recorriendo las dependencias que se asoman al claustro, comenzando con la cocina, con su bóveda negra por la cantidad de humo que ha soportado. Adosado a ella tenemos el refectorio, antiguo comedor de los monjes, que hoy es utilizado para banquetes. Pasamos por el calefactorium, que cuenta con una reproducción de los monjes y, poco más adelante, nos detenemos a contemplar una reproducción fotográfica del tríptico-relicario de Cimballa, obra gótico-mudéjar del XIV, que se guarda en el salón de sesiones de la Real Academia de la Historia.

Concluimos la visita al Monasterio de Piedra en las antiguas dependencias del ala oeste del monasterio, que han sido restauradas y habilitadas para acoger las exposiciones. Comenzamos con la visita al espacio más amplio de todos, el Museo del Vino de la Denominación de Origen Calatayud, para concluir en la que más me ha gustado, la Sala de Carruajes, que acoge una colección de cuatro carruajes del siglo XIX: tiburí, broughan (estilo inglés), diligencia y tartana.

La visita al Monasterio de Piedra ha concluido, pero no así nuestra jornada, pues antes de regresar a Sigüenza queremos visitar otro monasterio, el de Santa María de Huerta, distante 50 km. Como andamos mal de tiempo y solo tenemos abierto el restaurante del monasterio, abarrotado por cierto, para comer nos conformamos con lo único que hay en la barra, una tortilla de patatas para los cuatro. La escapada continúa.

Municipios de Bizkaia (9)

Continúo el recorrido por otros nueve municipios de Bizkaia, los siguientes en orden alfabético a los publicados el pasado 28 de diciembre. En total son 112 y los recorrí entre los años 2012 y 2016. De esta forma pausada os iré mostrando lo que en mi opinión es lo más interesante en cada uno de ellos.

Comienzo esta entrega con Maruri-Jatabe, el primero de una serie de municipios poco poblados. Se encuentra en la ladera del monte Jata, comarca de Uribe. Ronda el millar de habitantes y tiene una extensión de 15,80 km². Su edificio más relevante es la iglesia de San Lorenzo Mártir, totalmente reconstruida tras la guerra civil. También nos acercamos hasta la Herrería Zubiaurre.

Cambiamos de comarca. Nos desplazamos ahora a la de Busturialdea-Urdaibai, a la que volveremos más adelante, para recorrer el municipio de Mendata, muy extenso (22,39 km²) pero muy poco poblado (379 habitantes). En Elexalde se encuentra su principal construcción, la iglesia de San Miguel Arcángel, edificada en el siglo X y ampliada en el XVI. Muy cerca tenemos el frontón y el Ayuntamiento. Nos desplazamos luego al barrio de Albiz, donde tenemos el barroco palacio de Albiz y la iglesia de Santa María Magdalena, del siglo XVI. Concluimos nuestro recorrido en el barrio de Olabe, para contemplar la coqueta ermita de San Pedro y San Cristóbal, situada en la ruta jacobea.

En nuestro recorrido por municipios poco poblados, por orden alfabético le toca el turno a Mendexa, que cuenta con 422 habitantes que viven en 6,91 km² de extensión, en la comarca de Lea-Artibai. El lugar más visitado es la playa de Karraspio, vecina de Lekeitio. Continuamos nuestro recorrido hasta la Torre de Leagi, edificio barroco del siglo XVIII situado en el barrio del mismo nombre, al igual que la ermita de Santa Luzia. En Zelaia nos detenemos ante el Ayuntamiento y la iglesia de San Pedro.

Volvemos a la comarca de Uribe para recorrer el municipio de Meñaka, de 12,70 km² de extensión y 753 habitantes. Está formado por tres barrios, siendo el principal el de de Mesterika, donde se encuentra la ermita de San Lorenzo, el Ayuntamiento, el Udal Pilotua Tokia Miguel Angel Lotina y la Udal Liburutegia. También se encuentra el edificio más notable del municipio, la iglesia de Andra Mari, renacentista del siglo XVII. Nos desplazamos luego a Meñakabarrena, para contemplar la coqueta ermita de Andra Mari.

La siguiente cita la volvemos a tener en la comarca de Busturialdea-Urdaibai, a la que pertenece el municipio de Morga, muy extenso (17,60 km²) y también poco poblado (408 habitantes). Empezamos nuestro recorrido en el barrio de Meakaur, donde tenemos la iglesia de San Martín Obispo, reedificada en 1580, y la ermita-humilladero del Santo Cristo Crucificado (1766). De aquí nos trasladamos a Gerekiz para ver la ermita de San Esteban. En Andra Mari, el barrio-capital se encuentra el Ayuntamiento y la iglesia de Ntra Sra de los Remedios. Concluimos nuestro recorrido en el barrio de Oñarte, que cuenta con elegantes caseríos y la sencilla ermita de San Miguel. Morga es conocido por sus alubiadas.

Seguimos en la comarca de Busturialdea-Urdaibai para visitar un encantador municipio costero, Mundaka, muy densamente poblado, pues tiene 1.862 habitantes que viven en 4,01 km². Situada en la península que lleva su nombre, la ermita de Santa Catalina, del siglo XIX, es su monumento más visitado, aunque hay otros interesantes lugares como la iglesia de Santa María, de diferentes épocas y estilos, la Cruz de Kurtzio, del siglo XVII, el Ayuntamiento y el Palacio Simitur (antigua Casa de Postas), además de un par de edificios junto al puerto pesquero, como la Biblioteca (antiguo Hospital de peregrinos del Camino de Santiago) y la Sociedad Fraternidad Mundaquesa (Casino). Coincidimos con la llegada de un pesquero con verdeles.

Volvemos a la comarca de Uribe para recorrer el municipio más extenso (52,12 km²) y poblado (17.701 habitantes) de esta entrega, Mungia, cuya vida se articula en torno a la Foruen emparantza, donde se encuentra la fuente «Alkartasunaren Iturria». A la plaza se asoman el coqueto Ayuntamiento, y las iglesias de San Pedro y Andra Mari, actual sede del mercado semanal. Mungia me gusta, pues cuenta con otros notables edificios, como Agirre Jauregia, Katetxea (Casa de la Cadena), el Molino de los Billela y Torrebillela, Nos desplazamos después a la Rotonda Goggomobil, coche construido en Mungia, y a dos de sus barrios, Larrauri (iglesia de Ntra Sra de la Mereced) y Markaida (San Salvador).

Seguimos en Mungia, pues hay un lugar que merece una reseña aparte. Se trata de Izenaduba Basoa, la Casa del Olentzero. Está ubicada en el barrio Landetxo, en el caserío Landetxo Goikoa, considerado uno de los ejemplares más arcaicos de vivienda rural de Euskal Herria. Esta construcción data posiblemente del siglo XVI y se clasifica dentro de los denominados caseríos gótico-renacentistas. Dado que no lo he visitado desde el 2 de abril de 2015, para actualizar la información os remito a las webs http://www.izenaduba.com/ y https://olentzerok.com/la-casa-del-olentzero/.

