La crítica y el motivo

De la noticia en El Independiente sobre la tensión que, al parecer, existe entre las formaciones aparecidas a la izquierda de Bildu, y la que lidera Arnaldo Otegi, hay un par de elementos que me parecen muy significativos. El primero, que a la juventud especialmente le gusta poco ese giro a la centralidad de la izquierda abertzale. Tanto han cebado al bicho que ahora quiere morder la mano. Lo segundo, que desde la pureza de principios, algunas y algunos pasan rápidamente a lo crematístico: el acceso a los sitios buenos para poner la txosna, la hucha de los presos y la caja, importan muchísimo.

Qué suerte ser vasco

Qué suerte tenemos de ser vascas y vascos, europeas y europeos, ciudadanas y ciudadanos del mundo, de cualquier parte del mundo… Menos de EE.UU., donde tienen que elegir entre lo malo y lo peor. O lo que es lo mismo, entre un Biden pasadísimo y un Trump que, simplemente, es el mismo que siempre pero en una versión más perversa y con menos escrúpulos: “No será porque sus antiguos colaboradores no han avisado de que es un loco peligroso”, tuitea Iñaki Olabe sobre un vídeo en el que “republicanos contra Trump” repasan las idas de olla más peligrosas del candidato conservador.

¿Y?

Estoy bastante convencido de que uno de los lujos del futuro será disfrutar del contenido generado por seres humanos. Las máquinas, lo que hoy conocemos como “inteligencia artificial”, generarán contenidos informativos y de entretenimiento con facilidad. ¿Y qué? Pues nos adaptaremos y yo, personalmente, tendré que esforzarme mucho para que esta columna siga siendo más interesante elaborada por mis ojos y mis manos que por un algoritmo. Alba Renai, el modelo hiperrealista creado por ordenador para presentar un contenido de tan poco valor como Supervivientes ha venido para quedarse.

Un nuevo ciclo

Confieso que, por un lado, me parece que sobreprotegemos a nuestra juventud. Por el otro, la admiro: “Los jóvenes no temen exponer las malas prácticas de sus jefes y priorizan su salud mental” (Genbeta). Y creo que “la tendencia de la Generación Z a airear sus despidos en TikTok” va a posibilitar un cambio. Las jefas y los jefes innecesariamente duros se exponen a un escarnio. Y quien eleva esa capacidad de presionar, por extensión, también. Y eso me resulta muy, muy estimulante: las y los superiores del futuro van a ser mucho más empáticos por el bien de las empresas.

Un detalle que pasó desapercibido

La semana pasada nos enteramos de que Pablo Iglesias, como buen famoso, ha invertido en un bar temático en un barrio gentrificado de Madrid, Lavapiés. Y fueron muchos los textos y los tuits dedicados a la noticia, para criticarla o defenderla a muerte, porque el patrón, si es Pablo Iglesias, es menos patrón. Pero para mí el titular sobre las empresas del líder de Podemos era este en The Objective: “Iglesias pasa página de Roures y fusiona su canal de televisión con su consultora”. Creo que el politólogo metido a periodista, publicista y hostelero no ha medido bien el coste de su libertad ni el valor de su audiencia.

En paralelo con España

No podemos negar que ERC está cumpliendo lo que prometía: dejó pasar a Puigdemont y Junts pensando que la hostia política se la comerían ellos con la independencia fallida. Nadie, ni en sus cálculos más pesimistas, contaba con un poder judicial y un Estado tan vengativo. Pero pese a la injusta encarcelación de Junqueras, ERC ha seguido dando pasos: sorpasó al nacionalismo catalán tradicional, llegó al poder y mutó su discurso hacia el posibilismo, Rufián, incluido. Ahora nos sorprendemos leyendo en El Nacional que “los presupuestos del Estado y los catalanes ‘van en paralelo’”. ¿Quién, por qué y a cambio de qué se alinea con España?

