A escote nada es caro

“La Armada gastará 1,8 millones en el nuevo barco de regatas del rey Felipe VI que estrenará el año que viene en Palma” (Diario de Mallorca). Sí, amigas y amigos, el gobierno más progresista de la historia de España, aún en funciones, sigue auspiciando, cuando menos, que entre quienes cotizamos paguemos los pasatiempos del rey español de turno. Y ahora, ¿qué? ¿A quién llamamos para que se ponga en medio? De momento, Aitor Esteban ya ha hecho una pregunta a ese mismo gobierno y apela a la transparencia debida para que conozcamos los detalles del atraco a mano armada, literalmente.

Este es otro debate

Que sea el ejército español el que construya, a cargo del presupuesto que engordamos todas y todos, el nuevo juguete deportivo del rey de España está mal. Y no voy a entrar ni a discutirlo. Pero hay más: el mismo gobierno progre y chachi, “aceptó crear una ‘regulación fiscal específica’ a cambio de que UEFA celebrase en España la final de la Champions League de 2019”, lo que posibilitó que la organización no pagara “impuestos por los 7,6 millones” (EPE) que generó. Sin embargo, esto sí me parece debatible porque los eventos atraen público e ingresos. Pero debatámoslo, no vale correr otro velo.

Van dopados y les dejan

Hemos hablado mucho de Luis Rubiales como ejemplo del machismo que todavía está presente en el fútbol, el deporte y la sociedad española, pero no podemos despistarnos. Este titular en Mundo Deportivo también ilustra cómo funciona el deporte con más seguidores (y por lo tanto, que más dinero mueve) y concretamente, la Liga: “El Barça da por hechas las llegadas de Cancelo y Joao Félix mediante un aval y pagarés”. Avales, pagarés, palancas, vender dos veces lo mismo, sacar al Nasdaq parte del negocio vía Holanda… No es que el FC Barcelona vaya dopado y fiche como si pudiera, es que se lo ponen fácil.

El gran problema que nos acecha

Creo que sufro ansiedad climática. El calentamiento global y los gilipollas que lo niegan me preocupan, y estoy convencido de que nos encaminamos al colapso: un mundo apocalíptico entre el pesimismo de Mad Max y el optimismo de The Expanse. Y si el calor no acaba con nosotros como en la pesadilla de Sarah Connor, tendremos más preocupaciones: “España tiene un problema demográfico gigantesco y se puede resumir en una cifra: 900 bebés al día” (Xataka). Y en Euskadi la situación no es mejor. ¿Quién va a pagar nuestra jubilación? ¿Qué potencia mundial va a zamparnos sin esfuerzo? ¿Cómo va a nutrirse la cantera del Athletic?

Y otro problema

Al calentamiento global y el envejecimiento de la población que hacen inviable nuestra subsistencia como pensionistas, tenemos que sumar los problemas actuales: la conciliación, el consumismo voraz, la pérdida de valores y la pérdida de tiempo que nos atosiga. “Los espectadores dedican más de 10 minutos de media a buscar un contenido que les atraiga”. Entiendo que las espectadoras también lo hacen, claro. Son datos mundiales de Nielsen que recogen en Reason Why. Lo que nos lleva a otro dato relevante: “Está descendiendo el número de suscripciones a plataformas de vídeo bajo demanda”.

Las fortunas de la desvergüenza

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Rodrigo Rato, el artífice del milagro económico español que posteriormente hemos visto como una burbuja pinchada, el del FMI, el gran hombre que hundió Bankia, el que se libró de la cárcel, el que se quedó con la indemnización millonaria, el que ni siquiera fue inhabilitado pese a su gestión pésima y opaca, el que después ha sido premiado con un sillón en Telefónica y otro en el Banco Santander, ha abierto un nuevo “business”: una asesoría de inversiones con sede en el Reino Unido (no vaya a tributar en España por un error) con conexiones directas a dos paraísos fiscales (‘Vozpópuli’). Aunque su currículum nos parezca nefasto, si lo miran con los ojos de quien quiere desviar millones, cambia.

¿Y si la legalizamos?

No me refiero a la marihuana ni a la prostitución, sino a la corrupción. Nicola Lococo, no podía ser otro, no podía ser de otra manera, lanza esta provocativa idea: legalizar la corrupción. En su blog de DEIA nos deja perlas como estas: “El problema de la corrupción surge desde el momento que son unos pocos y no unos muchos quienes podemos hacer uso y disfrute de la corrupción, máxime, cuando se castiga con mayor saña al corrupto torpe que al corrupto hábil (…) Pese a los denodados esfuerzos del PP y el PSOE en la formación de sus militantes al respecto, lejos de usarla como un instrumento más de redistribución de la riqueza”.

Pablo Iglesias, la novela

Me he permitido una licencia en el titular porque, evidentemente, el libro que ha escrito Jacobo Rivero como resultado de sus conversaciones con Pablo Iglesias, no es una novela, sino eso: un resumen de lo que piensa este fenómeno televisivo reconvertido en fenómeno político en tiempos de crisis. No voy a entrar a desmenuzar el contenido porque, sinceramente, con la cantidad de libros tan interesantes que hay en el mundo, no voy a perder tiempo en leer lo que puedo ver cada sábado por la noche en ‘LaSexta’. Pero sí entro en el sentido de toda esta operación de marketing: sin una sola iniciativa parlamentaria, Pablo Iglesias, el eurodiputado, ya tiene su propio libro, lo que dibuja el tipo de personaje que es.

“Frikis” políticos

Creo que fue Ángel Cappa quien definió: “En todos los equipos hay solo dos o tres futbolistas de verdad, el resto son ciudadanos”. Pues en política, sucede algo parecido: hay pocos políticos de altura, pocos hombres y mujeres de estado, la mayoría son ciudadanos. Y una parte más pequeña corresponde a la familia de los “frikis” de la política. Personajes marginales que se necesitan. Los hay de todos los colores, pero abundan en los populismos, evidentemente: Toni Cantó, Carlos Floriano, y el camarero antichavista que “suplica” desde Vox un debate con Pablo Iglesias (‘El Plural’).

Y la radio mató al CD

He titulado este párrafo como lo hubiera hecho en los años 90 porque creo que es más fácil entenderlo así que si hablamos de cómo el streaming ha superado a la descarga de archivos, según Nielsen, como leemos en ‘FayerWayer’. En plata: los servicios que nos permiten escuchar música casi de un modo aleatorio (listas que otros componen, selección por gustos musicales e inserciones de artistas en promoción), son más consumidos que la música descargada. ¿Cuál será el siguiente paso? No les extrañe que la vuelta a la radiofórmula. Digital, eso sí.