Volvemos a la comarca de Lea-Artibai para recorrer el municipio de Munitibar Arbatzegi Gerrikaitz, formado en 1883 por la fusión de la anteiglesia de Arbatzegi y de la villa de Gerrikaitz. Tiene una extensión de 24,50 km² y una población de 484 habitantes. Comenzamos nuestro recorrido en el Balcón de Bizkaia, dirigiéndonos a Gerrikaitz, donde tenemos la iglesia de Andra Mari y Bengola Natur Energia, Centro de Interpretación de Energías Renovables. Sucesivamente nos vamos deteniendo en Aldaka (ermita de Santiago en la ruta jacobea), Totorika (caseríos) y Arbatzegi, donde se encuentran la iglesia de San Vicente y el Ayuntamiento.

Concluyo esta entrega regresando de nuevo a la comarca de Busturialdea-Urdaibai, al municipio de Murueta, de poca extensión (5,45 km²) y población (323 habitantes), donde esta prevista la construcción de una sucursal del Guggenheim Museoa a orillas de la ría de Gernika. Vemos pastar a las ovejas y luego nos detenemos a fotografiar el edificio del nuevo Ayuntamiento y la iglesia de Andra Mari, concluida en 1852 y obra del arquitecto Antonio de Goikoetxea.

Las fotos que ilustran esta entrada fueron tomadas entre el 10 de febrero y el 14 de abril de 2015,

MOLINA DE ARAGÓN (Guadalajara), villa medieval

Uno de los días en que nos alojamos en Sigüenza lo dedicamos a visitar otra ciudad de la provincia de Guadalajara, Molina de Aragón, teniendo que recorrer 200 km entre ida y vuelta, buena parte de ellos, desde Alcolea del Pinar, por la N-211. Es una zona en la que he estado unas cuantas veces, pues en ella pasé varios veranos en mi niñez. Poco antes de llegar a Molina, nos detuvimos en el Barranco de la Hoz, distante 85 km de Sigüenza.

Abandonamos la N-211 y nos dirigimos a Corduente, municipio al que pertenece la ermita de la Virgen de la Hoz, nuestro primer destino de la jornada. Nos encontramos en un lugar lleno de encanto, el fondo de un barranco por el que discurre el río Gallo, rodeado de altas y verticales montañas rocosas rojizas. Dejamos aparcado el coche, el único por cierto, frente a la ermita que, ante nuestra sorpresa, se encuentra cerrada, por lo que las fotos de interior corresponden a un viaje anterior. Un cartel en la puerta nos informa que sólo abre los sábados, domingos y festivos, de 10:00 a 17:00 horas.

Nos fastidia un poco que la ermita esté cerrada, pero el tema no es grave ya que no es nuestro principal objetivo, sino enseñar a nuestros amigos madrileños el Barranco de la Hoz, en el que nos encontramos, así que nos calzamos las botas para efectuar un pequeño recorrido de tan sólo unos 2 km y 125 metros de desnivel. Este sendero, perfectamente acondicionado y asegurado, está tallado en la roca y en buena parte son escaleras que nos acercan sucesivamente a tres miradores, el situado sobre el santuario, el de la cueva y el de lo alto del acantilado. La vista es impresionante sobre los escarpes rocosos y el río Gallo, la carretera y nuestro coche, situados en el fondo de la hoz.

Antes de adentrarnos en su casco urbano, nos dirigimos hasta el “Mirador de Molina de Aragón”, situado en la carretera CM-210, desde donde se tiene una magnífica vista de esta localidad y de su principal monumento, el castillo situado sobre ella, que forma el segundo recinto amurallado medieval más grande de España. Esta fortaleza del siglo XII es precisamente nuestro siguiente destino, desplazándonos en coche hasta su punto más alto, fuera del recinto amurallado, donde se encuentra la Torre de Aragón, sede del centro de interpretación del castillo, visible desde muchos lugares del casco urbano de Molina.

Amenaza lluvia, así que descendemos al centro de Molina de Aragón, aparcando el coche en el paseo de los Aldarves, para recorrer a pie esta población de 3.217 habitantes, situada a 1065 metros de altitud. Tomamos un vino acompañado de unos torreznos y nos dirigimos a los dos lugares más conocidos del casco urbano, el Puente Viejo, puente románico construido sobre el río Gallo entre los siglos XII y XIII, y el monasterio de San Francisco, de fachada neoclásica, actual casa de cultura y museo. La iglesia tiene sobre su torre el conocido Giraldo, del siglo XVIII. Como chispea, aprovechamos para comer el menú del día, muy bueno por cierto, en el Casino de la Amistad, un lugar a recomendar que ocupa el Palacio de los Garcés de Marcilla.

Sólo ha llovido para incordiar, así que tras la comida caminamos hacia la parte alta de esta localidad, declarada conjunto histórico artístico. En la calle Martínez Izquierdo encontramos el Oratorio de San Felipe (s. XVII) y casi al lado la iglesia de San Felipe (siglos XVIII-XIX), en cuya fachada destaca un relieve que muestra la aparición de la Virgen María con el Niño a San Felipe. Hemos tenido suerte de encontrarla abierta y poder ver su interesante retablo barroco. Enfrente del templo tenemos el Palacio de los Molina (s. XVI), convertido en hotel, aunque se encontraba cerrado, así que si quieres alojarte en esta población te recomiendo el Hotel San Francisco * (50 € la noche con desayuno).

Nos dirigimos ahora a la calle paralela situada por debajo, la de las Tiendas, encontrando por casualidad la Oficina de Turismo, en la que me entregan un mapa y me recomiendan visitar la iglesia de Santa Clara, joya del románico molinés de finales del siglo XIII, que se encuentra cerrada. Antes fotografiamos la primera iglesia de la ciudad, también románica, del siglo XII, en la que destaca su esbelta torre. Como no hay dos sin tres, nos dirigimos a la plaza de San Pedro, presidida por la iglesia renacentista de la que toma el nombre.

Nuestro recorrido monumental esta tocando a su final. Nos dirigimos ahora a la plaza España, a la que se asoma el Ayuntamiento de la localidad. Nuestros pasos continúan por la calle de Arriba, que nos da acceso a la Judería, pasando junto a la iglesia de Santa María del Conde, románica del siglo XII. Nos asomamos al río Gallo y emprendemos el regreso al coche por la calle de Abajo, que nos introduce en la Morería. Pronto descubrimos antiguas casas con entramados de madera e interesantes fachadas de algunos palacios, como el de los Montesoro y el de los Marqueses de Villel.

Nuestro peregrinar por Molina de Aragón ha concluido, pero la escapada continúa. Próximamente os hablaré de otros lugares visitados, como el Monasterio de Piedra (Zaragoza) y las localidades sorianas de Santa María de Huerta y Medinaceli.

SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA (Tenerife), Patrimonio de la Humanidad

El pasado 5 de febrero volví a La Laguna, ciudad que no visitábamos desde noviembre de 2013. Nuestro destino era la isla de La Palma pero, al haber quitado Vueling el vuelo directo desde Bilbao, optamos por volar vía Tenerife Norte, aprovechando para pasar así 24 horas en esta encantadora población, cuyo centro histórico se encuentra a tan sólo 7 km del aeropuerto. Fue un acierto elegir para pernoctar el La Laguna Gran Hotel, muy bien situado en la calle Nava y Grimon. Además de ser un alojamiento lleno de encanto que ocupa un edificio de 1776 y cuenta con un buen restaurante, nos atendieron fenomenal, pues nos dieron la habitación a las 10 de la mañana, nada más llegar, cosa de agradecer.