De acuerdo con Madrigal

Sigo sorprendiéndome con la cantidad de gente que lleva años trabajando con un ordenador (incluso, manejando el Excel con soltura) y sigue necesitando un curso de ofimática básica. De la misma manera, cada vez más me sorprende ver a compañeros y compañeras de la prensa que siguen fascinándose con avances tecnológicos o notas de prensa que no pueden poner en duda porque carecen de conocimientos. Al respecto, Marcelino Madrigal se pregunta y acierta: “¿He dicho ya que con la naturalización de la red y el uso de la misma por los partidos y demás, no estaría de más que informadores y periodistas supieran un poquito de tecnología?”.

Ya aprenderán… O ya lo hará una IA

Leo en Genbeta que “la generación Alfa es la primera nacida 100% digital y, mientras tienen acceso a tecnologías de gran calidad, les faltan conocimientos en conceptos básicos del uso diario”, “ni siquiera saben copiar y pegar” o “abrir un documento de Word”. Acceden a tabletas y móviles pero les faltan conocimientos de ofimática básica, como a sus mayores. Bárbara Bécares lo explica muy gráficamente, basándose, curiosamente, en un meme: “Nuestra generación fue encargada de mostrar cómo usar una impresora a nuestros mayores y luego nos ha tocado enseñar a usar impresoras a las siguientes generaciones”.

Más para los de siempre

Nadie se sorprende cuando lee que Real Madrid y FC Barcelona son los clubes más beneficiados por el reparto de millones derivados de los derechos televisivos. Tampoco a nadie le pilla por sorpresa que se embolsen más de 160 millones cada uno y el Mallorca, el que menos lo hace de Primera, solo 45. Athletic y Real Sociedad son de los que no salen mal parados y se llevan cada uno 60. Es decir: además de todo, los dos grandes se llevan del reparto 100 millones más por club porque así lo ha decidido la Liga. ¿Por qué no un reparto igualitario o compensatorio? ¿Cuándo normalizamos el dopaje económico?

Un negocio perverso

Esos millones salen de una subasta en la que entran operadores que luego venden paquetes a las y los consumidores finales. Nadie ha demostrado que sea rentable, con intermediadores que los compran para revenderos, incluido, y con empresas que los comercializan esperando compensar el gasto con que los nuevos clientes amplíen sus vinculaciones. Es decir: por sí solo no es rentable. El negocio es perverso, y más cuando año tras año la audiencia responde al fútbol en abierto: las 10 emisiones más vistas en televisión en 2023 en España son partidos de fútbol o espacios sobre fútbol, en el año en el que menos tele se ha visto.

¿El nuevo Twitter?

Cuando Elon Musk apareció en la sede de Twitter con un inodoro, después de haber pagado 44.000 millones de dólares, supuse que Mark Zuckerberg estaría frotándose las manos. Lo mejor que le podía pasar a Meta es un mono con dos pistolas al frente de la red social que le había ganado la mano en “la conversación global”. Tardó, pero el gigante de Facebook, Instagram y WhatsApp lanzó Threads, pero no en Europa, donde la regulación no le permitía operar como pretendía. Su llegada al viejo continente, no obstante, es cuestión de (poco) tiempo y lo hará superando en descargas a una app ya instalada pero con mucho agotamiento.

Y los “nuevos” negocios

El mundo de la fotografía está patas arriba: uno se pasea por Photolari y junto a los artículos que puedes esperar sobre fotógrafos, objetivos y concursos de imágenes mundiales, hay estas tres noticias: una empresa ha diseñado un flash de estilo retro que costará unos 100 €, Kodak ha lanzado un nuevo Super 8 (sí, el de las cintas) y una nueva marca de carretes espera hacer la competencia a la misma Kodak (y por un precio “razonable” de 12 euros el rollo). Yo volví a disparar en película cuando los carretes costaban 4 euros, ahora, que se venden a 24, me niego a participar en un pasatiempo de pijas y pijos, por lo que parece, muy rentable.

Uno más

Esto de Xataka no está publicado el 28 de diciembre, pero lo parece: “Una revista llevaba meses publicando artículos escritos por IA usando redactores falsos. Han sido descubiertos, claro. No había ni rastro de los redactores en Internet y sus fotos de perfil habían sido compradas en un portal de venta de imágenes generadas por IA”. La revista en cuestión es Sports Illustrated, pero de aquel clasicazo solo queda la marca, que explota ahora la empresa Arena Group, responsable de esos contenidos y esas falsas autorías que ha destapado otra publicación: Futurism, especializada en tecnología.