Una vez instalados en el hotel, nos dirigimos directamente hasta el mercado municipal, situado al final de nuestra calle, en la plaza de San Francisco. Era la hora del hamaiketako, así que antes de acceder a su interior decidimos tomar algo en una terraza situada en su exterior, ya que la churrería anexa estaba abarrotada. Nos sorprendió ver en la plaza lo que parecía ser un enorme árbol de Navidad. Me encantan los mercados y este me gustó por lo bien ordenado que estaba todo, por el colorido de las frutas y verduras y por la variedad de pescados. Eso sí, me sorprendió el precio de las pequeñas papas negras: 7,50 €/kg.

Sin salir de la plaza de San Francisco tenemos la siguiente cita en el Santuario del Santísimo Cristo, sencillo edificio que alberga una de las imágenes religiosas más antiguas de Canarias, el Cristo crucificado de La Laguna, una imagen flamenca de estilo gótico, del siglo XV. Regresamos al hotel y seguimos caminando hasta a la plaza del Adelantado, en cuyo entorno hay notables edificios históricos como el barroco palacio de Nava (siglo XVII), el convento de Santa Catalina de Siena, fundado en 1606, y la pequeña ermita de San Miguel, la más antigua de la ciudad.

Nuestro paseo monumental continúa por la calle Obispo Rey Redondo, donde sucesivamente encontramos las casas del Corregidor, de la Alhóndiga, de los Capitanes Generales y Riquel. Casas señoriales, iglesias y calles empedradas, muchas de ellas peatonales, configuran un precioso centro histórico con abundantes edificios de los siglos XVI al XVIII, conservando su trazado original de ciudad colonial, motivo por el que en el año 1999 la UNESCO incluyó a San Cristóbal de La Laguna en la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad.

Pasamos junto a la Catedral, ahora cerrada, y el centenario Teatro Leal. Enfrente tenemos uno de los emblemas de La Laguna, la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, fundada en 1511, en la que destaca su torre, de 28 metros de altura, que presume de contar con la campana más grande de Canarias. En la plaza de la Concepción llama la atención la escultura “Caballo y caballero”, de José Abad. Aunque es temprano por eso de la hora menos, optamos por comer, cosa que hacemos muy cerca de la escultura, en la terraza de “Rincón Lagunero”, donde hemos tenido mucha suerte encontrando una mesa. La Laguna es una ciudad de mucho ambiente y, aunque hay mucha hostelería, todo está a tope.

Como hoy ha tocado madrugón, tras la comida decidimos regresar al hotel para descansar un poco, haciéndolo por la peatonal calle San Agustín, antigua calle Real. En casi todas las calles del casco antiguo aparece el nombre actual y el antiguo. En esta calle se encuentra el palacio Salazar, palacete barroco del siglo XVII, actual Palacio Episcopal, en el que pudimos visitar su coqueto patio interior adornado con varias esculturas. Casi enfrente tenemos la Casa de los Jesuitas, de estilo canario.

A media tarde regresamos a la calle San Agustín para visitar el palacio Lercaro, que cuenta con un pórtico de estilo genovés. Su interior alberga el interesante Museo de Antropología e Historia (MAE), que recoge un montón de cuadros, muebles y utensilios. Junto al coqueto patio interior, en la planta baja contemplamos los carruajes de Nava, una Berlina del siglo XVIII y un Landau del siglo XIX, en magnífico estado de conservación. La entrada cuesta 5 € pero, como todos los museos del Cabildo, los viernes y sábados de 16:00 a 19:00 h es gratuita, cosa que agradecimos.

Como al mediodía la encontramos cerrada, por la tarde, tras la misa vespertina pudimos visitar la Catedral de Nuestra Señora de los Remedios, otro de los símbolos de la ciudad, cuya construcción comenzó en 1515 en estilo neoclásico, aunque ha sufrido muchas transformaciones a lo largo de la historia. En su interior destaca el retablo de Mazuelos, situado en la capilla mayor, además del púlpito, realizado en mármol de Carrara.

Pensábamos que nuestra visita a La Laguna había concluido en la Catedral, pero tras tomar algo y emprender el regreso hacia el hotel, caminando por la calle San Agustín vimos un comercio que llamó nuestra atención por los originales zapatos que se veían en su interior. Se trata de Pisaverde, al que se accede por la calle Juan de Vera, y que os recomiendo visitar. Los zapatos, diseñados por Plácido Alonso Ponce, están elaborados con fibra de plátano. Si dispones de tiempo puedes echar un vistazo a su web: https://www.pisaverdestore.com/.

De esta forma concluyó nuestra estancia en San Cristóbal de La Laguna. Al día siguiente, 6 de febrero, a las 09:45 h tomamos el vuelo PM418 de Canary Fly con destino a Santa Cruz de la Palma, pero eso es otra historia.

SIGÜENZA (Guadalajara), a 900 años de la reconquista

Aprovechando el inicio del horario de verano, del 27 al 31 de marzo realizamos la segunda escapada del año por tierras castellanas y aragonesas, teniendo como “campamento base” la ciudad castellanomanchega de Sigüenza, que dista 352 km de Leioa. Desde allí nos desplazamos por tres distintas comunidades, la propia Castilla-La Mancha (Molina de Aragón y el barranco de la Hoz), Aragón (Monasterio de Piedra) y Castilla y León, para visitar el monasterio cisterciense de Santa María de Huerta y la población de Medinaceli. Todos los días hemos visto corzos en los campos.

El lugar que escogimos para pasar las cuatro noches de esta escapada fue el Parador de Sigüenza ****, que justo en estas fechas tenía un precio bastante ajustado, menos de 100 € alojamiento y desayuno, para lo que suele ser el precio habitual. Se trata de un palacio medieval del siglo XII, construido sobre una alcazaba árabe, que fue residencia de los obispos de la ciudad. Conserva también una coqueta capilla románica del siglo XIII. La primera noche me obsequié para cenar con un plato que me apetecía mucho, unas migas alcarreñas.

Como las previsiones daban lluvia para tres días, cosa que luego no sucedió, dejamos para el último la visita a Sigüenza, aunque el día anterior nos desplazamos a un alto para tener una vista panorámica de la ciudad, de la que sobresalen dos edificios, el castillo y la Catedral. Situada a 1004 metros de altitud, la ciudad se prepara a celebrar en 2024 el noveno centenario de su reconquista, a la vez que aspira a convertirse en Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Nuestro recorrido monumental comenzó en la calle Mayor, donde se encuentra la iglesia de Santiago.

Enseguida nos desviamos a la izquierda para seguir nuestra ruta por la calle Alta, donde contemplamos desde fuera dos interesantes edificios, la Casa del Doncel, palacio tardogótico reconstruido en el siglo XV y propiedad de la Universidad de Alcalá de Henares, y la iglesia de San Vicente Mártir, levantada en honor del que se convirtió en el santo patrón, pues en su festividad, 22 de enero de 1124, se produjo la reconquista. Pasamos por la plazuela de la Cárcel y luego, sucesivamente bajo tres puertas de las murallas de la ciudad (siglos XII y XV), la del Hierro, la del Portal Mayor y el Arquillo de San Juan.

Enseguida llegamos a uno de los lugares emblemáticos de Sigüenza, la Plaza Mayor, que está porticada en dos de sus cuatro lados. Bajo un lateral existen varios locales de hostelería. En uno de ellos, el Mesón Los Soportales, hicimos una pausa para tomar un vino. La empedrada plaza está presidida por el edificio renacentista del Ayuntamiento. Donde finalizan los soportales se encuentra la Puerta del Toril, por donde discurre la Ruta de Don Quijote. En el otro lateral, frente al Ayuntamiento, tenemos la Catedral, con la puerta del Mercado y la torre del Gallo asomándose a la plaza.

El tiempo amenaza lluvia, así que ha llegado la hora de finalizar la ruta y visitar la Catedral de Santa María (precio de la entrada: 6 €), a la que accedemos por la portada principal, situada entre las dos torres de unos 41 metros de altura, que llevan por nombres “Las Campanas (siglo XIV) y “Don Fadrique” (siglo XVI). Visitamos el claustro, en el que se encuentra el Museo Catedralicio, que ocupa las Salas Capitulares. Lo que más me gustó fue la colección de tapices, del siglo XVII. También vimos los faroles que, al anochecer del domingo siguiente al 16 de agosto, salen en procesión acompañando a la Virgen de la Mayor. No pudimos ver, por estar cedido temporalmente al Museo de Goya de Zaragoza, el cuadro «Anunciación», de El Greco.

Es la cuarta vez que viajo a Sigüenza y que entro en la Catedral, cuya belleza no deja de sorprenderme. Además, al haber pasado casi 14 años de mi última visita, casi no recuerdo nada de su interior, salvo un lugar, al primero que me dirigí, pues es el más emblemático. Se trata de la capilla del Doncel, que cuenta con varios sepulcros de una misma familia, siendo el más conocido el de Martín Vázquez de Arce, obra maestra del gótico tardío. Otro encantador lugar es el retablo de Santa Librada, del siglo XVI.

Aunque no es nuestra costumbre visitar este tipo de museos, como chispea y el precio de la Catedral incluye la entrada al Museo Diocesano, decidimos visitarlo. Además se encuentra enfrente, ocupando un bello palacete neoclásico, del siglo XVI, conocido como “antigua casa de los Barrena”. La verdad es que las dos plantas que ocupa están muy bien organizadas, resultando muy agradable su visita, albergando unas 200 obras de los siglos XII al XX.

En 2008 hicimos una etapa de la Ruta del Cid entre Alcolea del Pinar y Sigüenza, parte de la cual discurría por el Parque Natural del Barranco del Río Dulce, un hermoso lugar para el que seleccionamos una ruta en esta ocasión. Como era el único lugar de esta escapada que no conocía y el tiempo no estaba garantizado, el día de nuestra llegada, tras instalarnos en el Parador y comer, nos desplazamos unos 10 km hasta Peregrina, una pedanía de Sigüenza presidida por las ruinas de un castillo. De allí parte un hermoso recorrido circular de menos de 5 km que discurre por el citado parque natural y más en concreto por la Hoz de Peregrina, lugar preferido por Félix Rodríguez de la Fuente, para rodar la serie “El Hombre y la Tierra”, teniendo aquí un campamento de rodaje que ahora se rememora. Es por ello que Peregrina suele estar muy masificado en verano, especialmente los fines de semana. Ahora había muy poca gente.

Esta ruta se puede alargar otro tanto para llegar hasta la cascada de Gollorio, cosa que descartamos pues el acceso es muy aéreo y hay que trepar un poco agarrándote a un cable. Esto nos lo confirmó un chico con el que coincidimos en nuestra ruta, quien nos recomendó desplazarnos en coche hasta el mirador dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente (2,5 km), desde el que se ve la cascada. También nos aconsejó que continuáramos por la carretera que se dirige a la A-2 hasta llegar a una pista transitable por la que circulamos durante un poco, para luego caminar un cuarto de hora por un GR que discurre por la cima del acantilado hasta llegar a un mirador, desde el que se tiene una magnífica vista de la cascada y de la poza en la que cae el agua. Nos han gustado las dos rutas.

Anochece cuando regresamos a Sigüenza. Hemos cumplido el plan previsto para la primera jornada. Todavía nos queda por delante el Barranco de la Hoz, Molina de Aragón, el Monasterio de Piedra, Santa María de Huerta y, de regreso a casa, Medinaceli, pero de estos lugares espero hablarte más adelante. La escapada continúa.

Muskiz (Bizkaia): Vía Verde de Itsaslur

He recorrido varias veces esta vía verde, pero tenía ganas de volver a ver cómo había quedado tras reparar los desperfectos sufrido por los desprendimientos, así que allí fuimos el pasado 28 de febrero. Aprovechando la coyuntura, con imágenes de otras ocasiones, en primer lugar os voy a mostrar otros barrios del municipio visitado, Muskiz, que cuenta con una población que ronda los 7.500 habitantes y una extensión de 21,50 km². Limita con el mar Cantábrico y los municipios de Castro Urdiales (Cantabria), Galdames, Abanto Zierbena y Zierbena.

Comenzamos el recorrido en San Julián de Muskiz, donde se encuentra la iglesia más antigua del municipio, de la que el barrio toma su nombre, pues se erigió en la Edad Media, aunque fue reedificada en el siglo XVI. Al lado se encuentra el Hotel Palacio Muñatones, inaugurado en 2007, que ocupa un palacete de aspecto señorial, concluido en el año 1777. Enfrente tenemos otro notable edificio, el Palacio de Villar, reconvertido en viviendas, que conserva el escudo de armas de los Villar, de gran valor artístico.

El municipio de Muskiz cuenta también con una amplia zona rural, con verdes campos dedicados a pastos. Nos desplazamos en primer lugar a El Valle, deteniéndonos a continuación a fotografiar el precioso escudo de la Casa Solar de la Sendeja (1747). La siguiente cita la tenemos en el barrio de La Rigada, en cuya plaza hay un curioso conjunto arquitectónico formado la iglesia de Ntra Sra de la Asunción y la Casa de Cultura, en la que destaca su conjunto de columnas que, salvando las distancias, me recuerda a las de un templo busdista de Camboya.

La siguiente cita la tenemos en la capital del municipio, San Juan o Somorrostro, donde se encuentran el Ayuntamiento y la iglesia barroca de San Juan Bautista, cuya construcción se inició en 1742. Es también la sede de un importante centro de formación y de la refinería de PETRONOR. A ella pertenece el palacio de los Salazar, antiguo Parador de Turismo, y el castillo de Muñatones, mandado construir en la primera mitad del siglo XIII por Don Lope García de Salazar. Destaca en él la torre del Homenaje, rematada con almenas colocadas durante la restauración efectuada entre 1949 y 1950.