Total, nos va a sustituir una IA…

Tengo claro que el lujo del futuro va a ser el contenido creado exclusivamente por humanos. Las personas normales leeremos o veremos noticias u obras generadas por inteligencias artificiales más o menos depuradas, y las más ricas podrán pagarse modos de creación artística o para pasar el tiempo que generen otras mentes y manos humanas. Casi todas y todos vamos a ser sustituidos, así que, aprovechemos el momento. Algunos ya lo hacen, según Business Insider: “El gran secreto de Silicon Valley: el sorprendente auge de los malabaristas del trabajo que tienen en secreto varios empleos para ganar más sin echar más horas”.

Los objetivos

Ya sé que no tengo ni idea de inversiones ni economía, pero sí sé de cuestiones básicas: si hay dinero en caja y volumen de trabajo, puedes seguir adelante. Sin embargo, Spotify ha dado esta noticia: “1.500 nuevos trabajadores van fuera en la tercera ola de despidos del año” (Genbeta). Mientras la leía abrí una nueva ventana en el navegador, busqué los beneficios obtenidos por la empresa y encontré este titular en Europa Press: “Spotify registra un beneficio de 65 millones en el tercer trimestre frente a pérdidas de un año antes”. ¿Por qué lo hacen? Por los objetivos, las finanzas y el accionariado, claro.

Trabajar es malo para la salud

No es un chiste, tampoco lo escribo alegremente: en Magnet han recopilado varias fuentes relevantes (economistas de prestigio), el Financial Times y hasta mutuas españolas, que coinciden en que nuestra salud es cada vez peor y el trabajo es la causa. Es cierto que ya no tenemos los problemas físicos de otras épocas, pero los psicológicos y emocionales se están disparando (y eso sin hablar de los infartos y la incidencia del cáncer por no poder cuidarnos debidamente). Todo esto sucede por el tipo de vida laboral que llevamos, que absorbe toda nuestra vida y para mal, según los indicadores, los expertos y nuestra propia vivencia.

Hay alternativas

Ante la certeza (no solo mía, sino de cada una y de cada uno de nosotros) de lo que nos resulta perjudicial, esta sugerencia en Genbeta: “Trabajar cuatro días a la semana reduce el estrés de los trabajadores y esto da más ingresos a las empresas: eso dice este estudio”. En las empresas en las que hicieron la prueba piloto “bajó el estrés, el agotamiento, la fatiga y los conflictos familiar, mientras que la salud física y mental mejoraron. Los empleados utilizaron su día libre para aficiones, las tareas domésticas y su cuidado personal”. “Se produjo una reducción de 6 horas de trabajo” pero ganaron un día a la semana. Un día de vida.

También ganaron las empresas

No solo las y los trabajadores que participaron en el experimento de la semana laboral de cuatro días obtuvieron beneficios: “Las compañías que optaron por el nuevo modelo horario sin tocar el sueldo aseguran haber crecido en 2022 en volumen de negocio y en empleo, además de sortear los problemas de falta de personal”. El titular es de La Información, donde han preguntado directamente a las y los jefes de empresas, de diferentes sectores y con un modelo de negocio de cara al público (no solo oficinas), y todas y todos coinciden en que es posible crecer con un modelo de cuatro días laborales.

Con esto, ganamos todos y todas

La subida del SMI y de los sueldos, en general (tengo mis dudas cuando sé que con los sueldos de todas y todos seguimos financiando que la diferencia aumente entre el sector público y el privado), es una buena noticia. Muy buena. Para empezar, pone sobra la mesa que en hostelería “un salario mínimo de 1.082 euros sería prácticamente igual que el sueldo medio” (El Economista). Pero no se trata solo de sectores (“el salario medio en la agricultura, ganadería o pesca se sitúa en los 1.352 euros brutos”): “El SMI superará el 68% del sueldo medio en Extremadura y casi toda Andalucía”.