Visitamos ahora unos de los lugares más emblemáticos de Muskiz, la Ferrería de El Pobal, situada junto a la casa-torre del mismo nombre, en un lugar llamado Sorginleku (lugar de brujas), atravesado por el arroyo Lamiozingoerreka (arroyo del pozo de lamias). Se trata de una ferrería hidráulica habitual en los siglos XIII-XIV. La ferrería se puede visitar de martes a domingo, de 10:00 a 14:00 h. Los sábados se puede realizar una visita guiada con demostración de su funcionamiento a las 10:00, 11:00, 12:00 y 13:00 h. La entrada cuesta 5,50 €, siendo necesario reservar en el teléfono 629 271 516 o en elpobal@bizkaia.eus.

Por fin llegamos a Pobeña, pequeño barrio situado en la desembocadura del río Barbadún, que cuenta con numerosos bares y restaurantes, además de un amplio aparcamiento que se queda pequeño en verano, cuando aparcan aquí los que se dirigen a la playa de La Arena, compartida con el municipio de Zierbena, a la que se accede por un puente peatonal, cerca del cual se encuentra la ermita del Socorrro. En el otro extremo del barrio tenemos la iglesia de San Nicolás de Bari, que data de 1750.

En la parte final del aparcamiento de Pobeña se encuentra el acceso a la Vía Verde de Itsaslur. Estamos a 21,5 km de Leioa. Aquí comenzó nuestra ruta el pasado 28 de febrero, teniendo que subir nada más comenzar por una escalera de, creo recordar, 119 peldaños. Pronto tenemos ante nosotros una espectacular imagen de la preciosa playa de La Arena y de la estela de las olas producida por el viento sur. Poco más adelante contemplamos un notable resto de la arqueología minera, el cargadero de la Punta del Castillo Viejo, el único de Bizkaia en mar abierto, sobre el que se ha instalado un mirador.

Seguimos caminando por la Vía Verde de Itsaslur, un precioso recorrido que discurre pegado a la costa del Cantábrico. El antiguo trazado del ferrocarril minero de El Kobaron a Campomar se ha convertido en un coqueto paseo marítimo de suelo hormigonado, muy frecuentado sobre todo por residentes en la margen izquierda del Nervión. De tan sólo 2,2 km de recorrido, que concluyen en el aparcamiento de La Juncosa, cerca del núcleo de El Kobaron, forma parte de otra Vía Verde mucho más larga, la de Montes de Hierro, de 42,5 km. Por aquí discurre también el Camino de Santiago de la costa, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que cuenta con un albergue de peregrinos en Pobeña.

El lugar es precioso así que, como nos ha sabido a poco, decidimos seguir caminando por la franja costera por otra vía verde que comienza un poco más adelante, la del Piquillo, de tan sólo 1,9 km, para así caminar entre ida y vuelta casi 10 km. Ejecutada en buena parte por el Gobierno de Cantabria, no está tan bien acondicionada como la anterior, siendo realmente una estrecha carretera de asfalto. Contemplamos ganado, otros restos mineros y un par de viviendas, pero no podemos terminar la ruta entre El Kobaron y Ontón (Castro Urdiales), al verse interrumpida, unos 400 metros antes de concluir, por estar cerrado el túnel del Piquillo. Es por ello que el Camino de Santiago ha tenido que ser desviado.

Nuestro recorrido ha concluido. Tenemos que desandar los aproximadamente 4,5 km recorridos para regresar a Pobeña. Como el día ha salido precioso y estamos en Carnavales, pese a ser lunes hemos visto a mucha gente en la ruta y bastantes coches en el aparcamiento, así que las terrazas de Pobeña también están animadas.

Isla de Rodas

Había estado en la Grecia continental pero no conocía ninguna isla, así que aproveché un crucero para, entre otras cosas, volver a visitar Atenas y conocer Olimpia y las islas de Creta y Rodas. Esta última, de 1.398 km², es la mayor isla del archipiélago del Dodecaneso y la cuarta de Grecia. Se encuentra muy lejos de Atenas, pero a sólo 18 km de las costas turcas. El 23 de marzo de 2017 nuestro crucero atracó en el puerto de la ciudad de Rodas, que se encuentra a unos pasos del casco antiguo medieval. Aquí estuvimos tan sólo 8 horas, pero veréis lo bien que las aprovechamos.

Para no perder tiempo, contratamos con una agencia externa al barco un tour que incluía la capital de la isla y el pueblo de Lindos, situado a 47 km y considerado uno de los más hermosos de la isla de Rodas. Antes de llegar, nos detuvimos para contemplar una vista panorámica y los tres niveles con que cuenta esta población. En el primero está el mar y la playa, en el segundo, las casas altas de su centro urbano y en el tercero, el superior, la Acrópolis. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en Lindos se rodó la película “Zorba el Griego”. Por 6 € se puede subir en burro-taxi hasta la entrada a la Acrópolis, pero lo hacemos caminando tras despedirnos del guía, pues preferimos ver la ciudad por libre.

La Acrópolis es la principal atracción de Lindos. Los precios de las entradas son bastante caros en Grecia, costando aquí 12 €. Accedemos a ella por el Palacio de Administración, fortaleza medieval de la época de los Caballeros de San Juan, encontrando enseguida los restos de la iglesia ortodoxa griega de Agios Ioannis (San Juan). Subiendo unas escaleras llegamos a la última terraza, donde se encuentra la parte más importante del complejo, el templo de Atenea Lindia, la diosa de Lindos. Los restos que hoy vemos datan del siglo III aC.

Contemplamos tanto la costa como el pueblo desde la parte superior y nos introducimos en su casco urbano, con sus casas blancas y varias iglesias, entre las que destaca la bizantina de Panagia, del siglo XIV, con su alto campanario. Pese a su aspecto externo sencillo, su interior resulta espectacular debido a los frescos pintados por Gregorio de Symi en 1779. La entrada es gratuita pero no se puede tomar fotos, así que la que aquí aparece está sacada de Internet. Pasamos por una calle en la que el color azul de los vestidos, en contraste con el blanco de las casas, me recuerda a la tunecina Sidi Bou Said. Un vistazo a las tiendas de recuerdos y todavía tenemos tiempo para tomar un vino en una terraza, antes de que llegue el grupo para coger el autobús de regreso a Rodas. Nos ha gustado Lindos.

Regresamos a la ciudad de Rodas. El autobús nos deja cerca de uno de los accesos más notables al interior del recinto amurallado, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la Puerta de Amboise, una de las once existentes en los tres kilómetros de murallas de hasta doce metros de espesor. Su interior se divide en dos zonas, el Collachium, barrio de los caballeros, y el Bourg, donde vivía el resto de la población. Pasada la logia de la antigua iglesia vemos el emblemático Palacio del Gran Maestre, al que luego volveremos. En la puerta nos despedimos del grupo, para visitar la ciudad por libre.

Pasada la puerta accedemos al recinto de la ciudadela amurallada, un lugar lleno de encanto formado por estrechas calles empedradas, a la que se asoman numerosas construcciones de piedra, como palacios, torres medievales y minaretes de mezquitas. En una pequeña plaza de Chora, donde se juntan los barrios judío y turco, aprovechamos para comer unos calamares en la terraza de un bar, para luego continuar la ruta por la calle Sokratous, una de las más comerciales y animadas de la ciudad antigua, en la que se encuentra la mezquita de Solimán el Magnífico, construida en 1523 tras la conquista de la ciudad por los turcos, aunque el edificio rosa que ahora vemos data de 1808.

En lo alto de la calle de los Caballeros tenemos el edificio más emblemático de la ciudad medieval de Rodas, el Palacio del Gran Maestre, que data del siglo XIV pero que no tenemos tiempo de visitar por dentro, aunque si para recorrer la citada calle y llegar a la plaza Argyrokastro, donde se encuentra el antiguo Hospital de los Caballeros, del siglo XIV, que también fue Palacio de la Armería. Otro edificio de interés está ocupado por el Museo de Artes Decorativas.

Abandonamos la ciudadela amurallada y salimos a la ciudad nueva, uno de los rincones de Rodas que más me ha gustado. Estamos en el viejo puerto de Mandraki, emblema de la ciudad, teniendo a ambos lados de su bocana las esculturas del ciervo y la cierva. Cuenta la leyenda que en este lugar se encontraba el Coloso de Rodas. Al fondo tenemos la fortaleza Agios Nikólaos, convertida en faro, y tres antiguos molinos de viento. Esta zona, construida por los italianos, cuenta con notables edificios, como la catedral ortodoxa Evangelismos (Iglesia de la Anunciación), de estilo gótico. Poco más adelante nos detenemos ante la estatua de Alexander Diakos, primera víctima griega en la segunda guerra mundial.

Tenemos que acelerar el paso, pues nuestro barco zarpa a las 5 de la tarde. Todavía nos falta por recorrer el hermoso y largo paseo marítimo, teniendo a nuestra izquierda el puerto deportivo y a la derecha el impresionante recinto amurallado, deteniéndonos para tomar una foto de su acceso más conocido, la Puerta de la Marina, que cuenta con dos monumentales torres gemelas. Poco más adelante nos detenemos para fotografiar la hermosa escultura Delphinia. Nuestro barco se encuentra al fondo.

Pasadas las 4 de la tarde estamos a bordo del MSC Magnifica tomando un café, mientras contemplamos desde lo alto el recinto amurallado. Habréis visto que 7 horas dan para bastante, pues hemos visitado dos preciosas poblaciones declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Una hora después de nuestra partida contemplamos otra preciosa puesta de sol. El viaje continúa. Próximo destino Heraclion, en la isla de Creta, de donde os hablaré en otra ocasión.

BERMEO (Bizkaia): Mirador del Cantábrico

Dejamos las islas y nos quedamos cerca de casa, en concreto a 36 km de Leioa. La cita es en uno de los pueblos que más me gustan de Bizkaia, Bermeo, población fundada en el año 1236 que llegó a ser la principal del Señorío. En su escudo se recoge parte de la historia de la villa. Antes de llegar a su centro urbano acostumbro a detenerme en un lugar emblemático, el alto de Sollube, desde el que se tiene una magnífica vista de la localidad, teniendo como telón de fondo la isla de Izaro. Aunque me gustaba más como estaba antes, en el puerto hay un recuerdo al ciclismo y al corredor Jesús Loroño.

Estamos en un importante puerto pesquero, así que a él corresponde la primera imagen que tenemos cuando accedemos a Bermeo por el parque Lamera, dejando el coche aparcado al lado de la Cofradía vieja de San Pedro, junto a la que se encuentran la Oficina de Turismo y la Biblioteca. Enfrente tenemos el busto dedicado al poeta madrileño Alonso Ercilla, que pasaba temporadas en Bermeo. A un paso se encuentra la iglesia de Santa Eufemia, la más antigua de la villa, reconstruida en el siglo XV, en cuyo interior encontramos la sepultura de los Mendoza. El globo terráqueo instalado en el muelle recuerda al navegante local Juan de Acurio, embarcado en la vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, de hace 500 años.

El centro de la localidad se articula en torno el precioso Portu Zaharra, donde aprovechamos para hacer el hamaiketako en uno de los bares de la zona. Como telón de fondo de las embarcaciones, tenemos la Torre Ercilla, Santa Eufemia y el Chalet Kikunbera, más conocido como casa-barco. En este paseo portuario contemplamos la fuente más antigua de Bizkaia (Las dos Fuentes) y varios grupos escultóricos: “Última ola, último aliento”, de Enrike Zubia, “Olatua”, de Nestor Basterretxea e “Itzulera. El regreso”, de Carlos Solano, que se presentó al público en el Pabellón de Euskadi de la Expo 92, celebrada en Sevilla.

Abandonamos el puerto subiendo las escaleras que conducen a la Torre Ercilla, que parece datar de finales del siglo XV y que alberga en la actualidad el Museo del Pescador. Frente a ella se encuentra el grupo escultórico que más me gusta “Badatoz!”, del bermeano Enrike Zubia, que representa a parte de una familia esperando al resto que viene de la mar. Continuamos subiendo hasta la plaza Sabino Arana, a la que se asoman dos monumentos histórico-artísticos, el Ayuntamiento, de 1732 y la Iglesia de Santa María. Continuando la subida encontramos algunas interesantes casas en la calle Doniene.

Seguimos subiendo. La calle Doniene nos conduce al Portal de San Juan, que data del siglo XIV y constituye el único vestigio que queda de las murallas de la villa. A ambos lados de este arco encontramos las esculturas “Vendedoras de pescado”, del bermeano Enrike Zubia, Pasamos ante el Hospital y enseguida llegamos a nuestro destino final, el parque de la Tala, magnífica atalaya sobre el mar Cantábrico, con la isla de Izaro y el cabo de Ogoño como telón de fondo. En el parque se encuentra un monumento en homenaje a Benito Barrueta, obra de otro bermeano, Nestor Basterretxea, así como varios murales sobre la pesca de la ballena.

Descendemos ahora en busca del punto de partida. Pasamos por la Mikel Deunaren enparantza y llegamos al convento de San Francisco, uno de los más antiguos de Bizkaia, pues fue mandado construir en 1357 por el conde Tello y su esposa Juana de Lara. Destaca su claustro, frente al que se encuentra la histórica fuente de Taraska. A un paso tenemos un grupo escultórico más reciente, “La lechera”, del bermeano Enrike Zubia.

Nuestro recorrido por el casco histórico de Bermeo esta llegando a su final. Ante nosotros tenemos el monumental edificio del Casino, obra de Severino Achucarro, con aspecto de palacete francés. Fue construido en 1894 como sede de la Sociedad Bermeana. El Casino se asoma a Lamera parkea, donde concluye nuestra ruta. En este coqueto parque nos detenemos a contemplar “Euskal Kosmogonia”, del bermeano Nestor Basterretxea, obra compuesta por 18 esculturas,

Aunque sin salir del municipio, abandonamos el centro de Bermeo en dirección a Bakio. Nuestro destino se encuentra a poco más de 6,5 km, en el cabo de Matxitxako. Si hace poco estuvimos en el extremo más septentrional de Cantabria, cerca del faro de Ajo, ahora lo hacemos en el de Bizkaia, que cuenta con un faro con varios edificios anexos. También se conserva la torre del viejo faro, que me gusta más y data de 1852. Desde él contemplamos una impresionante vista del mar Cantábrico y su agreste costa, teniendo como telón de fondo el islote Akatz y San Juan de Gaztelugatxe, que más tarde volvemos a ver de más cerca desde el mirador.