Sí, somos pobres

 “En 2022 han aumentado de forma notable quienes se ubican como ‘clase baja’ o ‘pobre’ en el CIS, un movimiento que señala a un factor clave: la inflación y el daño que está causando en los más precarios”. Esto en El Diario me ha gustado porque creo que es un despertar. No pertenecemos a una clase media porque, por comparación, vivamos mejor que mucha gente. La verdadera clase media, de hecho, vive mucho mejor que nosotras y nosotros, con vacaciones y coche propio. Nos han hecho creer que lo básico nos convierte en clase media para que consumamos sin remordimientos, pero la realidad es que no podemos permitírnoslo.

No lo entiendo

Si enfrento el discurso de Elisa María Lozano, la alumna de la Complutense con el expediente más alto, con los que he oído a Isabel Díaz Ayuso, solo puedo estar más cerca de la primera que de la segunda, aunque creo que se equivoca en sus formas, como casi todas y casi todos los que acudieron ayer a la Complutense de Madrid a apoyar o boicotear a la presidenta de la Comunidad. Pero las y los más equivocados fueron quienes quisieron hacer una distinción desde la universidad a la política: ni puedes regalar el mérito (¿cuántas exalumnas serían merecedoras?) ni la oportunidad para la batalla. No es equidistancia lo mío: es cansancio.

Una inspección, a Trabajo

Confieso que esto se me había escapado: “La Inspección de Trabajo convoca este miércoles una manifestación frente al ministerio: ‘No pueden seguir desoyendo el conflicto’. Tras las concentraciones de este lunes, los sindicatos han convocado una manifestación para el miércoles” (El Plural). Yo pensaba que la gran contradicción de Yolanda Díaz estaba en el grupo parlamentario de Podemos o en Sumar, donde seguro que hay más de una y uno que hace horas extra sin compensación, en este período preelectoral permanente en el que viven. Pero que sean las y los inspectores quienes se quejen a Trabajo agrava la incoherencia.

¿De qué trabajará?

Habrá miles de compañeras y compañeros más apropiados que yo para dar lecciones de Periodismo, pero no puede evitar preguntarme “vale, ¿pero de qué va a trabajar?” cuando leí este titular en Vozpópuli: “Froilán de Marichalar se va a Abu Dabi, donde trabajará y vivirá (pero no con el rey Juan Carlos)”. Si anuncias eso en letras grandes lo normal es que satisfagas la curiosidad en el cuerpo de la noticia. Pero no lo hacen en el digital: se limitan a que terminará “sus estudios de ‘Business’ de manera online”. Y para lograrlo, la infanta Elena pone de profesor particular de sus “negocios” a Juan Carlos I. ¿Qué puede salir mal?

Google, también

En Google han despedido a 12.000 trabajadoras y trabajadores. Y lo han hecho, según sus propios testimonios que recogen en Genbeta, de una manera un poco abrupta: cortando el acceso al software con el que se ganaban la vida. Así de fácil: te revocan un acceso y te das cuenta de que eres uno de los miles de empleados y empleadas que abandonan una empresa con miles de millones en beneficios acumulados. Y lo peor es que no vas a poder buscar empleo en otra “grande” porque todas están despidiendo. Hasta Microsoft que, al final, ha sido la empresa con la responsabilidad corporativa más notable.

Rusia sigue perdiendo

Rusia perdió la guerra de la reputación en el momento en el que lanzó su primer misil sobre suelo ucraniano. ¿Qué vamos a pensar las generaciones que ahora convivimos cuando veamos un soldado ruso durante las próximas décadas? Y eso, sin esclarecer todavía cuántos ni qué crímenes contra la población civil ha cometido el ejército del Kremlin. Pero los sentimientos de un vasquito a Putin le importan poco. Le importan menos, seguro, que los de la ciudadanía de Estonia, Letonia y Lituania, muy ligadas históricamente a Rusia pero cuyos gobiernos han decidido ahora “romper” con Moscú “retirando” a sus embajadores, según Euronews.