7 km más adelante aparcamos el coche en el parking habilitado para la enorme demanda que tiene nuestro siguiente destino, San Juan de Gaztelugatxe, ermita situada sobre un peñón del Cantábrico, unido al continente por un sencillo puente. Para llegar a la ermita tenemos una subida por una escalinata de 231 peldaños. Es uno de esos lugares mágicos cuya fama se vio acrecentada por la serie “Juego de Tronos”, donde era “Rocadragón”. Es por ello que desde entonces hay limitación de aforo, teniendo que reservar día y hora en https://web.bizkaia.eus/es/gaztelugatxe. Tras un largo cierre por un desprendimiento, espero que haya vuelto a abrir cuando leas estas líneas.

Aunque no pertenece a Bermeo sino al barrio de San Pelayo de Bakio, aprovechando la visita a San Juan de Gaztelugatxe os recomiendo comer en el restaurante Eneperi (https://eneperi.com/es/). Merece realmente la pena.

Guadalupe, el Caribe francés (y 3): Fin del viaje

Concluyo el relato de la estancia, en febrero de 2016, en la caribeña región francesa de Guadeloupe. El día 10 lo dedicamos a recorrer el sur de la isla de Basse-Terre, comenzando por las cascadas de Carbet (chutes de Carbet), situadas en el Parque Nacional de Guadalupe. Son tres pero sólo nos acercamos hasta la segunda, de 110 metros de caída, caminando por un bosque tropical. Desde ella contemplamos entre la niebla la primera, de 115 metros. El siguiente pequeño recorrido lo hicimos junto al lago Grand Etang, el más extenso de las Antillas Menores.

La siguiente cita la tenemos en una pequeña ciudad llamada como la isla, Basse-Terre que, pese a contar con tan sólo unos 10.000 habitantes, es la capital administrativa de Guadeloupe. Situada a orillas del mar y a los pies del volcán La Soufrière, cuenta con interesantes edificios históricos, entre los que destaca el fuerte Delgrès, construido entre los siglos XVII y XVIII, así como dos iglesias, la de Notre-Dame-du-Mont-Carmel y la Catedral de Notre-Dame-de-Guadeloupe.

Continuamos recorriendo el sur de la isla de Basse-Terre y más en concreto la zona de Trois-Rivières, teniendo siempre como telón de fondo las islas de Saintes. Nos detenemos en el extremo sur, donde se encuentra el pequeño pueblo de Vieux Fort, acercándonos a su coqueto puerto y al faro, desde el que disfrutamos de hermosas vistas y, al lado, de restos de viejas fortificaciones que surgen entre las palmeras. De allí nos dirigimos a la playa de Grande Anse, en la que rompen las olas con fuerza, para concluir la jornada en Capesterre-Belle-Eau, uno de los principales centros de producción de plátanos de la isla, discurriendo la carretera por la hermosa alameda Dumanoir, rodeada de palmeras.

Hasta el final del viaje nos quedamos en la isla en la que se encuentra nuestro hotel, la de Grande-Terre. El día 11 no salimos del municipio en el que nos alojamos, Le Gosier, para realizar un pequeño tramo del Sentier Litoral, entre el puerto pesquero de Anse du Mont y la playa de la Saline. Son tan sólo unos 2 km de ida, que realizamos caminando por la franja costera, y otros tantos de vuelta, que hicimos por el interior en compañía de un perro que nos acompañó hasta el puerto. En nuestra ruta disfrutamos de la acrobática pesca de los pelícanos, de vacas y bueyes acompañados por pequeñas garcetas y de hermosas playas. También contemplamos la estela conmemorativa de la abolición de la esclavitud en 1794.

El día 12 lo pasamos en el centro de la isla de Grande-Terre, unos 80 km de recorrido, comenzando con la visita al curioso cementerio de Morne-à-l’Eau, con sus enormes tumbas en forma de pequeñas casas en blanco y negro, dispuestas en cascada por la colina. De allí nos dirigimos al pequeño pueblo de pescadores de Vieux-Bourg, que cuenta con la playa de Babin, frecuentada por personas que acuden a darse baños de barro. Cuenta con mesas cubiertas para realizar el pic-nic. Nosotros, tras la comida en una de ellas, aprovechamos para dar un paseo por el manglar, por una zona acondicionada para ello.

El último día de estancia en Guadalupe lo dedicamos a recorrer, a lo largo de unos 140 km, el extremo norte de la isla de Grande-Terre, deteniéndonos en primer lugar en la elegante mansión colonial de Zevallos, para de allí dirigirnos al coqueto pueblo de Le Moule, que antiguamente fue el mayor puerto azucarero de Guadalupe. Hoy vive del turismo gracias a la hermosa playa de l’Autre Bord. En el pueblo destacan dos edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista, junto a la que se instala el mercado.

Nos dirigimos ahora al extremo norte de Grande-Terre, al municipio de Anse-Bertrand, para recorrer un precioso espacio natural, la Porte d’Enfer (Puerta del Infierno), un remanso de paz en forma lagón de color turquesa, protegido por altos acantilados. Caminando entre manglares por un sendero acondicionado, llegamos al Trou (Agujero) de Madame Coco, una gruta horadada en el acantilado, que tiene como telón de fondo la Punta del Piton. En coche nos dirigimos a la punta del Gran Vigía, situada en el extremo norte, con un paisaje que nos recuerda un poco a Bretaña.

Cambiamos de zona. pero sin salir del municipio de Anse-Bertrand, nos detenemos en Anse Laborde, una preciosa playa de fina arena blanca y aguas color turquesa, rodeada de acantilados. Aprovechamos para comer el bocadillo en este paradisíaco lugar, antes de dirigirnos a Port Louis, que cuenta con un enorme monumento dedicado a los niños de la población muertos en la primera guerra mundial y dos elegantes edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de Ntra Sra del Buen Socorro. De allí regresamos al hotel, donde por fin me di un baño en una playa caribeña. Justo el último día. En coche hemos recorrido unos 640 km por Guadalupe.

14 de febrero. Desde el aeropuerto internacional de Guadeloupe contemplamos por última vez el paisaje caribeño, en su eterno verano. Una vez en el interior vuelven a llamar mi atención las bonitas botellas de licores de ron. A las 18:10 sale el vuelo de Aire France al aeropuerto de Orly, con llegada prevista a las 07:10 del día 15, tras 8 horas de vuelo. Tenemos que cambiar de aeropuerto, al Charles-de-Gaulle y esperar 13 horas, hasta las 20:15, para coger el vuelo a Bilbao. Menos mal que en ese aeropuerto cogimos un hotel para dormir y descansar un rato. Esta misma operación la repetimos dos años después regresando de otra isla francesa del Caribe, Martinica, pero con París cubierta por una intensa nevada.

Destino La Palma (y 2)

Continúo el relato del reciente viaje a Canarias, que dejaba la pasada semana en el extremo sur de la isla de La Palma, en las salinas de Fuencaliente. La mañana del 9 de febrero la dedicamos a caminar durante un par de horas por el Parque Natural Las Nieves y, más en concreto, por uno de los rincones con más encanto de La Palma, los Tilos, bosque primitivo de laurisilva que forma parte de la Reserva Mundial de la Biosfera de la UNESCO. Caminando entre grandes helechos, tilos y brezos, alcanzamos nuestro objetivo, el mirador de “El espigón atravesado”, donde nos reciben unos simpáticos pájaros.

Comemos de bocadillo en el norte de la isla, cerca de Barlovento, dirigiéndonos a continuación a unas piscinas naturales, de nombre Charco Azul, de donde parte un agradable paseo costero que bordea también una platanera. Tras caminar algo más de 1 km, nos conduce hasta un coqueto horno de cal restaurado. Regresamos al punto de partida, donde hemos dejado el coche, para concluir la jornada en el cercano pequeño pueblo de San Andrés, que se agrupa en torno a la iglesia del mismo nombre, junto a la que existe una hermosa plaza. Allí me tomé el mejor barraquito de esta escapada.

10 de febrero. Para la mañana de hoy hemos optado por un lugar emblemático, el Roque de los Muchachos, que además es el techo de la isla de La Palma, con 2426 metros de altitud. Hasta él se accede en coche por una serpeante carretera por la que subimos desde el nivel del mar. Aquí se encuentra uno de los observatorios astronómicos más importantes del planeta, con una docena de enormes telescopios de diferentes países. Es un buen lugar para contemplar la Caldera de Taburiente e, incluso, las islas de Tenerife, La Gomera y El Hierro, eso sí, si no hay calima. Previamente nos detenemos en el mirador de los Andenes.

Continuamos el viaje rumbo a Garafía, deteniéndonos en primer lugar en el mirador Tanausú, desde donde contemplamos el núcleo de Santo Domingo de Garafía. En él nos detenemos para tomar un vino de la zona y tratar de comprar un queso curado de cabra de la isla, misión imposible en el mes de febrero. Breve parada junto a la iglesia de Ntra Sra del Carmen en el barrio de Las Tricias, de donde nos dirigimos a un precioso lugar del municipio de Puntagorda, el mirador de los Dragos. Ya en el municipio de Tijarafe sendas paradas en otros dos miradores, el de Garome y el de la Muralla, donde se encuentra el moderno restaurante del mismo nombre, en el que aprovechamos para comer. Un lugar a recomendar. Nos sorprende ver allí un avestruz.

Tras la comida nos acercamos al centro del pueblo de Tijarafe, que se articula en torno a la iglesia de Ntra Sra de la Candelaria, edificada entre los siglos XVII y XVIII, que cuenta con un coqueto balcón en su fachada. De regreso al hotel y aprovechando que hay menos calima, nos detenemos junto a la iglesia de Tajuya, convertida durante la erupción del Cumbre Vieja en un excelente mirador sobre el volcán, tal como pudimos ver en televisión. De hecho, cuando llegamos había un cámara. Además de contemplar los gases que todavía emanan del volcán y los campos de lava, nos llamó la atención la existencia de un bar, ahora cerrado, y de un repetidor de telefonía móvil de Movistar,

Dado que en nuestro anterior viaje a La Palma, debido a la lluvia, no pudimos recorrer bien el norte de la isla, el 11 de febrero decidimos volver al Parque Natural Las Nieves y, más en concreto, al paraje denominado Cubo de La Galga, para realizar una sencilla ruta de senderismo de 2 km, y otros tantos de vuelta. Se trata de un precioso bosque de laurisilva situado en el municipio de Puntallana. Caminamos por el fondo de un barranco que cuenta con una frondosa vegetación en la que destacan los tilos y un par de árboles emblemáticos, el barbusano del Cubo, de 25 metros de altura, y el conocido como “los mil hijos del viñátigo, así llamado por la multitud de ramas que surgen de su base.

Ha sido una semana de circular por las sinuosas carreteras de La Palma, más de 500 km de un continuo sube y baja bordeando barrancos y paradas en algunos miradores. En esta zona norte nos hemos detenido en unos cuantos, el primero al poco de salir del hotel. Se trata del mirador de Risco Alto, que domina Los Cascajos. Nada más pasar Santa Cruz de la Palma tenemos el del Barranco del Carmen. Cerca del Barranco de La Galga tenemos el del Jardín de las Hespérides y antes de llegar a Barlovento, uno dedicado a la minería. Los últimos momentos de nuestro viaje por La Palma los dedicamos al municipio de Puntallana, visitando el centro de la población, el mirador El Salto del Enamorado, dos coquetas ermitas dedicadas a San Bartolomé y Santa Lucía y un buen área de pic-nic, donde comimos el bocadillo.

12 de febrero. Media hora de vuelo y de nuevo estamos en el aeropuerto de Tenerife Norte, donde cogimos un taxi que nos trasladó al Hotel Escuela Santa Cruz, en la capital de la isla, en el que pasamos las dos últimas noches de esta escapada canaria. Por primera vez no nos dan la habitación hasta las 14 h, así que dejamos las maletas y caminamos por la calle San Sebastián hasta el bonito mercado de Ntra Sra de África, en el que aprovechamos para comprar queso y tomar un vino. A su entrada se encuentran dos vistosas esculturas dedicadas a la lechera canaria y al chicharrero. Hemos dejado para la tarde la visita al Museo de Naturaleza y Arqueología y a la iglesia de Ntra Sra de la Concepción.

El 13 de febrero lo dedicamos íntegramente a Santa Cruz de Tenerife, ciudad que no conocíamos pese a haber estado unas cuantas veces en la isla. Esta jornada batimos el récord de caminar, pues primero recorrimos íntegramente la Rambla Santa Cruz, contemplando las numerosas esculturas que lo adornan, haciendo un alto para adentrarnos en el bonito parque García Sanabria. Caminamos luego hasta la plaza de España, para desplazarnos a continuación hasta la iglesia de San Francisco, en cuyo entorno comimos en una terraza, tras conocer la plaza Príncipe de Asturias y el Teatro Guimerá. Para la tarde hemos dejado el desplazamiento hasta el Auditorio de Tenerife, el castillo de San Juan Bautista y el Parque Marítimo César Manrique, que forman un hermoso conjunto, al que hay que añadir el Palmetum, un precioso parque botánico, en el que damos por concluida la visita a esta ciudad que nos ha gustado y de la que volveré a hablar con más amplitud.

El 14 de febrero tomamos el vuelo de vuelta a Bilbao. Nos despedimos de Tenerife contemplando desde el avión el Teide, que tiene algo de nieve. Tres horas en el Airbus 320 de Vueling y al mediodía estamos en casa. Hemos tenido suerte, pues el tiempo nos ha respetado toda la semana. El viaje ha concluido.